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02 diciembre 2018

La MOVIDA - mecanismo politico para crear gente docil

 HUBO MUCHA TRASGRESION, POCO ARTE y MUCHA DOCILIDAD.

 




Víctor Lenore:
En la Movida hubo mucha transgresión estética y ninguna transgresión política”


¿Otro libro sobre la Movida? Sí. ¿Otro libro contra la Movida? También. Pero este que escribe Víctor Lenore, Espectros de la Movida. Por qué odiar los años 80, publicado por Akal, precisamente viene a decirnos que no se trata de otro, ni siquiera de uno más, pues tras su lectura cualquiera comprendería que no sobran discursos así, que esta otredad es necesaria.

Trae la Movida al presente para explicarnos que mucho de lo que nos pasa hoy cultural, política y socialmente tiene sus orígenes en aquellos años. De aquellos polvos, estos lodos, tan fangosos que ya no sabemos ni cómo limpiarlos. No es inédito.





“los contenidos culturales de la movida apenas atendían cuestiones de clase social, explotación laboral, marginación y democracia económica” (asuntos que sí estaban en el underground setentero español).


Muchas de las fuentes que cita a lo largo del ensayo, y que referencia religiosamente en la bibliografía, ya han tratado el tema desde el mismo prisma, enarbolando una tesis muy semejante o idéntica
(Fernán del Val, Teresa M. Vilarós, Germán Labrador, Giulia Quaggio…), pero sí es cierto que Lenore, en un esfuerzo por traer su texto al presente, logra abordarlo para que, de forma clara, directa y breve (no llega a las 200 páginas),
el lector que no sea ducho en la Cultura de la Transición (CT) perciba las causas (entonces) y las consecuencias (hoy) sin dar demasiados rodeos, incluso abordando -a veces más de pasada- amplios aspectos.



 “Es una opción política también el tipo de estilo que haces y la extensión. Este tipo de análisis cultural no puede estar disponible solo para los estudiantes de artes, de sociología y de política”, explica.

Víctor Lenore: “En la Movida hubo mucha transgresión estética y ninguna transgresión política”

Para Lenore todo es político, sobre todo lo apolítico. Su libro también lo es, y dentro de su biografía cobra completo sentido: en 2014 publicó en Capitán Swing el controvertido Indies, hipsters y gafapastas. Crónica de una dominación cultural. Sabía muy bien de lo que escribía porque el libro también tenía parte de autocrítica.

Ahora mira hacia atrás, hasta la llamada ‘edad de oro del pop español’, para observar cómo se han ido repitiendo las mismas estructuras políticas y culturales en España. En este caso, no pudo ser testigo directo (era un niño en los ochenta y hasta su infancia sale mal parada en el ensayo) y reconoce que eso le otorga ciertas facilidades, pero también una perspectiva privilegiada. Le pregunto si pese a todo ha tratado de ser empático con aquellos veinteañeros modernos que se dejaron querer por la administración socialista y me responde que no le interesa especialmente la empatía.

“Me interesa el rigor”, continúa.

 “ Sé que suena muy antipático, pero la empatía me da un poco igual en la crítica cultural. Creo que solemnizamos la cultura y la gente tiene egos muy frágiles”. Pasa lista Lenore y, zambullido en la prensa cultural desde su adolescencia, saca en este libro trapos llenos de ese lodo fangoso, algunos de hace bien poco.
Víctor Lenore: “En la Movida hubo mucha transgresión estética y ninguna transgresión política” 6
Lenore trae la Movida al presente para explicarnos que mucho de lo que nos pasa hoy cultural, política y socialmente tiene sus orígenes en aquellos años. |

Dónde estaban entonces y dónde están ahora

Lenore recupera, por ejemplo, una entrevista de El Confidencial en 2016 a Nacho Canut y a Alaska, estando en plena promoción de su disco Canciones para robots románticos, cuyas letras versan -y cito directamente del libro- “una utopía tecnocrática (distopía, dirán otros) donde la política y los sentimientos humanos no tienen cabida”.

Bajo este contexto, dice Alaska que hoy se siguen tomando “las decisiones políticamente correctas que no son las racionales que tomaría un robot”. “¿Crisis de emigrantes? Te dicen que va a venir un millón. Pues en este país no caben y se van a ese otro país porque es el que puede recibirlos. Ese tipo de decisiones frías”, explica Canut. “(…) no me hablen de izquierdas ni de derechas.

El problema es que cuando entramos en las ideologías nos enfrentamos a la cultura y a la tradición, que si mi abuelo fue comunista, el mío luchó con Franco… ¿Ustedes quieren que España se gobierne? Pues es imposible que lo hagan seres humanos.

Por eso deberíamos dejarle a un robot tomar estas decisiones frías”, continúa. De la misma entrevista el periodista destaca un fragmento especialmente punzante. “Estamos en una época de victimismo -dice Canut- y la gente tiene que aprender a ser responsable de sus actos y de sus decisiones económicas y no económicas. Si has decidido meterte en una hipoteca, lo has decidido tú y ¿ahora quieres que el Gobierno venga a sacarte? En fin. Hay que se responsable”. Alaska prosigue: “Deberíamos empezar a pensar que no tenemos en la vida nada seguro”.

Retrocedemos en páginas, en años, vemos el otro lado: José Luis Campuzano (alias Sherpa), bajista de Barón Rojo, relata un amago de cortejo del PSOE: “en la campaña de 1982, el PSOE nos ofreció actuar en cuarenta actos electorales. Nos negamos y lo pagamos: cuanto más discos vendíamos, menos conciertos de aquellos que patrocinaban los ayuntamientos”.

También el autor ha recopilado “anécdotas”, por llamarlas de algún modo, del cantautor Luis Pastor, que cuenta cómo en los despachos de Ferraz se decidía a qué cantantes y grupos favorecer; más conocido es el caso de Javier Krahe y su Cuervo ingenuo, dedicada a Felipe González. Dice:

“en aquella época los ayuntamientos contrataban mucho y a mí los del PSOE me dejaron de contratar, e incluso anularon conciertos ya firmados”. El hecho de que estén todos estos testimonios, y más que Lenore recopila, “tan dispersos” significa “que no hay un discurso hilado de cuestionamiento de la Movida”. “Tenemos una prensa cultural que se parece muchísimo a la publicidad”, comenta Lenore.
Víctor Lenore:
“En la Movida hubo mucha transgresión estética y ninguna transgresión política” 8
Seguimos, a juicio de Lenore, confundiendo la idea de modernidad y traduciéndola por algo muy “parecido al consumismo” | Imagen: ‘Laberinto de pasiones’ (1982), dirigida por Pedro Almodóvar vía Alphaville S.A.

No se trata de que Felipe González, como escribe Lenore, “decidiese el look de los Pegamoides ni que Tierno Galván (…) escribiese las gracietas de Chus Lampreave en las comedias de Almodóvar.

La pregunta es más sutil:

¿favoreció descaradamente el PSOE y sus medios afines a los jóvenes artistas punkipop que brotaron como setas en el Madrid de los primeros ochenta?”.

Ya en la entrevista, Lenore reitera que sí, que fue algo “totalmente descarado”. “Por ejemplo, el tren este a Vigo [se refiere al viaje subvencionado de algunos protagonistas movideros a Vigo en 1986 para que la Movida de la capital y la viguesa se “conocieran”] no lo iban a montar nunca con Los Chichos o con los cantautores, que les espantaban”. Tampoco con grupos de rock radical vasco, ni siquiera con los setenteros Topo, Asfalto o Leño.

La tesis que defienden Lenore y otros tantos es que al PSOE de la época, dentro de un marco europeísta, de globalización y de celebración capitalista, le convenían letras hedonistas y vacías de contenido político y, por lo tanto, las favorecieron a golpe de subvenciones y de protagonismo mediático.

Esto tiene su repercusión hoy, y es quizás lo más interesante que cuenta Espectros de la Movida, por constituir un análisis inmediato.
El legado (capitalista) de la Movida

“La Movida ha muerto pero la lógica de la Movida sigue viva”, explica Lenore. “Cuando Tangana dice que sus dos ídolos son Warhol y Dalí y que admira mucho su relación con el dinero porque lo primero en el arte para ellos era acceder al dinero para tener una posición ganadora está diciendo que la lógica de la Movida sigue viva”.

La lógica de arrimarse al poder. Pasó con la visita a España de Warhol en 1983 con motivo de su exposición en la galería de Fernando Vijande y ha vuelto a pasar recientemente con la de Tim Cook, CEO de Apple.

Lenore lo define como “un momento muy movidero” y pasa a narrarlo:

“Por la mañana se reúne con Pedro Sánchez en la Moncloa”; este dice: “Tim Cook y yo hemos diseñado las estrategias de desafíos digitales para el futuro”, y “por la tarde va al Apple Store de Sol y aparece con Rosalía y dice que Rosalía es la música perfecta para sonar en un Apple Store, que es una mujer que es joven y creativa y que esos son los valores de Apple”.

Lo que está haciendo Rosalía, dice Lenore, “es hacer cool a esa peña”, a una empresa “que es conocida por su explotación laboral en China y por sus sofisticadas técnicas de evasión de impuestos”. “Muchas veces la cultura sirve para lavar la imagen de la gente que manda y eso es lo que sigue vivo de la Movida”, concluye.
También el discurso de jóvenes artistas como Los Javis (Javier Calvo y Javier Ambrossi), que prefieren no hablar de política y aseguran que no son de ningún lado; que igual que se fotografían con Pedro Sánchez pueden hacerlo con un contrario.

Esto es un déjà vu de aquellos años apolíticos: “la fantasía de que alguien puede no posicionarse. Es imposible no posicionarse.

Cuando tú dices ‘la política no me interesa’ estás haciendo un posicionamiento muy, muy fuerte porque estás diciendo que en una situación de desigualdad creciente, de paro, de desahucios, de suicidios por la pobreza, eso es una cosa que no te parece de mucho interés”.

Hasta Manuela Carmena aparece en el ensayo. Lenore hace un símil entre ella y Tierno Galván: “ha sido esculpida a la imagen y semejanza de Tierno, los dos eran juristas, tienen esa imagen bondadosa y de escuchar.

‘Frente al PP, que es tan rancio, yo soy la política que te trae conciertos gratuitos a los parques, que te pongo semáforos inclusivos’.

 Mi problema con Tierno y con Carmena es que te dan una vida cultural rica y más igualitaria pero no atacan a las estructuras de poder.

 Las bancarias, las inmobiliarias, económicas… La cultura sirve como una compensación, como una propina. Es un timo que ya coló en los ochenta y que no me gustaría que colara en 2018”. Y sigue:

“No es tan raro que Calvin Klein, a los dos años de que Yung Beef empiece a hacer canciones, le ofrezca ser modelo de su marca; no es casualidad que el rapero que salga en la portada de El País Semanal en el especial de moda sea Yung Beef y no sea Nega de Los Chikos del Maíz, porque uno es procapitalista y otro anticapitalista”.







Indies, hipsters y gafapastas: 
Crónica de una dominación cultural
2014
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Víctor Lenore:

“En la Movida hubo mucha transgresión estética y ninguna transgresión política” 5
“Moderno no es que tengamos cuatro pubs parecidos a Londres y a Nueva York en el centro de las ciudades”.
 The Objective
“Apoyar la cultura de base” como agentes activos

Así, según Lenore las lógicas de cultura/mercado se siguen repitiendo. “Hay que ver un poco las alianzas artísticas que se dan: hay una línea que es Movida-indie-hipsters y traperos y por abajo, por las capas sociales más bajas, la rumba de barrio, el rock radical vasco, los grupos tipo Los Chikos del Maíz y tal. Son dos líneas paralelas y se dan las mismas relaciones entre una y otra desde los ochenta hasta el 2018”.

Y seguimos, a su juicio, confundiendo la idea de modernidad y traduciéndola por algo muy “parecido al consumismo”.
 “Todo el mundo quiere ser neoyorquino, de Los Ángeles o londinense” y de acuerdo con Lenore eso ocurre “en cuanto llega toda la marea de música anglófila pop promocionada por la tele pública y la radio” y es también entonces cuando “nos empieza a dar vergüenza nuestro pasado rural”.

Con todo, Lenore salva a algunos grupos “muy buenos” de la época (Gabinete Caligari, Golpes Bajos, Los Ilegales, Radio Futura…), pero esgrime su máxima -“en la Movida hubo mucha transgresión estética y ninguna transgresión política”- y recuerda la conocida frase de Almodóvar que abre su libro:

“En la época de Franco, mi venganza personal fue vivir como si no hubiera existido”. Cree Lenore que esa desmemoria es muy desaconsejable. Y en ese sentido, ¿qué es lo que no podemos pasar por alto hoy?

Entre otras cosas, habla Lenore de recuperar la cultura de barrio porque “lo moderno no es que tengamos cuatro pubs parecidos a Londres y a Nueva York en el centro de las ciudades, lo moderno sería que cualquier persona que viva en España tenga acceso a los contenidos culturales más sofisticados”.

En tiempos de “desigualdad creciente donde las élites tienen cada vez más dinero y más poder y la gente corriente cada vez menos”, aparte de tomar consciencia de ello, juzga Lenore que hay “que apoyar la cultura de base” y tomarla “no solo como espectadores, sino como agentes activos, aunque sea para organizar un concierto de un rapero, que es muy barato, en un centro cultural de tu barrio.

Esos pequeños gestos crean mucha relación social fuera de la esfera del consumo y entran dentro de los intereses personales”. Así, se trataría de respetar y fomentar “todas las formas de lazo social, porque el capitalismo nos quiere solos y asustados” y hay que “intentar encontrar zonas en común y proyectos”.

Termina con una frase de la filósofa Marina Garcés que hace suya: “tenemos que encontrar la manera de ser peligrosos juntos”.


El ensayo se divide en nueve capítulos más una coda, por los cuales van transitando músicos, políticos, artistas, periodistas, filósofos y sociólogos que le sirven a Lenore para apuntalar su relato, que viene también aderezado con anécdotas de tipo personal, recuerdos de su época infantil (que era la edad que tenía en los años ochenta); una infancia, en la que, dice Lenore, “nuestros mayores dejaron que nos educasen los medios de comunicación”.


En la visión de Lenore, los años ochenta son la apoteosis del consumismo, una época de yoísmo extremo, marcada por la “omnipresencia de algo tan cotidiano como la televisión […], de sonrisas, colegueo y euforia artística”, donde todo debía ser positivo y feliz. Una época en la que la cultura sirve como forma de desmovilización social.

En el que las políticas públicas son de naturaleza cosmopolita en lo cultural, pero nihilistas y ensimismadas en lo social. Lenore cuenta que esto es fruto del estancamiento tras el franquismo y la sensación de urgencia de querer equipararnos a Europa, y que impele a los partidos de izquierda a fomentar que la gente adopte estilos de vida plurales, pero totalmente acríticos y apolíticos, solo comprometidos con el neoliberalismo. Y es que la política se veía en los años ochenta como algo “cutre, carca y casposo”.

Esto provocó que el capitalismo, con su pasmosa flexibilidad, adoptara su lógica para fagocitar todo lo que de potencialmente subversivo hubiese en la movida. Así, la movida no sería una efervescencia que sigue a la caída de Franco, sino una continuación de las políticas franquistas (y que, hoy día, según Lenore, continúan vigentes). Una ofensiva neoliberal de la cual, escribe Lenore, “muchos acabamos siendo mitad cómplices, mitad víctimas”.

Pero no todo fue negativo. Valga decir que Lenore también rescata cosas positivas de los años ochenta. Por ejemplo, la normalización de opciones sexuales no normativas, el acceso más democrático a la universidad o el hecho de que los hijos de las clases trabajadoras por primera vez en la historia de España puedan servirse de los medios de producción y difusión de la cultura (aunque limitados a las disciplinas más baratas).

 Lo transgresor no es subversivo

Sirviéndose de la idea marcusiana de la tolerancia represiva, concluye Lenore que las políticas del PSOE fueron determinantes en la hegemonía cultural de la movida, provocando una distorsión del mercado de las galas, favoreciendo la idea de los conciertos de estadio y fomentando un tipo de “celebración hedonista que ocupase el espacio público sin articular ninguna demanda política a la clase dominante”.

Así, se podría concluir, según Lenore, que si no fabricó sí que coadyuvó el PSOE a crear un tipo de cultura que cumple un doble objetivo, el de servir a la promoción turística (para mejorar la imagen de España de cara al exterior) y a la relajación social (en aras de anular la antagonía política). Ello crea un paradigma que deja fuera a todos los que no estaban de acuerdo con esa cultura de la risa, lo absurdo y lo superficial (los cantautores politizados, el rock radical vasco, la rumba, etc), confinándolos a una suerte de apartheid cultural.

Así, fueron los años de la movida una época absolutamente corrosiva para los vínculos sociales, una época irónica en la que se instauró el postmodernismo y que sirvió para ”borrar de un plumazo décadas de militancia, torturas y autoorganización” y asimismo para inaugurar lo que el crítico cultural Ignacio moreno Segarra bautizó como “el largo verano neoliberal”, aplicado con entusiasmo olímpico por el PSOE. Como dice Slajov Zizek, una ideología cínica es ideal para el sistema, ya que la distancia irónica desactiva la contestación, por ello “el único modo de ser subversivo y cuestionar el sistema es tomárselo más en serio de lo que él se toma a sí mismo”. Esto es, en fin de cuentas, lo que nos propone Lenore: tomarnos en serio una época que se tomó a sí misma a risa.

13 abril 2017

Videoclips: musica basura

 Así nos lava la mente la dictadura del videoclip
Jon E. Illescas desmenuza en un ensayo cómo la clase dominante ejerce su control a través de la industria cultural fomentando la competitividad, el hedonismo instantáneo o el consumismo
https://tenacarlos.files.wordpress.com/2015/12/captura.jpg?w=640

 








Lady Gaga con unas gafas Carrera en el videoclip 'Bad Romance'

"Quiero tener un millón y un jacuzzi en el baño, / una mansión, el Mercedes del año. / 
Quiero un harén lleno de bailarinas / bañándose en una piscina". 

Con estas demandas acude al médico el protagonista de la canción 'Mi televisor' del grupo de pop cubano Moneda Dura.

La canción cuenta el proceso en el que alguien empieza a desear cosas que nunca había deseado antes, solamente por el hecho de verlas, día a día, en la televisión, como objetos que se asocian a modelos de vida positivos.

La industria del videoclip, en efecto, promueve valores y deseos como aquellos que de forma irónica muestra la canción cubana, desde la riqueza hasta una forma de hedonismo que pasa por la cosificación y la sumisión de la mujer. Los videoclips, a la manera de las dictaduras, imponen una forma de vivir y de pensar, como de forma rigurosa y exhaustiva lo analiza el libro 'La dictadura del videoclip'.





EL SOFTWARE DECIDE COMO SERA LA MUSICA PARA EL EXITO:

Hit Song Science es un servicio de Music Intelligence Solutions, al igual que MyStrands. Music Intelligence Solutions lleva tiempo ofreciendo sus servicios a las discográficas, aunque éstas no presuman de ello por miedo al desprestigio. 
Desprestigio por ser un software que pone en evidencia la predilección por el éxito de mercado frente al arte puro, a la hora de elaborar las las canciones que saldrán al mercado. 
Pilar Parra, publicó este artículo en la revista Tiempo. En ella, Pilar relata cómo éxitos de Norah Jones, James Blunt, David Civera y otros muchos cantantes famosos hacen uso de los servicios de Music Intelligence Solutions para aumentar las probabilidades de éxito de sus canciones.
 Un software y un ordenador son suficientes para saber si una canción va a ser un éxito discográfico. Se llama Inteligencia Musical y ayuda a la industria a apostar, sobre seguro, por un artista.
En él, productores y discográficas aseguran haber incrementado el éxito de sus lanzamientos desde un 10% hasta un 80% con ayuda de los servicios de Music Intelligence Solutions.

Industria musical y sueños prefabricados de Jon E. Illescas, recientemente publicado por la editorial El Viejo Topo, e ilustrado por Miguel Brieva.
Un ensayo que es el resultado de siete años de investigación y de análisis de los quinientos videoclips más vistos en la historia de Youtube y que analiza la música mainstream de forma muy amena e incluso entretenida, acercándose a un fenómeno cultural del que todos, en mayor o menor medida, somos consumidores activos o pasivos.

Una interpretación del videoclip

'La dictadura del videoclip' analiza el modo en que se ejerce el control social a través de la cultura, y lo hace tomando como herramienta teórica la nación gramsciana de hegemonía.

Para Antonio Gramsci, la hegemonía se construye o bien por medio del consenso, o bien por medio de la fuerza. Como señala Jon E. Illescas, "la primera se refiere a los medios de propaganda que la clase dirigente utiliza para convencer a la clase productora de que vive en el mejor de los mundos posibles mientras se ahogan en el pago de las facturas y la hipoteca". Cuando la clase dirigente no es capaz de convencer, entonces hace uso de la fuerza coercitiva.







Ilustración de Miguel Brieva para el libro 'La dictadura del videoclip'
Ilustración de Miguel Brieva para el libro 'La dictadura del videoclip'


En estos tiempos, caracterizados por Illescas como la dictadura del videoclip, no es necesario acudir a la violencia para que las clases subalternas apoyen los valores y la ideología dominante; a través de la cultura –y concretamente desde la música y sus videoclips– se impone como sentido común un discurso que es siempre favorable a los intereses de la clase dominante.

En este sentido, Illescas explica que, por medio de "una propaganda mucho más seductora que la empleada por las dictaduras al uso, la clase dominante modelará a los dominados desde la industria cultural", a través de discursos que el consumidor cultural absorbe acríticamente, normalizando la violencia, el machismo, el egoísmo o la desigualdad como parte de la naturaleza humana.

El videoclip como reproductor ideológico

El videoclip hegemónico emite un mensaje demoledoramente individualista, apunta Illescas en 'La dictadura del videoclip'.



En los vídeos musicales se fomenta la competitividad, se invita a vivir de forma hedonista el presente y a buscar el placer más intenso y lo más inmediatamente posible. Un placer que sirva para escapar del dolor de un presente prosaico.

Como una suerte de carpe diem, el hedonismo capitalista que reproduce y legitima el videoclip hegemónico sirve para construir un relato en el que la riqueza es sinónimo de felicidad y goce. Y de paso se debilitan valores humanistas como la generosidad o el afecto. Todo se convierte en goce inmediato, cosificando al otro y utilizándolo como un producto de usar y tirar.

El individualismo y la riqueza son dos de los valores capitalistas que con más frecuencia aparecen en el videoclip hegemónico.  Como observa Jon E. Illescas, la pobreza apenas aparece en los videoclips.

Y las consecuencias políticas de su invisibilización son inmediatas:
si la pobreza se oculta es fácil que se excluya del debate público.

Como se apunta en el libro: "Esto es lo que consigue la élite burguesa por acción u omisión con los vídeos de las estrellas del pop, silencia a todos los que padecen la lógica pecuniaria del sistema y sobreamplifica a los que (se supone) la gozan. Resultado en la mente del adolescente: el capitalismo no es tan malo, hay mucha gente que triunfa y se pega la vida padre. Así que... ¿por qué se quejarán tanto esos ruidosos izquierdistas?".







'La dictadura del videoclip', de Jon E. Illescas
'La dictadura del videoclip', de Jon E. Illescas
Otro de los valores que la industria del videoclip legitima es lo que Jon E. Illescas denomina el patriarcado visual. El cuerpo de la mujer aparece objetualizado, convertido en un objeto diseñado para el placer visual del hombre. Los videoclips suelen mostrar "bailarinas ligeras de ropa, jóvenes con diminutos bikinis, provocativas modelos rozándose en ropa interior al paso de los cantantes".  

El cuerpo de la mujer se cosifica como un objeto de consumo siempre disponible para un 'fast food' sexual.

Por otro lado, el videoclip hegemónico construye el modelo de lo que podemos denominar 'black capitalism'.

Por medio de cantantes afroamericanos, generalmente procedentes de barrios marginales, se construye la idea de que el éxito es posible, de que se puede escapar de la pobreza a través de las reglas del capitalista, aunque a veces eso implique delinquir, hacer uso de la violencia o el tráfico de drogas. La oligarquía, se apunta en 'La dictadura del videoclip', produce nuevos referentes para las poblaciones de los guetos, modelos despolitizados que muestran salidas siempre individuales, nunca políticas o colectivas, a los problemas que padecen.

La construcción de una estrella de rap que ha escapado de la pobreza desplaza del imaginario otros referentes como Martin Luther King, Malcom X o Angela Davis.

El videoclip como catálogo

Pero, por encima de todo, de lo que se trata es de consumir. Con un público cada vez más hastiado de la publicidad convencional, la estrategia del 'product placement' se ha convertido en un método que se aplica en toda la industria audiovisual, tanto en cine, como en televisión o en los videoclips.

Como señala Illescas, el videoclip se ha convertido "en un catálogo que nos invita a ir de compras al centro comercial más próximo", y lo ejemplifica con el clip 'Bad Romance' de Lady Gaga. En este videoclip se insertan hasta nueve anuncios: vodka Nemiroff, videoconsola Nintendo, ordenador portátil HP, equipos Hi-Fi Philippe Stark, auriculares Heartbeats, gafas de sol Carrera, ropa Burberry, lencería La Perla o zapatos Alexander McQueen.

En general los productos anunciados en los videoclips están dirigidos a un público joven. Aunque, como señala Illescas, algunas veces un solo anunciador paga la producción total del videoclip, como es el caso, por ejemplo, de 'Papi' de Jennifer López, donde la marca de automóviles Fiat se convierte en el auténtico protagonista del metraje.

El videoclip se concibe, pues, como un discurso audiovisual donde generar un espacio publicitario que transforme al espectador en un mero consumidor.

La cultura del Pentágono y el 'soft power'

Una joven de clase trabajadora descubre que su novio la ha engañado y, despechada, y acaso para superar este difícil trance, decide alistarse a los marines, aprovechando la igualdad de oportunidades que ofrece el ejército de los Estados Unidos. Así empieza el videoclip 'Part of me' de Katy Perry, que seguidamente pasa a ofrecer una serie de imágenes, no carentes de épica, de lo que supone formar parte del ejército de Estados Unidos.

Se trata de auténtica propaganda militar; no solo por su contenido, que habla por sí mismo, sino también porque el videoclip fue cofinanciado por el Pentágono, que "amablemente dispuso al equipo artístico de todo el material bélico necesario para la grabación (tanques, helicópteros, metralletas de última generación, lugares de entrenamiento, etc.) y los extras (80 marines del ejército que cambiaron sus maniobras habituales por las necesarias para el rodaje con una estrella de pop)".

El videoclip de Katy Perry es, en palabras de Illescas, una "exaltación del ejército de los Estados Unidos" que busca la identificación de las jóvenes "perdidas en un mercado laboral inhóspito y con unas expectativas de vida quebradas tras las deslocalizaciones industriales y los recortes sociales, son reclamadas por un videoclip que aboga para que cambien de vida alistándose en el ejército".

Sin embargo, el caso de Perry no es un ejemplo aislado. Otros grupos o solistas muy populares entre el público adolescente, como One Direction o Justin Bieber, han asimismo puesto su música al servicio de los intereses de los Estados Unidos.

En realidad, los Estados Unidos –y esta es una de las ideas clave de 'La dictadura del videoclip'– se ha servido de la industria musical para desplegar una suerte de 'soft power' (o poder blando), esto es, el establecimiento de su hegemonía política en el sistema-mundo sin la necesidad del uso de métodos coercitivos.  Aqui todo es mas sutil.

La música –y su conversión en imagen a través de la industria del videoclip– ha sido utilizada por la clase dirigente global para lograr un consenso en el que las clases dominadas se identifiquen con los valores y la ideología de sus amos. 

La función de la dictadura del videoclip no es otra que imponer, de forma blanda, ese consenso que beneficia a las clases dirigentes.

Los cantantes, músicos, directores de cine y el conjunto de personas que trabajan en la industria del videoclip funcionan, por activa o por pasiva, como marionetas del poder político y económico.

LA SIMPLONA MONODIETA DE LA MUSICA EN LOS VIDEO CLIP:

La música no es inocente y 'La dictadura del videoclip' de Jon E. Illescas es un libro excelente para responder una pregunta que debería ser crucial: ¿qué hace la música con nosotros?

 http://www.elconfidencial.com/cultura/2015-12-29/la-dictadura-del-videoclip-cultura-consumo_1125867/

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LAS LETRAS DE LA MUSICA COMERCIAL TAMBIEN SON BASURA:

Un reciente estudio, confirma que las letras de la actual música comercial en sus distintas vertientes, pop, rock, hip-hop… es cada vez más estúpida, canciones que llenan los top en las grandes emisoras de radio, contienen mensajes tan simplones que parecen haber sido diseñados para un público de 5 años.

Hay una interesante declaración de Dave Grohl de los Foo Figthers que parece decirlo todo, en ellas, afirmaba, que la música actual es superficial e insustancial, incluido algunos de los llamados top ten.
Y es que las letras de las canciones más populares en la actualidad son en su mayoría, absurdas, simplonas y vacuas, pero veamos que dice el estudio.

Ha sido Andrew Powell-Morse de SeatSmart quién efectuó un trabajo sobre  “Lyric Intelligence” (la lírica inteligente), donde estudió 225 canciones de diversos géneros que fueron grandes éxitos en los últimos 10 años y durante tres semanas elaboró una serie de gráficos sobre sus contenidos.

Al parecer, hace 10 años, la canciones más populares tenían un nivel de comprensión entendible por un niño de 8 a 9 años, pero los resultados que Andrew descubrió sobre 2014 (último año del estudio) es que el nivel de la lírica había bajado a un nivel de 7 a 8 años.

En el estudio, por si lo queréis leer, aparecen los distintos géneros musicales con sus calificaciones, pero el premio gordo al ridículo lirico se lo lleva Three Days Grace “The Good Life” con un nivel de contenido y profundidad en su letra que fácilmente sería entendible por los niños de un jardín de infancia.

He de reconocer que el estudio se centra con la música extranjera, pero en España también tenemos lo nuestro… que cada uno piense en un ejemplo.

¿Qué quiere decir esto?
La industria de la música, parece haber descubierto que cuanto menos haces pensar a una persona con una canción, mejor la “digiere”, por consiguiente, eso indica que estamos en un mundo donde cada vez, las capacidades cognitivas de las personas parecen poco a poco disponer de menos estímulo intelectual en su entorno.
En realidad es música para “vagos mentales” (con todos mis respetos).

¿Por qué se hace música así?
Soy consciente de que aquellos que con cierta asiduidad leéis Mundo Desconocido, os daréis cuenta que en no pocos artículos o videos, he mencionado la idea de que la oligarquía planetaria está creando un mundo de seres productivos carentes de imaginación, un mundo en el que las personas dejan de ser analíticas, originales y creativas en pro de un mundo donde lo zafio, simplón y fácilmente digerible está triunfando.

En realidad, mucha de la música que ahora se consume es “fast food” (comida rápida) para el cerebro, 
un mundo donde la calidad se ha dejado a un lado y se ha impuesto la rapidez y la facilidad, y ya sabemos que ocurre cuando ingieres mucha “fast food”.








Secretos y mentiras del pop-rock de los ochenta: de 'La Bola de Cristal' a 'La Movida'

 http://www.elconfidencial.com/cultura/2016-02-23/secretos-y-mentiras-del-pop-rock-de-los-ochenta_1156494/