14 diciembre 2020

La HIPERVIGILANCIA y la BRUTAL CENSURA a la que nos quieren llevar - video

LA ERA DEL CAPITALISMO DE LA VIGILANCIA

LA LUCHA POR UN FUTURO HUMANO FRENTE 
A LAS NUEVAS FRONTERAS DEL PODER

En esta obra magistral por la originalidad de las ideas y las investigaciones en ella expuestas, Shoshana Zuboff nos revela el alarmante fenómeno que ella misma ha denominado «capitalismo de la vigilancia». 

Está en juego algo de la máxima importancia: toda una arquitectura global de modificación de la conducta amenaza con transfigurar la naturaleza humana misma en el siglo XXI de igual modo a como el capitalismo industrial desfiguró el mundo natural en el siglo XX.

Gracias al análisis de Zuboff, cobran gráficamente vida para nosotros las consecuencias del avance del capitalismo de la vigilancia desde su foco de origen en Silicon Valley hacia todos los sectores de la economía. 

Hoy se acumula un enorme volumen de riqueza y poder en unos llamados «mercados de futuros conductuales» en los que se compran y se venden predicciones sobre nuestro comportamiento, y hasta la producción de bienes y servicios se supedita a un nuevo «medio de modificación de la conducta».

La amenaza que se cierne sobre nosotros no es ya la de un Estado «Gran Hermano» totalitario, sino la de una arquitectura digital omnipresente: un «Gran Otro» que opera en función de los intereses del capital de la vigilancia. 

la trama de relaciones que une a las compañías del capitalismo de vigilancia con la National Security Agency, la CIA y otros entes dedicados al espionaje y control político, 

mientras que analiza paso a paso cómo Google y Facebook van probando nuevas formas de captar datos violando la privacidad de los usuarios

 El exhaustivo y turbador análisis de Zuboff pone al descubierto las amenazas a las que se enfrenta la sociedad del siglo XXI: 

una «colmena» controlada y totalmente interconectada que nos seduce con la promesa de lograr certezas absolutas a cambio del máximo lucro posible para sus promotores, y todo a costa de la democracia, la libertad y nuestro futuro como seres humanos.

Sin apenas resistencia en la legislación o en la sociedad, el capitalismo de la vigilancia va camino de dominar el orden social y determinar el futuro digital... si no se lo impedimos antes.

 

 

The Age of Surveillance Capitalism de Shoshana Zuboff es actualmente la obra de referencia cuando se habla de la gran máquina de explotar datos creada alrededor de Google y Facebook. Publicado en 2019, el libro ha sido ampliamente citado en las conversaciones sobre la forma que está adoptando la sociedad digital(izada) del siglo XXI. Espero que tan amplia repercusión se base en una atenta lectura de las casi 700 páginas que integran este volumen. En esta serie de entradas les contaré brevemente de qué va el libro y les diré cuál es mi opinión.

El libro de Shoshana Zuboff, reconocida psicóloga social y socióloga de la Harvard University, nos propone un tour de force sobre todo bidisciplinar donde la autora va y viene de la economía (además de citar a los clásicos – Adam Smith, Karl Marx, Friedrich Hayek, Milton Friedman, Joseph Schumpeter-, toma muchos elementos de la crítica a la ortodoxia de Karl Polanyi) a la psicología (B. F. Skinner) en casi todos los capítulos. A lo largo del texto proliferan las declaraciones de los padres fundadores del capitalismo de vigilancia, incluyendo a empresarios conocidos como Mark Zuckerberg, Larry Page, Serguéi Brin, Eric Schmidt y Bill Gates e investigadores cuya contribución tecnológica ha sido fundamental en las últimas tres décadas de vida digital.

El libro se divide en tres partes de unas 200 páginas cada una. La primera está dedicada al surgimiento del capitalismo de vigilancia, la segunda indaga en su expansión hacia otros ámbitos de la vida social y económica, y la tercera se centra en la consolidación de un poder instrumental que, según Zuboff, no merece otro nombre que el de Big Other, un concepto con evidentes connotaciones orwellianas. Si en un momento el capitalismo de vigilancia pasó del mundo virtual al real (de esto se habla en la segunda parte de libro), ahora estaríamos asistiendo al pasaje hacia el mundo social, un entorno donde toda la sociedad se convierte en objeto de extracción de datos y control.

Primera parte. Los fundamentos del capitalismo de vigilancia

La primera parte del libro está dedicada al surgimiento del surveillance capitalism. Zuboff repasa el nacimiento de Google a finales de los años noventa, esa época gloriosa en que las ciberculturas marcaban el ritmo de las conversaciones en ámbito empresarial y académico, y cada día nacía una start-up que prometía cambiar el mundo a condición de que los inversores le pusieran millones de dólares sobre la mesa. Esta burbuja, como sabemos, explotó en el 2001 y dejó a buena parte de Silicon Valley pedaleando en el aire. Google, el buscador que habían creado un par de estudiantes de Stanford allá por 1997, no era la excepción. Como muchas start-ups, esta empresa había nacido más como desafío computacional que como proyecto empresarial con modelo de negocios incluido.

“Google invented and perfected surveillance capitalism in much the same way that a century ago General Motors invented and perfected managerial capitalism.”

Cuando estalló la burbuja, el search engine de Google era tan exitoso que estaba a punto de superar a Yahoo! en cantidad de búsquedas… pero necesitaban generar más ingresos para evitar la fuga de los inversores. No bastaba con AdWords, el sistema publicitario que habían introducido en 2000: además de explotar mejor los datos de los usuarios que obtenían del buscador, Google debía crear nuevos entornos de interacción para obtener más informaciones de los internautas. Así fue que, en los años siguientes, nacieron decenas de servicios “gratis”, desde Gmail hasta Google Maps y Google Books. Había nacido la gran máquina de “chupar” datos de los usuarios. O sea, había nacido el capitalismo de vigilancia. Al poco tiempo se sumaría al festín Facebook con sus propias estrategias, mucho más sofisticadas que las de Google (ver mi post del 2009 “Facebook vs. Google“).

“Ford’s invention revolutionized production. Google’s interventions revolutionized extraction and established surveillance capitalism’s first economic imperative: the extraction imperative.”

Google y Facebook utilizaron muchos datos de sus usuarios para mejorar sus servicios. Pero, además, descubrieron que estaban captando datos aparentemente secundarios o sin valor… ¿Cómo monetizarlos? Aquí Zuboff introduce un concepto nuevo, el de behavioral surplus (“excedente de comportamiento“). Estos datos considerados hasta ese momento basura numérica, convenientemente procesados, podían servir para identificar patrones de comportamiento y predecir las acciones de los usuarios. Zuboff hace mucho hincapié en las posibilidades predictivas de la machine intelligence, lo cual tiene obviamente consecuencias culturales, económicas y políticas.

“In this phase of surveillance capitalism’s evolution, the means of production are subordinated to an increasingly complex and comprehensive ‘means of behavioral modification’.”

¿Por qué se pudo desarrollar esta economía de la vigilancia? En esta parte del libro Zuboff recupera la historia del neoliberalismo y relata cómo se impuso una lógica contraria a la intervención estatal que privilegiaba la libertad individual. Las empresas digitales se encontraron con un vacío legal y un paraguas ideológico favorable para dar rienda suelta a sus experimentos socio-computacionales.

En esta primera parte del libro la autora también describe la trama de relaciones que une a las compañías del capitalismo de vigilancia con la National Security Agency, la CIA y otros entes dedicados al espionaje y control político, mientras que analiza paso a paso cómo Google y Facebook van probando nuevas formas de captar datos violando la privacidad de los usuarios.

 A veces estos experimentos retroceden por las denuncias recibidas o intervenciones de la justicia, pero no tardan en ser reimplementados siguiendo otros caminos. También dedica unos cuantos párrafos a la cooptación de investigadores y laboratorios. Como veremos más adelante, el MIT está en el centro de la mira de Zubbof.

En reiteradas ocasiones la autora insiste en que es errado decir que los usuarios “somos el producto” de los servicios “gratuitos” de Google, Facebook y otras plataformas: nosotros somos la materia prima, la fuente de datos que estas empresas recopilan, procesan, empaquetan y venden en forma de perfiles hiperpersonalizados y predicciones de comportamiento.

“We are the objects from which raw materials are extracted and expropriated for Google’s prediction factories. Predictions about our behaviour are Google’s products, and they are sold to its actual customers but not to us. We are the means to others’ ends.”

Estos paquetes de datos son la mercancía que sale de las “líneas de producción” de Google y Facebook. Según Zuboff, este nuevo modo de producción entierra en el pasado al viejo capitalismo industrial perfeccionado por Ford y General Motors. 

Estamos frente a una nueva lógica extractiva (de datos) que no tardará en expandirse al resto de las actividades humanas, tal como pasó en su momento con la línea de montaje y la producción en serie.

Antes de pasar a la segunda parte del libro, un par de comentarios que retomaré al final de esta reseña. Para mí, esta primera parte es la más lograda de The Age of Surveillance Capitalism. El relato de Zuboff está muy bien armado y la descripción del surgimiento del capitalismo de vigilancia es muy detallada. Si bien la autora se basa en una serie de investigaciones científicas, buena parte de su relato se alimenta de entrevistas a expertos en data analysis y declaraciones públicas de los referentes de estas empresas (Page, Brin, Zuckerberg, etc.).


Segunda parte. El avance del capitalismo de vigilancia

Si la primera parte del libro está dedicada al surgimiento del capitalismo de vigilancia, en la segunda Zuboff explica cómo la explotación de datos y el mercado de las predicciones se expandió hacia empresas fuera del circuito digital. Desde las primeras páginas de la segunda parte la autora arremete contra el ubiquitous computing, el modelo de las smart cities y la Internet of Things. La interconexión entre dispositivos a través de redes 5G no solo aportará más información personal a la gran industria de los datos: también se convertirá en un potente dispositivo de control social.

Un ejemplo, al cual Zuboff volverá varias veces a lo largo del libro, le sirve para describir el futuro que se vislumbra: se avecina una nueva fase de la captación de datos personales a través de dispositivos hogareños, desde las nuevas interfaces vocales (Alexa, Siri, Cortana, etc.) hasta las aspiradoras-robot como la Roomba, que mapea cuidadosamente el interior de las casas y envía esa información a la casa central. Otro caso: imaginemos que el propietario de un coche comprado a crédito deja de pagar las cuotas mensuales de su vehículo; al detectar la morosidad, el sistema envía un mensaje al coche y este deja de funcionar hasta que el propietario no se ponga al día.


“Pokémon Go was surveillance capitalist’s dream come true, fusing scale, scope, and actuation.”

Según Zuboff ya no se trata solo de captar datos sino de pasar a la acción. Un ejemplo de este pasaje a una “economía de la acción” lo encontramos en Pokemon Go. Durante el verano del 2016 una buena parte del planeta se pasó los días cazando pokemones. Según Zuboff, esta experiencia -auspiciada por Google- fue la puesta a punto de un potente dispositivo de control y acción social. Con la excusa de cazar pokemones, los usuarios podían ser teledirigidos a un local de Starbucks o McDonalds (sistema de “sponsored locations”). Esta “economía de la acción” reaparece en los experimentos sociales que realiza Facebook manipulando el muro de cientos de miles de usuarios, donde se ha llegado incluso a movilizar votantes solo cambiando el “sentimiento” de las noticias que se visualizan en la pantalla.

“Emotional states can be transferred to others via emotional contagion, leading people to experience the same emotions without their awareness. Online messages influence our experience of emotions, which may affect a variety of offline behaviours.”

Para sostener esta parte del libro Zuboff recurre al conductismo radical de B. F. Skinner, el psicólogo que soñaba con la posibilidad de una “ingeniería conductual” basada en una “technology of behaviour“. Después de experimentar varias décadas con palomas, ratas y otros bichos, Skinner desarrolló una sofisticada teoría basada en el “reforzamiento” como base para la manipulación de los sujetos y un mejoramiento de la sociedad vía el aumento de la felicidad. También Marta Peirano menciona al conductismo radical de B. F. Skinner en su libro El enemigo conoce el sistema.

“It is not possible to imagine surveillance capitalism without the marriage of behaviour modification and the technological means to automate its application.”

Como podemos ver, el relato que se va construyendo a medida que pasan las páginas de The Age of Surveillance Capitalism asume dimensiones apocalípticas: el capitalismo de vigilancia ha construido una sofisticada máquina de captación de información, construcción de predicciones y manipulación social que aparentemente no presenta resquicios. Aunque la referencia de Zuboff sea Hannah Arendt, el tono del libro se acerca mucho a los planteos de la Dialéctica de la Ilustración (1944) de Theodor Adorno y Max Horkheimer. Si en ese volumen los alemanes cargaban las tintas contra ese malvado mecanismo que hacía que los sujetos alienados “desearan y se aferraran obstinadamente a la ideología mediante la cual se les esclaviza”, el discurso de Zuboff transmite en la misma frecuencia de onda pero con una diferencia para nada marginal: ahí donde Adorno y Horkheimer desarrollaron su crítica de la industria cultural basándose en la economía política de Karl Marx y el psicoanálisis de Sigmund Freud, la crítica al capitalismo de vigilancia de Zuboff se funda en un extraño cóctel que va del cuestionamiento light al capitalismo de Karl Polanyi al conductismo radical de B. F. Skinner.

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En la próxima entrada les contaré la tercera parte del libro y compartiré unas cuantas reflexiones (y perplejidades) sobre el recorrido que nos propone Shoshana Zuboff en The Age of Surveillance Capitalism.

En esta segunda parte seguiremos desmenuzando el libro una de las obras más citadas y comentadas cuando se habla de la extracción y manipulación de datos por parte de grandes empresas como Google y Facebook. Si en la entrada anterior analizamos la primera y segunda parte del libro, aquí veremos la tercera y última sección dedicada a la consolidación política del Big Other

Para redondear la reseña, en esta entrada me gustaría marcar los puntos fuertes y las debilidades de un libro que, me animo a decir, será unos de los clásicos de esta década, tal como Being Digital de Nicholas Negroponte (1995) fue una referencia de la era dorada de las ciberculturas.

Tercera parte. Poder instrumental para una tercera modernidad.

Según Zuboff se está generando un poder nunca visto, sin precedentes históricos, motivo por el cual nos cuesta mucho nombrarlo y ponerlo a foco. Ella recurre al concepto de “instrumentarianism“, un nuevo tipo de poder que va más allá del clásico “totalitarian power” fundado en la represión del Estado. Si el surgimiento del nazismo o del estalinismo confundió a sus primeros analistas (la revista Time eligió en 1939 a Josef Stalin como “Man of the Year“), algo similar estaría pasando con el capitalismo de vigilancia.

Totalitarianism operated through the means of violence, but instrumentarian power operates through the means of behavioral modification.

Y aquí, en vez de aparecer en escena Antonio Gramsci y su concepto de “hegemonía” (la referencia ineludible cuando pensamos en formas de dominación no violenta y consensuales),  Zuboff vuelve a poner todas sus fichas en el conductismo radical de B. F. Skinner y su “technology of behaviour“. El Big Other, a diferencia del Big Brother, se basa en un perfeccionado mecanismo de control y sumisión social fundado en la manipulación de la conducta a través de los algoritmos. Al Big Other no le interesa lo que pensamos o sentimos, lo único que busca es extraer información para convertirla en mercancías vendibles en el mercado de los datos. Como ya mencioné en la primera parte de la reseña, en esta economía los humanos no somos “el producto” sino la materia prima, la fuente de datos. En cierta manera, el panorama que nos pinta Zuboff tiene mucho de The Matrix, ese mundo donde los humanos son reducidos a pura fuente de energía.

Según la autora de The Age of Surveillance Capitalism la idea de Skinner se está materializando: vivimos una sociedad donde la incertidumbre tiende a desaparecer gracias a la creciente capacidad predictiva de la conducta humana que demuestran las máquinas digitales. Omnisciencia, control y certeza son las palabras clave de este nuevo poder. Si bien reconoce que no es fácil de exportar, el modelo sociopolítico chino le sirve a Zuboff como modelo avanzado de este tipo de poder. La autora insiste en que nos encontramos en una bifurcación histórica: o avanzamos hacia una tercera modernidad donde se refuercen los valores democráticos, o seguiremos el camino que “nos lleva a Shenzhen”.

Facebook is a prototype of instrumentarian society, not a prophecy. It is the first frontier of a new societal territory, and the youngest among us are its vanguard.

Entre los profetas que nos llevan por el mal camino Zuboff menciona a numerosos investigadores y empresas que trabajan codo a codo con los organismos estatales para desarrollar el “instrumentarian power”.  Además de los sospechosos habituales como Mark Zuckerberg, en esta lista aparecen referentes del MIT como Alex Pentland (creador del concepto de “reality mining“) o de Berkeley/Google como Hal Varian. Si bien Zuboff no aplica conceptos muy vinculados a la tradición crítica como “capitalismo de plataformas” (Srnicek) o “trabajo digital” (“digital labour“) (Fuchs),  no duda en reforzar su descripción del capitalismo de vigilancia recurriendo a los trabajos sobre “media addiction“, sobre todo de las nuevas generaciones.

Para terminar, si bien Zuboff se niega a hablar de “inevitabilidad”, durante la mayor parte del libro se respira un clima oprimente donde el “no exit” parece ser la única posibilidad frente al poder de las grandes corporaciones del capitalismo de vigilancia. Citando a Piketty, defiende la idea de que otro capitalismo es posible y concluye el libro (perdón por el spoiler) mencionando la caída del muro de Berlín por la presión de la ciudadanía.

Después de esta breve descripción (no es fácil sintetizar un libro de 700 páginas…) podemos comenzar a reflexionar sobre este trabajo tan sugerente y abierto al debate.

Combatiendo al capital (vigilante)

Si en los años noventa tuvimos una sobredosis de libros que anunciaban una sociedad más democrática, justa y liberada del peso de los átomos gracias a la levedad de los bits, la producción actual, que mira desde una perspectiva crítica la deriva autoritaria e hipercomercial de la red digital, es necesaria y urgente. En este contexto, el libro de Shoshana Zuboff es una de las referencias cuando se trata de mapear las conversaciones sobre la comunicación digital interactiva en este momento tan particular de la vida del Homo sapiens sobre el planeta. Sin embargo, no podemos dejar de lado una mirada crítica de The Age of Surveillance Capitalism, un texto que tiene páginas muy interesantes pero otras que, desde mi punto de vista, hacen agua desde una perspectiva analítica.

Si bien el texto de Shoshana Zuboff es un ensayo y, por lo tanto, no podemos exigirle lo mismo que a un texto científico, termina proponiendo una serie de conceptos y categorías que apuntan a una teoría o marco de análisis del capitalismo de vigilancia que va más allá de lo que sería un texto de non-fiction. Al basar su análisis en declaraciones y frases a menudo descontextualizadas de los grandes actores del capitalismo de vigilancia (Page, Brins, Schmidt, Zuckerberg, etc.), la denuncia que impulsa la autora pierde fuelle. El discurso corporativo de los grandes actores del capitalismo de vigilancia se merece un análisis que vaya más allá del “contenido manifiesto” y de la transcripción de las frases célebres de Mark Zuckerberg o Larry Page. Y, al mismo tiempo, el análisis crítico del capitalismo de vigilancia se merece ir más allá de las declaraciones más o menos rimbombantes de sus enunciadores.

Si es cierto que la explotación indiscriminada de datos y el mercado predictivo nacido en Google y Facebook está yendo más allá de estas corporaciones, tal como se explica en la segunda parte del libro, sería interesante tener datos empíricos al respecto. Sabemos que la mayor parte del facturado de Google y Facebook proviene de la publicidad y del tráfico de datos… ¿Podemos decir lo mismo de las empresas tradicionales? ¿Qué parte de su facturado o ganancias proviene de los datos? Un ejemplo: una empresa fabrica coches con sensores. Esos sensores recopilan información sobre sus usuarios que permiten mejorar el diseño de los vehículos. Pero esos datos también aportan información apetecible para otras compañías. Ahora bien, si la empresa decidiera vender esos datos… ¿podemos decir que es una empresa del “capitalismo de vigilancia”? ¿O la venta de datos sería solo una fuente de ingresos secundaria a la principal, que seguiría siendo la venta de vehículos y servicios colaterales? El libro hubiera salido enriquecido si esta parte estuviera basada en números y datos empíricos más sólidos. En ese sentido, al libro de Zuboff le falta lo que a los de Piketty les sobra: las tablas, números y análisis económicos que le hubieran permitido a la autora describir el funcionamiento y alcance real del capitalismo de vigilancia.

Otro elemento a tener en cuenta: si el lector o lectora espera una crítica al capitalismo, no la encontrará en The Age of Surveillance Capitalism. Por más que Zuboff arremeta contra las políticas neoliberales, ella critica al “capitalismo de vigilancia” y no al “capitalismo” a secas. Shoshana Zuboff no es Christian Fuchs ni Nick Srnicek. Desde esta perspectiva, podríamos decir que a Zuboff también le falta lo que a Fuchs le sobra: una crítica dura del capitalismo, algo que este profesor de la University of Westminster viene haciendo desde hace varios años en libros como Communication and Capitalism: A Critical Theory (2020), Rereading Marx in the Age of Digital Capitalism (2019), Social Media: A Critical Introduction (2017), Culture and Economy in the Age of Social Media (2015) o Digital Labour and Karl Marx (2014).

Me parece que en su afán de convertir el negocio de los datos en una nueva fase del desarrollo capitalista (o en una forma pervertida del “buen capitalismo”), la autora termina modelando un objeto a medida para que encaje en su denuncia. Que un grupo de corporaciones haya hecho del tráfico y procesamiento salvaje de datos su modelo de negocios no implica que todas las empresas vayan a seguir ese camino; para algunos actores la venta de datos será una fuente de ingresos secundaria, y muchos otros ni siquiera participarán en este tipo de actividad extractiva. Otro ejemplo: si Amazon es un actor fundamental del capitalismo de vigilancia, dudo mucho que una librería de barrio sea parte del mismo mecanismo de explotación de datos y control social. O sea, mal que le pese a Zuboff, no todo es capitalismo de plataformas.


Ratas, palomas e internautas

El conductismo pasó por varias etapas. Después de los trabajos pioneros de John B. Watson e Iván Pavlov, el behaviorismo se convirtió por culpa de un perro y una campanilla en una caricatura de sí mismo hasta alcanzar en tiempos recientes el estatus de meme. Si bien es una de las corrientes hegemónicas de la psicología, sobre todo en los países anglosajones, sabemos que en otras latitudes diferentes escuelas -como la psiconalítica- han marcado el paso de la práctica profesional y académica. Uno de los campos donde el conductismo ha encontrado un terreno fértil ha sido la investigación sobre los procesos de toma de decisiones económicas. Daniel Kahneman, el psicólogo que ganó el premio Nobel de Economía en 2002, es una de las grandes referencias en la llamada behavioral economics. Su libro Pensar rápido, pensar despacio (2011) es una lectura indispensable para cualquier persona interesada en estos procesos o que simplemente quiera saber cómo pensamos y tomamos decisiones.

Como ya vimos, Zuboff se nutre del conductismo radical de  B. F. Skinner a la hora de apuntalar su discurso crítico sobre el capitalismo de vigilancia. Es una lástima que no haya expandido su marco de referencia a otros enfoques. Desde mi perspectiva, creo que analizar la dinámica de uso de las plataformas en términos de satisfacción/deseo podría proporcionarnos mejores resultados para comprender su funcionamiento. Uno de los problemas que percibo en los enfoques experimentales (ya sean conductistas o de las ciencias cognitivas) es el pasaje de lo micro a lo macro. Este tema -que desde hace años venimos charlando con colegas como José Luis Férnández de la Universidad de Buenos Aires- es fundamental: ¿Puede extrapolarse a toda la sociedad lo que se verifica en un laboratorio con unas palomas, ratones o perros? Entre un laboratorio y la sociedad existe un “gap” muy difícil de colmar…  a menos que uno pueda hacer experimentos con cientos de miles de personas. Y acá la cosa se pone interesante: como bien describe Shoshana Zuboff, eso es precisamente lo que están haciendo las grandes corporaciones del capitalismo de vigilancia. ¿Qué pasa cuando Facebook toca la campanilla? ¿Cómo responden miles de internautas cuando Google retoca un algoritmo? Este tipo de estudios -que los usuarios consentimos cuando aceptamos las condiciones de uso de las plataformas– abre una dimensión “macro” a métodos que, hasta el día de hoy, se limitaban al mundo “micro” del laboratorio. Así como hay límites a la experimentación genética con seres humanos, este tipo de experimentos sociales, que pueden llevar a cambiar el resultado de una elección,  debería estar taxativamente prohibido por las leyes nacionales e internacionales. Este tema también debería formar parte de la agenda de las universidades, sobre todo si tenemos en cuenta que la comunidad científica es en parte cómplice de estos experimentos manipulatorios.

Volviendo al libro de Zuboff, al beber del conductismo radical de Skinner su análisis del capitalismo de vigilancia termina acercándose a la primera época de las teorías de los efectos de los medios. Sí, me estoy refiriendo a las (primitivas) teorías de la “aguja hipodérmica” y la “bala de cañón”. Si bien el contexto es radicalmente diferente, The Age of Surveillance Capitalism termina prácticamente jugando en la misma liga que los trabajos pioneros -también inspirados en el conductismo- de los padres fundadores de los estudios de los efectos de la comunicación en los años 1920 y 1930.

Salvation?

Como habrán visto, los subtítulos de esta serie de entradas incluyen un homenaje a la saga de Terminator (“La rebelión de las máquinas”, “Destino oscuro”). Ahora llegó la hora de “Salvation”… ¿Hay salvación a la distopía que nos depara la era del capitalismo de vigilancia? A pesar de que aquí y allá Zuboff intenta insuflar algo de optimismo, su libro es una oda al apocalipticismo digital. Solo al final, en un par de páginas, deja caer de manera inconexa y sin profundizar algunas vías para contrarrestar el poder de las grandes corporaciones que han hecho de los algoritmos y los datos un gran negocio.

La referencia a Nicholas Negroponte al inicio de esta entrada no es casual. Al igual que el fundador del Media Lab del MIT, tengo la impresión de que Shoshana Zuboff termina mitificando -en el sentido barthesiano- las tecnologías digitales. Ahí donde Negroponte construye un discurso mítico que pone a las tecnologías digitales al centro de un programa de emancipación y transformación, Zuboff las coloca en el corazón de una estrategia de dominación y control social. Si Negroponte no tenía en cuenta los posibles usos desviados o directamente antidemocráticos de las tecnologías digitales, Zuboff solo ve dominación y control, y liquida en pocas frases los posibles beneficios que los algoritmos ofrecen a sus usuarios (entre otras cosas, los algoritmos pueden ayudarnos a reducir la cantidad de accidentes de coche o predecir la evolución de una pandemia). En breve: mientras sigamos atados a lecturas monodimensionales, no saldremos nunca del desgastante péndulo entre apocalípticos e integrados.

The Age of Surveillance Capitalism es un libro que vale la pena leer, a pesar de su extensión (hay ideas que se repiten una y otra vez, como si la autora nos quisiera inculcar un concepto a la manera de Skinner con sus ratas y palomas) y de las limitaciones que acabo de mencionar en estos párrafos.  

El “capitalismo de vigilancia” existe, es un problema grave de nuestra sociedad y debe ser enfrentado desde diferentes niveles, comenzando por la alfabetización de los usuarios hasta llegar a la implementación de acciones políticas y judiciales a escala internacional. Lo repito: la primera parte del libro, donde se cuenta con lujo de detalles la emergencia de nuevos actores en la red sociotecnológica que se movieron (y siguen haciéndolo) con total impunidad en un marco de vacío legal, es una excelente descripción del mitificado mundo de Silicon Valley y sus start-ups.

¿Hay “Salvation”? Por supuesto. Pero la condición previa para cualquier tipo de acción, no sólo en este campo, es comprender el funcionamiento del (eco)sistema en todas sus dimensiones, incluyendo los actores, relaciones y procesos que forman parte de cada componente de la red sociotecnológica (o, si prefieren, de cada “interfaz”), los costes-beneficios y las dinámicas de satisfacción-deseo que se presentan en cada caso. Como ya escribí en otro post sobre las interpretaciones críticas de las plataformas,

Pensar que Amazon o Uber son solo empresas que utilizan datos como materia prima y lucran con ellos me parece reductivo, casi como pensar que la vieja televisión de broadcasting era solo un dispositivo para generar rating. Siguiendo con este ejemplo, las transformaciones sociales que generó la televisión a su alrededor no se pueden reducir a la dimensión “matemática” del rating, de la misma manera que no podemos simplificar el rol de las nuevas corporaciones exclusivamente a su dimensión “algorítmica” (…) 

Debemos abrir el abanico interpretativo a la hora de analizar las plataformas.

Lo aclaro por las dudas: decir que la crítica a las plataformas se queda corta o no tiene en cuenta todas las dimensiones del fenómeno no es lo mismo que defender sus lógicas de extracción de datos ni justificar el rumbo que está tomando la evolución de estas corporaciones.  

Que un puñado de empresas controlen el mercado de los datos y trafiquen de manera salvaje con la información personal es un problema de primer orden de nuestra sociedad

Pero para empezar a resolverlo, debemos aprehenderlo en toda su complejidad. Y para eso, nunca alcanzará un único libro o mirada.

Bonus Tracks

 

Novedad
Editorial:  PAIDOS Coleccion del libro:  Sin Colección
Número de páginas: 912
Dimensiones: 233 cm × 155 cm × 0 cm
Fecha de publicación: 2020 Materia: PENSAMIENTO ISBN: 978-84-493-3693-5

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