Si quieres ayudar a evitar el hambre con mayusculas , no mires a Africa , mira a la bolsa de Chicago, y a los derivados financieros de la tenebrosa compañia de trasgenicos MONSANTO ahora asociada a la fundacion "caritativa" de los inmorales Bill y Melinda Gates.
¿ Como se genera hambre en un mundo de abundancia alimenticia ?
Quien "necesita" la coca - cola, por ejemplo . Una compañia que se encarga de coger agua limpia, contaminarla con productos quimicos y venderla a todo el planeta.
?Se puede entender mayor ridiculez ?
Temas:
Suiza y el paraiso fiscal
La brutalidad del biodiesel
Especulacion mundial de la comida en el mercado de Chicago
El grave error de la exportacion de comida....
La esclavitud de los trasgenicos
Porque hay que ser autosuficiente en alimentos ?
y mas en estas esclarecedoras explicaciones de Jean Ziegler y el INTERESANTE VIDEO de mas abajo:
Al comienzo de su carrera escribió dos libros fundamentales sobre su país, Suiza, denunciando el papel de los bancos en el lavado de dinero negro, así como en el reciclado del oro nazi.
A finales de los ochenta, cuando era diputado, inició una campaña contra el secreto bancario.
Sin embargo como el mismo afirma:
"No ha habido ningún avance en la legislación suiza al respecto, ni tampoco en la práctica bancaria:
Suiza sigue siendo el principal lugar de refugio y de reciclaje de los capitales en fuga de países del Tercer Mundo, de los beneficios del crimen organizado internacional y de la evasión fiscal europea.
Cuando fui elegido parlamentario, fui testigo de cómo Mobutu mataba de hambre a su pueblo y saqueaba Zaire para enviar todo ese botín a mi país.
La oligarquía financiera suiza encubre con el secreto bancario todos los crímenes del capitalismo mundial.
Frente a esta situación, la Unión Europea muestra una timidez pasmosa: acepta el mantenimiento del secreto bancario suizo y que el país rechace todas las peticiones de cooperación en materia de evasión fiscal.
El estado español, por ejemplo, pierde decenas de millones de euros en impuestos no pagados por empresas e individuos españoles que practican la evasión fiscal con destino a Suiza.
Especulación alimentaria / Food speculation from ATTAC.TV on Vimeo.
Aunque en los últimos meses los precios se hayan moderado un tanto, no podemos olvidar que entre febrero de 2007 y febrero de 2008 los mercados internacionales vieron aumentar el precio del trigo un 130%, el del arroz un 74%, el de la soja un 87% y el del maíz un 31%.
Pero a esta evolución de precios es preciso añadir tres consideraciones: en primer lugar, potencias como la India, China o Egipto están de momento en posición de subvencionar los alimentos de primera necesidad para sus poblaciones, atenuando así los peores efectos de la explosión de precios, pero esas ayudas no podrán mantenerse por mucho tiempo.
Por supuesto, los países pobres no cuentan con esta posibilidad. Haití, por ejemplo, consume 200.000 toneladas de harina al año, toda ella importada, y 320.000 toneladas de arroz, de las que sólo una cuarta parte se produce en el país.
Entre enero de 2007 y enero de 2008 el precio de la harina en Haití ha aumentado un 83%, y el del arroz lo ha hecho un 69%. Una subida completamente inasumible. Muchos de ellos se han visto obligados a alimentarse únicamente de tortillas hechas con barro, no con harina.
La explosión de los precios de los productos alimentarios agrava una tragedia preexistente, la de la hambruna estructural que en 2007 mató a más de seis millones de niños menores de diez años en todo el mundo.
2.200 millones de personas viven en la pobreza extrema, en hogares que consagran ya entre el 80% y el 90% de su presupuesto al gasto en alimentación (en Europa, para que se haga una idea, esa proporción está entre el 10% y el 15%).
Una de las primeras causas del hambre es la especulación, en particular la que tiene lugar en la bolsa de materias primas de Chicago, en donde se negocian los precios de casi todos los productos alimentarios del mundo.
Entre noviembre y diciembre de 2007 el mercado financiero mundial se hundió, y
como resultado de esta caída, los especuladores se han replegado sobre los mercados de futuros de materias primas agrícolas y alimentos básicos.
Aproximadamente el 70% del comercio agrícola está controlado por ocho grandes compañías multinacionales, como Cargill, que en 2007 controlaba el 26% del comercio mundial de trigo.
Los economistas del Banco Mundial estiman que la especulación es responsable del 37% del incremento de precios, mientras que desde la Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, se calcula que la proporción es del doble.
La segunda causa de esta explosión mundial de precios es la combustión a gran escala de alimentos básicos para producir bioetanol y biodiésel. En 2007, en Estados Unidos, se quemaron 138 millones de toneladas de maíz para producir bioetanol, es decir, un tercio de la cosecha anual del país.
Y si se retiran del mercado 138 millones de toneladas de maíz para fabricar agrocombustibles destinados a los cientos de millones de automóviles norteamericanos, se provoca una explosión de los precios de la alimentación básica en México.
Eso es intolerable.
Y la Unión Europea parece seguir el mismo camino.
John Lipsky, número dos del Fondo Monetario Internacional (FMI), estima que la utilización de cultivos alimentarios –en particular de maíz y de trigo– para producir bioetanol es responsable al menos del 40% del aumento de precios de los productos agrícolas básicos.
Hay otros responsables en el aumento de precios:
Los programas de ajuste estructural del FMI y las políticas de la Organización Mundial del Comercio (OMC).
Durante años, estos organismos han dado prioridad a la exportación de productos como el algodón, la caña de azúcar, el café, el té o los cacahuetes, lo que ha producido una negligencia general y estructural ante la seguridad alimentaria.
Por ejemplo, Malí exportó el año pasado 380.000 toneladas de algodón e importó la mayor parte de sus alimentos. Esta política agrícola errónea impuesta a los países en desarrollo es hoy responsable en gran parte de la catástrofe que está teniendo lugar.
¿Qué valoración hace de la cumbre sobre la crisis alimentaria de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) celebrada en Roma en junio de 2008?
Ha sido un fracaso absoluto y dibuja un futuro inquietante para Naciones Unidas. Más de cincuenta jefes de estado y de gobierno se reunieron para discutir sobre las medidas que es preciso adoptar para poner fin a la masacre diaria del hambre.
Sin embargo, los intereses privados se han impuesto sobre el interés colectivo y es probable que las decisiones adoptadas empeoren el hambre en el mundo, en lugar de combatirlo. La resolución final no dice nada sobre los agrocombustibles, ni sobre la especulación bursátil, ni sobre las políticas erróneas del FMI, la OMC o el Banco Mundial. La causa principal de este fracaso ha sido el sabotaje norteamericano.
¿qué medidas deberían tomarse?
En primer lugar, es preciso acabar con la especulación.
Los precios de los productos alimentarios de base deberían ser fijados por acuerdos internacionales entre países productores y países consumidores.
En segundo lugar, es necesario prohibir toda transformación de alimentos en biocarburantes.
No se puede permitir que el imperativo de movilidad que domina en el hemisferio Norte se pague con el hambre y la muerte de millones de personas en el hemisferio Sur.
Hacen falta 358 kilos de maíz para obtener 50 litros de biocarburante. Con esa misma cantidad de maíz se puede alimentar a un niño durante todo un año.
Los biocarburantes deberían producirse a partir de desechos agrícolas no alimenticios y no a partir de plantas cultivadas para consumo humano.
Destinar 26 millones de hectáreas a la producción de biocarburantes es un crimen contra la humanidad.
Ya es hora de que los gobiernos nacionales y las organizaciones internacionales den prioridad absoluta a las inversiones en agricultura de subsistencia y soberanía alimentaria.
Junto con la deuda, el hambre es hoy el arma de destrucción masiva que sirve a los cosmócratas para dominar y explotar a los pueblos.
Una cosa es evidente: la agricultura mundial, en el estado actual de su productividad, podría alimentar al doble de la humanidad de nuestros días.
No existe por tanto ningún fatalismo: el hambre es hoy producto de una serie de decisiones y medidas que podrían revertirse.
Vivimos en el imperio de la vergüenza, gobernado por la miseria organizada y la violencia estructural, donde la guerra ya no es un episodio aislado sino el estado de normalidad, la razón de ser del imperio.
Los señores de la guerra económica no dejan que nada escape a su control: atacan el poder normativo de los estados disputando la soberanía popular, arrasan la naturaleza, destruyen a los hombres y sus leyes.
En El imperio de la vergüenza(libro) hablo de la agonía del derecho internacional y cito numerosos ejemplos extraídos de mi experiencia de relator especial de Naciones Unidas.
En 2007, los países industrializados pagaron a sus campesinos 350.000 millones de dólares en subvenciones a la producción y exportación.
Hoy, en cualquier mercado africano se puede comprar verdura y fruta española o francesa a menos de la mitad del precio del mismo producto cultivado allí.
No se trata de eliminar todas las ayudas a la agricultura europea sino sólo las destinadas a la exportación. El campesinado desempeña numerosas funciones, no sólo la de producir alimentos. Su papel en la conservación del medio ambiente y el paisaje es hoy fundamental.
Es preciso, pues, proteger al campesino, pero desvinculando las ayudas de la UE de la producción: este tipo de subvenciones conducen a la sobreproducción, a la creación de excedentes a los que luego hay que dar salida mediante la exportación… La producción de pollos europeos, por ejemplo, ha destruido en África Occidental la cría autóctona: las partes del pollo que en Europa no se aprecian se congelan y se exportan a precios ridículos, arruinando granjas locales que funcionaban muy bien.
Y, por supuesto, África no puede impedir estos desembarcos de mercancías a bajo precio: lo prohíbe terminantemente la OMC, con sus políticas de liberalización, desregulación y privatización.
En Níger, por ejemplo, un país de pastores, contaban con una Oficina Veterinaria Nacional que proporcionaba productos antiparasitarios a precios muy reducidos.
Pues bien, hace algunos años la OMC exigió la privatización de la oficina y, desde entonces, casi nadie puede pagar las vacunas, decenas de miles de familias han perdido sus rebaños y se encuentran ahora en los arrabales de las grandes ciudades, hacinados en chabolas, sin medio de vida alguno.
¿qué opina de los cultivos transgénicos?
Es necesario desmontar uno de los argumentos a los que más recurren los nuevos cosmócratas: que los organismos genéticamente modificados son el arma absoluta contra el hambre.
Se trata de una falsificación enorme, que machacan diariamente en todos los países del mundo. Como ya he dicho, hoy día tenemos capacidad suficiente para alimentar al doble de la población mundial, sin necesidad de recurrir a alimentos genéticamente modificados (cuyas consecuencias a largo plazo sobre la salud y el medio ambiente aún desconocemos).
Por lo demás, no podemos olvidar que en estos momentos los productos transgénicos son patentes privadas, marcas registradas que tienen dueño.
Las empresas propietarias de esas patentes, como Monsanto, van a hacer todo lo posible para maximizar sus beneficios.
Desde hace milenios, cuando un campesino compra semillas, aparta una cantidad para la siembra del año siguiente. Pero si las semillas son transgénicas, el campesino deberá pagar un canon anual a los agentes de Monsanto.
Aunque las semillas sean mejores –he visto el arroz en Bangladesh: da más cosecha, resiste mejor las inclemencias del clima–, su precio es la esclavitud de la deuda, la ruina.
Estas empresas están intentando involucrar a Naciones Unidas:
cuando hay grandes hambrunas, como ocurrió hace poco en Zambia, el gobierno estadounidense manda al Programa Mundial de Alimentos maíz transgénico, y así Monsanto se establece en Zambia.
Yo me opuse a esta operación: sabía que los campesinos apartarían grano para la siembra del año siguiente y quedarían sometidos para siempre.
A resultas de mi postura, Estados Unidos exigió mi cese como relator. Afortunadamente, la Asamblea General de la ONU decidió en mi favor y aprobó mi informe contra los organismos genéticamente modificados.
Otro ejemplo:
En 1979, el Proyecto Censurado cubrió una historia titulada “El crimen corporativo del siglo”.
En 1980, las prácticas de imponer cultivos más lucrativos llegaron a ser frecuentes en México y Brasil. Ésta fue una política económica estadounidense deliberadamente destinada a convertir a las economías de los países en exportadoras agrícolas, al precio de reducir su autosuficiencia alimentaria.
Entonces, la proteína más producida en Brasil era el frijol [alubia, chícharo, poroto negro o caraota], pero la totalidad de la tierra fue sembrada con soja, cuya exportación era más rentable, de manera que el país fue obligado a importar frijoles.
Lo mismo ocurrió con el maíz en México después que ese país suscribiera con EEUU y Canadá el Tratado de Libre Comercio, a mediados de los años 90.
Estas políticas han abandonado a su suerte a muchos de los ciudadanos más empobrecidos, al bloquear la producción de la proteína más necesaria para el crecimiento humano normal, incrementando –por lo tanto– el hambre y la malnutrición a través de la región.
¿alternativas ?
La esperanza reside hoy en una nueva sociedad planetaria como la que prefiguran los foros sociales de Porto Alegre, donde nos reunimos más de 150.000 personas en representación de 8.000 movimientos sociales como Vía Campesina, los Sin Tierra brasileños, Amnistía Internacional…
No son partidos políticos sino algo completamente nuevo. Marx dijo que el revolucionario debe ser capaz de oír crecer la hierba, y la hierba crece.
En cada rincón del mundo surgen movimientos nuevos de resistencia frente al capitalismo asesino. Es algo que funciona sin un comité central, sin programa.
Por lo demás, hoy la historia se está haciendo en América Latina. El imperio estadounidense y su proyecto neocolonial están siendo derrotados en este continente.
Proyectos como Mercosur significan el fin del modelo impuesto desde el Norte. A pesar de las dificultades, en Brasil está en marcha una formidable revolución democrática, anticapitalista y pacífica. También hay una vanguardia que lucha por la soberanía, la independencia y la justicia social, representada por los presidentes Chávez, Evo Morales o Correa. Algo ha cambiado radicalmente entre Occidente y sus siervos del Sur. Estos pueblos están recuperando su memoria, su identidad. Frente a ellos, Occidente ha perdido toda credibilidad.
No sólo porque la memoria de la colonización y de la esclavitud está resurgiendo por doquier misteriosamente, sino porque el capitalismo globalizado se percibe como el sistema de opresión más violento que Occidente haya impuesto jamás al planeta.
© Isidro López y Carolina del Olmo, 2009. Texto publicado bajo una licencia Creative Commons
http://www.circulobellasartes.com/ag_ediciones-minerva-LeerMinervaCompleto.php?art=315
Las transnacionales toman el control de la alimentación en África
Hambre S.A.
Javier Guzmán La Marea
A raíz de las
exorbitantes subidas en los precios de los alimentos que provocaron la
crisis alimentaria del 2008 y ocasionaron graves disturbios en varios
países, se encendieron las alarmas al ponerse de manifiesto, por un
lado, la inexistencia de estructuras internacionales de gobernanza alimentaria que dieran respuesta a la escandalosa cifra de más de 1.000 millones de personas hambrientas en el mundo, y por otro, la inoperancia y anquilosamiento de la propia FAO y su Comité de Seguridad Alimentaria (CSA).
En este contexto, urgía la necesidad de reformar este espacio de gobernanza clave que reforzara su legitimidad y operatividad, y no fue hasta octubre de 2009 cuando, después de un difícil proceso, se aprobaba entre aplausos la reforma del CSA de la FAO. Una reforma donde, por primera vez, participaron los diferentes estados miembros, pero también la sociedad civil entre las que se encontraban las organizaciones campesinas.
La reforma le otorgó al CSA una gran centralidad y autoridad dentro de la arquitectura de seguridad alimentaria mundial y además abría puertas a una participación sin precedentes de actores clave como son los propi0s campesinos/as, pescadores/as, población indígena, consumidores y ONG, aumentando así, su calidad democrática y por tanto su legitimidad. Cabe señalar que, desde entonces, el CSA ha lanzado importantes iniciativas políticas, como la aprobación de las Directrices Voluntarias sobre Tenencia de Tierras, con el objetivo de frenar el fenómeno del acaparamiento de tierras por parte de transnacionales.
El G8 irrumpe en la agenda alimentaria
Las crisis alimentarias recurrentes sirvieron también de pretexto para que el G8 irrumpiera en la agenda alimentaria, siendo desde entonces una constante el hecho de incluir en sus reuniones asuntos sobre seguridad alimentaria. Debido a la urgencia y necesidad de operatividad que demandaba la situación de 2008 el G8 se emplazó a realizar urgentemente un Compromiso contra el hambre que se materializó en la Iniciativa de L’Aquila (2009), creada para financiar de manera rápida programas diseñados y liderados por los propios países receptores.
No hay que olvidar que la crisis alimentaria de 2008, al igual que las que la han seguido, fue provocada por la expansión de un modelo de agricultura globalizada en manos de grandes transnacionales, y por fenómenos como la especulación sobre el precio de los alimentos llevada a cabo por bancos y fondos de inversión.
Las grandes transnacionales de la alimentación no quedaron conformes con el devenir de los acontecimientos, ni con la que en su opinión era una reforma muy radical de la FAO, como con la tibieza y falta de visión de negocio de representaba L’Aquila, por ello en 2012 ni si quiera se habían desembolsado ni la mitad de los fondos acordados.
De este descontento, y de la mano de 48 empresas transnacionales, nace en Camp David, en el año 2012, la Nueva Alianza para la Seguridad Alimentaria y Nutrición, cuya última reunión y ampliación tuvo lugar el pasado junio en Londres. La alianza tiene como objetivo movilizar capital privado dirigido a la inversión en la agricultura africana. Las empresas se comprometieron a 3.500 millones de dólares.
Implementando un nuevo régimen alimentario
La “iniciativa de inversión agrícola responsable” se expande y fortalece de una manera silenciosa y preocupante por el continente africano, no se trata de un programa más de cooperación sino de una estrategia de largo recorrido para la implementación de un nuevo régimen alimentario a nivel global. En esta alianza participan estados ricos, estados africanos, y como no, grandes empresas que invierten para desarrollar su modelo de agricultura industrial, la llamada revolución verde africana. Compañías fundamentalmente Europeas y estadounidenses, como Mosanto, Cargill, Yara Internacional, Sygenta, cuyo negocio son las semillas transgénicas, fertilizante, agrotóxicos, etc.
La alianza ofrece financiación para la inversión en agricultura, pero no a cualquier precio. Para poder firmar un acuerdo de este tipo, el gobierno del país africano tiene que vender su alma al diablo, ha de comprometerse a realizar enormes cambios por ejemplo en sus políticas de tierra, de semillas y en su modelo de agricultura, para, según palabras de los promotores de la alianza “adecuarse” al desarrollo de las inversiones.
Un ejemplo típico es el de Mozambique cuyo gobierno ha acordado suspender la distribución de semillas locales no comerciales en sus programas. Los beneficiarios de los programas únicamente recibirán semillas de las empresas inversoras incluyendo semillas modificadas genéticamente.
Después de la última cumbre que en junio mantuvo el G8 en Londres, países como Nigeria, Malawi y Benin se unieron a la llamada Nueva Alianza por la Seguridad Alimentaria, de la que ya formaban parte Burkina Faso, Costa de Marfil, Ghana, Mozambique y Tanzania. A finales de junio el Primer Ministro de Senegal anunció su voluntad de adherirse a la alianza coincidiendo con la visita que el Presidente Obama que realizó al país y en cuya agenda estaba este acuerdo de adhesión.
Se trata de una estrategia que hace saltar por los aires las propias recomendaciones de la ONU (FAO), enfrentando directamente la directiva de tenencia de tierras, o la apuesta por el desarrollo de una agricultura familiar, sostenible que es clave para asegurar la alimentación de la población mundial en el presente y en futuro, lejos por tanto de este modelo de agricultura corporativa extractivista.
Esta inversión impone un modelo de agricultura a gran escala, que promociona la concentración y acaparamiento de tierras, un modelo que desliga la alimentación de la población local y orientado a la exportación dedicado al engorde del negocio de las empresas de insumos y de productos químicos.
Se trata de una estrategia silenciosa que en poco tiempo ha conseguido desplazar al poder público de los asuntos relacionados con la alimentación, tanto a la hora de adquirir compromisos internacionales como a la hora de implementar políticas agrarias, entregándoselo al poder corporativo, y reduciendo el papel de los estados a meros convidados de piedra.
Ha logrado además que la comunidad internacional acepte este nuevo rol del G8, aún sabiendo que es un espacio informal, no democrático y de limitada composición. Desplazando a los países de renta baja, generando confusión y produciendo rápidamente el debilitamiento de las organizaciones democráticas internacionales, desplazando en centro de toma de decisiones y condenándolas a la irrelevancia.
Nos encontramos por tanto delante de la construcción de un sistema alimentario basado en el poder corporativo, donde el papel de los estados y las instituciones democráticas quedan vacíos de contenidos y de presupuestos.
El G8 no está interesado en tomar el control de organismos internacionales, el objetivo es otro, el de de crear un sistema de gobernanza a medida de las grandes transnacionales.
[Artículo publicado en el blog de Javier Guzmán, director de Veterinarios Sin Fronteras - Justicia Alimentaria Global]
En este contexto, urgía la necesidad de reformar este espacio de gobernanza clave que reforzara su legitimidad y operatividad, y no fue hasta octubre de 2009 cuando, después de un difícil proceso, se aprobaba entre aplausos la reforma del CSA de la FAO. Una reforma donde, por primera vez, participaron los diferentes estados miembros, pero también la sociedad civil entre las que se encontraban las organizaciones campesinas.
La reforma le otorgó al CSA una gran centralidad y autoridad dentro de la arquitectura de seguridad alimentaria mundial y además abría puertas a una participación sin precedentes de actores clave como son los propi0s campesinos/as, pescadores/as, población indígena, consumidores y ONG, aumentando así, su calidad democrática y por tanto su legitimidad. Cabe señalar que, desde entonces, el CSA ha lanzado importantes iniciativas políticas, como la aprobación de las Directrices Voluntarias sobre Tenencia de Tierras, con el objetivo de frenar el fenómeno del acaparamiento de tierras por parte de transnacionales.
El G8 irrumpe en la agenda alimentaria
Las crisis alimentarias recurrentes sirvieron también de pretexto para que el G8 irrumpiera en la agenda alimentaria, siendo desde entonces una constante el hecho de incluir en sus reuniones asuntos sobre seguridad alimentaria. Debido a la urgencia y necesidad de operatividad que demandaba la situación de 2008 el G8 se emplazó a realizar urgentemente un Compromiso contra el hambre que se materializó en la Iniciativa de L’Aquila (2009), creada para financiar de manera rápida programas diseñados y liderados por los propios países receptores.
No hay que olvidar que la crisis alimentaria de 2008, al igual que las que la han seguido, fue provocada por la expansión de un modelo de agricultura globalizada en manos de grandes transnacionales, y por fenómenos como la especulación sobre el precio de los alimentos llevada a cabo por bancos y fondos de inversión.
Las grandes transnacionales de la alimentación no quedaron conformes con el devenir de los acontecimientos, ni con la que en su opinión era una reforma muy radical de la FAO, como con la tibieza y falta de visión de negocio de representaba L’Aquila, por ello en 2012 ni si quiera se habían desembolsado ni la mitad de los fondos acordados.
De este descontento, y de la mano de 48 empresas transnacionales, nace en Camp David, en el año 2012, la Nueva Alianza para la Seguridad Alimentaria y Nutrición, cuya última reunión y ampliación tuvo lugar el pasado junio en Londres. La alianza tiene como objetivo movilizar capital privado dirigido a la inversión en la agricultura africana. Las empresas se comprometieron a 3.500 millones de dólares.
Implementando un nuevo régimen alimentario
La “iniciativa de inversión agrícola responsable” se expande y fortalece de una manera silenciosa y preocupante por el continente africano, no se trata de un programa más de cooperación sino de una estrategia de largo recorrido para la implementación de un nuevo régimen alimentario a nivel global. En esta alianza participan estados ricos, estados africanos, y como no, grandes empresas que invierten para desarrollar su modelo de agricultura industrial, la llamada revolución verde africana. Compañías fundamentalmente Europeas y estadounidenses, como Mosanto, Cargill, Yara Internacional, Sygenta, cuyo negocio son las semillas transgénicas, fertilizante, agrotóxicos, etc.
La alianza ofrece financiación para la inversión en agricultura, pero no a cualquier precio. Para poder firmar un acuerdo de este tipo, el gobierno del país africano tiene que vender su alma al diablo, ha de comprometerse a realizar enormes cambios por ejemplo en sus políticas de tierra, de semillas y en su modelo de agricultura, para, según palabras de los promotores de la alianza “adecuarse” al desarrollo de las inversiones.
Un ejemplo típico es el de Mozambique cuyo gobierno ha acordado suspender la distribución de semillas locales no comerciales en sus programas. Los beneficiarios de los programas únicamente recibirán semillas de las empresas inversoras incluyendo semillas modificadas genéticamente.
Después de la última cumbre que en junio mantuvo el G8 en Londres, países como Nigeria, Malawi y Benin se unieron a la llamada Nueva Alianza por la Seguridad Alimentaria, de la que ya formaban parte Burkina Faso, Costa de Marfil, Ghana, Mozambique y Tanzania. A finales de junio el Primer Ministro de Senegal anunció su voluntad de adherirse a la alianza coincidiendo con la visita que el Presidente Obama que realizó al país y en cuya agenda estaba este acuerdo de adhesión.
Se trata de una estrategia que hace saltar por los aires las propias recomendaciones de la ONU (FAO), enfrentando directamente la directiva de tenencia de tierras, o la apuesta por el desarrollo de una agricultura familiar, sostenible que es clave para asegurar la alimentación de la población mundial en el presente y en futuro, lejos por tanto de este modelo de agricultura corporativa extractivista.
Esta inversión impone un modelo de agricultura a gran escala, que promociona la concentración y acaparamiento de tierras, un modelo que desliga la alimentación de la población local y orientado a la exportación dedicado al engorde del negocio de las empresas de insumos y de productos químicos.
Se trata de una estrategia silenciosa que en poco tiempo ha conseguido desplazar al poder público de los asuntos relacionados con la alimentación, tanto a la hora de adquirir compromisos internacionales como a la hora de implementar políticas agrarias, entregándoselo al poder corporativo, y reduciendo el papel de los estados a meros convidados de piedra.
Ha logrado además que la comunidad internacional acepte este nuevo rol del G8, aún sabiendo que es un espacio informal, no democrático y de limitada composición. Desplazando a los países de renta baja, generando confusión y produciendo rápidamente el debilitamiento de las organizaciones democráticas internacionales, desplazando en centro de toma de decisiones y condenándolas a la irrelevancia.
Nos encontramos por tanto delante de la construcción de un sistema alimentario basado en el poder corporativo, donde el papel de los estados y las instituciones democráticas quedan vacíos de contenidos y de presupuestos.
El G8 no está interesado en tomar el control de organismos internacionales, el objetivo es otro, el de de crear un sistema de gobernanza a medida de las grandes transnacionales.
[Artículo publicado en el blog de Javier Guzmán, director de Veterinarios Sin Fronteras - Justicia Alimentaria Global]
COMO GOLDMAN SACKS SE FORRA CON EL HAMBRE : (NOV-2011)
Las hambrunas que aquejan al planeta tienen múltiples causas, desde la industria de los biocombustibles, que quita tierras y cultivos a la producción de alimentos para llenar los depósitos de los grandes todo terrenos de horteras a lo largo y ancho del planeta hasta la ingeniería financiera con la que los tiburones de Wall Street transformaron los mercados de futuros de las materias primas en una ruleta bursátil, con la que seguir enriqueciéndose, tras el pinchazo de la burbuja de las puntocom en 2000-2001.
En realidad, a los primeros que se les ocurrió tan estupenda idea fue a los banqueros neoyorquinos de Goldman Sachs, quienes ya en 1991 crearon un nuevo instrumento especulativo, un índice de 18 productos básicos –del trigo, el cacao, el cerdo, el arroz o el café, al cobre y al petróleo– para que los brokers pudieran también jugar en lo que hasta entonces era un mercado especializado.
A ese Goldman Sachs Commodity Index se sumaron después muchas otras grandes entidades financieras deseosas de aprovecharse de la llamada “apuesta de China”:
la lógica creencia de que a medida que crezcan los ingresos de chinos, indios y otros integrantes de las nuevas clases medias de las potencias emergentes, consumirán alimentos de mejor calidad y en más cantidad. Una jugada segura.
Es lo que la Conferencia sobre Comercio y Desarrollo de las Naciones Unidas (Unctad) denomina “financialización” de los mercados de productos de primera necesidad.
Un fenómeno que se desbocó cuando loslobbies financieros norteamericanos consiguieron que el Congreso de EEUU aprobase por la vía de urgencia –para compensar a los mercados del colapso de la burbuja digital– una legislación que permitió a los grandes fondos de pensiones y hedge funds que empezasen a especular con derivados de esos índices de materias primas.
Acababa de empezar el siglo XXI y tanto republicanos como demócratas abrazaban el credo de la desregulación financiera.
Durante la primera década del siglo los precios medios del trigo, el maíz y el arroz prácticamente se triplicaron… produciendo decenas de miles de millones de beneficios a los especuladores bursátiles, con los que compensaron sus pérdidas en las temerarias operaciones de las hipotecas subprime, los activos basura y los CDS.
Entretanto, en 2008 estallaban revueltas del hambre en una treintena de países del Tercer Mundo.
Ni siquiera la actual crisis económica global ha frenado ese encarecimiento de los productos de primera necesidad, pues el año pasado los precios de los cereales aumentaron en más del 60%.
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Breves consideraciones sobre semántica y cultura de ‘aceptación del saqueo’ disfrazada de ‘cultura de paz’
En momentos en que las contradicciones entre acumulación de capital y supervivencia de la especie y del planeta alcanzan niveles ostensiblemente críticos, y en que el complejo militaro-industrial necesita cada vez más guerras para seguir su crecimiento perverso -y por ello las fomenta a escala planetaria-, aparece como un imperativo ético y político el análisis de las guerras de manera medular: no podemos ya contentarnos con las explicaciones postizas y seudo antropológicas de“son guerras tribales” o bien “no hay cultura de paz en esos pueblos”: pronunciamientos cuya naturaleza distila colonialismo y constituye la argucia para evitar ir al centro del problema.
Evidentemente hay plétora de seudo estudios basados en esas premisas cosméticas e indolentes a ojos de la cruenta realidad de la guerra que arrastra al sufrimiento a millones de seres humanos. Aquellos que tienen un altísimo interés en impedir la comprensión de la realidad, y por consiguiente la posibilidad concreta de transformación de la misma, financian estos tanques de pensamiento. Sería digno de aguaceros de risas en una representación de teatro grotesco la existencia de “Estudios de Preservación del Medio Ambiente” financiados por la industria farmacéutica o petrolera, o bien la existencia de “Cátedras de Cultura de Paz” cuya línea se dedica a esquivar el análisis de la raíz de la guerra.
Cátedras impartidas en Europa o EEUU, en países en los que radican las principales empresas fabricantes de armas, y las depredadoras energéticas: unas cátedras que se centran en enseñarles a becados provenientes de países como el Congo, Afganistán, Colombia, etc, la manera de ser más ‘pacíficos’, de‘resolver los conflictos desde la civilidad’ y de ‘desarrollar una cultura de paz’, obviando olímpicamente que la guerra y la paz tienen raíces económicas y se desarrollan en contextos de desigualdad social, y no son meros asuntos de‘cultura de paz’. Así los países que dedican millonarios presupuestos en guerras neocoloniales y cuya supremacía mundial radica en una historia de prácticas colonialistas y genocidas, muy lejanas de la cultura de paz que pregonan de fachada, imparten cátedras de asimilación mental a la cultura de la aceptación del saqueo más desmedido, a la vez que ‘bombardean humanitariamente’ en su relance colonial. Así los becarios de países que sufren la voracidad capitalista de las guerras por el saqueo de los recursos y por el posicionamiento geoestratégico, son adiestrados en la retórica que sirve para perder de vista el núcleo del problema; es el zorro enseñándoles a las gallinas con qué salsa deben ser comidas. Sería digno de risas en una representación de teatro grotesto, pero en la realidad y para las víctimas, es algo indignante.
Cátedras impartidas en Europa o EEUU, en países en los que radican las principales empresas fabricantes de armas, y las depredadoras energéticas: unas cátedras que se centran en enseñarles a becados provenientes de países como el Congo, Afganistán, Colombia, etc, la manera de ser más ‘pacíficos’, de‘resolver los conflictos desde la civilidad’ y de ‘desarrollar una cultura de paz’, obviando olímpicamente que la guerra y la paz tienen raíces económicas y se desarrollan en contextos de desigualdad social, y no son meros asuntos de‘cultura de paz’. Así los países que dedican millonarios presupuestos en guerras neocoloniales y cuya supremacía mundial radica en una historia de prácticas colonialistas y genocidas, muy lejanas de la cultura de paz que pregonan de fachada, imparten cátedras de asimilación mental a la cultura de la aceptación del saqueo más desmedido, a la vez que ‘bombardean humanitariamente’ en su relance colonial. Así los becarios de países que sufren la voracidad capitalista de las guerras por el saqueo de los recursos y por el posicionamiento geoestratégico, son adiestrados en la retórica que sirve para perder de vista el núcleo del problema; es el zorro enseñándoles a las gallinas con qué salsa deben ser comidas. Sería digno de risas en una representación de teatro grotesto, pero en la realidad y para las víctimas, es algo indignante.
Los apelativos “guerras tribales” y demás expresiones consagradas en el campo semántico destinado a prolongar el estatus quo, encubren guerras por la acumulación de recursos, guerras fomentadas con fines geopolíticos y económicos claramente definidos por los verdaderos ‘señores de la guerra’ que son los fabricantes de armas, los mercaderes de la energía, de la alimentación industrial, y las multinacionales de químicos, todos motores de la maquinaria depredadora del planeta.
Los países concebidos en la lógica global capitalista como meras ‘bodegas de recursos’, cada día sufrirán de manera más cruenta la violencia del saqueo y su correlativo empobrecimiento, que a la vez causa éxodos masivos. Hay una carrera del gran capital por hacerse cada día más con los recursos planetarios.
La
oleada de protestas que recorrió los países del Sur contra la subida
vertiginosa del precio de los alimentos durante los años 2006-2008 dio
visibilidad a un fenómeno que hacía años que se venía incubando y que
no ha hecho más que agravarse en los últimos años: el de la escasez y
encarecimiento de alimentos. El endeudamiento en el que habían incurrido
muchos países del Sur Global les había impedido defenderse de las
políticas de ajuste estructural impuestas por el Banco Mundial y el
Fondo Monetario Internacional, que habían supuesto la supresión de las
ayudas a la agricultura local, el recorte salvaje de todo el ámbito
público (salud, educación...), la sustitución de la agricultura
tradicional por la agricultura industrial para la exportación y la
apertura incondicional de fronteras a inversiones y productos
exteriores. Estas políticas nefastas no sólo no sirvieron para pagar la
deuda, sino que han destrozado las estructuras económicas locales y han
sumido en el hambre y la miseria a Estados antaño exportadores de
alimentos, y ahora obligados a endeudarse aún más con la importación de
alimentos.
Por otro lado, el previsible agotamiento de los combustibles fósiles ha llevado a las grandes potencias a apostar por la producción de agrocombustibles como alternativa, lo que está provocando una sustitución masiva de tierras de cultivo de alimentos por tierras dedicadas a cultivos energéticos, además de la roturación de ingentes masas de bosques vírgenes para este fin. Esto ha causado una fuerte presión sobre los precios de los alimentos, que se ha visto agravada por un nuevo fenómeno: la crisis de las hipotecas basura, que ha provocado que los especuladores financieros privados y públicos hayan encontrado nuevos valores refugio en la especulación con los alimentos y el acaparamiento de tierras.
Las experiencias que el activista e investigador Walden Bello analiza en su libro (México, África, las Filipinas y China) son muy ilustrativas del desarrollo de una crisis alimentaria (ecológica y humanitaria) que se ve agravada por nuevos frentes en una «guerra por los alimentos» que no parece conocer límites.
«Los argumentos fundamentados éticamente de Walden Bello en favor de la soberanía alimentaria, la desglobalización y que se escuche al campesinado son una lectura indispensable», Annette Desmarais, La Vía Campesina.
Epílogo de Tom Kucharz
Por otro lado, el previsible agotamiento de los combustibles fósiles ha llevado a las grandes potencias a apostar por la producción de agrocombustibles como alternativa, lo que está provocando una sustitución masiva de tierras de cultivo de alimentos por tierras dedicadas a cultivos energéticos, además de la roturación de ingentes masas de bosques vírgenes para este fin. Esto ha causado una fuerte presión sobre los precios de los alimentos, que se ha visto agravada por un nuevo fenómeno: la crisis de las hipotecas basura, que ha provocado que los especuladores financieros privados y públicos hayan encontrado nuevos valores refugio en la especulación con los alimentos y el acaparamiento de tierras.
Las experiencias que el activista e investigador Walden Bello analiza en su libro (México, África, las Filipinas y China) son muy ilustrativas del desarrollo de una crisis alimentaria (ecológica y humanitaria) que se ve agravada por nuevos frentes en una «guerra por los alimentos» que no parece conocer límites.
«Los argumentos fundamentados éticamente de Walden Bello en favor de la soberanía alimentaria, la desglobalización y que se escuche al campesinado son una lectura indispensable», Annette Desmarais, La Vía Campesina.
Epílogo de Tom Kucharz
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