Veamos el ejemplo del ingenio nuclear del atentado del Aeropuerto de Barajas del 30 de diciembre de 2006.
.. "los coches bomba en el planeta Tierra no forman cráteres".
"la mayor parte de los atentados nucleares o mininucleares modernos pretenden asustar e impresionar tan solo a los patricios, y así fortalecer su determinación de luchar contra el famoso terror y seguir con sus campañas militares en Irak y Afganistán", y señala a los autores de esos atentados al decir que "un máximo de cuatro países -EE UU, Rusia, Francia e Israel- pueden fabricar esas minibombas nucleares".
"Los servicios de inteligencia españoles, así como sus colegas extranjeros, son los responsables de la mayor parte de los supuestos ataques nucleares disfrazados de coches bomba, sean de ETA, de Hezbolá, de Al Qaeda, de Osama Bin Laden, de los talibanes o de Papá Noel y sus siete enanitos"
ejemplo de conspiracion: SIONISTAS EN WALL STREET:
CAPÍTULO 6
Terrorismo atómico
Éste es el capítulo más extraño que jamás encontrarán en un libro. En esta o en
cualquier obra escrita en cualquier lugar del mundo. Las últimas piezas del
rompecabezas, para que las encajen en su lugar, para que los ayuden a ver el
panorama del mundo en que vivimos. Es fácilmente comprensible y muy lógico.
Aun así, por motivos puramente psicológicos, no resulta tan sencillo hacer que se
lo crean. Se les ofrecerán los hechos y las pruebas, y puede que de todos modos
se muestren reacios a aceptarlos. Podría deberse en parte a nuestra mentalidad
servil, la que con tanta atención ha cultivado la despiadada propaganda que,
desde el siglo xix, ha convertido a la humanidad en su blanco. O podría deberse a
la incapacidad innata de la gente para creer en cualquier cosa que se salga de lo
establecido. La lógica de este capítulo se basa en una premisa simple: que cuando
sumas dos y dos el resultado debería ser cuatro. Si su respuesta es cualquier otra
cifra que no sea cuatro, el problema no está en los hechos que se presentan sino
más bien en la mente del lector, que se niega a aceptar la realidad y que, en lugar
de eso, prefiere instalarse en un mundo paralelo de humo y espejos. Supongo que
podrían decir que soy un tipo anticuado, alguien que cree en esa idea pasada de
moda también conocida como lógica elemental. Esa lógica nos dice que en una
democracia los gobiernos tienen la obligación de cuidarnos y protegernos frente a
todos los enemigos, ya sean reales o imaginarios. La gente que se supone que
debe resguardarnos recibe el nombre de «la élite». Son el gobierno, las agencias
de inteligencia, el ejército y el poder judicial. Dentro de la élite gobernante hay
otra «élite».
Como lo define el veterano investigador criminal del ejército Gene Wheaton:
«Una élite es un grupo muy clandestino, muy encubierto. La CIA y la DIA no
son más que el pararrayos de los que en realidad controlan las cosas.» La gente
no ve a los locos y a sus pequeñas camarillas conspirativas que hay dentro de los
gobiernos. Esas camarillas se remontan a Cuba, a Laos, a Afganistán y a
Nicaragua. Durante décadas han estado involucradas en todo lo que se relaciona
con el tráfico de drogas y armas en los asesinatos, la guerra encubierta y el
terrorismo descarado.
Se trata de un terrorismo que cada vez tiene un rostro menos definido, que no
cuenta ni con un credo ideológico ni con un objetivo político. Se trata de un
terrorismo cuyas motivaciones son el poder y la avaricia. Es terrorismo nuclear
contra amigos y enemigos por igual, contra cualquiera que no se muestre
dispuesto a acatar la línea imaginaria que separa el mundo del mal y el reino de
los muertos.
Gente como George H. W. Bush, el ex director de la CIA William Casey, el ex
secretario de Estado Colin Powell, el que en su momento fue el hombre más
destacado del asunto Irán-Contra, Oliver North, y el segundo de a bordo del
Mosad, Mike Harari, representan una de las partes más visibles de este grupo
secreto del que dependen los poderes fácticos para el eterno suministro de
«operaciones negras» y trucos sucios. La verdad de Oklahoma City, Bali, Beirut
y Chernóbil permanece oculta tras un sofisticado laberinto de agentes encubiertos
que, en su totalidad, convergen en momentos y lugares similares. Son, tal y como
escribe el periodista político David Corn, «los hombrecillos grises y sin rostro a
los que nunca vemos y de los que rara vez oímos hablar». Yo añadiría a esta
descripción que son asesinos sanguinarios y desapasionados. Los controladores a
quienes llamamos «gobierno de la sombra», «gobierno paralelo», la «empresa»,
el «pulpo» u otra media docena de nombres se esconden cuidadosamente tras una
lista infinita de títulos y funciones y tras una plétora de organizaciones e
instituciones que nos resultan familiares. El director de la tragedia no debería,
por cuestiones de ética, aparecer directamente sobre el escenario hasta que caiga
el telón.
Este capítulo trata de armas de destrucción masiva. Armas atómicas, armas
nucleares, mini bombas nucleares. Unas palabras de advertencia: no es apto para
cardíacos. Si están en tratamiento por problemas de corazón, por favor,
absténganse de leerlo.
No lo lean antes de irse a dormir. No lo lean con el estómago vacío. En
definitiva, hagan lo que hagan, tienen garantizada una considerable dosis de
insomnio. Un mundo del revés. Se lo he advertido. Desgraciadamente, eso es
todo lo que puedo hacer para decir a mis lectores que estén sobre aviso. Pero, por
otro lado, este libro provocará un impacto muy deseado y una reacción
automática en el público general. Eso es positivo.
Demostrará que la gente se ha tomado en serio lo que he escrito. Calará. Quedará
grabado. Despertará a la población de su estupor etílico. También les garantizo
que los servicios de inteligencia españoles, así como sus colegas extranjeros,
tendrán sus propias pesadillas. Y no será porque los contenidos de este capítulo
los sorprendan. De hecho, estoy convencido de que hay poco en esta parte del
libro que no sepan ya. Al fin y al cabo, sólo ellos, y nadie más, son los
responsables de la mayor parte de los supuestos ataques nucleares disfrazados de
coches bomba, sean de ETA, de Hezbolá, de Al Qaeda, de Osama Bin Laden, de
los talibanes o de Papá Noel y sus siete enanitos. Sí, eso es exactamente lo que
acabo de decir. No es necesario que vuelvan a leer la última frase. Lo que
garantiza que esas personas se van a morir de miedo es el hecho de que la verdad
por fin ha salido a la luz. Dos y dos son cuatro, por mucho que ellos intenten
convencernos de que son treinta y siete. Lógica, lógica elemental.
Oh, qué romántico sin remedio soy, ¿verdad?
Les ofreceré cuatro casos mundialmente conocidos de presuntos coches bomba;
coches bomba cuyos poderes destructivos desafían la lógica más elemental;
coches bomba que, en realidad, eran armas de destrucción masiva. En este
capítulo analizaremos el atentado de Oklahoma City, atribuido a la extrema
derecha norteamericana; el de Bali, que se atribuyó a los terroristas islámicos; el
asesinato de Rafiq Hariri, del que se culpó a Siria; y el atentado de la T4 de
Barajas, del que se inculpó a ETA.
No me malinterpreten. Para ejecutar bien cualquier plan, los organizadores
necesitan un señuelo, alguien que distraiga la atención de las masas y atraiga su
rabia. Los Timothy McVeighs y otros actores secundarios desempeñaron sus
papeles. Creyeron con firmeza que sus coches y camiones y furgonetas cargados
con mil kilos de explosivos causaron las matanzas, mientras que, en realidad, su
parte del plan era un reclamo necesario para permitir que los actores principales
montaran su mortífera operación y después, sigilosamente, se marcharan.
Los vínculos del asunto Irán-Contra con el atentado de
Oklahoma
David Hoffman, un reportero de San Francisco, escribió un libro, The Oklahoma
City Bombing and the Politics of Terror, que conectaba los famosos
«hombrecillos grises y sin rostro a los que nunca vemos y de los que rara vez
oímos hablar» con el asunto Irán-Contra. Los llamó el «equipo secreto». La
investigación de Hoffman concluye que elementos del equipo secreto estaban
profundamente involucrados en el acto terrorista más destructivo ocurrido en
territorio norteamericano.
Este imperio lo controla, por dinero, un puñado de gente, ése es el único secreto
del templo. Desde Bali a Oklahoma City, desde Kosovo a Moscú, desde
Afganistán a Wall Street, estos sucesos le ofrecen al lector un vislumbre de cómo
opera el gobierno de la sombra: utilizando a traficantes de droga, criminales y
terroristas para hacer su voluntad.
Pero la pregunta aún no tenía respuesta: ¿quién controlaba a los terroristas?
Para comprenderlo, se debe atisbar a través del portal de tiempo que va desde la
segunda guerra mundial hasta el presente.
Para preparar la invasión de Sicilia durante la segunda guerra mundial, la OSS
(que más adelante se convirtió en la CIA) colaboró con la mafia de Córcega. El
acuerdo permitía que la mafia utilizara el puerto de Marsella para el contrabando
de heroína a cambio de que ofreciera su ayuda para derrotar a los nazis.
Después de la segunda guerra mundial, la operación de la heroína se trasladó a
Vietnam y a Laos, después a Pakistán y Afganistán —en el momento en que la
CIA se enredó en una guerra encubierta contra los soviéticos—. Poco después del
comienzo de la operación afgana, la CIA comenzó a armar a los contras en
Nicaragua.
El encargado de aquellas operaciones fue el veterano agente Theodore G.
Shackley, que trabajó en estrecha colaboración con figuras de la mafia como
John Roselli, Sam Giancana y Santos Trafficante. Shackley y sus compañeros de
las empresas tapadera de la CIA, como por ejemplo Air America, pasaron
heroína de contrabando desde Vietnam a Estados Unidos en los cadáveres
destrozados de soldados norteamericanos (con la ayuda de su viejo colega de la
mafia Santos Trafficante) y blanquearon los beneficios que obtuvieron en el
Banco Nugan Hand.
Como afirmaba un artículo de 1983 en The Wall Street Journal:
«Las investigaciones que siguieron a la muerte del señor Nugan y el fracaso del
banco sacaron a la luz muchos tratos entre el Nugan Hand y sindicatos
internacionales de la heroína, así como pruebas de grandes fraudes a ciudadanos
estadounidenses y extranjeros. Muchos oficiales de alto rango ya jubilados del
Pentágono y de la CIA eran ejecutivos o consultores de Nugan Hand.»
En 1975, Shackley se convirtió en director asociado de la Dirección de
Operaciones, cargo que lo puso al frente de Operaciones Encubiertas,
Contrainteligencia e, irónicamente, Antinarcóticos, todo ello bajo el mando de
George Herbert Walker Bush. Aquellas relaciones llevaron a que Shackley
desempeñara su papel en la formación del equipo secreto, el ente encubierto e
ilegal, que manejaba la fuerza tras la operación Irán-Contra.
Ante este telón de fondo, Shackley servía de «consultor» a actores como Bush
padre, Oliver North y el director de la CIA, William Casey, en su ilegítima y
sangrienta red de armas y drogas —que trajo como consecuencia decenas de
miles de muertes y el anegamiento de nuestras calles con toneladas de
estupefacientes.
Los mismos actores se trasladaron después a países centroamericanos, donde
organizaron servicios de seguridad (escuadrones de la muerte) para dictadores
que contaban con el respaldo de Estados Unidos, y donde se beneficiaron
enormemente del tráfico de cocaína. Si alguien piensa que estas acusaciones son
escandalosas, que tenga en cuenta las declaraciones de Mike Levine, uno de los
veteranos más condecorados de la DEA: «Durante décadas, la CIA, el Pentágono
y organizaciones secretas como la empresa de Oliver North han apoyado y
protegido a los traficantes de droga más importantes del mundo», incluyendo
a los muyahidines en Afganistán, los contras en América Central, los DFS en
México, el Ejército Unido Shan en el llamado Triángulo Dorado del Sudeste
Asiático y «a cualquier otro de una veintena de grupos o individuos, como
Manuel Noriega.
El apoyo a estas personas se ha considerado, en secreto, más importante que el
limpiar nuestras calles de droga».
Desde la bahía de Cochinos y la operación Irán-Contra a Oklahoma City y un
atroz atentado nuclear de los kurdos en Kirkuk —en el norte de Iraq—, pasando
por el atentado nuclear contra la famosa mezquita chiíta Khillani de Bagdad y un
atentado nuclear cuádruple sin precedentes contra la secta satánica Yazidi —
cerca de Mosul, en Iraq—, que estableció un nuevo récord de víctimas humanas:
más de 550 personas murieron y varios miles resultaron heridas. Los nombres,
las caras y los actores se fusionaron para formar una fauna indistinguible de
políticos y espías, terroristas y asesinos para llevar a cabo su cruel obra y después
desaparecer en el mundo perfecto en el que las diferencias entre los activos y los
asesinos son escasas.
Cuando Timothy McVeigh estaba aún en el ejército, le escribió una carta a su
hermana en la que le explicaba que lo habían seleccionado para formar parte de
la Unidad Táctica Encubierta (CTU, de las siglas en inglés de Covert Tactical
Unit) de las Fuerzas Especiales (los boinas verdes), que estaba involucrada en
actividades ilegales; entre ellas figuraban la protección de cargamentos de droga,
la eliminación de la competencia [la droga del pulpo] y el control de la
población.
Si de veras reclutaron a McVeigh para tal grupo, surge la pregunta de qué
historia le vendieron. Es bastante probable que le dijeran que se trataba de una
importante misión para infiltrarse en una organización terrorista e impedir un
atentado. Es una historia que un joven impresionable como McVeigh se tragaría.
O, quizá, a consecuencia de que se «desilusionara» y «dejara» la CTU, se
convirtió en objetivo de «cese» y se le destinó el papel de chivo expiatorio. Es el
procedimiento habitual para los que intentan abandonar el mundo de las
operaciones encubiertas.
En cualquier caso, el hecho de que resultara que había dos «Timothy McVeighs»,
de igual modo que había dos Oswalds, nos lleva a pensar en una sofisticada
operación de inteligencia que se diseñó para situar a McVeigh en el lugar erróneo
en el momento erróneo. Al igual que Oswald, es probable que McVeigh también
se creyera que era un agente del gobierno, que formaba parte de un proyecto
secreto. Al igual que Oswald, a McVeigh no se le explicó lo que el plan suponía
en realidad, y se encontró atrapado, involucrado, convertido en cabeza de turco y,
finalmente, ejecutado. Caso cerrado. Las pruebas desaparecieron.
Aun así, las preguntas siguen estando ahí. Las mismas preguntas, una y otra vez.
Una cara que se pierde para siempre en el espejo del tiempo. ¿Quién controlaba
la mano que apretó el gatillo y por qué?
El mundo de humo y espejos. El mundo del Imperio Invisible y sus actores.
comentarios varios:
“Todavía tengo muchas cosas que decir. Por ejemplo, debido a que he sido agente secreto durante dieciocho años de mi vida, sé para qué sirven los agentes secretos. No sirven para nada. Todos sus códigos son descifrados, todos sus medios técnicos son neutralizados, todas sus informaciones circulan, se entrecruzan, se interfieren y se anulan. Pero por desgracia los agentes secretos no se conforman con ser inútiles, además quieren ser peligrosos.
En efecto cuando no tienen informes que suministrar, se los inventan. Cuando no disponen de un atentado que impedir, lo provocan. Cuando no tienen ninguna organización extremista en la que infiltrarse, crean una. Lo único que justifica la existencia de los agentes secretos es el desorden público, y así, para sobrevivir, alimentan ese desorden público con toda clase de escándalos y atentados”
Luis M. González-Mata:”Cisne. Yo fui espía de Franco”, Argos-Vergara, Barcelona, 1978, Epílogo, ob.cit., p.363.
El “aperitivo” me ha despertado algunas reflexiones, para mí obviedades, pero que parece como si no se percibieran mayoritariamente. El mundo, hasta ahora, está gobernado por criminales, cuyo fin último es el Poder en todas sus manifestaciones posibles, el control del dinero es esencial para conseguir Poder, pero no es el único medio. Tu libro, “El Imperio Invisible” es un ataque importante a ese Poder establecido, yo creo que es un ataque mucho mayor que tus anteriores libros sobre los Bilderbergers, ahora apuntas mucho más alto.
La pregunta que me hago (y supongo que no contestarás en público) es ¿cómo te atreves a identificar a verdaderos asesinos psicópatas que tienen medios para acabar con cualquiera? Las respuesta es sencilla, un gran Poder te protege, la duda es saber si no eres parte de ellos. Voy a ser optimista y voy a creer que esto no es un fraude y efectivamente luchas contra los Poderes establecidos, en ese caso gozas sin duda, de al menos, de la protección de los servicios secretos y otras organizaciones del Poder Ruso, Si esto es así, y Dios quiera que sea así, es obvio que se está produciendo una lucha por el Poder Mundial, Rusia por un lado y ese Poder invisible. ¡Qué gran argumento para una película
¿Que hay mas fuerte que la CIA o que cualquier otro servicio secreto?
Cuando le preguntaron a un viejo jefe de la CIA quien habia conspirado contra Kennedy para asesinarle su respuesta fue: ” Nadie conspiro, este tipo de hechos simplemente ocurren”. Para comprender estas palabras es necesario previamente conocer lo que es el gangstalking. Si tieneis algun amigo militar que trabaje en inteligencia os lo podra explicar. Basicamente son operaciones negras de control mental que se realizan desde un Factor Externo al hombre. La existencia de este Factor de manipulacion de las personas es conocida por los mejores servicios secretos desde principios del siglo XX.
El 23-F lo promueve y dirige este Factor Externo al hombre, de tal manera que cada individuo participante en los hechos no es mas que un manchuriano mentalmente controlado que no es consciente del conjunto de la operacion.
¿Vais comprendiendo como se hacen este tipo de operaciones y desde que instancia?
http://www.danielestulin.com/2011/02/20/aperitivo-de-el-imperio-invisible/