Llogari Pujol amaba tanto a Jesús que le siguió al seminario de Vic: pasó allí 7 años, se hizo sacerdote. Pero él necesitaba saber más sobre Jesús, saberlo todo, y para eso se fue a la Universidad de Estrasburgo: se hizo teólogo, estudió durante 10 años textos bíblicos y egipcios, y aprendió demótico en la Sorbona (con madame de Cènival) para leer en textos originales. .....
Descubrir que los evangelistas copiaban los textos egipcios le sacudió y enfermó. Perdió la fe, dejó el sacerdocio. Se casó con una compañera estudiante - la historiadora Claude-Brigitte Carcenac, y juntos escribieron
"Es un estudio de literatura comparada...". y afirma con rotundidad: "¡Debería crearse ya en Cataluña un gran centro de estudios de las religiones!"
que se adhiere al cada vez mayor numero de especialistas que estudian el origen Egipcio de lo que luego se conformaria como cristianismo.
El Horus egipcio mantiene un sospechoso parecido con Jesús: tanto que
puede observarse fácilmente que Jesús ya estaba y vivía en el antiguo
Egipto:
catalana.
.
-Horus y Cristo fueron considerados divinos prodigios a los 12 años.
-Horus y Jesús tuvieron 12 discípulos y viajaron con ellos haciendo milagros.
-Horus es Dios Solar, como Jesús, que nace en el solsticio de Invierno…
El Dios Sol nace hasta llegar al cúlmen del Solsticio de Verano en lo
más Alto del cielo, San Juan.
-Horus era el camino, la verdad y la Vida.
.
.
-Horus es un Dios Astrológico y Jesús tiene 12 discípulos como los signos del zodiaco.
-Horus era el Rey de los Egipcios y Jesús de los judíos.
– Horus fue condenado a muerte y crucificado, como Jesús.
-Horus y Jesús resucitaron al tercer día.
– La Hostia es el Disco del Sol que aparece en iconografía egipcia.
-El Sagrario es iconografía egipcia de culto al Sol.
– Las famosas comparaciones del vino, trigo y el cordero son típicas de textos egipcios antiguos.
, logo de los g-suitas financiadores de
Adam Weishaupt, creador de los illuminati modernos.
documentan los paralelismos en tre Jesús y Dioses egipcios. Sus
relaciones con religiones paganas ancestrales no se pueden negar al
igual que el islamísmo con la Diosa Negra
o el propio judaísmo.
----------------------------------------------------------------------------------------------fin
Una de las
características más destacadas del manuscrito español es que porta un
prólogo del que carece el manuscrito italiano: en él, un monje -Fray
Marino- cercano al Papa Sixto V nos narra cómo vino a dar con el Evangelio de Bernabé
en la mismísima biblioteca papal. Tras haber leído mencionado este
evangelio en unos libros de factura anti-paulina, y ardiendo en deseos
de encontrarlo, fue a dar con él en la Biblioteca de Sixto V. Un día que
éste se quedó dormido tras una conversación, Fray Marino tropezó en la
Biblioteca con el libro, que no dudó en hurtar y leer. Esa lectura le
hizo cambiar de fe, y ese mismo beneficio desea para todos los lectores
del evangelio, para quienes escribe el texto.
Este prólogo, verdadero
artificio de auto-identidad del texto, se intenta rodear de algunas
circunstancias históricas: la existencia del Papa Sixto V, las menciones
a las grandes familias Orsini y Colonna, la actuación de la
Inquisición... posiblemente ese Fray Marino, tras quien se esconde el
verdadero autor del texto, sea también trasunto de un personaje
histórico, quizá el gran orientalista Fray Marco Marini, experto en el
antiguo targum judío.
El emprender un texto
como éste conlleva una serie de riesgos redaccionales y teológicos de
los que parece ser consciente el redactor del texto. Éste debe mezclar
ambos mundos para presentar un texto que sea, a la vez, familiar en su
redacción y mensaje para los cristianos, y aceptable para ojos
islámicos. Ya que el Evangelio revelado a Jesús según el islam se ha
perdido por la perfidia de algunos cristianos, y los evangelios que se
conservan no son sino relatos humanos deformados sobre la vida y mensaje
de Jesús, lo que aquí encuentra el lector es, al mismo tiempo:
Para elaborar todo este mensaje, destinado a cristianos y a musulmanes,
el texto se mueve siempre en un sendero muy angosto que participe de
ambos mundos. Hay diversos elementos originales debidos a esta posición
del redactor, pero uno ha sorprendido especialmente a los que se han
acercado al Evangelio de Bernabé: la negación en boca de Jesús
de ser el mesías. Esta negación, junto con la afirmación complementaria
de serlo Muhámmad, parece contradecir la lección coránica que afirma que
el profeta Jesús ('Isa) es el mesías (al-masih). Pero
la contradicción es sólo aparente.
Por un lado, el título otorgado a
Jesús en el Corán está desprovisto de cualquier significado salvífico
tal y como se entiende en el judaísmo y en el cristianismo, no siendo
más que un título honorífico, casi una extensión de su nombre, otorgado a
Jesús. Por otro lado, el Evangelio de Bernabé, hace decir a
Jesús que él no es el mesías en italiano y en castellano, pero nunca en
árabe, que es la lengua en la que el Corán cobra toda su naturaleza y
significado, evitándose así caer en contradicción con el texto coránico.
Muhámmad queda investido con ese título en el Evangelio de Bernabé en tanto en cuanto profeta de Dios (rasul) y sello (játim)
de toda la revelación profética hecha por Dios a los hombres. Mediante
la desprovisión de cualquier característica divinal del término mesías y
su adscripción estricta a su misión profética, y mediante su aplicación
en italiano y español a Muhámmad, se salvan los riesgos de heterodoxia
islámica.
Es ésta una solución profundamente original, como otras que hay en el texto, que hace del Evangelio de Bernabé
un texto osado, pero de una enorme profundidad apologética. En lugar de
transitar por los caminos de la polémica religiosa anticristiana, su
autor o autores prefirieron ofrecer un texto verdaderamente cristiano
-esto es, islámico- que se hubiera preservado de la maldad de los
hombres.
A ojos musulmanes, el Evangelio de Bernabé conforma,
pudiéramos decir, lo que hubiera debido ser el evangelio cristiano si se
obvian los abusos de Pablo y de las autoridades de la iglesia cristiana
sobre el mensaje de Jesús. No es de extrañar, entonces, que el Evangelio de Bernabé,
a través de sus traducciones inglesa, árabe, turca o urdu, haya
alcanzado cierta estima como texto religioso en algunos círculos
islámicos, en especial egipcios, paquistaníes o entre los musulmanes de
Gran Bretaña.
Una de las cuestiones que lógicamente más ha preocupado a los críticos
que se han acercado al texto es la de la autoría de una obra semejante.
Aunque algunos autores han creído poder rastrear huellas ebionitas,
elkesaítas o samaritanas en el Evangelio de Bernabé, la mayoría
está de acuerdo en que su autor es un musulmán de finales de la Edad
Media o comienzos de la Edad Moderna. Escribiendo por razones
desconocidas -algún autor desliza una posible venganza desde una
hipotética condición de converso-, ofrece un texto «evangélico»
compuesto con fines proselitistas como labor estrictamente individual.
Míkel de Epalza fue el primero que planteó no ya un autor, sino todo un
medio intelectual en cuyo seno cobra perfecta lógica un texto como el
del Evangelio de Bernabé: el de los moriscos de Granada a finales del siglo XVI, envueltos en el asunto de los Libros Plúmbeos del Sacromonte.
La Granada de finales del siglo XVI se vio sacudida intelectual y
socialmente por una serie de descubrimientos de huesos y cenizas y de
unos fantásticos textos árabes burilados en plomo en las cuevas del
Monte Valparaíso, que en adelante ya sería llamado el Sacro Monte.
En
esos textos se daba noticia de los primeros mártires cristianos de la
ciudad, del que sería su futuro patrón, San Cecilio, y de la estancia de
Santiago en la ciudad del Darro; aparte de estas maravillosas nuevas,
los textos revelaban toda una serie de contenidos doctrinales envueltos
en un estilo ampuloso y oscuro, puestos en boca de los varones
apostólicos y de la misma Virgen María.
La alegría del descubrimiento se trocó en entusiasmo cuando se comprobó
que los textos ponían a Granada a la altura eclesiástica de Toledo o
Compostela, hizo que se sucediesen las traducciones de los textos
árabes, teniéndolos por auténticos documentos del primer cristianismo,
sin reparar demasiado en los nada escondidos elogios que la propia
Virgen María hacía de la raza árabe y su lengua.
El interés fue tal que
durante varios años se escondieron las voces que criticaban dichos
libros, señalando que tenían factura moderna, que se habían colocado en
las cuevas para engañar a sus destinatarios y que los textos estaban
llenos de doctrina islámica. Con el paso del tiempo, sin embargo, y a
pesar de la encendida defensa que hicieron el arzobispo de Granada y
otros personajes, ésta fue la opinión que se abrió paso, sostenida por
cada vez más personas del mayor peso intelectual. El asunto terminó de
forma un tanto abrupta, al pedir Roma que se enviasen los textos -cosa
que se hizo no sin mucha resistencia- y ser allí condenados en 1662 tras
su estudio, por sostener contenidos musulmanes.
Toda la crítica se muestra unánime hoy día en otorgar la responsabilidad
en la factura de estos textos a una serie de moriscos granadinos de
cierto nivel intelectual que realizaron un intento de intervención sobre
el pensamiento cristiano de la época. Presentados como textos
cristianos, los libros plúmbeos de Sacromonte explican sus doctrinas
dentro de un tono deliberadamente neutro, de moral común y universal,
que en ningún momento busca el conflicto o la diferencia entre
religiones. Sin embargo, pronto se cae en la cuenta de que lo mismo que
se busca disfrazar los posibles temas conflictivos o polémicos, los
principales dogmas del islam están esparcidos por todos los textos y son
perfectamente identificables a poco que uno se empeñe en buscarlos.
Otra de las características especiales de estos textos es que están
concebidos como una cadena de descubrimientos en la que unos textos van
anunciando a los otros que han de descubrirse: forma evidente de
adelantar un hallazgo y asimismo de mantener viva la expectación. Lo
interesante en este momento es que los libros plúmbeos del Sacromonte
anunciaban como culminación de la serie de textos una «Verificación del
Evangelio» (Haqiqat al-Inchil) que había sido trasladada por la
mano de la Virgen María. Este libro se presentaba de forma
indescifrable para los descubridores -no en vano fue llamado el «libro
mudo»- y, se preservaba para su revelación futura a una humilde criatura
en el marco de un Concilio general que tendría lugar en Chipre.
La «Verificación del Evangelio» no fue nunca conocida en España, pero,
como muestra el texto que sigue a continuación, en el norte de África en
el siglo XVII sí se leyó entre los moriscos españoles allí exiliados un
nuevo evangelio, que se presentaba además como evangelio nuevo. Que
había sido escrito además por alguien cuya tumba se venera en Chipre y
que es el patrón de la isla: San Bernabé. ¿Era el Evangelio de Bernabé el último eslabón de una cadena de audacias que había comenzado en Granada? Las semejanzas entre los libros plúmbeos y Bernabé
son numerosas y más que evidentes, tanto en sus mensajes, islámicos que
transitan el cristianismo, como en su revestimiento de
«descubrimientos» fortuitos; el hecho de que los libros de Granada
anunciasen finalmente un evangelio verídico les hacen convertirse en un
medio ideal para que un texto como el Evangelio de Bernabé pudiera ser creado dentro de él.
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comentarios varios:
¿Quién es la Moreneta, la Virgen Negra de los Catalanes? Pues Isis, Isthar, Cibeles….la
antigua diosa y Madre anunnaki illuminati. Es la virgen de los
templarios, que tenían una de sus sedes en Cataluña, España y en la
montañas mágicas de Montserrat.
LOS EVANGELIOS EN LA TUMBA DE TUTANKAMÓN
Los Rothchilds pagaron las excacaviones de Egipto y de la tumba de Tutankamón del illuminati Lord Cavernon.
Todo lo de las maldiciones de las momias es un timo para asustar y para
despistar. De hecho, encontraron en un sarcófagos los Evangelios. Todo
se ocultó, siempre lo hace el Instituto Smithsonian controlado por los
illuminati.. siempre que aparecen vestigios alien, anunnakis,
reptilianos, ovnis, ooparts (artefactos fuera del tiempo)… los ocultan. Todo lo que cuentan de Egipto es un cuento chino, las
pirámides son de la Atlántida, no son tumbas y estaban en todo el mundo.
Champollion y Lord Cavernon eran masones.
Pues sí Pedro viene de Petra la primera piedra del templo vaticano y Bob es un cubo de Saturno satánico… Micky Mouse
es el mayor masón, por eso lleva guantes blancos masones, aparte de ser
la representación de antiguo macrobio que secuestraba niños y el icono
del programa mkultra de la CIA.
Empero a pesar de todo, todo creyentes y amantes de la Biblia y Jesús…
los místicos..no están equivocados, hay algo grande detrás… Jesús
existió y era vegetariano y practicaba meditación con chackras y hablaba
de reencarnación. La Iglesia aceptaba la reencarnación hasta que fue
prohibida en un Concilio. Existen referencias de Jesús en todo el mundo,
en todos los continentes, incluso antes de cristianismo , desde el
Cristo de Burrows en Estados Hundidos, encontrado en una cueva o el el Cristo Nestoriano de Australia y Oceanía. Horus y Mitra eran Cristos antiguos en Egipto y Sumeria.
Hay montones de evangelios apócrifos que no cuentan para la Iglesia
en el que Jesús es un yogui, un místico esotérico, no el que nos
presentan. Los esenios y tarepeutae fueron sus discípulos.
CRISTO DE BURROWS PRECOLOMBINO
EN ESTADOS UNIDOS
EL PAPA ES UNA FIGURA EGIPCIA Y SUMERIA
ES OANNES QUE ES UNO DE LOS IGIGIS REPTILIANOS
fuente: Knight , C & Lomas, R., 1997, The second Messiah, p.67
enésima prueba irrefutable de que los magnates del
Cristianismo, la intelligentsia religiosa que controla el mundo a través
del Comando G, ya existían en Egipto. Y Egipto era una copia o clon de
Sumeria, lo mismo que la cultura hebraica y sus textos correspondientes.
Los anunnaki convirtieron la misa en un ritual vampírico y canibal,
se tomaba carne y sangre. Las misas satánicas o Sabaath, son lo opuesto a
la misa oficial y muchas catedrales tienen catacumbas para rituales
ocultos y simbología masona
EL PAPA ES EGIPCIO Y SUMERIO
El Papa es una copia descarada de Egipto y Sumeria , como demostramos
con esta imagen. En las tablillas sumerias se dice que Oannes es uno de los 7 igigis, consejeros de los anunnaki o dioses águilas o reptilianos que controlan enl mundo (Tablilla 16). Oannes es un reptil o un águila.
Beroso/Berosus, sacerdote e historiador caldeo del siglo III AEC, redactó en griego su Babyloniaca (c. 280 BC), una
obra acerca de la historia de Babilonia. En ella cuenta sobre un
personaje llamado Oannes, un ser mítico que enseñó la sabiduría a la
Humanidad.
Oannes habría sido el primero y el más sabio entre los
“Annedoti” (o Apkallu), criaturas anfibias míticas, representadas en los
relieves babilónicos como seres con el cuerpo de pez, pero que por
debajo tenían la figura de un hombre.
Según el relato de Berosus, Oannes, enviado por Ea/Enki,
surgía de las aguas del Golfo Pérsico cada mañana para instruir a la
Humanidad enseñando a los hombres la escritura, las artes y las
ciencias, mucho antes del Gran Diluvio.
Oannes
En la cueva de los Tayos en Ecuador el Padre Crespi,
católico, mostró imágenes de anunnakis y toros alados e igigis
reptilianos. Había Cristos y anunnakis antes de
los propios Cristos y anunnakis. Esto demuestra un gran imperio anunnaki
en la antiguedad en todo el mundo.
Las religiones son un invento de los anunnaki, de los consejeros de Enllil, uno de los dos hijos del Dios anunnaki Anu y controlador del mundo actual y “antiguo”,
para el control de las masas. Eso no quita que Dios exista y
haya un misticismo universal y que incluso hubo un Gran Jesús , que fue
un mensajero de Amor. Lo que han hecho es el colmo de los colmos, en
realidad ocultar su divinidad.
Recordamos que la Iglesia torturó y condenó a la sublime Santa Juana de Arco -quemada y líder de ejércitos y encarceló a San Juan de Cruz. Unos queman y crean la Inquisición y otros son quemados. Queda claramanete diferenciado quién es el real y quién es el falso.La Religión Estática son los que queman, y la Religión Extática ( de éxtasis) la real, los místicos. Bergson el
filósofo católico hizo esta acertada clasificiación.
Cuando el Santo Padre Ratzinger
hizo un erudito texto sobre la oración titulado Carta a los obispos de
la Iglesia Católica sobre algunos aspectos de la meditación cristiana en
donde cita los grandes místicos a San Juan de la Cruz, Eckart, San Agustín y Santa Teresa de Ávila
como referencias de contemplación , con toda razón. Hombre, el tío al
menos sabe algo… Cuando hay que hablar de Dios y Contemplación los
doctores de la Iglesia no mienten.
Cuando alguien dimite inesperadamente, más si eres rey o Papa es para
ocultar algo gordo. Graves acusaciones pesaban sobre ellos y lo mejor
era quitarse de en medio. Recordamos que Adam Weishaupt, el creador de los illuminatis modernos, era g-suita y estaba financiado por los Rothchilds.
Esto es público. No es una conspiración. La prueba de los illuminati,
plural de illuminatus es pública. No se puede negar y casualmente El
Vaticanu secreto estaba detrás de todo, lo mismo que estaba detrás de la
creación de la CIA, junto a ex nazis como Reihnard Ghelen o la mafia italiana.
Cuando se oye tienes éxtasis , samadhi y descubres el Secreto de
Todo.
2- ACHARYA S -
libro: LA CONSPIRACION DE CRISTO:
autor:
Acharya S, en su riguroso y esclarecedor estudio
La conspiración de Cristo demuestra, recopilando multitud de pruebas documentales e históricas, que no hay evidencias textuales de su vida y obra antes del siglo II d.C., en que aparecen los primeros evangelios, y que «Jesucristo» es, de hecho, una
compilación de las vidas y enseñanzas de diversos dioses y hombres santos cuyos dramas fueron regularmente representados por los pueblos antiguos mucho antes de la era cristiana: de Mitra, Krishna, Attis, Buda, Dionisos y Hércules, entre otros, cuenta la tradición que nacieron también de una virgen el día 25 de diciembre, y resucitaron de su tumba, varios de ellos tras ser crucificados, el 25 de marzo.
«Vosotros, pobres idiotas –decían los
gnósticos a los primeros cristianos– habéis confundido los misterios de antaño con la historia moderna, y aceptado literalmente aquello que
sólo tenía sentido místicamente». La estrategia seguida por los padres de la iglesia que elaboraron el dogma cristiano podría resumirse en la siguiente idea: «Recojamos los diversos elementos recurrentes de todos los credos del mundo y hagamos con ellos una amalgama, una “nueva fe” autentificada en un personaje histórico, que sin duda triunfará por todo el orbe».
La existencia e identidad de todos estos misteriosos personajes que son tan parecidos en su vida y hazañas, y que constituyen el mito universal, ha sido ocultada durante siglos a las masas por la iglesia cristiana, que ha destruido sus textos y asimilado sus cultos como parte de la «conspiración de Cristo».
Acharya S – seudónimo bajo el que publica la autora de
La conspiración de Cristo– además de ser una agitadora rebelde, tiene un conjunto impresionante de credenciales académicas. Pertenece a uno de los institutos más exclusivos para el estudio de la civilización griega antigua: la Academia Americana de Estudios Clásicos en Atenas.
Ha enseñado en Creta y trabajado en excavaciones arqueológicas en Corinto –el lugar donde, según la leyenda, Pablo escribió sus cartas a los corintios– y en Nueva Inglaterra. Ha viajado por toda Europa y tiene amplios conocimientos de griego, francés, español, italiano, alemán, portugués... Ha leído a Eurípides, Platón y Homero en griego antiguo, y a Cicerón en latín, así como a Chaucer en inglés medieval. Ha estudiado la Biblia en profundidad –tanto en inglés como en el hebreo y griego originales– y ha llegado a entenderla más lúcidamente que la mayoría del clero.
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estereotipos albergados en la subconsciente colectivo a raíz de la iconografía religiosa que es fácil ver en las iglesias, y que a su vez procede de la iconografía pagana con que se representaba a Serapis. Dijo el Emperador Adriano “LOS CRISTIANOS ADORAN A SERAPIS”. Claro, a Serapis Christos (Ungido). Por siglos los historiadores debieron de creer que a Adriano se le había pirado la pinza par decir tal incoherencia. Claro que eran Cristianos… Adoraban a Cristo. Pero Cristo Serapis. Deidad sincrética para unificar en Alejandría a politeístas griegos, politeístas egipcios y “monoteistas” (no muy acérrimos) judíos, los judíos helenísticos, influidos por la filosofía neoplatónica y el paganismo.
Los politeistas griegos no aceptaban dioses con forma de animal(Apis en este caso, de ahí Serapis), y los politeístas egipcios no querían perder la esencia de sus misterios religiosos, la representación del nuevo dios se realizó siguiendo esquemas antropomorfos, pero conservando la sabiduría mistérica egipcia, enriquecido por el neoplatonismo, cábala etc via judaismo helenístico, en el cual necesitarían una imagen divina que asimilar a Yahvé. Por eso se tomó la iconografía del Dios Supremo Zeus/Iupiter/Iove (véase semejanza fonética Iove/Yavhe) para formar parte de la representación del Señor Serapis.
Este es ni más ni menos, el origen del cristianismo primitivo… que fué evolucionando hasta la creación del Jesús Cristo, igualmente con barbas y pelo largo, tal como Júpiter.
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DOCUMENTAL - “
El Mesías de César
A través de entrevistas con siete polémicos estudiosos de la Biblia , el documental “El Mesías del César” muestra que el cristianismo fue inventado por los romanos como una herramienta política para controlar a las masas de la época, y que todavía se utiliza de esta manera hoy en día.
BREVE SINOPSIS:
“A través de entrevistas con expertos, nos enteramos de que Jesús no es un personaje histórico, los acontecimientos de la vida de Jesús estaban basados en una campaña militar romana, su supuesta segunda venida hace referencia a un acontecimiento histórico que ya se ha producido, las enseñanzas de Cristo provenian de las antiguas escuelas del misterio paganas, y los Evangelios fueron escritos por una familia de Césares (los Flavianos) y sus partidarios, que nos dejaron los documentos para comprobarlo. Disecciónando la historia y la literatura de esta época, los estudiosos señalan que la historia oficial proporcionada por la Iglesia no se sostiene aún bajo riguroso escrutinio.
Al igual que la antigua era de la que surgió el cristianismo, estamos en estos momentos al borde de un inmenso cambio de paradigma. Estudiar esta historia puede ayudarnos a entender las políticas actuales, y nos dan la perspectiva, muy necesaria, para encontrar soluciones a los problemas de hoy en día, con el fin de crear un mundo mejor”.
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Algunos puntos sobre la lectura de la BIBLIA
El
loado exegeta Gerd Lüdemann, tan frecuentemente citado por mí y tan
perseguido por la publicación de sus investigaciones y reflexiones
críticas con dogmas y puntos centrales del cristianismo, pero
profundamente sólidas y sabias, escribió el pasado año un libro titulado
“Altes Testament und christliche Kirche. Versuch zur Aufklärung”
(Antiguo Testamento e Iglesia cristiana. Intentando una explicación). En
el que, tras análisis detenido y pruebas ofrecidas, presenta a modo de
epílogo siete puntos, que todo aquel que lee la biblia y roza la
creencia debiera tener en cuenta:
Primero: La crítica
histórica ha puesto de manifiesto el absurdo e infundado empleo del
Antiguo Testamento por el Nuevo Testamento, puesto que en ningún momento
los autores veterotestamentarios tuvieron ante sí ni pensaron en las
personas o hechos, que según los autores neotestamentarios tuvieron en
cuenta. Por tanto no es verdad la tesis, defendida a menudo, de que no
se podía demostrar ni refutar científicamente la legitimidad de este
uso. Lo que sí es seguro es que: el Nuevo Testamento ha tergiversado las
intenciones del Antiguo Testamento, ha hecho abuso histórico de él. Lo
ha manipulado. En interés de una mejor comunicación, la teología debería
dar sobre ello alguna explicación, al igual que la ciencia natural ha
dado cuenta de la falta de solidez de la visión ptolomaica del mundo.
Segundo:
Ni hubo época de patriarcas ni época de jueces. Israel entra en la
historia por primera vez con la realeza, y también con cierto retraso
pudo imponerse la exclusiva adoración a Jahvé ante la corriente del
politeísmo judío reinante y el polijahvismo , definitivamente tras el
schock del exilio babilonio (587-539 a. d. C.). La combinación narrativa
del “sólo Jahvé” con Moisés es una retroproyección de la fe del
judaísmo posnacional a los inicios de Israel de más de 700 años. El
Antiguo Testamento es la biblia del judaísmo de la época persa y
helénica, no la literatura del antiguo Israel.
Tercero:
Grandes partes del Antiguo Testamento se entienden como relatos de
historia, de cuya facticidad sus narradores estaban convencidos. Y
donde, como en los relatos cultuales, leguleyos y científicos, no se
trata de narraciones históricas, los teólogos judíos no obstante los han
arraigado, incrustado y metido en el marco de la historia de Israel, y
los han visto y contemplado como palabras y hechos auténticos de
personas veterotestamentarias. De modo que el valor histórico del
Antiguo Testamento, en el sentido de una correspondencia entre el relato
y el hecho real, es más bien pequeño para el tiempo que va hasta el
exilio babilónico (539).
Cuarto: Ningún libro de Moisés
procede de Moisés, ningún salmo de David es de David, ninguna visión de
Daniel es de Daniel, casi ninguna de las frases de los profetas es de
los profetas, bajo cuyos nombres se nos han trasmitido los libros. No
hubo éxodo de Egipto, ni revelación en el Sinaí, ni entrega de los diez
mandamientos. Abraham, Isaac, Moisés y Josué son meros nombres, Jericó
jamás fue conquistada. Y no nos debemos cansar de repetirlo porque a lo
largo de 2000 años ha servido a funcionarios de la Iglesia y a políticos
para mantenerse aferrados a su poder.
Cinco: Sólo una
interpretación del Antiguo Testamento sobre Jesucristo, una proyección
sobre él, proporciona actualmente a la asignatura confesional “Antiguo
Testamento” una aseguranza legal dentro de la facultad de teología en
las Universidades alemanas. Y como muchos académicos
veterotestamentarios consideran para sus adentros no científica la
interpretación cristológica del Antiguo Testamento, de corazón no
pertenecen a la facultad de confesión cristiana, deberían hablar
abiertamente de su cargo de conciencia. Lo que sería una señal para
colegas de otras materias teológicas de cara a elaborar conjuntamente
con ellos reformas concernientes dentro de la facultad teológica y
también para sacudir las cadenas de amarre confesional en pro de una
libertad científica.
Seis: Científicamente no hay que
entender la relación del Antiguo Testamento con el Nuevo como
consumación o ejecución del Antiguo en el Nuevo Testamento, ni tampoco
como pre-retrato o prefigura del Nuevo Testamento en el Antiguo, sino
exclusivamente como dependencia del Nuevo del Antiguo. De ahí que los
judíos vean con razón el “Antiguo Testamento” como algo que les
pertenece. Esto arroja luz sobre el hecho de que la misión cristiana
fracasara desde el inicio en la mayoría de las comunidades judías. Sus
miembros no entendían, les parecía una vergüenza, sentían encono ante el
uso cristológico de su propia escritura sagrada por los teólogos
cristianos.
Siete: Afirmaciones centrales de la teología
cristiana como “Dios condujo a su pueblo Israel desde Egipto” o “Dios
resucitó a Jesús de los muertos” carecen de fundamento, porque no se dio
ni el éxodo de los israelitas de Egipto ni la resurrección de Jesús de
los muertos. La ciencia roe el tuétano del credo de la Iglesia
cristiana, que se ha entendido y entiende en una historia bimilenaria
sustentada en supuestos hechos de Dios en la historia.
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¿Existió realmente Jesús de Nazareth?
“Una señal inequívoca del amor a la verdad, es no mantener ninguna proposición con mayor seguridad de la que garantizan las pruebas en las que se basa”.
—John Locke, Filósofo inglés (1632-1704)
¿Quién dudaría de la historicidad de Jesús de Nazareth? Contamos los años en “antes y después de Cristo”.
Tantas personas creen que existió, de la misma manera que un héroe de la independencia, que se conmemoran las fecha de su nacimiento y su muerte. Sin embargo, sería prudente preguntamos: ¿Qué evidencias hay sobre la existencia de Jesús de Nazareth?
Si revisamos detalladamente, tendríamos que decir que no tenemos absolutamente ninguna prueba confiable, de fuentes seculares (no religiosas), que Jesús haya vivido, por lo menos de la forma descrita en la Biblia.
Esta respuesta elevará más de un par de cejas, a la vez que nuestros amigos católicos y protestantes nos dirán que la existencia de Jesús es tan indiscutible, que dividió la historia en “antes y después de Cristo”. Sin embargo, cabe mencionar que el sistema “antes y después de Cristo” no se inventó hasta el siglo VI y no se aceptó de manera general en Europa hasta el siglo XI.
Nuestro sistema de contar los años en a. C y d. C lo debemos al monje Dionysius Exigius (o Dionisio el exiguo), quien por orden del Papa Juan I elaboró una cronología fijando el nacimiento de Jesús en el año 753 A. U. C. (ad urbe condita) o año 753 desde la fundación de Roma. El año 1 de la era cristiana fue fijado por Dionisio en el 1 de enero del 754 A.U.C. En tiempos más recientes los historiadores prefieren utilizar las siglas A.E.C. (antes de la era común) y D.E.C. (después de la era común), por respeto a la diversidad cultural del mundo.
Los científicos fijan los eventos prehistóricos en “años antes del presente” BP (Before present). Por ejemplo, las pinturas rupestres de la Era glacial en la cueva de Altamira están fechadas en 17.000 años antes del presente. Utilizar en este caso el sistema “antes de Cristo” es una adjudicación culturalmente abusiva. ¿Les importaría en algo a esos cavernícolas el futuro nacimiento de un líder religioso?
Dionisio elaboró su sistema de contar los años, tomando como históricamente válidas las narraciones de los evangelios, las cuales analizaremos más adelante. Dionisio creía firmemente que Jesús nació el 25 de diciembre, ignorando el origen de esta costumbre. En realidad La Iglesia Católica empezó a celebrar navidad desde el siglo IV. La Enciclopedia de la Religión Católica, Tomo V dice al respecto:
“La razón que llevó la Iglesia Romana a fijar la festividad en ese día, parece ser su tendencia a suplantar las festividades paganas por otras cristianas. De este modo se originaron muchas de las actuales fiestas litúrgicas. Ahora bien sabemos que entonces en Roma los paganos consagraban el día 25 de diciembre en celebrar el Natalis invicti, el nacimiento del Sol Invencible, que después del solsticio, se engrandecía en fuerza y claridad. Símbolo del Sol era Mitra, divinidad oriental, cuyo culto había sido introducido en Roma en 274. De este modo, para hacer ocurrencia a la fiesta pagana consagrada al nacimiento del Sol natural (Mitra), la Iglesia comenzó celebrando este Sol novus…”
PRINCIPIO DE EVIDENCIA NEGATIVA
Muchos investigadores han llegado a la conclusión que el Jesús que conocemos por el Nuevo Testamento resultó de una creación mitológica del primer siglo. Los investigadores han aplicado el Principio de Evidencia Negativa para llegar a tales conclusiones.
El Principio de Evidencia Negativa dice que no tenemos una buena razón para acreditar una proposición sí los siguientes tres principios se satisfacen:
1. Si todas las pruebas o evidencias que corroboran una proposición son de poca confianza.
2. No existe ninguna evidencia comprobando la proposición, cuando ésta debería estar presente si la proposición fuese verdadera.
3. Si se ha realizado una búsqueda minuciosa y exhaustiva tras las evidencias corroborativas en el lugar apropiado.
El primer punto del Principio de Evidencia Negativa, nos pide “que las pruebas que corroboran una proposición sean poco seguras”. Esto es justo lo que ocurre con la única evidencia secular sobre la vida de Jesús: los dos breves pasajes de las obras de un historiador del siglo I, llamado Flavio Josefo. Josefo era un prolífico escritor, no obstante, solo escribió dos párrafos sobre Jesús. Uno es notoriamente una interpolación, y el otro es altamente sospechoso. Otras referencias a Jesús en los escritos seculares son demasiado ambiguas, o son interpolaciones posteriores.
Este hecho es bastante curioso, ya que la Biblia dice que Jesús fue un fenómeno de masas y que tuvo repercusiones en los eventos sociales de Oriente medio. Esto es como si en un futuro lejano, sólo se encontraran dos breves pasajes sobre la existencia de un tal Nelson Mandela en los textos de historia de Sudáfrica y los diarios del siglo XX.
Al cuestionar a los creyentes sobre esto, ellos responden que se basan en sus sensaciones interiores, y es muy probable que tras enseñarles las incongruencias históricas de sus creencias ellos respondan: “Esto lo creo porque siento a Cristo en mi corazón”, o “Tú no puedes entender esto porque no has tenido esta experiencia de vida” o “Debes saber que Cristo cambió mi vida, y eso es suficiente para que yo crea”.
Sin embargo, estas razones son poco confiables, ya que las personas de todos los credos siempre han tenido sensaciones interiores, sea cual fuere la creencia que promulguen. Los cristianos nos dicen que ellos “siguen a Jesús”, pero es diferente ser seguidor de alguien a quien se puede ver y escuchar de primera mano, que seguir a unos religiosos que predican (e interpretan) unos textos escritos por unos fulanos, que escucharon hablar de un tal Jesús de Nazareth. ¡La diferencia entre estas dos situaciones es abismal!
En el siglo I, había la costumbre de escribir algo y atribuirlo a otra persona (a su mentor filosófico), tal actividad se conoce como “Pseudoepigrafía”. Esto dificultó a los estudiosos la verificación de quien realmente escribió los libros del Nuevo Testamento.
Los apologistas cristianos dicen que la pseudoepigrafía era una técnica común en las escuelas de la época, y que en tal época no se consideraba moralmente incorrecta. Sin embargo, el autor
Karlheinz Deschner, en su “Historia criminal del cristianismo”, tomo 4 (falsificaciones y engaños), demuestra contundentemente que incluso en la antigüedad, esa práctica era reconocida como deshonesta y fraudulenta.
Los investigadores al aplicar ciertas técnicas, para determinar quién está hablando, cuál es su mensaje, el cuándo y el por qué, han concluido que los escritos más antiguos de los primeros cristianos son las cartas de
San Pablo. Estas probablemente datan del comienzo de la quinta década del primer siglo - bien después de los eventos de la vida de Jesús. Además de esto, no todas las epístolas que se encuentran en la Biblia como obras de Pablo, son realmente suyas, sino como se mencionó anteriormente, algunas fueron escritas por otras personas, quienes las atribuyeron a Pablo.
Las cartas paulinas fueron escritas antes que los evangelios, y ninguno de estos es anterior a por lo menos la séptima década. Los textos aceptados genuinamente como obras de Pablo son (Gálatas, 1 de Tesalonicenses, 1 y 2 de Corintios, Romanos, Filemón, y Filipenses).
Al examinar las cartas paulinas genuinas de forma aislada, queda claro que Pablo no tenía ninguna idea del nacimiento virginal de Cristo, además nunca afirmó haber vivido en la época de Jesús, o que cualquiera de sus mentores era contemporáneo de Jesús, o que Jesús había hecho cualquier milagro. Pablo tampoco asoció la muerte de Jesús con el juicio ante Pilatos. Pablo nunca corroboró la existencia de un Jesús en la primera mitad del primer siglo. Al revisar otros escritos cristianos anteriores a los cuatro evangelios, ahora considerados como apócrifos (que no pertenecen a la Biblia), queda claro que estos omiten las mismas cosas que Pablo omite, lo que nos lleva a pensar que los hechos biográficos asociados a Jesús fueron inventados posteriormente.
La elaboración de los evangelios abarca el periodo del año 70 D.E.C hasta el 120 D.E.C. aprox. Es necesario mencionar que los evangelios fueron escritos después de la destrucción del templo de Jerusalén en el año 70 D.E.C. por orden del emperador Tito, dando fin a la rebelión judía contra el imperio romano. Este hecho es importante, ya que los predicadores fundamentalistas enseñan que Jesús profetizó la destrucción del templo, lo cual es completamente falso.
El primer evangelio escrito, de los cuatro presentes en la Biblia, fue el de Marcos. Su autor creía en supersticiones, demonios, posesiones por los mismos, y milagros. Todo esto afectó la escritura de su evangelio. El autor de Marcos no declara haber conocido a Jesús. Él probablemente escribió su evangelio en Siria (poco después de la destrucción de Jerusalén) para los romanos cristianos, que pasaban por la persecución de Nerón. Es así como Marcos escribió este evangelio probablemente para fortalecer a los perseguidos.
El evangelio de Marcos, no menciona a José en la historia del nacimiento de Jesús. El autor se refiere a Jesús como “hijo de María“, una descripción reservada a los hijos ilegítimos. En Marcos no hay detalles sobre el nacimiento de Jesús, no menciona nada sobre un nacimiento virginal, la visita de los reyes magos o de ángeles comentando el nacimiento con los pastores. La razón de esto, es que esos mitos aún no habían sido incluidos en la doctrina cristiana.
El segundo evangelio fue el de Mateo. El autor de Mateo estaba empeñado en mostrar a los hebreos que Jesús era el Mesías prometido. Cuando el autor de Mateo escribió su evangelio, tenía a su disposición la traducción griega del Antiguo Testamento conocida como “La Septuaginta” o “de los setenta”. En la septuaginta se tradujo mal un texto de Isaías que dice que en respuesta a una señal, una mujer joven (almah es el término hebreo) concebiría a un niño que habría de llamarse Emmanuel. La palabra utilizada en hebreo no significa “virgen”, pues en tal caso el vocablo correcto debió ser “betulah ”, esta palabra fue traducida al griego como “parthenos”, que significa virgen. Así ocurrió un cambio importante de significado y el autor de Mateo terminó afirmando que María era virgen cuando concibió a Jesús.
El autor de Mateo usó como fuente principal el evangelio de Marcos, por lo que incorporó los mitos de este evangelio, adicionó los suyos, y la historia fue alterada nuevamente. Para probar que Jesús era el Mesías, el autor de Mateo omite detalles en la genealogía de Jesús a fin de mostrar conjuntos de siete generaciones desde Abraham a David, de David hasta el exilio, y del exilio hasta Jesús. Las genealogías del evangelio de Mateo contradicen otras genealogías del Viejo Testamento.
También hay contradicciones entre los evangelios. En Mateo se menciona a Jesús como descendiente del rey David por parte de su hijo Salomón; mientras que en Lucas se afirma que Jesús proviene del rey de David, pero por parte de su hijo Natán. Según el evangelio de Mateo el abuelo paterno de Jesús (el padre de José) es Jacob; pero según Lucas el abuelo paterno de Jesús es Elí.
El Evangelio de Mateo fue un esfuerzo para convertir judíos, mientras que el Evangelio de Lucas lo fue para convertir gentiles (no judíos). El autor de Lucas también poseía una copia de Marcos, citó de ella varios pasajes y adicionó lo que le convenía.
El autor de Lucas escribió para un público romano lleno de posibles conversiones, por lo que Roma fue plasmada de la mejor manera posible. Por ejemplo, en el evangelio de Marcos los soldados romanos azotan a Jesús, pero en el evangelio de Lucas los soldados son de Herodes. El reino de Jesús “no es de este mundo”, obviamente un esfuerzo por aplacar las sospechas romanas de una conspiración cristiana contra el estado. Al ascender Domiciano al trono Romano en el año 81 D.E.C, la persecución se había reiniciado, por esto el autor de Lucas ve la necesidad de atenuar las preocupaciones romanas, mostrando el cristianismo como inofensivo. Por esto dedicó el documento a “Su excelencia Teófilo“.
El último de los 4 evangelios es el de Juan. Este evangelio fue escrito a comienzos del siglo II, y en éste, Jesús se muestra totalmente opuesto a los judíos.
Como vemos, cada evangelio fue escrito recogiendo información de segunda o tercera mano, después de haberse incorporado mucha mitología, y con fines misioneros precisos. Por esta razón, ninguno de los 4 evangelios es confiable en cuanto a la historicidad de Jesús.
JUAN EL BAUTISTA SÍ FUE UN PERSONAJE HISTÓRICO
La segunda exigencia del Principio de Evidencia Negativa es que “no exista ninguna evidencia segura donde ésta debería existir”, y esto es lo que ocurre, ya que no existe ningún registro de la vida de Jesús en los documentos romanos de la época, lo cual es sorprendente, ya que Jesús causó gran conmoción, según la Biblia.
El historiador Josefo era tan meticuloso que escribía una historia de tres páginas para cubrir el juicio y ejecución de un ladrón común. Flavio Josefo escribió exhaustivamente sobre Juan el Bautista, mas sobre Jesús, sólo aparecen dos pequeñas referencias altamente cuestionadas por los investigadores. Desafortunadamente, los escritos de Josefo llegaron hasta nosotros solamente a través de fuentes cristianas, ninguna de ellas anterior al siglo IV, y se sabe que los escritos de Josefo fueron revisados.
Las dos referencias de Josefo sobre Jesús son cuestionables principalmente porque, es poco probable que siendo Josefo un Judío, llamase a Jesús de Mesías, principalmente cuando él no daba crédito a otros aspirantes a Mesías. Además de esto, los comentadores que escribieron sobre Josefo antes de Eusebio (siglo IV D.E.C.) no citan ese pasaje.
La historia sobre el censo que ordenó Herodes, en la ciudad natal de cada habitante, y que llevó a José y María a Belén, no encuentra respaldo en los documentos romanos. Con esta historia, el autor del evangelio de Mateo buscaba convencer a los judíos que Jesús era el Mesías, ya que las profecías judías dicen que el Mesías nacería en Belén. Así que la historia de un censo en la que cada habitante tuviese que viajar a su ciudad de origen es un invento del autor de Mateo. Es importante recalcar que ningún gobernador hizo viajar a las gentes a sus ciudades de origen para ser censadas. Eso es absurdo, poco práctico y no sirve al verdadero propósito que tiene un censo: Saber qué personas viven en una determinada zona para colectar impuestos. Esta leyenda no tiene ninguna evidencia histórica.
La muerte de niños inocentes ordenada por Herodes a fin de matar al niño Jesús, también está ausente de los registros romanos. ¿Es posible que después de semejante masacre ningún historiador haya dicho algo al respecto? Algo similar ocurre con el arresto y juicio de Jesús. Todo esto es muy extraño, ya que los romanos eran muy meticulosos en cuanto a la historia escrita. En la Palestina de ese periodo se encuentran muchos historiadores, entre ellos, el ya mencionado Flavio Josefo. ¿Por qué los escritos contemporáneos fiables no dicen nada sobre Jesús de Nazareth, si según la Biblia, fue todo un fenómeno social?
EL EJEMPLO DE LOS MORMONES
El tercer requerimiento del Principio de Evidencia Negativa dice que “debemos haber realizado una búsqueda minuciosa y exhaustiva de evidencia en donde ella debería estar”. De hecho, esto ya se ha realizado tanto por investigadores religiosos como escépticos, por lo que se puede decir que el tercer punto se ha cumplido.
Con frecuencia las historias mutan, transformándose en mitos, y estos mitos a su vez sufren modificaciones con el tiempo. Así evolucionan las historias sagradas. Por ejemplo, en la Norteamérica del siglo XIX, el joven José Smith aseguró haber recibido una “nueva luz” que narraba las enseñanzas de Jesús en Norteamérica, ya que según él, Jesús después de haber resucitado había hecho una escala en América para predicarle a los nativos (!!!). La nueva versión de la historia de Jesús que empezó con pocos creyentes, hoy ya tiene aproximadamente 6 millones de seguidores conocidos como mormones. De igual forma en los primeros años del cristianismo, las historias fantásticas inventadas por los evangelistas con el tiempo se convirtieron en la creencia de la mayoría.
Como conclusión podemos decir que basados en el Principio de Evidencia Negativa, tenemos buenas razones para dudar de la biografía de Jesús que se nos presenta en la Biblia. Pero lo que no se puede negar es la existencia de la omnipotente, omnipresente y creadora… ¡mitología de los seres humanos!
LECTURAS RECOMENDADAS
* El Rompecabezas de Jesús: ¿Acaso no hubo Jesús Histórico?, por Earl Doherty
* Historia criminal del cristianismo. Tomo IV “La Iglesia antigua: Falsificaciones y engaños” Karlheinz Deschner. 1993. Editorial Martínez Roca.
* Las cartas originales de Pablo. Senén Vidal, Ed. Trotta.
* Milenio: Guía Racionalista. Stephen Jay Gould. 1998. Editado por CRITICA, Grijalbo, Barcelona.
* No y amén. Invitación a la duda. Ranke Heinemann.
* Who wrote the Gospels (Quién escribió los evangelios), por Randel Holms. Es un libro disponible por Amazom.com sobre los orígenes de los evangelios.
* Who wrote the New Testament. (Quién escribió el Nuevo Testamento), por Burton L. Mack. Es un libro muy bien documentado en cuanto a los orígenes del Nuevo Testamento.
Por Ferney Yesyd Rodríguez
Para la sufriente Luna y que empieze el camino de su liberacion:
Todo en una gran mitologia:
libro: LA CONSPIRACION DE CRISTO
http://www.4shared.com/file/42366066/d1a947c7/Colin_Rivas_-_Jesucristo_-_un_.html
http://www.4shared.com/file/42364627/6c46066c/Llogari_Pujol_-_libro_de_la_Ap.html
http://www.4shared.com/file/42366067/a6ae7751/Llogari_Pujol_-_Teodosio_I_-_e.html
http://www.4shared.com/file/103940199/8925301c/moises_-_personaje_mitico_.html
http://www.4shared.com/file/23466668/4f8124f9/Pecados_de_la_Iglesia_Juan_Gar.html
http://www.4shared.com/file/67062409/9ae982f/pepe_rodriguez_-_la_biblia_.html
http://www.4shared.com/file/77175125/93a4b65f/servicio_secreto_vaticano__espionaje.html?dirPwdVerified=6bd15833
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Peter Cresswell - The Invention of Jesus
After the Romans adopted Christianity in the fourth century, the Church had an unrivalled opportunity to spread its message – and a big problem, how to make the texts to conform with what it then wanted people to believe. In effect, it chose to forge its own records.
Peter Cresswell has taken an in-depth look at the earliest surviving manuscripts of the gospels describing the life and death of Jesus, as well as letters, attributed to Paul and others, to the outposts of the early Church. He will analyse the texts to show how doctrines, such as the divinity of Jesus and the Resurrection, have been progressively introduced into the narrative. By establishing what has been added, he defines what part of the character of Jesus the Christian Church has, over time, invented.
He began by describing himself as an unattached academic fascinated by early biblical manuscripts. It’s a pre-Enlightenment field of study and he claims he’s been able to make some real discoveries (perhaps because he has fewer preconceptions than many religiously motivated scholars).
The marks on the page convey some of the pressures on the scribes to copy these texts accurately. Today there are echoes of that time, of the institutional demands. It’s still the church in control, and there is a gap between the rational approach and the one used by Christian apologists.
The New Testament narrative is based on a Jewish narrative that sits uneasily with Christian theology. (We saw this talk after last night’s
Merchant of Venice, with its depiction of anti-Semitism in Venice.)
In the gospel accounts of the crucifixion, there are three significant women at the base of cross (see Cresswell
2013:180):
It is curious, as many have noted, that the account of the women at the cross in the gospel of John appears to be at odds with those in Mark and Matthew.
In John there is a new character, the wife of Clopas, in place of Salome. What’s going on?
When the original sources are properly read, John 19.25 agrees with Mark and Matthew. The “translation usually made is in error and the cause of all the difficulties” (183). Jerome did not like idea of Jesus having brothers, so Mary could not have had any other children. Much is lost in going from Aramaic to Greek. The way Jerome dealt with the material typifies the apologetic approach: evidence that fits is accepted while disconfirming evidence is discarded. (For more detail see chapter 10.)
The claim that Mark was the first gospel to be written has proved uncomfortable for some Christians, since in this early text Jesus is an often violent and irrational individual, a view softened in later gospels. He’s not referred to as “Lord” in Mark. The phrase “Son of God” in the first verse was added later and isn’t in the original source. At the end of the original Mark, there is also no mention of the resurrection. In light of these difficulties, some apologists claim that Matthew came first.
There’s a mistaken idea that Jesus came from Nazareth rather than Capernaum. The word nazarene means “keeper of the covenant” and could be applied to any member of the zealous, uncompromising, anti-Roman movement in Palestine.
Matthew (3.13) loses the single reference to Nazareth that occurs in Mark 1.9, which perhaps means that the author of Matthew only had an early version of Mark that did not contain the reference, which was added later and so has no real provenance.
There is a lack of curiosity in the way the scribes worked on the individual sheets that would later be stitched together in quires. There’s a big problem with the theory of correction sheets: how could this number of lines be missed out by chance? It’s unlikely to have happened coincidentally. What if these were not correction sheets at all? Why were the scribes given just one whole sheet to work on?
The unusual compression can now be explained by a miscalculation of scribe A, who was under some stress. Had he been asked to write something he did not want to? Did D take over? Did the instruction mean up to or completed Matthew 24.35? Between them the scribes missed out whole verse. It was a convention that the last scribe signed off at the end of a book, whether or not he had written the whole thing. Did A decline to sign off?
The church reinforced its doctrines and refined its Christian message, and used the Codex Sinaiticus as a master copy.
Scribe A would have written the verse in which Jesus tells Peter that he’s the rock on which the church will be built. This is neither in Mark nor Luke, but just in Matthew. In fact, there’s no reference elsewhere to Jesus founding a church, so it’s probable that this was added to the text later, at the end 2nd century. Scribe A was aware that his version was of inferior provenance, which explains his reluctance. One of the changes of emphasis was that it was the Jews not the Romans who were responsible for killing Jesus.
Cresswell believes that his theory provides the best fit with all the evidence (but beware of “but it fits!” justification). The fortresses of New Testament scholarship tend to keep critical analysis at bay.
Q&A
Josephus wrote several accounts, and makes only a passing reference to Jesus (Joshua). Where he should be mentioning Jesus, he’s being sarcastic about Saul, not really writing about Jesus.
On the question of the existence of Jesus: to Jews at the time, Jesus was just one of many who rose up against the Romans and was defeated, and he was not seen as very important. If he existed, he hadn’t made much difference.
Over a long period, it was believed that messiahs (who were anointed mortals) would rise up against the oppressors of the Jews (they had plenty to choose from).
Saul and the early church needed some kind of authority, which couldn’t derive from James, so the story was rewritten to make Peter look like he was the first pope (unlikely since he was a zealot). He had visions, which conveniently had Jesus speaking to him in his dreams, which a lot of people at the time would find hard to argue with.
After the Romans adopted Christianity in the fourth century, the Church had an unrivalled opportunity to spread its message – and a big problem, how to make the texts to conform with what it then wanted people to believe.
In effect, it chose to forge its own records.
Peter Cresswell has taken an in-depth look at the earliest surviving manuscripts of the gospels describing the life and death of Jesus, as well as letters, attributed to Paul and others, to the outposts of the early Church. He will analyse the texts to show how doctrines, such as the divinity of Jesus and the Resurrection, have been progressively introduced into the narrative. By establishing what has been added, he defines what part of the character of Jesus the Christian Church has, over time, invented.
Peter Cresswell studied Social Anthropology at Cambridge University and went on to do a B.Phil. in Sociology at York. In recent years, he has researched the origins of Christianity and its textual transmission.
He is the author of Censored Messiah, Jesus the Terrorist and The Invention of Jesus: How the Church Rewrote the New Testament.
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Joseph Atwill's, Caesar’s Messiah:
The Roman Conspiracy to Invent Jesus
Ulysses Press, 2005
The controversial thesis of this book is that Christianity
began as the opium of the Jewish people, mixed and prescribed for them by the
crafty Flavian dynasty.
Vespasian, Titus, and Domitian had had their fill of
militant Zealotry and Sicariism. They could not bend
the Jewish nationalists to their will even after a destructive war that leveled
the temple of their God. No amount of torture could make Jewish prisoners deny
their faith and call Caesar not only their salad but also their lord.
And so
Titus Caesar, with the help of his obedient lackey Josephus, devised a master
deception whereby Jews should be seduced into worshipping Titus, divine son of
the divine Vespasian, without knowing it, under the guise of a fictitious
Jesus, divine son of a divine Father.
The gospels were composed by Romans (and
Roman stooges including defeated Zealot leader John of Gischala AKA John son of
Zebedee) to catechize Jews into this new and false Judaism which, if they
accepted it, should also lull them into a soporific pacifism convenient for
Rome.
The four canonical gospels and Josephus’ The
Jewish War were designed and composed to be read together and so to reveal
to the cognoscenti this secret origin and rationale for the Christian religion.
Further, this Flavian Pentateuch, read thus intertextually, should disclose a
series of cruel jokes and parodies of the very faith it presented for the
consumption of the masses who read them literally.
The Flavian aristocrats
themselves would have gotten the jokes, especially the rich jest that the fools
who fell for their scam religion were worshipping Titus without knowing it. In
a cover blurb, Robert Eisenman (a sometime colleague of author Atwill, one
hastens to add, on other endeavors) remarks, “If what Joseph Atwill is saying
is only partially true, we are looking into the abyss.” And the abyss is
looking back at us. But is it even partially true?
Eisenman’s
interest in Atwill’s proposal is understandable. Eisenman, in his monumental
work James the Brother of Jesus, was
able to show, from an altogether new perspective, how thoroughly pro-Roman is
New Testament faith.
Compared with the religion of nationalistic Jewish
Christianity it must have seemed the foulest betrayal, an overnight devolution
of the faith of a messiah who stormed the temple, condemning its Roman lapdog
rulers, into a religion advocating obedience to Caesar, paying him his
denarius, and accepting Quisling tax collectors as brothers in the faith. And
Atwill is attempting to explain how such a Gentile Christianity, seemingly a
perverse parody of Jewish messianism, could have come about. But does Eisenman
accept Atwill’s theory? His blurb sounds like an exercise in damning with faint
praise: he doesn’t even commit himself to Atwill’s being part right. And one
hopes he never does, since that would be tying his own raft to a leaden,
sinking ship.
I will return presently to a handful of
oddities that Atwill rightly points out, providing tasty food for further
thought. But first I want to provide a broad sketch of the sense I think
Atwill’s theory would make of New Testament phenomena, which is not to say it
is the only theory that might account for these features.
Picture a religious
ethic of conspicuous compromise with the occupying authorities, a gospel that
tells its believers not to resist any who confiscate their property, but to pay
Roman taxes and to carry a legionary’s field pack twice the distance stipulated
by Roman law. Imagine a story that blames not just Jews but implicitly
nationalistic, messianic Jews for the destruction of their temple. A story that
has the messiah predict that the kingdom will be taken from Jews and given to a
more worthy nation.
Keep in mind how the preacher of this sect befriends Jews
who collaborate with Rome and eulogizes
a Roman centurion for having faith unparalleled among Jews. He is declared
innocent by Roman authorities but nonetheless is done in by Jewish rulers.
Then
think of how the predictions of the fall of Jerusalem a single generation later
correspond so closely to Josephus’ account of the events, and furthermore, how
Josephus even mentions Jesus as a righteous man and even as the messiah of
prophetic prediction (though he himself had proclaimed Vespasian the proper
object of such prophecy). When someone suggests that Christianity may have been
a “safe,” denatured, Roman-domesticated, messianic Methadone to replace the
real and dangerous messianic heroin of the Zealots, and that Josephus had
something to do with it, it does not sound unreasonable on the face of it.
Now even this much is highly
controversial, debatable, and necessarily so. But if we find this much of the
premise beguiling, should we go the rest of the way with Atwill as our guide?
After all, somewhat similar theories of a Roman origin of Christianity and of
Jesus have been proposed by Abelard Reuchlin (whose notorious 1979 booklet The True Authorship of the New Testament
strikingly anticipates Atwill’s at several points),
Margaret Morrison (Jesus Augustus),
Cliff Carrington (who also ascribes the gospels to the Flavians), and Stephan
Hermann Huller (Marcus Agrippa,
etc.). We might find that one of these alternative theories of Roman origins
explains many of the same things Atwill’s does, and without the disadvantages.
Atwill’s theory does have the
advantage of accounting for the persistent pro-Roman tendencies of the New
Testament, but consider what else it requires us to accept. First, we are to
accept a common, if committee, authorship of Matthew, Mark, Luke John, and
Josephus’ The Jewish War. The whole idea seems, well,
absurd. There is way, way, too much else
in any and all of the gospel texts that cannot be dismissed (really, neglected)
as mere padding, ballast, which is all it would be if Atwill is right. (“All of
Jesus’ ministry was about the coming war with Rome
and was designed to establish Jesus as Titus’ forerunner” p. 260.) Are we to
dismiss the diverse, systematic, and subtle theological nuances disclosed by
Redaction Criticism? Are all the patterns disclosed by Conzelmann, for
instance, to be dismissed as optical illusions in order to justify Atwill?
Similarly, only the most obtuse
reader, the most tin-eared, can possibly fail to appreciate the sublime quality
of so much of the New Testament (agree or disagree with it), which is necessary
to do if one is to dismiss the whole thing as an elaborate joke on the reader.
Rather, the joke is on Atwill, whose great learning has apparently driven him
mad. Just think of someone advancing the same theory about, say, the Buddhist
scriptures. The worst of them are far too tedious and turgid to have been
composed to fill out a hoax (who would have gone to the trouble?), while the
more readable and winsome (like the Dhammapada)
are filled with a wisdom beyond the reach of a worldly-minded scoffer. As to
Jesus’ teachings, Atwill declares that “those who see spiritual meaning in his
words are being played for a fool” (p. 234). Such a statement is only a damning
self-condemnation, revealing the author’s own absolute inability to appreciate
what he is reading. This is why one must not throw one’s pearls before swine.
Can we imagine that Josephus wrote
consciously intending that his audience should meticulously compare his text
with that of the gospels, and vice versa, for either to make sense? Atwill
grants the authenticity of the Testimonium
Flavianum, which even apologists cannot seem to swallow without trimming away
the most obviously Christian gristle. He thinks the only reason scholars have
dismissed it as an interpolation is that they think it fails to fit into the
context, which, however, it does, according to his esoteric reading.
Atwill claims he has learned to
read the esoteric secrets of the gospels, whereby they are seen as
black-comedic satires of events in the Jewish War. For instance, when Jesus
offers his flesh for consumption at the Last Supper, it is “really” a wink to
the reader who is somehow supposed to think of a passage in Josephus set during
the Roman siege, when a woman eats the roasted flesh of her own infant. When
Jesus offers to make his disciples fishers of men, the line is supposed to
sardonically anticipate a wartime episode in which the Romans picked off
fleeing Jewish rebels swimming in the Lake
of Galilee. Thinking his method
justified by comparison to the ancient practice of scriptural typology, Atwill
gives himself license to indulge in the most outrageous display of
“parallelomania” ever seen. He connects widely separated dots and collects sets
of incredibly far-fetched verbal correspondences, from gospel to gospel and
between the gospels and Josephus, then uses them to create ostensible parallel
accounts. Then he declares himself justified in borrowing names, themes, and
intended references from one “parallel” account and reading them into the
other, thus supplying “missing” features. Triumphantly, Atwill defies the
reader to call it all coincidence, working out the math to show such correspondences
could never be the product of chance. Well, of course they are not. They are
the product of his own arbitrary gematria in the first place. “That the wicked
man in the Fulvia story can be seen as a lampoon of Paul seems difficult to
dispute” (p. 247), unless of course one forgot to pick up a pair of 3-D glasses
on the way into the theatre. Again, Atwill hammers
home the “parallel” between Josephus’ story of a Jewish matron, Paulina, tricked into sleeping with a deceiver, Decius Mundus, claiming to be Anubis incarnate, on the one hand, and that of the supposed
deception of disguising Titus as the god Jesus, on the other. What do they have
in common? Josephus says Decius came forward to
gloat, revealing the hoax three days later, while the adjacent Testimonium Flavianum of
Josephus says Jesus was seen alive again three days after his crucifixion.
“There is, of course, a difference. Whereas Jesus appears on the third day to show that he is a God, Decius
appears on the third day to announce
that he is not a god. [But] It is implausible that something as unusual as two
‘third-day divinity declarations’ would wind up next to one another by chance.”
(p. 245). But there is no declaration of divinity in either case! As Atwill notes, Decius declares the
opposite, while Josephus (or whoever wrote the Testimonium passage) says nothing
of Jesus or anyone else declaring him divine as a result of the resurrection.
Of such airy bricks is Atwill’s cloudy castle built.
What is the utility of reading the
gospels together as pieces of a single puzzle? If each evangelist meant to send
the baffled reader in search of other texts with which to harmonize the one he
began reading, it might enable us to iron out the contradictions, say, of the
Easter stories. First, as per John 20, Mary Magdalene finds an empty tomb. But
it is not that of Jesus. Rather she has mistakenly gone to the recently vacated
tomb of Lazarus! She informs Simon Peter and the Beloved Disciple that Jesus
appears to be missing. The Beloved Disciple plus a third man, simply “Peter,”
make their way to the tomb. The Beloved Disciple arrives first but lingers for
a moment outside the tomb, nearing the opening. Peter has not reached the tomb
yet, but Simon Peter beats him there
and walks past the Beloved Disciple, becoming the first to enter the sepulcher,
where he spots the grave clothes cast aside when Lazarus left. At this specific
moment, less than the duration of a minute, one must suppose, a second Mary
Magdalene and her sisters (whose visit is recorded in Matthew 28) approach and
see the Beloved Disciple outside the tomb. They think him an angel descended
from heaven, and he tells them Jesus has risen. The
women depart, and the Beloved Disciple joins Simon Peter inside, whereupon
another party of women, including a third Mary Magdalene (this time from Luke
24), approaches and see the two men in the tomb. They take Simon Peter and the
Beloved Disciples for angels. They leave, and, moments later, so does Simon
Peter. As soon as he vanishes, here comes a fourth Mary Magdalene, this one
from Mark, and she spies the Beloved Disciple inside the tomb and thinks he is
an angel. He tells her and her companions to relate the news to Peter (who has
not yet arrived, remember, only the quite distinct Simon Peter!). The Beloved Disciple returns home, but soon the
other (Lukan) Peter (not Simon Peter) approaches, having heard the report of
the Lukan Magdalene. He has brought at least one other man with him, a la Luke
24:24. The John 20:12 Mary Magdalene
sees these men inside the tomb and thinks they are angels. Then she turns and
sees a mysterious figure standing outside the tomb, takes him for the gardener,
and asks him about Jesus, then thinks he is Jesus. But in “fact” he is Titus
Caesar. The savvy reader (i.e., Atwill) will get the
joke: the “Jesus” worshipped by stupid Christians is really Titus. It is all
supposed to be “a comedy of errors” a la Plautus.
Atwill
hypothesizes that the Flavian jokesters were compiling the
gospels-plus-Josephus as a kind of intelligence test, and Atwill implicitly
congratulates himself as the only one in history who has ever passed it. “I
would note that the satirical system that unites the New Testament and Wars of the Jews can be seen as an
exercise in mind expansion, in that to solve the puzzles the reader must learn
to think ‘outside the box,’ so to speak. The authors were making the point that
the narrow focus the Sicarii Zealots maintained
regarding a few scrolls was a limited and inaccurate mode of thought. The
authors seem to be suggesting that only by seeing all sides of a problem can
the truth be known. Therefore it is possible that they
designed the New Testament as a tool to intellectually uplift the messianic
rebels” (p. 225). No it isn’t. “It is possible that the authors of the Gospels
created them as a sort of educational tool disguised as a narrative about
Jesus. The authors may have wished their readers to work through the various
contradictions in logic in order to develop their reasoning ability and thus be
able to think their way out of religious superstition. They may have wished the
Gospels to be seen by posterity as their contribution to the development of
reason” (p. 167). Or maybe as a big Jumble puzzle. “The point I think the
creators of Christianity were making with their use of comedy is that there are
unlimited ways to interpret scripture and it is easy for the uneducated to see
symbolic meaning where there is none. They made this point by creating the New
Testament as an example” (p. 234). No, it is Atwill
himself whose creation demonstrates the limitless possibilities of perverse and
gratuitous interpretations of the text.
One hates to be so severe in the
analysis of the work of an innovative thinker who gives us the gift of a fresh
reading of familiar texts, but in the present case it is hard to euphemize. The
reading given here is just ludicrous. There are indeed surprising parallels
between Josephus and the gospels that traditional exegesis has never been able
to deal with adequately, but surely the more natural theory is the old one,
that the gospel writers wrote late enough to have borrowed from Josephus and
did so. Thus, as per Edgar J. Goodspeed, Matthew 23:35
probably confuses the biblical prophet Zechariah son of Berechiah with the
revolutionary martyr Zechariah son of Baruch whose death Josephus relates. But
is this because Josephus and his committee of comedy writers are responsible
for both references, meaning for us to read them in tandem, as Atwill avers? Or is it because Mathew read the information
in Josephus and mixed it up (as Luke did Josephus’ references to Theudas the
Magician and Judas the Galilean in Acts 5:36-37)?
Atwill reasons that Jesus’
prediction of the fall of Jerusalem
plainly prefigures Josephus’ account of the actual events, and he infers that
both versions (in the future and the past tenses) stem from the same source,
Josephus and his Flavian collaborators. Then, he reasons, the Son of Man whose
coming was to climax the apocalyptic scenario must be none other than the
actual man who did wreak judgment on Jerusalem,
Titus. Atwill congratulates the Preterist school of
interpreters (like J. Stuart Russell, The
Parousia) on recognizing that the Synoptic predictions
of the desolation of Jerusalem must
have been completely fulfilled in 70 CE, with nothing left over for futurist
expectation. Here is one of Atwill’s most attractive suggestions, though he
does not put it the way I am about to do. I believe that Bultmann was right
that several “son of man” sayings in the gospels referred originally simply to
“mankind” in general (e.g., Mark 2:10,
28; Matthew 12:32). In fact, I
wonder if they do not retain this non-Christological “Everyman” denotation even
in the gospels. Further, I suspect even more of the son of man sayings are
intended this way, e.g., Mark 14:21. Perhaps Mark 13:36 (“And then they will see the son of man coming in
the clouds with great power and glory.”) is another one. If it were, then maybe
what we read there is a reference to
Josephus’ account of the end of Jerusalem,
heralded, he says, by people beholding in the flame-tinged clouds the forms of battling
soldiers and charioteers. After all, the introductory (redactional) question
placed in the disciples’ mouths concerns the time of the temple’s destruction.
Again, Atwill suggests that Mark’s
story of Joseph of Arimathea requesting the body of Jesus be taken down and
given to him comes from Josephus’ own experience of recognizing three
crucifixion victims as former associates of his and securing Roman permission
to have them taken down alive and treated, though only one survived. How
similar are the names “Joseph of Arimathea” and “Joseph bar-Matthias” (the historian’s full name)! If the gospel story is
based on Josephus’ story, that would solve the problem of why Joseph seems to
have asked only for Jesus, and what happened to the two other “thieves”
crucified alongside him. But to posit such a thing, one hardly need envision a
committee writing both stories in the hope that the clever reader would connect
them (as if doing so would remotely imply some identity between Jesus and Titus
Caesar!).
Unaware of the work of Theodore J.
Weeden, Atwill traces out the numerous striking parallels between the Passion
story of Jesus Christ and the Josephus story of Jesus ben-Ananias, his interrogation
by the Sanhedrin and the Roman procurator, his predictions of Jerusalem’s
destruction, and his flogging and eventual death, suggesting the two Jesuses
are one and the same. (It is too bad the rest of Atwill’s parallels are not
similarly compelling, even plausible.) But surely, as Weeden argues, the
explanation is that Mark simply borrowed the story from Josephus.
What about the Roman-tilting
anti-Judaism (maybe anti-Semitism) of the gospels? Again, the old explanations
are quite natural and adequate: we are reading the documents of Gentile
Christianity which viewed itself as superseding Judaism and Jewish
Christianity. Why do their authors seem to kiss the Roman posterior? For
apologetical reasons, to avoid persecution. Brandon, Eisler, and others saw
that long ago. One need hardly posit that the gospels are cynical Roman (not
merely pro-Roman) propaganda a la Reuchlin and Atwill.
According to
Atwill,
“the reader needs to comprehend perhaps the most complex literary satire ever
written” (p. 169). But
Atwill’s envisioned satire
seems
so complex as to be incoherent. “Jesus” stands
not only for Tiberius but also for a hypothetical Zealot leader named Eleazar,
who also appears in the New Testament as Lazarus. Mary Magdalene stands for
several different women, “Mary” being, Atwill guesses,
a
term for any female Jewish rebel or sympathizer. Simon Peter and Peter are not
the same, either. The two gospel genealogies, a la Rudolf Steiner, represent
two distinct Jesuses. In Atwill’s hands, everything means everything else. And,
in the end, you know what that means.
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mucha informacion aqui:
http://www.jesusneverexisted.com/imagine-spanish.html
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Cómo confeccionaron el personaje de Jesucristo
Con la conquista de Persia y la India por Alejandro Magno
en el siglo III antes de nuestra era comienzan a llegar al Mediterráneo
toda una serie de dioses y redentores salvadores del género humano, ya
para entonces con siglos e incluso milenios de antigüedad. En el siglo I
de nuestra era existía un conjunto heterogéneo de sectas surgidas de
tales cultos en Alejandría, Jerusalén, Constantinopla y en Éfeso, cada
una con su Cristo. El término hebreo y arameo "Yeshua", abreviación de
"Yehoshuah" que significa "Yahvé es la salvación", era uno de los
usados.
El mensaje puesto en la boca de Jesucristo, lo encontramos en el Adad
de Asiría, Adonis, Apolo, Heracles ("Hércules"), y Zeus de Grecia,
Alcides de Tebas, Attis de Erigía, Baal de Fenicia/Babilonia, Buddha de
la India, Crite de Caldea, Hesus de los druidas, Horus, Osiris, y
Serapis de Egipto, Indra de Tíbet, Krishna de la India, Mithra de Persia
(Irán), Prometeo del Cáucaso, Tammuz de Siria, Monarca universal de las
Sibilas, Xamolxis de Tracia, Zarathustra/Zoroaster de Persia (Irán),
etc. Además de un llamado "Documento Q" o "Fuente Q", compuesto de
discursos o dichos de la época, de donde se habrían tomado los elementos
para la composición de los evangelios de Marcos y Lucas.
De hecho, las evidencias apuntan a que los "primeros cristianos" eran
adoradores de Mitra, un dios solar Persa (Irán) llevado a Roma (que
murió y derramó su sangre por la humanidad)... (mitra es el nombre del
tocado que llevan los obispos cristianos en la cabeza).
A partir del año 100, Jesús el Cristo, es engendrado en Roma, centro
del imperio y del mundo helenizado, juntando rasgos tomados de los mitos
de Atis de Frigia, Dioniso de Grecia, Buda de Nepal, Krishna de la
India, Osiris y su hijo Horus de Egipto, Zoroastro y Mitra de Persia de
forma destacada y a partir de pasajes de la tradición Judía. El engendro
tiene que convivir y rivalizar al principio con todas las sectas y
cultos de los que se fragua, en especial con el mitraísmo, hasta que se
impone a ellos con el apoyo Constantino el Grande (en el 312) y de sus
sucesores.
Atis de Frigia (Anatólia, Turquía)
Atis, nació de la Virgen Nana, llamada diversamente Cibeles y Nana,
que quedó embarazada con sólo comer la fruta de un árbol (una granada).
Da a luz a Atis un 25 de diciembre. Reportes romanos de los rituales de
Cibeles registran que el hijo, Atis, fue crucificado en un árbol y luego
enterrado. Tres días después, una luz apareció en la sepultura, de
donde Atis resucitó de los muertos, trayendo con él la salvación en su
renacimiento.
Mitra
El origen del mitraísmo se encuentra en el antiguo Irán. Mitra es una
divinidad indoirania cuyo origen puede remontarse hasta el II milenio
antes de nuestra era. Mitra nació el 25 de diciembre, de una virgen, en
una cueva y lo visitaron pastores que le trajeron regalos. Mitra tuvo
doce discípulos; pronunció un Sermón de la Montaña; fue llamado el Buen
Pastor; lo consideraron la Verdad y la Luz, el Logos, el Redentor, el
Salvador y el Mesías; se sacrificó por la paz del mundo; fue enterrado y
resucitó a los tres días; su día sagrado era el domingo y su religión
tenía una eucaristía o Cena del Señor en que decía: "El que no coma de
mi cuerpo ni beba de mi sangre de suerte que sea uno conmigo y yo con
él, no se salvará".
A finales del siglo II el mitraísmo estaba ampliamente difundido en
el ejército romano, así como entre burócratas, mercaderes y hasta entre
los esclavos.
Buda (siglos V (Nepal) - IV (India) antes de nuestra era)
Buda, nacido de la Virgen Maya, fue bautizado con agua estando
presente en su bautizo el Espíritu de Dios, enseñó en el templo a los 12
años, curó a los enfermos, caminó sobre el agua y alimentó a quinientos
hombres de una cesta de bizcochos; sus seguidores hacían votos de
pobreza y renunciaban al mundo; fue llamado el Señor, Maestro, la Luz
del Mundo, Dios de Dioses, Altísimo, Redentor y Santo; resucitó y
ascendió corporalmente al Nirvana.
Krishna (varios miles de años antes de nuestra era, hinduismo)
Krishna, nació de la Virgen Devaki; Krishna fue hijo de un
carpintero, su nacimiento fue anunciado por una estrella en el oriente y
esperado por pastores que le llevaron especias como regalo; tuvo doce
discípulos; fue llamado el Buen Pastor e identificado con el cordero;
también fue llamado el Redentor, el Primogénito y la Palabra Universal;
hizo milagros, resucitó muertos y curó leprosos, sordos y ciegos; murió
hacia los 30 años por la salvación de la humanidad y el sol se oscureció
a su muerte; resucitó de entre los muertos, ascendió al cielo y fue la
segunda persona de una Trinidad.
Zoroastro (entre el primer milenio y el siglo VI antes de nuestra era, Irán, Afganistán o Kazajistán)
Zoroastro fue bautizado en un río con agua, fuego y viento santo; fue
tentado en el desierto por el Diablo y empezó su ministerio a los 30
años; expulsó demonios y le devolvió la vista a un ciego; predicó sobre
el cielo y el infierno, sobre la resurrección, el juicio, la salvación y
el apocalipsis.
Dioniso o Baco (Grecia)
Dioniso también resucitó y fue llamado Rey de Reyes, Dios de Dioses, el Unigénito, el Ungido, el Redentor y el Salvador.
Horus (Egipto)
Horus fue bautizado en el río Eridanus por Anup el Bautista que fue
decapitado; a los 12 años enseñó en el templo y fue bautizado a los 30;
fue llamado el "Ungido", la Verdad, la Luz, el Mesías, el Hijo del
Hombre, la Palabra Encarnada, el Buen Pastor y el Cordero de Dios; hizo
milagros, exorcizó demonios, resucitó a Azarus y caminó sobre el agua;
pronunció un Sermón de la Montaña y se transfiguró en lo alto de un
monte; fue crucificado entre dos ladrones y resucitó después de ser
enterrado tres días en una tumba.
-----------------
by
Kersey Graves
Rival
Claims of The Saviors
It is claimed by the disciples of Jesus Christ that he was of
supernatural and divine origin; that, although he was woman
conceived, he was deity begotten, and molded in human form, but
comprehending in essence a full measure of the infinite Godhead,
thus making him half human and half divine in his sublunary origin.
It is claimed that he was full and perfect God, and perfect
man; and while he was God, he was also the son of God,
and as such was sent down by the father to save the fallen and
guilty world; and that thus his mission pertained to the whole human
race; and his inspired seers are made to declare that ultimately
every nation, tongue, kindred, and people under heaven will
acknowledge allegiance to his government, and concede his right to
reign and rule the world; that "every knee must bow, and every
tongue confess that Jesus is Lord, to the glory of God
the Father."
But we do not find that this prophecy has ever been or is likely to
be fulfilled. We do not observe that this claim to the infinite
deityship of Jesus Christ has been or is likely to be
universally conceded.
On the contrary, it is found that by a
portion, and a large portion of the people of even those nations now
called Christian, this claim has been steadily and unswervingly
controverted, through the whole line of history, stretching through
the nearly two thousand years which have elapsed since his advent to
earth.
Even some of those who are represented to have been personally
acquainted with him - aye! some of his own brethren in the flesh,
children in the same household, children of the same mother - had
the temerity to question the tenableness of his claim to a divine
emanation. And when we extend our researches to other countries, we
find his claim, so far from being conceded, is denied and contested
by whole nations upon other grounds. It is met and confronted by
rival claims.
Upon this ground hundreds of millions of the established believers
in divine revelation - hundreds of millions of believers in the
divine character and origin of religion - reject the pretensions set
up for Jesus Christ.
They admit both a God and a
Savior, but do not accept Jesus of Nazareth as being either.
They admit a Messiah, but not ’the’ Messiah; these nations contend that
the title is misplaced which makes "the man Christ Jesus" the
Savior of the world. They claim to have been honored with the birth
of the true Savior among them, and defend this claim upon the ground
of priority of date. They aver that the advents of their Messiahs
were long prior to that of the Christians, and that this
circumstance adjudicates for them a superiority of claim as to
having had the true Messiah born upon their soil.
It is argued that, as the story of the incarnation of the
Christians’ Savior is of more recent date than those of the oriental
and the ancient religions (as is conceded by Christians
themselves), the origin of the former is thus indicated and
foreshadowed as being an outgrowth from, if not a plagiarism upon
the latter - a borrowed copy, of which the pagan stories furnish the
original.
Here, then, we observe a rivalship of claims, as to which
of the remarkable personages who have figured in the world of
Saviors, Messiahs, and Sons of God, in different ages and
different countries, can be considered the true Savior and "sent of
God;" or whether all should be, or the claims of all rejected.
For researchers in oriental history reveal the remarkable fact that
stories of incarnate Gods answering to and resembling the
miraculous character of Jesus Christ have been prevalent in
most if not all the principal religious heathen nations of
antiquity; and the accounts and narrations of some of these deific
incarnations bear such a striking resemblance to that of the
Christian Savior - not only in their general features, but in some
cases the most minute details, from the legend of the immaculate
conception to that of the crucifixion, and subsequent ascension into
heaven - that one might almost be mistaken for another.
More than twenty claims of this kind - claims of being invested with
divine honor (deified) - have come forward and presented themselves
at the bar of the world, with their credentials, to contest the
verdict of Christendom, in having proclaimed Jesus Christ, "the
only son, and sent of God:" twenty Messiahs, Saviors, and Sons
of God, according to history or tradition, have in past
times, descended from heaven, and taken upon themselves the form of
men, clothing themselves with human flesh, and furnishing
incontestable evidence of a divine origin, by various miracles,
marvelous works, and superlative virtues
And finally these (more
than) twenty
Jesus Christs (accepting their character of the name)
laid the foundation for the salvation of the world, and ascended
back to heaven:
-
Adad of Assyria
-
Adonis, son of the virgin Io
of Greece
-
Alcides of Thebes
-
Atys of Phrygia
-
Baal and Taut, "the only
Begotten of God," of Phoenicia
-
Bali of Afghanistan
-
Beddru of Japan
-
Buddha Sakia of India
-
Cadmus of Greece
-
Crite of Chaldea
-
Deva Tat, and Sammonocadam
of Siam
-
Divine Teacher of Plato
-
Fohi and Tien of China
-
Gentaut and Quexalcote of
Mexico
-
Hesus of Eros, and
Bremrillah, of the Druids
-
Hil and Feta of the
Mandaites
-
Ischy of the Island of
Formosa
-
Ixion and Quirnus of Rome
-
Holy One of Xaca
-
Indra of Tibet
-
Jao of Nepal
-
Krishna of Hindostan
-
Mikado of the Sintoos
-
Mohammed, or Mahomet, of
Arabia
-
Odin of the Scandinavians
-
Prometheus of Caucasus
-
Salivahana of Bermuda
-
Thammuz of Syria
-
Thor, son of Odin, of the
Gauls
-
Universal Monarch of the
Sibyls
-
Wittoba of the Bilingonese
-
Xamolxis of Thrace
-
Zoar of the Bonzes
-
Zoroaster and Mithra of
Persia
-
Zulis, or Zhule, also Osiris
and Orus, of Egypt
In order to appreciate the comparison
that follows, we offer some information about who Horus is
and how he fits into Egyptian culture:
-
P’TAH (Gods of Heaven came to
Earth from the Celestial Disk) installed as Egypt’s first
Divine Ruler his own son RA and
-
RA then divided the Egyptian
kingdom between the ’gods’...
-
OSIRIS and SETH who fought over
control of the kingdom.
-
After OSIRIS was killed,
resuscitated and resurrected, his place on the throne was
taken over by his son...
-
HORUS, whose mother was
ISIS.
-
Then HORUS was given Upper and
Lower Egypt by the Lord of the Earth thus becoming the
legitimate heir in the RA-OSIRIS line of succession,
establishing that kingship had a perpetual divine
connection.
Some say that the Christian religion
came directly out of the Egyptian religion; at least, it was the
probable source of the origins of Christianity. Be it further noted
that
Zecharia Sitchin in
The Lost Realms
(page 183), claims that the Sumerian
ENKI was the Egyptian P’TAH, the
Sumerian MARDUK was the Egyptian RA and NINGISH was the Egyptian
THOTH. Now let’s compare the Egyptian HORUS with the Christian
JESUS CHRIST.
A List of the similarities between Horus and Jesus:
-
Horus and the Father are one.
-
Jesus says, "I and My Father are
one. He that seeth Me, seeth Him that sent Me."
-
Horus is the Father seen in the
Son.
-
Jesus claims to be the Son in
whom the Father is revealed.
-
Horus was the light of the
world, the light that is represented by the symbolical eye,
the sign of salvation.
-
Jesus is made to declare that He
is the light of the world.
-
Horus was the way, the truth,
the life by name and in person.
-
Jesus is made to assert that he
is the way, the truth, and the life.
-
Horus was the plant, the shoot,
the natzar.
-
Jesus is made to say: "I am the
true vine."
-
Horus says: It is I who traverse
the heaven; I go round the Sekhet-Arru (the Elysian Fields);
Eternity has been assigned to me without end. Lo! I am heir
of endless time and my attribute is eternity.
-
Jesus says: " I am come down
from Heaven. For this is the will of the Father that
everyone who beholdeth the Son and believeth in Him should
have eternal life, and I will raise him up at the last day."
(He, too, claims to be lord of eternity.)
-
Horus says: " I open the Tuat
that I may drive away the darkness."
-
Jesus says: " I am come a light
unto the world."
-
Horus says: I am equipped with
thy words O Ra (the father in heaven) (ch.32) and repeat
them to those who are deprived of breath. (ch.38). These
were the words of the father in heaven.
-
Jesus says: " The Father which
sent me, he hath given me a commandment, what I should say
and what I should speak. Whatsoever I speak, therefore, even
as the Father said unto me, so I speak. The word which ye
hear is not mine, but the Father’s which sent me."
A comparative list of some pre-existing
types to Christianity shows further how these types were brought on
in the canonical Gospels and the Book of Revelation:
1. Horus baptized with water by
Anup = Jesus Baptized with water by John.
2. Anup, the Baptizer = John the Baptist.
3. Aan, a name of the divine scribe = John the divine
scribe.
4. Horus born in Annu, the place of bread = Jesus born in
Bethlehem, the house of bread.
5. Horus the Good Shepherd with the crook upon his shoulders
= Jesus the Good Shepherd with the lamb or kid upon his
shoulder.
6. The Seven on board the boat with Horus = The seven
fishers on board the boat with Jesus.
7. Horus as the Lamb = Jesus as the Lamb.
8. Horus as the Lion = Jesus as the Lion.
9. Horus identified with the Tat or Cross = Jesus identified
with the Cross.
10. Horus of twelve years = Jesus of twelve years.
11. Horus made a man of thirty years in his baptism = Jesus
made a man of thirty years in his baptism.
12. Horus the Krst = Jesus the Christ.
13. Horus the manifesting Son of God = Jesus the manifesting
Son of God.
14. The trinity of Atum the Father, Horus the Son, and Ra
the Holy Spirit = The trinity of the Father, Son and Holy
Spirit.
15. The first Horus as a child of the Virgin, the second as
the Son of Ra = Jesus as the Virgins child, the Christ as
Son of the Father.
16. Horus the sower and Set the destroyer in the harvesting
= Jesus the sower of the good seed and Satan the sower of
tares.
17. Horus carried off by Set to the summit of Mount Hetep =
Jesus spirited away by Satan into an exceedingly high
mountain.
18. Set and Horus contending on the Mount = Jesus and Satan
contending on the Mount.
19. The Star as the announcer of the child Horus = The Star
in the East that indicated the birthplace of Jesus.
20. Hours the avenger = Jesus who brings the sword.
21. Horus as Iu-em-Hetep, who comes with peace = Jesus the
bringer of peace.
22. Horus the afflicted one = Jesus the afflicted one.
23. Horus as the type of life eternal = Jesus the type of
eternal life.
24. Horus as Iu-em-Hetep, the child teacher in the temple =
The child Jesus as teacher in the temple.
25. The mummy bandage that was woven without seam =The
vesture of Christ without a seam.
26. Twelve followers of Horus as Har-Khutti = Twelve
followers of Jesus as the twelve disciples.
27. The revelation written down by Aan (Tehuti) the scribe
of divine words = The revelation by John the divine.
28. The saluter Aani, who bears witness to the word of Ra
and to the testimony of Horus = John who bears witness to
the Word of God and the testimony of Jesus Christ.
29. The secret of the Mysteries revealed by Taht-Aan = The
secret of the Mysteries made known by John.
30. Horus the Morning Star = Jesus the Morning Star.
31. Horus who gives the Morning Star to his followers =
Jesus who gives the Morning Star to his followers.
32. The name of Ra on the head of the deceased = The name of
the Father written on the forehead.
33. The Paradise of the Pole Star-Am-Khemen = The Holy City
lighted by one luminary, that is neither the Sun nor the
Moon = the Pole Star.
34. The Har-Seshu, or servants of Horus = The servants of
Jesus Christ.
In addition, an extensive excerpt from
Comparative Cosmology by Akif Manaf J., Ph.D. is posted
here.
Excerpt from Churchward’s Book Of Religion, first published in 1924:
Here is a small list of writers that
lived during the time of Jesus, aside from two forged passages in
the work of a Jewish author, and two disputed passages in the work
of Roman writers, there is to be found no mention of Jesus Christ in
this mass of Jewish and Pagan writers.
Apollonius
Appian
Arrian
Auls Gellius
Columella
Epictetus
Damis
Dio Chrysostom
Dion Pruseus
Favorinus
Florus Lucius
Hermogones
Italicus
|
Justus of Tiberius
Juvenal
Lucanus
Lucian
Lysias
Martial
Paterculus
Quintilian
Quintius Curtius
Persius
Petronius
Phaedrus
Philo-Judaeus
Phlegon
|
Pliny the Elder
Pliny the Younger
Plutarch
Pompon Mela
Ptolemy
Seneca
Silius
Statius
Suetonius
Tacitus
Theon of Smyran
Valerius Flaccus
Valerius Maximus
|