La comprension de la terapia del cancer - y lo mucho que se aprende de investigadores como Kramer , Hammer, Otto Heinrich warburg, Pischinger, GASTON NAESSENS, Juan Prada Pascual.....
http://javierherraez.wordpress.com/
------------
NO SON VIRUS, SON EXOSOMAS -
Son para la salud no para la enfermedad
Aparecen no como causa de una enfermedad sino como consecuencia de un daño en tejidos
------------------------
origen de articulo que sigue: http://www.dsalud.com/index.php?pagina=articulo&c=1542
NOVIEMBRE / 2010
LA TERAPIA DE SIMBIOSIS CELULAR
INTERSTICIO: UN NUEVO ORGANO EN EL CUERPO HUMANO:
antes de continuar:
ESTE VIDEO TE ABRIRA LOS OJOS y NUNCA volveras a ver la corrupta medicina que tenemos de la misma forma:
Las mitocondrias son en realidad ¡bacterias! –arcaicas- que viven en simbiosis en el interior de nuestras células y han asumido las funciones metabólicas claves para la vida.
Pues bien, este descubrimiento y otros recientes como el papel del óxido nítrico en el equilibrio energético, el reciclaje celular y el mantenimiento de las condiciones necesarias para la convivencia microbiana han puesto de manifiesto los errores de la Teoría Microbiana así como las graves consecuencias tóxicas de un siglo de agresión quimico-antibiótica al tiempo que revolucionan la ciencia médica posibilitando nuevos métodos de diagnóstico, adecuadas estrategias de prevención y terapias eficaces y no agresivas para afrontar las patologías crónicas y degenerativas,cáncer incluido.
Es el caso de la Terapia de Simbiosis Celular desarrollada por el Dr. Heinrich Kremer.
Los descubrimientos llevados a cabo en el marco de la Biología de la Evolución –y que, a pesar de la resistencia inicial habitual en las ideas novedosas están siendo ampliamente aceptados a nivel de la ciencia básica- colocan a la Medicina en una encrucijada:
continuar aferrándose a teorías obsoletas que no sólo se han demostrado ineficaces a la hora de recuperar la salud sino que vienen contribuyendo de modo brutal a la proliferación de enfermedades, a la degeneración biológica del ser humano y a la destrucción del ecosistema o comenzar un proceso de replanteamiento global teniendo como objetivo fundamental recuperar su función de servicio a la humanidad.
Pues bien, tal es el desafío que hace precisamente la obra del Dr. Heinrich Kremer quien tras licenciarse en Medicina en 1965 obtendría apenas tres años después otras dos licenciaturas: las de Neurología y Psiquiatría. Una inusual y completa formación que hizo que ese mismo año -1968- se convirtiera pese a su juventud en el responsable médico de un proyecto piloto del Gobierno Federal alemán en la cárcel de Tegel para reformar el régimen penitenciario. Proyecto que incluía terapia social para toxicómanos y personas con graves trastornos sexuales y de personalidad. Tiempo después -en 1981-, tras coordinar varios proyectos de Medicina Social sería nombrado Director Médico de una clínica especializada en drogodependientes de las regiones de Berlín, Bremen, Hamburgo, Schlewig-Holstein y Baja Sajonia.
Pues bien, cuando en septiembre de 1984 se llevó a cabo en su país el primer ensayo de test de anticuerpos de VIH a Kremer se le pidió que mandara muestras de sangre de todos sus pacientes pero éste envió también sangre de los médicos -sin identificar- junto a las de los internos ¡y todos los médicos dieron positivo! Aquello le hizo inmediatamente desconfiar de la fiabilidad del test y exigió la documentación que lo avalaba negándose mientras a realizar más pruebas por entender que las resultados podían generar un estrés a sus pacientes que había que justificar.
Posteriormente se opondría también a administrar las sustancias que se le sugerían para “tratar” a quienes el test dio “positivo” porque eran altamente tóxicas y a su juiciolo que esas personas de verdad necesitaban era un tratamiento de regeneración celular. Respondiendo que para administrar tales sustancias tóxicas a sus pacientes exigía que se le mostraran antes las pruebas científicas y médicas que lo justificaban. No obtuvo respuesta del Gobierno y dadas las presiones recibidas para que obedeciera sin más decidió dimitir.
Su honestidad le cerró una puerta a su carrera personal pero abrió otra para la humanidad porque desde entonces se dedicó a investigar el SIDA, el cáncer y otras enfermedades crónicas. De hecho de 1995 a 1999 formó parte del Grupo de Estudio sobre Inmunidad y Nutrición que dirigía el Dr. Alfred Hässig y en 1996 fundó el Research Group for Investigative Medicine and Journalism (REGIME).
Cabe añadir que Kremer ha publicado numerosos trabajos y varios libros en los que recoge los resultados de sus investigaciones destacando entre ellos Sistema inmune y vacunas, Ritalín y cerebro y La revolución silenciosa de la medicina del cáncer y el SIDA. Un monumental trabajo en el que relacionó conocimientos dispersos, situó descubrimientos parciales en un contexto general, les dio sentido y formuló una explicación coherente y rigurosa que cimentaría toda una auténtica revolución científica y médica.
---------------
"Critico que la industria farmaceutica diga que quiere curar enfermedades cuando no lo hace porque no es negocio.
De haber medicamentos que acabasen con las celulas cancerigenas ..serian muy dificiles de comercializar ..si detuviera el cancer tomandolo dos o tres veces . ?
donde estaria el negocio ?
A la industria le interesa mas tratar el avance del cancer que eliminarlo."
Richard J. Roberts
Nobel de fisiologia y medicina
DESCENDEMOS DE LAS BACTERIAS
Llegados a este punto conviene recordar lo que ya dijimos en algunos artículos anteriores a éste en esta misma revista: el Modelo Médico Hegemónico que actualmente se ha impuesto en el mundo occidental se apoya en concepciones científicas y filosóficas que entre finales del siglo XIX y principios del XX culminaron las corrientes de pensamiento positivista y mecanicista surgidas durante el Renacimiento y desarrolladas tras la Revolución Francesa.
Concepciones que en el campo de la Biología se concretaron en el Neodarwinismo, una actualización de las ideas de Charles Darwin para explicar el origen y la evolución de los seres vivos basada en “errores genéticos” y en la “selección natural” que no son sino eufemismos para referirse a una especie de ley del más fuerte que traslada a la naturaleza las ideas de competitividad entonces en boga en el terreno económico y social.
Sin embargo a finales del siglo XIX el biólogo alemán Andreas Schimpes y a comienzos del siglo XX el ruso Kostantin Mereschovky y el francés Paul Portier propusieron que la célula humanatenía ¡origen bacteriano!Y claro, todos ellos fueron despreciados y/o atacados por sus contemporáneos, aferrados a los dogmas darwinistas.
Empero, sus investigaciones volverían a ponerse de actualidad nuevamente de la mano de la bióloga estadounidense Lynn Margulis cuando en 1967 formuló la Teoríade la Endosimbiosis Seriada o SET (por sus siglas en inglés de Serial Endosybiosis Theory). Y eso que Margulis tuvo que superar numerosas dificultades para conseguir publicar primero un artículo y posteriormente un libro exponiendo esa teoría que, como era de esperar, se encontró con el rechazo frontal de la ortodoxia neodarwinista.
Sin embargo treinta años después numerosas investigaciones en el campo de la Bioquímica, la Morfología y la Paleontología han aportado pruebas que avalan sus afirmaciones y su teoría ha comenzado aTerapia de Simbiosis Celular desarrollada por el Dr. Heinrich Kremer. ser aceptada en el mundo académico aun cuando falte mucho para que se integre adecuadamente en los libros de texto universitarios o de enseñanza secundaria (y todo indica que mucho más para que las ciencias aplicadas se planteen los profundos cambios que implican los descubrimientos de Margulis).
Pero, ¿en qué consiste la endosimbiosis y porqué supone una revolución científica de primer orden, en particular en el ámbito de la medicina? Veámoslo.
PRIMERA CLAVE: LA ENERGÍA VITAL
Darwin y sus seguidores creyeron que lo fundamental para explicar la evolución de los seres vivos era la información, es decir, la herencia genética, el ADN contenido en las células. Y a partir de esa idea la Medicina trató de encontrar en la Genética una explicación para muchas de las llamadas “enfermedades”.
De ahí que en los últimos tiempos se hayan desarrollado “tests genéticos” con la pretensión de diagnosticar enfermedades incluso antes de que aparezcan y promover “terapias génicas” que pretenden tratarlas o prevenirlas interviniendo en la información genética del paciente.
Sin embargo el camino abierto por Margulis -y continuado por muchos otros investigadores- apuntan en otra dirección muy diferente: la clave de la evolución no ha sido la información sino ¡la energía! Es decir, los cambios en los seres vivos no se han producido por errores genéticos sino que están determinados por la necesidad que los seres vivos tienen de obtener energía para llevar a cabo sus procesos vitales.
Piénsese que los únicos seres vivos que poblaban el planeta hace unos tres mil ochocientos millones de años eran las algas verdeazules, unas microalgas conocidas como cianobacterias que obtenían la energía vital descomponiendo las moléculas de agua –H2O- mediante la energía de la luz para utilizar el hidrógeno. Lo que hizo que durante millones de años el oxígeno que las cianobacterias expulsaban como residuo de su respiración se fuera acumulando primero en los océanos y posteriormente en la atmósfera saturando el planeta de gas venenoso.
Una catástrofe ecológica que podía haber acabado con la vida en el planeta y que sin embargo, paradójicamente, fue lo que abrió la posibilidad de que los seres vivos evolucionaran posteriormente hasta sus formas actuales ya que fue hace aproximadamente dos mil millones de años cuando se produjo la fusión entre seres pertenecientes a dos reinos distintos: una arquea y una eubacteria. Fusión llamada simbiosis –que significa “vivir con” y supone la integración de un ser vivo en otro compartiendo así las respectivas capacidades- que sería el origen de una cooperativa vital que a su vez daría lugar a las células animales y vegetales.
Una primera fusión -cuyas huellas se encuentran aún en nuestro genoma- a la que siguieron otras dos: la integración de una bacteria gram positiva que posteriormente evolucionó hasta convertirse en las actuales mitocondrias dando origen a las células animales y una bacteria fotosintética que se transformó en los actuales cloroplastos dando origen a las células vegetales.
Pues bien, la integración de la bacteria que dio origen a las mitocondrias se convirtió en la clave para la supervivencia en aquella atmósfera saturada de oxígeno ya que se trataba de una bacteria ¡aeróbica!; es decir, que en lugar de utilizar hidrógeno necesita oxígeno para su respiración y así obtener energía.
Es decir, aquella fusión no sólo permitió la supervivencia sino la posibilidad de obtener energía de modo mucho más eficaz lo que permitió la evolución a seres más complejos y de mayor tamaño y, en definitiva, a la aparición de animales y plantas. Por tanto fue la posibilidad de obtener más energía lo que posibilitó la evolución. Actualmente las mitocondrias de las células nos aportan de hecho el 90% de la energía vital que necesitamos;
y las algas verdeazules continúan produciendo el 98% por ciento del oxígeno del planeta.
Además las mitocondrias poseen su propio genoma, su propia información genética, que interacciona con la información genética del núcleo celular jugando un papel fundamental en todos los procesos vitales. Otra peculiaridad de las mitocondrias es que se trasmiten de madre a feto sin intervención del padre. Un bebé femenino nace con 400.000 óvulos en cada uno de los cuales hay medio millón de mitocondrias; y ahí se halla la energía de la vida y por tanto las claves de la información crucial para los procesos vitales de las células.
Cabe añadir que investigaciones mucho más recientes -publicadas a partir de 2001- están planteando ahora la posibilidad de que el núcleo de las células fuese originariamente ¡un virus de gran tamaño! Concretamente un virus de ADN similar a los actuales poxvirus que se integraron en el interior de un micoplasma y que fue absorbiendo su información genética hasta tomar el control y evolucionar luego hasta el actual núcleo celular.
SEGUNDA CLAVE: EL MICROECOSISTEMA
Las primitivas bacterias unicelulares -formadas por una sola célula- se mantenían en contacto con el medio del que tomaban los nutrientes a través de su membrana. Y en los seres pluricelulares -incluidos los seres humanos- ese contacto se mantiene hoy gracias al “océano interior” en el que viven nuestras células. Porque no olvidemos que entre el 70 y el 85% de nuestro cuerpo –nos “secamos” con la edad- está formado por agua salada de composición idéntica al agua de mar; y del resto, sólo un tercio son células; los dos tercios restantes consisten en un tejido esponjoso de fibras y colágeno empapado de agua salada en el que las células viven, se comunican entre sí y del que se alimentan como hacían miles de millones de años.
Esa matriz extracelular constituye el medio ambiente para las células y los millones de seres microscópicos que viven como simbiontes en nuestro interior, una auténtica micro-Gaia que permite la continuidad de la vida.
Obviamente en el curso de la evolución los seres complejos fueron desarrollando diferentes sistemas para mantener los procesos energéticos en equilibrio protegiéndolos de las diferentes agresiones que pudieran alterarlos. Sistemas que son conocidos por el Modelo Médico Hegemónico como Sistema Inmunitario o Inmunidad y se considera erróneamente una especie de ejército de defensa preparado para luchar contra invasores exteriores (ya hemos explicado en reportajes anteriores que el lenguaje médico y sus tratamientos se basan en una concepción absolutamente militarista de la vida) cuando en realidad, como ya vimos en un anterior reportaje (lea en nuestra web –www.dsalud.com- el artículo que con el título
¿Tiene sentido lo que se dice del sistema inmunitario?
publicamos en el nº 130), la función primordial de esos sistemas es actuar como un “sensor de peligros medioambientales” en todo el medio interno. Medio en el que existen conexiones nerviosas, linfáticas y capilares sanguíneos así como incontables sustancias en constante interacción bioquímica ayudadas por enzimas.
Enzimas que determinan que unas células especiales que tienen la capacidad de moverse por el organismo –los llamados linfocitos CD4 o T4- puedan desempeñar dos funciones totalmente distintas adoptando para ello diferentes perfiles químicos.
El primer perfil –Th1- mantiene el equilibrio en el interior de las células utilizando para ello un gas que segregan, el óxido nítrico, encargado también de neutralizar –penetrando a través de las membranas- tanto posibles tóxicos como la proliferación excesiva de los microorganismos que viven en simbiosis en nuestros cuerpos. Ahora bien, cuando las agresiones son tan graves que el sistema no logra mantener el equilibrio el perfil de los linfocitos cambia para trabajar en el mantenimiento del equilibrio fuera de las células. A ese segundo perfil o posibilidad se le ha llamado Th-2 y lo que entonces hacen los linfocitos es producir unas proteínas –que la medicina oficial denomina “anticuerpos”- que se encarguen de neutralizar los posibles agentes tóxicos o agresivos en el exterior de las células.
Existe también una relación directa entre estos perfiles y la obtención de energía. La característica fundamental de los organismos que descienden de la fusión entre arqueas y bacterias es que mantienen las dos formas de respiración de esos seres primitivos; es decir, la respiración arcaica y anaeróbica –sin oxígeno- mediante fermentación y la respiración aeróbica -con oxígeno- mediante un proceso llamado fosforilación oxidativa.
La primera –la fermentación sin oxígeno- es menos eficaz energéticamente ya que por cada molécula de glucosa sólo se consiguen dos de adenosín trifosfato o ATP –es decir, de energía utilizable- mientras con la segunda -la fosforilación oxidativa- se obtienen por cada molécula de glucosa entre 18 y 36 de ATP. Eso sí, este mecanismo exige medidas de seguridad para evitar que el exceso de oxígeno pueda dañar materiales delicados en el interior de la célula (especialmente la información genética).
Como el lector supondrá el cuerpo combina estos sistemas energéticos en función de sus necesidades. Y así, cuando lo primordial es generar gran cantidad de energía utiliza el segundo método –también conocido como respiración mitocondrial- mientras cuando es necesario proteger a los elementos frágiles de la oxidación –fundamentalmente el ADN- utiliza el primero –denominado glucólisis o glicólisis- aunque sea a costa de un “bajón” en la producción de energía. Esto último sucede bien en procesos naturales o como reacción ante situaciones de emergencia.
Ejemplos del primer caso son los procesos de división celular que se producen de modo regular en el cuerpo cuando es necesario reparar una herida o en la división de las células del embrión. En todos esos casos las membranas de las mitocondrias se cierran el tiempo necesario para proteger del oxígeno corrosivo la información genética de la célula. Y durante ese tiempo la respiración mediante glucólisis sustituye a la mitocondrial.
MILLONES DE AÑOS RECREADOS EN NUEVE MESES
De hecho un embarazo exitoso sólo puede producirse con un perfil Th2 en el que no se produce óxido nítrico. De ese modo el feto respira por glucólisis a partir de la glucosa que le suministra la madre cuyos riñones e hígado se encargan luego de eliminar o reciclar loTerapia de Simbiosis Celular desarrollada por el Dr. Heinrich Kremer. s desechos de la respiración del feto. Entre tanto el feto está generando sus mitocondrias y preparándolas para el momento del nacimiento.
Tan sólo una hora después del parto se activan los cientos de miles de millones de mitocondrias del bebé que pasa de la glucólisis a la respiración mitocondrial a partir del oxígeno al mismo tiempo que sus linfocitos empiezan a transformarse. Las células inician entonces un proceso de diferenciación, las membranas empiezan a controlar la entrada y salida de sustancias y se inicia la colaboración entre el genoma mitocondrial y el nuclear. Es decir, el ciclo de miles de millones de años de la evolución se recrea en pocos meses en cada criatura humana.
Sin embargo la operación fundamental consistente en el cambio de perfil de los linfocitos representa algo desconocido para el nuevo organismo que necesita un entrenamiento que es proporcionado por los primeros desequilibrios en la convivencia con todos los microorganismos simbiontes que lleva en su interior. En términos de la medicina convencional se trata de las primeras infecciones infantiles para las que se bombardea con vacunas que bloquean así absurdamente el crucial entrenamiento del organismo del bebé en la regulación de sus relaciones de simbiosis lo que marcará para el resto de su vida su capacidad de convivencia con esos simbiontes.
EL RETORNO AL ORIGEN DE LAS CÉLULAS
Todos estos son procesos naturales habituales que utilizan los elementos adquiridos durante la evolución. Ahora bien, si se producen situaciones de desequilibrio persistente la energía disminuye de modo significativo, las membranas de las mitocondrias se cierran de forma permanente y se rompe la simbiosis. Y entonces la célula regresa a su forma bacteriana anaeróbica, un proceso que Kremer denomina “refetalización” y que se traduce a nivel del organismo en atrofia muscular, caquexia (desnutrición extrema y atrofia muscular), fallos orgánicos, degeneración muscular y nerviosa, cánceres y otras enfermedades sistémicas.
Agregaremos que además de causas psicológicas o traumáticas existen multitud de “estresores” –agentes estresantes- que pueden producir graves agresiones a dosis pequeñas o por acumulación. Nos referimos a las sustancias químicas tóxicas presentes en el agua y el aire así como en multitud de fármacos, alimentos, tejidos y otros muchos productos de uso cotidiano; sin olvidar las radiaciones electromagnéticas.
Pues bien, el glutatión –una pequeña proteína antioxidante compuesta de sólo tres aminoácidos- tiene en principio la capacidad de neutralizar esos “estresores” al proteger a las células de los radicales libres y los peróxidos. Y lo hace con ayuda de enzimas que deshacen los aminoácidos produciendo agua y sustancias solubles que pueden luego ser excretadas tras ser depuradas en los riñones y el hígado.
No olvidemos que todas las reacciones bioquímicas se catalizan mediante enzimas, que éstas necesitan de una forma tridimensional y que obtienen la misma mediante un potencial redox negativo a través de una alta concentración de glutatión reducido. Obviamente si la cantidad es excesiva para la capacidad de síntesis del glutatión el equilibrio redox se rompe y se altera la fluidez del océano interno lo cual afecta a la convivencia de los simbiontes.
En definitiva, los procesos desarrollados durante miles de millones de años están almacenados en los seres vivos como programas vitales de funcionamiento. De ese modo el conocimiento de cómo se formó la vida en el planeta permite al organismo saber cómo actuar para mantener la salud y resolver la causa de la mayoría de las patologías.
Es el caso del cáncer, por ejemplo, que la Medicina convencional atribuye erróneamente a alteraciones genéticas y en cuyo tratamiento ha fracasado estrepitosamente precisamente por ignorar estos procesos energéticos. No entiende que las células cancerosas son similares a las células fetales o a las células normales en proceso de división, que en todas ellas se produce una regresión hasta la respiración arcaica por fermentación y Terapia de Simbiosis Celular desarrollada por el Dr. Heinrich Kremer. que, por tanto, no son sino células “refetalizadas” que compensan el bajo rendimiento de energía con un metabolismo acelerado.
ELEMENTOS DE DIAGNÓSTICO, PREVENCIÓN Y TERAPÉUTICA
A partir de estos conocimientos sobre el origen de la vida y su evolución las investigaciones del Dr. Kremer se desarrollarían en dos direcciones. Por una parte analizaría las consecuencias que las erróneas teorías médicas -y sus aplicaciones terapéuticas- han tenido desde que se impusieron las ideas de Charles Darwin y Luis Pasteur; en particular desde la introducción de los primeros productos sintéticos capaces de penetrar en las células, las sulfonamidas, en 1935. Porque su uso masivo y continuado ha supuesto una agresión permanente que se ha trasmitido de generación en generación siendo una de las causas fundamentales del estado actual de degeneración biológica así como de multitud de nuevas enfermedades sistémicas y crónicas.
Téngase en cuenta que la venta de antibióticos asciende cada año a unos ocho mil millones de dólares y corresponden a unos 23 millones de kilos de antibióticos de los que la mitad son para uso humano. Además más de medio millón de kilos de antibióticos va a parar cada semana al medio ambiente, 136.000 kilos son usados en los cultivos y cantidades incontables en la alimentación y el agua
Y puesto que esos productos se diseñaron para matar bacterias lo que hacen es ¡destruir las mitocondrias de las células!
Debe entenderse que el genoma mitocondrial es diez veces más sensible que el nuclear y no está protegido ni posee como éste mecanismos de reparación.
De ahí que el Dr. Kremer afirme irónicamente que los simbiontes -es decir, los microbios y sus descendientes que conviven en el interior de nuestro microecosistema- deberían haber sido declarados “especie protegida” hace mucho tiempo.
UNA ALTERNATIVA INTELIGENTE
Ahora bien, si usar antibióticos es un error porque destruyen tanto posibles bacterias patógenas como las mitocondrias de las células sanas,
¿qué hacer en caso de enfermar? Pues para ello Kremer desarrolló lo que denominaría Terapia de Simbiosis Celular que se basa esencialmente en favorecer las relaciones simbióticas tanto en el interior de las células como en la matriz extracelular colaborando con los sistemas de emergencia del organismo. ¿Y cómo? Pues utilizando las mismas sustancias y elementos producidos por la naturaleza pero adaptándose a su lógica en lugar de oponerse a ella.
Por eso basa su diagnóstico en la medición de los niveles de esas sustancias en el organismo. Entre ellos el de glutatión reducido en la mucosa pulmonar y en el interior de las células T linfáticas que circulan en la sangre. Así como en determinar el perfil Th1-Th2 mediante el llamado Test de Hipersensibilidad Retardada.
Es decir, en lugar de administrar fármacos agresivos y tóxicos forzando al organismo a aceptarlos se trata de respetar los mecanismos de la naturaleza y poner simplemente a su disposición en la matriz extracelular sustancias inocuas que éste pudiera necesitar para que tome sólo lo que precise en cada momento y en la cantidad adecuada. De esa manera afirma que se logrará:
-Activar las mitocondrias.
-Modular la contrarregulación Th2 y frenar el estado de estrés hormonal.
-Equilibrar los micronutrientes y fortalecer el medio interno extracelular.
-Minimizar la oxidación.
-Equilibrar el déficit de antioxidantes naturales.
-Proteger el hígado.
Y evidentemente para conseguir estos objetivos del modo respetuoso descrito lo que se deben utilizar son las mismas sustancias –naturales, no sintéticas- que dieron origen a los animales y que se hallan en las plantas y los hongos.
Más concretamente éstas:
-Polifenoles (taninos y flavonoides). Se trata de sustancias aromáticas que sólo pueden producir las plantas y las algas y que se utilizan principalmente para equilibrar el potencial redox, neutralizar los radicales libres y limpiar los restos celulares adheridos a las paredes del sistema circulatorio. Por el momento se han identificado unos nueve mil flavonoides que se encuentran en abundancia en el té verde, las algas azules, el vino tinto, la piel interior de la naranja, el ginseng y la curcumina. El ácido elágico –polifenol protector de numerosas plantas y potente antioxidante- se encuentra en cambio en nueces y frutas (en particular en las frambuesas).
-Polianiones (heparinas y heparinoides). Son proteínas ricas en sulfatos que constituyen y regulan la matriz extracelular -funcionando como filtro para todas las reacciones de las células- que protegen las membranas celulares. Se encuentran en el agar-agar, el cartílago de tiburón y el condroitín sulfato o sulfato de condroitina, un componente natural de la matriz.
-Ácidos grasos esenciales no saturados. Principalmente presentes en algas y microalgas sirven para flexibilizar las membranas y proporcionar fluidez a los tejidos de la matriz además de modular la síntesis de prostaglandinas, unos derivados de los ácidos grasos que cumplen importantes funciones metabólicas (intervienen por ejemplo en los procesos inflamatorios y en la regulación de la temperatura corporal).
-Glutatión. Como antes mencionamos esta pequeña proteína compuesta de sólo tres aminoácidos neutraliza los agentes Terapia de Simbiosis Celular desarrollada por el Dr. Heinrich Kremer. estresantes y estabiliza el estado Redox posibilitando el medio adecuado para las reacciones bioquímicas además de participar en la regulación y contrarregulación de los linfocitos CD4 o T4. Para su aporte puede tomarse ginkgo biloba o extracto de las hojas del ginkgo. Se trata de una de las especies más antiguas de árbol –un fósil viviente- con propiedades terapéuticas asombrosas: es antioxidante, activa las neuronas, aumenta el nivel de oxígeno en sangre e incluso funciona como antidepresivo. Existen también preparados que mezclan el glutatión reducido con antocianinas que refuerzan su biodisponibilidad aumentando el efecto antioxidante.
-Aminoácidos. Más concretamente la cisteína (no esencial), la N-acetil-cisteína (derivado) y la arginina (esencial); todos ellos son componentes de numerosas proteínas y enzimas implicadas en los procesos metabólicos.
-Recuperadores mitocondriales. Son los casos de la coenzima Q-10 y de la L-carnitina. Facilitan el transporte de ácidos grasos a las mitocondrias y el funcionamiento del ciclo respiratorio en su interior además de estabilizar el equilibrio de las citoquinas que intervienen y determinan -entre otros- los cambios de perfil en los linfocitos T4.
Terminamos indicando que es importante tener en cuenta que la falta de micronutrientes –vitaminas y minerales- puede deberse a múltiples factores: exceso de radicales libres, inactividad de las mitocondrias, desequilibro de las citoquinas, influencia de estresores, agentes quimioterápicos…
No es pues aconsejable caer en la simplicidad de tomar pastillas o preparados de tipo ortomolecular sin saber si padecemos déficit de esos micronutrientes.
El exceso puede ser igualmente negativo.
Esas sustancias deben llegar a la célula en determinadas condiciones y combinaciones pues de otro modo los filtros de las membranas impedirán su entrada salvo que se tomen en altas dosis y se fuercen así los mecanismos de seguridad. La falta de micronutrientes debe solucionarse buscando el factor o los factores que la han causado y actuando sobre ellos.
Kremer resume así su posición respecto a los micronutrientes en cápsulas o pastillas: “Pueden ayudar a algunos y dañar a otros pero a la mayoría no le van a producir ningún efecto”.
En suma, para Kremer
las vitaminas y minerales deben llegar a nuestro organismo sólo de modo natural como parte de los alimentos que los contienen a fin de que las células tomen sólo lo que necesitan y no se acumulen en exceso.
Jesús García Blanca © 2013 DSALUD.COM
---
Para conseguir que la gente no se responsabilizara de su salud, se utilizó una marioneta llamada Pasteur.
En su lecho de muerte Pasteur admitió su gran error con estas palabras: “el microbio no es nada, el terreno lo es todo”. Pero la máquina de fabricar enclenques dependientes ya estaba en marcha y nadie la podía parar. La industria se ocupó de que la única verdad que dijo Pasteur en toda su vida no tuviera difusión y se abrió la puerta a los Jinetes del Apocalipsis. He comprobado personalmente que esta frase es verdadera, pues en los últimos 40 años nunca me he resfriado, no he pasado ninguna gripe ni se me ha infectado ninguna herida, pues “el terreno” del que habló Pasteur, que son mis fluidos internos, tienen un pH alcalino, y ese no es el terreno adecuado para la proliferación de virus y bacterias.
Apenas tocan ese pH, quedan desactivados. En el agua de mar tampoco es posible una proliferación bacteriana patógena, precisamente porque tiene un pH de 8.2
Cuando sale este tema de conversación siempre me gusta contar la siguiente anécdota:
Un día estaba Lord Lister dirigiéndose a un grupo de graduados del King’s College Hospital y, sosteniendo un tubo de ensayo, declaró que éste contenía suficiente fiebre tifoidea para matar a todo Londres. Ante lo cual, un viejo médico rural vestido en tweed se abalanzó hacia el pasillo, tomó el tubo de ensayo y se bebió el contenido; luego murmuró “qué estupidez” y regresó a su asiento. Al día siguiente el hombre bajó a desayunar y disfrutó de la comida… y vivió muchos años.
Si la teoría del germen estuviera fundada en hechos reales, no habría ningún ser vivo para leer este escrito
Debilitar a los niños desde la concepción
Durante siglos los hombres han abusado de todos los vicios que destrozan la salud: tabaco, alcohol, drogas, etc., pero la mayoría de las mujeres quedaban al margen de estos desmanes. Posiblemente sus instintos les hacían rechazar esas cosas antinaturales para preservar su cuerpo, que estaba destinado a albergar a sus hijos y transmitir una buena constitución genética. Los amos aprovecharon los defectos de las mujeres para terminar con esa reserva genética sana y conseguir que los niños fueran intoxicados por drogas y productos químicos desde la placenta.
Nicolás Olea Serrano.
La propuesta era sencilla: las mujeres tenían que ser iguales a los hombres, pero no copiando las escasas virtudes de los varones, sino imitando y superándolos en sus múltiples defectos. Por si esto no fuera suficiente, las vacunas se encargarían de destrozar y volver loco el sistema inmunitario de los recién nacidos. No había que dejar cabos sueltos.
Cómo se convenció a las mujeres para que fumaran
Hasta 1929 una mujer fumando en público estaba mal visto, los cigarrillos representaban un símbolo del poder masculino.
Lucky Strike aprovechó esta situación y lanzó la campaña “antorchas de la libertad” estrenada el 1 de abril de 1929. Propuso a la masa femenina un desafío al poder masculino. Con una lista de debutantes facilitada por el editor de la revista “Vogue”, lanzó la idea de que encender cigarrillos y tabaco en algunos lugares públicos como la Quinta Avenida podría contribuir a la expansión de los derechos de la mujer. Por supuesto, la prensa fue advertida de antemano y no pudo resistirse a la historia.
El “Desfile de Antorchas de la Libertad” fue cubierto no sólo por los periódicos locales, sino también por los periódicos nacionales e internacionales. Por supuesto, las mujeres no fueron más libres por la mera acción de fumar, pero el hecho de haber vinculado los cigarrillos con los derechos femeninos fomentó un sentimiento de independencia (con su consecuente resultado millonario para la American Tobacco Company).
Según los publicistas, fue la primera campaña de la historia en la que en vez de vender un producto, se vendió un concepto o eslogan, en este caso la liberación de la mujer.
Personalmente siempre he dicho que nadie se ha liberado jamás de nada cargándose de cadenas, y cualquier droga es una cadena.
----------------
--------------------------
La hipótesis de Warburg es una teoría de origen del cáncer postulada en 1924 por el fisiólogo alemán Otto Heinrich Warburg.
Esta hipótesis sostiene que lo que conduce a la carcinogénesis es una respiración celular defectuosa causada por un daño en las mitocondrias.
El efecto Warburg describe la observación de que las células cancerosas, y muchas células cultivadas in-vitro, hacen uso de la glicólisis seguida de fermentación láctica como fuente de energía, incluso si hay oxígeno en cantidad apropiada para la respiración. En otras palabras, en vez de desarrollar un proceso de respiración completo en presencia de cantidades adecuadas de oxígeno, las células cancerosas fermentan, esta observación demostrable se conoce actualmente como efecto Warburg.
La opinión actualmente más aceptada es que las células cancerosas fermentan glucosa mientras mantienen el mismo nivel de respiración que estaba presente antes del proceso de carcinogénesis, y por lo tanto el efecto Warburg puede ser definido como la observación de que las células cancerosas exhiben glicólisis con secresión de lactato y respiración mitocondrial incluso en presencia de oxígeno.
----
En la columna de la derecha de este blog vemos libros - a montones - que corroboran esta vision de la medicina y el necesario cambio de modelo que sustituya a esta corrupta y degenerada medicina de laboratorios.
-------------------------
LA MAFIA MEDICA, EL SIDA, EL CANCER, HEPATITIS C, ETC...
Aqui teneis una página bien documentada, en la que hecha por tierra los grandes montajes sobre el Sida, el Cancer, la Hepatitis C y el Colesterol y la verdadera causa de las enfermedades vasculares.
Con buena información de como seguir un tratamiento natural, para estas enfermedades, apoyando las defensas del organismo, en vez de intoxicandolo, mutilandolo, o radiandolo.
www.defiendetusalud.com
--
NOTA AL MARGEN:
Crick y Watson descubrieron las dos supuestas de ADN en 1958.
Ambos dos inútiles eugenésicos del sistema. Racistas que creen que los negros son inferiores. Eso es todo lo que saben
CRICK Y WATSON ERAN DOS ESTAFADORES QUE COPIARON ESTUDIOS DE ROSALIND FRANKLIN Y RAYMON GOSLIND
CUATRO Y 12 HÉLICES
Un par de peligrosos plagiadores, como San Frankestein, copiaron todo a Franklin , Goslind, Wilkin y Paulings. Como todos los Nobeles, los más corruptos del sistema y pelotas de los illuminati , si no no les regalarían el premio-estafa. Crick decía que los ricos deben tener muchos hijos, pero los pobres no. Un racista de tomo y lomo, como Watson. Nadie ha visto nada de lo que dicen y dibujan y ocultan que tenemos infinito potencial conectado con la glándula pineal y la kundalini. Crick pone a parir a los católicos y Watson a los homosexuales y los gordos, dice que “te sientes mal en un ambiente de gordos”. Watson participa en el timo del proyecto del genoma humano y quiere cargarse las nucleares, como le mandan los amos. Todo lo que sabemos del ADN son cuatro letras que se combina ATGC.
Son un par de estafadores de poca monta, aupados por los mass mierda y las Universidades "ILLUMINATI" ocultadoras de conocimiento de .
Watson viene de Harvard.
---
ERRONEA SUPOSICION DEL ORIGEN MICROBIANO DE LAS ENFERMEDADES:
Jesús García Blanca ha escrito un artículo en Discovery Salud respondiendo con todo lujo de detalles a la pregunta del título.
Copio unos fragmentos
El protagonista casi absoluto de esta desgraciada historia es Luis Pasteur al que la Enciclopedia Británica -propiedad por cierto de los Rockefeller- define así: “Químico francés y microbiólogo cuyas contribuciones estuvieron entre las más variadas y valiosas en la historia de la ciencia y la industria. Fue él quien demostró que los microorganismos causan fermentación y enfermedad. Él quien inició el uso de vacunas”. A estas alturas pocos cuestionarán sus contribuciones a la historia de la industria. Otra cosa es su carrera científica respecto a la cual ha quedado suficientemente demostrado que sus supuestos hallazgos se deben al plagio y al fraude.
Existen tres análisis -desconocidos para el gran público pero absolutamente rigurosos y demoledores- que dejan bien sentado el comportamiento de Pasteur a lo largo de toda su carrera: los libros de Ethel Douglas Hume y Robert B. Pearson, y el Informe de Gerald L. Geison. De estos textos se desprenden dos ideas fundamentales. La primera, que Pasteur plagió a su maestro Antoine Bechamp, riguroso investigador y miembro de la Academia de Ciencias de Francia. Bueno, el problema es que no se limitó a copiar sus ideas sino que las malinterpretó, confundió y tergiversó lanzando la historia de la medicina por un camino totalmente opuesto al que debió recorrer con trágicas consecuencias para la salud de todos como veremos a continuación. Por otra parte, Pasteur “arregló” los resultados de sus experimentos para que se correspondieran con las ideas que quería demostrar y que, contra toda evidencia, aún persisten en los libros de texto escolares y en la cabeza de la inmensa mayoría de la gente, médicos incluidos.
Bechamp había analizado la relación de los microorganismos con determinadas enfermedades siguiendo los pasos de investigadores como Günter Ederlein, Jean Tissot, Raimond Rife o Wilhelm Reich. Lo que hizo Pasteur fue simplificar sus ideas afirmando que los microorganismos son la causa de las enfermedades; una idea sencilla de asimilar y sobre todo rentable, no sólo en términos económicos sino en un terreno mucho más importante: el de la responsabilidad individual y colectiva sobre la salud y la enfermedad.
La Enciclopedia Británica de Rockefeller también adjudica a Pasteur otro descubrimiento que en realidad éste robó a Bechamp: la fermentación del vino y la leche. Bechamp negó la generación espontánea en la que Pasteur creía a pie juntillas hasta que decidió apropiarse de la teoría de su maestro sin entenderla. Es más, por las conclusiones a las que llegó Pasteur no comprendía ni siquiera sus propios experimentos relacionados con los procesos digestivos y fermentativos. Y eso explica que pidiera a su familia que no hicieran públicas sus notas de laboratorio tras su muerte.
Solo que en 1975 un historiador de Princeton, el profesor Geison, tuvo la oportunidad de realizar un estudio exhaustivo de las cerca de diez mil páginas que habían permanecido secretas hasta la muerte del nieto de Pasteur y en las conclusiones de su informe -titulado
La ciencia privada de Luis Pasteur que presentó en 1993 a la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia- éste aseguraría que Pasteur no sólo publicó información fraudulenta sino que era culpable de “mala conducta científica” al violar reglas de la medicina, la ciencia y la ética.
Nada de lo cual ha impedido que se le siga considerando “benefactor de la humanidad” hasta en los anuncios de yogures.
Recomiendo encarecidamente leer íntegro este clarificador artículo. Jesús aporta muchos datos poco conocidos y, como siempre, lo ensambla todo de maravilla.
Pinchar aquí para leer todo
-------------------------------------------
Tal como decíamos, la teoría microbiana de la enfermedad carece de
fundamente científico, o mejor dicho, se basa en un fraude "científico",
ya que merced a los trabajos de investigación, se comprobó cómo Pasteur
plagió, alteró, y/o distorsionó los trabajos de Bechamps.
El fruto de tales
investigaciones quedarán plasmadas en varias publicaciones, como por
ejemplo el libro de Ethel Douglas Hume “Pasteur Exposed, The False
Foundations of Modern Medicine”.
---------------------------------------------
Antidepresivos o medicamentos para alergia
se vinculan con deterioro cognitivo que podría ser irreversible
se vinculan con deterioro cognitivo que podría ser irreversible
Los fármacos anticolinérgicos
(que bloquean la acetilcolina, un neurotransmisor del sistema
nervioso), entre los que se encuentran antidepresivos tricíclicos, como la doxepina, antihistamínicos de primera generación, como la clorfeniramina, y antimuscarínicos para el control de la vejiga, tales como oxibutinina, podrían, según un trabajo que se publica en «Archives of Internal Medicine», aumentar el riesgo de desarrollar demencia, incluyendo la enfermedad de Alzheimer.
El primer estudio en sugerir que el riesgo de
demencia puede persistir y puede no ser reversible, incluso años después
de que se hayan dejado de tomar
«Las personas mayores deben ser conscientes de que muchos
de los medicamentos, entre los que se adquieren sin receta médica,
poseen importantes efectos anticolinérgicos», afirma Shelly Gray, de la Universidad de Washington (EE.UU.) y primer autor del informe.
------------------------------------------
-------------------------------------
Thought Control: How experts are corrupting Western science and medicine
https://www.academia.edu/11408858/Thought_Control_How_experts_are_corrupting_Western_science_and_medicine?auto=bookmark&campaign=weekly_digest
----------------------------------------------------
---------------------------------------------------------
------------------------------------------------------------------
------------------------------------------------------------------
¿Se justifica la teoría microbiana de la enfermedad?
Luis Pasteur postularía en 1835 que los microbios son la causa de la mayor parte de las enfermedades y por tanto la única estrategia terapéutica válida consiste en destruirlos así como en prevenir su invasión mediante campañas de vacunación masiva. Convertida en dogma tal teoría es hoy aceptada de forma casi unánime y complementada por una concepción simplista de la inmunidad constituye la base del negocio de las multinacionales farmacéuticas. Sin embargo carece de rigor científico, se basa en una concepción militarista de la vida y sus consecuencias para la salud tras cien años de fumigación antibiótica e intoxicación vacunal son nefastas. Las bacterias y virus tuvieron y tienen un papel fundamental en el origen y mantenimiento de la vida.
“La guerra permanente contra los entes biológicos que han construido, regulan y mantienen la vida en nuestro planeta es el síntoma más grave de una civilización alienada de la realidad que camina hacia su autodestrucción”.
(Máximo Sandín)
Dada la importancia del asunto que en esta ocasión nos ocupa vamos a tratar lo que podríamos denominar la “guerra contra los microbios” en dos artículos que corresponderán a los dos “bandos” implicados en esta guerra imaginada por Luis Pasteur y sus seguidores. En este primero nos ocuparemos del supuesto “bando invasor” -los microbios- y en el próximo hablaremos sobre el “bando defensor” realizando una crítica en profundidad de lo que la Medicina oficial conoce como “sistema inmunitario”.
Debemos pues empezar aclarando que lo que la Teoría de la Infección o Teoría microbiana de la enfermedad propone -aunque sería más correcto decir impone- es que los microorganismos son la causa de muchas enfermedades y, por tanto, la estrategia terapéutica fundamental consiste en destruirlos. Y aunque esta teoría constituye los cimientos del poder económico de las grandes multinacionales farmacéuticas un breve recorrido por sus orígenes, su evolución y su actual implantación dogmática nos revelará no sólo la ausencia total de fundamento científico en sus planteamientos sino las dramáticas consecuencias que su aceptación acrítica tiene sobre la salud de la población.
Quizás no sea posible saber exactamente a quién se le ocurrió por primera vez la idea de que alguna clase de criatura invisible y perversa debía tener la culpa de nuestros males. En distintas culturas de la antigüedad existen referencias a agentes vivos como posibles causantes de enfermedades. Posteriormente los médicos de Al Andalus hablaron de “criaturas” o “cuerpos diminutos” refiriéndose a posibles agentes causantes de graves males al entrar en el cuerpo. Desde entonces la idea de una amenaza exterior caló profundamente en los investigadores.
A mediados del siglo XVI Girolamo Francastoro hablaba de una “seminaria mortis” (semilla de enfermedad) como agente transmisor de enfermedad por contacto directo o a distancia. Y fue pues en esa época cuando apareció la noción de “contagio” en relación con la sífilis. Siglo y medio más tarde Anton Leeuwenhoek consiguió observar los primeros “microbios” lo que le valió el título honorífico de padre de la Microbiología aunque el término “microbio” parece deberse al cirujano Charles Sedillot y se hizo popular durante las sesiones de la Academia de Ciencias de París. Cabe agregar que se considera que el primero en formular la teoría microbiana de la enfermedad fue Agostino Bassi en 1835.
UN MUNDO PASTEURIZADO
Ahora bien, el protagonista casi absoluto de esta desgraciada historia es Luis Pasteur al que la Enciclopedia Británica -propiedad por cierto de los Rockefeller– define así: “Químico francés y microbiólogo cuyas contribuciones estuvieron entre las más variadas y valiosas en la historia de la ciencia y la industria. Fue él quien demostró que los microoganismos causan fermentación y enfermedad. Él quien inició el uso de vacunas”. A estas alturas pocos cuestionarán sus contribuciones a la historia de la industria. Otra cosa es su carrera científica respecto a la cual ha quedado suficientemente demostrado que sus supuestos hallazgos se deben al plagio y al fraude.
Existen tres análisis -desconocidos para el gran público pero absolutamente rigurosos y demoledores- que dejan bien sentado el comportamiento de Pasteur a lo largo de toda su carrera: los libros de Ethel Douglas Hume y Robert B. Pearson, y el Informe de Gerald L. Geison. De estos textos se desprenden dos ideas fundamentales. La primera, que Pasteur plagió a su maestro Antoine Bechamp, riguroso investigador y miembro de la Academia de Ciencias de Francia. Bueno, el problema es que no se limitó a copiar sus ideas sino que las malinterpretó, confundió y tergiversó lanzando la historia de la medicina por un camino totalmente opuesto al que debió recorrer con trágicas consecuencias para la salud de todos como veremos a continuación. Por otra parte, Pasteur “arregló” los resultados de sus experimentos para que se correspondieran con las ideas que quería demostrar y que, contra toda evidencia, aún persisten en los libros de texto escolares y en la cabeza de la inmensa mayoría de la gente, médicos incluidos.
Bechamp había analizado la relación de los microorganismos con determinadas enfermedades siguiendo los pasos de investigadores como Günter Ederlein, Jean Tissot, Raimond Rife o Wilhelm Reich. Lo que hizo Pasteur fue simplificar sus ideas afirmando que los microorganismos son la causa de las enfermedades; una idea sencilla de asimilar y sobre todo rentable, no sólo en términos económicos sino en un terreno mucho más importante: el de la responsabilidad individual y colectiva sobre la salud y la enfermedad.
La Enciclopedia Británica de Rockefeller también adjudica a Pasteur otro descubrimiento que en realidad éste robó a Bechamp: la fermentación del vino y la leche. Bechamp negó la generación espontánea en la que Pasteur creía a pie juntillas hasta que decidió apropiarse de la teoría de su maestro sin entenderla. Es más, por las conclusiones a las que llegó Pasteur no comprendía ni siquiera sus propios experimentos relacionados con los procesos digestivos y fermentativos. Y eso explica que pidiera a su familia que no hicieran públicas sus notas de laboratorio tras su muerte. Solo que en 1975 un historiador de Princeton, el profesor Geison, tuvo la oportunidad de realizar un estudio exhaustivo de las cerca de diez mil páginas que habían permanecido secretas hasta la muerte del nieto de Pasteur y en las conclusiones de su informe -titulado La ciencia privada de Luis Pasteur que presentó en 1993 a la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia– éste aseguraría que Pasteur no sólo publicó información fraudulenta sino que era culpable de “mala conducta científica” al violar reglas de la medicina, la ciencia y la ética. Nada de lo cual ha impedido que se le siga considerando “benefactor de la humanidad” hasta en los anuncios de yogures.
LOS POSTULADOS QUE NO SE CUMPLEN
El otro famoso protagonista de esta historia es Robert Koch. La importancia de su contribución está en el hecho paradójico de que su riguroso planteamiento, lejos de demostrar la validez de la teoría microbiana, lo que hace es literalmente refutarla. ¿Increíble? Veámoslo.
Pasteur fue un hombre práctico mientras Koch fue un teórico; sin embargo ambos tenían en común -quizás desde que se alistaron voluntarios para la guerra franco-prusiana- una visión marcadamente militarista de la vida. Así que en tanto Pasteur aportó a la humanidad sus experimentos manipulados Koch hizo lo propio con un marco teórico que debía servir para legitimar esos experimentos: los famosos Postulados desarrollados por su profesor, el anatomista alemán Friedrich Henle, que Koch modificaría y según los cuales:
Un microorganismo…
…tiene que ser encontrado en abundancia en todos los organismos que sufren la enfermedad pero no en organismos sanos.
… tiene que ser aislado del organismo enfermo y cultivado en cultivos puros.
…debería causar la enfermedad al introducirse en un organismo sano.
…tiene que ser aislado de nuevo en el organismo en el que ha sido inoculado e identificado como idéntico al agente causal específico original.
Como puede verse se trata de un planteamiento caracterizado por una lógica impecable. El problema es que no se cumple en ninguna enfermedad supuestamente infecto-contagiosa. Ya en 1909 la revista Lancet publicaba esta frase demoledora: “Los postulados de Koch se cumplen raramente o nunca”. ¿Qué hicieron entonces estos “benefactores de la humanidad”? ¿Se preguntaron por qué los microbios vivían en el interior de plantas, animales y seres humanos sin causar enfermedades salvo a una minoría? ¿Se plantearon cómo íbamos a protegernos de ellos si viven en nuestro interior? ¿Se preguntaron cómo habían logrado sobrevivir los seres humanos durante dos millones de años sin antibióticos ni vacunas? ¿Renunciaron a la teoría de las infecciones para buscar otra hipótesis que lograra explicar sus observaciones? ¿Se interrogaron sobre el verdadero papel de los microbios en la naturaleza?
En absoluto. La Teoría de la Infección y los Postulados siguen ahí, intactos, tanto como las efigies de Koch y Pasteur. Aunque con “retoques”, claro. Para empezar Koch se vio obligado a renunciar a la segunda parte del primer postulado “pero no en organismos sanos” al encontrar numerosos casos de lo que ellos llamaban “enfermos asintomáticos” que en realidad no eran enfermos sino personas que tenían el microorganismo pero no desarrollaban enfermedad alguna. ¿Y por qué ocurría eso? La idea de infección implica una invasión de agentes externos… pero resulta que los microbios viven normalmente en el interior de todos los seres vivos. Por eso era muy fácil cumplir la primera parte del postulado e imposible cumplir la segunda.
Sin embargo, aquí no acaba el apaño. Koch y sus colegas –Rush, Max von Pettenkofer y Rudolf Virchow– se dieron pronto cuenta también de que no podían causar la misma enfermedad al inocular el microorganismo en otro huésped como establece el tercer postulado. Así que cambiaron el planteamiento original de Henle y “la misma enfermedad” se convirtió en “síntomas similares”. ¡Problema solucionado!
En 1937, cuando se comprobó que las enfermedades supuestamente causadas por virus ni siquiera cumplían el primer postulado, se corrió un tupido velo sobre la exigencia de “presencia absoluta” del patógeno y se utilizaron expresiones como “presencia regular” o “consistencia de la transmisión”.
Ni lo que muchos investigadores estaban comprobando con sus propios ojos, ni las rigurosas refutaciones realizadas por el prestigioso Claude Bernard, ni las múltiples revisiones posteriores han servido para detener una devastadora corriente que llega hasta nuestros días.
Un ejemplo significativo lo constituye la pelagra. En 1913 un investigador inyectó tejidos filtrados de un enfermo de pelagra a varios monos causando síntomas similares de la enfermedad. La conclusión fue que había un virus filtrable en los tejidos y por tanto la pelagra era una enfermedad viral. Un año después una comisión de expertos del Gobierno afirmaba que la pelagra no estaba relacionada con la dieta y se le encomendó a Joseph Golderberg la búsqueda del virus. Bueno, pues ya en su investigación preliminar Golgerberg llegó a la conclusión de que no se trataba de una enfermedad viral sino originada en la dieta. Y se pasó quince años luchando contra el dogma imperante de la teoría microbiana hasta que finalmente consiguió que se reconociera que esa patología la causa la deficiencia de vitamina B.
BECHAMP TENÍA RAZÓN
Mientras tanto las ideas originales que Pasteur había pervertido y simplificado, las ideas de Antoine Bechamp, quedaron olvidadas. Pero los planteamientos de Bechamp y Pasteur no sólo son dos ideas diferentes, dos teorías distintas, son principalmente dos formas de ver la vida con profundas implicaciones y trascendentales consecuencias. La de Pasteur entronca con Darwin y sus seguidores que aplican a la vida la “ley del más fuerte” y consideran que la evolución es el resultado de una competición en la que han ganado los más aptos. La de Bechamp, por el contrario, parte de la idea de cooperación entre los seres que integran la red de la vida.
Y aunque Bechamp fue “borrado” de la historia oficial sus ideas germinaron y hoy existe una corriente de investigadores que continúa explorando el camino que él abrió cuyos hallazgos más recientes confirman sin lugar a dudas que sus intuiciones y propuestas iban en la línea correcta.
Hoy sabemos que las bacterias fueron fundamentales para la aparición de vida en la Tierra creando mediante la fotosíntesis las condiciones atmosféricas adecuadas. Y que posteriormente fue la progresiva unión de diferentes tipos de bacterias lo que condujo a las células actuales, auténticas cooperativas vitales que posibilitaron la formación de organismos pluricelulares.
En suma, las bacterias son elementos fundamentales en la cadena trófica, tanto en el mar como en la tierra y el aire. Según explica el biólogo español Máximo Sandín -profesor de Evolución Humana y Ecología Humana en la Universidad Autónoma de Madrid- citando estudios de los últimos diez años “purifican el agua, degradan las sustancias tóxicas y reciclan los productos de desecho, reponen el dióxido de carbono a la atmósfera y hacen disponible a las plantas el nitrógeno de la atmósfera. Sin ellas los continentes serían desiertos que albergarían poco más que líquenes. En el ser humano su número es diez veces superior al de las células y su biomasa es mayor que la biomasa vegetal de todo el planeta” (entre el lector en www.uam.es/personal_pdi/ciencias/msandin/).
Pero el papel de las bacterias no acaba ahí. A continuación veremos hasta qué punto son necesarias para la vida y las dramáticas consecuencias de la guerra declarada contra ellas.
LA CARRERA ARMAMENTÍSTICA
Ante todo debe entenderse que la imposición de las ideas de Pasteur contribuyó al desarrollo de “armas” con las que “combatir” a los supuestos culpables de las enfermedades. Y nos pone en la pista de quiénes son los responsables máximos del triunfo de esas ideas. Porque la historia del desarrollo y consolidación de la teoría microbiana de las enfermedades es la historia de la creación de los grandes imperios farmacéuticos con el clan Rockefeller a la cabeza.
Antibióticos y vacunas fueron las dos principales categorías de armas desarrolladas para combatir las bacterias o prevenir su ataque. Ambos temas se han tratado profusamente en esta revista de modo que aquí vamos a centrarnos en el papel global que han jugado a lo largo de más de cien años: envenenamiento, alteración del equilibrio ecológico, creación de enormes problemas de salud camuflados como “nuevas enfermedades”, claves de un negocio milmillonario, sostenimiento de conceptos destructivos de la salud y la enfermedad…
Los primeros antibióticos desarrollados -penicilina y similares- actuaban en el exterior de las células bloqueando la producción de proteínas y alterando su funcionamiento así como el entorno y la consistencia de la membrana celular lo que afecta a su función como filtro para elementos o partículas tóxicas. Posteriormente empezaron a desarrollarse otros que actúan en el interior de nuestras células: sulfonamidas, cloranfenicol, tetraciclina, quinolona, macrólidos, septrim y un largo etcétera. Estos productos actúan de diferentes maneras, todas ellas con graves consecuencias. Veamos las más importantes –obviamente no suelen mencionarse ni en los prospectos ni en la información disponible en Internet- apoyándonos en las investigaciones que el Dr. Heinrich Kremer recoge en su obra La Revolución Silenciosa de la Medicina del Cáncer y el SIDA. Según éste los antibióticos…
…bloquean la formación de ADN (información genética de las células) impidiendo la formación de nuevas células y provocando mutaciones.
…alteran el equilibrio de los microorganismos que viven en simbiosis en nuestros cuerpos; en particular perturban la especialización de bacterias en el intestino que cumplen importantes funciones de cooperación. E,
…interfieren en los procesos de producción de energía en el interior de las mitocondrias.
No olvidemos que las mitocondrias son antiguas bacterias que en el curso de la evolución se integraron en nuestras células y constituyen sus generadores de energía vital. Son por tanto fundamentales para la vida y poseen su propia información genética trasmitiéndola directamente de madre a hijo. Cualquier daño que sufran no sólo repercutirá pues sobre la producción de energía creando graves problemas de salud sino que pueden trasmitirse de una generación a otra. Y eso es precisamente lo que ha venido ocurriendo a causa de la administración masiva durante décadas de antibióticos y otros productos tóxicos fabricados por la macroindustria farmacéutica que fue creada por los mismos grupos de poder que hoy controlan el petróleo y la energía obteniendo cada año cientos de miles de millones de euros en concepto de patentes y ventas de sus venenos.
Un proceso autodestructivo -auténtico desastre “microecológico”- que ha conducido a la humanidad a un callejón sin salida ya que no hay posibilidad de fabricar antibióticos más potentes para vencer la resistencia desarrollada por los microbios. Siendo en este mismo contexto donde debemos situar por cierto la aparición de los nuevos “antivirales” en el marco del SIDA. Productos que son lanzados al mercado sin los estudios clínicos adecuados y se experimentan utilizando como conejillos de indias a personas aterrorizadas y niños indefensos.
VACUNAS: FRAUDE E INTOXICACIÓN
La otra idea que Pasteur regaló a la humanidad es la de la vacunación. Desde el punto de vista del Modelo Médico Hegemónico -en el que tiene un papel destacado la concepción de un Sistema Inmunitario como ejército defensivo contra los microbios- las vacunas son algo así como si capturáramos un puñado de enemigos para que nuestros servicios de inteligencia les saque la información precisa que permita diseñar una estrategia específica contra él.
Y podemos aproximarnos a la crítica de las vacunas desde dos perspectivas. Una, desmontando la base teórica en la que se apoyan: la Teoría Microbiana y el concepto de Sistema Inmunitario desarrollado por la Medicina oficial. Pero de ello nos ocuparemos en el próximo artículo donde tendremos oportunidad de comprobar que las vacunas carecen del más elemental sentido bio-lógico a pesar de que han sido impuestas con el falso argumento de que sirvieron para erradicar las enfermedades y acabar con las epidemias. Ahora vamos a adoptar la segunda perspectiva que es la de analizar sus efectos negativos y poner al descubierto las mentiras sobre su efectividad que comienzan en el origen mismo de las vacunas de la mano, cómo no, de Pasteur.
El mismísimo Robert Koch, en un trabajo publicado en 1881 sobre el ántrax, criticó las investigaciones de Pasteur y le acusó de falsear los resultados de sus experimentos de vacunación. ¿A qué se refería? Pasteur llevó a cabo un experimento que ha pasado a la historia como la demostración definitiva de que el organismo es capaz de inmunizarse contra una enfermedad si recibe el microbio causante debilitado. Los días 5 y 17 de mayo de 1881 inoculó a 25 de 50 carneros una vacuna contra el ántrax que consistía en bacilos atenuados; unos días después, el 31 de mayo, inyectó a los 50 carneros bacilos virulentos prediciendo que los no vacunados morirían a diferencia de los vacunados que estaban protegidos. Dos días después, en un teatral escenario abarrotado de granjeros, periodistas y científicos, se constató el éxito total: entre los no vacunados había 23 carneros muertos y dos moribundos mientras los 25 vacunados habían sobrevivido.
Hasta aquí la historia tal como la cuentan los manuales, los libros de texto y Wikipedia en Internet. Solo que hay otras fuentes de información menos conocidas que permiten conocer una verdad muy diferente de lo acontecido. Es el caso del libro de H. J. Hudson La gran traición: fraude en la ciencia o los artículos del médico higienista Eneko Landaburu (disponibles en numerosas páginas de Internet). Apenas un año después del “milagro” Pasteur comenzó a recibir informes de numerosos pueblos de Francia y Hungría en los que habían utilizado su vacuna pero las ovejas vacunadas morían por millares. Y lo mismo ocurrió en otros países en los que se intentó reproducir su experiencia: Italia, Alemania, Rusia, Argentina… ¿Qué había sucedido? Se sabría dos años después cuando Pasteur declaró en la Academia de Ciencias que las vacunas llevaban un “activador”. En otras palabras, un veneno (a base de bicromato potásico) que había destruido los bacilos inoculados en los carneros vacunados y por eso habían logrado sobrevivir.
Hoy sabemos que no es cierto que las vacunas hayan erradicado enfermedad alguna. Estudios rigurosos demuestran que los momentos álgidos y las bajadas de intensidad o desaparición de epidemias como la viruela, la difteria, la tuberculosis o la rubeola estaban relacionadas con cambios en las condiciones de vida y no con la introducción o no de vacunas (para una exposición más detallada con numerosos ejemplos y bibliografía entre en http://saludypoder.blogspot.com/2010/02/puntualizando-sobre-vacunas-y-salud.html).
Es más, un amplio movimiento social -en el que participan numerosos médicos- advierte actualmente de los graves problemas de salud que causan las vacunas. Entre ellos, encefalitis, meningitis, neumonía, tetraplejia, epilepsia, poliomielitis, insuficiencia renal, parálisis cerebral, ceguera, reumatismo articular, adenopatía, convulsiones, osteomielitis, cólera, alteraciones de cromosomas, enfermedades genéticas y malformaciones.
Cabe agregar que las vacunas han contribuido poderosamente a reforzar la irresponsabilidad de las personas ante su salud haciéndoles dependientes de las grandes multinacionales farmacéuticas además de asentar un sistema sanitario aberrante que no sólo no soluciona los problemas de salud de la población sino que desde hace muchos años los agrava cuando no los crea.
OTRA FASE EN LA GUERRA CONTRA LOS MICROBIOS
Pero volvamos de nuevo la vista atrás. Cuando los bacteriólogos pasteurizados tuvieron dificultades para encontrar nuevas bacterias a las que atribuir enfermedades empezaron a pensar que quizás hubiese microbios más pequeños que no podían ver ni siquiera con el microscopio óptico. Así que decidieron resucitar un término acuñado a finales del siglo XIV para referirse a posibles entidades invisibles venenosas: los “virus”. Unos microbios que en principio se pensó podían ser de naturaleza líquida –y por eso se les denominó “contagium vivum fluidum”- aunque posteriormente se determinaría que se trata de “partículas”.
El caso es que hasta la invención en 1931 de la microscopía electrónica los virus fueron pura conjetura. Resulta que en 1884 el microbiólogo Charles Chamberland había inventado un filtro que permitía retener las bacterias contenidas en un suero y pensó que todos los “agentes infecciosos” eran retenidos en él pero algunos investigadores llegaron a la conclusión de que había “agentes filtrables”, microbios que lograban traspasarlo y se mantenían en el suero. De ahí que dedujeran que debía haber “minibacterias” o “ultravirus”. No sería sin embargo hasta la invención por Ernst Ruska y Max Knolldel microscopio electrónico cuando se les pudo ver por primera vez… y de inmediato se les comenzó a culpar de nuevas enfermedades. Comenzaría así una nueva fase en la guerra contra los microbios surgiendo una nueva estirpe de “cazadores”: los virólogos.
Bueno, pues seamos pragmáticos y tomemos como ejemplo el caso de la poliomielitis, primera enfermedad que se “demostró” estaba causada por un virus, para mostrar hasta qué punto la Virología está dominada por el dogmatismo, las ideas preconcebidas y los intereses de las multinacionales y los grupos de poder. Pero antes hagamos un breve repaso, de nuevo con la ayuda del profesor Sandín, sobre el papel que los virus tienen en la Red de la Vida: “Hay ¡entre 5 y 25 veces más virus que bacterias!–explicó Máximo Sandín en el reportaje ¿Realmente son las bacterias y virus responsables de la mayoría de las enfermedades? que apareció en el nº 125 de esta revista-. Vivimos en suma inmersos en un mar de bacterias y virus que, insisto, son esenciales para el funcionamiento de la vida. Poca gente conoce que los virus que existen en el mar en cifras astronómicas controlan la base de la pirámide trófica, son un reservorio de información genética, intervienen en procesos biogeoquímicos entre los que está la contribución a la nucleación de las nubes, que el genoma de los seres vivos está formado por una suma de genes bacterianos y genes virales. Y menos aún sabe que cuando se secuenció el genoma humano lo que en realidad se secuenció fue sólo la parte codificante de las proteínas y eso es sólo el 1’5% del genoma en el que se han identificado cientos de secuencias de origen bacteriano y miles de elementos móviles y retrovirus endógenos enteros y fragmentarios. El resto, el otro 98,5%, son elementos móviles, virus endógenos, exones, secuencias repetidas… todo de origen viral. Y todo ello lleva a una singular conclusión: ¡son los virus y las bacterias los arquitectos de la vida!”. A lo que añade en su web: “La mayor parte de los genomas animales y vegetales está formada por virus endógenos (internos) y elementos móviles y secuencias derivados de virus”. Sandín habla de lo que hasta ahora ha venido llamándose “ADN basura” por los genetistas que desprecian todo lo que no conocen. Cuando resulta que en esa “información basura” se encuentra genes homéoticos fundamentales para el desarrollo embrionario cuya disposición en los cromosomas revela que son de origen retroviral. De hecho en sucesivos trabajos -publicados en los últimos quince años- se ha establecido ya que determinados virus endógenos tienen en los mamíferos la misión de formar la placenta y suprimir las reacciones inmunitarias para que durante el embarazo el feto no sea rechazado por el cuerpo de la madre. El profesor Sandín también ha documentado que “los virus en estado libre son absolutamente inertes y es la célula la que utiliza y activa los componentes de los virus”.
EL EJEMPLO DE LA POLIOMIELITIS
En suma, la “poliomielitis” -palabra de origen griego que significa “médula gris”- se caracteriza por la inflamación de la médula espinal y por afectar a las neuronas motoras produciendo parálisis y, en casos graves, la muerte. Y al dar lugar a finales del siglo XIX a auténticas “epidemias” que afectaron principalmente a niños de clase media los bacteriólogos pasteurizados se lanzaron rápidamente a la búsqueda de la bacteria culpable. Solo que como no encontraron ninguna resucitaron la vieja idea de los “agentes filtrables”, es decir, de los virus.
De hecho el ex presidente Teodoro Roosevelt decidió iniciar una “guerra contra la polio” porque acababa de verse él afectado por ella comenzando así una carrera cuya recompensa sería para quien la ganara la elevación a los altares de la Ciencia (por no mencionar los sustanciosos beneficios de una vacuna que se comercializaría a escala planetaria). Es más, la poliomielitis llegó a ser incluida en la Ley de Salud Pública como “enfermedad infecciosa” siguiendo criterios como el de B. Sach (publicado en el Journal of. Obst. & Gynec., 63: 703.710, April 1911): “En general, que cualquier enfermedad se produzca de forma epidémica es suficiente para probar su carácter infeccioso o contagioso”. Sin comentarios. Obviamente la inclusión de la poliomielitis como enfermedad infecciosa implicaba que la investigación, descartadas las bacterias, quedaba ya exclusivamente en manos de los virólogos. Y los virólogos, como su propio nombre indica, se dedican a cazar virus. De modo que en 1909 se produjo otro de esos “hitos” en la Historia de la Medicina: nada menos que la primera vez que se “demostró” que una enfermedad estaba causada por un virus. ¿Y en qué consistió esa “demostración”? Sencillamente, Karl Landsteiner y Erwin Popper partieron de la base de que puesto que los virus eran elementos muy pequeños filtrando el suero de un enfermo y retirando todas las posibles bacterias lo que quedaba tenía que ser ¡el agente culpable! A cualquiera se le ocurriría hoy plantearse la posibilidad de que otras partículas igual de pequeñas permanecieran allí pero estos “grandes científicos” no sólo no lo consideraron así sino que se referían a ese suero como “virus aislado”.
La presunta identificación del virus culpable no se produciría hasta casi cuarenta años después. En 1948 Gilbert Dalldorf y Grace Sickles -del Departamento de Salud de Nueva York- encontraron en heces de niños enfermos un “agente filtrable no identificado” al que posteriormente se denominaría “poliovirus”. Nadie pudo explicar cómo un habitante habitual de nuestros intestinos lograba llegar a la columna vertebral y atacar los tejidos nerviosos del cerebro pero se decidió pasar por alto ese “detalle” y comenzó una competición para encontrar la vacuna, algo que dirían haber logrado Jonas Salk -de la Escuela de Medicina de la Universidad de Pittsburg– y Albert Sabin -investigador del Instituto para la Investigación Médica, organismo propiedad… de Rockefeller.
Evidentemente el hallazgo de Dalldorf y Sickles fue “providencial” para los buscadores de vacunas ya que hasta ese momento se habían dedicado a cultivar el virus a base de inyectar a decenas de miles de monos y chimpancés. De hecho el enorme retraso en la investigación a pesar de los millonarios fondos invertidos se debe a que se centraron en experimentar con los monos aún cuando estaban observando que el curso de la enfermedad era diferente a la del ser humano. Y miles de monos fueron sacrificados en la mesa de vivisección en nombre de la Ciencia. De hecho habían calculado que, de encontrar una vacuna, inyectarla a la población de Estados Unidos exigiría sacrificar a 50.000 monos.
El primero en conseguir una “vacuna” fue Salk a partir de las heces de tres niños que ¡no estaban enfermos! Pero al parecer eso tampoco era relevante. Sin embargo, a punto de lanzar la vacuna, sí encontraron algo preocupante: tres variantes del supuesto poliovirus en intestinos de enfermos. Y eso implicaba que una vacuna fabricada a partir de uno de ellos no protegería enteramente de la enfermedad. Hasta donde he podido investigar ese escollo lo salvaron sencillamente ¡olvidándose del tema! Más adelante la vacuna de Sabin se presentaría como “trivalente”, es decir, afirmando que protegía de las tres variantes del virus.
Entretanto los buscadores de vacunas montaron un nuevo desastre: para producir cantidades importantes de virus de modo barato utilizaron células cancerosas de una paciente llamada Henrietta Lacks muerta en 1951. En poco tiempo 600.000 cultivos de esas células se hallaban repartidos por todo el país siendo utilizados para todo tipo de investigaciones y experimentos. Obviamente se temió que las vacunas estuvieran contaminadas con elementos cancerígenos pero su fabricación no se detuvo por eso.
En 1954 Salk probaría su vacuna en 400.000 niños norteamericanos y “sólo” 112 enfermaron de polio a los pocos meses de recibir tres dosis. Sin embargo Salk no contabilizó a los que enfermaron con menos de tres dosis o dentro de las dos primeras semanas tras la tercera dosis. A todos ellos les consideró “no vacunados” alterando así completamente los resultados de la prueba. ¡Realmente un digno discípulo de Pasteur! La conclusión oficial de su informe fue que la vacuna ofrecía una protección de entre el 30 y el 90% pero públicamente se anunció como un gran éxito y el 12 de abril de 1955 la Fundación Nacional para la Parálisis Infantil la declaraba totalmente segura afirmando además que ofrecía protección total contra la polio. Salk recibió la Medalla del Congreso de manos del entonces presidente Eisenhower y seis fabricantes lanzaron al mercado las 27 millones de dosis que tenían preparadas a la espera de obtener la aprobación confiando en las presiones de la fundación.
Dos semanas después de iniciarse la vacunación se registraron 260 casos de niños con polio de los que 11 murieron con lo que el Cirujano General de Estados Unidos suspendió de inmediato la vacunación en todo el país y convocó una reunión urgente con Salk y los fabricantes. Estos le aseguraron que todo estaba controlado y que las próximas dosis serían seguras. Sabin, el competidor de Salk, propuso la paralización total de las vacunaciones pero éste tenía buenos contactos en puestos de poder claves y la campaña se reanudó a pesar de las advertencias de John Enders -que había recibido el Premio Nobel en 1949 por cultivar el virus en tejidos humanos- sobre posibles agentes no detectados en la vacuna.
La epidemia se agudizaría. Solo en Boston aparecieron 2.000 casos a los cuatro meses de reanudarse las vacunaciones cuando en los años anteriores no se había superado nunca la cifra de 300 casos. En Nueva York y Connecticut se dobló asimismo el número de casos. Y en Vermont se triplicó. En Massachusetts el 77,5% de los casos de parálisis habían recibido tres o más dosis de la vacuna. En Canadá decidieron finalmente suspender las vacunaciones -en Otawa los casos habían aumentado un 700%- al igual que en varios países europeos. En 1957 la mitad de quienes sufrieron polio en Estados Unidos ¡estaban vacunados! De hecho en los cinco estados donde se pusieron en marcha las campañas más compulsivas de vacunación el aumento de casos fue de un 400%. Finalmente cuatro de las compañías fabricantes se retiraron del mercado ante el estrepitoso fracaso y el temor de posibles demandas legales por los afectados.
“¡LA VACUNA FUNCIONA!”
Sin embargo de repente, en esa atmósfera creciente de descrédito, la epidemia comenzó a ceder. En poco tiempo los casos descendieron… ¡hasta cero! ¿Qué había sucedido? ¿Había por fin funcionado la vacuna?
Desde luego así fue como se anunció en grandes titulares y como puede verse hoy en cualquier enciclopedia o manual. Sin embargo investigaciones críticas desvelan otra historia muy distinta, casi espeluznante. La vacuna no sólo no funcionó sino que se había convertido ¡en la primera causa de parálisis en niños y adultos! “Utilizar las vacunas de Salk o Sabin incrementará la posibilidad de que su hijo contraiga la enfermedad. Parece que la forma más efectiva de proteger a su hijo de la polio es asegurarse de que no se pone la vacuna”, manifestaría el Dr. Robert Mendelsohn, presidente de la Federación Nacional de Salud y profesor de Pediatría, Salud Comunitaria y Medicina Preventiva en la Universidad de Illinois además de autor de varios libros sobre salud pública y vacunaciones, entre ellos Confesiones de un médico herético y La bomba de tiempo médica de la inmunización contra las enfermedades. Luego, ¿por qué descendieron entonces los casos de polio?
En primer lugar porque los Centros para el Control de las Enfermedades (CDC) -de los que hablamos ampliamente en un artículo publicado en el nº 128 de la revista- ¡cambiaron los criterios de diagnóstico! Antes, si la sintomatología se presentaba durante 24 horas se diagnosticaba polio; a partir de ese momento para que así se determinara los síntomas tenían que persistir al menos ¡60 días! Y encima se decidió que si los casos se producían dentro de los 30 días siguientes a la administración de la vacuna se consideraban ¡“preexistentes”!
Por si fuera poco hasta ese momento una de las manifestaciones clínicas más significativas de la polio era la inflamación de la membrana del cerebro y los nervios. A partir de entonces eso se diagnosticaría como meningitis… incluso en presencia del poliovirus.
¿El resultado? Que entre 1951 y 1960 se habían diagnosticado 70.083 casos de polio y ninguno de meningitis pero tras la entrada en vigor de los nuevos criterios se reportaron entre 1960 y 1980 sólo 589 casos de polio ¡y 100.000 de meningitis! El dato es tan brutal que no puede haber médico en el mundo que una vez constate por su cuenta que lo que aquí se dice es verdad no dude de todo lo que le han hecho creer no ya sobre la vacuna de la poliomielitis sino sobre cualquier vacuna.
Agregaremos que los pacientes con los síntomas de parálisis típicos de la polio serían diagnosticados a partir de entonces provisionalmente como Parálisis Fláccida Aguda en espera de las pruebas para detectar el poliovirus. Lo curioso es que a partir de ese momento la mayoría daba negativo a los tests; es decir, que el virus culpable no aparecía.
El sentido común, en suma, apuntaba que había que revisar la teoría viral de la poliomielitis y buscar otras causas pero lo que se hizo fue utilizar la estrategia como demostración de que la vacuna funcionaba puesto que ya no se diagnosticaban casos de polio. Es más, la desfachatez llegó al extremo de que como en las estadísticas no se daban datos de la Parálisis Flácida Aguda eso se interpretó como que no había ningún caso.
Supongo que a estas alturas al lector no le sorprenderá saber que antes de la introducción de la vacuna la Fundación Nacional para la Parálisis Infantil pagaba 25 dólares a los médicos por cada diagnóstico de esa enfermedad pero que tras la implantación de la vacuna las directrices fueron en sentido contrario.
Ni le sorprenderá saber que la mayor parte de los médicos no informaron de las reacciones adversas de la vacuna. La propia FDA terminaría admitiendo que el 90% de los casos de reacciones adversas a la vacuna no se habían comunicado.
El Dr. Bernard Greenberg, un experto en Bioestadística que presidió la Comisión de Evaluación de la Asociación de Salud Pública Americana en los años cincuenta, aseguraría en 1962 en una audiencia del Congreso que la reducción estadística de casos de polio se debió en realidad al cambio de los criterios utilizados para comunicarlos: “Antes de 1954 cualquier médico que diagnosticara poliomielitis estaba haciendo un favor al paciente al subvencionarle los costes de hospitalización (…) Simplemente, el cambio en los criterios de diagnóstico fue lo que predeterminó el descenso de casos entre 1955 y 1957. Se usara o no la vacuna”.
En otros países se utilizarían tácticas similares. En China por ejemplo los casos de poliomielitis se “convirtieron” en casos de Síndrome de Guillem Barré que es indistinguible de la parálisis considerada hasta ese momento síntoma de la polio. En Alemania se “arreglaron” los criterios siguiendo el método de los CDC. Y así sucesivamente…
Al final si algún diagnosticado daba positivo al test se montaba de inmediato una campaña de vacunación a nivel estatal. Y si volvían a aparecer casos, revacunación.
¿Le extraña que en el International Journal of Emidemiology apareciera un estudio de Kohler titulado Inyecciones innecesarias asociadas con parálisis o que en la propia web de la Organización Mundial de la Salud (OMS) apareciera un texto bajo el epígrafe de Doce millones de inyecciones al año, la mayoría innecesarias?
LA POLIO, EFECTO DE UN ENVENENAMIENTO
Mientras todo eso sucedía los médicos e investigadores que llevaban afirmando desde hacía cincuenta años que la polio se debía a un envenenamiento por insecticidas -en especial por el DDT- y otros tóxicos fueron sistemáticamente despreciados y silenciados. Y eso que desde la más remota antigüedad existen informes de parálisis causadas por diferentes clases de venenos: arsénico, fósforo, monóxido de carbono, plomo, cianuro, anilina, benzeno… De hecho se han tratado con éxito casos de poliomielitis mediante sustancias reductoras conocidas por su eficacia en anular venenos como el azul de metileno, el ácido ascórbico (vitamina C) o el dimercaprol.
La verdad es que la polio se ha relacionado sistemáticamente con fumigaciones, el uso cotidiano de DDT, la utilización de pesticidas en cultivos, ríos, bosques y calles e, incluso, con su lanzamiento por aviones o pulverizando con espráis a los niños. Asimismo se ha relacionado con inyecciones de antibióticos y con la extirpación de las amígdalas. Y las reducciones de casos coinciden -¡qué casualidad!- con las retiradas de esos productos del mercado.
Actualmente se afirma que la poliomielitis ha sido erradicada en la mayor parte del planeta pero la verdad es que se conocen 45 términos derivados de la palabra polio para describir los efectos del envenenamiento por pesticidas; entre ellos los de polioencefalomalacia, poliradiculoneuritis, poliomalacia espinal o poliomielomalacia multifocal.
Visto lo visto, ¿no le parece vomitivo al lector que la Organización Mundial de la Salud mantenga aún programas de vacunación masiva contra la polio justo en los países en vías de desarrollo donde paralelamente hay programas para fumigar grandes extensiones de terreno con DDT?
Seguiremos con este asunto el mes que viene.
Jesús García Blanca Número 129 - Julio - Agosto 2010 - DSALUD
Luis Pasteur postularía en 1835 que los microbios son la causa de la mayor parte de las enfermedades y por tanto la única estrategia terapéutica válida consiste en destruirlos así como en prevenir su invasión mediante campañas de vacunación masiva. Convertida en dogma tal teoría es hoy aceptada de forma casi unánime y complementada por una concepción simplista de la inmunidad constituye la base del negocio de las multinacionales farmacéuticas. Sin embargo carece de rigor científico, se basa en una concepción militarista de la vida y sus consecuencias para la salud tras cien años de fumigación antibiótica e intoxicación vacunal son nefastas. Las bacterias y virus tuvieron y tienen un papel fundamental en el origen y mantenimiento de la vida.
“La guerra permanente contra los entes biológicos que han construido, regulan y mantienen la vida en nuestro planeta es el síntoma más grave de una civilización alienada de la realidad que camina hacia su autodestrucción”.
(Máximo Sandín)
Dada la importancia del asunto que en esta ocasión nos ocupa vamos a tratar lo que podríamos denominar la “guerra contra los microbios” en dos artículos que corresponderán a los dos “bandos” implicados en esta guerra imaginada por Luis Pasteur y sus seguidores. En este primero nos ocuparemos del supuesto “bando invasor” -los microbios- y en el próximo hablaremos sobre el “bando defensor” realizando una crítica en profundidad de lo que la Medicina oficial conoce como “sistema inmunitario”.
Debemos pues empezar aclarando que lo que la Teoría de la Infección o Teoría microbiana de la enfermedad propone -aunque sería más correcto decir impone- es que los microorganismos son la causa de muchas enfermedades y, por tanto, la estrategia terapéutica fundamental consiste en destruirlos. Y aunque esta teoría constituye los cimientos del poder económico de las grandes multinacionales farmacéuticas un breve recorrido por sus orígenes, su evolución y su actual implantación dogmática nos revelará no sólo la ausencia total de fundamento científico en sus planteamientos sino las dramáticas consecuencias que su aceptación acrítica tiene sobre la salud de la población.
Quizás no sea posible saber exactamente a quién se le ocurrió por primera vez la idea de que alguna clase de criatura invisible y perversa debía tener la culpa de nuestros males. En distintas culturas de la antigüedad existen referencias a agentes vivos como posibles causantes de enfermedades. Posteriormente los médicos de Al Andalus hablaron de “criaturas” o “cuerpos diminutos” refiriéndose a posibles agentes causantes de graves males al entrar en el cuerpo. Desde entonces la idea de una amenaza exterior caló profundamente en los investigadores.
A mediados del siglo XVI Girolamo Francastoro hablaba de una “seminaria mortis” (semilla de enfermedad) como agente transmisor de enfermedad por contacto directo o a distancia. Y fue pues en esa época cuando apareció la noción de “contagio” en relación con la sífilis. Siglo y medio más tarde Anton Leeuwenhoek consiguió observar los primeros “microbios” lo que le valió el título honorífico de padre de la Microbiología aunque el término “microbio” parece deberse al cirujano Charles Sedillot y se hizo popular durante las sesiones de la Academia de Ciencias de París. Cabe agregar que se considera que el primero en formular la teoría microbiana de la enfermedad fue Agostino Bassi en 1835.
UN MUNDO PASTEURIZADO
Ahora bien, el protagonista casi absoluto de esta desgraciada historia es Luis Pasteur al que la Enciclopedia Británica -propiedad por cierto de los Rockefeller– define así: “Químico francés y microbiólogo cuyas contribuciones estuvieron entre las más variadas y valiosas en la historia de la ciencia y la industria. Fue él quien demostró que los microoganismos causan fermentación y enfermedad. Él quien inició el uso de vacunas”. A estas alturas pocos cuestionarán sus contribuciones a la historia de la industria. Otra cosa es su carrera científica respecto a la cual ha quedado suficientemente demostrado que sus supuestos hallazgos se deben al plagio y al fraude.
Existen tres análisis -desconocidos para el gran público pero absolutamente rigurosos y demoledores- que dejan bien sentado el comportamiento de Pasteur a lo largo de toda su carrera: los libros de Ethel Douglas Hume y Robert B. Pearson, y el Informe de Gerald L. Geison. De estos textos se desprenden dos ideas fundamentales. La primera, que Pasteur plagió a su maestro Antoine Bechamp, riguroso investigador y miembro de la Academia de Ciencias de Francia. Bueno, el problema es que no se limitó a copiar sus ideas sino que las malinterpretó, confundió y tergiversó lanzando la historia de la medicina por un camino totalmente opuesto al que debió recorrer con trágicas consecuencias para la salud de todos como veremos a continuación. Por otra parte, Pasteur “arregló” los resultados de sus experimentos para que se correspondieran con las ideas que quería demostrar y que, contra toda evidencia, aún persisten en los libros de texto escolares y en la cabeza de la inmensa mayoría de la gente, médicos incluidos.
Bechamp había analizado la relación de los microorganismos con determinadas enfermedades siguiendo los pasos de investigadores como Günter Ederlein, Jean Tissot, Raimond Rife o Wilhelm Reich. Lo que hizo Pasteur fue simplificar sus ideas afirmando que los microorganismos son la causa de las enfermedades; una idea sencilla de asimilar y sobre todo rentable, no sólo en términos económicos sino en un terreno mucho más importante: el de la responsabilidad individual y colectiva sobre la salud y la enfermedad.
La Enciclopedia Británica de Rockefeller también adjudica a Pasteur otro descubrimiento que en realidad éste robó a Bechamp: la fermentación del vino y la leche. Bechamp negó la generación espontánea en la que Pasteur creía a pie juntillas hasta que decidió apropiarse de la teoría de su maestro sin entenderla. Es más, por las conclusiones a las que llegó Pasteur no comprendía ni siquiera sus propios experimentos relacionados con los procesos digestivos y fermentativos. Y eso explica que pidiera a su familia que no hicieran públicas sus notas de laboratorio tras su muerte. Solo que en 1975 un historiador de Princeton, el profesor Geison, tuvo la oportunidad de realizar un estudio exhaustivo de las cerca de diez mil páginas que habían permanecido secretas hasta la muerte del nieto de Pasteur y en las conclusiones de su informe -titulado La ciencia privada de Luis Pasteur que presentó en 1993 a la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia– éste aseguraría que Pasteur no sólo publicó información fraudulenta sino que era culpable de “mala conducta científica” al violar reglas de la medicina, la ciencia y la ética. Nada de lo cual ha impedido que se le siga considerando “benefactor de la humanidad” hasta en los anuncios de yogures.
LOS POSTULADOS QUE NO SE CUMPLEN
El otro famoso protagonista de esta historia es Robert Koch. La importancia de su contribución está en el hecho paradójico de que su riguroso planteamiento, lejos de demostrar la validez de la teoría microbiana, lo que hace es literalmente refutarla. ¿Increíble? Veámoslo.
Pasteur fue un hombre práctico mientras Koch fue un teórico; sin embargo ambos tenían en común -quizás desde que se alistaron voluntarios para la guerra franco-prusiana- una visión marcadamente militarista de la vida. Así que en tanto Pasteur aportó a la humanidad sus experimentos manipulados Koch hizo lo propio con un marco teórico que debía servir para legitimar esos experimentos: los famosos Postulados desarrollados por su profesor, el anatomista alemán Friedrich Henle, que Koch modificaría y según los cuales:
Un microorganismo…
…tiene que ser encontrado en abundancia en todos los organismos que sufren la enfermedad pero no en organismos sanos.
… tiene que ser aislado del organismo enfermo y cultivado en cultivos puros.
…debería causar la enfermedad al introducirse en un organismo sano.
…tiene que ser aislado de nuevo en el organismo en el que ha sido inoculado e identificado como idéntico al agente causal específico original.
Como puede verse se trata de un planteamiento caracterizado por una lógica impecable. El problema es que no se cumple en ninguna enfermedad supuestamente infecto-contagiosa. Ya en 1909 la revista Lancet publicaba esta frase demoledora: “Los postulados de Koch se cumplen raramente o nunca”. ¿Qué hicieron entonces estos “benefactores de la humanidad”? ¿Se preguntaron por qué los microbios vivían en el interior de plantas, animales y seres humanos sin causar enfermedades salvo a una minoría? ¿Se plantearon cómo íbamos a protegernos de ellos si viven en nuestro interior? ¿Se preguntaron cómo habían logrado sobrevivir los seres humanos durante dos millones de años sin antibióticos ni vacunas? ¿Renunciaron a la teoría de las infecciones para buscar otra hipótesis que lograra explicar sus observaciones? ¿Se interrogaron sobre el verdadero papel de los microbios en la naturaleza?
En absoluto. La Teoría de la Infección y los Postulados siguen ahí, intactos, tanto como las efigies de Koch y Pasteur. Aunque con “retoques”, claro. Para empezar Koch se vio obligado a renunciar a la segunda parte del primer postulado “pero no en organismos sanos” al encontrar numerosos casos de lo que ellos llamaban “enfermos asintomáticos” que en realidad no eran enfermos sino personas que tenían el microorganismo pero no desarrollaban enfermedad alguna. ¿Y por qué ocurría eso? La idea de infección implica una invasión de agentes externos… pero resulta que los microbios viven normalmente en el interior de todos los seres vivos. Por eso era muy fácil cumplir la primera parte del postulado e imposible cumplir la segunda.
Sin embargo, aquí no acaba el apaño. Koch y sus colegas –Rush, Max von Pettenkofer y Rudolf Virchow– se dieron pronto cuenta también de que no podían causar la misma enfermedad al inocular el microorganismo en otro huésped como establece el tercer postulado. Así que cambiaron el planteamiento original de Henle y “la misma enfermedad” se convirtió en “síntomas similares”. ¡Problema solucionado!
En 1937, cuando se comprobó que las enfermedades supuestamente causadas por virus ni siquiera cumplían el primer postulado, se corrió un tupido velo sobre la exigencia de “presencia absoluta” del patógeno y se utilizaron expresiones como “presencia regular” o “consistencia de la transmisión”.
Ni lo que muchos investigadores estaban comprobando con sus propios ojos, ni las rigurosas refutaciones realizadas por el prestigioso Claude Bernard, ni las múltiples revisiones posteriores han servido para detener una devastadora corriente que llega hasta nuestros días.
Un ejemplo significativo lo constituye la pelagra. En 1913 un investigador inyectó tejidos filtrados de un enfermo de pelagra a varios monos causando síntomas similares de la enfermedad. La conclusión fue que había un virus filtrable en los tejidos y por tanto la pelagra era una enfermedad viral. Un año después una comisión de expertos del Gobierno afirmaba que la pelagra no estaba relacionada con la dieta y se le encomendó a Joseph Golderberg la búsqueda del virus. Bueno, pues ya en su investigación preliminar Golgerberg llegó a la conclusión de que no se trataba de una enfermedad viral sino originada en la dieta. Y se pasó quince años luchando contra el dogma imperante de la teoría microbiana hasta que finalmente consiguió que se reconociera que esa patología la causa la deficiencia de vitamina B.
BECHAMP TENÍA RAZÓN
Mientras tanto las ideas originales que Pasteur había pervertido y simplificado, las ideas de Antoine Bechamp, quedaron olvidadas. Pero los planteamientos de Bechamp y Pasteur no sólo son dos ideas diferentes, dos teorías distintas, son principalmente dos formas de ver la vida con profundas implicaciones y trascendentales consecuencias. La de Pasteur entronca con Darwin y sus seguidores que aplican a la vida la “ley del más fuerte” y consideran que la evolución es el resultado de una competición en la que han ganado los más aptos. La de Bechamp, por el contrario, parte de la idea de cooperación entre los seres que integran la red de la vida.
Y aunque Bechamp fue “borrado” de la historia oficial sus ideas germinaron y hoy existe una corriente de investigadores que continúa explorando el camino que él abrió cuyos hallazgos más recientes confirman sin lugar a dudas que sus intuiciones y propuestas iban en la línea correcta.
Hoy sabemos que las bacterias fueron fundamentales para la aparición de vida en la Tierra creando mediante la fotosíntesis las condiciones atmosféricas adecuadas. Y que posteriormente fue la progresiva unión de diferentes tipos de bacterias lo que condujo a las células actuales, auténticas cooperativas vitales que posibilitaron la formación de organismos pluricelulares.
En suma, las bacterias son elementos fundamentales en la cadena trófica, tanto en el mar como en la tierra y el aire. Según explica el biólogo español Máximo Sandín -profesor de Evolución Humana y Ecología Humana en la Universidad Autónoma de Madrid- citando estudios de los últimos diez años “purifican el agua, degradan las sustancias tóxicas y reciclan los productos de desecho, reponen el dióxido de carbono a la atmósfera y hacen disponible a las plantas el nitrógeno de la atmósfera. Sin ellas los continentes serían desiertos que albergarían poco más que líquenes. En el ser humano su número es diez veces superior al de las células y su biomasa es mayor que la biomasa vegetal de todo el planeta” (entre el lector en www.uam.es/personal_pdi/ciencias/msandin/).
Pero el papel de las bacterias no acaba ahí. A continuación veremos hasta qué punto son necesarias para la vida y las dramáticas consecuencias de la guerra declarada contra ellas.
LA CARRERA ARMAMENTÍSTICA
Ante todo debe entenderse que la imposición de las ideas de Pasteur contribuyó al desarrollo de “armas” con las que “combatir” a los supuestos culpables de las enfermedades. Y nos pone en la pista de quiénes son los responsables máximos del triunfo de esas ideas. Porque la historia del desarrollo y consolidación de la teoría microbiana de las enfermedades es la historia de la creación de los grandes imperios farmacéuticos con el clan Rockefeller a la cabeza.
Antibióticos y vacunas fueron las dos principales categorías de armas desarrolladas para combatir las bacterias o prevenir su ataque. Ambos temas se han tratado profusamente en esta revista de modo que aquí vamos a centrarnos en el papel global que han jugado a lo largo de más de cien años: envenenamiento, alteración del equilibrio ecológico, creación de enormes problemas de salud camuflados como “nuevas enfermedades”, claves de un negocio milmillonario, sostenimiento de conceptos destructivos de la salud y la enfermedad…
Los primeros antibióticos desarrollados -penicilina y similares- actuaban en el exterior de las células bloqueando la producción de proteínas y alterando su funcionamiento así como el entorno y la consistencia de la membrana celular lo que afecta a su función como filtro para elementos o partículas tóxicas. Posteriormente empezaron a desarrollarse otros que actúan en el interior de nuestras células: sulfonamidas, cloranfenicol, tetraciclina, quinolona, macrólidos, septrim y un largo etcétera. Estos productos actúan de diferentes maneras, todas ellas con graves consecuencias. Veamos las más importantes –obviamente no suelen mencionarse ni en los prospectos ni en la información disponible en Internet- apoyándonos en las investigaciones que el Dr. Heinrich Kremer recoge en su obra La Revolución Silenciosa de la Medicina del Cáncer y el SIDA. Según éste los antibióticos…
…bloquean la formación de ADN (información genética de las células) impidiendo la formación de nuevas células y provocando mutaciones.
…alteran el equilibrio de los microorganismos que viven en simbiosis en nuestros cuerpos; en particular perturban la especialización de bacterias en el intestino que cumplen importantes funciones de cooperación. E,
…interfieren en los procesos de producción de energía en el interior de las mitocondrias.
No olvidemos que las mitocondrias son antiguas bacterias que en el curso de la evolución se integraron en nuestras células y constituyen sus generadores de energía vital. Son por tanto fundamentales para la vida y poseen su propia información genética trasmitiéndola directamente de madre a hijo. Cualquier daño que sufran no sólo repercutirá pues sobre la producción de energía creando graves problemas de salud sino que pueden trasmitirse de una generación a otra. Y eso es precisamente lo que ha venido ocurriendo a causa de la administración masiva durante décadas de antibióticos y otros productos tóxicos fabricados por la macroindustria farmacéutica que fue creada por los mismos grupos de poder que hoy controlan el petróleo y la energía obteniendo cada año cientos de miles de millones de euros en concepto de patentes y ventas de sus venenos.
Un proceso autodestructivo -auténtico desastre “microecológico”- que ha conducido a la humanidad a un callejón sin salida ya que no hay posibilidad de fabricar antibióticos más potentes para vencer la resistencia desarrollada por los microbios. Siendo en este mismo contexto donde debemos situar por cierto la aparición de los nuevos “antivirales” en el marco del SIDA. Productos que son lanzados al mercado sin los estudios clínicos adecuados y se experimentan utilizando como conejillos de indias a personas aterrorizadas y niños indefensos.
VACUNAS: FRAUDE E INTOXICACIÓN
La otra idea que Pasteur regaló a la humanidad es la de la vacunación. Desde el punto de vista del Modelo Médico Hegemónico -en el que tiene un papel destacado la concepción de un Sistema Inmunitario como ejército defensivo contra los microbios- las vacunas son algo así como si capturáramos un puñado de enemigos para que nuestros servicios de inteligencia les saque la información precisa que permita diseñar una estrategia específica contra él.
Y podemos aproximarnos a la crítica de las vacunas desde dos perspectivas. Una, desmontando la base teórica en la que se apoyan: la Teoría Microbiana y el concepto de Sistema Inmunitario desarrollado por la Medicina oficial. Pero de ello nos ocuparemos en el próximo artículo donde tendremos oportunidad de comprobar que las vacunas carecen del más elemental sentido bio-lógico a pesar de que han sido impuestas con el falso argumento de que sirvieron para erradicar las enfermedades y acabar con las epidemias. Ahora vamos a adoptar la segunda perspectiva que es la de analizar sus efectos negativos y poner al descubierto las mentiras sobre su efectividad que comienzan en el origen mismo de las vacunas de la mano, cómo no, de Pasteur.
El mismísimo Robert Koch, en un trabajo publicado en 1881 sobre el ántrax, criticó las investigaciones de Pasteur y le acusó de falsear los resultados de sus experimentos de vacunación. ¿A qué se refería? Pasteur llevó a cabo un experimento que ha pasado a la historia como la demostración definitiva de que el organismo es capaz de inmunizarse contra una enfermedad si recibe el microbio causante debilitado. Los días 5 y 17 de mayo de 1881 inoculó a 25 de 50 carneros una vacuna contra el ántrax que consistía en bacilos atenuados; unos días después, el 31 de mayo, inyectó a los 50 carneros bacilos virulentos prediciendo que los no vacunados morirían a diferencia de los vacunados que estaban protegidos. Dos días después, en un teatral escenario abarrotado de granjeros, periodistas y científicos, se constató el éxito total: entre los no vacunados había 23 carneros muertos y dos moribundos mientras los 25 vacunados habían sobrevivido.
Hasta aquí la historia tal como la cuentan los manuales, los libros de texto y Wikipedia en Internet. Solo que hay otras fuentes de información menos conocidas que permiten conocer una verdad muy diferente de lo acontecido. Es el caso del libro de H. J. Hudson La gran traición: fraude en la ciencia o los artículos del médico higienista Eneko Landaburu (disponibles en numerosas páginas de Internet). Apenas un año después del “milagro” Pasteur comenzó a recibir informes de numerosos pueblos de Francia y Hungría en los que habían utilizado su vacuna pero las ovejas vacunadas morían por millares. Y lo mismo ocurrió en otros países en los que se intentó reproducir su experiencia: Italia, Alemania, Rusia, Argentina… ¿Qué había sucedido? Se sabría dos años después cuando Pasteur declaró en la Academia de Ciencias que las vacunas llevaban un “activador”. En otras palabras, un veneno (a base de bicromato potásico) que había destruido los bacilos inoculados en los carneros vacunados y por eso habían logrado sobrevivir.
Hoy sabemos que no es cierto que las vacunas hayan erradicado enfermedad alguna. Estudios rigurosos demuestran que los momentos álgidos y las bajadas de intensidad o desaparición de epidemias como la viruela, la difteria, la tuberculosis o la rubeola estaban relacionadas con cambios en las condiciones de vida y no con la introducción o no de vacunas (para una exposición más detallada con numerosos ejemplos y bibliografía entre en http://saludypoder.blogspot.com/2010/02/puntualizando-sobre-vacunas-y-salud.html).
Es más, un amplio movimiento social -en el que participan numerosos médicos- advierte actualmente de los graves problemas de salud que causan las vacunas. Entre ellos, encefalitis, meningitis, neumonía, tetraplejia, epilepsia, poliomielitis, insuficiencia renal, parálisis cerebral, ceguera, reumatismo articular, adenopatía, convulsiones, osteomielitis, cólera, alteraciones de cromosomas, enfermedades genéticas y malformaciones.
Cabe agregar que las vacunas han contribuido poderosamente a reforzar la irresponsabilidad de las personas ante su salud haciéndoles dependientes de las grandes multinacionales farmacéuticas además de asentar un sistema sanitario aberrante que no sólo no soluciona los problemas de salud de la población sino que desde hace muchos años los agrava cuando no los crea.
OTRA FASE EN LA GUERRA CONTRA LOS MICROBIOS
Pero volvamos de nuevo la vista atrás. Cuando los bacteriólogos pasteurizados tuvieron dificultades para encontrar nuevas bacterias a las que atribuir enfermedades empezaron a pensar que quizás hubiese microbios más pequeños que no podían ver ni siquiera con el microscopio óptico. Así que decidieron resucitar un término acuñado a finales del siglo XIV para referirse a posibles entidades invisibles venenosas: los “virus”. Unos microbios que en principio se pensó podían ser de naturaleza líquida –y por eso se les denominó “contagium vivum fluidum”- aunque posteriormente se determinaría que se trata de “partículas”.
El caso es que hasta la invención en 1931 de la microscopía electrónica los virus fueron pura conjetura. Resulta que en 1884 el microbiólogo Charles Chamberland había inventado un filtro que permitía retener las bacterias contenidas en un suero y pensó que todos los “agentes infecciosos” eran retenidos en él pero algunos investigadores llegaron a la conclusión de que había “agentes filtrables”, microbios que lograban traspasarlo y se mantenían en el suero. De ahí que dedujeran que debía haber “minibacterias” o “ultravirus”. No sería sin embargo hasta la invención por Ernst Ruska y Max Knolldel microscopio electrónico cuando se les pudo ver por primera vez… y de inmediato se les comenzó a culpar de nuevas enfermedades. Comenzaría así una nueva fase en la guerra contra los microbios surgiendo una nueva estirpe de “cazadores”: los virólogos.
Bueno, pues seamos pragmáticos y tomemos como ejemplo el caso de la poliomielitis, primera enfermedad que se “demostró” estaba causada por un virus, para mostrar hasta qué punto la Virología está dominada por el dogmatismo, las ideas preconcebidas y los intereses de las multinacionales y los grupos de poder. Pero antes hagamos un breve repaso, de nuevo con la ayuda del profesor Sandín, sobre el papel que los virus tienen en la Red de la Vida: “Hay ¡entre 5 y 25 veces más virus que bacterias!–explicó Máximo Sandín en el reportaje ¿Realmente son las bacterias y virus responsables de la mayoría de las enfermedades? que apareció en el nº 125 de esta revista-. Vivimos en suma inmersos en un mar de bacterias y virus que, insisto, son esenciales para el funcionamiento de la vida. Poca gente conoce que los virus que existen en el mar en cifras astronómicas controlan la base de la pirámide trófica, son un reservorio de información genética, intervienen en procesos biogeoquímicos entre los que está la contribución a la nucleación de las nubes, que el genoma de los seres vivos está formado por una suma de genes bacterianos y genes virales. Y menos aún sabe que cuando se secuenció el genoma humano lo que en realidad se secuenció fue sólo la parte codificante de las proteínas y eso es sólo el 1’5% del genoma en el que se han identificado cientos de secuencias de origen bacteriano y miles de elementos móviles y retrovirus endógenos enteros y fragmentarios. El resto, el otro 98,5%, son elementos móviles, virus endógenos, exones, secuencias repetidas… todo de origen viral. Y todo ello lleva a una singular conclusión: ¡son los virus y las bacterias los arquitectos de la vida!”. A lo que añade en su web: “La mayor parte de los genomas animales y vegetales está formada por virus endógenos (internos) y elementos móviles y secuencias derivados de virus”. Sandín habla de lo que hasta ahora ha venido llamándose “ADN basura” por los genetistas que desprecian todo lo que no conocen. Cuando resulta que en esa “información basura” se encuentra genes homéoticos fundamentales para el desarrollo embrionario cuya disposición en los cromosomas revela que son de origen retroviral. De hecho en sucesivos trabajos -publicados en los últimos quince años- se ha establecido ya que determinados virus endógenos tienen en los mamíferos la misión de formar la placenta y suprimir las reacciones inmunitarias para que durante el embarazo el feto no sea rechazado por el cuerpo de la madre. El profesor Sandín también ha documentado que “los virus en estado libre son absolutamente inertes y es la célula la que utiliza y activa los componentes de los virus”.
EL EJEMPLO DE LA POLIOMIELITIS
En suma, la “poliomielitis” -palabra de origen griego que significa “médula gris”- se caracteriza por la inflamación de la médula espinal y por afectar a las neuronas motoras produciendo parálisis y, en casos graves, la muerte. Y al dar lugar a finales del siglo XIX a auténticas “epidemias” que afectaron principalmente a niños de clase media los bacteriólogos pasteurizados se lanzaron rápidamente a la búsqueda de la bacteria culpable. Solo que como no encontraron ninguna resucitaron la vieja idea de los “agentes filtrables”, es decir, de los virus.
De hecho el ex presidente Teodoro Roosevelt decidió iniciar una “guerra contra la polio” porque acababa de verse él afectado por ella comenzando así una carrera cuya recompensa sería para quien la ganara la elevación a los altares de la Ciencia (por no mencionar los sustanciosos beneficios de una vacuna que se comercializaría a escala planetaria). Es más, la poliomielitis llegó a ser incluida en la Ley de Salud Pública como “enfermedad infecciosa” siguiendo criterios como el de B. Sach (publicado en el Journal of. Obst. & Gynec., 63: 703.710, April 1911): “En general, que cualquier enfermedad se produzca de forma epidémica es suficiente para probar su carácter infeccioso o contagioso”. Sin comentarios. Obviamente la inclusión de la poliomielitis como enfermedad infecciosa implicaba que la investigación, descartadas las bacterias, quedaba ya exclusivamente en manos de los virólogos. Y los virólogos, como su propio nombre indica, se dedican a cazar virus. De modo que en 1909 se produjo otro de esos “hitos” en la Historia de la Medicina: nada menos que la primera vez que se “demostró” que una enfermedad estaba causada por un virus. ¿Y en qué consistió esa “demostración”? Sencillamente, Karl Landsteiner y Erwin Popper partieron de la base de que puesto que los virus eran elementos muy pequeños filtrando el suero de un enfermo y retirando todas las posibles bacterias lo que quedaba tenía que ser ¡el agente culpable! A cualquiera se le ocurriría hoy plantearse la posibilidad de que otras partículas igual de pequeñas permanecieran allí pero estos “grandes científicos” no sólo no lo consideraron así sino que se referían a ese suero como “virus aislado”.
La presunta identificación del virus culpable no se produciría hasta casi cuarenta años después. En 1948 Gilbert Dalldorf y Grace Sickles -del Departamento de Salud de Nueva York- encontraron en heces de niños enfermos un “agente filtrable no identificado” al que posteriormente se denominaría “poliovirus”. Nadie pudo explicar cómo un habitante habitual de nuestros intestinos lograba llegar a la columna vertebral y atacar los tejidos nerviosos del cerebro pero se decidió pasar por alto ese “detalle” y comenzó una competición para encontrar la vacuna, algo que dirían haber logrado Jonas Salk -de la Escuela de Medicina de la Universidad de Pittsburg– y Albert Sabin -investigador del Instituto para la Investigación Médica, organismo propiedad… de Rockefeller.
Evidentemente el hallazgo de Dalldorf y Sickles fue “providencial” para los buscadores de vacunas ya que hasta ese momento se habían dedicado a cultivar el virus a base de inyectar a decenas de miles de monos y chimpancés. De hecho el enorme retraso en la investigación a pesar de los millonarios fondos invertidos se debe a que se centraron en experimentar con los monos aún cuando estaban observando que el curso de la enfermedad era diferente a la del ser humano. Y miles de monos fueron sacrificados en la mesa de vivisección en nombre de la Ciencia. De hecho habían calculado que, de encontrar una vacuna, inyectarla a la población de Estados Unidos exigiría sacrificar a 50.000 monos.
El primero en conseguir una “vacuna” fue Salk a partir de las heces de tres niños que ¡no estaban enfermos! Pero al parecer eso tampoco era relevante. Sin embargo, a punto de lanzar la vacuna, sí encontraron algo preocupante: tres variantes del supuesto poliovirus en intestinos de enfermos. Y eso implicaba que una vacuna fabricada a partir de uno de ellos no protegería enteramente de la enfermedad. Hasta donde he podido investigar ese escollo lo salvaron sencillamente ¡olvidándose del tema! Más adelante la vacuna de Sabin se presentaría como “trivalente”, es decir, afirmando que protegía de las tres variantes del virus.
Entretanto los buscadores de vacunas montaron un nuevo desastre: para producir cantidades importantes de virus de modo barato utilizaron células cancerosas de una paciente llamada Henrietta Lacks muerta en 1951. En poco tiempo 600.000 cultivos de esas células se hallaban repartidos por todo el país siendo utilizados para todo tipo de investigaciones y experimentos. Obviamente se temió que las vacunas estuvieran contaminadas con elementos cancerígenos pero su fabricación no se detuvo por eso.
En 1954 Salk probaría su vacuna en 400.000 niños norteamericanos y “sólo” 112 enfermaron de polio a los pocos meses de recibir tres dosis. Sin embargo Salk no contabilizó a los que enfermaron con menos de tres dosis o dentro de las dos primeras semanas tras la tercera dosis. A todos ellos les consideró “no vacunados” alterando así completamente los resultados de la prueba. ¡Realmente un digno discípulo de Pasteur! La conclusión oficial de su informe fue que la vacuna ofrecía una protección de entre el 30 y el 90% pero públicamente se anunció como un gran éxito y el 12 de abril de 1955 la Fundación Nacional para la Parálisis Infantil la declaraba totalmente segura afirmando además que ofrecía protección total contra la polio. Salk recibió la Medalla del Congreso de manos del entonces presidente Eisenhower y seis fabricantes lanzaron al mercado las 27 millones de dosis que tenían preparadas a la espera de obtener la aprobación confiando en las presiones de la fundación.
Dos semanas después de iniciarse la vacunación se registraron 260 casos de niños con polio de los que 11 murieron con lo que el Cirujano General de Estados Unidos suspendió de inmediato la vacunación en todo el país y convocó una reunión urgente con Salk y los fabricantes. Estos le aseguraron que todo estaba controlado y que las próximas dosis serían seguras. Sabin, el competidor de Salk, propuso la paralización total de las vacunaciones pero éste tenía buenos contactos en puestos de poder claves y la campaña se reanudó a pesar de las advertencias de John Enders -que había recibido el Premio Nobel en 1949 por cultivar el virus en tejidos humanos- sobre posibles agentes no detectados en la vacuna.
La epidemia se agudizaría. Solo en Boston aparecieron 2.000 casos a los cuatro meses de reanudarse las vacunaciones cuando en los años anteriores no se había superado nunca la cifra de 300 casos. En Nueva York y Connecticut se dobló asimismo el número de casos. Y en Vermont se triplicó. En Massachusetts el 77,5% de los casos de parálisis habían recibido tres o más dosis de la vacuna. En Canadá decidieron finalmente suspender las vacunaciones -en Otawa los casos habían aumentado un 700%- al igual que en varios países europeos. En 1957 la mitad de quienes sufrieron polio en Estados Unidos ¡estaban vacunados! De hecho en los cinco estados donde se pusieron en marcha las campañas más compulsivas de vacunación el aumento de casos fue de un 400%. Finalmente cuatro de las compañías fabricantes se retiraron del mercado ante el estrepitoso fracaso y el temor de posibles demandas legales por los afectados.
“¡LA VACUNA FUNCIONA!”
Sin embargo de repente, en esa atmósfera creciente de descrédito, la epidemia comenzó a ceder. En poco tiempo los casos descendieron… ¡hasta cero! ¿Qué había sucedido? ¿Había por fin funcionado la vacuna?
Desde luego así fue como se anunció en grandes titulares y como puede verse hoy en cualquier enciclopedia o manual. Sin embargo investigaciones críticas desvelan otra historia muy distinta, casi espeluznante. La vacuna no sólo no funcionó sino que se había convertido ¡en la primera causa de parálisis en niños y adultos! “Utilizar las vacunas de Salk o Sabin incrementará la posibilidad de que su hijo contraiga la enfermedad. Parece que la forma más efectiva de proteger a su hijo de la polio es asegurarse de que no se pone la vacuna”, manifestaría el Dr. Robert Mendelsohn, presidente de la Federación Nacional de Salud y profesor de Pediatría, Salud Comunitaria y Medicina Preventiva en la Universidad de Illinois además de autor de varios libros sobre salud pública y vacunaciones, entre ellos Confesiones de un médico herético y La bomba de tiempo médica de la inmunización contra las enfermedades. Luego, ¿por qué descendieron entonces los casos de polio?
En primer lugar porque los Centros para el Control de las Enfermedades (CDC) -de los que hablamos ampliamente en un artículo publicado en el nº 128 de la revista- ¡cambiaron los criterios de diagnóstico! Antes, si la sintomatología se presentaba durante 24 horas se diagnosticaba polio; a partir de ese momento para que así se determinara los síntomas tenían que persistir al menos ¡60 días! Y encima se decidió que si los casos se producían dentro de los 30 días siguientes a la administración de la vacuna se consideraban ¡“preexistentes”!
Por si fuera poco hasta ese momento una de las manifestaciones clínicas más significativas de la polio era la inflamación de la membrana del cerebro y los nervios. A partir de entonces eso se diagnosticaría como meningitis… incluso en presencia del poliovirus.
¿El resultado? Que entre 1951 y 1960 se habían diagnosticado 70.083 casos de polio y ninguno de meningitis pero tras la entrada en vigor de los nuevos criterios se reportaron entre 1960 y 1980 sólo 589 casos de polio ¡y 100.000 de meningitis! El dato es tan brutal que no puede haber médico en el mundo que una vez constate por su cuenta que lo que aquí se dice es verdad no dude de todo lo que le han hecho creer no ya sobre la vacuna de la poliomielitis sino sobre cualquier vacuna.
Agregaremos que los pacientes con los síntomas de parálisis típicos de la polio serían diagnosticados a partir de entonces provisionalmente como Parálisis Fláccida Aguda en espera de las pruebas para detectar el poliovirus. Lo curioso es que a partir de ese momento la mayoría daba negativo a los tests; es decir, que el virus culpable no aparecía.
El sentido común, en suma, apuntaba que había que revisar la teoría viral de la poliomielitis y buscar otras causas pero lo que se hizo fue utilizar la estrategia como demostración de que la vacuna funcionaba puesto que ya no se diagnosticaban casos de polio. Es más, la desfachatez llegó al extremo de que como en las estadísticas no se daban datos de la Parálisis Flácida Aguda eso se interpretó como que no había ningún caso.
Supongo que a estas alturas al lector no le sorprenderá saber que antes de la introducción de la vacuna la Fundación Nacional para la Parálisis Infantil pagaba 25 dólares a los médicos por cada diagnóstico de esa enfermedad pero que tras la implantación de la vacuna las directrices fueron en sentido contrario.
Ni le sorprenderá saber que la mayor parte de los médicos no informaron de las reacciones adversas de la vacuna. La propia FDA terminaría admitiendo que el 90% de los casos de reacciones adversas a la vacuna no se habían comunicado.
El Dr. Bernard Greenberg, un experto en Bioestadística que presidió la Comisión de Evaluación de la Asociación de Salud Pública Americana en los años cincuenta, aseguraría en 1962 en una audiencia del Congreso que la reducción estadística de casos de polio se debió en realidad al cambio de los criterios utilizados para comunicarlos: “Antes de 1954 cualquier médico que diagnosticara poliomielitis estaba haciendo un favor al paciente al subvencionarle los costes de hospitalización (…) Simplemente, el cambio en los criterios de diagnóstico fue lo que predeterminó el descenso de casos entre 1955 y 1957. Se usara o no la vacuna”.
En otros países se utilizarían tácticas similares. En China por ejemplo los casos de poliomielitis se “convirtieron” en casos de Síndrome de Guillem Barré que es indistinguible de la parálisis considerada hasta ese momento síntoma de la polio. En Alemania se “arreglaron” los criterios siguiendo el método de los CDC. Y así sucesivamente…
Al final si algún diagnosticado daba positivo al test se montaba de inmediato una campaña de vacunación a nivel estatal. Y si volvían a aparecer casos, revacunación.
¿Le extraña que en el International Journal of Emidemiology apareciera un estudio de Kohler titulado Inyecciones innecesarias asociadas con parálisis o que en la propia web de la Organización Mundial de la Salud (OMS) apareciera un texto bajo el epígrafe de Doce millones de inyecciones al año, la mayoría innecesarias?
LA POLIO, EFECTO DE UN ENVENENAMIENTO
Mientras todo eso sucedía los médicos e investigadores que llevaban afirmando desde hacía cincuenta años que la polio se debía a un envenenamiento por insecticidas -en especial por el DDT- y otros tóxicos fueron sistemáticamente despreciados y silenciados. Y eso que desde la más remota antigüedad existen informes de parálisis causadas por diferentes clases de venenos: arsénico, fósforo, monóxido de carbono, plomo, cianuro, anilina, benzeno… De hecho se han tratado con éxito casos de poliomielitis mediante sustancias reductoras conocidas por su eficacia en anular venenos como el azul de metileno, el ácido ascórbico (vitamina C) o el dimercaprol.
La verdad es que la polio se ha relacionado sistemáticamente con fumigaciones, el uso cotidiano de DDT, la utilización de pesticidas en cultivos, ríos, bosques y calles e, incluso, con su lanzamiento por aviones o pulverizando con espráis a los niños. Asimismo se ha relacionado con inyecciones de antibióticos y con la extirpación de las amígdalas. Y las reducciones de casos coinciden -¡qué casualidad!- con las retiradas de esos productos del mercado.
Actualmente se afirma que la poliomielitis ha sido erradicada en la mayor parte del planeta pero la verdad es que se conocen 45 términos derivados de la palabra polio para describir los efectos del envenenamiento por pesticidas; entre ellos los de polioencefalomalacia, poliradiculoneuritis, poliomalacia espinal o poliomielomalacia multifocal.
Visto lo visto, ¿no le parece vomitivo al lector que la Organización Mundial de la Salud mantenga aún programas de vacunación masiva contra la polio justo en los países en vías de desarrollo donde paralelamente hay programas para fumigar grandes extensiones de terreno con DDT?
Seguiremos con este asunto el mes que viene.
Jesús García Blanca Número 129 - Julio - Agosto 2010 - DSALUD
En primer lugar porque los Centros para el Control de las Enfermedades (CDC) -de los que hablamos ampliamente en un artículo publicado en el nº 128 de la revista- ¡cambiaron los criterios de diagnóstico! Antes, si la sintomatología se presentaba durante 24 horas se diagnosticaba polio; a partir de ese momento para que así se determinara los síntomas tenían que persistir al menos ¡60 días! Y encima se decidió que si los casos se producían dentro de los 30 días siguientes a la administración de la vacuna se consideraban ¡“preexistentes”!
Por si fuera poco hasta ese momento una de las manifestaciones clínicas más significativas de la polio era la inflamación de la membrana del cerebro y los nervios. A partir de entonces eso se diagnosticaría como meningitis… incluso en presencia del poliovirus.
¿El resultado? Que entre 1951 y 1960 se habían diagnosticado 70.083 casos de polio y ninguno de meningitis pero tras la entrada en vigor de los nuevos criterios se reportaron entre 1960 y 1980 sólo 589 casos de polio ¡y 100.000 de meningitis! El dato es tan brutal que no puede haber médico en el mundo que una vez constate por su cuenta que lo que aquí se dice es verdad no dude de todo lo que le han hecho creer no ya sobre la vacuna de la poliomielitis sino sobre cualquier vacuna.
Agregaremos que los pacientes con los síntomas de parálisis típicos de la polio serían diagnosticados a partir de entonces provisionalmente como Parálisis Fláccida Aguda en espera de las pruebas para detectar el poliovirus. Lo curioso es que a partir de ese momento la mayoría daba negativo a los tests; es decir, que el virus culpable no aparecía.
El sentido común, en suma, apuntaba que había que revisar la teoría viral de la poliomielitis y buscar otras causas pero lo que se hizo fue utilizar la estrategia como demostración de que la vacuna funcionaba puesto que ya no se diagnosticaban casos de polio. Es más, la desfachatez llegó al extremo de que como en las estadísticas no se daban datos de la Parálisis Flácida Aguda eso se interpretó como que no había ningún caso.
Supongo que a estas alturas al lector no le sorprenderá saber que antes de la introducción de la vacuna la Fundación Nacional para la Parálisis Infantil pagaba 25 dólares a los médicos por cada diagnóstico de esa enfermedad pero que tras la implantación de la vacuna las directrices fueron en sentido contrario.
Ni le sorprenderá saber que la mayor parte de los médicos no informaron de las reacciones adversas de la vacuna. La propia FDA terminaría admitiendo que el 90% de los casos de reacciones adversas a la vacuna no se habían comunicado.
El Dr. Bernard Greenberg, un experto en Bioestadística que presidió la Comisión de Evaluación de la Asociación de Salud Pública Americana en los años cincuenta, aseguraría en 1962 en una audiencia del Congreso que la reducción estadística de casos de polio se debió en realidad al cambio de los criterios utilizados para comunicarlos: “Antes de 1954 cualquier médico que diagnosticara poliomielitis estaba haciendo un favor al paciente al subvencionarle los costes de hospitalización (…) Simplemente, el cambio en los criterios de diagnóstico fue lo que predeterminó el descenso de casos entre 1955 y 1957. Se usara o no la vacuna”.
En otros países se utilizarían tácticas similares. En China por ejemplo los casos de poliomielitis se “convirtieron” en casos de Síndrome de Guillem Barré que es indistinguible de la parálisis considerada hasta ese momento síntoma de la polio. En Alemania se “arreglaron” los criterios siguiendo el método de los CDC. Y así sucesivamente…
Al final si algún diagnosticado daba positivo al test se montaba de inmediato una campaña de vacunación a nivel estatal. Y si volvían a aparecer casos, revacunación.
¿Le extraña que en el International Journal of Emidemiology apareciera un estudio de Kohler titulado Inyecciones innecesarias asociadas con parálisis o que en la propia web de la Organización Mundial de la Salud (OMS) apareciera un texto bajo el epígrafe de Doce millones de inyecciones al año, la mayoría innecesarias?
LA POLIO, EFECTO DE UN ENVENENAMIENTO
Mientras todo eso sucedía los médicos e investigadores que llevaban afirmando desde hacía cincuenta años que la polio se debía a un envenenamiento por insecticidas -en especial por el DDT- y otros tóxicos fueron sistemáticamente despreciados y silenciados. Y eso que desde la más remota antigüedad existen informes de parálisis causadas por diferentes clases de venenos: arsénico, fósforo, monóxido de carbono, plomo, cianuro, anilina, benzeno… De hecho se han tratado con éxito casos de poliomielitis mediante sustancias reductoras conocidas por su eficacia en anular venenos como el azul de metileno, el ácido ascórbico (vitamina C) o el dimercaprol.
La verdad es que la polio se ha relacionado sistemáticamente con fumigaciones, el uso cotidiano de DDT, la utilización de pesticidas en cultivos, ríos, bosques y calles e, incluso, con su lanzamiento por aviones o pulverizando con espráis a los niños. Asimismo se ha relacionado con inyecciones de antibióticos y con la extirpación de las amígdalas. Y las reducciones de casos coinciden -¡qué casualidad!- con las retiradas de esos productos del mercado.
Actualmente se afirma que la poliomielitis ha sido erradicada en la mayor parte del planeta pero la verdad es que se conocen 45 términos derivados de la palabra polio para describir los efectos del envenenamiento por pesticidas; entre ellos los de polioencefalomalacia, poliradiculoneuritis, poliomalacia espinal o poliomielomalacia multifocal.
Visto lo visto, ¿no le parece vomitivo al lector que la Organización Mundial de la Salud mantenga aún programas de vacunación masiva contra la polio justo en los países en vías de desarrollo donde paralelamente hay programas para fumigar grandes extensiones de terreno con DDT?
Seguiremos con este asunto el mes que viene.
Jesús García Blanca Número 129 - Julio - Agosto 2010 - DSALUD
------------------------------------------
-------------------------------------
Thought Control: How experts are corrupting Western science and medicine
----------------------------------------------------
La iglesia de la ‘ciencialogía’ que acabó con Royal Raymond Rife
Royal Raymond Rife (1888-1971) es el curioso nombre de quien fue un eminente científico norteamericano que tuvo la mala fortuna de nacer en el país del tito
Sam. Y digo mala fortuna, porque de ser un reputado y
brillante investigador pasó a ser convertido en un “charlatán”, como
quien dice, de la noche a la mañana. Rife no fue un chamán, ni un
nigromante, ni un milagrero, sino un hombre de ciencia cien por cien,
que fue víctima de los intereses, la codicia y la rapiña de un grupo de
personajes ávidos de poder y dinero, algo que (para mal) siempre ha sido
una de las marcas de la casa del país usano. Rife, a pesar de
sus detractores oficiales (de antes y de ahora), jamás tuvo nada que ver
con las pseudociencias, ni con inventos extravagantes, ni con curas
“milagrosas”, sino que se trató de un científico cabal, de una
honestidad fuera de toda discusión.
La prueba de esto último es que Raymond
Rife recibió 14 grandes premios y diversos honores, además de un
doctorado honoris causa por la prestigiosa Universidad de Heidelberg
(Alemania), en reconocimiento a su trabajo (residió en
Alemania como investigador de la mundialmente reconocida empresa de
instrumentos ópticos Carl Zeiss). Trabajó con los
mejores médicos y científicos del momento e incluso tuvo el
apoyo financiero para realizar sus trabajos por parte de mecenas
privados millonarios como Henry Timkin. Pero esto tan
sólo fue un espejismo temporal para Rife quien, a la luz de sus
descubrimientos en el campo de enfermedades como el cáncer, fue
vilipendiado, ridiculizado, atacado y su obra destruida. Por increíble
que parezca, la trama criminal de intereses médico-farmacéuticos
norteamericanos se encargó de que el genio de Rife pasara a mejor vida.
Después de especializarse en Microbiología por la prestigiosa Universidad John Hopkins
de Baltimore, la capacidad inventiva de Rife hizo que desarrollase
tecnología para varios campos científicos como la óptica, electrónica,
radioquímica, bioquímica, balística o en el terreno de la aviación. Pero
sin duda la aportación más genial de Rife a la ciencia fue la invención
de un Microscopio Universal que permitía observar organismos vivos,
como los virus, al contrario que los aparatos que había vigentes hasta
aquel momento que sólo podían “escrutar” bacterias y otros parásitos.
Su inherente versatilidad autodidacta y dominio de diferentes
disciplinas científicas le permitió a Rife ampliar su formación médica y
desarrollar inventos tales como un microscopio de heterodinación
ultravioleta, otro para micro-disecciones y un micromanipulador. El
microscopio estrella de Rife fue sin duda el que diseñó y terminó en
1920 para la observación de virus, un hito, entonces, de proporciones
universales. El grado de complejidad del microscopio de Rife era tal que
estaba compuesto de casi 6.000 piezas diferentes, con capacidad para
aumentar objetos hasta 60.000 veces.
¿Pero qué es
lo que arruinó la meteórica carrera de Rife? ¿Qué ocurrió para que un
genio de la talla de Rife cayese en desgracia para el “establishment”
académico-científico e, indirectamente, para la mafia política
gobernante de EEUU? Veamos, primero, en qué consistieron los logros o
hitos científicos del genial Raymond Rife. Siguiendo a Jeff Rense:
Rife
identificó minuciosamente la señal espectroscópica individual de cada
microorganismo usando un dispositivo espectroscópico de hendidura,
también de su invención. Luego, giró lentamente los prismas de cuarzo
del bloque para enfocar la luz en una sola longitud de onda sobre el
microorganismo que estaba examinando. Esta longitud de onda fue
seleccionada porque resonó con la frecuencia de la firma espectroscópica
del microbio, basada en el hecho de que cada molécula propia oscilaba a
una frecuencia diferente.
Los
átomos que se unen para formar una molécula se mantienen unidos en esa
configuración molecular con un enlace de energía covalente ya que ambos
emiten y absorben su propia frecuencia electromagnética específica. No
hay dos especies de moléculas que tengan las mismas oscilaciones
electromagnéticas o señales energéticas.
El
resultado de utilizar una longitud de onda resonante es que los
microorganismos que son invisibles a la luz blanca de repente se hacen
visibles en un brillante destello de luz. Más del 75% de los organismos
que Rife podía ver con su microscopio universal eran accesibles
solamente con luz ultravioleta. La luz ultravioleta está fuera del rango
de la visión humana, es “invisible” para nosotros.
Pero la brillantez de Rife le permitió superar esta limitación mediante la heterodinación,
una técnica mediante la cual iluminó el microbio (generalmente un virus
o una bacteria) con dos longitudes de onda diferentes dentro de un
rango de igual frecuencia de la luz ultravioleta, las cuales resonaron
con la señal espectral del microbio. Estos dos longitudes de onda
produjeron interferencias con las que se fusionaron, ocasionando una
tercera onda que se hizo visible en el espectro electromagnético. Así
fue como Rife consiguió que microbios invisibles fueran visibles sin
matarlos.
En
definitiva, Rife consiguió aplicar este último descubrimiento a la parte
clínica de su experimento, empezando a probar la transformación de
células normales en tumorales para lo que realizó varios miles de
intentos fallidos, hasta que consiguió irradiar el virus en animales de
laboratorio, previamente “tumorizados” (del orden de 400), a los que
logró, con éxito, curar el cáncer utilizando la resonancia a través de
su espectroscopio. Al incrementar la intensidad de la frecuencia
aplicada a los microbios, Rife aumentó sus oscilaciones naturales hasta
que distorsionaron y desintegraron las tensiones estructurales de
aquéllos. Rife llamó a esta frecuencia «tipo oscilatorio mortal” o
“MOR”, y lo hizo sin dañar los tejidos circundantes sanos del virus
atacado. Un verdadero y magistral hallazgo.
Con el éxito
a la vista, en 1934 la Universidad del Sur de California convocó a una
comisión médica especial para confirmar el descubrimiento de Raymond
Rife. Desde el Hospital del Condado
de Pasadena llevaron al laboratorio de Rife a 16 pacientes
diagnosticados con cáncer en fase terminal. El equipo de médicos estaba
allí para observar a los pacientes durante el tratamiento. Después de 90
días de terapia la Comisión confirmó que 14 de los 16 pacientes estaban
completamente curados. Otros dos pacientes continuaron el tratamiento después de 4 semanas y se declararon libres de cáncer. La Comisión Médica confirmó que la terapia de Rife fue 100% exitosa.
Parecía que el prodigio de Rife iba a convertirse en el mayor
descubrimiento del siglo o quien sabe si del milenio…tanto fue así que
incluso antes de los espectaculares resultados del experimento con
humanos es conocido Rife fue agasajado por la comunidad médica más
respetada y selecta de EEUU. Un total de 44 prestigiosos médicos de todo
el país celebró, un tanto pomposamente, el “fin de todas las enfermedades”, con una celebración en honor a Raymond Rife en la finca que poseía el doctor Milbank Johnson, en Pasadena (California), hecho que tuvo lugar en el año 1931.
Pero
el gozo de Rife se fue irremediablemente al pozo de la ignominia de
forma y manera abrupta, tan sólo unos pocos años después. Estaba cantado
que cualquier amenaza a la organización mafiosa médica oficial
norteamericana proponiendo una cura del cáncer (y otras enfermedades)
suponía una afrenta para todo aquello que no fuese generar beneficio y
usura para la industria de la enfermedad (entonces dominada por la
pujante cirugía), en particular, con el gran negocio de los fármacos.
Rápidamente, en 1934, apareció en escena un personaje siniestro: Morris Fishbein, el capo de la AMA (Asociación americana de Medicina, también conocida, por sus críticos más feroces, como American Murder Association, o Asociación Americana del Asesinato) quien estuvo a su mando durante veinticinco años. Fishbein, era el prototipo de mafioso (al estilo de Larry Silverstein –el que se llevó el pelotazo de la demolición controlada de las Torres gemelas- o Sheldon Adelson,
el Padrino de los casinos) que trabajó activamente para el complejo
médico-farmacéutico y, cómo no, para llenarse los bolsillos en tiempo
récord. Como dicen en “Rense” Fishbein
estudió originalmente para ser un payaso, pero al darse cuenta de que
podía ganar más dinero como médico, ingresó en la Facultad de Medicina
donde fracasó en especialidades como Anatomía. Nunca trató a un paciente
en su vida. Cabe recordar que bajo
el mandato de Fishbein en la AMA, Phillip Morris, la multinacional del
tabaco estadounidense, lanzó una agresiva campaña publicitaria para
promocionar sus cigarrillos nada menos que declarando sus propiedades
como saludables, hecho que la hizo ser rápidamente la mayor vendedora de cigarrillos de Estados Unidos. Las páginas de JAMA (la revista oficial del clan médico estadounidense) estaban, en aquella época, llena de anuncios de cigarrillos.
En 1939, la mayoría de médicos que honraron, ocho años atrás, a Rife con un banquete en su honor, desconocieron (repentinamente) al brillante investigador y su trabajo. Morris Fishbein, el mismo año, sobornó a Phillip Hoyland, co-investigador con Rife en el Beam Ray Machine
(el dispositivo para inducir frecuencias sobre virus) para que
presentara una demanda contra Rife y así hacerse con la tecnología o
patente de éste último. El litigio afectó a Rife más de la cuenta,
aunque lo ganó. Pero Fishbein, un gángster ávido de dinero y poder,
quería el todo o la nada. Y, cómo no, obtuvo el trofeo deseado: decidió
destruir la reputación y el material de Rife prohibiendo a los médicos,
en su calidad de jefe máximo de la AMA, el uso del aparato de Rife y
confiscando incluso los equipos del investigador tan laureado antaño. El
influyente doctor Milbank Johnson, uno de los
defensores de Rife, logró sortear las trabas del mafioso Fishbein pero
falleció, repentina y sospechosamente, en 1944 (muy probablemente
envenenado) y con él también “volaron” documentos de los ensayos
clínicos de Rife que estaban en poder de la Universidad del Sur de
California, donde Johnson ejercía como profesor.
La cadena de
sabotajes y acoso terrorista hacia Rife fue en aumento. Si antes,
durante los artificiales litigios con el gángster Fishbein, se produjo
un robo gradual de componentes de equipos, fotografías, películas,
registros y escritos del laboratorio de Rife (sin que el culpable, vaya
por dios, fuese nunca atrapado), después su material fue, como decimos,
confiscado y su Microscopio universal, la joya de Rife, en un acto de
barbarie sin límites, fue destrozado por “desconocidos”. Más tarde, sus
laboratorios en Nueva Jersey (Beam Ray Corp.) fueron destruidos
intencionadamente mediante un incendio cuando se iban a hacer públicos
los hallazgos de Rife, mientras que los médicos que estaban de su lado
fueron acosados hasta el punto de dejar algunos la profesión, mientras
que otros se suicidaron y la mujer de alguno tuvo que ser ingresada en
un hospital para tratar una crisis psicológica aguda.
Otros colaboradores de Rife fueron untados con pasta gansa para dar cerrojazo por la puerta de atrás a sus logros. Como Arthur Kendall,
quien trabajó con Rife sobre el virus del cáncer. Kendall recibió más
de un cuarto de millón de dólares (en los años treinta era una cantidad
desorbitada), mientras que George Dock, otro
asistente de Rife, también fue comprado a precio de oro para liquidar
cualquier vestigio donde apareciera la obra de Rife. Huelga decir que
las revistas médicas norteamericanas negaron la posibilidad de publicar
cualquier artículo que tuviera que ver con la terapia aplicada por el
creador del microscopio universal.
El círculo
de hierro se cerró en torno al caso Rife y las aguas volvieron a su
cauce, con la Farmafia y la corporación médica americana dueñas y
poseedoras de los tratamientos convencionales para tratar enfermedades,
esos que (para bien y demasiado para mal) les han proporcionado siempre,
a ambos, suculentas plusvalías. De este modo Raymond Rife vio como su
trabajo se iba completamente por la borda gracias a la campaña de
descrédito y linchamiento personal, además de destrucción literal de su
trabajo, que una asociación mafiosa de médicos, encabezada por el
sátrapa Fishbein, ejecutó contra su persona. La única compañía de Rife
en sus últimos veinticinco años fue el alcohol como modo de ahogar su
frustración, de ver cómo su dedicación y brillante actividad
investigadora-creativa, finalmente inútil, fue represaliada y
literalmente borrada del mapa por un mafioso sin escrúpulos y unos
médicos-sicarios vendidos a éste último.
Royal
Raymond Rife murió en 1971, a los 83 años, después de ingerir valium y
alcohol (accidental o deliberadamente) y, con él, se fue una historia
admirable, truncada por el bandidaje del establishment médico-farmafiacéutico,
quien no tuvo reparos en llevarse por delante a un brillante hombre de
ciencia con tal de asegurar el pastel a las corporaciones mafiosas que
monopolizan el negocio de la salud.
1 comentario:
Los que nos dedicamos a la BioNeuroEmoción entendemos los planteamientos de Hamer, Warburg, y de otros muchos autores que ven a la salud y a las personas de una forma muy diferente a como pretenden que nos veamos los que dirigen los negocios de la "salud". Creemos en el empoderamiento de la persona, en que asuma la dirección de su vida, y en que decida si anclarse al pasado, o si prefiere crear su vida. Deseo felicitarles por su blog, y les invito a visitar mi web sobre BioNeuroEmoción www.neuroemocion.com
Hasta pronto.
Publicar un comentario