27 septiembre 2018

la mentira del ACEITE DE COLZA y el SINDROME TOXICO -- BAYER


 

La ocultación de la verdadera causa del Síndrome Tóxico impidió la curación de miles de españoles.
Mientras la Ciencia a los 3 meses ya sabía QUE NO PODÍA SER EL ACEITE DE COLZA, el Poder ACUSABA Y ENCARCELABA a los industriales del ACEITE DE COLZA. Mientras la Ciencia a los 8 meses ya sabía COMO CURAR A LOS AFECTADOS, el Poder ocultaba a más de 60.000 enfermos la POSIBILIDAD DE SU CURACIÓN.

PACTO DE SILENCIO

En la primavera de 1981 fueron envenenados más de 60.000 españoles. Más de 700 de ellos, murieron 1. Desde entonces y hasta hoy, los gobiernos de UCD y del PSOE han centrado sus esfuerzos en impedir que el auténtico criminal salga a la luz pública. Había que borrar por todos los medios las huellas que conducían al foco de la intoxicación. Se llegó así a un oscuro montaje de los distintos sectores del Poder y de los servicios de inteligencia, para conformar el efectivo «pacto de silencio» que debía evitar que se supiera que aquí se aplicó a seres humanos una nueva combinación química, aplicable en el futuro a una posible guerra química.

ENFERMEDAD NUEVA

Hagamos un poco de historia de este complejo asunto: a principios de mayo de 1981 se detecta una enfermedad nueva en España, que afecta rápidamente a un creciente número de individuos. En los primeros días surgen diversas hipótesis de urgencia sobre el origen que desencadenó la epidemia, hasta que el gobierno anuncia por televisión que la culpa de todo la tiene una partida de aceite de colza desnaturalizado, distribuido en venta ambulante. Los industriales y comerciantes que han intervenido en el proceso de importación, manipulación y distribución de este aceite son quienes se sentaron en el banquillo de los acusados. Pero a lo largo de estos años ha habido una serie de científicos que han evidenciado que el aceite pesuntamente tóxico no pudo haber sido el causante de la tragedia.
Simultáneamente, otros investigadores han ido siguiendo una pista distinta, que conduce a un origen mucho más lógico para la epidemia, si tomamos en consideración todos los elementos que conformaron la intoxicación detectada en 1981. Esta pista tiene su punto de partida en una combinación insecticida, concretamente un combinado nematicida organotiofosforado que envenenó a las más de 60.000 víctimas al consumir éstas tomates de una determinada partida tratada con el aludido insecticida.
La investigación por vía judicial de esta posibilidad, así como de cualquier otra hipótesis plausible con respecto a la causa real de la enfermedad, investigación que no debería de finalizar hasta lograr demostrar fahacientemente cuál fue el indiscutible desencadenante de la tragedia, es el camino que debe de desembocar en el auténtico juicio del síndrome tóxico, con reparto de responsabilidades a quien realmente y en justicia corresponda.

LA CURACIÓN NO INTERESABA

La gravedad del problema se acentúa por la circunstancia de que por lo menos desde finales de julio de 1981 el goberno estaba suficientemente bien informado de que no era posible que el aceite fuera el causante de la eipdemia. Desde aquel momento cuando menos debía de haberse incentivado con todos los recursos posibles el análisis de las otras posibilidades que se barajaban para el posible origen de la enfermedad, posibilidades que ya estaban también a finales de julio de 1981 sobre la mesa de quienes empuñan las riendas del poder. Eso era prioridad absoluta puesto que había personas que se estaban muriendo y se imponía la urgente necesidad de conocer el origen del mal para poder intentar la curación adecuada de los afectados.
Meses más tarde, pero siempre dentro del mismo año 1981, el Ministerio de Sanidad queda ampliamente informado de la posibilidad de que determinado insecticida organotiofosforado podría haber desencadenado la nueva enfermedad. Pero no actúa en consecuencia.
Y a mi entender la cosa se agrava aún más cuando 8 meses después de aparecer el primer caso de síndrome tóxico, un médico militar, el teniente coronel Luis Sánchez-Monge Montero, envía al gobierno, al INSALUD, «para que lo leyera Valenciano», me diría, refieriéndose con ello al Dr. Luis Valenciano, a la sazón Director General de la Salud Pública, un informe en el que afirmaba que el origen de la grave enfermedad radicaba en un veneno que bloqueaba la colinesterasa, y en el que explicaba cómo había que curar a los enfermos. Mas adelante definiría este veneno como un compuesto organofosforado.

No se trataba de una aventurada teoría: el Dr. Sánchez-Monge ya había curado para entonces particularmente a unos cuantos afectados. Lo cual quiere decir que tal vez no todas, pero decididamente muchas de las 60.000 víctimas podrían estar curadas desde 1982. Pero nadie reacciona en el INSALUD ni en la Dirección General de la Salud Pública. Mas la gravedad de la inhibición oficial no termina allí. El Dr. Sánchez-Monge envía también un informe sobre sus evaluaciones y curaciones a la publicación especializada «Tribuna Médica», que lo reproduce en la página 8 de su número 937, correspondiente al 19 de marzo de 1982.

Yo me imagino que el Ministerio de Sanidad debe de estar puntualmente informado de cuantas noticias interesantes se publican en un semanario de las características de «Tribuna Médica». De modo que me imagino al Sr. Ministro enterado de que hay un médico que está afirmando haber curado a una serie de pacientes de la enfermedad conocida por síndrome tóxico, enfermedad nueva y desconocida en cuanto a su tratamiento, y que en aquellos momentos configuraba el problema número uno planteado a la Sanidad española con carácter de extrema urgencia permanente, hasta su total resolución. me imagino que en estas circunstancias el máximo responsable de la salud de sus conciudadanos lo dejará todo para leer lo que escribe un médico que afirma haber logrado la curación de unos cuantos afectados.

Y al minuto siguiente de concluir esta lectura, me imagino al aludido velador de nuestra salud telefoneando al médico en cuestión, para tenerlo al cabo de una hora en el Ministerio de Sanidad y discutir con él sus experiencias con la finalidad de aplicarlas —en el supuesto de que realmente resultaran positivas— al resto de la población afectada por la misma epidemia. Pues no. Nadie, ni desde el INSALUD ni desde el Ministerio de Sanidad, se acercó a ver que más tenía que decir el único médico español que había logrado salvar vidas y aliviar a enfermos de la masiva intoxicación.
De lo que se trataba precisamente —a la vista de toda la evolución del problema, y tal y como lo documento ampliamente en el libro Pacto de Silencio (Compañía General de las Letras, Barcelona, marzo 1988)— era de no curar a los enfermos, para evitar así el que se descubriera el verdadero orígen del envenenamiento.
Solamente así cobra sentido el trato oficial dado al Dr. Antonio Muro y Fernández-Cavada, director en funciones del Hospital del Rey, en Madrid. Cuando el Ministerio de Sanidad todavía seguía dictando que el origen de la enfermedad había que buscarlo en un micoplasma, de transmisión aérea, y de entrada en el organismo por vía respiratoria, el Dr. Muro ya afirmaba el 10 de mayo de 1981 —a los 10 días de detectada la enfermedad— que eso era imposible, y que la vía de transmisión era necesariamente —dadas las características de la sintomatología— la digestiva.

«Si se hubiera enfocado la enfermedad por vía digestiva desde el mismo día 10 de mayo en que se dijo, se habría muerto menos gente y la investigación se habría enfocado en otro sentido», me diría el hijo del difunto Dr. Muro, mientras el letrado Juan Francisco Franco Otegui denunciaba ante el Parlamento Europeo el 26 de octubre de 1986 que el gobierno había condicionado los diagnósticos, ocultado o retrasado el reconocimiento de síntomas de la enfermedad, y manipulado resultados analíticos para añadir que «paralelamente, la Administración impidió el desarrollo de hipótesis alternativas valiéndose de todo tipo de medios incluídos la ocultación y falsificación de todos aquellos datos que exigían la apertura de nuevas líneas de investigación.»

EL SILENCIO DEL PACTO

Esas líneas eran las que había que cercenar en el momento mismo en que comenzaban a brotar. La planta de la verdad no debía crecer, porque en su configuración iba implícito el nombre de quienes habían envenenado realmente a más de 60.000 españoles.
Un ejemplo más: el Dr. Muro, desesperado por el hecho de que las altas instancias sanitarias del país hacían caso omiso de sus indicaciones acerca de la forma en que había que llevar la investigación, se lanzó el día 13 de mayo de 1981 a predecir nuevos focos de afectados: dado que había seguido la pista de la enfermedad y había logrado dar con la red de distribución del producto venenoso, notificó en la tarde del 13 de mayo a los doctores Munuera y Cañada —subdirector general de programas de Sanidad— dónde exactamente iban a aparecer nuevos casos de afectados al día siguiente, con especificación de poblaciones y de calles. Al día siguiente, 14 de mayo, aparecieron efectiva y puntualmente estos nuevos afectados en las poblaciones y en las calles indicadas por el Dr. Muro.

Pero en vez de que ello sirviera para que el Ministerio de Sanidad se decidiera por hacerle caso, sirvió para todo lo contrario: al día siguiente, 15 de mayo, un telegrama del Ministerio ordenaba el cese fulminante del Dr. Antonio Muro y Fernández-Cavada de su puesto de director en funciones del Hospital del Rey.
Ese cese fulminante, así como la renuncia a acelerar la curación efectiva de los enfermos —se estaba a tiempo de lograr esta curación efectiva si se hubieran escuchado las voces que iban bien encaminadas— debía necesariamente de obedecer a muy poderosas razones que nada tienen que ver con la Sanidad, ni siquiera con el propio gobierno español. Era el precio que se cobraba el silencio del pacto.

Libro "Pacto de Silencio", escrito por Andreas Faber kaiser.
Fué publicado en 1988.



Faber Kaiser era joven, pero murió víctima de una enfermedad inoculada, como tantos otras personas que tenían información sobre el ensayo químico de 1981 en Madrid y que también morirían en aquellos años de enfermedades repentinas e irreversibles.

Igualmente reveladora y de gran interés es la especial crónica que sobre este caso firma el periodista JJ Benítez, gran amigo del sagaz investigador Andreas Faber kaiser, en un artículo titulado "Operación Lamentación".


Pulsar aquí para acceder a la Crónica de JJ Benítez sobre el Síndrome Tóxico

MÁS INTERÉS EN LOS EE.UU. QUE EN ESPAÑA

Eso ya se notó días antes, cuando el Dr. Angel Peralta Serrano, jefe del departamento de Endocrinología del Hospital Infantil de la Ciudad Sanitaria de La Paz, de Madrid, en artículo publicado en el diario «Ya» de fecha 12 de mayo de 1981, y después de informar que al INSALUD le habían sobrado 17.000 millones de pesetas aquel año (¡Cuanta urgencia y efectividad podría haberse aplicado a la resolución de la nuva enfermedad!), afirmaba, refiríendose al síndrome tóxico, que en su opinión los cuadros clínicos que se habían presentado en aquellos primeros días, mejor se explicaban por una intoxicación por insecticidas organofosforados, que no por una simple infección viral (neumonía atípica).

El artículo en cuestión fue replicado al día siguiente por el entonces Secretario de Estado para la Sanidad, Luis Sánchez-Harguindey Pimentel, en carta abierta publicada en el mismo rotativo, con lo cual el mencionado Secretario de Estado evidenciaba estar perfectamente al corriente de lo expuesto el día anterior por el Dr. Angel Peralta. Pero tampoco reacciona, ni obra en interés de los enfermos. Esa historia, como dije en el párrafo anterior, parece que no va con el gobierno español:

«Ya» es un diario matutino (ojo al dato). Porque el mismo día 12 en que aparece el artículo del Dr. Peralta hablando por primera vez de organofosforados, una llamada telefónica de Madrid —del Dr. Gallardo del Centro Nacional de Virología y Ecología Sanitaria— a Atlanta, en el estado norteamericano de Georgia, pide ayuda al Epidemiology Program Office del Center for Disease Control (CDC). Que envía a Madrid al epidemiólogo William B. Baine. Tal y como manifestría más tarde la eurodiputada Dorothee Piermont, investigadores y víctimas implicadas son de la opinión de que datos, historiales clínicos y documentos establecidos con ocasión de la visita del epidemiólogo norteamenricano, fueron transferidos íntegramente al CDC estadounidense, no siendo por tanto accesibles ya a los investigadores españoles que consideran falsa la hipótesis del aceite.
Para finalizar este tema, quiero dejar constancia de la sorprendente realidad de que cuando el síndrome tóxico —sin estar resulto ni muchísimo menos— deja ya de ser un tema de importancia para las autoridades españolas, lo sigue siendo de forma prioritaria para los Estados Unidos. Esto sólo ya es un escándalo en sí mismo.

¿Es que los americanos querían patentar en su país el sistema de desnaturalización y re-naturalización de aceite de colza que habían aplicado quienes se sentaron en el banquillo de la Casa de campo? Que nadie se engañe: más bien estaban al corriente desde el principio de lo que realmente aconteció aquí en la primavera de 1981. El detalle que cito aparece textualmente en la hoja 4ª del Acta de la sesión del 17 de noviembre de 1983 del Pleno de la Subcomisión de Investigación Clínica de la Comisión Unificada de Investigación, integrada en el Plan Nacional para el Síndrome Tóxico dependiente de la Presidencia del Gobierno. Citando una intervención del Dr. Manuel Posada de la Paz, puede leerse allí:

«A continuación expuso la relación de trabajos que se van a enviar para ver si pueden ser subvencionados por la vía del convenio Hispano-Americano. Dicho convenio está basado en un dinero que Estados Unidos paga al Gobierno español por las bases americanas, que se invierte en proyectos de investigación conjuntos para ambos países. Hace un año el SAT (síndrome del aceite tóxico) era un tema prioritario para los dos países, pero en el momento actual no lo es para España aunque los americanos siguen muy interesados.»

¿ACEITE O TOMATE?

La línea de investigación propugnada por la Administración desembocaría por ende en la suposición de que la nueva enfermedad fue producida por la ingestión de determinada partida de aceite de colza desnaturalizado, importado de Francia y sometido a un proceso de renaturalización (extracción o separación del producto colorante en España), mientras que la investigación emprendida por el Dr. Muro y su equipo desembocaría en la suposición de que la enfermedad fue producida por el consumo de una partida de tomates tratados con un compuesto de insecticidas organotiofosforados, cultivados en Roquetas de mar, en Almería.

NO PUDO SER EL ACEITE

Uno de los pilares en los que basan su acusación quienes argumentan que el origen del síndrome tóxico radica en el aceite de colza desnaturalizado, es el hecho —dicen ellos— de que la enfermedad comienza a decaer desde el momento en que deja de ser consumido el aceite sospechoso: el 10 de junio de 1981 se anuncia por vez primera por TVE la posible relación de unos aceites sospechosos con el origen de la enfermedad. El 17 de junio se da la orden de retirada de estos aceites sospechosos. Y el 30 de junio de 1981 comienza la operación efectiva de canje de los mismos por aceite puro de oliva.

A partir de este día, según la tesis oficial, comienza a remitir la enfermedad, comienza a decaer la curva de incidencia de entrada de nuevos enfermos en los hospitales. pero esta opinión oficial está falseada. Porque observando la curva real de dicha incidencia, la enfermedad —el ingreso de nuevos enfermos en centros hospitalarios— decae espontánea y verticalmente a partir del 30 de mayo, o sea un mes antes de que a la gente se le quitara el aceite presuntamente tóxico, y fecha anterior incluso a conocerse por los medios de comunicación de forma no oficiosa que el aceite era el causante del síndrome tóxico.
Hay naturalmente otras muchas consideraciones básicas que excluyen la posibilidad de que el aceite de colza desnaturalizado fuera el causante de la tragedia.
Por ejemplo: si fuera el aceite el causante, ¿cómo se explica la discriminación intrafamiliar? Esto es: ha quedado constatado que es muy rara la afectación de toda la familia, puesto que siempre permanecen invulnerables alguno o algunos de sus miembros. Por lo que, dado que el aceite en una cocina como la española es consumido por todos, éste es difícilmente el vehículo del tóxico.
Lo mismo cabe argumentar para la discriminación interfamiliar. Intrafamiliar es dentro de la misma familia, en la composición de la familia. Interfamiliar es en cambio entre familias, la discriminación que la enfermedad hace entre una familia y otra. Pues es sabido que el "garrafista" ha vendido a lotes completos de vecinos, y solamente han enfermado por ejemplo los del 2º F, los del 7º C y los del 1º B, mientras que el resto permanecen sanos, a pesar de que las garrafas se habían llenado en el mismo momento, del mismo tanque, y fueron vendidas el mismo día. Etc. etc.

LOS CATALANES, GENÉTICAMENTE DISTINTOS

Curioso y absolutamente determinante, por sus características tan paradójicas con respecto a la epidemia del síndrome tóxico, es el caso del circuito catalán de comercialización del aceite supuestamente tóxico. estas características vuleven a ser un elemento más de los varios que, por sí solos, ya refutan la hipótesis del aceite fraudulento como vehiculizador del tóxico que causó el citado síndrome tóxico.
Resulta que durante el año 1981 se distribuyó en Cataluña aceite fraudulento de composición semejante al distribuído en la región central, que por ello también fue declarado como aceite tóxico en aquel momento. La cantidad de aceite cpmercializado en Cataluña fue superior a 350.000 kg. Pues bien, pese a haber sido distribuida toda esa cantidad de aceite y haberse vendido al público durante varios meses de 1981, no se tiene constancia de la existencia de ningún afectado original de la zona catalana.
Pero lo más sorprendente del caso es que una de estas marcas concretament 'El Olivo', fue también distribuida en Castilla, sobretodo en Madrid capital y poblaciones limítrofes. Pues bien, este aceite oriundo de Cataluña, en donde no provocó ningún afectado, al ser consumido en Madrid provoca automáticamente afectación. ¿Es posible que las partidas destinadas a Castilla sean tóxicas y las que se quedan en catalunya sean inocuas? ¿O acaso —como apuntó un letrado de la Defensa durante el juicio— debe atribuirse este fenómeno a una distinta composición genética o reacción sensible de catalanes y castellanos?
Mucho más lógico que buscarle estos tres pies al gato, resulta concluir que el aceite no tuvo en realidad nada que ver con el síndrome tóxico. Nada, excepto que formaba parte en muchos casos del mismo plato que también contenía los tomates que llevaban el tóxico.

NO HABÍA TÓXICO EN EL ACEITE

Buscando un punto de apoyo que justificara la inculpación del aceite de colza desnaturalizado, la opinión oficial argumentó que el tóxico se hallaba en las anilinas que se usaron para su desnaturalización (tinte), y en su defecto en las anilidas que estas anilinas originaron durante el proceso de re-naturalización efectuado en España. pero resulta que —como muy ampliamente lo documento en el citado libro Pacto de Silencio— el aceite sospechoso no contiene tóxico alguno, ni de anilinas ni de anilidas ni de tipo alguno. Así lo manifestaría por ejemplo la Dra. Renate Kimbrough, del CDC de Atlanta, USA, el 10 de febrero de 1985 a la televisión alemana: «No hallamos ningún indicio que señalara que el aceite fuera el causante del síndrome tóxico. Además, muchos otros laboratorios en Europa han intentado hallar alguna sustancia tóxica en estos aceites, y tampoco tuvieron éxito alguno.»
Añadiré que a la vista de todos los datos que hoy poseemos, se hace no ya difícil, sino absolutamente imposible, mantener que el aceite de colza desnaturalizado fuera el desencadenante del envenenamiento masivo de la primavera de 1981 en España. Tal posibilidad ha quedado descartada por los nulos resultados arrojados al respecto tanto por la investigación toxicológica, como por la bioexperimental y también por la epidemiológica.

LOS TOMATES VENENOSOS

Si el aceite no fue el causante de la tragedia, ¿por qué la Administración ha venido fomentando la idea de que fue este agente el que envenenó a tantos administrados? ¿Por qué ha cerrado sus oídos a tantas voces que indicaban —algunas susurrando pero otras gritando— que ese no era el camino y que en cambio había otro que permitía llegar al foco de la epidemia e incluso a la curación de los afectados? En buena lógica, igual daba que la fisura de los controles oficiales quedara descubierta en el negocio del aceite, como en el negocio del tomate. Puestos a tener que reconocer un fallo en el sistema, tanto daba una que otra variante. La única diferencia estriba en que por la vía del aceite solamente se descubre un fraude alimenticio, mientras que por la vía del tomate se descubre una imprudencia temeraria tras la cual se puede esconder un error dirigido. Solamente así se explica la actitud oficial frente a este problema. Como diría en su momento el entonces subsecretario de Sanidad del Ministerio socialista de Ernest Lluch, Dr. Sabando, lo del síndrome tóxico no es un problema del Ministerio de Sanidad, ni de ningún otro Ministerio; es un problema de Guerra, Felipe González, CESID, y luego, por decir algo que lo englobe todo alrededor, digamos KGB-CIA: este es el único problema, y de ahí no lo podemos sacar.

EL ORIGEN DEL DRAMA

Recordemos la historia que llevaba al origen del drama: el 15 de mayo de 1981 el Dr. Antonio Muro y Fernández-Cavada es destituído como vimos de sus funciones de director del Hospital del Rey, a causa de los aciertos evidenciados en la investigación de la etiología del síndrome tóxico. El causante real no debía salir a la luz pública. A partir del mes de julio del mismo año 1981, y llevando ya la investigación de forma privada, el Dr. Muro enuncia su hipótesis de que el síndrome tóxico ha sido causado por un producto fito-sanitario, un organotiofosforado, vehiculizado por una partida de tomates o pimientos. Desde entonces y hasta su muerte en 1985 —de un cáncer de pulmón, al igual que Rosón, que moriría al año siguiente y que era otro de los pocos que estaban perfectamente al corriente de lo que había sucedido— se dedicó sin tregua a estudiar el consumo de tomates en los afectados, a reconstruir la comercialización de los mismos, llegando a localizar —mediante un laborioso proceso de retroceder desde el afectado al productor— al posible agricultor y al posible campo en donde se plantaron. Se había comenzado a desandar el camino que llevaba hacia los organofosforados, como causantes de la intoxicación masiva de la primavera española de 1981.
De acuerdo con las averiguaciones del Dr. Muro, el desencadenante del envenenamiento fue una partida de tomates, cultivados en Roquetas de Mar (Almería), y previamente tratados con un compuesto organotiofosforado, el fenamiphos (comercializado con el nombre de Nemacur), combinado con isofenphos (comercializado con el nombre de Oftanol). Cabe remarcar que el isofenphos es el producto que habría causado la característica neuropatía retardada acusada por los afectados, y que la partículo "tio" (en el compuesto organo-tio-fosforado) alude a la presencia de azufre en la mortal combinación. Combinación por lo tanto fosforada y azufrada. Así lo dejaría escrito el Dr. Muro:
«El nematicida fitosistémico Nemacur-10, prohibido en varios países por su alta peligrosidad, e introducido en España por primera vez pocos meses antes de la epidemia del síndrome tóxico, es un organotiofosforado del grupo fenamiphos (4-[metiltio]-m-toliletil-isopropilamidofosfato) que, de no respetarse sus muy dilatados intervalos de seguridad (mínimo de tres meses), se convierte dentro del fruto en un fitometabolito derivado extraordinariamente agresivo —su toxicidad se potencia unas 700 (setecientas) veces— y cuya composición exacta parece ser alto secreto militar. Las partes fundamentales de su molécula y su acción bloqueante irreversible de la acetilcolinesterasa, explica extraordinariamente bien, pese a los desmentidos globales de la OMS, la patogenia y cuadro clínico observados en el síndrome tóxico. Los tomates contaminados son semiselectos de la variedad 'lucy', razón por la cual su consumo no ha afectado a clases o zonas urbanas adineradas.»


ARSENAL QUÍMICO

Aporto estas consideraciones porque se observa —cuando se analiza todo este asunto en detalle— que el pacto de silencio que aquí salta a la vista, sólo puede justificarse por la extrema gravedad de lo realmente ocurrido. Para ello conviene recordar que los organofosforados se hallan en la base del moderno armamento químico como también conviene recordar por qué se estaba demorando el acuerdo de desarme químico entre los Estados Unidos y la Unión Soviética:

la creación del arma química binaria hace imposible cualquier tipo de control internacional, debido a que su producción puede ser organizada secretamente incorporándola en cualquier empresa química privada. Implica la experimentación con nuevos tipos de agentes químicos en la industria de herbicidas, entre otras, existiendo la posibilidad de evitar las inspecciones en las unidades y empresas que pertenezcan a sociedades privadas o multinacionales. Cabe señalar que Nemacur y Oftanol son productos de la multinacional Bayer. Es importante por lo tanto que al enjuiciar lo sucedido en España con el síndrome tóxico, se tenga presente que la industria química privada multinacional ofrece la única posibilidad de ensayo impune en el supuesto de un acuerdo internacional de suspensión de la experimentación y almacenamiento de armamento químico
Esto lo sabía perfectamente Juan José Rosón, al igual que cabe suponer lo saben perfectamente el teniente general Emilio Alonso Manglano, el coronel Catalá y el general Cassinello, por citar solamente a algunos conocedores del tema.
1 Actualmente sabemos que los muertos son más de 1.100, según datos de la OCU. [subir]


Extracto de una entrevista realizada al Dr. Frontela (octubre 2011) :
—Usted afirmó que el síndrome tóxico no se debió al aceite de colza, sino a la ingesta de plaguicidas. ¿Por qué no le hicieron caso?
—No sé por qué, pero puedo decir que llamé al profesor Vetorazi, secretario de la Organización Mundial de la Salud (OMS), cuando descubrí que no era el aceite de colza. En esa conversación, que tengo grabada, él me contestó que ya lo sabía. ¿Ah?

Andreas FABER-KAISER1988.

PACTO DE SILENCIO

Editorial: Compañía General de las Letras S. A.
Fecha de publicación: marzo de 1988

Artículo relacionado: La mentira del aceite de colza.
SINOPSIS:

Pacto de Silencio, libro citado en los sumarios del Juicio del Síndrome Tóxico, denuncia y documenta que el aceite de colza no pudo ser el causante de la intoxicación colectiva del Síndrome Tóxico, y que muchos de los afectados podrían estar curados si no se hubiera ocultado la verdadera causa de la intoxicación.

La lectura de la sentencia hizo referencia al libro Pacto de Silencio, afirmando de él que había sido patrocinado por los abogados de la Defensa. Por esta falsa afirmación, Andreas Faber-Kaiser expresó su intención a los medios de comunicación de cursar la correspondiente denuncia contra el Tribunal.

Sirva este brevísimo guión para dar una idea fugaz de parte de cuanto en el libro se aborda con rigor documental y profusión de datos contrastados:

Los primeros casos se detectan a principios de mayo de 1981, afectando rápidamente a un creciente n° de individuos.

El gobierno anuncia por TVE que la culpa de todo la tiene una partida de aceite de colza desnaturalizado, distribuido en venta ambulante.

Otros investigadores siguen una pista distinta que tiene su punto de partida en una combinación insecticida, concretamente un combinado nematicida organotiofosforado que envenenó a las más de 60.000 víctimas (más de 700 de ellas murieron) al consumir éstas tomates de una determinada partida tratada con el aludido insecticida.

Por lo menos desde finales de junio de 1981, el gobierno estaba suficientemente informado de que no era posible que el aceite fuera el causante de la epidemia. Meses más tarde, pero siempre dentro del mismo año 1981, el Ministerio de Sanidad queda ampliamente informado de la posibilidad de que determinado insecticida organotiofosforado podría haber desencadenado la nueva enfermedad.

Ocho meses después de aparecer el primer caso de síndrome tóxico, un médico militar, el teniente coronel Luís Sánchez-Monje Montero, envía al gobierno, al INSALUD, para que lo leyera el Dr. Luís Valenciano, a la sazón Director General de la Salud Pública, un informe en el que afirmaba que el origen de la grave enfermedad radicaba en un veneno que bloqueaba la colinesterasa, y en que explicaba como había que curar a los enfermos.

Más adelante definiría este veneno como un compuesto organofosforado. El doctor Sánchez-Monje ya había curado para entonces particularmente a unos cuantos afectados. Pero nadie reacciona en el INSALUD ni en la Dirección general de la Salud Pública.

El Dr. Sánchez-Monje envía también un informe sobre sus evaluaciones y curaciones a la publicación especializada «Tribuna Médica», que lo reproduce en la página 8 de su número 937, correspondiente al 19 de marzo de 1982. Nadie, ni desde el INSALUD ni desde el Ministerio de Sanidad, se acercó a ver que más tenía que decir el único médico español que había logrado salvar vidas y aliviar a enfermos de la masiva intoxicación.

Cuando el Ministerio de Sanidad todavía seguía dictando que el origen de la enfermedad había que buscarla en un micoplasma, de transmisión aérea, y de entrada en el organismo por vía respiratoria, el Dr. Antonio Muro y Fernández Cavada, director en funciones del Hospital del Rey en Madrid, ya afirmaba el 10 de mayo de 1981 —a los 10 días de detectada la enfermedad— que eso era imposible, y que la vía de transmisión era necesariamente —dadas la características de la sintomatología— la digestiva. El 13 de mayo de 1981, desesperado por que las altas instancias sanitarias del país hacían caso omiso de sus indicaciones acerca de como había que llevar la investigación, se lanzó a predecir nuevos focos de afectados:

dado que había seguido la pista de la enfermedad y había logrado dar con la red de distribución del producto venenoso, notificó el 13 de mayo a los doctores Munuera y Cañada —subdirector general de Programas de Sanidad— dónde exactamente iba a aparecer nuevos casos de afectados al día siguiente, con especificación de poblaciones y de calles. Al día siguiente, 14 de mayo, aparecieron efectiva y puntualmente estos nuevos afectados, en las poblaciones y en las calles indicadas por el Dr. Muro. Al día siguiente, 15 de mayo, un telegrama del Ministerio de Sanidad ordenaba el cese fulminante del Dr. Antonio Muro y Fernández-Cavada de su puesto de director en funciones del Hospital del rey.

Datos que indican que no pudo ser el aceite:

Uno de los pilares en los que basan su acusación quienes argumentan que el origen del síndrome tóxico radica en el aceite de colza desnaturalizado, es el hecho —dicen ellos— de que la enfermedad comienza a decaer desde el momento en que deja de ser consumido el aceite sospechoso: el 10 de junio de 1981 se anuncia por primera vez por TVE la posible relación de unos aceites sospechosos con el origen de la enfermedad. El 17 de junio se da la orden de retirada de estos aceites sospechosos. Y el 30 de junio de 1981 comienza la operación efectiva de canje de los mismos por aceite puro de oliva. A partir de este día, según la tesis oficial, comienza a remitir la curva de incidencia de entrada de nuevos enfermos en los hospitales. Pero esta opinión oficial está falseada. Porque observando la curva real de dicha incidencia, la enfermedad —el ingreso de nuevos enfermos en centros hospitalarios— decae espontánea y verticalmente a partir del 30 de mayo, o sea un mes antes de que a la gente se le quitara el aceite presuntamente tóxico.

Si fuera el aceite el causante ¿Como se explica la discriminación intrafamiliar? ¿Y la interfamiliar? Es sabido que el «garrafista» ha vendido a bloques enteros de vecinos, y solamente han enfermado por ejemplo los del 2° A, los del 7° F y los del 1° B, mientras que el resto permanecen sanos, a pesar de que las garrafas se habían llenado en el mismo momento, del mismo tanque, y fueron vendidas el mismo día.

Resulta curioso que en Catalunya, a pesar de haberse comercializado aceite fraudulento, que fue declarado como aceite tóxico, por una cantidad que superaba los 350.000 kilos, y haberse vendido al público durante varios meses de 1981, no se tiene constancia de la existencia de ningún afectado original de la zona catalana. Lo más sorprendente del caso es que una de estas marcas, concretamente «El Olivo», fue también distribuida en Castilla, sobretodo en Madrid capital y poblaciones limítrofes. Este aceite oriundo de Catalunya, en donde no provocó ningún afectado, al ser consumido en Madrid provoca automáticamente afectación.

La Síndrome Tòxica22022009




CAMBIO 16 RECIBIO UNA DEMANDA DE 2000 MILLONES PESETAS POR LA BAYER .....que ACABO CERRANDO


Extracto DE PROGRAMA RADIO:

«… Mientras la ciencia al cabo de tres meses ya sabía que el origen de la tragedia no podía estar en el aceite de colza, el poder acusaba y encarcelaba únicamente a los industriales del aceite de colza. Mientras la ciencia al cabo de ocho meses ya sabía cómo curar a los afectados, el poder ocultaba a más de 25.000 enfermos la posibilidad de curarse.

En la primavera del año 1981 fueron envenenados más de 25.000 españoles. Más de 650 han muerto. Desde entonces y hasta hoy, los gobiernos de la UCD y el PSOE han basado sus esfuerzos en impedir que el auténtico criminal salga a la luz pública. Se debían borrar por todos los medios posibles las trazas que conducían al origen de la intoxicación. Se llegó así a un oscuro montaje, por parte de los diferentes sectores del poder y de los servicios de inteligencia, para conformar el efectivo pacto de silencio que debía evitar que se supiera que aquí se aplicó a seres humanos una nueva combinación química, aplicable en el futuro a una posible guerra química… »

Invitados: 
Maria Jesús Clavera, María del Mar Yanini, Jesús Castrillo, Javier Martínez Ruiz

Fecha emisión: 01/09/1991, 24:00-02:00

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«El nematicida fitosistémico Nemacur-10, prohibido en varios países por su alta peligrosidad, e introducido en España por primera vez pocos meses antes de la epidemia del síndrome tóxico, es un organotiofosforado del grupo fenamiphos (4-[metiltio]-m-toliletil-isopropilamidofosfato) que, de no respetarse sus muy dilatados intervalos de seguridad (mínimo de tres meses), se convierte dentro del fruto en un fitometabolito derivado extraordinariamente agresivo -su toxicidad se potencia unas 700 (setecientas) veces- y cuya composición exacta parece ser alto secreto militar. Las partes fundamentales de su molécula y su acción bloqueante irreversible de la acetilcolinesterasa, explica extraordinariamente bien, pese a los desmentidos globales de la OMS, la patogenia y cuadro clínico observados en el síndrome tóxico. Los tomates contaminados son semiselectos de la variedad 'lucy', razón por la cual su consumo no ha afectado a clases o zonas urbanas adineradas».



Arsenal químico.
Aporto estas consideraciones porque se observa -cuando se analiza todo este asunto en detalle- que el pacto de silencio que aquí salta a la vista, sólo puede justificarse por la extrema gravedad de lo realmente ocurrido. Para ello conviene recordar que los organofosforados se hallan en la base del moderno armamento químico como también conviene recordar por qué se estaba demorando el acuerdo de desarme químico entre los Estados Unidos y la Unión Soviética:

la creación del arma química binaria hace imposible cualquier tipo de control internacional, debido a que su producción puede ser organizada secretamente incorporándola en cualquier empresa química privada. Implica la experimentación con nuevos tipos de agentes químicos en la industria de herbicidas, entre otras, existiendo la posibilidad de evitar las inspecciones en las unidades y empresas que pertenezcan a sociedades privadas o multinacionales. Cabe señalar que Nemacur y Oftanol son productos de la multinacional Bayer. Es importante por lo tanto que al enjuiciar lo sucedido en España con el síndrome tóxico, se tenga presente que la industria química privada multinacional ofrece la única posibilidad de ensayo impune en el supuesto de un acuerdo internacional de suspensión de la experimentación y almacenamiento de armamento químico

Esto lo sabía perfectamente Juan José Rosón, al igual que cabe suponer lo saben perfectamente el teniente general Emilio Alonso Manglano, el coronel Catalá y el general Cassinello, por citar solamente a algunos conocedores del tema.

© Andreas Faber-Kaiser, 1988.      mas en : http://free-news.org/afaber01.htm

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JJ.benitez:     OPERACIÓN "LAMENTACIÓN"

Ya anochecido, un avión Hércules KC-130 H tomaba tierra en la base aérea de Torrejón, en las proximidades de Madrid (España). Supuestamente, el avión militar formaba parte de la operación de apoyo a la visita del secretario de Estado norteamericano, general Alexander Haig, prevista para ese mismo día. Horas después, efectivamente, aterrizaba en Barajas (Madrid) el avión oficial del general Haig, procedente de Oriente Medio. El vuelo llegó con más de dos horas de retraso. Haig, en representación del gobierno de Reagan, traía la misión de renegociar el Tratado Mutuo de Amistad y Cooperación entre España y USA, firmado en 1976. Era el 8 de abril de 1981.



General Alexander Haig.

A la una de la madrugada, el Hércules fue descargado. Los dos contenedores fueron trasladados a sendos camiones. En el exterior de cada uno de los contenedores podía leerse: “Material desinfectante”. La carga real eran 6.250 kilos de tomates, todavía verdes, procedentes de Fort Detrick, en Maryland (USA), uno de los laboratorios militares en los que se trabajaba en la manipulación genética. Los tomates, de la variedad “lucy”, contenían un potente veneno sistémico; es decir, un tóxico introducido por la raíz de la planta, que terminó por ser asimilado por el fruto.

El tóxico era un organotiofosforado del grupo fenamiphos (4 – (metiltio) – m – toliletilisopropilamidofosfato). Una vez en el interior del fruto se transforma en un fitometabolito de gran agresividad. Al ingresar en el cuerpo humano, el poderoso veneno –inhibidor enzimático- provoca, entre otros efectos, una neuropatía periférica, con atrofias musculares y deformaciones en las extremidades superiores. Existe un alto porcentaje de posibilidades de muerte.


Leopoldo Calvo Sotelo, Presidente español del Gobierno (derecha) y Alberto Oliart, Ministro de Defensa. Probablemente, nunca supieron de la maniobra USA.

La mortífera carga fue repartida por los servicios de Inteligencia norteamericanos entre los mayoristas que, a su vez, vendieron los tomates en los mercadillos ambulantes de Madrid y alrededores (Alcalá de Henares, Alcorcón, Torrejón de Ardoz, Carabanchel, San Fernando, Coslada, Getafe y Hortaleza, entre otros). De Madrid se difundió a otras provincias españolas.

Resultado de la llamada “Operación Lamentación”: 3.000 muertos (346 según las cifras oficiales) y más de 20.000 afectados (18.500 según las cifras oficiales).

El ensayo de guerra química nunca ha sido reconocido por las autoridades norteamericanas y españolas.



Doctor Muro.

PD.- En el avión militar que transportó la carga envenenada se hallaba también el correspondiente antídoto, consistente en un oponente de la acetilcolina.

PD (2).- El doctor Antonio Muro y Fernández-Cavada, que defendió la tesis de un envenenamiento por vía digestiva, fue cesado en su cargo como director en funciones del Hospital del Rey (Madrid) y, posteriormente, falleció de un cáncer de pulmón.

Juan José Rosón, Ministro del Interior, uno de los hombres mejor informados de España sobre el envenenamiento masivo, también murió de cáncer de pulmón.

Higinio Olarte, colaborador del Dr. Muro en sus investigaciones, falleció de cáncer de hígado. Otros dos componentes del equipo de Antonio Muro tuvieron que ser intervenidos quirúrgicamente y se les extirpó sendos cánceres.

Andreas Faber Kaiser, investigador, que escribió el libro “Pacto de silencio”, en el que se denuncia el envenenamiento masivo, murió de sida.

Ernest Lluch, ministro de Sanidad a partir de 1982, que tuvo conocimiento del ensayo de guerra bacteriológica, fue asesinado.

J.J.Benítez todavía vive…



Juan José Rosón, Ministro del Interior.



Andreas Faber Kaiser, meses antes de su fallecimiento.



Ernest Lluch, Ministro de Sanidad (asesinado).



Faber Kaiser (izquierda), con Enrique Marin . (Gentileza de E. Marín).


Hace 28 años que se produjo la epidemia llamada entonces del “síndrome tóxico” y luego rebautizada en medios como “de la colza”. A nivel europeo,

El primer gran montaje sobre salud pública

El montaje del síndrome tóxico. Una epidemia cuyo transmisor no fue el aceite, sino los tomates, y cuyo elemento tóxico fueron los Organofosforados creados por una poderosa marca alemana (la Bayer). 700 muertos y 30.000 afectados.

Según denuncia el video documental “Poisoned Lives” (Yorkshire TV, 1991) de la periodista alemana Gudrun Greunke, médicos que averiguaron la causa y realmente curaron a sus pacientes fueron acallados, impidiendo así que otros afectados recibieran el tratamiento que les salvaría. Una decisión en un tiempo en que el gobierno no podía confesar errores ni dar señales de flaqueza - dos meses antes había acontecido el intento de golpe de Tejero (23 de febrero de 1981)-. Ese documental, “Poisoned Lives“, lo compró TVE en los noventa… para no emitirlo.

Permítanme unas citas:

Presidente y Vicepresidenta de Fuentox, Asociación de afectados por el síndrome tóxico de Fuenlabrada (de aqui):

Pilar Pans, Vicepresidenta:

Precisamente a raíz del síndrome tóxico salen nuevas leyes para el control de lo que comemos. Sin embargo, nadie ha probado experimentalmente que las anilinas ni cualquier otra sustancia de los aceites adulterados producen nada parecido al síndrome tóxico.

Mira, yo entonces era trabajadora del hospital militar del aire. En el hospital se consumía el aceite de colza y sin embargo no había ningún afectado. Segundo, en mi casa enfermamos sólo la mitad de la familia y el primero fue mi hijo de diez años, que resulta que era diabético. Por esta razón tenía prohibido cualquier aceite que no fuera de maíz. No tomó jamás el aceite adulterado que lo compramos como si fuera de oliva. Cuando a mi hijo le toman declaración, el juez le advierte que tiene que decir que ha tomado el aceite adulterado porque si no perderá el derecho de cobrar las indemnizaciones. 

Yo como madre puse el grito en el cielo, era una coacción. Tercero, decían que al ser aceite barato sólo estaba afectada gente obrera humilde pero a finales de 1980 ya había enfermado una abogada que afirmaba haber consumido sólo las mejores marcas de aceite. La autopsia de 1982 confirmó el diagnóstico. También en 1981 tuvieron que ser hospitalizados varios militares de la base de Zaragoza por síndrome tóxico bajo un secreto absoluto después de unas maniobras. La administración nunca lo ha querido admitir.

Manuel Henares, Presidente:

Cuando acudimos a los juicios de la Casa de Campo, aquello fue una guerra campal. Los abogados se limitaron a decir a los afectados: cuando entréis en la sala a declarar tenéis que decir todos que es el aceite porque sino no cobraréis las indemnizaciones y sabéis lo que os estáis jugando. Los enfrentaron a los que decíamos que no era el aceite. 

Todo eso te hace sospechar que ya se ocupó muy bien el partido socialista de dividirnos a los afectados. Yo le pedí entonces permiso al juez para explicar lo que yo pienso del síndrome tóxico, pero me calló la boca diciendo que lo único que tenía que hacer era remitirme a las preguntas de unos abogados que sólo querían saber dónde compré el aceite ¡Pero si mi aceite era apto para el consumo humano!Todavía hoy tenemos prueba documental y material para poder demostrarlo. La sentencia fue vergonzosa. Aún no habiéndose encontrado ninguna prueba definitiva culpan al aceite.

La periodista Gudrun Greunke en esta entrevista:

No te metas en líos con este tema. Esta es una de las razones por las que cayó Oneto de Cambio 16. Cuando publicó “un producto Bayer envenenó España”No era un producto. Eran tres como mínimo. Solamente con Nemacur y Oftanol no se explican los síntomas, falta algún otro producto.

El primer Organofosforado que fabricó la Bayer fue el gas tabun por encargo de los nazis en 1936. Es el gas que le gustaba a Saddam Hussein utilizar contra los Kurdos, como en el pueblo de Halabja, donde en un cuarto de hora murieron cinco mil personas.

Gudrun me regaló y dedicó un ejemplar de su libro "El montaje del Síndrome Tóxico”, tras el visionado en Valencia de su vídeo. Al libro le falta lo que daba el documental: las terroríficas imágenes de los afectados, que son las que dan el calibre a la tragedia.
Beatriz Delgado, niña enferma de síndrome tóxico en proceso de rehabilitación
Afectados que fueron menos importantes que las decisiones de las alturas. Que no tuvieron tratamiento correcto, porque se silenció a los médicos que sabían el remedio. Porque identificar la cura, era identificar el culpable. Hace 27 años, hubo gente que prefirió conscientemente señalar un culpable falso y prohibir las investigaciones que buscaran cualquier otra causa.
Hubo gente que prefirió el silencio, no a aclarar el misterio, sino a salvar vidas.
Ese silencio, décadas después, nos deja a nosotros expuestos a que se repita.
Más información, toda en español:
Andreas Faber Kaiser resume en este artículo su libro “Pacto de Silencio”, subtitulado “La ocultación de la verdadera causa del síndrome tóxico impidió la curación de miles de españoles”. (sugerencia de los comentarios)
El montaje del Síndrome Tóxico
El montaje del Síndrome Tóxico
Gudrun Greunke y Jörg Heimbrecht

Ed Obelisco, 1988
isbn 84-7720-073-4
(noten la imagen de portada)

a la venta aquí
Abundando en lo del silenciar a los médicos que dieron con el remedio, extraido de aquí:
Manuel Henares, Presidente:El alma [de la investigación] del Síndrome Tóxico ha sido sin duda el doctor Antonio Muro, entonces director del Hospital del Rey en Madrid. Realizó desde un principio un estudio epidemiológico serio, investigando mercadillos y plantaciones para llegar a esa conclusión. Era militante del PSOE. Su propio partido lo trató de loco, el ministerio de sanidad lo cesó y le trasladaron al centro de investigación de Majadahonda, recluido a un cuarto de dos por dos metros.
El doctor Muro nos invitó, a Fuentox, a hacer una experimentación que consistía simplemente en que un grupo de personas iban a consumir aceite del presuntamente tóxico y otro grupo iba a experimentar con tomates tratados con productos organofosforados para los que hay un antídoto conocido, la atropina. Íbamos a utilizarlo como prueba en el juicio.
Justo después de notificar la prueba a Carmen Salanueva, directora del Plan Nacional, el concejal de sanidad del ayuntamiento de Fuenlabrada junto a dos policías municipales realizan un robo en la asociación y destruyen la prueba. Los pillamos con las manos en la masa, eso sí, tal y como consta en una denuncia formulada en el juzgado de Leganés, y su respuesta fue que mientras no cambiáramos y dijéramos que era el aceite nos iban a hacer la vida imposible.

Este es un caso más de como los tribunales de justicia son utilizados como marionetas cuando conviene tapar las actividades de una multinacional, de una agencia de inteligencia, de un gobierno, de la policía... o de quienes tienen el poder de utilizar a todos ellos.
Después de los medios de comunicación, los tribunales de justicia parecen ser los más vulnerables a las presiones derivadas de un montaje como el del aceite de colza en 1981 en España.

La Gran Farsa De La Colza

La intoxicación del Síndrome Tóxico no fue causada por el aceite de colza. Esto es lo que sostienen desde hace años un grupo de médicos, periodistas y abogados, que han investigado este drama que, hace 19 años, afectó, según la Administración, alrededor de 30.000 personas, de las cuales murieron más de 1.000. De acuerdo con estos investigadores independientes, no hay ningún tipo de dato, ni epidemiológico ni toxicológico, que demuestre que fue el aceite. Por contra, este reducido grupo de disidentes apunta que la causa de la intoxicación fue debida a la mala utilización de productos organofosforados, que se utilizaron en una plantación de tomates en Almería. La mayoría de estos disidentes sospechan que no sólo habría habido una negligencia en el uso de pesticidas por parte de un agricultor, sino que la intoxicación podría haber sido el resultado de un experimento militar dirigido. Sea como sea, lo que sí acuerdan estos investigadores es que las Administraciones e instituciones nacionales e internacionales que han participado en los diferentes estudios que habían de aclarar la causa de la intoxicación han mostrado un gran interés en que no se sepa la verdad.

El Dr. Luís Frontela Carreras, forense, que es uno de los principales críticos de la hipótesis oficial, ha asegurado a The Ecologist que «la intoxicación no fue causada por el aceite de colza y esto lo sostengo ante quien haga falta», y añade que la causa tiene que ver con compuestos organofosforados. Otro de los discrepantes que ha investigado las causas de la intoxicación es la periodista de Reuters, Spiegel y Stern, Gudrun Greunke. Para esta periodista, que es coautora junto con Jörg Heimbrecht del libro «El montaje del Síndrome Tóxico», «no hay ningún grupo de investigación que administrando el aceite de colza a los animales de laboratorio haya reproducido la enfermedad. Es más», añade Greunke, «tampoco hay ningún grupo de investigación que haya encontrado en el aceite ningún tóxico que explique los síntomas que tenían y tienen los enfermos».

 La investigación desarrollada por algunos médicos puso en evidencia que los síntomas que sufrían los afectados se podían atribuir a una intoxicación por organofosforados. Entre estos investigadores destaca el Dr. Muro, quien era director del Hospital del Rey de Madrid cuando empezó la epidemia, oficialmente el 1 de mayo de 1981. Muro fue el primero en señalar la pista de los organofosforados y el primero en atender casos atribuidos al aceite de colza. En esta primera quincena de mayo, Muro descartó que se tratase de una legionela o bien una neumonía causada por bacterias o algún virus, como en un primer momento defendió la Administración. 

El Dr. Muro llegó rápidamente a la conclusión que todos los afectados habian comprado, mayoritariamente, en mercados ambulantes. Es más, se dió cuenta que los afectados tenian preferencia por las ensaladas, y comenzó a buscar entre los ingredientes de este plato el agente causante de la epidemia. Los trabajos de su grupo de investigación le llevaron a descartar la hipótesis del aceite, antes de que fuera anunciada por la Administración, el 10 de junio, como causante de la intoxicación. Después vendría su denuncia que desde la Administración se dijera a los afectados que no cobrarían las indemnizaciones si no reconocian haber consumido el aceite.
En un informe realizado el mes de julio de 1981, el Dr. Muro expuso, entre otras, las siguientes contradicciones de la hipótesis del aceite de colza: ¿si es consumido por todos los miembros de una familia, por qué unos enferman y otros no? ¿Si las garrafas de aceite se han llenado el mismo día del mismo tanque, por qué unos se intoxican y otros no? ¿Cómo es posible que haya familias con afectados que no han consumido nunca estos aceites? ¿Cómo puede ser que se intoxiquen unos miembros de una familia, mientras que los demás miembros continuan tomando el aceite y no sufren ninguna intoxicación?…


Este médico hizo toda su investigación sin ningún tipo de ayuda por parte de la Administración, la cual le notificacó su cese como director del Hospital del Rey el 15 de mayo de 1981. Hasta el momento de su muerte, en la primavera de 1985, Muro no dejó de repetir que el alimento que causó la intoxicación estaba contaminado por una mezcla de pesticidas, entre los cuales había muy probablemente el Nemacur y el Oftanol, productos de la casa Bayer. 

Esta idea fue apuntada en el reportaje de portada de la revista Cambio 16, que era dirigida por José Oneto, el 17 de diciembre de 1984. Para coordinar las investigaciones sobre la intoxicación, el Gobierno español creó el Plan Nacional del Síndrome Tóxico (PNST), que pasó a dirigir Carmen Salanueva. Una de las primeras funciones de este organismo fue reunir epidemiólogos para conseguir datos que diesen carta de presentación científica a la teoría del aceite. Entre estos había el matrimonio de médicos María Jesús Clavera y Javier Martínez, quienes lejos de encontrar argumentos a favor del aceite, descubrieron contradicciones en los datos que hasta ese momento utilizaba la Administración para argumentar que la causa de la intoxicación era el aceite.
La primera evidencia que mantenía la Administración para defender la hipótesis del aceite era que el número de intoxicados comenzó a disminuir después que se anunciase por televisión, el 10 de junio, que la causa podria ser un aceite de colza. 

«Lo primero que descubrimos era que la epidemia había comenzado a disminuir de forma espontánea unas dos semanas antes de este anuncio», asegura María Jesús Clavera. Si a esto se añade que la Administración sostenía que el periodo de latencia desde que se consumía el aceite hasta que se desarrollaba la enfermedad era de una semana, esto implicaba que el descenso habría de haber comenzado no el 10 de junio sino una semana después debido a que la gente habría estado consumiendo el aceite hasta el día del anuncio de que la causa podría ser esta. 

«Esto todavía hacía más contradictorio el argumento de que era el aceite», reconoce la Dra. Clavera, y recuerda que la exposición de los datos descubiertos a Carmen Salanueva la horrorizaron. «Nos dijo, ‘qué me decís, esto es terrible…, pero ¿estáis seguros?’. Todo su parlamento nos parecía sincero, pero pocos días después Salanueva salió en rueda de prensa y volvió a repetir que había sido el aceite».
El segundo aspecto que el matrimonio Martínez-Clavera investigó fue el circuito de comercialización del aceite. «Si una epidemia es única, si hay un síndrome que aparece de golpe en el cual todos tienen más o menos los mismos síntomas, es que se habían de haber intoxicado con un producto común», explica Clavera. Estos epidemiólogos comenzaron su investigación buscando algún punto en común en los circuitos de comercialización del aceite. «Una vez completamos el plano, con los circuitos, la identificación de las empresas implicadas, vimos que no sólo no había ninguna procedencia en común sino que el origen era muy disperso», y añade que «no había ningún tipo de coherencia ni territorial ni espacial». El dato más flagrante que el matrimonio Martínez-Clavera puso sobre la mesa era que sólo un 3 por 1.000 de los consumidores del aceite sospechoso estaba afectado, y que había víctimas que no habían consumido el aceite sospechoso.


En junio de 1984 expusieron sus discrepancias respecto a la teoría del aceite de colza en una reunión de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que Clavera recuerda muy tensa. «Después de la exposición, el presidente no sabía qué decir y optó por interrumpir la reunión. Los jefes se retiraron a un despacho a deliberar, y cuando salieron informaron que la investigación no se podía rehacer si el Gobierno español no daba su visto bueno. Después de decirnos que presentásemos investigaciones más detalladas al cabo de seis meses, continuaron hablando del aceite como si nada hubiera pasado».

Después de este tenso encuentro, en septiembre de 1984, el PNST y el Center for Disease Control (CDC) de los Estados Unidos firmaron un contrato para prestar un epidemiólogo al Estado español. Fue seleccionado el Dr. Edwin M. Kilbourne, quien cuando se produjo la intoxicación estaba vinculado al Epidemic Intelligence Service (EIS) del CDC. Kilbourne ya habia sido enviado por el CDC para integrarse a un equipo de investigadores que habían de elaborar seis estudios en la población Navas del Marqués para averiguar el origen de la intoxicación. La principal conclusión de los estudios era que los enfermos habían comido lo mismo que los sanos. Los científicos pretendían explicar este dato a partir de diferencias genéticas o del sistema inmunitario entre intoxicados y no intoxicados. Con este argumento se habría podido explicar, por ejemplo, por qué en Cataluña, en donde también se distribuía el aceite de colza, no hubo ningún afectado.

Centers Disease Control (CDC).Según el documento firmado entre el PNST y el CDC, la actividad principal de Kilbourne era la de «colaborar en un estudio epidemiológico-toxicológico con el fin de encontrar en el aceite la sustancia química o las substancias más estrechamente asociadas con la enfermedad». Es decir: el Dr. Kilbourne no tenía que investigar ningún alimento que no fuera el aceite de colza. El mismo documento especifica más adelante que «todos los datos que serán transmitidos al CDC con base a este contrato pertenecen al gobierno español y tienen carácter confidencial», y añade que «no pueden ser usados para fines científicos u otros que no se mencionen en este contrato, si el PNST no da antes su consentimiento».

A nivel judicial, el caso del Síndrome Tóxico también generó acontecimientos más propios de una película de espionaje que de un estricto problema de salud pública. El letrado Juan Franciso Franco entró en este espinoso asunto como abogado de los importadores de aceite. «Poco después recibí una información que me decía que investigase el tema porque el aceite no tenía nada que ver, que esta hipótesis no encajaba en absoluto, y al cabo de un tiempo conocí los trabajos del Dr. Muro». 

Su participación en el caso le llevó el 27 de octubre de 1986 a hacer una intervención ante el Parlamento Europeo. «En esta època yo estaba recibiendo llamadas amenazadoras contra mi familia a las tres de la mañana. Se lo comenté al entonces eurodiputado Juan María Bandrés y me dijo que había de hacer público lo que sabía y que habíamos de intentar que yo hablase en el Parlamento Europeo». En su intervención, Franco expuso las contradicciones existentes en la hipótesis del aceite: 

«Mi propósito es dejar constancia de unos hechos, que por sí mismos, pondrán en evidencia, las manipulaciones y falsedades de que fue objeto la investigación científica, esencialmente epidemiológica, para dar apoyo a la hipótesis oficial e impedir la apertura de líneas alternativas», y añadió que «pretendo por tanto, denunciar públicamente estos hechos que han permitido ocultar la verdadera causa de la intoxicación y perpetuar la caótica situación existente en España en relación con la prevención sanitaria y el medio ambiente». En su discurso ante el Parlamento Europeo este letrado también sostuvo que «la Administración impidió el desarrollo de hipótesis alternativas valiéndose de todo tipo de medios, incluidos la ocultación y la falsificación de todos aquellos datos que exigían la apertura de nuevas líneas de investigación».

¿Por qué toda esta confabulación para enterrar el caso del Síndrome Tóxico?. Greunke sospecha que detrás de la intoxicación alimentaria hay algo más que un fraude alimentario. «Se ha argumentado que se tapó porque en ese momento España negociaba la entrada en la Comunidad Económica Europea y estas informaciones podrían tener graves repercusiones sobre el sector hortofrutícola del país». Greunke añade que «hacer un montaje de este tipo, en el que se falsificaron datos, en el que se metieron diversos gobiernos para taparlo… 

Cuesta un poco de creer que fuera una simple intoxicación alimentaria. Allá detrás debía de haber intereses más poderosos que los estrictamente económicos». Inexplicablemente, su libro «El montaje del Síndrome Tóxico» fue retirado de las librerías una semana después de publicarse; los doctores María Jesús Clavera y Javier Martínez fueron despedidos de forma fulminante de la Comisión Epidemiológica del Síndrome Tóxico poco después de presentar sus datos a la reunión de la OMS y nunca más han podido trabajar como epidemiólogos; Juan Francisco Franco dejó de recibir llamadas amenazadoras después de su discurso ante el Parlamento Europeo; 

el Dr. Muro murió en 1985 víctima de un cáncer que muchos sospechan que fue inducido; pocas semanas después de la publicación en Cambio 16 del reportaje 
«Un producto Bayer envenenó España», José Oneto hubo de dejar la dirección de la revista; por su lado, Carmen Salanueva, después de ser la directora del Plan Nacional del Síndrome Tóxico fue nombrada Directora del Boletín Oficial del Estado y fue acusada y condenada por haber comprado cuadros a una galería de arte en nombre de la Reina y Carmen Romero, esposa del entonces presidente del Gobierno. Además fue acusada de fraude que la Intervención General del Estado cifró en más de mil millones de pesetas. Murió el pasado mes de enero. El Dr. Edwin M. Kilbourne es quien ha salido mejor, hasta ahora de este asunto: hoy en dia es el director de la Oficina de Gestión de Datos del Center for Disease Control de los Estados Unidos.
Los disparates para llegar a un cabeza de turco.
«Es un bichito tan pequeño que si se cae se mata». Esta frase del entonces ministro de Sanidad, Jesús Sancho Rof, atribuyendo en un primer momento la causa de la intoxicación a un microorganismo, es para algunos un pequeño botón de muestra de lo que ha sido, y es, la historia del Síndrome Tóxico. El inicio oficial de la intoxicación es el 1 de mayo de 1981, cuando falleció el niño Jaime Vaquero, de 8 años, en una ambulancia que tenia que llevarle a un hospital.
A partir de este momento los ingresos se fueron multiplicando, así como también los disparates que se fueron divulgando desde el Gobierno. El mismo ministro Sancho Rof llegó a decir en rueda de prensa el 22 de mayo de 1981 que «en todas las autopsias realizadas se detecta el micoplasma y ningún otro agente. En los cultivos, el germen crece como un micoplasma. Se conoce su nombre y su primer apellido, pero falta su segundo apellido. Se extiende sin ningún agente físico particular que lo propague».
El 10 de junio, TVE difunde la noticia que podría ser un aceite adulterado vendido de forma ambulante, sin etiqueta y, por lo tanto, sin control sanitario. Una semana más tarde, Sancho Rof anuncia que es el aceite. De esta forma se ponía punto final a la teoría llamada hasta ese momento como «neumonía atípica».
Para los disidentes, la única cosa que se descubrió en el aceite era un fraude alimentario al que, en ningún caso, se le podía atribuir el origen de la intoxicación y que, de hecho, se estaba practicando desde hacia años.
El aceite de colza se importaba desde Francia, con licencia para su uso industrial, por lo que era mucho más barato que el aceite de oliva para el consumo humano. Este aceite de colza tenia que venir desnaturalizado, lo que implica que se debería de haber teñido con un 2% de anilinas para que su aspecto no invitase a su ingestión. En algunos casos, este proceso se llevaba a cabo y en otros no. A los industriales que se sentaban en el banquillo de los acusados de la Casa de Campo se los acusaba de estar involucrados en un negocio que se dedicaba a renaturalitzar este aceite de colza: le sacaban el tinte -es decir, las anilinas-, para desviarlo hacia el consumo humano. 

En este proceso de renaturalitzación se generaban anilidas. Según el Gobierno, las anilinas y anilidas que contenía el aceite serian las substancias tóxicas a las que cabria atribuir el envenenamiento masivo. Esta definición volvió a cambiar más tarde, y se optó por la sibilina expresión «que el aceite de colza era el vehículo del agente tóxico desconocido».
El fraude del aceite tiene una larga tradición en España. En los años ochenta, la producción anual de aceite de oliva se situaba en aproximadamente 450.000 toneladas. De éstas, se exportaban 100.000. Si se tiene en cuenta que, según reconocía el Ministerio de Agricultura, en todo el estado se consumian unas 800.000 toneladas de aceite de oliva, se puede suponer que una gran cantidad de este aceite no provenia, precisamente, de aceitunas.
Ensayo militar:
Los investigadores independientes sospechan que alrededor de la intoxicación podria haber un caso de ensayo con armas químicas. En el prólogo del libro «El montaje del Síndrome Tóxico», el periodista Rafael Cid reconoce que el mismo CESID investigó directamente el caso. El trabajo de dos oficiales de este centro concluía que la tesis del aceite no se sostenía. El informe, elevado al entonces director del CESID, Emilio Alonso Manglano, apuntaba hacia un ensayo de guerra química como detonante de la epidemia.
Los productos de la familia de los pesticidas tuvieron su origen en las armas químicas. 

En su uso militar, agrario o doméstico, pertenecen al grupo de los compuestos organofosforados, con una composición química muy similar. Son productos neurotóxicos porque bloquean la acción de la colinesterasa, una enzima sin la que se forman cantidades tóxicas de acetilcolina, una substancia que destruye el funcionamiento del sistema nervioso. 
De ahí que estos productos, con unas pequeñas modificaciones, se puedan usar para finalidades civiles o militares. De hecho, los primeros compuestos organofosforados, como el Tabún, el Sarín y el Somán, fueron desarrollados por el Dr. Gerhard Schrader y su equipo, que trabajaban como químicos en la Compañía Bayer.
Este estrecho parentesco ha comportado que en algunos casos haya concordancias entre la fórmula de una patente para uso civil y para uso militar de un mismo producto. Es el caso de la arma binaria VX norteamericana. En un documento del gobierno de este país para la Conferencia Permanente de Desarme de Ginebra, se publicó en 1972 por primera vez la fórmula de la estructura de esta VX, que concuerda con la fórmula de la patente de Bayer número 3014943.
Primeros artículos críticos
Diario Ya. Domingo, 12 de mayo de 1981.

La neumonía atípica.    Doctor A. Peralta Serrano.
Protesta ante las declaraciones alarmistas del secretario de Estado para la sanidad, doctor Sánchez Harguindey, acerca de los casos de neumonía atípica aparecidos en los alrededores de Madrid. Análisis de la neumonía atípica en función de los habituales casos de neumonía que se producen en esta época del año. Posibilidad de que la enfermedad se produzca debido a una intoxicación.
El País. Miércoles, 23 de septiembre de 1981.


 Una nueva hipótesis sobre el envenenamiento por aceite de colza adulterado.
Fernando Montoro y Concepción Sáenz Laín.
Estudio de los diferentes elementos que oficialmente son considerados causantes del síndrome tóxico, que son descartados. Se formula una hipótesis de trabajo, según la cual las aflatoxinas pueden ser la causa de la intoxicación; hipótesis que las autoridades deben tener en consideración.
Diario 16. Martes, 2 de octubre de 1984.
Aurora Moya.
Declaraciones de los doctores Javier Martínez Ruiz y María Jesús Clavera Ortiz, que fueron cesados de la Comisión Epidemiológica del Síndrome Tóxico. Afirman que las investigaciones del doctor Antonio Muro, que descartan el aceite como origen del síndrome e inculpan a los tomates y las ensaladas, las han podido verificar. Crítica de los informes de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que comete falsedades constatables.
Diario 16. Domingo, 2 de diciembre de 1984.
Gloria Díez.
El doctor Luís Frontela, catedrático de Medicina Legal de la Universidad de Sevilla, reproduce en su laboratorio los síntomas del síndrome tóxico aplicando un pesticida organofosforado. Los experimentos con animales usando el aceite adulterado demuestran que éste sólo los engorda. Quejas por la nula receptividad de la administración española a estos trabajos.
Diario 16. Lunes, 3 de diciembre de 1984.
Gustavo Catalán.
Los doctores Antonio Muro y Luís Frontela investigan por separado la causa del síndrome tóxico y llegan a la misma conclusión de que es el insecticida Nemacur el causante. El doctor José Baguena acusa a otro insectida. Los doctores Francisco Javier Martínez Ruiz y María Jesús Clavera Ortiz deducen igualmente que el aceite adulterado no puede ser la causa.
Cambio 16. Número 681. 17-24 de diciembre de 1984.
Detalles de las investigaciones que demuestran que fue el «Nemacur», un producto de la firma Bayer usado en agricultura para matar parásitos, el causante del Síndrome.
Cambio 16. Número 801. 6 de abril de 1987.
Rafael Cid, periodista de investigación.
Relación de los contactos realizados por el periodista Rafael Cid con algunos de los investigadores del Síndrome Tóxico. Exposición de datos que contradicen la versión oficial del aceite de colza. La exposición de los datos contradictorios con la causalidad de la colza y el papel de los disidentes a la versión oficial se exponen con menos entusiasmo que en otros artículos. Relación de los protagonistas de la investigación.
Integral. Número 107. Volumen 1. Noviembre del 1988.
Equipo de Análisis Ecológicos.
Cronología de los hechos. Análisis de las diferentes hipótesis relacionadas con el Síndrome Tóxico: aceite, plaguicida y arma química. La dimensión política del síndrome tóxico. Los intereses creados en el Estado español en relación con el Síndrome Tóxico. Reflexiones previas a la sentencia.
Crítica a la versión oficial
Andreas Faber-Kaiser.
Mientras la Ciencia a los 3 meses ya sabía que no podía ser el aceite de colza, el Poder acusaba y encarcelaba a los industriales del aceite de colza. Mientras la Ciencia a los 8 meses ya sabía cómo curar a los afectados, el Poder ocultaba a más de 60.000 enfermos la posibilidad de su curación.
Rafael Cid. Periodista de investigación.
Experiencia de este periodista con el científico Gastón Vettorazi, que señaló a los pesticidas como causantes de la epidemia. Un informe redactado por un equipo del CESID apuntó la causa a un ensayo de guerra bacteriológica.
Gudrun Greunke. Periodista de investigación.
Jörg Heimbrecht. Escritor. Diplomado en Química.
Después de sus investigaciones puede descartarse que el Síndrome Tóxico tenga algo que ver con cualquier aceite. Con numerosos documentos pueden demostrar la epidemia por pesticidas organofosforados.
Alfons Serra. Investigador.
En este artículo se apunta a los productos Nemacur-10 y Oftanol como causantes del Síndrome, ambos fabricados por la casa Bayer.
Entrevistas a científicos
Cambio 16. Número 688. 4-11 de febrero de 1985.
Rafael Cid, periodista de investigación.
Entrevista a Francisco Martín Samos, alto funcionario de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que considera que las investigaciones oficiales del Plan Nacional del Síndrome Tóxico han ido más encaminadas a buscar un responsable que a encontrar las verdaderas raíces de la catástrofe. Coincide con la teoría del doctor Muro que relaciona el Síndrome Tóxico con organofosforados debido a la coincidencia de los casos en el Estado español con otros casos de intoxicación debido a dicha sustancia. Coincidencias entre el Síndrome Tóxico y la talidomida.
Cambio 16. Número 689. 11-18 de febrero de 1985.
Cambio 16. Página 45. 25 de febrero, 4 de marzo de 1985.
Rafael Cid, periodista de investigación.
Entrevista a Gaston Vettorazzi, alto cargo de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que considera que la investigación realizada en el Estado español no ofrece garantias de demostrar que la causa del Síndrome Tóxico fuera el aceite de colza. La OMS convoca una reunión para estudiar el síndrome, después de recibir estudios críticos. Posterior puntualización de Gaston Vettorazzi.

Pacto de silencio.
Andreas Faber-Kaiser.
Entrevista al Doctor Muro, 48 horas antes de morir, a Radiocadena española. El Doctor Muro es el científico que investigó detalladamente personas afectadas del síndrome tóxico y dedujo que la causa de su mal eran pesticidas organofosforados. Denuncia de los presuntos estudios de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que afirman que la causa fue el aceite de colza. Denuncia a la revista Lancet, que solamente publicó artículos que encausaban al aceite. Afirma que compró Nemacur en Barcelona, a pesar que el ministro de sanidad Ernest Lluch dijo que se había retirado por su toxicidad y que no tenía relación con el síndrome.

La sentencia y sus contradicciones
Cambio 16. 30 de marzo de 1987. Número 800.
Análisis de las investigaciones del síndrome tóxico ante el juicio que se celebra el 30 de marzo de 1987. Las cifras del proceso. Las investigaciones oficiales, a pesar de centrarse solamente en el aceite de colza no han podido demostrar la causalidad del mismo. Existencia de investigaciones alternativas, basadas en pesticidas organofosforados, frenadas por parte de la administración. El síndrome en el pueblo de Escobar de Campos.
Lluís Botinas. Coordinador de la asociación C.O.B.R.A..
Detallado artículo que analiza todos los aspectos de la sentencia del caso del Síndrome Tóxico, demostrando que la versión oficial del aceite de colza no es sostenible y si en cambio la hipótesis de intoxicación por pesticidas organofosforados.
Las indemnizaciones
A 31 de diciembre de 1999, solamente el 11% de los afectados por el Síndrome Tóxico de 1981 había recibido su correspondiente ayuda económica debida por el Estado español.
Últimos descubrimientos
«The Ecologist» en castellano. Octubre del 2000.
Guillermo Caba.
Relato de las investigaciones de los científicos que descubrieron la causa del Síndrome Tóxico bajo la forma de pesticidas de la casa Bayer. El ostracismo lanzado a estos científicos y las investigaciones manipuladas de los servicios de inteligencia españoles y estadounidenses. Las aberraciones de la explicación oficial que atribuye la causa al aceite de colza. Coincidencia de las fórmulas de los pesticidas con armas químicas.
Publicaciones y contactos

Vicente Granero Moré. Miguel Ángel Pérez Heredia.
Este libro reúne todo lo que ocurrió realmente desde mayo de 1981 hasta el momento de su edición, reflejándose todas las teorías, incidencias, patologías sufridas por los enfermos, las resoluciones judiciales, la actuación de la Administración y el tratamiento de la enfermedad, así como el angustioso y largo camino que padecen los afectados para acceder a las indemnizaciones, a las que legalmente tienen derecho.
El País. Sábado, 1 de julio de 2000.
A. F.-S.
Publicación en castellano, traducción del original en francés, en donde se denuncian las manipulaciones en torno al Síndrome Tóxico de 1981.
Editorial Obelisco.
Editora del libro «El montaje del Síndrome Tóxico».
Nueva señas: Pere IV, 78, 4º 5ª. 08005 Barcelona.





-- HISTORIA DE BAYER :


BAYER está organizando costosas celebraciones para celebrar sus 150 años de creación, sin embargo los numerosos crímenes de la compañía no se mencionan en las publicaciones conmemorativas. En lugar de reconocer su responsabilidad en el trabajo forzado, los gases tóxicos y los mortales productos farmacéuticos, la historia de la compañía está siendo ignora por completo. La coalición contra los peligros de BAYER introdujo contra-mociones para la próxima reunión de la junta de accionistas de la compañía con el fin de aclarar el lado oscuro del pasado de BAYER

En su 150 aniversario, Bayer está organizando numerosas celebraciones con ilustres invitados. Una exposición circula en el mundo y un dirigible especialmente construido promoverá la compañía en los cinco continentes. Sin embargo, los períodos sombríos de la historia de la compañía han sido totalmente silenciados en las celebraciones. Temas como la contaminación del medio ambiente, la intoxicación por plaguicidas, las protestas de los trabajadores y la colaboración con el Tercer Reich son simplemente ignorados.

Philipp Mimkes, de la Coalición contra los peligros de BAYER declaró: « Miembro del tristemente célebre IG Farben, BAYER estuvo involucrado en los crímenes más crueles de la historia de la humanidad: una filial proporcionaba el Zyklon B para las cámaras de gas, la compañía construyó también una fábrica gigante en el mismo campo de Auschwitz. La empresa incluso administró su propio campo de concentración, donde albergaba a los trabajadores esclavos. Decenas de millares de personas murieron allí.»

Otros sucesos de la historia de la corporación:

Cada folleto de BAYER incluye una referencia de la invención en 1998 de la ASPIRINA, pero no hace ninguna alusión al hecho de que la compañía simultáneamente introdujo HEROÍNA en el mercado como tratamiento contra la tos de los niños. Poco después de su lanzamiento en el mercado, los médicos señalaron la potencial dependencia a la heroína. Sin embargo, Bayer llevó a cabo durante 15 años una campaña mundial de publicidad.

Carl Duisberg, quien fuera durante décadas el director general de Bayer, estuvo personalmente implicado en el desarrollo de gases tóxicos como el « gas mostaza » e impulso su utilización en el frente - contrariamente al derecho internacional. Duisberg pidió la deportación de decenas de miles de trabajadores forzados belgas y fomentó la anexión de grandes regiones de Europa del Este.

Durante numerosas décadas, Duisberg apoyó enérgicamente la fusión de la industria química alemana con el objetivo de crear la IG FARBEN. El grupo fundado en 1925, era la compañía más grande de Europa. La empresa rechazó la República de Weimar e hizo importantes donaciones a los partidos conservadores y más tarde a los Nazis.

IG FARBEN participó activamente en la guerra de conquista del tercer Reich. La compañía siguió las fuerzas armadas en los países ocupados de Europa y tomó en pocas semanas una parte considerable de su industria química. También se apropió de las minas de carbón y de la producción de petróleo. Más tarde el posterior presidente del Consejo de Dirección de BAYER, Kurt Hansen desempeñó un papel de liderazgo en estos despojos.

En los procesos de criminales de guerra de Núremberg, IG FARBEN también enfrentó su propio juicio. Una sección, por ejemplo, declaraba lo siguiente: «es indiscutible que los experimentos criminales se llevaron a cabo por los médicos de las SS con los prisioneros de los campos de concentración. Estos experimentos fueron diseñados claramente para probar los productos de IG FARBEN. »

Los dirigentes condenados en Núremberg después de haber cumplido sus condenas pudieron continuar sus carreras sin trabas. Fritz ter Meer, por ejemplo, pasó a ser Presidente del Consejo de Supervisión de BAYER. Durante su interrogatorio en Núremberg, dijo que los trabajadores esclavos de Auschwitz « no habían tenido que sufrir demasiado, ya que de todas formas iban a ser asesinados ». BAYER incluso le dio su nombre a una fundación "La Fundación Fritz ter Meer ».



Los dirigentes de IG Farben condenados en Nuremberg

En los laboratorios de BAYER, se hacía la investigación de los gases de guerra química. Después de la Segunda Guerra Mundial el inventor del SARIN y TABUN, Dr. Gerhard Schrader, fue jefe del departamento de pesticidas de BAYER. Durante la guerra de Vietnam, BAYER estuvo involucrada en el desarrollo del AGENTE NARANJA. La producción se realizaba en la empresa MOBAY, fundada conjuntamente con BAYER y MONSANTO.



El buen Doctor Schrader con su pequeña familia

Según la Coalición contra los peligros de Bayer, el Consejo de dirección de BAYER es responsable de la falsa interpretación de la historia de la compañía. Por lo tanto en la próxima junta de accionistas en Colonia, el 26 de abril, sus acciones no deberían ser ratificadas por esta razón. La Coordinación ha introducido mociones contrarias que se publicaron en el sitio web de BAYER.

Nota de la editora: Sobre el Juicio a la IG Farben empresa química industrial alemana, que al igual que Flick y Krupp, usufructuó del trabajo esclavo, ver acusado, sentencia y pena


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Ex-presidente de Bayer acusado de crímenes de guerra nazi


Memoria Histórica | Tao TV | 24-03-2013 | 

I.G. Farben fue un poderoso cártel comprendido por Bayer, BASF, Hoechst y otras empresas químicas alemanas las cuales experimentaron sin piedad en prisioneros de la era Nazi mientras Hitler comandaba durante la Segunda Guerra Mundial los campos de concentración donde se ponían a prueba medicamentos y vacunas peligrosas con lo que se asesinó a miles de personas. De hecho, Auschwitz fue uno de los mayores campos de exterminio masivo en la historia humana. (http://www.nizkor.org/faqs/auschwit...).De forma irónica, sólo dos semanas después de la rendición incondicional de Alemania, el diseñador del misil guiado nazi, Herbert Wagner, llegó a Washington D.C. Esto margó el principio de la llegada masiva de “científicos locos” que trabajarían para los Estados Unidos en una misión llamada “Proyecto Paperclip”, dirigido por el Presidente Roosevelt para supuestamente “explotar el conocimiento de los científicos nazis”. Unos cuantos años después, el Tribunal Criminal de Guerra en Nuremberg condenó a 24 de los ejecutivos de I.G. Farben por asesinatos en masa, esclavitud y otros crímenes contra la humanidad; no obstante, en menos de 7 años, cada uno de los asesinos fue liberado y comenzaron a trabajar como consultores para empresas estadounidenses. De 1950 a 1980, Bayer, BASF y Hoechst llenaron los puestos ejecutivos más altos, Presidente de la Junta Directiva, con asesinos en masa convictos.
En la actualidad, cada una de las 3 empresas “hijas” de IG Farben es mucho más poderosa que Farben durante la II Guerra Mundial. Hoy, estas empresas envían grupos de presión a Washington D.C. con millones (si no miles de millones) de dólares para influenciar las decisiones normativas que se toman por la FDA.
Fritz ter Meer, convicto de asesinato en masa, sirvió 5 años en prisión, luego “de manera conveniente” se convirtió en presidente de la junta supervisora de Bayer.
Carl Wurster de BASF ayudó a fabricar el gas Zyklon-B, el poderoso pesticida usado para ejecutar a millares de prisioneros. Él sabía que uso de este producto era para aniquilación y sus socios criminales fueron condenados y ejecutados en la horca por 1946.
Arthur Rudolph, director del campo de concentración donde miles de prisioneros murieron por maltrato, torturas y hambre, se le otorgó la ciudadanía estadounidense y fue a diseñar el cohete Saturno 5 usado en los alunizajes de la misión Apolo.
Kurt Blome, quien admitió asesinar prisioneros en “experimentos espantosos”, fue contratado en 1951 por el Cuerpo Químico del Ejército de los Estados Unidos para trabajar en guerra química.
Las semillas de la malévola industria farmacéutica, la cual la FDA llama medicina, fueron plantadas por primera vez en los Estados Unidos hace más de 65 años. Muchos de los “científicos locos” que torturaron a inocentes seres humanos durante la Segunda Guerra Mundial fueron contratados y promovidos por los presidentes de los Estados Unidos para catapultar lo que llamamos “Medicina Occidental” y cuyo objetivo final es crear enfermedad para luego tratar sus síntomas a modo de enriquecerse (http://www.sourcewatch.org/index.ph...). El “negocio de la enfermedad y del cuidado médico” en los Estados Unidos está creciendo rápidamente. Solamente echa un vistazo a los anuncios de las farmacéuticas en la TV. Estas son medicinas sintéticas, no puestas a prueba y son vacunas cargadas con aluminio que son recetadas a la población como dulces, con efectos secundarios mucho peores que la enfermedad que están tratando de curar.
Conveniencia y Mitos Perpetuados para Impulsar Crecimiento de Medicina Occidental
Dicho de manera simple, la mayoría de la gente subestima el poder de la FDA y la misión de las grandes corporaciones farmacéuticas para controlar la medicina y hacer miles de millones de dólares a cualquier costo y los medicamentos recetados, las vacunas contra la gripe y el resto de vacunas que son visto con total “normalidad” en la publicidad son responsables por la pésima salud y estado crónico de enfermedad de la población.
Por último, la conveniencia y los mitos perpetuados han llevado a las masas a considerar estas estafas y experimentos corporativos como parte de su abanico normal de opciones de productos, medicinas y tratamientos.
Si estás todavía buscando la cura para tus dolores de cabeza por migrañas con “medicina extra fuerte”, primero deberías evitar comprar cualquiera de las medicinas vendidas por una compañía que contrata a asesinos en masa como presidente para dirigir la compañía. Luego revisa tus hábitos alimenticios. Podría ser que los ingredientes genéticamente modificados en tusalimentos y el aspartamo en tus bebidas dietéticas y goma de mascar son los que están causándote esos dolores de cabeza en primer lugar.
Ponlo de este modo, si la caja de aspirinas tuviera una etiqueta que dijera: “Advertencia: el antiguo presidente de Bayer fue condenado por asesinato en masa”, ¿le darías la pastilla a tu hijo?
Fuentes

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Arroz contaminado por Bayer




En agosto de 2006, se hizo evidente que la cosecha de arroz de los Estados Unidos había sido contaminada con transgénicos de Bayer CropScience no aprobados fueron encontrados en los suministros de arroz comercial
En 2005, aproximadamente el 80% del arroz exportado por los EE.UU. fue lla variedad contaminada.

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PLAGUICIDAS BAYER:









28 de Septiembre de 2012

4 de septiembre de 2012










































24 de octubre de 2002

25 de Octubre de 2001

24 de agosto de 1996

OGM (ORGANISMOS GENETICAMENTE MODIFICADOS)





















24 de noviembre del 2006









7 de Diciembre de 2004






02 de Noviembre 2003



Artículos






11 de enero de 2012







23 de noviembre de 2010













10 de Abril de 2007











25 de Mayo de 2005






1 de Julio de 2004


6 de diciembre de 2003




Octubre del 2000

30 de Noviembre de 2001






Diciembre 1994



Medicamentos

















5 de septiembre de 2011









































1/2003



 

Y POR ÚLTIMO, ESPECIAL PARA LOS ESPAÑOLES, LA AUTORIA DEL SÍNDROME TÓXICO QUE MATO A TANTOS ESPAÑOLES Y SE ATRIBUYÓ AL ACEITE DE COLZA:


Cambio 16. Número 681. 17-24 de diciembre de 1984. Tres años y medio después de que se iniciara la tragedia atribuida al aceite de colza adulterado, que causó la muerte a 352 personas y ha producido lesiones irreversibles a otras 24.000, los resultados de nuevas investigaciones científicas sostienen que no fue el aceite el culpable. El «Nemacur», un producto de la firma Bayer que se usa en agricultura para matar gusanos, aparece en estos informes como desencadenante del llamado «síndrome tóxico».

Según nuevas investigaciones científicas


Un producto Bayer envenenó España.


El 9 de noviembre pasado, Luís Frontela Carreras, catedrático de Medicina Legal y director del Instituto de Ciencias Forenses de la Universidad de Sevilla, en un informe reservado, afirmaba: «No existe la más mínima base científica para atribuir al consumo de aceite de colza desnaturalizado mediante anilinas la causa directa del "síndrome tóxico"».
El documento de Frontela, producto de dos años de trabajo, en el que participó todo su equipo de colaboradores de la Universidad de Sevilla, echaba por tierra las tesis oficiales elaboradas durante el Gobierno de Leopoldo Calvo-Sotelo, que atribuían al aceite de colza adulterado la causa del envenenamiento masivo sufrido en varias provincias del país durante la primavera y el verano de 1981.
Frontela Carreras, uno de los más prestigiosos médicos del país, famoso por sus investigaciones forenses sobre el crimen de Los Galindos, no sólo descarta que la colza fuera el agente desencadenante de la epidemia que vistió de luto a 352 familias españolas, sino que afirma tajantemente que las anilinas, unas sustancias colorantes utilizadas para desnaturalizar el aceite, no provocan el cuadro clínico observado en los afectados por la «neumonía atípica».
«En consecuencia -advierte el doctor Frontela en su trabajo-, estimamos que los tóxicos fundamentales que ocasionaron el "síndrome tóxico" no son las anilinas, sino otras sustancias, que pudieron no ser detectadas en los análisis efectuados por los organismos oficiales encargados de invesrtigar el caso».
El doctor Frontela efectuó su trabajo científico utilizando técnicas matemáticas y estadísticas, y experimentos de laboratorio, a petición del abogado José Merino Ruiz, cuya esposa, María Concepción Navarro Hernández, había fallecido en Madrid durante el verano de 1981, presentando un cuadro clínico similar al de los supuestos envenenados por el aceite de colza.
A pesar de que esta mujer había contraído la enfermedad meses antes de que se detectara el primer fallecimiento atribuido a la «neumonia atípica», Frontela sentencia: «Los hallazgos macroscópicos de autopsia y los análisis de vísceras de María Concepción Navarro Hernández son coincidentes con los de otros fallecidos por el llamado "síndrome tóxico"».
Este descubrimiento, junto con la sintomatología que presentaban los enfermos de la «neumonía atípica», lleva al doctor Frontela a sospechar que el causante del enevenenamiento que llevó a la tumba a 352 personas, según las estadísticas oficiales -más de 500, según otras fuentes-, y produjo lesiones graves e irreversibles en otros 24.000 individuos, no era el aceite de colza.
Frontela probó entonces a investigar con insecticidas organofosforados y sustancias similares, habitualmente utilizados como plaguicidas por los agricultores, logrando un sorprendente descubrimiento: el Nemacur, un producto químico fabricado por la Bayer para matar los parásitos que se fijan a las raíces de las plantas, podría ser el origen de la desconocida enfermedad.
Este nematicida, que se fabrica en la planta que la multinacional Bayer tiene en Quart de Poblet, a pocos kilómetros de Valencia, al ser absorbido por las plantas en determinado periodo de crecimiento, podría dejar residuos tóxicos en los frutos y provocar el envenenamiento de cuantos individuos consumieran el producto, sostiene el informe del doctor Frontela.
«Las series de ratas intoxicadas directamente con Nemacur y con pimientos tratados con Nemacur dos semanas antes de la recolección -afirma concluyentemente el forense sevillano en su informe- presentan similares lesiones microscópicas que las que se observan en los fallecidos por el síndrome o neumonía tóxica».
A similares conclusiones había llegado dos años antes el doctor Antonio Muro Fernández Cavada, ex director del hospital del Rey, de Madrid, quien, en un voluminoso trabajo de investigación epidemiológica, establece que la epidemia detectada en España el 1 de mayo de 1981, cuando en Torrejon de Ardoz moría el niño Carlos Vaquero, de ocho años de edad, víctima de una desconocida neumonía pulmonar, estaba provocada por una partida de tomates que habían sido tratados con el nematicida fabricado por la Bayer en Quart de Poblet (Valencia).
El doctor Muro, un «médico maldito» por haberse enfrentado a las tesis oficiales que relacionaban el aceite de colza desnaturalizado a la extraña enfermedad, acabó apartado de la comisión gubernamental que investigaba las causas de la «neumonía atípica».
Rodeado de un estrecho grupo de colaboradores, Muro se lanzó a investigar por su cuenta. Entrevistó personalmente a más de 4.000 afectados por la enfermedad, viajó de una a otra punta del país y, seis meses después, tenía elaborado el mapa de la enfermedad en todo el territorio estatal.
De esta manera, el médico heterodoxo y su equipo lograban obtener un primer descubrimiento: gran parte de los afectados por el llamado «síndrome tóxico» no habían consumido aceite de colza desnaturalizado y, por el contrario, todos ellos incluían en su dieta alimenticia una determinada variedad de tomate que sólo se cultiva en escasas zonas del Estado español.
Con estos datos, el doctor Muro se dedica a visitar mercados, se entrevista con asentores de frutas y verduras, con transportistas e intermediarios y semanas más tarde consigue averiguar que el tomate sospechoso procede de una huerta de la localidad almeriense de Roquetas del Mar.
Sus investigaciones le permiten determinar, incluso, la cantidad de tomate que pudo haber producido el envenenamiento masivo conocido como «síndrome tóxico»: una partida de unos ochenta y cinco mil kilos cosechada durante los meses de abril, mayo y junio de 1981 y dedicada al consumo interior por su escasa calidad.
«Este tomate, de la variedad Lucy -señala a CAMBIO16 Antonio Muro-, se consumió principalmente en los cinturones periféricos de las grandes ciudades, lo que coincide con el perfil sociológico de los afectados, todos ellos personas pertenecientes a un estrato social medio-bajo».
Mientras la comisión gubernamental del «síndrome tóxico» seguía manteniendo la teoría del aceite de colza desnaturalizado como el vehículo propagador de la epidemia, Muro centra su trabajo en los insecticidas utilizados por los agricultores para combatir las plagas y descubre que un producto de la Bayer, el Nemacur, produce en las cobayas similares efectos a los detectados en los pacientes afectados por la «neumonía atípica».
Cuando se administra oralmente Nemacur 10 a las cobayas -afirma el doctor Muro en el folio OJ 6342507 vuelto del sumario de la colza-, éstas mueren al sexto día. Si, en cambio, se les alimenta con un pedazo pequeño de pimiento tratado con este nematicida, la cobaya muere al segundo día, de donde se desprende que, al ser asimilado por la planta, el Nemacur 10 se convierte en un tóxico más potente que en su preparación original».
Frente a las teorías de los doctores Muro y Frontela, el resto de la comunidad científica -el Centro de Nutrición y Alimentación de Majalahonda, el Instituto Nacional de Toxicología y un sector del Consejo Superior de Investigaciones Científicas- sigue considerando que el envenenamiento masivo que afectó a 14 provincias españolas a comienzos del verano de 1981 se debió a un tóxico que se encontraba en una partida de aceite de colza desnaturalizado.
Los investigadores oficiales fundamentan su hipótesis en que el 97 por 100 de los enfermos del llamado «síndrome tóxico» habían consumido aceite de colza adulterado y vendido clandestinamente y en el hecho de que a partir del 30 de junio de 1981, fecha en que el Gobierno procedió a retirar masivamente este aceite, la curva de afectados descendió vertiginosamente.
Sin embargo, los intentos de reproducir en laboratorio los efectos del síndrome inoculando el supuesto aceite envenenado a todo tipo de cobayas, han resultado vanos hasta la fecha. «En los laboratorios de la Fundación Jiménez Díaz -cuenta a CAMBIO16 un biólogo- hicimos pruebas con grupos de diez ratas de quinientos gramos cada una, a las que les dábamos tres miligramos de aceite de colza de todas las formas imaginables (frito, en ensalada, crudo, etcétera), y ninguna de las cobayas reprodujo el síndrome. Simplemente, engordaban».
En el Instituto Nacional de Toxicología y en el Centro de Nutrición y Alimentación de Majalahonda, dos de las instituciones científicas de mayor prestigio del país, los experimentos dieron parecidos resultados. «La administración de muchas muestras de aceite a babuinos, monos, cobayas y hamsters han dado resultados negativos», concluye la Organización Mundial de la Salud en un informe elaborado en 1983 y dado a conocer este año.
La OMS, que desde que se descubrió el «síndrome tóxico» hasta la fecha ha enviado a 14 equipos científicos internacionales a nuestro país para estudiar la sintomatología y los orígenes del envenenamiento masivo, en un informe de 96 páginas, reconoce la impotencia de la comunidad científica internacional para determinar las verdaderas causas de la epidemia.
«Las pruebas de que las anilidas de ácidos grasos fueron la causa de la enfermedad siguen siendo poco convincentes -asegura en su informe la OMS- (...) Mientras la toxina exacta del aceite siga sin identificarse, todas las pruebas de aceite confiscadas deberían conmservarse almacenadas, ya que mientras siga sin descubrirse la causa precisa, no puede tenerse la seguridad de que esta enfermedad no volverá a presentarse en España u en otros países».
La ausencia de datos concluyentes en las investigaciones de laboratorio sobre muestras de aceite de colza desnaturalizado ha hecho que muchos científicos españoles y extrangeros estén en la actualidad utilizando otras hipótesis de trabajo y que la propia Organización Mundial de la Salud, en un informe confidencial remitido al Gobierno español, recomienda no descartar ninguna otra posibilidad de investigación que pueda arrojar luz sobre el origen del agente tóxico. Es el caso de los doctores Francisco Javier Martínez Ruíz y María Jesús Clavera Ortiz, antiguos miembros de la Comisión Epidemiológica del Síndrome Tóxico, quienes han llegado a la conclusión de que el agente causante del envenenamiento masivo que produjo las «neumonías atípicas» del verano del año 1981 no estaban en el aceite de colza desnaturalizado, sino, por el contrario, en las ensaladas.
«Tras muchos meses de trabajo en el Plan Nacional del Síndrome Tóxico -dice Francisco Javier Martínez a CAMBIO16- hemos podido comprobar que el tóxico no fue el aceite, ya que sólo tres de cada mil personas que consumieron la colza supuestamente envenenada han resultado afectados. Además, no es excato que la epidemia cesara el treinta de junio de mil novecientos ochenta y uno, cuando se mandó retirar el aceite. En contra de la versión oficial, está estadísticamente comprobado que el llamado "síndrome tóxico" había comenzado a remitir dos semanas antes».
Por otras parte, el personal científico del Laboratorio Central de Aduanas, que dirige el doctor Bolaños, que fue el primer centro investigador del país que aisló las anilinas de los aceites de colza desnaturalizados, tienen serias dudas acerca de que este tóxico fuera el único causante de la epidemia.
«Después de haber estudiado detenidamente la sintomatología de los enfermos -señaló un alto cargo del organismo a CAMBIO16-, estamos convencidos de que entre las sustancias que provocaron las "neumonías atípicas" tenía que haber obligatoriamente compuestos fosforados».
A esta misma conclusión llegaba, en el verano de 1981, el médico militar Luis Sánchez Monge, una de las personas que más años ha dedicado al estudio de la acción de los gases tóxicos.
El doctor Sánchez Monge, experto en armas químicas y bacteriológicas, en un informe reservado hecho llegar a las autoridades sanitarias del país, aseguraba la coincidencia entre los efectos del «síndrome tóxico» descubiertos en los afectados y determinadas fases de la guerra química, donde suelen emplearse compuestos fosforados en estado gaseoso.
En uno y otro caso, el cuadro clínico era similar: insuficiencias respiratorias graves con disnea y tos, náuseas y vómitos, dolores musculares, dolores de cabeza, diarrea y exantema pruriginoso.
Todas estas experiencias apoyan los descubrimientos de los doctores Muro y Frontela, quienes, trabajando cada uno por su lado, llegaron a la conclusión de que el posible tóxico determinante de la epidemia era el Nemacur, un nematicida que se elabora en la planta de Cuart de Poblet, en Valencia, por la multinacional alemana Bayer. El Nemacur se emplea como plaguicida desde 1972 en el Estado español y lleva fósforo en su composición.
«Según mis investigaciones y las de mi equipo de colaboradores -asegura el doctor Luis Frontela Carreras a CAMBIO16-, el Nemacur es con mucha probabilidad el agente causante del envenenamiento masivo conocido como "síndrome tóxico"».
El doctor Frontela, que recibió a esta revista en su domicilio de Sevilla, en la avenida de la República Argentina, asegura también que su trabajo no son especulaciones gratuitas. «Un equipo interdisciplinario de quince personas llevamos dos años investigando en el tema, hemos hecho centenares de ensayos con todo tipo de plaguicidas y todos los datos señalan que la epidemia pudo producirse por una incorrecta utilización de este organofosforado».
Según el Servicio de Defensa contra Plagas e Inspección Fitopatológica del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, el Nemacur cuando se emplea en su versión líquida, que posee una alta concentración de organofosforados, es un producto altamente tóxico, letal para las personas, los animales terrestres y la fauna acuícola, por lo que debe administrarse a las plantas entre sesenta y noventa días antes de la recolección, para dar tiempo a la planta a eliminar los posibles residuos de veneno que puedan acumularse en tallo, hojas y frutos.
«Yo utilicé el Nemacur -se ratifica Frontela ante CAMBIO16- en plantaciones de pimientos dos semanas antes de la recolección. Administrados a lotes de ratas, reproducían fielmente la sintomatología de los afectados por las "neumonías atípicas" de mayo-junio de mil novecientos ochenta y uno, y morían a los pocos días».
Informes confidenciales de los servicios secretos, a los que ha tenido acceso CAMBIO16, señalan que F.M., el agricultor de Roquetas de Mar, empleó Nemacur -varios bidones de cinco litros de Nemacur en su versión líquida, es decir, la más tóxica- para exterminar una plaga de fusario -un hongo que afecta a las raíces- que estaba a punto de arruinar su cosecha de tomates.
«Fue una mala cosecha -cuenta F.M. a CAMBIO16, confirmando los datos en poder de los servicios de inteligencia-. En un invernadero de dos hectáreas sólo logré salvar ochenta y un mil quilos de tomates, de la variedad Lucy, que vendí entre doce y dos pesetas el kilo y quese destinaron en su integridad al mercado nacional».
El descubrimiento de este agricultor, que confiesa haber recolectado su cosecha semanas antes de que se detectara los primeros casos atribuidos a un tóxico desconocido, parece confirmar las hipótesis del doctor Antonio Muro y su equipo de colaboradores que, a través de un amplio estudio sociológico, cuya documentación ocupa varios armarios de su antiguo despacho del Hospital del Rey, determinó en 1981 que los supuestos tomates a los que él achacaba el origen de la epidemia se habían producido en la provincia de Almería.
Sin embargo, la empresa fabricante del producto plagicida, la multinacional Bayer, la primera empresa química del mundo que creó una sección destinada a la conservación de la naturaleza, rechaza cualquier posible vinculación del Nemacur con el envenenamiento masivo de mayo-junio de 1981.
«Incluso en caso de una mala aplicación del Nemacur, en un plazo breve por descuido o intencionadamente, no se presentaría ningún tipo de enfermedad del tipo de "síndrome tóxico", ya que está demostrado que nuestro producto no es neurotóxico y, en cambio, los afectados por la "neumonía atípica" han padecido en su mayoría procesos neurotóxicos», manifestó el jefe de la división fitosanitaria de Bayer en el Estado español, J. Costa (véase apartado).
Estos argumentos no convencen al catedrático de Medicina Legal de la Universidad de Sevilla, Luis Frontela Carreras, quien afirma a esta revista que existen efectos poco conocidos, pero altamente peligrosos, en los nematicidas. «Estos efectos -asegura- se producen a largo plazo e incluso en personas que no han consumido grandes cantidades de tóxico y no vienen indicados en los folletos de los plaguicidas normalmente, por lo que se suele escapar al conocimiento de los especialistas e incluso de un sector de la comunidad científica».
Pero no es sólo la Bayer quien pone en duda los informes de los doctores Muro y Frontela. «Si son rigurosamente serios -asegura Carmen Salanueva, coordinadora deñ Plan Nacional del Síndrome Tóxico- que vengan y los expongan, que aquí a nadie se le cierran las puertas».
Por otra parte, el Gobierno, que sigue con evidente preocupación las investigaciones de Antonio Muro y Luis Frontela, por el temor de que una mala utilización del tema puede perjudicar al sector agrícola español en un momento clave de nuestra integración en la Comunidad Económica Europea, va a invitar a ambos científicos a que expongan sus teorías ante los foros científicos estatales e interestatales, para evitar, de una vez por todas, que se siga especulando con un tema que afecta dolorosamente a numerosas familias del país.
Independientemente de las declaraciones del Gobierno y de los responsables a nivel asistencial de los afectados por el «síndrome tóxico», el catedrático de Medicina Legal de Sevilla, Luis Frontela, está convencido de que su trabajo está en el buen camino. «Dentro de dos semanas, cuando hayamos concluido los últimos ensayos, la verdad se abrirá paso por sí sola».

El síndrome de la muerte.
El síndrome tóxico, también llamado «neumonía atípica», fue detectado en la localidad madrileña de Torrejón de Ardoz el 1 de mayo de 1981, al morir por insuficiencia pulmonar aguda el niño de ocho años Carlos Vaquero. Posteriormente, seis de los ocho miembros de su familia contraerían la extraña enfermedad.
En pocos días, la epidemia alcanzó a otras trece provincias españolas, todas ellas situadas en el noroeste de la Península, salvo Galicia y Cantabria, y afectó sobre todo a personas de clase media-baja residentes en las zonas periféricas de las ciudades.
La epidemia alcanzó su punto máximo a mediados de junio, fecha en que se nregistraron hasta 600 ingresos en los hospitales de todo el país, y se atendía a más de cuatro mil enfermos. Durante este periodo se realizaron los primeros estudios epidemiológicos, que permitieron establecer que la enfremedad no afectaba a lactantes y que la epidemia incidia más en la población femenina.
El primer dato permitió establecer que la «neumonía atípica» tiene su origen en un envenenamiento masivo por ingestión de alimentos. Encuestas posteriores demostraron que la mayoría de los afectados habían consumido aceite de colza desnaturalizado con anilinas. A pesar de que la mayoría de los afectados habían consumido también tomates y otros alimentos de consumo generalizado, el hallazgo de las anilinas en el aceite de colza y las circunstancias políticas que vivía el partido del Gobierno, la Unión de Centro Democrático, hizo que toda la investigación oficial se centrara en «la colza».
Datos oficiales estiman que unas sesenta mil personas estuvieron sometidas a los efectos del tóxico, de las cuales resultaron directamente afectadas 24.000 y murieron 352. Sin embargo, datos extraoficiales sigieren que la población expuesta al veneno fue muy superior y que el número de muertos asciende en la actualidad a más de quinientas personas, 150 de las cuales no son reconocidas oficialmente, por haber contraído el «envenenamiento» antes o después de que estuviera en circulación la partida de aceite de colza a que se atribuye la intoxicación.

Un insecticida altamente tóxico.
El Nemacur es un compuesto químico que se emplea por los agricultores como nematicida, para combatir las plagas que afectan a las raíces de las plantas.
Fabricado y patentado por la multinacional alemana Bayer, se sintetizó por primera vez en 1963 y se viene comercializando en el Estado español desde 1972. Su materia activa son los Fenamifos (etil-p-metiltio-m-tolil-isopropil fosforoamidato), un producto fosforado que actúa como plaguicida por contacto y es soluble en las grasas.
Se vende libremente en 19 países, especialmente en los tropicales, y en el Estado español se comercializa en dos versiones: una, líquida, y otra, granulada.
El producto líquido, conocido por Nemacur 40, posee una elevada concentración de Fenaminos y es altamente tóxico. De acuerdo con las normas del Ministerio de Agricultura el consumidor debe consignar en un libro de registro la utilización que le va a dar y no se puede aplicar a las cosechas sesenta días antes de su recolección.
El Nemacur granulado o Nemacur 10 es bastante menos tóxico y no necesita, legalmente, un plazo de seguridad para ser administrado a las plantas.
Los organismos internacionales encargados de la salud (Organización Mundial de la Salud, Organización de Alimentación y Agricultura, etc.), permiten en el caso del Nemacur un límite de residuos que oscila entre los 0,05 y 0,2 miligramos de plaguicida por kilo de vegetal, según el tipo de cultivo.
El «codex» alimentario de la FAO, por su parte, establece que el IDA (Ingestión Diaria Admisible) de Fenamifos en el ser humano no debe superar el 0,0006 miligramos por día y kilo de peso de la persona que absorbe el tóxico.

La Bayer se defiende.
La aplicación correcta del Nemacur no tiene ningún riesgo para la salud, porque los residuos máximos, tanto del preparado como de sus metabolitos, están, después del plazo de espera, por debajo de la tolerancia aceptada por la OMS, informa la Bayer a CAMBIO16.
Saliendo al paso de los informes de los doctores Muro y Frontela, la multinacional alemana asegura que en los estudios efectuados por el Instituto Nacional de Toxicología efectuados en mayo de 1981, cuando surgió el «síndrome tóxico», no aparecieron restos de organofosforados, compuesto que constituye el principio activo del Nemacur.
Señalan también que han vendido su producto en grandes cantidades en el Estado español desde 1972 hasta la fecha sin que se hayan presentado envenenamientos debido a que su acción sobre las plantas es muy pequeña.
Bayer España destaca el hecho de que, a pesar de haberse utilizado masivamente su nematicida en Canarias, Baleares, Alicante, Almería, Murcia y Valencia, en estas zonas no se han presentado casos de enfermedades con sintomatología parecida a la «neumonía atípica». «Por el contrario -dicen-, las regiones más afectadas por el "síndrome" han resultado ser aquellas en que la aplicación del Nemacur es mínima».
En contra de las hipótesis de los doctores Frontela y Muro, la multinacional alemana pone de relieve que a pesar de ser el tomate y los pimientos productos de mucha exportación, en ningún país del mundo se ha detectado el «síndrome tóxico». El Nemacur se emplea en la actualidad en otros 19 países, desde Estados Unidos a Camerún, como nematicida. «En ninguno de ellos se han producido enfermedades similares a la «neumonía atípica» registrada en el Estado español en 1981», afirma la Bayer.

Cambio 16. 30 de marzo de 1987. Número 800.

Juicio de la colza.


Kafka en la Casa de Campo.


El 30 de marzo comienza el juicio de la colza. Durante unos cinco meses los implicados -40 procesados y 25.000 afectados- buscarán una salida en el laberinto de los 250.000 folios del sumario. Nadie se explica nada. Ni Gobierno, ni científicos, ni afectados. Como en los personajes del célebre autor checo, el esfuerzo parece inútil.

Será el juicio del siglo. No se recuerda en los anales de la justicia española nada parecido. Cuando el día 30, en el auditorio de la Casa de Campo, de Madrid, se abra la vista de la causa por el síndrome tóxico, popularmente acuñado como «envenenamiento por aceite de colza», el recuento burocrático que se pone en marcha puede hundir a los espíritus más esperanzados.
Harán falta como mínimo cinco meses para desentrañar un sumario de 250.000 folios, repartidos en 662 tomos, y que implica a 40 procesados y 25.000 víctimas, de las que 650 fueron mortales, según el sumario -según las estadísticas oficiales, el número de muertes es sólo de 386-. Además, ante el tribunal desfilarán 2.500 testigos, con 38 abogados defensores y otros tantos acusadores, 208 peritos españoles y 42 extranjeros.
Por si faltaban guindas en el mastodonte judicial, se apunta la implicación de doce altos cargos, entre ellos el presidente del Gobierno, Felipe González, y el vicepresidente, Alfonso Guerra. La inversión del Estado en el asunto de la colza, hasta ahora, es de 27.000 millones de pesetas, en ayuda a los afectados y planes de investigación.
Pese a la grandeza estadística, los datos clave, necesarios para desenmarañar la madeja, son escasos y, en su mayoría, oscuros. A los seis años de detectarse el principio de la catástrofe -el fallecimiento del niño Jaime Vaquero García, en Torrejón de Ardoz, el 6 de mayo de 1981- no existen conclusiones científicas en torno a la causa de una sucesiva lista de muertes que ronda el millar de personas y que ha dejado a otras 25.000 sin solución clínica.
Oyendo a las partes implicadas da la sensación de que nadie puede hablar de autoridad. Ni científicos, ni médicos, ni afectados, ni políticos. Doscientos cincuenta mil papeles para esto. «Yo no sé nada. Cuando llegué, en agosto pasado, el síndrome tóxico estaba ya». Esta es la respuesta que ofrecía el ministro de Sanidad, García Vargas, a Cambio 16.
Por no saber, no sabe ni el presidente del Gobierno, quien a un requerimiento notarial de la Asociación de Afectados por el Síndrome Tóxico de Fuenlabrada (Madrid), responde: «Todos los datos que la administración sanitaria y la comisión de seguimiento del síndrome han ido recogiendo de las innumerables comisiones y estudios epidemiológicos realizados en España y en los más prestigiosos centros de investigación del mundo están en manos del tribunal de justicia que investiga el caso, y al que corresponde judicialmente determinar cuáles fueron las causas de la enfermedad y las responsabilidades penales y civiles. Ni el presidente del Gobierno ni cualquier organismo de la Administración tiene competencia jurídica para determinar cuál sea el causante verdadero de la enfermedad denominada síndrome tóxico».
Así las cosas, los afectados de la asociación de Fuenlabrada -unos 800-, que habían requerido a Felipe González con la desesperación de quien no sabe de qué está enfermo y con la amenaza de ingerir el aceite presuntamente tóxico, deciden hacer de cobayas. Toman el aceite, llaman a periodistas alemanes, que también lo toman. Y nada. Entonces empiezan a sospechar que el aceite no es la causa del envenenamiento.
Otros que deberían saber, los técnicos del Fondo de Investigaciones Sanitarias, organismo donde está integrado la parte científica del desaparecido Plan Nacional para el Síndrome Tóxico, tampoco lo tienen claro.
«Científicamente -dice el doctor Manuel Posada de la Paz, del Fondo de Investigaciones Sanitarias y ex miembro de la subcomisión clínica del Plan del Síndrome Tóxico-, los jueces no se pueden agarrar a ningún argumento de peso para culpar el aceite. No hay nadie que pueda decir cuál es el tóxico. A un tipo determinado de aceite vendido de una forma determinada si se le puede echar la culpa. Eso es lo que los estudios epidemiológicos demuestran. La composición de ese aceite se sabe; ahora bien, lo que no podemos decir es que la composición, por muy anómala que se presente, sea el tóxico. Ese es el paso que no hemos podido dar».
Así llevan seis años. Cientos de estudios. Y nada. Pero siempre en una dirección: el aceite es el presunto culpable, después de descartada la acelerada y célebre teoría del «bichito que se cae al suelo y se mata», obra de Jesús Sancho Rof, ministro de Sanidad de UCD cuando apareció el misterioso síndrome tóxico.
El agente sospechoso es aceite de colza mezclado con anilinas y anilidas, sustancias colorantes artificiales para uso industrial, que ingerido, según la teoría oficial, produce lo que se llama «neumonía atípica», una patología que se generaliza con un cuadro clínico muy variado: problemas pulmonares, musculares, nerviosos y digestivos, además de dolencias en los huesos y endurecimiento de la piel.
Los abogados defensores de los industriales acusados de mezclar y distribuir el aceite mortal se agarran a un clavo ardiendo para salvar a sus patrocinados, y el esfuerzo inútil de los científicos de la hipótesis oficial parece el mejor: se ha investigado en todo el mundo y no se ha encontrado la causa.
Los doctores José Manuel Ortega, catedrático de Anatomía Patológica, y Teresa de la Fuente, de la Universidad de Oviedo, cuyos trabajos de investigación con ratas y conejos, respectivamente, han sido recomendados por su brillantez a esta revista por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, tampoco pueden aportar contundencia para afirmar la toxicidad del aceite.
Pero, además de la carencia de pruebas bioquímicas para culpar al aceite, la defensa quiere poner en evidencia «las manipulaciones y falsedades de que fue objeto la investigación científica, esencialmente epidemiológica, para dar apoyo a la hipótesis oficial e impedir la apertura de líneas alternativas», según Juan Franco, defensor de los hermanos Bengoechea, propietarios de Rapsa.
Según el abogado Franco, la prisa por echarle la culpa a la colza no está clara. Era un argumento para descartar hipótesis del doctor Antonio Muro, hoy fallecido, a la sazón director del Hospital del Rey, de Madrid, que relacionaba la enfermedad con una intoxicación por vía digestiva a causa de los pesticidas Nemacur y Oftanol, producidos por una conocida multinacional. Según el doctor Muro, los dos pesticidas, al utilizarse conjuntamente -en este caso sobre una plantación de tomates en Roquetas de Mar (Almería)-, produjeron una reacción que envenenó a sus consumidores.
El doctor Luis Frontela Carreras, catedrático de Medicina Legal y director del Instituto de Ciencias Forenses de la Universidad de Sevilla, investigó en la línea del doctor Muro, quien, entre tanto, fue cesado y murió de cáncer con cierto desprestigio profesional.
Las pruebas del doctor Frontela con insecticidas organofosforados y otras sustancias similares utilizadas en la agricultura apuntan a un pesticida: «Las series de ratas intoxicadas directamente con Nemacur y con pimientos tratados con Nemacur dos semanas antes de la recolección -dice el informe del doctor Frontela, Cambio 16, número 681, diciembre de 1984- presentan similares lesiones microscópicas que las que se observan en los fallecidos por el síndrome o neumonía tóxica».
Esta es la gran baza de la defensa de los encausados. Si no fue el aceite, pudo ser un pesticida. Y, en cualquier caso, nadie lo sabe, porque las altas instancias de la sanidad mundial, la Organización Mundial de la Salud, también están divididas. Aunque siempre se ha acusado al doctor Frontela de falta de rigor en la investigación y de no someterse a los controles objetivos internacionales.
Pero la defensa también utiliza planteamientos similares: todo fue una chapuza, todo se manipuló por las instancias oficiales, en aquel tiempo dependientes del Gobierno de UCD. «Deliberadamente -dicen los abogados- han sido falseados los estudios de control de la enfermedad por sus autores. La documentación parcial, obtenida tras ímprobos esfuerzos a través del juzgado, ha puesto de manifiesto en cuatro de estos estudios que no existen encuestas o controles. Por tanto, no son estudios caso-control, y, no obstante, han sido calificados falsamente como tales».
El embrollo, las irregularidades, la corrupción, afloran continuamente como un nuevo síndrome del caso. El propio Tribunal de Cuentas observó el año pasado diversas irregularidades en el Plan Nacional para el Síndrome Tóxico referidas al descontrol sanitario y económico. Según la auditoría, las anomalías en términos contables pueden entrañar graves responsabilidades.
Y ahí es donde insiste con toda contumacia la asociación más critica de afectados del síndrome tóxico, el mencionado grupo de Fuenlabrada, cuyo presidente, Manuel Henares, asegura estar perseguido por el Gobierno al no aceptar las hipótesis oficiales del aceite.
En un escrito dirigido por la asociación de Fuenlabrada al Ministerio de Sanidad se plantean 43 preguntas en torno al síndrome tóxico, que las autoridades dicen haber contestado convenientemente. Pero a la asociación no ha llegado nada. Y de haberse aclarado las 43 preguntas, la vista del juicio sería coser y cantar.
Los afectados de Fuenlabrada quieren saber, entre otras cosas, qué intereses tiene el Gobierno para esconder la verdad; por qué la justicia no busca culpables dentro de la Administración anterior y posterior al síndrome; por qué se malgastan los presupuestos del plan; por qué no se investigó en la base de Torrejón de Ardoz, y hasta por qué el presidente González no ha traído de Pekín la medicina para curar a los enfermos, como prometió en alguna ocasión.
Los afectados, en general, no sólo están enfermos de un mal extraño, a muchos de los cuales les puede llevar a la muerte. La desesperación es el principal agobio. «Este Gobierno no ha tenido interés en que se sepa la causa del envenenamiento e incluso ha pasado del problema», acusa Manuel Henares.
En este sentido, Cambio16 tiene en su poder un acta del pleno de la subcomisión clínica del Plan para el Síndrome Tóxico del 17 de noviembre de 1983, en la que se recoge una afirmación que avala las críticas de los afectados.
«A continuación -recoge el acta- expuso (el doctor Manuel Posada de la Paz) la relación de trabajos que se van a enviar para ver si pueden ser subvencionados por la vía del convenio hispanoamericano. Dicho convenio está basado en un dinero que Estados Unidos paga al Gobierno español por las bases americanas, que se invierte en proyectos de investigación conjuntos para ambos países. Hace un año, el SAT (síndrome del aceite tóxico) era un tema prioritario para los dos países, pero en el momento actual no lo es para España, aunque los americanos siguen muy interesados».

Fulminados por la colza.
Escobar de Campos, en plena Tierra de Campos (León), es un pueblo que se muere. Sus casas de adobe, camufladas entre el ocre de los surcos, se caen ante los implacables vientos del norte. Y sus 123 habitantes se mueren de viejos. El año pasado sólo hubo un quinto en el pueblo. La gente joven se ha ido detrás del horizonte industrial de las ciudades. Sergio Cid, con treinta y dos años, debe ser principio y fin de la juventud actual.
Pero al deterioro demográfico que impone el paso inexorable del tiempo se ha unido un peligro mayor. La enfermedad de la colza está minando las fuerzas de sus habitantes. En Escobar el síndrome tóxico se cebó con tal virulencia que muchos creían al principio que el pueblo desaparecía del mapa.
«Murieron dos y casi treinta personas resultaron afectadas de consideración», dice Rafael Domínguez Lera, médico de la localidad, pero residente en Sahagún. Escobar tiene pocos servicios públicos. Sólo hay un teléfono.
«Aquí sólo hay tristeza», dice Crescencio Rueda Borge, labriego de sesenta y tres años, uno de los que se ufana de no haber sufrido la enfermedad «por mi afición a empinar el codo». «Yo siempre me decía que lo que me iba a ahorrar en ese aceite que traían los ambulantes me lo gastaba en el bar, así que no hice ni caso».
Murieron dos personas y algunas han quedado muy mal. «Las primeras semanas -dice Crescencio Rueda- estábamos acojonados todos; nadie sabía por qué pasaba aquello. Yo tenía en casa tres botellas de coñac y cayeron en seis días, por si acaso me tocaba».
El médico, compañero de estudios del polémico doctor Antonio Muro, impulsor de la teoría de los pesticidas, no tiene dudas de las causas del mal. «Fue el aceite, no tiene discusión. Yo mandé muchos enfermos a León y cuando les quitaba del consumo de aceite se salvaron. Los que volvieron y siguieron tomándolo, cayeron. Ni pájaros ni pesticidas. Está clarísimo».
Pero nadie se explica que en Grajal de Campos, a un tiro de piedra de Escobar, el aceite no hiciera efecto. No hubo ni un enfermo. Y los vendedores ambulantes visitaban los dos pueblos.
«Grajal se salvó porque estaban en fiestas y cuando los vendedores llevaron la partida de aceite la gente estaba distraída. Nadie compró».
Pese a todo, los ambulantes siguen llegando a Escobar. El señor Cuevas, de Boadilla de Rioseco (Palencia), es una institución de hace muchos años, que vende tomates y otras frutas.
Sebastián Moreno.


Bayer. De cruz gamada a cruz verde


La revista Multinational Monitor, que vigila el comportamiento de las corporaciones transnacionales, eligió a Bayer durante los años 2001, 2002 y 2003 como una de las diez peores empresas del mundo. Russell Mokhiber y Robert Weissman, editores de la publicación, elaboran cada temporada una lista en la que incluyen a las diez compañías que más han destacado por su lucha contra los Derechos Humanos o el medio ambiente. Mokhiber y Weissman acusan a Bayer, creada en el año 1890, de chantajear al Gobierno estadounidense y a los ciudadanos con el precio de su medicamento contra el ántrax, Ciprobay. Bayer mantuvo el monopolio de este antídoto en plena crisis por los atentados del 11-S. La multinacional también obtuvo un puesto en la lista de las diez peores por su peligroso tráfico de antibióticos para aves de corral, que ha contribuido a que los humanos generemos resistencia a éstos, según los autores del informe. Multinational Monitor ha valorado el acoso al que la casa germana ha sometido a la Coalición Contra los Peligros de Bayer, una organización ciudadana teutona que ofreció en internet la página web BayerWatch.com, ahora http://www.cbgnetwork.de/.39 Esta asociación vigila a Bayer desde 1983.

Mano de obra forzada en Auschwitz
Bayer comenzó su gran expansión con el nacimiento, en el año 1934, del complejo químico IG Farben, auspiciado por el régimen nazi de Adolf Hitler. Junto a Bayer se encontraban empresas tan conocidas como BASF, Agfa o Hoechst. IG Farben fue declarada culpable por el Tribunal Internacional de Crímenes de Guerra de Nuremberg,

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CienciayEspiritu | 23 julio, 2013 a las 4:37 | Categorías: Grandes mentiras, Villanos | URL: http://wp.me/p10kDZ-14u

Un ensayo militar secreto estadounidense de guerra química envenenó intencionadamente a muchos habitantes de Madrid y de otras provincias, y el gobierno español colaboró con el Gobierno americano, ocultando la verdad y mintiendo a los españoles.
Hace unos meses, un programa de televisión conocido como TNT en la cadena Telecinco, y presentado por Jordi González, ponía al descubierto la verdaderas causas que asolaron a España en la década de 1980, con el nombre de “síndrome tóxico de la Colza”. Salió a relucir la localidad de Torrejón de Ardoz como el inicio de la pesadilla de la extraña peste. De este programa televisivo no se supo más ni ha aparecido por el momento tampoco en Internet.
Pero aunque después de 28 años de ocurrida la plaga, parecen novedosas estas informaciones, lo cierto es que ya en 1988 el escritor e investigador catalán Andreas Faber kaiser había publicado un libro titulado “Pacto de Silencio” , (pulsar aquí para ver la presentación del libro)en el que se ponían en evidencia todos los elementos de un complot oscuro puesto en marcha por los servicios secretos y que los gobernantes se esmeraron en ocultar.

Libro “Pacto de Silencio”, escrito por Andreas Faber kaiser.
Fué publicado en 1988.
Faber Kaiser era joven, pero murió víctima de una enfermedad inoculada, como tantos otras personas que tenían información sobre el ensayo químico de 1981 en Madrid y que también morirían en aquellos años de enfermedades repentidas e irreversibles.
Igualmente reveladora y de gran interés es la especial crónica que sobre este caso firma el periodista JJ Benítez, gran amigo del sagaz investigador Andreas Faber kaiser, en un artículo titulado “Operación Lamentación”.
Pulsar aquí para acceder a la Crónica de JJ Benítez sobre el Síndrome Tóxico

Andreas Faber Kaiser y JJ Benítez, pocos meses antes de la muerte prematura de Andreas. (Foto JJ Benítez)
El 1 de mayo de 1981, falleció el niño Jaime Vaquero, de 8 años, en una ambulancia que tenía que llevarle a un hospital. Fué la primera víctima del dichoso “síndrome tóxico” con el que tanto tiempo nos marearon en los medios de comunicación, pero únicamente para decir embustes y mentiras, a sabiendas de que se estaba mintiendo descaradamente.
En 1955 se había instalado la Base Aérea Norteamericana en las inmediaciones del pueblo madrileño de Torrejón de Ardoz, en virtud de los acuerdos del régimen de Franco con los EE. UU. En 1992 los estadounidenses se retiraron de la Base y desde entonces la base aérea, que incluye numerosas instalaciones como hospital, hotel, campo de golf, etc. está bajo control del Ministerio de Defensa español.
Pero el día 8 de abril de 1981 tuvo lugar la visita a Madrid del General Alexander Haig, Secretario de Estado de Estados Unidos, y representante del Gobierno de Ronald Reagan, para renegociar el Tratado de Amistad y Cooperación entre ambos países. Traía un regalo muy especial para sus queridos aliados, del que no tenía pensado hablar, dado que era una sorpresa secreta.
General Alexander Haig, Secretario de Estado estadounidense del Gobierno de Ronald Reagan
Lo que nadie sabía era que entre la comitiva de aviones norteamericanos que acompañaban a la visita oficial de Haig, llegaba también un avión militar Hércules, que transportaba un arsenal secreto de productos organofosforados, los cuales son utilizados como armas para la guerra bioquímica.
El avión de la muerte aterrizó en la Base militar norteamericana de Torrejón de Ardoz. La carga mortal venía camuflada y convenientemente introducida en una partida de 6.250 kilos de tomates que habían sido tratados en el Centro de Guerra Biológica de Fort Detrick, en Maryland, Estados Unidos, el laboratorio más importante de investigación militar sobre guerra química y bacteriológica.
Algunos investigadores han querido ver como divergentes las pistas de Fort Detrick y la Compañía Bayer, especializada en productos organofosforados para la guerra química, como si fueran dos vías distintas y alternativas. Sin embargo Bayer siempre ha colaborado en proyectos secretos estadounidenses para la fabricación de armamento químico.
Las cargas de armamento químico procedentes de Fort Detrick fueron introducidas por los servicios secretos estadounidenses entre los proveedores de fruta y hortalizas cercanos a Torrejón de Ardoz, los cuales distribuyeron el material venenoso por diferentes zonas de la Comunidad de Madrid.
Al igual que ocurrió en el Ataque Illuminati del 11-M, quedó mayormente afectada la zona del Este de la Comunidad de Madrid, en el llamado Corredor del Henares, en poblaciones como Torrejón de Ardoz, Alcalá de Henares, Coslada, San Fernando de Henares, etc… Parece que a esta zona del Este de Madrid los servicios secretos norteamericanos le han cogido especial cariño…
Al paso del tiempo se detectó que el foco principal de la extraña pandemia de envenenamiento se concentraba en torno a la zona de Torrejón de Ardoz. De modo que para desvincular cualquier sospecha de experimentos militares norteamericanos procedentes de la Base de Torrejón de Ardoz, los servicios secretos contaminaron unas plantaciones de tomates en las provincias costeras de Murcia y Almería, con los mismos agentes químicos de Fort Detrick.

Base militar de experimentación química y biológica en Fort Detrick, Maryland, Estados Unidos.

Planta química de la compañía Bayer, en Leverkusen. Especialmente, desde la época nazi la firma Bayer trabajó en muchos proyectos de armamento químico, cuyas patentes fueron compradas por compañías estadounidenses. Desde entonces sigue existiendo una conexión entre Bayer y el laboratorio de guerra química en Fort Detrick, en Estados Unidos, colaborando en proyectos secretos de armas químicas.
Así las nuevas remesas de frutas envenenadas se desparramarían por otras zonas geográficas del país, lo cual se pensaba que serviría para disimular y hacer perder la pista que conducía a Torrejón de Ardoz. Es decir, que de nuevo, se volvió a envenenar intencionadamente a la población española, ahora en esta ocasión, para intentar borrar unas pistas y provocar confusión con otras pistas, en las investigaciones que algunos expertos médicos e investigadores estaban realizando.
El 10 de junio de 1981 se empezó a difundir intencionadamente por TVE la mentira de que la causa de la epidemia de envenenamiento químico se debía supuestamente a unas partidas de aceite de colza, algo que los expertos médicos negaron rotundamente y cuya evidente falsedad se demostró completamente con el paso del tiempo.
No contentos con los resultados del ataque militar bioquímico en Madrid de 1981, en el verano de 1983 comenzó una segunda epidemia de neumonía atípica, ahora en las cercanías de la Base militar norteamericana de Zaragoza.
De esta enfermedad murieron el General José Cruz Requejo y el coronel Ramón Rodríguez, además de varios oficiales más. Muchos militares tuvieron que ser hospitalizados. La epidemia se extendió entre la población civil. Se comunicó oficialmente que el brote de Zaragoza de debía a la enfermedad de la “legionela”, para que no se relacionara con el caso de Torrejón de Ardoz.
Fué todo una inmensa patraña, una colosal e imperdonable mentira difundida desde el gobierno de la época, pero en la que desgraciadamente, las víctimas mortales fueron reales. En total fallecieron 3.000 personas y 60.000 personas quedaron gravemente enfermas o inválidas, con atrofias, parálisis, y graves daños en sus cuerpos y por añadidura en sus mentes y en sus vidas. Incluso toda la sociedad española quedó traumáticamente afectada con esta peste provocada, al igual que en el caso del 11-M.

Leopoldo Calvo Sotelo, presidente del Gobierno desde el 25 de febrero de 1981 hasta el 1 de diciembre de 1982. Y Felipe González, presidente del Gobierno desde el 1 de diciembre de 1982 hasta el 5 de mayo de 1996.
Ellos y sus gobiernos tuvieron las pruebas de la mentira de la Colza; tuvieron mucho tiempo para decir la verdad a la población, y la responsabilidad de decirla. Pero prefirieron ocultar la verdad a los españoles y alimentar la mentira de un vergonzoso pacto de silencio, como puso al descubierto Andreas Faber Kaiser

2 comentarios:

ZULYN GONZALEZ dijo...

-SI ES FACTIBLE QUE TODO LO QUE SE DICE YA QUE TODO GOBIERNO PUDIESE DESARROLLAR UN LABORATORIO ESPECIALMENTE PARA CONSTATAR QUE LOS MEDICAMENTOS, ALIMENTOS, Y OTROS ARTICULOS DE CONSUMO COMO LOS COSMÉTICOS SE DEBAN REVISAR, VERIFICANDO SI SUS ELEMENTOS O COMPUESTOS SON LOS QUE PRESCRIBEN EN LAS PROPIEDADES QUE CONTIENEN AUNQUE ESTA ES UNA TAREA MUY DIFICIL Y POR SUPUESTO LOS FABRICANTES ARGULLIRIAN QUE LES VAN A DESCUBRIR SUS RECETAS O SUS PATANTES VAN A SER VIOLADAS, PERO NO ES MAS CARA LA VIDA DE LAS PERSONAS QUE INGRESAN A LAS FUNERARIAS POR CONTAMINACION O TOXICOS QUE PRIVAN DE LA SALUD A LAS PERSONAS, CON MEDICAMENTOS QUE SI ES POSIBLE HASTA CAUSAN ADICCION POR QUE CUANDO LOS DEJAS DE TOMAR TE SIENTES SUMAMENTE MAL Y LA FALTA DE ELLOS TE PUEDEN CAUSAR HASTA UNA CRISIS. ESTO DEBE REVISARSE Y TOMAR UN MINIMO DE PRECAUSIONES YA QUE HAY PAISES QUE NO TIENEN NI EL MINIMO DE RECURSOS COMO PARA HACERSE DE ESTE CONTROL SANITARIO. SE DEBEN APLICAR SANCIONES PARA ESTA SITUCIONES DE IRRESPONSABILIDAD DONDE UTILIZAN A LAS PERSONAS COMO CONEJILLO DE EXPERIMENTACIÓN. (CUANTAS COSAS ADEUDA EL SISTEMA AMERICANO AL MUNDO - QUE HACE CON SU GRAN DESARROLLO TECNOLÓGICO SI A LA FINAL SE CONVIERTE DE CONSTRUCTIVO A DEPREDATIVO DE LA SALUD Y LA VIDA - ES UNA GRAN INCONGRUENCIA DONDE EL CAPITAL ES LA PREFERENCIA DE UN FALSO MUNDO, EL MUNDO DEL HOMBRE ROBOT (SIN SENTIMIENTOS)

Wolfson dijo...

Nihil novum sub sole.
Cómo podemos ver, en España ya pasamos por una situación idéntica en 1981 con el denominado “Síndrome Tóxico”, que un deplorable ministro de Sanidad -Cruz Martínez Esteruelas, si no recuerdo mal- atribuía a un “bichito”, como algunos podréis recordar.
Lo grave del caso es que la profesión médica ya apuntó maneras, pues a lis tres meses de descubrirse la “neumonía atípica” como fue llamada, YA SE CONOCÍA QUE EL ACEITE DE COLZA ADULTERADO NO ERA EL AGENTE CAUSANTE; poco después TAMBIÉN SE SUPO DE UN TRATAMIENTO EFICAZ PARA CURAR A LOS AFECTADOS.
Sin embargo OCULTARON TANTO EL AGENTE CAUSANTE DE LA ENFERMEDAD COMO EL TRATAMIENTO EFICAZ PARA VENCERLA, permitiendo que muchos murieran y otros muchos miles quedaran afectados de por vida con graves secuelas.
¿Os suena de algo su repetición con la torpemente denominada COVID 19?