01 febrero 2018

Porque Hitler es tan feo, tonto y malo...por Hollywood y la propaganda




EL MILAGRO ECONOMICO 
DEL NACIONAL SOCIALISMO:
Si controlas tu moneda, la riqueza de un pueblo se dispara


                             ¿Provocó Stalin la II Guerra Mundial?

"Stalin era mil veces peor que Hitler"  Doris Lessing

EXPONIENDO EL PLAN DE STALIN PARA CONQUISTAR EUROPA. CÓMO LA UNIÓN SOVIÉTICA “PERDIÓ” LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL.

Por Daniel W. Michaels
(Título Original "Exposing Stalin's Plan to Conquer Europe. How the Soviet Union 'Lost' the Second World War", http://www.ihr.org/jhr/v17/v17n4p30_Michaels.html

Durante varios años hasta ahora, un antiguo oficial de la inteligencia militar soviética llamado Vladimir Rezun ha provocado un acalorado debate en Rusia por su sorprendente punto de vista de que Hitler atacó a la Rusia Soviética en junio de 1941 justo cuando Stalin estaba preparándose para invadir Alemania y Europa Occidental como parte de una operación bien planeada para “liberar” a toda Europa, poniéndola bajo el dominio comunista.

Escribiendo bajo el seudónimo de Viktor Suvorov, Rezun ha desarrollado esta tesis en tres libros:

Rompehielos” (que ha sido publicado en una edición de lengua inglesa) y
Dni M (“Día M”) fueron revisados en el número de noviembre-diciembre de 1997 del “Journal of Historic Review”.

El tercer libro, revisado aquí, es un trabajo de 470 páginas,
La Última República: Porqué la Unión Soviética Perdió la Segunda Guerra Mundial”, publicado en ruso en Moscú en 1996.

Suvorov muestra una masa de pruebas que muestran que cuando Hitler lanzó su ataque de la “Operación Barbarroja” contra la Rusia Soviética el 22 de junio de 1941, las fuerzas alemanas pudieron inflingir enormes pérdidas a los soviéticos precisamente porque las tropas rojas estaban mucho mejor preparadas para la guerra –pero para una guerra agresiva que estaba programada para comienzos de julio- no a la guerra defensiva a la que fueron forzados por el ataque preventivo de Hitler.

En “Rompehielos”, Suvorov detalla el despliegue de las fuerzas soviéticas en junio de 1941, describiendo justamente cómo Stalin había acumulado vastas cantidades de tropas y almacenamientos de armas a lo largo de la frontera europea, no para defender el territorio soviético sino en preparación para un ataque hacia el oeste y de decisivas batallas sobre territorio enemigo.

Así, cuando las fuerzas alemanas atacaron, el grueso de las fuerzas terrestres y aéreas rojas estaban concentradas a lo largo de las fronteras occidentales soviéticas frente a los países europeos vecinos, especialmente el Reich Alemán y Rumania, en preparación final para un asalto sobre Europa.

En su segundo libro sobre los orígenes de la guerra, “Día M” (por “Día de Movilización”), Suvorov detalla cómo, entre finales de 1939 y el verano de 1941, Stalin metódica y sistemáticamente construyó la fuerza militar mejor armada y más poderosa del mundo –realmente la primera superpotencia mundial- para su planeada conquista de Europa. Suvorov explica cómo la drástica conversión de la economía del país para la guerra por Stalin hizo la guerra inevitable.

En “La Última República”, Suvorov acrecienta las pruebas presentadas en sus dos libros anteriores para reforzar su argumento de que Stalin estaba preparándose para una guerra agresiva, enfatizando en particular la motivación ideológica para las acciones del líder soviético. El título se refiere al desafortunado país que sería incorporado como la “república final” en la “Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas” que abarcaba todo el globo, completando por consiguiente la revolución proletaria mundial.

Como explica Suvorov, este plan era enteramente consistente con la doctrina marxista-leninista, así como también con las políticas de Lenin en los primeros años del régimen soviético. El historiador ruso sostiene convincentemente que no era Leon Trotsky (Bronstein), sino más bien Stalin, su rival menos llamativo, quien era el fiel discípulo de Lenin en promover la revolución comunista mundial. Trotsky insistió sobre su doctrina de la “revolución permanente”, por medio de la cual el joven estado soviético ayudaría a fomentar insurrecciones domésticas de trabajadores y la revolución en los países capitalistas.

Stalin en lugar de ello quería que el régimen soviético tomara ventaja de “armisticios” ocasionales en la lucha global para consolidar la fuerza militar roja para el momento oportuno cuando fuerzas soviéticas más grandes y mejor armadas atacarían en Europa Central y Occidental, añadiendo nuevas repúblicas soviéticas según esta abrumadora fuerza atravesaba el continente. Tras la exitosa consolidación y sovietización de toda Europa, la expandida URSS estaría dispuesta para imponer el poder soviético sobre todo el globo.

Como muestra Suvorov, Stalin comprendió bastante bien que, dando una libre elección, la gente de los avanzados países occidentales nunca elegirían voluntariamente el comunismo. Por consiguiente tendría que ser impuesto a la fuerza. Su audaz plan, decidió Stalin más adelante, podría ser realizado solamente a través de una guerra mundial.

Una pieza crítica de prueba a este respecto es su discurso del 19 de agosto de 1939, recientemente descubierta en los archivos soviéticos. En él, el heredero de Lenin declara:

La experiencia de los últimos 20 años ha mostrado que en época de paz el movimiento comunista no es lo bastante fuerte para tomar el poder. La dictadura de tal partido sólo llegara a ser posible como resultado de una gran guerra...

Más tarde, todos los países que han aceptado la protección de la resurgente Alemania también se convertirían en nuestros aliados. Tendremos un amplio campo para desarrollar la revolución mundial.

Además, y como los teóricos soviéticos siempre han insistido, el comunismo nunca podrá coexistir pacíficamente a largo plazo con otros sistemas políticos-sociales. Consecuentemente, el dominio comunista tendría inevitablemente que ser impuesto a lo largo del mundo. Tan integral era este objetivo de “revolución mundial” a la naturaleza y desarrollo del “primer estado de los trabajadores” que era una característica cardinal de la agenda soviética incluso antes de que Hitler y su movimiento nacionalsocialista llegaran al poder en Alemania en 1933.

Stalin eligió atacar en el momento y en el lugar de su elección. Para este fin, el desarrollo soviéticos de los sistemas de armas ofensivas más avanzados, principalmente tanques, aviones y fuerzas aerotransportadas, había comenzado ya a comienzos de los 30. Para asegurar el éxito de esta audaz empresa, a finales de 1939 Stalin ordenó la construcción de una poderosa máquina de guerra que sería superior en cantidad y calidad a todos las posibles fuerzas armadas contrarias. Su primera orden secreta para la movilización total militar-industrial del país fue emitida en agosto de 1939. Una segunda orden de movilización total, ésta para la movilización militar, sería emitida en el día en que la guerra debía de comenzar.

El ataque alemán de “Barbarroja” desbarató el plan bien trazado de Stalin para “liberar” toda Europa. En este sentido, asevera Suvorov, Stalin “perdió” la Segunda Guerra Mundial. El primer ministro soviético pudo considerar derrotar “meramente” Alemania y conquistar Europa Central y Oriental solamente como una decepción.

Según Suvorov, Stalin reveló su decepción sobre el resultado de la guerra de diferentes formas.

Primero, hizo que el Mariscal Georgi Zhukov, y no él mismo, el comandante supremo, encabezara el desfile de la victoria en 1945. Segundo, el desfile oficial de la victoria del 9 de mayo incluso no fue autorizado hasta después de la muerte de Stalin. Tercero, Stalin nunca llevó las medallas con las que fue condecorado tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. Cuarto, una vez, en un estado de depresión, expresó a los miembros de su círculo más cercano su deseo de retirarse ahora que la guerra había acabado. Quinto, y quizás más convincente, Stalin abandonó el trabajo del largamente planificado Palacio de los Soviets.

El enorme Palacio de los Soviets, aprobado por el gobierno soviético a comienzos de los 30, debía ser de 1.250 pies de alto, coronado con una estatua de Lenin de 300 pies de altura –más alto que el Empire State Building de Nueva York. Debía de ser construido sobre el lugar de la antigua Catedral de Cristo el Salvador. Por orden de Stalin, esta magnífico símbolo de la vieja Rusia fue demolido en 1931 –un acto por medio del cual los gobernantes comunistas de la nación simbólicamente borraban el alma de la vieja Rusia para dejar campo para la pieza central de la URSS mundial.

Todas las “repúblicas socialistas” del mundo, incluyendo la “última república”, serían finalmente representadas en el Palacio. La sala principal de este santuario secular debía de estar inscrita con el juramento que Stalin había dado en ritmo casi religioso en el entierro de Lenin. Incluía las palabras: “Cuando él nos dejó, el Camarada Lenin nos dejó en herencia la responsabilidad de reforzar y expandir la Unión de Repúblicas Socialistas. Juramos por ti, Camarada Lenin, que honorablemente llevaremos esto a cabo, tu mandamiento sagrado”.

Sin embargo, solamente la base moldeada para esta grandioso documento fue completo, y durante los 90, tras el colapso de la URSS, la Catedral de Cristo el Salvador fue cuidadosamente reconstruida en el lugar.

Durante décadas la versión oficial del conflicto germano-soviético de 1941-1945, apoyada por historiadores de la corriente oficial en Rusia y en Occidente, ha sido algo parecido a esto:

Hitler lanzó un ataque “relámpago” sorpresa contra la tristemente desapercibida Unión Soviética, engañando a su líder, el ingenuo y confiado Stalin. El Führer alemán estaba guiado por la codicia por “espacio vital” y los recursos naturales en el primitivo este, y por su latente determinación de aplastar al “Comunismo Judío” de una vez por todas. En este ataque traicionero, que era una parte importante de la alocada carrera de Hitler por “conquistar el mundo”, los agresores “nazis” o “fascistas” inicialmente aplastaron toda resistencia con su preponderancia de tanques y aviones modernos.

Este punto de vista, que fue afirmado por los jueces aliados en el Tribunal de Nuremberg de posguerra, es todavía ampliamente aceptado en Rusia y en los Estados Unidos. En Rusia hoy, la mayoría del público general (y no meramente aquellos que son nostálgicos del antiguo régimen soviético) aceptan esta línea “políticamente correcta”. Por una cosa, “explica” las enormes pérdidas de la Unión Soviética durante la II Guerra Mundial en hombres y material.

Contrariamente al punto de vista oficial de que la Unión Soviética no estaba preparada para la guerra en junio de 1941, de hecho, enfatiza Suvorov, eran los alemanes quienes no estaban realmente preparados. El precipitadamente trazado plan alemán de la “Operación Barbarroja”, que demandaba una victoria “relámpago” en cuatro o cinco meses por fuerzas numéricamente inferiores avanzando sobre tres amplios frentes, estaba condenado desde el principio.

Además, procede Suvorov a anotar, Alemania carecía de las materias primas (incluyendo petróleo) esenciales para sostener una guerra trazada de tales dimensiones.

Otra razón para la falta de preparación de Alemania, sostiene Suvorov, era que sus líderes militares subestimaron seriamente la actuación de las fuerzas soviéticas en la Guerra de Invierno contra Finlandia, 1939-1940. Éstas combatieron, debe enfatizarse, bajo condiciones invernales extremadamente severas –temperaturas de menos de 40 grados y nieves de una profundidad de varios pies- contra las bien diseñadas fortificaciones reforzadas con cemento e instalaciones subterráneas de la “Línea Mannerheim” finlandesa. A pesar de eso, lo que es a menudo olvidado, el Ejército Rojo, después de todo, obligó a los finlandeses a un armisticio humillante.

Es siempre un error, enfatiza Suvorov, menospreciar a tu enemigo. Pero Hitler hizo este mal cálculo crítico. En 1943, después de que la marea de la guerra hubiese cambiado en contra de Alemania, admitió su equivocada evaluación de las fuerzas soviéticos de dos años antes.

Para probar que fue Stalin, y no Hitler, quien realmente estaba preparado para la guerra, Suvorov compara el armamento alemán y soviético a mediados de 1941, especialmente con respecto a todos los sistemas de armas ofensivas importantes –tanques y fuerzas aerotransportadas. Es un axioma generalmente aceptado en la ciencia militar que las fuerzas atacantes deben tener una superioridad numérica de tres a uno sobre los defensores. Aún, como explica Suvorov, cuando los alemanes atacaron en la mañana del 22 de junio de 1942, atacaron con un total de 3.350 tanques, mientras que los defensores soviéticos tenían un total de 24.000 tanques –esto es, Stalin tenía siete veces más tanques que Hitler, o 21 veces más tanques que lo que hubiera sido considerado suficiente para una defensa adecuada. Además, enfatiza Sudorov, los tanques soviéticos eran superiores en todos los aspectos técnicos, incluyendo potencia de fuego, alcance y blindaje.

Asimismo, el desarrollo soviético de la producción de tanques pesados había ya comenzado a comienzos de los 30. Por ejemplo, ya en 1939 los soviéticos estaban ya poniendo a producir en serie, y distribuyéndolo a sus fuerzas, el modelo T-35, un tanque pesado de 45 toneladas con tres cañones, seis ametralladores, y un blindaje de 30 mm. En cambio, los alemanes comenzaron el desarrollo y producción de un tanque de 45 toneladas comparable solamente después de que hubiese comenzado la guerra a mediados de 1941.

En 1939, los soviéticos habían añadido ya tres modelos de tanques pesados a su inventario. .............
http://www.forosegundaguerra.com/viewtopic.php?t=1410


















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Se publica en España «El rompehielos», libro del militar y espía ruso Victor Suvórov en el que quiso difundir la teoría de que (construyendo su propia realidad) fue el líder soviético, y no Hitler, el principal culpable del estallido bélico de 1939



Brindis de Stalin (derecha) tras firmar el pacto de no agresión entre Alemania y la URSS, sellado en Moscú el 23 de agosto de 1939


Acaba de aparecer en España la obra «El rompehielos», del ruso Victor Suvórov, seudónimo de Vladímir Bogdánovich Rezún, militar y espía soviético que en 1978, a los 31 años, desertó del GRU (el Departamento Central de Inteligencia) cuando cumplía una misión en Ginebra. Trasladado clandestinamente junto con su familia a Gran Bretaña, colaboró con los servicios secretos de aquel país hasta que, bajo el seudónimo que seguiría luego empleando, comenzó a escribir sobre la Guerra Fría, la Segunda Guerra Mundial, los servicios secretos soviéticos, personajes relevantes de la URSS y obras de ficción, unos 20 libros hasta la fecha entre los que el más polémico es «El rompehielos», una obra que nos llega con retraso pues apareció en 1985. Según Suvórov, fue Stalin y no Hitler quien comenzó la Segunda Guerra Mundial.

El Führer habría sido una herramienta en manos de Stalin hasta que advirtió la realidad y se revolvió contra la URSS. Stalin, preparando la conquista del mundo, habría favorecido el rearme alemán para utilizar a los nazis como ariete (rompehielos) en la destrucción o debilitamiento de las demo era algo planificado por el Kremlin desde mucho antes para disponer de una frontera directa con el III Reich, sin el estorbo de territorios tapón. Igualmente, la presencia soviética en las repúblicas bálticas (Estonia, Letonia y Lituania) y la guerra con Finlandia constituían parte del mismo plan. Y, de similar manera, el ataque alemán a la URSS, el 22 de junio de 1941, era un capote tendido a la embestida de Hitler para destrozarle en las heladas estepas rusas.

No continuaré desmenuzando el libro para que el lector pueda hacerlo y evitar una minuciosa réplica en breve artículo a sus 645 páginas. «El rompehielos» contiene cientos de datos, análisis y opiniones auténticos, pero acerca de estos mimbres debe decirse, primero, que no son nuevos: el espía estaría impuesto en los sistemas de la inteligencia militar soviética (GRU) al final de la Guerra Fría, pero aquí no hay archivos desvelados, entre otras cosas porque esta obra se escribió hace 30 años, en la época de Andropov y Chernenko, cuando toda la documentación estaba bajo siete candados; y, segundo, que en su composición Suvórov opera sin ningún escrúpulo como historiador: utiliza lo que interesa a sus fines y soslaya lo que contradice a sus tesis. Ya lo denunció Alexei Isáev, el gran historiador ruso de la Segunda Guerra Mundial: cuando Suvórov consulta las fuentes «sólo ve lo que necesita».

Leer más: ¿Provocó Stalin la II Guerra Mundial? http://www.larazon.es/cultura/provoco-stalin-la-ii-guerra-mundial-AL10828787?sky=Sky-Junio-2017#Ttt1VDNtj4wR4BiY


SUVUROV DIO DE PLENO EN EL CLAVO. EL AUTOR DEL ARTICULO NO PUEDE DISIMULAR QUE NO TIENE ARGUMENTOS Y SI MUCHO ODIO CONTRA ESTA TESIS.

ESTA DEMOSTRADO (Y POR AUTORES SOVIETICOS TAMBIEN) QUE FUE STALIN QUIEN CONCENTRO TROPAS OFENSIVAS EN EL 1941 PARA INVADIR ALEMANIA Y NO AL REVES ALEMANIA QUE SE DEFENDIO.
BASTA VER SIMPLEMENTE LA DISPOSICION DE LAS TROPAS, LA DISTANCIA DE LOS AERODROMOS A LA FRONTERA Y EL TIPO DE ARMAS PARA DARSE CUENTA.
ESO SIN CONTAR LOS DOCUMENTOS OFICIALES.
POR OTRA PARTE EL PACTO MOLOTOV RIBENTROV PARTIO A INICIATIVA DE STALIN Y NO DE HITLER. STALIN QUERIA PROVOCAR LA GUERRA EN EUROPA PARA INTERVENIR AL FINAL Y HACERSE CON TODO.
HITLER QUERIA DEFENDERSE DEL COMUNISMO ESA ES LA VERDAD INCONFESABLE DE LOS MEDIOS OFICIALES.
BUSCADLO POR VOSOTROS MISMOS SINO LO CREEIS.

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Un asesino llamado CHURCHILL - 
elevado a los altares por la propaganda Hollywoodense: 

SU HORA MÁS OSCURA


Evidentemente no iré a ver la película sobre Churchill “El Instante Más Oscuro”. Ya sabéis lo que opino de la persona y el personaje y no voy a perder el tiempo en ver una obra que miente, manipula el escaso conocimiento de la gente y que lo presenta como un héroe. Creo que Hollywood ha premiado una película que ensalza a un asesino de masas. Y no pongo en duda el excelente trabajo de Gary Oldman representando al tipo ese.




UNO de los MUCHOS CRIMENES DE GUERRA DE LOS "ALIDADOS"


Como nos confirma Hollywood, la reputación de Churchill sigue incólume a pesar de su chirrriante retórica y su fino olfato para una frase ocurrente durante la II Guerra Mundial como: “Ni fallaremos ni aflojaremos. Llegaremos hasta el final... Lucharemos en las playas, lucharemos en las zonas de desembarco, lucharemos en los campos y en las calles... No nos rendiremos jamás”. Ya lo dijo el historiador revisionista británico John Charmley que esa frase “era un sinsentido sublime”. Ésta y otras, son frases que todos los admiradores de Churchill muestran. Sin embargo, sus acciones son otra cosa.
 

Durante la II Guerra Mundial Churchill se declaró a sí mismo en favor “del bombardeo de terror”. Escribió que quería “ataques devastadores y exterminadores llevados a cabo por bombarderos pesados”. Horrores como el bombardeo sobre Dresde fueron el resultado de esas palabras. Pero podemos verle en otros terrenos como durante la lucha por la independencia de Irlanda. Churchill, desde su cargo como Secretario de Estado para la Guerra y Aire, fue uno de los pocos oficiales británicos en favor del bombardeo sobre los manifestantes irlandeses, sugiriendo en 1920 que los aviones deberían utilizar “fuego de ametralladoras o bombas”, para aplastarles.
 

Enfrentándose a los disturbios de Mesopotamia en 1921 como Secretario de Estado para las Colonias, actuó como un criminal de guerra “Estoy totalmente a favor de usar gas venenoso contra las tribus incivilizadas; extenderá un terror vivo”. Ordenó un bombardeo a gran escala de Mesopotamia, donde un pueblo entero fue barrido en 45’. En Afganistán, Churchill declaró que los Pastunes “deberían reconocer la superioridad de los británicos” y que “todos los que se resistan serán asesinados sin piedad”. Escribió “Procederemos sistemáticamente, pueblo por pueblo y destruiremos las casas, cegaremos los pozos, reventaremos las torres, cortaremos los árboles que dan sombra, quemaremos las cosechas y destrozaremos las reservas con una devastación de castigo... Cualquier miembro de una tribu será eliminado”.
 

En Kenya, Churchill o bien dirigió o fue cómplice de las políticas criminales que incluían la recolocación forzada de los habitantes locales de las fértiles tierras del norte para dar paso a los colonos e internando a más de 150.000 personas en campos de concentración. Violación, castración, cigarrillos encendidos quemando zonas sensibles del cuerpo y electroshocks, fueron utilizados por las autoridades británicas para torturar a los keniatas bajo el mando de Churchill.
 

Pero las víctimas principales de Churchill fueron los hindúes “un pueblo bestializado con una religión bestializada”, que así es como les llamaba cariñosamente. Quería utilizar armas químicas en la India, pero fue derrotado por sus colegas de gabinete, a los cuales él criticaba por su “aprensión”, declarando que “las objeciones de la Oficina de India para el uso del gas contra los nativos no eran razonables”. La beatificación de Churchill como un apóstol de la libertad se ve claramente en su declaración de principios de la Carta Atlántica diciendo que “no serían aplicados en la India y otras colonias de color”. Rechazó el ver a la gente de color con los mismos derechos que él. Declaró que “el Gandhismo y todo lo que representa, antes o después, debe ser combatido y finalmente aplastado”.
 

En estos asuntos, Churchill fue el británico más reaccionario, con ideas tan extremistas que no puede ser excusado diciendo que son el reflejo de su tiempo. Incluso su propio secretario de estado en la India, Leopold Amery, confesó que apenas veía diferencias entre la actitud de Churchill y la Hitler. Gracias a Churchill, unos cuatro millones de bengalíes murieron de hambre en una hambruna durante la guerra mundial. Churchill ordenó el desvío de comida que iba a los hambrientos civiles a sus bien suministradas tropas británicas e incluso hacia Europa y otros lugares. Cuando se le recordaba el sufrimiento de sus víctimas hindues, su respuesta era que “la hambruna era culpa de ellos por criar como conejos”.
 

Es evidente el papel de Churchill en la hambruna bengalí. Incluso mientras la India se moría de hambre, los precios de los cereales fueron hinchados por los británicos y las propias provisiones hindues fueron exportadas, mientras que a los barcos australianos con trigo no se les permitía descargar en Calcuta, donde los cuerpos de los muertos de hambre llenaban las calles. En vez de eso, Churchill ordenó que ese grano fuese embarcado y llevado a almacenes en el Mediterráneo y los Balcanes, para tener más almacenamiento de comida para una futura invasión de Grecia y Yugoslavia. Los almacenes europeos estaban llenos mientras los bengalíes morían de hambre.
 

Como he dicho más arriba, el Oscar ha recompensado la carrera de ese hombre horrible. Muchos recordaremos a Churchill como criminal de guerra y un enemigo de la decencia y humanidad. Su hora más oscura fue su constante esfuerzo en negar la libertad a muchos pueblos de la Tierra, la muerte de millones de personas y un culpable directo del inicio de la II Guerra Mundial.


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