El 14 de agosto de 1941, los
militares presentaron al Senado planes para construir un edificio
permanente que sería el mayor edificio de oficinas en el mundo y sería
llamado Pentágono. El senador Arthur Vandenberg pidió una explicación:
“A menos que la guerra vaya a ser permanente, ¿por qué debemos tener
acomodo permanente para instalaciones bélicas de semejante tamaño?”
Luego comenzó a comprender:
“¿O va a ser permanente la guerra?”
Se suponía POR AQUELLA EPOCA que no tendríamos ejércitos permanentes, mucho menos ejércitos establecidos en todos los demás países, mucho menos ejércitos librando guerras por el control de combustibles que destruyen el planeta y ejércitos que de por sí consumen la mayor cantidad de esos combustibles.
Antes que el Premio Nobel de la Paz fuera otorgado a belicistas, estaba pensado para los que hubieran hecho el mejor trabajo para eliminar los ejércitos permanentes del mundo.
La Segunda Guerra Mundial lo cambió todo.
Nunca
volvimos a tener impuestos como los anteriores a la Segunda Guerra
Mundial o a fuerzas armadas como las anteriores a la Segunda Guerra
Mundial o al comedimiento previo a la Segunda Guerra Mundial respecto al
imperio extranjero o a un respeto a las libertades civiles previo a la
Segunda Guerra Mundial o a nociones previas a la Segunda Guerra Mundial
sobre quién merecía un Premio Nobel de la Paz.El libro “Perpetual War for Perpetual Peace” (Guerra Perpetua para la Paz Perpetua), editado por Harry Elmer Barnes, describe la permanente economía de guerra de los USA, las artimañas utilizadas por el gobierno USA para entrar en la I y II Guerra Mundial y la censura de los disidentes por los medios, bibliotecas y críticos literarios. Sencillamente, no existen.
En el libro “Dynamics of War and Revolution” (Mecanismos de Guerra y Revolución) de Lawrence Dennis, se discute la necesidad de prepararse para guerras perpetuas para superar el desempleo, incrementar los beneficios y consumir el exceso de capital.
Los mercados extranjeros se aseguran a través de la guerra y la ayuda extranjera. Se realizan enormes créditos que no pueden ser pagados por los deudores, como por ejemplo Brasil o Polonia.
El papel de los bancos internacionales en la financiación de las guerras y revoluciones ha sido documentada y expuesta en muchos libros, muchos de los cuales no se pueden conseguir en librerías o bibliotecas convencionales. Por ejemplo, el Dr. Anthony Sutton documentó la relación entre la finanza internacionalista y la Revolución Rusa en su libro “Wall Street and the Russian Revolution”. La misión de la Cruz Roja USA a Moscú en 1917 llevaba a más financieros que médicos.
Los bancos de Wall Street ayudaron a financiar la revolución. Esto ha sido barrido o apartado por los historiadores ya que rompe las ideas convencionales sobre las izquierdas y derechas. El libro de Conrad Grieb “Uncovering the Forces of War” (Descubriendo las Fuerzas de la Guerra), trata del papel de los financieros internacionalistas, prácticamente todos judíos, en su financiación al mismo tiempo de ambos contendientes en la guerra. Siempre ganan, sin preocuparse de las muertes que causa su negocio...
Nunca vimos otra declaración de guerra del Congreso, pero nunca dejamos de utilizar las de 1941, nunca abandonamos Alemania, nunca abandonamos Japón, nunca desmantelamos el Pentágono.
En su lugar, como William Blum documenta en su notable nuevo libro
“La exportación más letal de EE.UU.:
la Democracia”,
desde el supuesto fin de la Segunda Guerra Mundial, EE.UU. ha tratado de derrocar más de 50 gobiernos extranjeros, en su mayoría democráticamente elegidos; ha interferido en elecciones democráticas en por lo menos 30 países; ha tratado de asesinar a más de 50 dirigentes extranjeros; ha lanzado bombas sobre la gente en más de 30 países; y ha intentado de reprimir un movimiento populista o nacionalista en 20 naciones.
Un think tank USA (un sitio donde se reúnen los ingenieros sociales), concretamente el Instituto Stratfor y leo literalmente que “lo peor que le puede pasar a Estados Unidos es que se unan Rusia y Alemania, y eso es lo que hemos tratado de evitar en toda nuestra historia porque Alemania tiene la tecnología y Rusia los recursos naturales”.
Sí; están admitiendo que ellos fabricaron la I y la II Guerra Mundiales. El tal Friedman, que evidentemente es judío, no se queda a gusto y reconoce ¡abiertamente que ellos generaron la guerra entre Irak e Irán de los años 80 al financiar a ambos bandos!
¡Léelo!
“Mantener el control del mar y del espacio es la base de nuestro poder”, ha declarado abiertamente Friedman, agregando que “la mejor manera de vencer a una flota enemiga es no dejar que se construya”. “La política que recomendaría es la que adoptó Ronald Reagan para con Irán e Irak, financiando a ambas partes para que lucharan entre sí y no contra nosotros”. “Fue cínico, amoral, pero funcionó”, ha agregado.
EE.UU. actúa bastante peor que Hitler:
guantánamos varios, torturas, asesinatos, "desapariciones", contínuos
bombardeos de población civil en los países en su objetivo, "asesinatos
selectivos", drones, golpes de estado, magnicidios, invasiones de
países...
Si analizamos la trayectoria de los presidentes de los EE.UU.
todos han hecho al menos una guerra, algunos ocho o nueve (y alguno que
se negó fue asesinado - Kenedy no queria impulsar Vietnam)
Y es un hecho evidente el control mediático de
los EE.UU. (por ejemplo, impuso en Hollywood que en las películas no
podía aparecer ningún ruso riendo) y su vulneración sistemática del
ordenamiento jurídico internacional.....Más aún teniendo en cuenta lo
mucho que le han colgado a Hitler...y que ambas guerras mundiales fueron
provocadas por EE.UU.
El gobierno de EE.UU. quería y quiere la dominación mundial, nada más. Y sin embargo, hasta los extranjeros compran la poción milagrosa estadounidense. Gadafi pensó que podía complacer a Washington y que lo perdonarían.
Lo mismo hicieron los talibanes, y Sadam Hussein.
Cuando Hugo Chávez supo del golpe planificado en su contra en 2002, envió un representante a Washington para que alegara en su defensa. El golpe tuvo lugar a pesar de todo.
El subcomandante Marcos creía que Washington apoyaría a los zapatistas una vez que comprendiera quiénes eran.
Para el Pentágono
“todo el globo es un campo de batalla”.
Ese
es el concepto operativo desde el comienzo de la GWOT - guerra contra el "terrorismo" , e incorporado en
la doctrina de Dominación de Espectro Completo del Pentágono.
Ho Chi Minh había visto lo que sucedía detrás del telón cuando Woodrow Wilson era presidente; la Segunda Guerra Mundial no lo cambió todo.
Maurice Bishop de Granada, Cheddi Jagan de Guyana, y el ministro de exteriores de Guatemala apelaron a Washington pidiendo paz antes que el Pentágono derrocara sus gobiernos.
“Nosotros” no tenemos mejores intenciones cuando amenazamos con la guerra a Irán, que cuando “nosotros” derrocamos al gobierno de Irán en 1953. El gobierno de EE.UU. tiene la misma agenda que la que tuvo en 1953, porque sigue involucrado en la mismísima guerra, la guerra sin fin.
En el momento mismo de la suprema hipocresía moral en 1946, cuando EE.UU. dirigió el enjuiciamiento de los crímenes de guerra nazis y mataba a los nazis declarados culpables, en el momento mismo cuando el Juez de la Corte Suprema Robert H. Jackson declaraba que los que estaban enjuiciando en Núremberg estarían sujetos al mismo estándar legal, EE.UU. daba sífilis a guatemaltecos para ver lo que les pasaría, e importaba por docenas científicos nazis a fin de que trabajaran para el Pentágono.
Nunca hemos dejado de hacer que nuestros hijos juren lealtad como pequeños fascistas.
Nunca hemos dejado de tirar nuestro dinero en el complejo del que Dwight Eisenhower nos advirtió que ejercería una influencia total sobre nuestra sociedad. Nunca nos hemos detenido a considerar si los ataques sobre un planeta finito deben terminar algún día.
La guerra "contra el terrorismo" que Estados Unidos declaró después del 11 de septiembre de 2001 es tan solo una parte de la historia bélica de este país, una historia de guerra continua desde sus inicios hasta hoy.
Pero, sí parece ser la primera guerra que abiertamente se define como indefinida.
La semana pasada, Michael Sheehan, secretario asistente de Defensa para operaciones especiales y conflictos de baja intensidad, fue interrogado en una audiencia en el Senado sobre qué tanto tiempo considera que durará la guerra contra el terrorismo: por lo menos de 10 a 20 años, respondió tranquilamente (sin incluir los 12 años que lleva). No sólo no parece haber un límite de tiempo, sino tampoco límite geográfico para esta guerra, ya que se libra desde ciudades de Estados Unidos hasta pueblos de Medio Oriente y África.
Glenn Greenwald, columnista de The Guardian, comenta que “es difícil resistir la conclusión de que esta guerra no tiene ningún otro propósito que su perpetuación. Esta guerra no es un medio para un fin, sino el fin en sí… También es su propio combustible: es precisamente esta guerra sin fin –justificada en nombre de detener la amenaza del terrorismo– la mayor causa de esa amenaza”.
El historiador y veterano militar Andrew Bacevich acaba de publicar un libro en el que advierte que la trinidad sagrada del poder militar estadunidense, la huella mundial del Pentágono y la disposición estadunidense al intervencionismo hoy día generan una condición de crisis de seguridad nacional permanente. Eso, afirma, establece la justificación para una condición de guerra sin fin. Mientras tanto, el público ya no cuestiona todo esto, critica el experto.
Cuando su hijo, teniente del ejército, murió en combate en Irak en 2007, Bacevich escribió en el Washington Post que los oradores oficiales repiten la línea de que la vida de un soldado no tiene precio. Yo sí sé qué valor asigna el gobierno estadunidense a la vida de un soldado: me han entregado el cheque.
Si te capacitan para ser participante en esta guerra infinita, te dicen que el enemigo es global, que puede estar a la vuelta de tu casa o en unas montañas o desiertos a miles de kilómetros, te enseñan que la violencia es una respuesta legítima y que tienes el derecho y el deber de usarla, y te dicen que hacerlo es heroico, tal vez eso explica algo. Si de repente regresas y no hay empleo, no hay vivienda, y no hay apoyo, ni para las discapacidades que tienes por defender a tu patria, y las guerras en que participaste fueron detonadas por engaños y manipulaciones por los comandantes civiles, tal vez eso también explica algo. Tal vez la guerra y la militarización deshumanizan a todos. Tal vez con la guerra no destruyes sólo al enemigo, sino a ti mismo.
Tal vez esos son los costos de la guerra infinita.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2013/05/20/opinion/021o1mun
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EE.UU. y el 11-S, un inepto yihadismo y
un fallido gaseoducto
Nazanín ArmanianPúblico
Dieciséis años después de los atentados del 11 de septiembre que justificaron el negocio de la guerra infinita contra el terrorismo yihadista, la amenaza terrorista se va extendiendo cada vez con más fuerza. Sólo en Afganistán, país ubicado en el corazón de Asia Central que, por tener frontera común con China, Irán, y los ‘espacios soviéticos’ e India, se ha convertido en el territorio más estratégico del mundo para EEUU, ya que Washington ha utilizado a esta turba polpotiana en cuatro ocasiones concretas:
Entre 1978 y 1991, cuando patrocinó la extrema derecha islámica y cristiana en las fronteras de la Unión Soviética, como una herramienta más en su lucha contra las fuerzas de izquierda a nivel mundial. En nombre del Islam, la pandilla de delincuentes yihadistas fue enviada desde Pakistán para llevar el terror: atentaron contra unos 2.000 colegios (mataron a la totalidad de las estudiantes del liceo de Kabul) y destruyen las infraestructuras del país socialista (centrales eléctricas, fábricas, clínicas, unas mil cooperativas campesinas, etc). La CIA creó a terroristas profesionales en sus centros de entrenamiento en Pakistán, gracias al dinero de Arabia Saudi. Ronald Reagan y Margaret Thatcher les apodaban “luchadores por la libertad”.
Entre 1991 y 1996, una vez lograda la desintegración de la URSS, el objetivo de EEUU será el dominio económico y militar del espacio que los soviéticos dejan libre. En 1992, la CIA y los yihadistas derrocan al gobierno socialista del doctor Najibulá, y le asesinan junto a su familia. Son años en los que EEUU busca:
Impedir la reconstrucción del espacio pos-soviético bajo el paraguas de Moscú.
La creación de bases militares en la vecindad de China, Rusia, Irán e India.
Hacerse con el control de la ruta energética de Asia Central y el Océano Índico.
Apoderarse de las riquezas de las repúblicas exsoviéticas: el uranio de Kazajstán, la tercera reserva mundial; el oro de Kirguizistán; la gran industria algodonera de Uzbekistán; las inmensas reservas acuáticas de Asia Central-Caspio; y sobre todo, del gas de Turkmenistán, la cuarta reserva mundial. Ocupar Afganistán sería la única manera de acceder a este recurso. Se puso en marcha el proyecto del gasoducto transafgano ‘TAPI’ (Turkmenistán, Afganistán, Pakistán, India), que lo llevaría desde el Caspio hasta el mar Arábigo. Así, no sólo arrebataba a Rusia el control económico-político sobre aquellas repúblicas, sino que le permitiría a EEUU incrementar su poder sobre la India, gran consumidor de energía.
Apoderarse del gas y petróleo afgano valorado en mil millones de dólares por el Pentágono. Exxon Mobil, la mayor petrolera privada del mundo (cuyo presidente es el actual secretario de Estado Rex Tillerson), y la canadiense Terraseis, anuncian haber encontrado petróleo en la provincia de Faryab. Desde la ocupación en 2001, los países de la OTAN han perforado sólo en la cuenca del Amo Darya 322 pozos, donde se estima que hay entre 500 y 2.000 millones de barriles de crudo. En 2011, la compañía financiera JPMorgan Chase firmó con Kabul un acuerdo por el valor de 40 millones de dólares para hacerse con una de las minas de oro afgano. A Horst Köhler, el presidente de Alemania le costó el puesto en 2010 al sugerir que las tropas de su país están en Afganistán para proteger la economía alemana.
Sin embargo, los muyahidines, divididos en una docena de grupos con sus señores de guerra en continuas peleas, fueron incapaces de establecer la seguridad necesaria para que EEUU pudiese empezar a llevar a cabo sus proyectos.
1996- 2001, la CIA reconduce la situación en Afganistán, creando otro grupo yihadista llamado Talibán-Al Qaeda, con los siguientes objetivos:
.Poner fin al caos en el país e instalar un régimen al estilo de la monarquía saudí: disciplinado y aliado, capaz de establecer la paz de cementerio, mantener la unidad del país y acabar con los indomables e indisciplinados señores de guerra. Así podría construir el TAPI.
.Neutralizar la influencia tradicional irano-rusa-india. La faceta wahabita del régimen talibán contendrá a los chiitas iraníes, a la Rusia ortodoxa y a la China comunista.
Es así como el saudí Bin Laden recluta a cientos de los antiguos militantes del la ‘internacional yihadista’. A ellos se suman los talibanes – los ‘seminaristas’ de las escuelas religiosas-, los chavales de los orfanatos de Pakistán, delincuentes, indigentes y miles de mercenarios a sueldo, con el fin de crear un régimen parecido al de Arabia Saudí en Afganistán.
Con el gran soporte logístico de sus padrinos y unos diez mil millones de dólares, los talibanes toman Kabul en 1996: desmantelan el gobierno, inician una masiva limpieza étnica contra los no pastunes, torturan, apedrean, violan y matan a miles de afganos, mientras que saquean museos, destruyen televisores, radios, salas de cines, queman bibliotecas, prohíben todo tipo de ocio, los deportes, los colores, y otras políticas que después serán aplicadas en Irak y Siria. Crímenes entonces silenciados por los medios occidentales.
El 4 de diciembre de 1997, una delegación de los Taliban viaja a Sugarland (Texas) para negociar con Unocal sobre el gaseoducto de TAPI. La empresa que rechaza su petición de aumentar los 100 millones de dólares por año como paje de la tubería les recuerda que no habían cumplido con su parte: la zona norte del país, por donde pasaría el TAPI, estaba bajo el control del comandante Ahmad Massoud Shah, ‘El León de Panjshir’, un veterano antisoviético, próximo a Irán y a Francia. Además, EEUU ya se había dado cuenta de su error:
aquellos hombres pertenecían al sector más lumpen del proletariado, que no podían actuar como los príncipes saudíes de hoy. Éstos pasaron su periodo talibaniano hace dos siglos, y llevan guante blanco en sus acciones, guardando las formas.
Para colmo, los Taliban habían prohibido el cultivo de la adormidera (opio) con cuya renta EEUU financia la guerra. En 2006, Afganistán producía 6.100 toneladas de opio, 33 veces de lo produjo en 2000.
Así llega el fin de Taliban. A partir del 1998, EEUU lanza una tremenda campaña mediática anti-taliban-Al Qaeda, presentando a sus “viejos amigos” como los “enemigos de la civilización humana”.
En agosto de 1998, Bill Clinton ordena bombardear Sudán y Afganistán, acusando a Al Qaeda y los talibanes de atentar contra las embajadas de EEUU en África, mientras corría una cortina de humo sobre el escándalo Lewinsky.
En 2001, Washington tiene que darse prisa: China y Rusia habían creado en el mes de agosto la Organización de Cooperación de Shangái (OCS) con una clara intención de impedir la entrada de los occidentales en su zona de influencia.
El 9 de septiembre, el comandante Masud, el único hombre que podía organizar una resistencia nacional contra los futuros ocupantes occidentales, es asesinado.
2001 hasta hoy: El 7 de octubre del 2001, casi un mes después del 11-S, EEUU y Gran Bretaña lanzan un ataque sobre Afganistán para obligar –dicen- a los talibanes a entregar a Bin Laden, el supuesto autor del atentado (entonces, Hillary Clinton no había confesado que fue EEUU quien creó el Yihadismo). En los primeros días, la coalición de 34 países liderada por EEUU y equipada con las armas más mortíferas de la humanidad, lanza 21.000 ataques aéreos sobre los desarrapados afganos como un criminal e ilegal castigo colectivo: sus 20.000 bombas sepultan a decenas de miles de civiles bajo los escombros de sus casas de adobe y provocan la huida de dos millones en aquel duro invierno. Bombardearon depósitos de agua, las pocas centrales eléctricas que había, los cultivos y el ganado. UNICEF llegó a denunciar que el frío invierno, el hambre, la desnutrición y las enfermedades causadas por la agresión militar podrían provocar la muerte de hasta 100.000 niños. Así, EEUU se dio el derecho exclusivo de secuestrar y torturar a cualquier persona en cualquier país del mundo, anulando a la ONU.
Acto seguido, y mientras Bush oculta la información sobre la implicación de su aliado, el gobierno de Arabia Saudí, en los atentados que mataron a cerca de 3.000 compatriotas, envía a Afganistán a 300.000 soldados de la OTAN, equipados con la tecnología punta, para encontrar a Bin Laden (a pesar de tantas experiencias en los “asesinatos selectivos”), al que curiosamente le “encuentran” 10 años después, mientras que a Gadafi le localizaron y le mataron sólo un día después de la visita de Hillary Clinton a Libia. A Laden no le encontraron en una cueva de Afganistán, sino en una mansión en Pakistán -país cuyo servicio de inteligencia es una sucursal de la CIA-. Más tarde, en vez de detenerle, matan a su fantasma, y como era invisible para los mortales, ocultan su cuerpo en el fondo marino. Era otra mentira, como las “armas de destrucción masiva” de Saddam Husein, que ocultaba los verdaderos motivos del ataque a Irak. Un mes después de que Benazir Bhutto revelara la farsa sobre Laden es asesinada.
Sin embargo, una cosa es desmantelar un régimen y otra es ocupar un país. Las tropas de EEUU, al ver que sus aliados regionales son incapaces de servir a sus intereses estratégicos, son instaladas en Afganistán para un largo periodo de tiempo con estos objetivos:
.Construir el gaseoducto transafgano.
.Impedir la reunificación de las repúblicas exsoviéticas bajo el paraguas de Moscú.
.Sabotear la construcción de la OCS.
.Instalar bases militares en las fronteras de China, Irán, India y el espacio soviético.
.Convertir la República Democrática de Afganistán en una República islámica, para acabar con el laicismo (lo mismo que ha hecho en Irak) y conseguir la involución política, económica y social de los países de la zona. Luego hará de bombero pirómano para ‘salvar la humanidad del islamismo’.
.Acceder a los recursos energéticos de Asia Central y del Mar Caspio le daba la posibilidad a Washington de disminuir su dependencia con respecto a los hidrocarburos de la región de Medio Oriente, romper el monopolio ruso sobre los yacimientos de petróleo y gas, y frenar el desarrollo de la economía China.
.Convertir el mundo en “una granja vigilada por millones de cámaras”, arrebatando las libertades conquistados por los ciudadanos.
.Rescatar la economía de su país de la recesión con una guerra: el enemigo islámico sustituye al enemigo rojo para justificar la permanencia de la OTAN tras el fin del Pacto de Varsovia, y salvar a la compleja industria armamentística. El fabricante de armas Lockheed Martin multiplica por 15 el precio de sus acciones en la Bolsa, recibe el mayor contrato militar de la historia: 200.000 millones de dólares y el presupuesto de defensa de EEUU alcanza los 450 mil millones de dólares. Las guerras, además sirven para deshacerse de las armas viejas de la Guerra Fría y probar las nuevas sobre el terreno real.
A pesar de perder a unos 3000 soldados y gastar 6.000 millones de dólares al mes desde entonces, la OTAN, salvo sembrar 11 bases militares en este patio trasero de Rusia y China, no ha conseguido en Afganistán ninguno de los objetivos. China se lleva el gas turcomano desde el gaseoducto más largo del mundo, de 7.000 kilómetros que inauguró en 2009. También explota el petróleo afgano en Amo Darya y está construyendo la primera refinería del país.
El anuncio de Donald Trump en enviar 40.000 más soldados a Afganistán tiene como objetivo vigilar el regreso de Rusia a Afganistán y cercar aún más a Irán.
Desde 2015, EEUU y los yihadistas están extendiendo el ‘Arco de Crisis’ al espacio exsoviético de Asia Central.
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Truman mostró a Stalin un par de bombas, y las malditas banderas no
han dejado de ondear desde entonces.
Si no me creéis,
leed más a William Blum.El Plan Marshall fue un plan de dominación –una dominación más astuta y más hábil que muchos otros intentos– pero dominación. El control capitalista era el propósito máximo.
El sabotaje de victorias políticas izquierdistas era el enfoque primordial.
Nunca ha cambiado.
Los dictadores que nos hacen el juego cuentan con “nuestro” apoyo total.
No tratéis de encontrar ataques “humanitarios” de la OTAN en Bahréin o Arabia Saudí o Jordania o los EAU o Catar o Kuwait o Yemen, no más que lo dispuesto que estuvo Obama de volverse contra Ben Ali o Mubarak o Gadafi o Asad hasta que hacerlo pareció ser estratégico para el logro de la dominación global.
EE.UU. no interviene. Nunca interviene. No puede intervenir. Porque ya ha intervenido en todas partes. Lo que llama intervención es en realidad un cambio de bandos.
Si no me creéis, leed un breve nuevo libro de Nick Turse titulado
The Changing Face of Empire: Special Ops, Drones, Spies, Proxy Fighters, Secret Bases, and Cyberwarfare [“La cara cambiante del imperio: operaciones especiales, drones, espías, combatientes testaferros, bases secretas y ciberguerra”].
Las “nuevas” fuerzas armadas de EE.UU. no son un retorno a antes de la Segunda Guerra, ni una reducción en gastos financieros, ni un cambio de dirección que se aleje de la dominación global, ni un cambio hacia algo que sea defensivo en lugar de ser ofensivo. Las “nuevas” fuerzas armadas son una modificación tecnológica y táctica del imperio existente de EE.UU. basado en la explotación. Lo que es nuevo es que:
Las diferencias entre organismos se están desdibujando. Las fuerzas armadas, la CIA, el Departamento de Estado, y la DEA [Administración de Cumplimiento de Leyes sobre las Drogas] se están convirtiendo en un equipo que opera en secreto a instancias del presidente. (Antes de vitorear, deteneos y considerad que a partir de enero el presidente pueda pertenecer al equipo de los malos.)
El Pentágono tiene ahora su propia agencia de “inteligencia”, mientras el Departamento de Estado tiene su propia oficina de guerras por testaferros.
Las Fuerzas Especiales de EE.UU. son activas en 70 naciones en cualquier día, por cuenta del presidente, sin autorización del Congreso, y en nombre del pueblo desinformado de EE.UU.
Las fuerzas “especiales”, que operan bajo los acrónimos SOCOM y JSOC, ya no son especiales por ser más pequeñas. Son especiales por tener el poder de operar en mayor secreto y sin la limitación aparente de cualesquiera leyes.
¿Recordáis ese ataque que mató a Osama bin Laden? ¡Viva! ¡Hurra! ¡Yopee! El asesinato es tan guay.
¿Pero sabíais que soldados que trabajan para vosotros realizan por lo menos una docena de ataques semejantes en algún lugar del mundo cualquier noche de la semana?
¿Estáis seguros de que cualquiera muerto en una docena de ataques por noche también es un Mal Satánico Puro que merece ser ejecutado sin acusación ni proceso?
¿Estáis seguros de que esa práctica da un buen ejemplo?
¿Apoyaríais que otras naciones adoptaran esa práctica?
“Nuestras” fuerzas especiales son ahora más grandes que los ejércitos de la mayoría de las naciones, y no tenemos ni la menor idea de lo que hacen esas fuerzas. “Nuestro acceso [a los países extranjeros]”, dice Eric Olson, ex jefe del Comando de Operaciones Especiales, “depende de nuestra capacidad de no hablar del asunto”.
¿Entendisteis? Vuestros héroes-asesinos quieren que te calles.
Y lo nuevo es que: los militares de EE.UU. han establecido docenas de bases en todo el mundo desde las cuales despegan robots asesinos conocidos como drones. Y hay docenas de bases en todo EE.UU. involucradas en las guerras de drones.
Turse las enumera; garantizo que hay por lo menos una cerca de tu casa.
Aquí en Virginia, en la Base Langley de la Fuerza Aérea nuestros valerosos asesinos de escritorio miran lo que llaman de modo tan cómico “TV Muerte” – los videos en vivo que reciben de drones que vuelan sobre las casas de la gente al otro lado del mundo.
En Fort Benning, en Georgia, donde pronto tendrá lugar la protesta anual contra la escuela de tortura de la Escuela de las Américas, están probando drones que pueden disparar para matar sin participación humana. ¿Qué podría salir mal? No solo ha comenzado la reacción, sino así sabemos dónde están algunas de las bases de drones.
En 2009, un ataque suicida mató a agentes de la CIA y mercenarios en la Base de Operación Avanzada Chapman en la provincia Khost de Afganistán, y solo entonces supimos que la base era utilizada para organizar asesinatos por drones en Pakistán.
Por cierto esto tiene lugar fuera de la acostumbrada reacción de creciente hostilidad provocada por las fuerzas armadas de EE.UU. en naciones en todo el mundo. El ataque en 2010 contra Libia, por ejemplo, hizo que mercenarios tuareg bien armados, que habían respaldado a Gadafi, volvieran a Mali, desestabilizando ese país, y causando un golpe militar por un oficial entrenado en EE.UU., así como que la última filial de al Qaida se apoderara de partes del país. Y eso es en Mali.
¡Y qué paraíso (infierno) es Libia después de la liberación!
Muchas de las bases que los militares estadounidenses usan en el exterior se encuentran en naciones menos ocupadas que Afganistán. Los repugnantes gobiernos de esas naciones otorgan permiso para que operen, gracias al apoyo de EE.UU. para las dictaduras.
Eso explica por qué tantas secuencias filmadas en la Primavera Árabe muestran transportes blindados de personal, tanques, helicópteros, y gas lacrimógeno hechos en EE.UU.
El gobierno de Obama aumenta afanadamente los suministros de armamento hecho en EE.UU. a los regímenes que golpean, encarcelan y matan a activistas por la democracia. Repetid conmigo: “Pero es un programa de empleos”.
De hecho, es un gran programa de empleos. El Pentágono y el Departamento de Estado mercadean armas estadounidenses en el exterior, y
EE.UU. triplicó sus ventas de armas en el exterior el año pasado, y controla ahora un 85% de las ventas internacionales de armas.
Pero las ventas de armas son lo menos importante. EE.UU. mantiene ahora sus propios soldados en la mayoría de las naciones del mundo y participa en ejercicios conjuntos de entrenamiento con los militares del lugar.
Las mayores áreas de construcción de bases en la actualidad son probablemente Afganistán y África.
A pesar del supuesto “cierre de a poco” de la guerra en Afganistán dentro de los próximos 2 o 12 años, la construcción de bases progresa a todo vapor, incluyendo nuevas bases “secretas” para fuerzas “especiales”, nuevas bases “secretas” de drones”, y nuevas prisiones.
La razón –y uso el término generosamente– en Afganistán y en todo el mundo es que EE.UU. debe dejar que la gente del lugar muera y mate más que ahora. Por cierto, esto no ha dado resultados en Afganistán o Iraq, tal como no dio resultados en Vietnam.
Amigos, romanos, compatriotas, es hora de que maduréis. Ya basta de culpar a un ser imaginario por una tormenta producida por vosotros y vuestro gobierno.
Ya basta de dar gracias a “Dios” por no destruir una casa mientras arrasa otra.
Bajad las banderas y el maldito amor a la patria.
Si queréis amar este país tenéis que amar el planeta en el que se
encuentra. Si queréis amar este planeta, tendréis que amar a toda su
gente, y todas sus otras formas de vida. Las tormentas son nuestra
propia creación.
Si queréis revertir esta tendencia tendremos que cerrar el
Departamento de Defensa y crear un nuevo departamento para que nos
defienda contra los peligros que existen realmente.
David Swanson autor de War is a Lie. Vive en Virginia.Fuente: http://www.counterpunch.org/2012/10/31/drowning-on-wall-street-and-ending-world-war-ii/
La MUJER "LIBRE": --
Miles de armas de Washington para Arabia Saudita:
Esas ventas incluían decenas de helicópteros de los tipos Apache y Black Hawk que, según el New York Times, Arabia Saudita necesita para defenderse de Irán. Pero en realidad corresponden sobre todo a la creciente implicación de Estados Unidos y de Arabia Saudita en guerras asimétricas y agresivas (por ejemplo, en Siria) [23].
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