27 agosto 2023

‘Cancelado’, la dictadura cultural de la nueva izquierda

‘Cancelado’, la dictadura cultural de la nueva izquierda


La escritora, dramaturga y periodista Carmen Domingo publica su nuevo ensayo, en donde cuestiona que exista el derecho a opinar en pleno siglo XXI



La escritora y periodista Camen Domingo y la portada de su nuevo libro 'Cancelado'.
Históricamente la cancelación fue patrimonio de la derecha (la censura, la inquisición, la señaladora de pecados) y, ahora, por primera vez, es un signo de identidad de la izquierda. Esto último es, sin duda, la triste gran novedad», escribe la escritora , dramaturga y periodista Carmen Domingo (Barcelona, 1970) en su ensayo, #Cancelado. El nuevo Macartismo (Círculo de Tiza, 2023). La cultura de la cancelación, originada en Estados Unidos, tras el #Metoo, supone boicotear y «cancelar» sistemáticamente a una persona que ha llamado la atención por declaraciones dudosas o acciones discriminatorias. Un destierro de la vida pública, un asesinato de la reputación, como castigo por violaciones de lo políticamente correcto.
. «El hecho de no dejarte ni emitir un juicio es bastante peligroso. Lo que sorprende es que estamos metidos en un bucle que parecía imposible en el siglo XXI. Cancelar a alguien quiere decir que le matas públicamente. Es una barbaridad. Especialmente para la gente que vivimos de esto», afirma.

La definición de «cultura de cancelación» que propone la escritora es «una dictadura cultural que lucha por establecer la estandarización y uniformidad del pensamiento, retomando de forma abierta muchas de las actitudes del pasado, aunque sin reconocerlo, e impidiendo la libertad de pensamiento y todo ello, en su mayoría, de manos de la llamada izquierda posmoderna o izquierda líquida». La nueva furia censora la han sufrido también mujeres, desde J. K. Rowling, la autora de Harry Potter –muchos la han tachado de «transfóbica» por sus frecuentes opiniones sobre el sexo y el género y su apoyo a las feministas que se oponen a la idea de que ser hombre o mujer sea un estado mental–, hasta la filósofa Amelia Valcárcel, cuyos libros fueron quemados en otoño del 2022 en la Universidad Complutense de Madrid, entre otros muchos autores y académicos.

«La cancelación afecta sólo a sectores muy concretos. La sensación que tengo —y va a ser difícil que me mueva de ahí en los próximos meses como no vea un cambio social— es que en cuanto empezó a ponerse de manifiesto la cantidad de movimientos feministas que había, es decir, las manifestaciones, hubo alguien que levantó la mano y dijo: ‘Como estas se están subiendo a la parra, vamos a ver cómo las echamos para atrás’. De hecho, uno de los movimientos más perjudicados asociados a la cultura de la cancelación es el feminismo».
El movimiento ‘woke’
Para explicar los orígenes de esa «dictadura cultural», Carmen Domingo también dedica un capítulo al movimiento woke. La palabra se ha puesto de moda en Estados Unidos en los últimos cinco años, paralelamente al auge de las movilizaciones (Black Lives Matter) por los derechos civiles de los ciudadanos afroamericanos. El término se ha convertido en una marca registrada del mundo woke, especialmente en las redes sociales. Los que reconocen y nombran estas injusticias están «despiertos». Según la escritora, se trata de «jóvenes y progresistas, nacidos a partir de los 90, que se creen comprometidos con esa izquierda identitaria y de minorías, por lo general relacionada con movimientos antirracistas, LGTBIQ+, incluso infiltrados en el feminismo posmoderno, pero que han olvidado por completo, o desconocen, los valores de la izquierda».
Para Carmen Domingo el movimiento woke está muy asociado al victimismo. «Uno no es mejor persona sólo por pertenecer a una raza minoritaria. Lo de nacer en un sitio u otro es una cosa casual. Es verdad que tenemos que ofrecerles algunas ayudas laborales y tratar de que pertenezcan a un sitio, es verdad, pero eso no hace que uno sea mejor que otro. El ‘yo sí te creo por defecto’ me parece otra torpeza de nuestra actualidad».

Marcha de las Mujeres de Calgary, Canadá, 2018. | Wikimedia Commons

Y tiene además, en su opinión, un fatal efecto perverso: la autocensura. Los autores moderan sus escritor porque temen ser «cancelados», los editores no publican novelas por miedo a que se les juzgue de forma errónea, los columnistas se piensan dos veces qué escribir por no ser apedreados. Las nuevas ediciones de los conocidos libros infantiles del escritor británico Roald Dahl exigen una reescritura: la eliminación de palabras que podrían considerarse ofensivas para algunos lectores. En Charlie y la fábrica de chocolate, el niño Augustus Gloop ya no es «gordo» sino «grande» y la señora Twit de Los cretinos ya no es «bestial y fea» sino sólo «fea». «La cultura de la cancelación va asociada a la autocancelación. Quienes se identifican con movimientos que no tienen el reconocimiento mayoritario tratan de ocultar sus opiniones», confiesa la autora.


Pensamiento crítico
En definitiva, sostiene Carmen Domingo, el objetivo de la cancelación de cualquier tipo es limitar la libertad de expresión y por tanto una verdadera amenaza a la libertad intelectual. «Esto tiene su origen fundamental en los recortes que ha habido en educación. La cultura de la cancelación tiene mucho que ver con el analfabetismo ideológico y cultural y de eso se han encargado bastantes gobiernos en facilitarlo. Si lo primero en que se recorta es en educación, cómo le das a la gente herramientas para distinguir si están ante unas fake news o cómo tiene capacidad de ejercer un juicio crítico alguien que no ha leído tres libros para contrastar nada. Al final se pretende llegar a eso: que la gente piense lo que yo digo y lo dé por bueno sin cuestionarlo».

Un objetivo primordial de la escolarización y más adelante de la universidad —aunque insuficientemente alcanzado según la escritora— es capacitar a los alumnos para que ejerzan el pensamiento crítico en su día a día. En términos sencillos, el espíritu crítico consiste en ver los dos lados de una cuestión, estar abierto a nuevas pruebas que no confirmen las propias ideas, razonar desapasionadamente, exigir que las afirmaciones estén respaldadas por pruebas, deducir e inferir conclusiones a partir de los hechos disponibles, resolver problemas, etc. «Es un problema que viene justamente de los templos del saber, dicho de otro modo, de las universidades, que están aplicando todas las técnicas de cancelación».

«Históricamente la cancelación fue patrimonio de la derecha y, ahora, 
por primera vez, es un signo de identidad de la izquierda»                        
 Carmen Domingo

Además, el uso de ChatGPT como motor de búsqueda o los clickbaits como manera de informarse sobre los sucesos, han hecho que la necesidad de pensamiento crítico sea más urgente que nunca. «Claro. Si se lee solo el titular del artículo, uno no se queda con la información exacta. Es muy fácil que el movimiento woke anida en aquel que sólo lee un tuit o una referencia en Instagram o que mira un vídeo de TikTok. Si no hay lecturas detrás, si no hay una cultura, si no hay una educación, es muy fácil cegar la razón y olvidarse del pensamiento crítico», afirma.

A finales del año pasado, la galardonada escritora africana Chimamanda Ngozi Adichie dijo, en una conferencia en la BBC, que una «epidemia de autocensura» conduciría a la «muerte de la curiosidad, la muerte del aprendizaje y la muerte de la creatividad». Esta epidemia está dispuesta también a corregir el pasado, ejercer una suerte de justicia retrospectiva sin detenerse ni ante los héroes del pasado –derribo de estatuas– ni frente a los renombrados del arte y la cultura. La escritora considera que es una necedad juzgar con ojos del presente obras del pasado. «No puede ser. Lo que se tiene que hacer es tratar de no repetir los errores del pasado, pero no cancelarlo. Eso sería una barbaridad. Es verdad, por ejemplo, que Picasso tiene una vida bastante improcedente con relación a su comportamiento con las mujeres, por supuesto. Lo sabemos todos. Pero no se puede invalidar la obra de Picasso. Es decir, no podemos cargarnos el ‘Guernica’ porque el señor no se portara bien –y todo el mundo lo sabe– con sus mujeres. Son cosas muy distintas».
La autora de Cancelado intuye que esta moda va a continuar en los próximos años, en tanto no se ve un propósito de enmienda por ahora. «Hay mucha gente a la que no le parece mal que no te dejen opinar, o sea, el ejercicio de la tolerancia, del respeto y de los deberes democráticos. Yo prefiero que la gente opine y que haya opiniones diversas, es muy importante para una sociedad». Sin embargo, aunque ve el panorama «desolador», guarda alguna pequeña esperanza para una futura mejora, sembrada especialmente a partir de la publicación del texto de los 153 intelectuales –el conocido Harper’s Letter– en Harper’s Magazine en julio de 2020, una especie de carta de reivindicación por la «necesidad de justicia y debate abierto». Si se consigue dar un toque de atención a esa nueva amenaza que es la cultura de cancelación, quizás con ello también se lograría un debate libre de pensamiento y abierto a aportar ideas desde todos los ángulos.
Cancelado es un ensayo que resume, con variados ejemplos —se lee rápido y de forma amena—, la preocupante situación de la cultura de cancelación, y es un buen ejercicio para empezar a ejercer el pensamiento crítico y seguir fomentándolo.

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