Tira las estatinas a la basura,
te estas envenendo inutilmente
COLESTEROL
Otro gran engaño mundial:
Este libro, entre otras muchas fuentes (ver mas abajo), apunta contra uno de los más amplios engaños universales que se extiende en el campo de la Medicina en forma de oleada controlada por la industria «anticolesterol» y que persiste aunque existan argumentos científicos en contra de la misma.
Con este fin, esta publicación pretende hacer una recopilación de los trabajos de los más reconocidos científicos europeos y americanos expertos en colesterol y el resultado de unas 6.000 revisiones que, sobre el mismo tema, ha realizado el autor.
Una industria, perfectamente identificada, ha pagado muy bien a personalidades sospechosas de las facultades de Medicina e instituciones pseudo-médicas para conseguir el logro de sus objetivos (la demonización del colesterol) a base de mensajes sobre el colesterol que, aun siendo falsos y con frecuencia insensatos, van en la direccion requerida por los patrocinadores.
Aunque
los médicos insistan casi cada día, parece que no terminamos de asumir
que lo más importante a la hora de prevenir las enfermedades graves
típicas de los países desarrollados es una dieta equilibrada y hacer ejercicio. Las personas con problemas de colesterol,
por ejemplo, tienden a confiar demasiado en la receta médica y se
convencen de que las pastillas contrarrestan sus excesos.
Es más fácil añadir la pequeña rutina de la medicación que cambiar años y años de malas costumbres, como fumar o pasarse con las grasas saturadas.
Sabemos que las estatinas, los fármacos más habituales para bajar el colesterol, no hacen magia, pero el nuevo estudio va mucho más allá en sus conclusiones y dice que son directamente una pérdida de tiempo en mayores de sesenta años. No porque no consigan bajarlo, sino porque el colesterol alto, no causa cardiopatías.
Los mayores con altos niveles de colesterol 'malo' vivieron más y tuvieron menos cardiopatías
Está claro que las personas mayores tienen más riesgos de sufrir problemas de corazón, pero según los autores de la investigación esto no tiene nada que ver con el llamado “colesterol malo”, que de hecho según ellos parece algo positivo.
Aunque en los últimos años se ha relacionado en repetidas ocasiones con enfermedades coronarias, infartos, enfermedad vascular periférica o aneurismas, el doctor Malcom Kendrick afirma una cosa muy distinta:
Los investigadores desunen dos realidades hasta ahora de la mano, el colesterol LDL y las muertes prematuras a causa de enfermedades cardiovasculares en mayores.
Sustentan sus conclusiones en datos de cerca de 70.000 personas y dicen que se impone revisar las directrices que se estaban siguiendo para poner freno a las cardiopatías....
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LIBERTAD DIGITAL
Adolfo D. Lozano es consumer advocate en salud, nutrición clínica y dermatología cosmética y autor del blog Juventud y Belleza. Miembro de la fundación médica Life Extension. Puede contactar con el autor en david_europa@hotmail.com
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LIBERTAD DIGITAL
Inflamación
El mito y el fraude del colesterol
Adolfo D. Lozano
"Reduce tu colesterol y prevendrás la enfermedad cardiovascular".
La mayoría de médicos, compañías farmacéuticas, enfermeros y personas dedicadas al ámbito sanitario creen fielmente este eslogan. Y no es para menos. Vivimos en una permanente colesterolfobia. Pero a pesar de la insistencia con la que desde hace décadas nos lo han repetido una y otra vez, este mensaje es más que cuestionable.
El principal y primer indicativo del desarrollo de enfermedad cardiovascular es el estrechamiento y endurecimiento de arterias debido a la placa acumulada, y esto es lo que denominamos arterioesclerosis.
El mito del colesterol puede validarse o refutarse sencillamente observando la correlación entre los niveles de colesterol y de placa. La búsqueda de dicha correlación se inició ya en 1961, cuando Mathur y sus colaboradores analizaron los niveles de colesterol y el grado de arterioesclerosis en las autopsias de 20 individuos, así como en otros 200 casos en la literatura científica.
Considerados ambos valores en las dieciséis horas tras el fallecimiento, fue imposible hallar un vínculo entre el colesterol y la placa arterial. En 1962, el American Heart Journal publicó una investigación del Dr. Marek que llegaba a la misma conclusión tras el estudio de 106 pacientes. Pero incluso décadas antes, podemos encontrar este hallazgo médico. En 1936, Lande y Sperry fueron incapaces de hallar correlación entre el colesterol y la placa. Todos estos estudios ponen patas arribas la presunta sabiduría convencional.
Más recientemente, en 2003, investigadores del Hecht and Harman of Beth Israel Medical Center de Nueva York emplearon tecnología de tomografías para comprobar hasta qué punto los medicamentos y terapias para reducir el colesterol reducían a su vez la placa.
La diferencia encontrada fue de cero. Los autores del estudio afirmaron que la creencia de que cuanto más bajo sea el colesterol LDL (llamado ‘malo’), mejor, no está sustentada por los cambios en la progresión de la placa arterioesclerótica. Un buen método de destruir el eterno mito del colesterol es mirar los ensayos clínicos con las estatinas, los fármacos por antonomasia para reducir el colesterol, así como los medicamentos mejor vendidos de toda la historia.
Por ejemplo, los ensayos HPS (Heart Protection Study) y el Scandinavian Simvastatin Survival Study hallaron que los medicamentos testados para reducir el colesterol eran igual de efectivos para aumentar la esperanza de vida independientemente de que apenas bajaran el colesterol o lo hicieran más de un 40%. Obsesionados como estamos con el colesterol, la propia comunidad médica sigue siendo incapaz de reconocer que las estatinas son efectivas en tanto pueden reducir la inflamación, no porque bajen el colesterol.
Además, las estatinas para reducir el colesterol conllevan diversos efectos secundarios, entre ellos ¡debilitan el corazón! (porque limitan la producción de la coenzima Q10, vital para el músculo del corazón, y activan el gen atrogin-1).
En primer lugar tendríamos que preguntarnos por qué hemos alcanzado estos niveles alarmantes de enfermedad cardiovascular. No en vano, las enfermedades cardiovasculares son hoy las responsables del mayor número de muertes en Occidente.
La verdadera curva ascendente de mortalidad cardiovascular empezó especialmente tras la Segunda Guerra Mundial, y de hecho aún en el siglo XIX la muerte por ataque cardíaco era muy poco frecuente. Si mirásemos hacia nuestro pasado y lo comparáramos con la actualidad, podemos observar que nuestra dieta ha sufrido cambios radicales en el último siglo.
Particularmente, es la epidemia de hidratos de carbono y de aceites vegetales ricos en Omega 6 (girasol, maíz, soja, margarinas) la que ha levantado una ola de inflamación causante de la tragedia cardiovascular de hoy.
Porque hoy no tenemos niveles destacables de colesterol mayores que antaño. Es más, el colesterol bajo está asociado con múltiples problemas de salud, cardiovasculares o neurológicos entre otros. No podríamos vivir sin colesterol.
Sin embargo, hoy sí padecemos un creciente nivel de inflamación que destroza nuestro corazón, el resto de nuestros órganos vitales y acaba con nuestras vidas.
Cómo hemos llegado a este dramático punto es la historia de la perversión de la ciencia a cuenta de la imposición de la dieta oficialmente correcta, a la que me he referido.
La mayoría de médicos, compañías farmacéuticas, enfermeros y personas dedicadas al ámbito sanitario creen fielmente este eslogan. Y no es para menos. Vivimos en una permanente colesterolfobia. Pero a pesar de la insistencia con la que desde hace décadas nos lo han repetido una y otra vez, este mensaje es más que cuestionable.
El principal y primer indicativo del desarrollo de enfermedad cardiovascular es el estrechamiento y endurecimiento de arterias debido a la placa acumulada, y esto es lo que denominamos arterioesclerosis.
El mito del colesterol puede validarse o refutarse sencillamente observando la correlación entre los niveles de colesterol y de placa. La búsqueda de dicha correlación se inició ya en 1961, cuando Mathur y sus colaboradores analizaron los niveles de colesterol y el grado de arterioesclerosis en las autopsias de 20 individuos, así como en otros 200 casos en la literatura científica.
Considerados ambos valores en las dieciséis horas tras el fallecimiento, fue imposible hallar un vínculo entre el colesterol y la placa arterial. En 1962, el American Heart Journal publicó una investigación del Dr. Marek que llegaba a la misma conclusión tras el estudio de 106 pacientes. Pero incluso décadas antes, podemos encontrar este hallazgo médico. En 1936, Lande y Sperry fueron incapaces de hallar correlación entre el colesterol y la placa. Todos estos estudios ponen patas arribas la presunta sabiduría convencional.
Más recientemente, en 2003, investigadores del Hecht and Harman of Beth Israel Medical Center de Nueva York emplearon tecnología de tomografías para comprobar hasta qué punto los medicamentos y terapias para reducir el colesterol reducían a su vez la placa.
La diferencia encontrada fue de cero. Los autores del estudio afirmaron que la creencia de que cuanto más bajo sea el colesterol LDL (llamado ‘malo’), mejor, no está sustentada por los cambios en la progresión de la placa arterioesclerótica. Un buen método de destruir el eterno mito del colesterol es mirar los ensayos clínicos con las estatinas, los fármacos por antonomasia para reducir el colesterol, así como los medicamentos mejor vendidos de toda la historia.
Por ejemplo, los ensayos HPS (Heart Protection Study) y el Scandinavian Simvastatin Survival Study hallaron que los medicamentos testados para reducir el colesterol eran igual de efectivos para aumentar la esperanza de vida independientemente de que apenas bajaran el colesterol o lo hicieran más de un 40%. Obsesionados como estamos con el colesterol, la propia comunidad médica sigue siendo incapaz de reconocer que las estatinas son efectivas en tanto pueden reducir la inflamación, no porque bajen el colesterol.
Además, las estatinas para reducir el colesterol conllevan diversos efectos secundarios, entre ellos ¡debilitan el corazón! (porque limitan la producción de la coenzima Q10, vital para el músculo del corazón, y activan el gen atrogin-1).
En primer lugar tendríamos que preguntarnos por qué hemos alcanzado estos niveles alarmantes de enfermedad cardiovascular. No en vano, las enfermedades cardiovasculares son hoy las responsables del mayor número de muertes en Occidente.
La verdadera curva ascendente de mortalidad cardiovascular empezó especialmente tras la Segunda Guerra Mundial, y de hecho aún en el siglo XIX la muerte por ataque cardíaco era muy poco frecuente. Si mirásemos hacia nuestro pasado y lo comparáramos con la actualidad, podemos observar que nuestra dieta ha sufrido cambios radicales en el último siglo.
Particularmente, es la epidemia de hidratos de carbono y de aceites vegetales ricos en Omega 6 (girasol, maíz, soja, margarinas) la que ha levantado una ola de inflamación causante de la tragedia cardiovascular de hoy.
Porque hoy no tenemos niveles destacables de colesterol mayores que antaño. Es más, el colesterol bajo está asociado con múltiples problemas de salud, cardiovasculares o neurológicos entre otros. No podríamos vivir sin colesterol.
Sin embargo, hoy sí padecemos un creciente nivel de inflamación que destroza nuestro corazón, el resto de nuestros órganos vitales y acaba con nuestras vidas.
Cómo hemos llegado a este dramático punto es la historia de la perversión de la ciencia a cuenta de la imposición de la dieta oficialmente correcta, a la que me he referido.
Nos han hecho creer que los hidratos de carbono son maná caído del
cielo –el azúcar o cereales en sus formas refinadas no existían antes– y
nos han aconsejado fervientemente el consumo de aceites vegetales ricos
en Omega 6 como las margarinas –antes de los procesos industriales no
existían estas grasas, ajenas a la humanidad hasta entonces.
Somos
víctimas en una sociedad crónicamente enferma porque seguimos presos de
demasiadas mentiras. La dieta ha sido capaz de llevarnos al abismo. Sólo
ella puede devolvernos un futuro mejor como individuos y sociedad.
Adolfo D. Lozano es consumer advocate en salud, nutrición clínica y dermatología cosmética y autor del blog Juventud y Belleza. Miembro de la fundación médica Life Extension. Puede contactar con el autor en david_europa@hotmail.com
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JUNIO 2016
El colesterol no provoca problemas al corazón, según el British Medical Journal
No
es una novedad que necesitamos esta sustancia para estar sanos.
Lo
sorprendente es que, según esta nueva investigación, el "colesterol
malo" es bueno, al menos en los mayores
Es más fácil añadir la pequeña rutina de la medicación que cambiar años y años de malas costumbres, como fumar o pasarse con las grasas saturadas.
Sabemos que las estatinas, los fármacos más habituales para bajar el colesterol, no hacen magia, pero el nuevo estudio va mucho más allá en sus conclusiones y dice que son directamente una pérdida de tiempo en mayores de sesenta años. No porque no consigan bajarlo, sino porque el colesterol alto, no causa cardiopatías.
Los mayores con altos niveles de colesterol 'malo' vivieron más y tuvieron menos cardiopatías
Está claro que las personas mayores tienen más riesgos de sufrir problemas de corazón, pero según los autores de la investigación esto no tiene nada que ver con el llamado “colesterol malo”, que de hecho según ellos parece algo positivo.
Aunque en los últimos años se ha relacionado en repetidas ocasiones con enfermedades coronarias, infartos, enfermedad vascular periférica o aneurismas, el doctor Malcom Kendrick afirma una cosa muy distinta:
“Lo que hemos encontrado en nuestro
análisis sistemático y detallado es que las personas mayores con altos
niveles de lipoproteínas de baja densidad (LDL), es decir, colesterol
'malo', vivieron más y tuvieron menos enfermedades del corazón”.
¿Y ahora qué?
Esta idea, que han publicado en 'BMJ Open Journal' y ha recogido 'The Telegraph', es revolucionaria y los investigadores sabían que se enfrentarían a una fuerte oposición, pero Kendrick no duda en calificar sus argumentos de sólidos y “absolutamente comprobados”.Los investigadores desunen dos realidades hasta ahora de la mano, el colesterol LDL y las muertes prematuras a causa de enfermedades cardiovasculares en mayores.
Sustentan sus conclusiones en datos de cerca de 70.000 personas y dicen que se impone revisar las directrices que se estaban siguiendo para poner freno a las cardiopatías....
Resultan funestas en especial las estadísticas manipuladas, gestionadas por estas industrias a nivel universal y recogidas por un gran numero de entidades médicas carentes de espíritu crítico; en especial los datos falseados sobre los niveles de colesterol abren la posibilidad a los médicos de convertir a cada paciente en un «cliente para toda la vida» y, de paso, a poder reajustar sus exigencias en cuanto a los honorarios que les pagan los seguros médicos.
Para mantener esta falsedad, organizada de forma propagandística para hablar mal del colesterol, los fabricantes de margarina y, sobre todo, la industria farmacéutica fabricante de medicamentos(las dañinas estatinas) contra la colesterolemia, pagan entre 50 y 75 millones de euros por estadística.
Merece la pena que sepas que todos los resultados negativos de la rebaja del nivel de colesterol obtenidos a lo largo de estudios estadísticos destinados a encubrir y acentuar la influencia del colesterol en el infarto de miocardio, no están demostrados .......http://www.ravnskov.nu/spmyth1.htm
En suma, quieren hacernos creer -a
pacientes y a médicos- que todo el mundo está de acuerdo en tres
verdades presentadas como absolutas y que son las que sostienen un
negocio fabuloso:
- Que la principal causa de los problemas cardiovasculares es el exceso en sangre de colesterol "malo" (LDL).
2) Que las estatinas previenen esa posibilidad porque bajan su nivel.3) Que ambas cosas están científicamente demostradas. Bueno, pues la realidad es que no es así.
Ni todo el mundo en la comunidad científica piensa que el colesterol tenga que ver con los accidentes cardiacos, ni todo el mundo cree que las estatinas prevengan los accidentes cardiovasculares al reducir el nivel de colesterol, ni todo el mundo está de acuerdo en que los estudios a largo plazo avalan esas afirmaciones.
Y como los razonamientos de quienes acusan al colesterol "malo" de tantos males y defienden las estatinas son de sobra conocidos permítasenos que, a título informativo, presentemos otros argumentos que suelen ocultarse para que cada cual decida por sí mismo.
¿ES EL COLESTEROL "MALO" EL RESPONSABLE DE LA APARICIÓN DE ACCIDENTES CARDIOVASCULARES? Hay quien piensa que no. Buena prueba de ello es que un grupo amplio de científicos, médicos, académicos y escritores sobre temas científicos y de salud de varios países se han reunido para formar La Red Internacional de Escépticos del Colesterol (THINCS) (www.thincs.org/index.htm) y poseen suficiente documentación como para tener entretenido a cualquiera durante semanas.
"Como la evidencia científica que avala la campaña anticolesterol es inexistente -afirman en su presentación- consideramos importante detenerla lo antes posible. Los miembros de este grupo representamos puntos de vista diferentes sobre la causa de la aterosclerosis y la enfermedad cardiovascular, algunos de ellos en conflicto con otros aunque eso es algo habitual en Ciencia.
Existen muchos trabajos que reivindican el papel benéfico del colesterol. Podríamos citar a muchos investigadores pero Ron Rosedale, especialista internacional en Nutrición y autor de El colesterol no es la causa de las enfermedades del corazón, resume con claridad el punto de vista de la mayoría:"No hay ningún tipo de vida en la Tierra -afirma- que pueda sobrevivir sin colesterol. Esto le dirá automáticamente que, en sí mismo, el colesterol no puede ser malo. De hecho es uno de nuestros mejores amigos. Nosotros no estaríamos aquí sin él.
Es más, la excesiva reducción del nivel de colesterol aumenta el riesgo de morir.
"Como quiera que la correlación entre el colesterol total y las enfermedades del corazón son débiles se buscó hace ya muchos años alguna correlación más fuerte.
Se afirmó así que hay un colesterol "bueno" llamado HDL y un colesterol "malo", el LDL. Representando el HDL a las lipoproteínas de alta-densidad y el LDL a las de baja-densidad. Entiéndase pues que tanto el LDL como el HDL son lipoproteínas, es decir, grasas combinadas con proteínas.
Hay sólo un tipo de colesterol
No existe eso de un colesterol "bueno" y un colesterol "malo". El colesterol es sólo colesterol. Y se combina con otras grasas y proteínas para ser conducido a través del torrente sanguíneo porque la grasa y nuestra sangre acuosa no se mezclan demasiado bien".
"Su cuerpo -subraya Rosedale sobre el papel clave del colesterol en la supervivencia de células y tejidos- fabrica y conserva el colesterol precisamente porque es importante -de hecho, vital- para la salud. Una de sus funciones es impedir que las membranas celulares se caigan a pedazos. Como tal, podría considerarse pues al colesterol como el superpegamento de las células.
Es un elemento imprescindible en cualquier tipo de reparación celular. Y se sabe que las enfermedades coronarias asociadas con los ataques cardíacos están causadas por daños en las paredes arteriales. Daño que causa inflamación. Y se considera cada vez más que la enfermedad coronaria que provoca ataques cardíacos está causada principalmente por una inflamación crónica".
Llegados a este punto adelantamos ya dos ideas sobre las que volveremos más adelante: la coincidencia de lo manifestado por Rosedale con lo que asevera el doctor Matías Rath quien lleva años sosteniendo que el colesterol es un mecanismo de reparación del daño sufrido por las paredes arteriales al agrietarse el colágeno de su tejido conjuntivo por deficiencias nutricionales y la constatación -cada vez más compartida- de que en el caso de accidentes cardíacos el efecto positivo que se logra a veces con las estatinas se debe en realidad a su capacidad antiinflamatoria y no a que reduzcan el nivel de colesterol.
"Un error que raramente se comete en ciencias puras como la Física -añade Roseadle- parece cometerse con frecuencia en Medicina. Y es confundir la correlación con la causa. Porque que haya una débil correlación entre el colesterol alto y los ataques cardíacos no significa que el colesterol alto sea la causa del ataque cardíaco. Ciertamente el pelo canoso está en correlación con el envejecimiento pero a nadie se le ocurriría decir por eso que las canas son la causa del envejecimiento.
Un ensayo finlandés publicado en 1975 sí parecía apoyar la eficacia preventiva de disminuir el colesterol tras seguir a los pacientes durante cinco años pero en diciembre del 1991 se analizaron los resultados a los 10 años y se constató que quienes continuaron cuidadosamente la dieta para rebajar el nivel de colesterol tenían el doble de posibilidades de morir por una dolencia cardiovascular. Añadiremos que el estudio más antiguo realizado sobre las causas de las dolencias cardíacas comenzó en 1948 en Framingham (Massachussets, EEUU).
Pues bien, poco antes de la Navidad de 1997 JAMA, el periódico de la Asociación Médica Americana, publicó un informe sobre el seguimiento realizado entonces que demostró que la grasa saturada reducía los infartos cerebrales. Preocupados ante la aparente contradicción se les planteó a los investigadores si no sería que los sujetos de la investigación habían muerto antes por accidentes cardíacos y por eso el número de infartos cerebrales era menor a lo que éstos contestaron:
"Tal hipótesis sería válida si hubiera una asociación nítida y directa entre la ingesta de grasas y las enfermedades del corazón. Y dado que nosotros no encontramos tal asociación utilizar la mortalidad por enfermedades del corazón es una explicación muy improbable para justificar nuestros resultados".
En pocas palabras: tras 49 años de investigación no se encontró relación alguna entre una dieta rica en grasas y las enfermedades del corazón.
Y por si fuera poco, en el Medical World News del 27 de marzo de 1992 se publicó otro estudio según el cual entre los adultos estudiados tras sufrir un ataque cardíaco mortal había tantas personas con un colesterol por encima de 300 como por debajo de 200.
Y en el nº 149 de la revista Atherosclerosis se afirmaría que más de la mitad de los pacientes admitidos en los hospitales con un ataque cardíaco presentaban unos índices normales de colesterol. EL MARKETING FARMACÉUTICO SEPULTA LOS DATOS Walter Harternbach, en su libro La mentira del colesterol, revisa otros datos generalmente ignorados de los que extrae cinco ejemplos:
1) En el estudio Simvastatin (4-SStudie) -en el que fueron controladas 4.444 personas- se constató que "un nivel elevado de colesterol no tiene influencia alguna en el desarrollo de la arteriosclerosis o de los infartos de miocardio. Carece de sentido pues tratar de reducir el colesterol y de ahí que no esté indicado".
2) El estudio Multifactorial Finlandés -que examinó los niveles de colesterol de 2.000 personas- demostró que entre quienes fueron tratados con fármacos anticolesterolemiantes hubo el triple de infartos y un tercio más de muertes que entre quienes no los tomaron.
3) En el estudio sobre el corazón Helsinki I (1987) realizado sobre 700 personas, al rebajar los índices de colesterol se registró un 40% más de efectos secundarios fatales que los observados en el grupo de control; y en el estudio Helsinki II (1993), realizado seis años más tarde, ese aumento llegó hasta el 50%. Es significativo también el aumento de casos de fallecimiento por cáncer al disminuir los niveles de colesterol: en el estudio Helsinki II alcanzó un valor del 43%.
4) En el estudio Framingham ya citado, al rebajar los niveles de colesterol se registró un notable incremento de los casos de fallecimiento por cáncer. En más de una investigación -como luego apuntaremos- se ha registrado tan notable "coincidencia": el riesgo de cáncer y de infarto de miocardio parece aumentar a consecuencia de la ingesta de los medicamentos destinados a rebajar los niveles de colesterol. Tras examinar los datos existentes sobre la relación ataques cardíacos-colesterol Harternbach formula tres conclusiones básicas:
1) El colesterol no tiene ninguna influencia en el desarrollo de la arteriosclerosis o el infarto de miocardio.
2) Los valores altos del nivel de colesterol están asociados a una alta esperanza de vida y a una menor frecuencia de los casos de cáncer.
3) La disminución del nivel de colesterol está asociada a numerosos fallecimientos y a una elevada incidencia en la aparición de cáncer".
Cabe añadir que a los ejemplos señalados por Harternbach se pueden añadir otros. En la misma dirección apunta por ejemplo otro informe titulado Necesidad de cambiar la dirección de la medicación relacionada con el colesterol. Un problema de gran urgencia dirigido por Yakugaku Zasshi y publicado en el Journal Pharmaceutical Society de Japón- pues en él se afirma que "el nivel de colesterol total alto no se asocia con una alta mortalidad coronaria en poblaciones de más de 40-50 años de edad. Más importante aún: los valores de colesterol totales más altos se asocian a menores proporciones de cáncer y de todo tipo de mortalidad en estas poblaciones".
Y aunque a algunos les cueste creerlo hay un largo etcétera de estudios parecidos. A PESAR DE LO CUAL LOS NIVELES DE COLESTEROL CONSIDERADOS "ACEPTABLES" SIGUEN BAJANDO
El lector debería saber que, en el actual sistema médico-industrial, para multiplicar el número de enfermos -y, por tanto, el número de ventas de un medicamento- basta con reunir a un panel de "especialistas" y que éstos decidan que la cifra de determinado factor -el colesterol, en este caso- debe ser como máximo de la cantidad "X".
Con esa simple decisión millones de personas que hasta ese día y hora estaban sanísimas pasan automáticamente a ser "enfermas" y, por ende, en potenciales víctimas de un accidente cardíaco.
Y, por supuesto, para que esa posibilidad no se produzca deben medicarse de inmediato. Así se hizo con el colesterol y las estatinas. Y con muchos otros fármacos. Un negocio redondo. Basta revisar algunas cifras para comprobarlo. En la década de los noventa del pasado siglo XX estaban en tratamiento con estatinas trece millones de norteamericanos según datos de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos.
En el 2001, sin embargo, un panel de expertos decidió cambiar esas normas y el número de consumidores de estatinas pasó así a ser de golpe de 36 millones. Y en el 2004 otra nueva reunión permitió bajar de nuevo la cifra de colesterol aceptable con lo que el número de estadounidenses que pasó a "beneficiarse" del consumo de estatinas pasó a ser de 40 millones. Pero la corrupción acaba siempre -antes o después- saliendo a la luz. Y esa nueva decisión de bajar la cifra aceptable de colesterol fue ya denunciaba abiertamente por el prestigioso diario USA Today el 16 de octubre del 2004 con estas palabras referidas a quienes la tomaron:
"Dirigían influyentes grupos médicos, fueron protagonistas en prestigiosos congresos, publicaban trabajos en las principales revistas y eran gigantes indiscutibles en su campo. Pero cuando hace poco esos médicos asesoraron al Gobierno sobre las nuevas recomendaciones para el público con respecto al colesterol hubo algo más que todos ellos tenían en común y que no se dio a conocer:
ocho de los nueve cobraban dinero de las propias compañías cuyos productos para reducir el colesterol recomendaban a millones de estadounidenses.
Otro de los efectos secundarios de las estatinas:
Dos eran accionistas de ellas. Otros dos comenzaron a trabajar para laboratorios poco después de hacer las recomendaciones. Otro era un científico 'senior' del Gobierno que también ofrece sus servicios a diez compañías e incluso pertenece a uno de sus directorios. Con lo que ahora los grupos de consumidores -y otros- no sólo cuestionan las sugerencias de esos médicos sino también su capacidad para trabajar en pos de los intereses del público. Y esto pasa mientras algunas de esas compañías presionan al Gobierno para que permita que los fármacos que son objeto de esta controversia -estatinas como Lipitor y Zocor- sean de venta libre.
Obviamente hay médicos prestigiosos, vinculados a los laboratorios fabricantes de estatinas, que apoyan esa aprobación". En este caso la situación más impresentable era la del doctor H. Bryan Brewer -Jefe de la División de Enfermedades Moleculares del National Heart, Lung and Blood Institute- que llegó a recibir 200.000 dólares de intereses privados externos mientras ocupaba su puesto en un organismo público como el NIH estatal. ¿Puede alguien mantener en serio que tales expertos emiten juicios independientes ante estos datos? "Los conflictos de intereses son cada vez más habituales ahora que dos tercios de las investigaciones médicas en las universidades son financiadas por la industria privada -añadía el reportaje del USA Today-. Veinte años atrás esta cifra sólo alcanzaba un tercio.
'El gobierno no está produciendo medicamentos. Todos los grandes ensayos de estatinas han sido financiados por las compañías', dijo el Dr. Scott Grundy, cardiólogo del University of Texas Southwestern Medical Center que encabezó el panel sobre colesterol.
El Gobierno tiene sus propios problemas. Hace una década se derogó la prohibición de realizar asesoramiento privado a los empleados públicos y en los últimos años hemos asistido a un escándalo tras otro por científicos federales que aceptaron dinero de compañías directamente afectadas por sus decisiones".
No es de extrañar pues que más de 30 médicos, investigadores en materia de sanidad y científicos pusieran su firma en una contundente carta dirigida al Director de los Institutos Nacionales de la Salud en la que afirmaban "que las directrices, con sus recomendaciones para terapias farmacológicas, no están justificadas por argumentos de peso científico" (el subrayado es nuestro).
Pero una vez puesta la maquinaria en marcha no hay quien la detenga. Con los niveles de colesterol "aceptables" a mínimos absurdos -¡qué importa lo que digan los investigadores independientes!- nadie puede impedir ya que los más de 3.000 millones de dólares anuales que sólo en publicidad directa de fármacos y enfermedades se gastan las farmacéuticas en Estados Unidos alcancen su objetivo: hacer creer a gente sana que está enferma. Una estrategia que se apoya también -entre otras cosas- en las ayudas que la industria da a las "asociaciones de pacientes" para controlarlas, en el dinero que invierten en las interesadas separatas especiales de las publicaciones científicas y en los millones de dólares que invierten en empresas de relaciones públicas para que éstas contacten en todo el mundo con periodistas -en general acríticos y pésimamente formados en este ámbito- así como con todo aquel que tenga cierto poder de decisión.
Sin olvidar, por supuesto, a los visitadores médicos y a los propios médicos, invitados una y otra vez a "congresos" a los que no sólo acuden gratuitamente sino que a veces incluso son pagados sólo por asistir y a los que se hacen todo tipo de "regalos". Dinero sobra. Incluso para pagar a gente que se dedica sólo a desprestigiar toda voz discrepante independiente. Y al final, como una mancha de aceite, la idea acaba imponiéndose en las consultas de los médicos que en cuatro minutos atienden a sus pacientes y tras echar un vistazo a los análisis prescriben de inmediato a muchos de ellos cualquiera de las muchas estatinas que ya se comercializan para reducir "ese nivel de colesterol tan alto que tienen". La mentira completa así el círculo y los pacientes, engañados, se medican sin necesidad. EL RIESGO-BENEFICIO DE LAS ESTATINAS Ray Moynihan, periodista especializado en temas de salud y en las técnicas de marketing de la industria para vender fármacos y enfermedades, resume así en su libro Medicamentos que nos enferman e industrias farmacéuticas que nos convierten en pacientes la controversia sobre el uso de las estatinas:
"En definitiva, para muchos otros hombres (aquellos que no han padecido ningún accidente cardiovascular) y mujeres sanas no existen pruebas de peso que demuestren que estos fármacos puedan contribuir significativamente a prevenir una muerte prematura. (…)
El uso del miedo para comercializar las estatinas ha escandalizado a los científicos independientes, consumidores y médicos en todo el mundo. La preocupación es por partida doble:
En primer lugar, para la mayoría de las personas a quien va dirigido este marketing masivo no hay pruebas fidedignas que acrediten que las estatinas reduzcan las posibilidades de morir prematuramente. En segundo lugar, y más relevante, el foco promocional sobre el colesterol desvía la atención de otros métodos más eficaces y eficientes para prolongar y mejorar la vida".
La verdad es que los trabajos que apuntan que el tratamiento preventivo con estatinas por su acción sobre el colesterol podría evitar la muerte por accidente cardiovascular son escasos y nada concluyentes. De hecho investigadores de la Universidad de la Columbia Británica (Canadá) elaboraron un meta-análisis reuniendo datos de cinco ensayos independientes de gran envergadura concluyendo que las estatinas reducen los infartos y los ictus en un porcentaje ínfimo: un 1,4%. Porque eso significa que de 71 pacientes hipercolesterolémicos tratados preventivamente con estatinas durante cinco años se prevendría ese problema ¡en un sólo caso! Y algo más significativo aún: la tasa de efectos secundarios era del 1,8% superando la capacidad preventiva. Mike Adams, periodista también especializado en temas de salud, publicó en julio del 2004 un artículo titulado Alerta sobre un fraude médico:
Las estatinas que reducen el colesterol no salvan ninguna vida (puede leerlo en www.newstarget.com/z001268.html) en el que señalaba: "Una revisión crítica de trece ensayos clínicos publicada en JAMA -el periódico de la Asociación Médica Americana- revela algunos hechos sorprendentes sobre las estatinas: 1) Las estatinas no han salvado una sola vida. 2) A nivel preventivo las estatinas son absolutamente inútiles. 3) Las estatinas no reducen el riesgo de muerte ni siquiera en los casos de personas con el colesterol alto. 4) No hay un solo estudio que demuestre que las estatinas alargan la vida de las mujeres." Dejamos claro de nuevo que muchos de los científicos, investigadores y especialistas en salud que se muestran contrarios a la extensión de las estatinas como medicamento preventivo no discuten su valor en el caso de accidentes cardiovasculares, discuten que consigan mejorar el estado del enfermo mediante la reducción del colesterol. De hecho este mismo año se ha publicado en Annals of Internal Medicine un estudio en el que se afirma que las estatinas y los betabloqueantes usados para reducir la presión sanguínea reducen el índice de ataques cardíacos. Realizado por el Kaiser Permanente Health Insurance y científicos de Stanford y de la Universidad de California el estudio indica que el efecto beneficioso de las estatinas se debe a que disminuye la inflamación de las arterias. Cuestión distinta es si la acción de las estatinas sobre el colesterol es beneficiosa y si los riesgos que afrontan los pacientes que las toman durante mucho tiempo de forma preventiva se justifican. Porque debe saberse que para bajar el nivel de colesterol las estatinas actúan bloqueando una enzima denominada HMG-CoA reductasa que controla la formación de colesterol en el organismo.
El problema es que esa enzima es necesaria para la producción de la coenzima Q-10 que juega un papel muy importante en la producción de Adenosín Trifosfato o ATP, es decir, la molécula que interviene en todas las transacciones de energía que se llevan a cabo en las células. Se trata pues de una coenzima que está presente en cada una de las células de nuestro cuerpo pero que se concentra especialmente en las más activas que son las del corazón siendo por tanto indispensable para su correcto funcionamiento. Por lo que usar estatinas para "prevenir" ataques cardíacos alegando que bajan el nivel de colesterol es una incongruencia ya que pueden terminar provocándolos si genera un déficit de Q-10. Y lo que sí está demostrada es la relación entre una carencia de esa coenzima y el deterioro de la función del miocardio, las disfunciones hepáticas y las miopatías, incluidas la cardiomiopatía y el fallo cardiaco congestivo.
El doctor Peter H. Langsjoen, especialista en el ámbito de la seguridad de las estatinas, revelaba en uno de sus trabajos -Cardiomiopatía inducida por las estatinas- que tras 17 años de experiencia con ellas había observado un incremento dramático de los fallos cardíacos como efecto secundario de su ingesta. Una circunstancia, debemos suponer, que era perfectamente conocida por las compañías farmacéuticas ya que en los años 1989 y 1990 la Merck patentó el uso de la coenzima Q-10 en combinación con las estatinas para prevenir y tratar estas complicaciones (Brown MS. Coenzyme Q-10 with HMG-CoA reductase inhibitors. United States Patent, 4, 933,165. Jun,12,1990). Y en la patente de Merck se puede leer con toda claridad: "(...) since coenzyme Q-10 (...) is of benefit in congestive Heart Failure, the combination with HMG-CoA reductase inhibitors(statins) should be of value in such patients who also have added risk of high colesterol".
Es decir, "(...) dado que la coenzima Q-10 (...) ofrece beneficios en los casos de fallos cardiacos congestivos la combinación de esta sustancia con los inhibidores de HMG-CoA reductasa (estatinas) sería importante en aquellos pacientes con el riesgo añadido de tener el colesterol alto". A pesar de lo cual, que se sepa, la empresa jamás mostró especial interés en trasladar a pacientes y médicos la importancia de suplementar con coenzima Q-10 la prescripción de estatinas.
Los daños musculares -y no olvidemos que el corazón es un músculo- provocados por las estatinas como efectos secundarios son los más conocidos desde hace tiempo. Ya en agosto del 2001 Bayer se vio forzada a retirar del mercado Baycol (cerivastatin) después de que se relacionaran con ese medicamento al menos 52 muertes. Y varios de los pacientes que tomaron Baycol para reducir su nivel de colesterol fueron diagnosticados con un padecimiento conocido como rabdomiolisis, enfermedad de las fibras musculares que se descomponen liberando sus restos en la circulación y causando necrosis tubular aguda, insuficiencia renal y, en algunos casos, la muerte. Y no son sólo los daños musculares o hepáticos. Aún hay más.
Duane Graveline -conocido popularmente en Estados Unidos como "Doc" Graveline- ha sido especialista en Medicina Aeroespacial, astronauta, cirujano de vuelo y médico de familia durante más de 20 años. Pues bien, tras un episodio de amnesia sufrido como efecto secundario de la ingesta de la estatina Lipitor -recetado para controlar su colesterol "no demasiado alto"- decidió investigar en profundidad sobre el riesgo-beneficio de las estatinas.
Y fruto de ese trabajo fue la página web www.spacedoc.net y el libro Statin Drugs - Side Effects en cuyo prólogo puede leerse:
"Si consume usted Vytorin, Lipitor, Zocor, Crestor, Mevacor, Pravachol o Lescol debería leer este libro. La mayoría de los efectos secundarios de las estatinas son desconocidos por sus ocupados doctores. Aunque ya conocen los problemas que pueden causar en los músculos y en el hígado pocos han oído hablar de la amnesia y otras formas de trastorno de memoria; y menos todavía de la hostilidad, agresividad y depresión profunda relacionadas con las estatinas. ero más ominoso aún es el trabajo de Muldoon que señala que con pruebas suficientemente sensibles se demuestra que el 100% de los consumidores de estatinas padece un déficit cognoscitivo.
El inaceptable legado actual del uso de estatinas en altas dosis es un sendero de dolores crónicos, entumecimiento, debilidad, confusión, fatiga, respiración agitada y deficiencia cardiaca en millares de víctimas confiadas.
Muchos médicos se han vuelto víctimas del uso de las estatinas y, como el autor, ahora sospechan que el mensaje de los persuasivos representantes de las farmacéuticas puede no haber sido nunca verdad". En una entrevista que le hizo el doctor Jay S. Cohen a Graveline -léala en www.MedicationSense.com- éste apuntaba además en una dirección que puede resultar sorprendente, aterradora, pero en algunos casos también esperanzadora. "Los médicos, como sus pacientes -contestaba Graveline a una de las preguntas-, ignoran por completo el problema de los efectos secundarios cognitivos de las estatinas. Una y otra vez aseguran y tranquilizan a sus pacientes preocupados y les dicen que sus lapsos de memoria son 'los esperados para su edad', quizás un 'toque de senilidad' o incluso 'Alzheimer temprano'. Y ahora, tras más de diez años de prescribir estatinas y tranquilizar a los pacientes sobre su seguridad, lo último que un médico quiere oír es que ha estado equivocado durante tanto tiempo".
La pregunta es obvia: ¿tiene usted problemas cognitivos y ha estado tomando durante años estatinas para controlar el colesterol? Porque si es así quizás ni su médico ni usted hayan asociado hasta ahora ese problema con las estatinas pero resulta que ¡podrían ser la causa! Si, tal y como sostiene Graveline, algunos de los problemas cognitivos hoy diagnosticados como irrecuperables fueran el producto de la ingesta prolongada de estatinas la solución preventiva estaría precisamente en no tomarlos. No estaría pues de más que los médicos que atienden a este tipo de pacientes se ocuparan de saber si los mismos tomaron estatinas y durante cuánto tiempo. Sería un buen comienzo.
En julio del 2003 la revista Pharmacotherapy publicaba La pérdida de memoria asociada a las estatinas:
análisis de 60 informes de casos y revisión de la literatura. El artículo examinó 60 casos de deterioros cognoscitivos asociados a las estatinas y recogidos del propio sistema de vigilancia Medwatch de la FDA. Bueno, pues según las conclusiones esos deterioros estaban relacionados con las dosis: a más fuerte el medicamento y la dosis, mayor el riesgo. Avalando así las conclusiones alcanzadas por Graveline. Otro dato bastante ignorado es que los estudios sobre la eficacia de las estatinas suelen ser bastante sesgados. De hecho en más del 80% de los casos se realizaron con hombres y no con mujeres. Y raramente se han tenido en cuenta que quienes las toman suelen padecer otras patologías.
Precisamente al considerar que los pacientes con patologías subyacentes podrían experimentar serios efectos secundarios el Ministerio de Salud de Canadá obligó el pasado año a los fabricantes de medicamentos -entre ellos los de Lipitor (atorvastatin), Zocor (simvastatin), Mevacor (lovastatin), Lescol y Lescol XL (fluvastatin), Pravachol (pravastatin) y Crestor (rosuvastatin) a que cambiaran la información sobre la seguridad de sus productos y remarcaran el potencial de daño muscular en pacientes que consumen alcohol, toman otros medicamentos, padecen problemas renales o hepáticos, son diabéticos, hacen excesivo ejercicio físico, están embarazadas (parece que podría causar malformaciones en el feto), padecen de tiroides, han sufrido daños musculares o en los tejidos (cirugía)... y algunas otras patologías más. RESPUESTA INFLAMATORIA En suma, ha llegado el momento de comenzar a contemplar el papel del colesterol y de todo el arsenal de medicamentos desarrollados en su contra de otra manera. ¿O cuando suena la alarma en su casa la apaga usted en lugar de comprobar por qué suena? "Cuando el daño en las paredes arteriales se produce y la inflamación comienza -escribe Ron Rosedale en su libro El Colesterol no es la causa de las enfermedades del corazón- se liberan mediadores químicos para que el daño pueda repararse. El hígado se pone en marcha para reciclar o fabricar colesterol dado que ninguna célula, humana o de cualquier otro tipo, puede hacerse sin él.
En este caso el colesterol está siendo elaborado y distribuido en su torrente sanguíneo para ayudar a reparar el tejido dañado y, de hecho, para mantenerlo vivo.
Si el daño es excesivo es necesario distribuir colesterol extra a través del torrente sanguíneo. No parece muy inteligente pues reducir simplemente el colesterol y olvidarse de por qué está allí. Mucho más inteligente parece reducir la necesidad extra de colesterol, el daño excesivo que está teniendo lugar, la razón para la inflamación crónica". Y formulado así el problema no falta quien ha formulado también la solución desde los mismos planteamientos. "El colesterol, los triglicéridos, las lipoproteínas de alta y baja densidad (HDL y LDL) y demás productos metabólicos -escribe Matías Rath en su libro Por qué los animales no sufren infartos y los hombres sí- son recursos reparadores por excelencia y su nivel en la sangre se incrementa como consecuencia del debilitamiento de las paredes arteriales. Si las paredes de los vasos sufren un debilitamiento crónico la demanda de reparación se hará cada vez mayor y la velocidad con que el hígado produce esas moléculas irá en aumento. Debido pues a ese aumento de la producción de colesterol y otros factores de reparación en el hígado el nivel de tales moléculas en la corriente sanguínea crece convirtiéndolas al cabo de cierto tiempo en factores de riesgo de enfermedades cardiovasculares.
En resumen, la medida más importante para reducir el nivel de colesterol y otros factores de riesgo secundarios consiste en fortalecer las paredes arteriales reduciendo la demanda metabólica de un aumento de la producción de estos factores por el hígado. (…) Y los únicos dos factores que pueden influir en la salud cardiovascular son la dieta y, sobre todo, un aporte de nutrientes esenciales concretos que regulen el metabolismo celular". Este planteamiento de Rath podría incluso explicar los sorprendentes datos de algunos estudios citados anteriormente en los que la existencia de altos niveles de colesterol se relaciona con menos casos de cáncer. Todo apunta a que el colesterol, al proteger las paredes de los vasos, impediría la migración de las células tumorales a través de ellos, una de las hipótesis de explicación de las metástasis. Por ello da tanta importancia Rath a la vitamina C y a dos aminoácidos como la lisina y la prolina pues, junto a otros nutrientes, actúan como protectores del colágeno del tejido conjuntivo en las paredes de los vasos y arterias protegiendo así de las dolencias cardiovasculares (vea lo ya publicado al respecto en el nº 64 de la revista al hablar sobre la Medicina Celular en la sección de Reportajes de nuestra web). Confiamos en que a partir de ahora empiece usted a mirar el colesterol con otros ojos. http://www.dsalud.com/numero90_1.htm
A continuación una selección de comentarios críticos vertidos por algunos científicos: Mary Enig es una experta internacional en la bioquímica de los lípidos, nutricionista y Editora Consultora de varias publicaciones científicas, entre ellas del Journal of American College of Nutrition. Además es la Presidenta de la Maryland Nutritionists Association. Ha publicado numerosos trabajos científicos sobre alimentos, temas relacionados con la nutrición, aceites y grasas en los alimentos, varios capítulos en libros sobre nutrición y un libro sobre colesterol, aceites y grasas en las dietas (90a). Su tema de investigación principal han sido los riesgos asociados con el alto consumo de ácidos transgrasos. En una entrevista se le consultó si las grasas saturadas provocan infartos: “La idea de que las grasas saturadas provocan infartos es errónea, pero esa afirmación ha sido ‘publicada’ en tantas ocasiones en las últimas tres décadas o más que es muy difícil convencer al público de lo contrario excepto que quieran tomarse el tiempo de leer y aprender sobre todos los factores políticos y económicos que han generado una agenda anti- grasas saturadas”. Ver además el trabajo publicado junto con The Oiling of America de Sally Fallon. .
Michael Gurr
es profesor adjunto de bioquímica de la
Facultad de Ciencias Moleculares y Biológicas de Oxford, editor en
jefe de Nutrition Research Reviews y editor de tres publicaciones
científicas. El Profesor Gurr en una larga revisión acerca de la
cardio-dieta (91):
concluye: “Los
argumentos y la discusión de las pruebas científicas presentados en
esta revisión no serán convincentes para ‘aquellos’ expertos
que ya hayan tomado una decisión, por los motivos que fueren, ya
sean estrictamente científicos o políticos, respecto de que los
ácidos grasos son causantes de coronariopatías. Sin embargo, espero
que algunos lectores que no estuvieran al tanto de las falencias en
la hipótesis de los lípidos, se hayan convencido de que la relación
entre las grasas que consumimos y la probabilidad de morir a causa de
un infarto no es tan lineal como pretenden establecer estas
afirmaciones simplistas”.
George Mann,
es un profesor retirado de
medicina y bioquímica de la Universidad de Vanderbilt de Tennessee.
A partir de sus estudios de la tribu Masai (Ver Sección 3) descubrió
que la dieta no podía ser la causa principal del alto nivel de
colesterol y de las enfermedades coronarias.
En 1977 ya había
publicado en el New England Journal of Medicine un fuerte argumento
contra la cardio-dieta en el que citaba la ausencia de una relación
entre los hábitos alimentarios y el nivel de colesterol en sangre,
la falta de relación entre las tendencias de este siglo en cuanto al
consumo de grasas y la tasa de mortalidad en los Estados Unidos, y
los decepcionantes resultados de los ensayos sobre reducción del
colesterol (92).
Ocho años luego de iniciada la
campaña del colesterol, Mann resumió sus críticas en Nutrition
Today (93).
De acuerdo a
Mann, la cardio-dieta es “la mayor decepción científica de
nuestros tiempos”.
Mann es
particularmente crítico de los ensayos sobre la reducción del
colesterol y declaró al respecto que “nunca en la historia de la
ciencia tantas investigaciones tan costosas han fallado tan
consistentemente”.
El Profesor Mann
también ha criticado a los directores del ensayo Lipid Research
Clinics (LRC) que sirvió de fundamento para la campaña contra el
colesterol.
Los resultados
sin fundamentos de este estudio no impidieron que “se jactaran de
este descubrimiento catastrófico”. Y
agregó que “los directores del Nacional Institute of Health han
utilizado la publicidad de Madison Avenue para vender este fallido
estudio del mismo modo que los publicitarios venden desodorantes.
El Consenso de
Bethesda no ha reconocido que el ensayo LRC, como muchos otros
anteriores, está diciendo firme y claramente ‘No, la dieta que han
utilizado no es una manera eficaz de controlar la colesterolemia o de
prevenir la coronariopatía y la droga que tan generosamente han
estado probando para los laboratorios tampoco es eficaz’”.
Las personas que se enfrentan a
tantos hechos distorsionados acerca de la dieta, el colesterol y las
enfermedades cardíacas con frecuencia me preguntan por qué tantos
científicos aceptan sin cuestionamientos la idea de la cardio-dieta.
Este es el comentario del Profesor Mann: “Por
miedo a perder fondos, los científicos que deberían alzar la voz y
detener este despilfarro anticientífico guardan sospechoso silencio,
silencio que ha postergado en una generación la solución para la
enfermedad coronaria”.
El Profesor Mann
nos da algo de esperanza al final de su artículo en Nutrition Today
(93):
“Aquellos que manipulan los datos no se dan cuenta de que no puede
distorsionarse permanentemente la naturaleza de las cosas, no se
puede ignorar permanentemente las verdaderas explicaciones.
Inexorablemente la verdad saldrá a la luz y quedará expuesto el
engaño. A su debido tiempo se conocerá la verdad. Esta es la
bendición liberadora en esta triste secuencia”.
- Michael F.
Oliver, ex profesor y director
del Wynn Institute de Investigación Metabólica de Londres, fue uno
de los primeros en demostrar que, en general, los pacientes con
patologías coronarias tenían niveles anormales de distintas grasas
en sangre con mayor frecuencia que los controles.
El Profesor
Oliver aún piensa que las personas con patologías de metabolismo de
colesterol heredadas, o aquellas personas con muy alto riesgo
cardiovascular pueden obtener beneficios a partir de la disminución
de los niveles de colesterol, pero en varios trabajos ha advertido
acerca de las campañas para reducir el colesterol en la población
en general:
“Las dudas
sobre la naturaleza promocional de estas campañas no son populares.
Quienes dudan son despreciados, aunque esto no tiene importancia.
Pero se trata de un tema muy serio si se gastan grandes sumas de
dinero y se hacen cambios importantes en el estilo de vida de las
personas normales cuando las pruebas acumuladas demuestran que la
mortalidad total no se modifica o incluso se incrementa” (94).
Una y otra vez el
profesor Oliver ha criticado a quienes piensan que el aumento de la
mortalidad por causas no médicas observada en muchos estudios es
producto del azar. Por el contrario, el piensa que la disminución
del colesterol en sangre puede ser peligrosa:
“Se sabe muy
poco acerca de los efectos a largo plazo de la disminución de la
concentración de colesterol en los compuestos de las membranas
celulares” (95).
Según el
Profesor Oliver nuestro organismo puede regular los intentos de
reducir el colesterol en la mayoría de los casos, pero “¿esos
mecanismos homoestáticos (regulatorios) serán eficaces en todos los
pacientes, todo el tiempo y en todas las células, en particular en
las células en las cuales las funciones biológicas se ven afectadas
por otras razones? ¿Estas dudas no se despejarán por muchos años
más?” (95).
Oliver
MF. Consensus or nonsensus conferences on coronary heart disease. The
Lancet 1985;1:1087-1089.
- Oliver MF. Dietary fat and
coronary heart disease. British Heart Journal
1987;58:423-428.
- Oliver MF. Reducing cholesterol does not reduce
mortality. Journal of the American College of Cardiology
1988;12:814-817.
- Oliver MF. Doubts about preventing coronary
heart disease. Multiple interventions in middle aged men may do more
harm than good. British Medical Journal
1992;304:393-394.
- Oliver MF. National cholesterol policies.
European Heart Journal 1993;14:581-583.
Edward R.
Pinckney es editor de
cuatro publicaciones médicas y ex co-director del JAMA, el Journal
of the American Medical Association. En 1973, junto con su esposa,
publicó un libro titulado La controversia del colesterol (The
Cholesterol Controversy) (97)
que resume las inconsistencias acerca de la idea del colesterol.
El Dr. Pinckney
describe todos los factores que influencian el nivel de colesterol en
sangre en las personas sanas y la dificultad de obtener una medición
confiable de los niveles de colesterol debido a la falta de certeza
de los análisis:
“El nivel de
colesterol en sangre es, en el mejor de los casos, sólo una
indicación aproximada de una gran cantidad de distintas condiciones
patológicas. En el peor de los casos, puede ser más la causa del
estrés y de las patologías provocadas por el estrés. Modificar el
estilo de vida como consecuencia de este análisis en particular
podría ocasionar más complicaciones que beneficios”.
Vale la pena citar el inicio del capítulo
1 del libro de Pinckney: “
El miedo a la
muerte, si es una de las tantas
personas que sufren de esta preocupación morbosa, puede haberlo
transformado en una víctima de la controversia del colesterol. Si
cree que puede protegerse de la muerte provocada por un infarto
modificando el nivel de colesterol en sangre, ya sea a través de la
dieta o del consumo de medicamentos, de hecho está siguiendo un
régimen que aún no tiene sustento. En realidad ha quedado presa,
como consumidor, de ciertos intereses comerciales y grupos de la
salud que están más interesados en su dinero que en su salud”.
Raymond Reiser
es un ex profesor de bioquímica de la
Universidad A&M de Texas.
En 1973 criticó
la recomendaciones para el tratamiento de la hipercolesterolemia a
través de la dieta: “Las autoridades citadas por estos autores no
constituyen una fuente primaria sino que ha publicado una revisión
similar a la suya.
Esta práctica de
citar segundas o terceras fuentes, cada una basándose en la
anterior, es la que ha llevado a la aceptación de hecho de un
fenómeno que podría no existir” (98).
En otra cita, el
Profesor Reiser sostiene (99):
“Tendríamos
que ser muy audaces para tratar de persuadir a una gran franja de la
población mundial acerca de modificar sus dietas y amenazar a
importantes ramas de la agricultura y emprendimientos agrícolas con
los resultados de investigaciones basadas en el ensayo y error, sin
controles y primitivas. Ciertamente, la ciencia moderna es capaz de
mejores investigaciones cuando hay tanto en juego”.
Paul Rosch
es Presidente del American Institute of
Stress, Profesor Clínico de Medicina y Psiquiatría de la Facultad
de Medicina de Nueva York, Vice-presidente Honorario de la
International Stress Management Association y Presidente de su rama
estadounidense. Es editor y subeditor de tres publicaciones médicas
muy reconocidas, ha sido integrante de los comités de muchas otras
publicaciones y ha sido Presidente de la Sociedad de Medicina Interna
del Estado de Nueva York como Presidente de la International
Foundation for Biopsychosocial Development and Human Health, y ha
sido consultor experto sobre Estrés para el United States Center for
Disease Control.
Durante cuarenta
y cinco años ha escrito sobre el papel del estrés en la salud y la
enfermedad, con particular énfasis en las patología cardiovascular
y el cáncer. Ha aparecido en gran cantidad de programas televisivos
nacionales e internacionales como The Today Show, Good Morning
America, 60 Minutes, Nova, y presentaciones en las cadenas CBS, NBC,
PBS, BBC y CBC. Sus editoriales y comentarios han aparecido en las
principales publicaciones médicas. Además, el Profesor
Rosch ha sido
entrevistado y citado en gran cantidad de los principales periódicos
y revistas estadounidenses.
Como autor del
Boletín del American Institute of Stress, el Profesor Rosch ha
publicado varios artículos sobre la hipótesis del colesterol y la
idea de la cardio-dieta: “Se ha generado una cruzada masiva para
‘reducir el nivel del colesterol’ a través de un control
estricto de las grasas en la dietas, acompañadas con un tratamiento
farmacológico agresivo. Gran parte del impulso para esta campaña
surge a partir de la especulación y no de la existencia de sólidas
pruebas científicas”. El
Profesor Rosch sostiene que el resultado es bien conocido:
“El
lavado de cerebro es tan importante, que la gente cree que cuanto más
bajo sea el nivel de colesterol, seremos más sanos o viviremos por
más tiempo. Y nada está
más lejano de la verdad”. ¿Cómo
es posible sostener estos argumentos año tras año?
El profesor Rosch
tiene varias explicaciones: “El
cartel del colesterol de la compañías farmacéuticas, los
fabricantes de alimentos con bajo contenido de lípidos, los sistemas
para hacer análisis de sangre, y otra gran cantidad de grupos con
intereses financieros han desarrollado una campaña promocional muy
exitosa. Estos grupos tienen tanto poder que han podido infiltrarse
en los organismos regulatorios y gubernamentales que normalmente nos
protegen de estos dogmas sin fundamentos”.
El Profesor Rosch
además nos recuerda que los médicos en ejercicio de la profesión
reciben la mayor parte de la información de las compañías
farmacéuticas. Pero a diferencia de sus pares hace medio siglo, la
mayoría de los médicos no disponen del tiempo ni poseen la
capacidad para evaluar críticamente dichos informes, muy pocos saben
algo acerca de la investigación, así como tampoco lo sabía la
generación que los formó”.
Ray Rosenman
es Director retirado de Investigación
Cardiovascular en el Programa de Ciencias de la Salud de SRI
International en Menlo Park, California, y director asociado de
medicina del Mt Zion Hospital and Medical Center en San Francisco.
Se ha desempeñado
como cardiólogo e investigador desde 1950. Ha publicado cuatro
libros y muchos capítulos en libros y artículos científicos sobre
patologías cardiovasculares. Su principal interés ha sido la
influencia de factores neurogénicos y psicológicos sobre los
lípidos en la sangre (100),
pero también ha escrito revisiones críticas acerca de la idea de la
cardio-dieta.
Esta es la
conclusión de su revisión más reciente:
“Estos datos
llevan a la conclusión de que ni la dieta, ni los lípidos séricos,
o sus cambios, pueden explicar las amplias diferencias en las tasas
nacionales y regionales de coronariopatía o los variables altibajos
en la mortalidad por coronariopatía durante el siglo XX.
Esta conclusión
está basada en los resultados de muchos ensayos clínicos que no
pueden aportar pruebas adecuadas acerca de que la disminución en los
niveles de colesterol, especialmente a través de una dieta, esté
asociada con una disminución significativa en la mortalidad por
coronariopatía o con una mayor longevidad.
Se ha mencionado
mucho que los efectos preventivos de la dieta y los tratamientos
medicamentosos han sido exagerados en los estudios, las revisiones y
otros trabajos para magnificar los resultados a favor, al tiempo que
se eliminaban los datos discordantes, muchos de cuyos ejemplos se
citan” (101).
Russell Smith
es un psicólogo
experimental estadounidense con sólidos conocimientos de fisiología,
matemática e ingeniería. Ninguna revisión realizada por quienes
están a favor de la cardio-dieta es remotamente comparable a la
profundidad científica de los libros y trabajos de Smith
(102).
Las conclusiones
de Smith son devastadoras para los que abogan por la cardio-dieta:
“Si bien el público en general percibe la investigación médica
como el orden más alto de la precisión, gran parte de la
investigación epidemiológica es, de hecho, bastante imprecisa, y es
comprensible ya que ha sido desarrollada por individuos sin educación
formal y poco entrenamiento práctico en los métodos científicos.
En consecuencia,
los estudios con frecuencia no están bien diseñados y los datos son
mal interpretados y analizados. Más aún, la parcialidad es tan
común que parece ser la norma y no la excepción.
Es virtualmente
imposible no reconocer que muchos
investigadores manipulan y/o interpretan los datos de modo tal que se
adapten a las hipótesis preconcebidas,
más que manipular las hipótesis para adaptarlas a los datos. Por lo
tanto, gran parte de la literatura no es más que una afrenta a la
disciplina de la ciencia”.
El Dr. Smith
concluye:
“La actual
campaña para convencer a cada estadounidense acerca de modificar su
dieta, y en muchos casos, para que inicien un ‘tratamiento’
medicamentoso de por vida está basada en mentiras, interpretaciones
erróneas y/o exageraciones groseras de los hallazgos, y
fundamentalmente, en haber pasado por alto gran cantidad de datos que
no aportan fundamento a esta postura. No es posible que científicos
objetivos sin intereses creados puedan interpretar esta información
como si tuviera sustento”.
El Dr. Smith es
conciente de que se enfrenta a instituciones sumamente poderosas:
“El poder
político y financiero de NHLBI y AHA es enorme y no tiene parangón.
Y debido a que esta alianza es creíble a los ojos del público y de
la mayoría de los médicos, se ha convertido en una fuerza
irresistible, capaz de utilizar su poder y prestigio para eliminar
una gran cantidad de pruebas que no avalan esta postura e incluso
desafiar la herramienta más importante de los científicos: la
lógica”.
Por supuesto que
Smith culpa en primer lugar a los científicos que han generado
trabajos y revisiones engañosas, pero al mismo tiempo agrega:
“Son igualmente
culpables los editores que publican artículos sin tener en cuenta la
calidad o importancia científica. Es desalentador saber que se
malgastan miles de millones de dólares y sofisticados sistemas de
investigación médica en la persecución de molinos de viento”.
William E.
Stehbens es profesor del Departamento
de Patología de la Facultad de Medicina de Wellington y director del
Instituto Malaghan de Investigación Médica de Wellington, Nueva
Zelanda.
Basado en sus
propias investigaciones y en exhaustivas revisiones de la literatura
ha demostrado eficientemente muchas de las falacias de la
cardio-dieta. En una completa revisión de estudios experimentales
concluyó:
“Del examen de
estas pruebas y de la consideración de los criterios específicos
para la generación experimental de aterosclerosis, todo patólogo
independiente y libre de ideas preconcebidas llegaría a la
conclusión de que la aterosclerosis humana y las lesiones inducidas
por el exceso de colesterol y grasas en la dieta no
constituyen la misma enfermedad”
(103).
El Profesor Stehbens
también ha señalado las debilidades de los estudios epidemiológicos
que han utilizado las estadísticas de mortalidad como prueba de
causalidad:
“El uso
continuado e incuestionado de datos no confiables ha llevado a
conclusiones prematuras y al sacrificio de la verdad. El grado de
imprecisión de estadísticas vitales sobre la coronariopatía es de
una magnitud tal que, cuando se las superpone con otras falencias que
ya han sido mencionadas, no puede considerarse probado el concepto de
un aumento o disminución epidemiológico de enfermedad coronaria en
muchos países, y las políticas sanitarias o gubernamentales basadas
en datos no confiables no tienen defensa”
(104).
De acuerdo con el
Profesor Stehbens, la aterosclerosis se produce por el desgaste de
las arterias y no por el exceso de colesterol en la sangre, y tiene
muy buenos argumentos para sostener esta postura.
El siguiente párrafo
de su artículo publicado en 1988 (105)
resume el punto de vista de Stehbens acerca de la cardio-dieta:
“Perpetuar el
mito del colesterol y las supuestas medidas de prevención están
dañando la industria lechera y cárnica de muchos países, además
del potencial daño a los niveles óptimos de nutrición y a la salud
de la población en general.
Es esencial
ajustarse a la lógica y a los hechos científicos estrictos.
Se carecen de
pruebas científicas serias acerca del papel de las grasas en la
dieta y de la hipercolesterolemia como causantes de la
aterosclerosis.
El respeto y la
perdurabilidad de la hipótesis de los lípidos son inmerecidos. Los
lectores deberían estar al tanto de la naturaleza no científica de
las afirmaciones utilizadas para apoyar esta hipótesis y
considerarla como algo más que un novillo vagabundo pernicioso”.
Lars Werkö,
ahora retirado, era profesor de
medicina en el Hospital Sahlgren, Gothenburg, Suecia, cuando fue
nombrado director científico de la Astra
Company. Más tarde se convirtió en el
director del Consejo Sueco para la Evaluación Tecnológica en la
Salud, un organismo gubernamental.
El Profesor Werkö
se ha opuesto a la cardio-dieta por muchos años. En
1976 criticó el diseño de de grandes estudios epidemiológicos
dirigidos a la prevención de las enfermedades coronarias,
principalmente el del estudio Framingham.
De acuerdo con el
Profesor Werkö (107)
el dogma está basado en “hechos” cuestionables basados en
esperanzas, deseos y estudios que utilizan materiales seleccionados:
“Ningún estudio ha probado nada, pero en
lugar de formular nuevas hipótesis, quienes apoyan la cardio-dieta
denominan a la hipótesis actual como la verdad más probable, y han
intervenido en las vidas de las personas porque no están dispuestos
a esperar a la prueba final”.
Otros
trabajos críticos del
Professor Werkö
http://www.ravnskov.nu/weblit.htm#108
1 comentario:
excelente recopilación de datos, bravo!
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