Javier Marías 6 SEP 2020
Sí, la prensa casi no existe, la mayoría es amarillista y por tanto histérica y sádica. Pero ha de haber algo más
Pasaron
julio y agosto,y, según la prensa y las autoridades (desde el
inoperante y marrullero Gobierno de Sánchez hasta la última comunidad
autónoma), todo ha ido a peor. La prensa, con las televisiones a la
cabeza, ha logrado hacernos creer que la situación es más grave que en
marzo o abril, cuando estábamos confinados.
Como
salta a la vista que esto es falso, no alcanzo a entender el propósito
de semejante catastrofismo, que además lleva meses ocupando las 24 horas
del día como tema único. He contado aquí que, por razones de horario,
las noticias que más veo (veía; ya no paso de los titulares) son las de
TVE a las 3.
Esta cadena, sufragada con dinero público y
que por tanto nos “pertenece” a todos; que obedece al Gobierno con más
servilismo que nunca (y ya es decir en España), se ha convertido en uno
de los espectáculos más vergonzosos que recuerdo.
Omite
sistemáticamente cualquier indicio esperanzador, venga de científicos o
investigadores extranjeros, de médicos españoles o de reconocidos
virólogos. Tuve ocasión de ver una escena especialmente bochornosa: en
un programa matinal, la periodista conectaba con un doctor de El
Escorial, y le insistía —es la tónica— en lo fatal que iba todo, en la
saturación de los hospitales y el colapso que los aguardaba en cualquier
instante.
Como el doctor no le daba la
razón y contaba su experiencia (pocos ingresados en su centro, pocos en
los otros de que tenía conocimiento), la periodista se enfurecía y le
insistía una vez y mil: “¡Pero las cifras…!” El médico, paciente, le
explicaba la diferencia entre un “positivo” y un enfermo (la mayoría de
los primeros no están lo segundo y no requieren hospitalización, etc),
lo cual encolerizaba aún más a la mujer y también a un compañero varón
que se entrometió desde el plató:
“¡Doctor, está llamándonos imbéciles al resto de la población!”, le espetó airado.
Fuera
quien fuese ese médico, tuviera razón o no tanta, sabía más del asunto
que quienes lo zarandeaban con malos modos por no decirles lo que ellos
querían oír y transmitir a esa población que ansiaban aterrorizar. Mucho
temple tuvo el doctor para no contestarles: “No, sólo se lo llamo a
ustedes dos”.
La prensa en general, y TVE
en particular (luego el Gobierno Podemos-PSOE), no consienten el menor
optimismo ni el menor alivio. He visto Telediarios en los que se ha
destacado a reporteros a pueblos minúsculos (de 400 o hasta 200
habitantes) para que desde allí emitieran largos minutos porque
—albricias— había unos cuantos casos de coronavirus.
Es
decir, han rastreado como locos dónde había algo alarmante o
desalentador, para crear una psicosis —dura ya más de la cuenta— de
verdadero terror, por lo que no sería exagerado afirmar que practican
terrorismo informativo.
Procuran dar los
datos de la manera más caótica y confusa posible, pero siempre dirigida a
que la epidemia luzca más terrible de lo que sin duda es. Tanto el
Gobierno central como los autonómicos —sin excepción— contribuyen al
caos, a la sensación de vacío de poder, de irresponsabilidad, vagancia,
ineptitud y dejadez.
Los segundos se distinguen por su
absoluta insolidaridad, y se los percibe preocupados tan sólo por su
imagen y por los votos regionales futuros que puedan ganar o perder,
nunca por los ciudadanos ni por el país en su conjunto. Esta epidemia ha
puesto de manifiesto que, si pudieran, serían reinos de taifas …
siempre que sus gastos corrieran a cuenta del Estado.
El
mensaje de todos viene a ser: “Queremos ser independientes de España y
que España sostenga económicamente nuestra independencia”.
He
visto a locutoras (una tal Alejandra de torpeza infinita, una tal
Melanie que contaba al menos con el pretexto de su bisoñez) anunciar con
una gran sonrisa y expresión triunfal:
“España
lidera” (ya el verbo delataba sus intenciones) “el número de contagios
en Europa, y hemos batido el récord en un solo día”.
¿Por
qué esa propensión aviesa? ¿Mero sadismo? Sí, la prensa casi no existe,
la mayoría es amarillista y por lo tanto histérica y sádica.
Pero
ha de haber algo más, sobre todo en la cadena que, desde que está un
tal Enric Hernández al frente de Información y Actualidad, es dócil
portavoz de las órdenes de Sánchez e Iglesias. (Nos han informado con
profusión del ruido padecido por éste, pero apenas nada de las
vicisitudes judiciales de su partido.)
Esas
noticias infladas, que suscitan un pavor continuo, son las responsables
de que cada vez más países desaconsejen pisar España, con el
consiguiente quebranto para una nación sustentada en el turismo y el
ocio.
¿La consigna es dañar más la economía?
¿Destrozar la salud mental de la ciudadanía? Una ciudadanía atemorizada y machacada no produce, no rinde.
No cabe sino
pensar mal, la verdad: nuestros gobernantes, ¿son tan autoritarios que
prefieren que el país se vaya a pique antes que renunciar a nuestra
mansedumbre? Sería propio de Maduro o Trump o Bolsonaro o Erdogan.
Esperemos que no lleguen tan lejos. Nada amansa tanto como el miedo
permanente y cerval.
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