27 octubre 2020

MARXISMO CULTURAL e ingenieria social - expertos en inventar minorias y enfrentar a la poblacion

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>Las denominadas “políticas de identidad” se han convertido sin que nos demos cuenta en “religión de Estado“, hasta el punto de considerarse natural que sea impuesta a todos y que se castigue al disidente. ¿En qué consiste esta dictadura ideológica, heredera del marxismo, que se ha conseguido imponer en Occidente después del final del comunismo?

 

 Al hilo de un libro de Douglas Murray que considera “uno de los más importantes de los últimos años” (ya se anuncia la edición española), el catedrático Francisco José Contreras desgranó y rebatió sus tesis fundamentales en un reciente artículo en Actuall:

Francisco José Contreras es catedrático de Filosofía del Derecho en la Universidad de Sevilla y diputado por Vox.

El marxismo cultural como religión de Estado y secta destructiva

The Madness of Crowds [La masa enfurecida] de Douglas Murray, es uno de los libros más importantes de los últimos años. Es una llamada de atención sobre el estado  de locura colectiva al que nos está arrastrando la “política de la identidad” feminista-multicultural-homosexualista. Propongo, en diálogo con Murray, las siguientes seis tesis:

La editorial Península anuncia la publicación en español de The Madness of Crowds, bajo el título La masa enfurecida, para finales de este año.

1) La política de la identidad implica el fin del individuo, que es disuelto en la tribu. El marxismo cultural divide a la sociedad en grupos enfrentados: sí, es la lucha de sexos, razas y orientaciones sexuales sustituyendo a la de clases. Al hacerlo, colectiviza tanto la responsabilidad moral (formidable regresión: “¿Pecó él o sus padres?”, Jn. 9,1) como el pensamiento, los intereses y las necesidades. Por ejemplo, si Fulano Pérez le pega a Mengana Rodríguez, no se trata de una agresión de pareja, sino de un episodio más de la eterna batalla en la que los hombres como colectividad intentan dominar a las mujeres como colectividad. Fulano es un soldado más del ejército masculino, en constante lucha contra el femenino. Fulano nos representa a todos los varones: “El violador eres tú”. No exagero, es la letra de la ley: “Violencia de género es la que, como manifestación de la discriminación, la situación de desigualdad y las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres, se ejerce sobre éstas [por sus parejas sentimentales]» (art. 1 Ley de Protección Integral contra la Violencia de Género, España).

En Estados Unidos ya es frecuente que el hablante especifique su estatus racial/sexual, como si éste predeterminara la opinión que va a emitir: “Como mujer negra, pienso que…”; “Como varón blanco homosexual…”. Martin Luther King soñaba con una sociedad “que juzgue a las personas, no por el color de su piel, sino por el contenido de su carácter” (Discurso en la Marcha de Washington, 1963). Su sueño no se ha cumplido: el progresista del siglo XXI considera que el color de la piel (más el género) define(n) totalmente a la persona y prefigura(n) sus ideas e intereses. Por cierto, el racismo es precisamente eso: asociar cualidades intelectuales y morales al fenotipo racial. Y el sexismo, asociarlas a los genitales.

El liberalismo clásico propugnaba una sociedad en la que lo importante de cada persona fuesen sus opiniones y logros individuales, y en la que características como el sexo o la raza resultasen legal y socialmente anecdóticas. Para la izquierda actual, en cambio, la esencia de la persona vuelve a ser, no lo que le singulariza como individuo, sino lo que le encuadra en algún colectivo instrumentalizable por el marxismo cultural. M.L. King ya no interesa en tanto que individuo, sino en tanto que negro.

Douglas Murray, formado en Eton, el Magdalen College y Oxford, es colaborador del The Spectator y The Wall Street Journal, entre otras publicaciones, y uno de los nuevos exponentes del conservadurismo británico.

Es muy interesante la distinción que propone Murray (quien, como homosexual, puede hablar con libertad sobre el asunto, cosa que ya no se nos permite a los hetero) entre gay queer. “Gay” es el sujeto que se siente atraído por su mismo sexo, pero no considera eso un rasgo especialmente interesante, ni lo vive como la esencia de su ser, ni cree que le aboque a compartir trinchera con nadie ni a profesar determinadas creencias. “Queer”, en cambio, es quien vive su tendencia homo como “un trabajo a tiempo completo” y una cosmovisión integral, como si toda su existencia girase en torno a su sexualidad. “Qué extraño es que lo que durante milenios fue percibido como un impulso oscuro y sin nombre, ahora sea la fuente de nuestra identidad: […] el sexo ha llegado a ser más importante que nuestra alma, casi más importante que nuestra vida”, escribió Michel Foucault, en un raro rapto de lucidez, en su Historia de la sexualidad. El concepto mismo de “movimiento LGTBI” -que presupone que los gays, lesbianas, transexuales, bisexuales e intersexuales constituyen una unidad de destino en lo universal- estaría inspirado por el paradigma queer, no por el paradigma gay. Murray parece vivir su propia homosexualidad como un rasgo anecdótico, no muy diferente de la afición filatélica o el gusto por el té verde. “He happens to be gay”.

Lo cual, por cierto, le valdrá pronto la excomunión de la iglesia LGTBI. El libro de Murray recuenta los casos, a veces hilarantes, de expulsiones de la tribu. Peter Thiel, magnate de las empresas tecnológicas que apoyó a Trump en 2016, suscitó este titular de Advocate, la más importante revista gay de Estados Unidos: “Thiel es un ejemplo de hombre que tiene relaciones sexuales con otros hombres, pero que no es gay [por sus opiniones políticas]”. A Kanye West -como a Candace Owens– el apoyo a Trump le valió la pérdida de la negritud: el escritor Ta-Nehisi Coates, un negro profesional, le dedicó un ensayo vitriólico en The Atlantic (“West se cree un librepensador por apoyar a Trump. Su libertad es libertad blanca: libertad sin conciencia, sin crítica”) y le comparó al cantante Michael Jackson, el negro que quería ser blanco. ¿Locuras de los anglos? No solo: en España, la televisiva Paula Vázqueztuiteó hace unos días que Bertrand Ndongo debe ser un blanco que se ha sometido a un tratamiento de oscurecimiento de piel, pues ningún negro genuino podría defender a Vox.

2) La política de la identidad es vivida como una pseudorreligión, en un siglo caracterizado por el vacío existencial y el fin de los “grandes relatos”. “Dios ha muerto, Marx ha muerto, y yo mismo no me siento demasiado bien”. Pero no íbamos a ser, dice Murray, la única sociedad de la historia sin religión. El joven de 20 años necesitado de encontrar sentido a su vida lo busca en la heroica lucha contra el machismo, el racismo y la homofobia/transfobia que le propone el marxismo cultural. La identity politics es profesada por muchos como una fe sustitutiva, como ocurrió en su momento con el comunismo.

En realidad, el éxito de la identity politics confirma una tesis conservadora: que el hombre necesita criterios morales, necesita creer en el Bien y el Mal. En la nueva religión, el Bien es la defensa de las mujeres y de las minorías raciales y sexuales frente a la opresión heteropatriarcal; el Mal, el machismo/racismo/homofobia. “¿Cómo ser virtuoso en nuestro mundo postmoderno? Siendo “antirracista”. Siendo “amigo de los LGTB”. Siendo “feminista”.

Y, ciertamente, el machismo, el racismo y la homofobia son cosas muy malas. Pero hay un pequeño problema: en el Occidente desarrollado ya no existen (o, si los hay, son marginales y residuales, muy inferiores a los de cualquier otra época o sociedad). El joven social justice warrior querría viajar en el autobús de Rosa Parks, marchar con las sufragettes, dejarse detener en la redada de Stonewall Inn, correr delante de los grises… Pero ha nacido con entre 50 y 100 años de retraso.

Una imagen del mayo el 68 francés. Las nuevas generaciones se sienten rebeldes defendiendo la ideología oficial y aplastando al disidente.

El marxismo cultural, pues, le obliga a vivir en permanente disonancia cognitiva. Los maestros del 68 -los Marcuse, Foucault, Bourdieu, etc.- ya llevaron el “pensamiento de la sospecha” al paroxismo. No hay que dejarse engañar por las apariencias. Bajo la aparente igualdad de hombres y mujeres subyacen recónditos micromachismos, invisibles techos de cristal, sutiles mecanismos de discriminación (por ejemplo, la famosa conspiración patriarcal para impedir que las chicas estudien carreras tecnológicas). Lo mismo vale para las razas no blancas y para las minorías sexuales, odiadas -quizás en secreto- por legiones de ultras.

3) La política de la identidad lleva a Occidente a la autodenigración, a abjurar de su pasado. La retroproyección anacrónica de los rigurosísimos criterios de antidiscriminación convierte nuestra historia en una larga pesadilla de machismo, homofobia y racismo estructurales. Dante, Shakespeare, Cervantes, Goethe…: una panda de “viejos hombres blancos” que no creían en el empoderamiento lésbico ni en los WC transgénero. Churchill, un odioso racista. Hernán Cortés, un genocida y un violador de Malinches; el 12 de Octubre, “nada que celebrar”.

La identity politics lleva a los jóvenes occidentales a despreciar su propia cultura. En las universidades, los black studies, LGTB studies, Women’s studies, etc. exhuman y celebran a los innumerables genios que no llegaron a triunfar porque el heteropatriarcado solo podía permitir un Parnaso habitado por viejos hombres blancos heterosexuales. Hay un solo tipo de studies que no se dedica a glorificar al grupo correspondiente: por supuesto, son los whiteness studies, los “estudios sobre la blanquidad”. Voz “whiteness studies” de la Oxford University’s Research Encyclopedia: “Es un sector creciente de la investigación universitaria cuyo objetivo es revelar las estructuras invisibles que producen la supremacía y privilegio de los blancos”.

Se crea también una brecha generacional entre los millennials ya educados en los dogmas de la identity politics y los carrozas todavía patriarcales. Es una soberbia adanista similar a la que se dio en la generación del 68: “No te fíes de nadie que tenga más de 30 años”.

4) La identity politics necesita alimentar constantemente el victimismo. La mujer debe sentirse víctima, el negro debe sentirse discriminado, el homosexual debe sentirse perseguido. Cuenta para ello con puntos débiles de la naturaleza humana, como la facilidad para la autocompasión y la necesidad de encontrar explicaciones externas para los propios fracasos. Es tentador poder creer que, si fallé en aquel examen de acceso a la Universidad, o si no tuve una carrera profesional tan brillante como esperaba, fue, no porque me faltara talento o esfuerzo, sino porque el sistema me discriminó por mi sexo, raza u orientación sexual.

Y está triunfando. Está convenciendo a cada vez más jóvenes de que son víctimas. El 8 de marzo, una convocatoria que había caído en la rutina oficialista, se ha convertido en una protesta masiva contra la “opresión de las mujeres”. En Estados Unidos, el porcentaje de gente que cree que el país padece un grave problema de discriminación racial se duplicó entre 2011 y 2017, bajo la influencia del Black Lives Matter y la definitiva apuesta del Partido Demócrata por la identity politics.

El Partido Demócrata en Estados Unidos ha quedado totalmente enfeudado a las “políticas de identidad” del marxismo cultural, con cada uno de sus precandidatos intentando llegar en ellas más lejos que sus rivales… para que, al final, sus primarias se decidan entre dos millonarios ancianos blancos, Joe Biden y Bernie Sanders.

Uno de los dogmas de la identity politics es que, si en algún estamento profesional o académico no se dan porcentajes de representación que se correspondan exactamente con los de los grupos sexuales y raciales en la población total (50% de mujeres, etc.), ello solo puede deberse a la perfidia del heteropatriarcado y la discriminación más o menos sutil. De ahí la generalización de sofismas como la “brecha salarial”, que afirma que las mujeres ganan menos en promedio, no porque escojan profesiones menos retribuidas (humanidades, enseñanza, etc.) o ralenticen sus carreras para criar hijos o tener vidas más equilibradas, sino porque el sistema las discrimina (aunque las leyes prohíban la discriminación salarial por sexo en todos los países). Y si no hay más gente de color en las empresas tecnológicas, las universidades o la administración, tiene que deberse al racismo estructural. Los gobiernos y las grandes empresas han comprado ya ese discurso. De ahí la creación de una costosísima “burocracia de la diversidad” que lucha por incrementar las ratios de los grupos supuestamente discriminados. De ahí los seminarios de “unconscious bias training” en los que las empresas más poderosas del mundo obligan a sus empleados a un constante examen de conciencia, rastreando sus mentes en busca de restos de machismo/racismo/homofobia. El Gobierno británico imparte sesiones similares a sus funcionarios. El objetivo declarado es que tomen conciencia de su “white privilege”, sus “privilegios por ser blancos”.

Y de ahí la política de cuotas, que alimenta el resentimiento entre colectivos. “Discriminar positivamente” a las mujeres significa discriminar negativamente a los varones; primar a unas razas implica penalizar a otras. En su desvelo por incrementar la ratio de las razas peor representadas, las universidades norteamericanas más prestigiosas (por ejemplo, Harvard) han llegado a penalizar tramposamente en las pruebas de admisión a los estudiantes de las etnias sobrerrepresentadas, especialmente los orientales. El truco utilizado es reducir el peso comparativo de los exámenes (que miden conocimientos e inteligencia) e incrementar el de las pruebas psicológicas (que miden características tan objetivables y académicamente relevantes como “la simpatía [amiableness]” o la “personalidad positiva”). En su obsesión por evitar que hubiese tantos chinos en la Universidad y alcanzar un poco más de “diversidad racial”, Harvard ponía sistemáticamente a los orientales un cero en simpatía, sin siquiera llegar a entrevistarlos. Todo esto trascendió en un proceso judicial incoado por el SFFA, un grupo de estudiantes asiáticos  agraviados.

5) La política de la identidad se está deslizando hacia el totalitarismo. Es totalitarismo soft, porque no mata. Pero es totalitarismo. Se está convirtiendo en una verdadera religión de Estado que es martilleada en las escuelas, las universidades, los medios de comunicación, las grandes empresas… La discrepancia pública se hace cada vez más arriesgada. Peligran las reputaciones y los empleos. Con el pretexto del “discurso de odio” (concepto arbitrario e inobjetivable: “Jurisprudencia del sentimiento”), empiezan a aprobarse leyes que castigan al hereje con multas o censura.

Pero la censura más fanática es aplicada por los partidos de izquierda (o sea, en estos asuntos, todo el espectro político menos la supuesta “ultraderecha”) y… los estudiantes de las universidades. Los social justice warriors son la juventud más sumisa de la historia: jamás la nueva generación había asumido con tanto entusiasmo los dogmas de la ideología oficial del momento. Los profesores conservadores lo tienen cada vez más complicado, a poco que cuestionen los artículos de fe. Murray explica casos alarmantes. Los esposos Nicholas y Erika Christakis fueron acosados por turbas estudiantiles y finalmente tuvieron que abandonar sus cátedras en Yale (2015). Habían enviado emails en los que discrepaban del mensaje del decano, que pedía a los estudiantes que evitasen los disfraces étnicos en Halloween (que un blanco se disfrace de chino se considera ahora “apropiación cultural”: una pareja anglo tuvo que cerrar su establecimiento de tacos y enchiladas en Seattle, acusados de apropiación de la gastronomía mexicana; a Justin Trudeau casi le costó el cargo de primer ministro un atuendo a lo rey Baltasar de hace 20 años). Los Christakis pensaban que la libertad para disfrazarse de lo que a uno le dé la gana es importante, y que los carnavales siempre tuvieron un punto transgresor. El decano declaró después de los escraches que “nunca había estado tan orgulloso de sus alumnos”.

Y el profesor Brat Weinstein tuvo que abandonar su puesto en Evergreen College (2017), llegando a sufrir agresiones físicas, cuando se opuso al Day of Absence: durante un día, se invita a los estudiantes blancos a abandonar la Universidad, para que “se pongan en la piel de los excluidos” (en realidad, se trataba de la inversión de una tradición que los estudiantes negros practicaban desde los 60: eran ellos los que decidían ausentarse por un día, para que se notara su hueco). Intelectuales conservadores como Heather MacDonald, Ben Shapiro, Jordan Peterson, etc., ya solo pueden hablar en las universidades (o en cualquier otro sitio) con fuerte protección policial.

Y no hace falta irse a Estados Unidos: Alicia Rubio ve canceladas la mitad de sus conferencias, ha sufrido decenas de escraches y perdió su empleo en un instituto de enseñanza media por bullying ideológico.

Aunque no tenga Gulag ni Lager, el marxismo cultural es tanto o más totalitario que comunismo y fascismo en un aspecto (que resulta ser, por cierto, el definitorio del totalitarismo): su capacidad de penetrar en la vida privada y en los últimos pliegues de la sociedad. No en vano “lo personal es político” (Kate Millet) es el eslogan del nuevo feminismo. La identity politics problematiza las relaciones entre hombres y mujeres, entre blancos y no blancos, entre heterosexuales y homosexuales, también en el ámbito privado: el hogar, la escuela (donde se abruma a los varones con sermones contra su “masculinidad tóxica”), el centro de trabajo, la cama… El nuevo Gobierno español nos anuncia una Ley de Libertad Sexual que en realidad implicará meter al Estado en los dormitorios. La constante monserga de demonización del varón y victimización de la mujer está haciendo la relación entre los sexos más complicada de lo que ya era. La injusta Ley de Violencia de Género ya se ha llevado por delante a muchos hombres inocentes.

6) La política de la identidad se basa en el dogma de la “interseccionalidad” (Peggy MacIntosh), a saber, la interconexión entre las respectivas opresiones de grupo: gays, mujeres, minorías raciales, etc. son aplastados por una misma “matriz de opresión”. Por tanto, sus luchas por el empoderamiento son articulables, coherentes entre sí: negros, mujeres, trans… même combat!

Uno de los aspectos más lúcidos del libro de Murray es su ataque al mito de la interseccionalidad. Para empezar, ni siquiera el frente LGTBI es coherente: “Los hombres y las mujeres homosexuales no tienen casi nada en común. […] Ni se encuentran en ‘espacios comunales’. […] Y ni los hombres ni las mujeres homosexuales se han fiado nunca mucho de las personas que se definen como ‘bisexuales” (Madness of Crowds, p. 35).

He aquí que la G no siente entusiasmo por la L, y viceversa, ni ninguna de ellas por la B. Pero es la T la que plantea una verdadera amenaza existencial a las demás letras del acrónimo. El paradigma de la “transexualidad” es incompatible con el de la homosexualidad. El primero presupone que un chico de maneras afeminadas al que le gustan otros chicos es en realidad “una chica atrapada en el cuerpo de un chico”; el segundo, que es un chico gay. En una conferencia impartida en Madrid en febrero de 2018, Miriam Ben-Sharon (una histórica del movimiento lésbico) explicó: “Si hubiese sido niña en esta época, algún psicólogo me habría explicado que soy un chico atrapado en un cuerpo de chica, y me habría orientado hacia el cambio de sexo. Pero yo no soy un hombre encerrado en un cuerpo de mujer. Soy una mujer a la que le gustan las mujeres. Estoy encantada de mi condición de mujer”.

La disforia de género infantil antes era curada en un 85% de los casos por la naturaleza: al llegar la pubertad, la explosión hormonal disipaba casi siempre las fantasías de identidad sexual inversa (chico que se siente chica, o viceversa). Pero, bajo el influjo del nuevo dogma de la religión marxista-cultural -definido y oficializado en tiempo récord- cada vez más niños con supuesta disforia de género -por cierto, en Gran Bretaña su número se ha multiplicado por 20 en diez años- están siendo tratados con bloqueadores de la pubertad que precisamente impiden esa solución natural, abocándoles al “cambio de sexo” (es decir, la mutilación de un cuerpo sano y el tratamiento hormonal vitalicio). Y hay más: muchos de esos niños habrían terminado siendo homosexuales, si se hubiese dejado actuar a la naturaleza. Las filas de la T están creciendo a expensas de las de la G y la L.

El Partido Feminista de España de la histórica dirigente feminista española Lidia Falcón (en la foto) formaba parte desde 2015 de la coalición postcomunista Izquierda Unida. En febrero de este año, el partido fue expulsado de la coalición por negarse a aceptar los dogmas transgénero. El lobby LGTBI lo celebró como una “limpieza higiénica“.

También hay conflictos entre el frente LGTB y el feminista. Por ejemplo, los vientres de alquiler. En febrero de 2018, los periódicos ingleses titularon que “Tom Daley y su marido anuncian que van a tener un bebé”. Junto al titular, la ecografía de un embrión. En nuestra sociedad de disonancia cognitiva, lo que se espera es que todo el mundo aplauda y haga como si el bebé estuviese creciendo en el vientre de uno de los dos hombres. Pero un columnista del Daily Mail dijo “el rey está desnudo”: “¿Cómo lo harán, exactamente?” [tener dos hombres un niño]. Se desencadenó contra él el furor de la Inquisición LGTB; circularon listas de las empresas que se anuncian en el Daily Mail, con llamadas al boicot. Pero también se levantaron voces feministas a favor del articulista. Pues, como indica Murray, en una sociedad en la que la exclusión de la mujer es el peor pecado imaginable, una mujer -la madre de alquiler, probablemente de algún país del Tercer Mundo: por tanto, “víctima” también a fuer de no blanca- estaba siendo excluida flagrantemente de la fiesta prenatal de Tom Daley y Dustin Lance Black.

Murray hurga con clarividencia y coraje en otras contradicciones de la nueva religión. Un sector del feminismo (la ideología de género) concibe la binariedad hombre/mujer como una construcción cultural, y el género como “puramente performativo” (Judith Butler). Pero si la mujer no existe, o es pura convención contingente-performativa, el feminismo -que es la defensa de la mujer- pierde su sentido. Si los sexos no existen, también pierde su sentido la homosexualidad, que es atracción por el propio sexo (y presupone, por tanto, la binariedad sexual). En su furor deconstructor, el progresismo termina deconstruyéndose a sí mismo.

Pero, mientras el feminismo de género pretendía que la condición de mujer es mera construcción cultural (software), el movimiento gay se atrincheraba en la tesis de que la homosexualidad es hardware: el homosexual lo es de manera ontológica, rocosa, eterna: de ahí que no se le permita siquiera intentar pasar a la heterosexualidad (se han prohibido las terapias de reconversión). En cambio, la heterosexualidad es mera norma cultural (“heteronormatividad”), que puede muy bien ser reinventada y transgredida. En suma: el adepto a la identity politics se escandalizará de que un homo intente pasar a hetero (eso es “renegar de su esencia”), pero aplaudirá que un hetero pase a homo (eso es “salir del armario”).

Lo mismo pasa con la transexualidad. Para el progresista, tener cromosomas XY y genitales masculinos no significa necesariamente que seas un hombre: la asociación del organismo masculino con el rol cultural de hombre es meramente contingente. En cambio, la persona afectada por disforia de género (el hombre que querría ser mujer, la mujer que querría ser hombre) son metafísica, incuestionablemente “mujeres encerradas en cuerpos de hombre”, o viceversa.

Lo transgresor/atípico es hardware: definitivo, inapelable, anclado en las estructuras más profundas del ser. El homosexual y el transexual lo son para la eternidad, y ¡ay de quien lo dude! En cambio, lo clásico (ser hombre o mujer, ser heterosexual) es software: convención, norma cultural arbitraria, sin fundamento natural.

* * *

Tenemos que detener a los profetas de esta religión del victimismo, el resentimiento y el odio, antes de que nos enfrenten aún más profundamente. Y, para detenerles, es preciso desmontar sus sofismas. Es lo que ha intentado Murray en su libro, y es lo que he intentado, modestamente, en este artículo.

Publicado en Actuall.



  1. La religión del victimismo , del resentimiento y del odio es el marxismo de toda la vida.

    Lo que pasa es que ya no hay proletarios en los países occidentales, precisamente por el triunfo del capitalismo y porque todos queremos consumir y no vivir el la miseria comunista o socialista.

    ¡Hay que sacarse algo de la manga!

    Aplicar la praxis marxista para fabricar la revolución (el victimismo, el odio y el resentimiento ) y aplicarlo a otra cosa.

    Un truco, que viene del marketing comercial, es efectivamente dividir la población en grupos homogéneos y fabricantes un enemigo del que se sientan víctimas, aprendan a odiar y durante mucho tiempo…

    …Y luego viene el partido progresista y se erige en “salvador” o ” defensor ” de ese grupo que, ¡ oh, casualidad!, siempre es blanco, hombre y cristiano.

    A cambio del voto para llegar al poder, impedir que las cosas cambien y sigan propiciando el victimismo, el odio y el resentimiento.

    Todo lo contrario de lo que es una democracia:

    Votar sobre un presupuesto, unos impuestos y una gestión.

    (por eso hemos votado a siniestros inútiles que nos han arruinado la vida y, a algunos, les han matado: Zapatero y Pedro Sánchez)

    No es extraño que detrás del bolchevismo y de la “política identitaria sigan estando los de siempre:

    A principios del siglo XX estaban encabezados por Rothschild y hoy están encabezados por Soros.


  2. Cierto… este “nuevo” neo comunismo toca todas las teclas para no dejar vivir tranquila a “la gente” que tango dicen defender… O eres de su opinión o no eres nadie..
    Dan miedo y mucho asco…
    Estoy de acuerdo con el texto y agradezco sinceramente a los organizadores de Somatemps su labor para hacer llegar a la gente sencilla del pueblo trabajador llano como servidora información como la de esta entrada porque da credibilidad a nuestra intuición… De otra manera pensaríamos q estábamos locos!!!
    Es lo q nos quieren volver.


16 octubre 2020

la manipulacion de lenguaje - manipulacion de tu mente

"LA SEMIOTICA es en principio la disciplina que estudia todo lo que puede usarse para mentir"  
 Umberto Eco
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excelente explicacion de CARMEN HUERTAS
manipulacion-mediatica
 "En los años noventa, cuando era estudiante de doctorado en lugares como Emory, Yale o Michigan, no me cansaba de preguntar 
¿Por qué decimos postmodernidad, postmarxismo, postestructuralismo y, sin embargo, no decimos postliberalismo sino neoliberalismo

En el lenguaje estaba la trampa, porque no hay relato más totalizante, cerrado y autoritario que el del libremercado y su confusión de la libertad en general con la libertad de comprarlo y venderlo todo

Si hay un metarrelato cerrado y totalizante es el de las ficciones del capitalismo y, sin embargo, de esto se hablaba más bien poco". 
 Luis Martín-Cabrera
"LAS ELITES VACIAN LAS PALABRAS 
PARA ENCUBRIR UNA REALIDAD TERRIBLE"       
Mario Gas 
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"La realidad está definida con palabras. 
Por lo tanto, el que controla las palabras 
controla la realidad".

 "La conquista del poder cultural es previa 
a la del poder político, y esto se logra mediante la acción concertada de los intelectuales llamados 'orgánicos' infiltrados en todos los medios de comunicación, expresión y universitarios”.
 
"El paso de la utopía a la ciencia y 
de la ciencia a la acción. 
La fundación de una clase dirigente equivale a la creación de una concepción del mundo".
Antonio Gramsci (1891-1937

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EXCELENTE LIBRO DEL PERSONAJE QUE APARECE EN EL VIDEO anterior:

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 ¡“Antisemita”, “conspirador”, “amigo de dictadores”, 
“rojo-pardo”, “dado a confundir”! ....

Numerosos periodistas y escritores que critican a Estados Unidos o Israel son víctimas de estas graves acusaciones que se replican interminablemente en internet.




¡Cuidado!Detras se esconde el objetivo de una campaña de rumores: ¡tender un cordón sanitario alrededor de autores molestos! 
Ahora bien, para que cada uno pueda formarse libremente una opinión sin ser objeto de manipulación, he aquí una relación de las triquiñuelas y procedimientos que es posible encontrar en las campañas de satanización.

 Diez criterios para juzgar si el trabajo es serio o un camelo. 

1. ¡No des la palabra al acusado!
El satanizador jamás verifica con el “acusado” la exactitud de los hechos reprobados, ni si existe una explicación diferente de esos hechos, ni si acaso el acusado ha cambiado de parecer después. Todo acontece como si conocer la verdad no le interesara.

2. ¡Oculta los textos que te contradigan!
El satanizador no aporta prueba alguna. Incluso cuando el “acusado” haya escrito exactamente lo contrario de lo que se le reprocha, el satanizador esconde cuidadosamente esos textos a su público.

3. ¡Esconde tus motivaciones!
El satanizador finge que apunta a un solo blanco, presumiblemente peligroso pero aislado. Sin embargo, cuando se tiene en cuenta el conjunto de blancos posibles, todos se convierten en “conspiradores” o “antisemitas”; Ziegler, Chávez, Castro, Le Grand Soir, Lordon, Ruffin, Kempf, Carles, Gresh, Bricmont, Bourdieu, Wikileaks, Morin, Mermet, Boniface, Enderlin, Cassen, Siné, Bové, Péan, Godard, Jean Ferrat, Seymour Hersh e incluso analistas judíos como Hessel, Chomsky y Finkelstein. ¡No lo habéis notado, pero todos ellos montan “complots” o son “antisemitas”; o ambas cosas a la vez! De hecho, se trata de satanizar a todos los que critican a Estados Unidos o Israel.

4. ¡Copia los medios hegemónicos!
El satanizador jamás cuestiona la información dada por los medios hegemónicos. Pese a que está bien
probado que todas las guerras están acompañadas de desinformación, el satanizador reproduce la versión oficial de los medios como si fuese totalmente confiable. Y si el acusado la pone en duda, esto mismo es la prueba de su “conspiracionismo” y mala fe. Incluso aunque el satanizador pretenda ser de izquierda, nunca le incomoda reproducir las posiciones y los argumentos de la derecha.

5. ¡Haz creer que no entiendes!
El satanizador elimina cualquier matiz presente en el discurso de quien tiene en la mira. Por ejemplo, cuando Washington ataca a Libia o Siria, si alguien demuestra que están en juego intereses económicos o estratégicos, o que la guerra no hace más que empeorar los problemas y lo mejor sería buscar una solución negociada, debe ser acusado de “sostener a dictadores”. Incluso, aunque esa persona haya escrito exactamente lo contrario.
El objetivo es la creación sistemática de confusión entre “oponerse a la guerra” y “apoyar a un dictador”. El satanizador finge que no entiende la diferencia entre ambas cosas. Lo que en realidad quiere es manipular la emoción legítima del público e impedir que este razone.

6. ¡Impide que tus propias opiniones sean discutidas!
El satanizador se cuida bien de no revelar sus propias posiciones, a veces incluso sus propios financistas. Jamás reconocerá que se apoya en think tanks y en grupos de presión financiados por las grandes potencias. Nunca dirá que favorece a tal gobierno, tal guerra o tal política neoliberal ni por qué lo hace. No le interesa el debate, sino excluir a “los malos” de cualquier discusión.
Por eso, la mayor parte de los satanizadores van disfrazados. Es frecuente que la misma persona utilice distintos seudónimos. Otra técnica de manipulación: los satanizadores se citan mutuamente en bucle con el fin de dar la impresión de que “lo dice todo el mundo”.

7. ¡Pon etiquetas!
Con el fin de desacreditar, el satanizador esconde la verdadera posición y los argumentos del satanizado. A él le basta con poner etiquetas: “antisemita”, “conspirador”, “amigo de dictadores”... O palabras sin valor objetivo como “polémico”, “poco creíble”... De este modo, la verdadera posición del satanizado es convertida en una caricatura.

8. En lugar de explicar, ¡insinúa!
Par evitar el ser llevado a un tribunal por difamación, el satanizador frecuentemente reemplaza la acusación pura y dura por una insinuación indirecta*. Genera así un clima generalizado de sospecha que evita la discusión honesta.

9. Para calumniar, ¡mezcla todo!
Como en la carpeta del satanizador no hay un solo argumento adecuado para criticar al acusado, mezcla todo. Relaciona al elegido –sin lógica alguna– con otras personas u organizaciones: “Fulano encontró lo mismo que encontró Mengano, que luego se unió a la extrema derecha, por lo tanto Fulano es de extrema derecha”. Variante: “Hace 10 años, Fulano ha apoyado a Zutano; más tarde, este se pasó a la extrema derecha, por lo tanto Fulano es responsable de esta evolución y él mismo es de extrema derecha”. ¡Aberrante! A menos que el objetivo sea calumniar a cualquier precio.

10. ¡Golpea y luego desaparece!
A su manera, el satanizador utiliza un principio de la guerrilla: “Golpea y huye”. Se niega cuidadosamente a cualquier debate polémico. Dedica largas parrafadas o emisiones enteras a denigrar haciendo todo lo posible para que el satanizado no pueda defenderse. Los portales satanizadores niegan el derecho de réplica e incluso censuran las preguntas de sus propios seguidores. Ya que cualquier discusión honesta los desenmascararían.

Nota
*Una variante de esta técnica muy utilizada en los medios hegemónicos de Argentina es el empleo del modo condicional de los verbos: “Fulanito habría vendido...”, “Menganito habría participado en...”, “Zutanito tendría una cuenta en Suiza...” Otra es dar una ‘información’ empezando así: “Se dice que...”. (N. del T.)

Michel Collon es periodista e investigador de los medios de comunicación que informa sobre la manipulación sionista y el plan de colonización de Israel. Es animador del sitio web http://www.michelcollon.info, desde donde responde a los grandes mitos que sirven para justificar a Israel y su política.

Fuente: http://www.investigaction.net/les-10-commandements-du-parfait-diaboliseur/

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Vivimos tiempos de manipulación masiva. Auténticas campañas mediáticas, estrategias preparadas por enormes poderes visibles e invisibles a base de montañas de mentiras y trucos con el objetivo de mover los hilos de tal manera que los millones de marionetas que pretenden que seamos la gente normal y corriente, digamos, hagamos e incluso pensemos de la manera que ellos quieren. Se trata de distorsionar la realidad poniéndonos en los ojos de nuestro entendimiento las gafas que nos hagan ver la película que ellos desean que veamos. 

Las formas de manipulación son innumerables: la mentira repetida mil veces hasta que nos parezca verdad, la ocultación de aspectos importantes de la realidad, la exageración de otros, los titulares tendenciosos, la descontextualización de lo que se cuenta, la sugerencia como reales o posibles de hechos que nunca tuvieron lugar, la creación de bulos, la utilización de una parte por el todo, la difamación más burda porque siempre algo queda…

Pero en este escrito me voy a centrar en otra forma de manipulación que quizás sea la más potente de todas: el manejo del sentido de las palabras de tal manera que se pueda corromperlas, prostituirlas, vaciarlas de contenido, hacerlas significar una cosa y su contraria… siempre en beneficio de una ínfima minoría.

En política, la disputa del sentido de las palabras es imprescindible para quienes queremos conseguir la hegemonía cultural y política frente a la manipulación masiva que recibimos por la educación, los medios y la cultura en la que estamos inmersos. Y digo que es imprescindible, porque sin lograr esa hegemonía no puede haber cambio y mucho menos podremos mantenerlo. Un claro ejemplo de esto es el término “impuesto”, que en la actual cultura neoliberal está asociado a “robo a mano armada por parte del Estado” y a “veneno para la economía”; de ahí que les sea fácil argüir que cualquier subida de impuestos es mala, aunque sólo afecte a una parte pequeña de la población, la que debería ser mucho más solidaria y contribuir a hacienda bastante más de lo que hace actualmente.

La posibilidad de la disputa del sentido de algunas palabras claves en el ámbito político se acrecienta en los momentos de profunda crisis social y política como el que nos encontramos. Así, hoy es más fácil desenmascarar y denunciar que el sacrosanto término “libertad” lo han restringido a la libertad de mercado o a la libertad de movimiento de capitales, mientras cada vez tenemos menos libertad de movimiento de personas –recordemos a los refugiados-, o menos libertad de expresión y de acción colectiva –la ley mordaza como ejemplo-, o de decisión en muchos ámbitos de la vida de amplios sectores de población por falta de medios económicos para ello.


¿Por qué la política tiene que luchar por las palabras? ¿Qué nos diría Marx? Esto es lo que un marxista francés como Louis Althusser nos responde: 
"La lucha de clases está representada por ideas y éstas, a su vez, están representadas por palabras. Las palabras no sólo son instrumentos de conocimiento, en la lucha política, ideológica y filosófica, los conceptos y las categorías son también armas. La lucha de clases es la lucha de una palabra frente a otra. Y ciertas palabras luchan entre sí como enemigas".

 Bill Clinton lo definió como triangulación en EE.UU. 
Te introduces en terreno rival para, en base a tus propuestas más eficaces, crear las normas, las reglas, las palabras y las formas distintas que te permiten construir de nuevo todo el terreno político.

Ésa es la esencia de la centralidad del tablero, que no es lo mismo, como saben, que el centro político
Y no sólo pueden dibujarla a través de ejes (a veces el izquierda-derecha, otras el nuevo-viejo o el cambio-continuidad), pueden definirla también a través de la batalla por el sentido de todas las palabras que dibujan el terreno de juego. 
La lucha por las palabras centrales conforman el relato ganador en política. 


Otro término que han prostituido es el de “igualdad”, que se asocia ahora fundamentalmente a la igualdad de oportunidades para competir personas que parten con una enorme desigualdad de origen, capacidad y posibilidades; la igualdad de resultados ha quedado desaparecida en combate. O el término “justicia”, que se ha reducido prácticamente a sentencias de tribunales, muchas veces muy discutibles por la gran parcialidad de las mismas o por la gran influencia que tienen en los procedimientos y en los resultados de los mismos los recursos económicos e influencias de las personas implicadas; el sentido filosófico de justicia, incluso de las propias leyes, casi está desaparecido.

O la perversión del término “democracia”, cuando de significar “el gobierno del pueblo” ha pasado a limitarse a un régimen electoral manipulado por las élites para favorecer su dominación, sin prácticamente más participación popular que unas elecciones cada cuatro años, teledirigidas y sumamente condicionadas por la desigualdad de recursos y por unas leyes electorales injustas.

Se podría seguir con el término “izquierda”, que ha perdido prácticamente su sentido original de lucha por la equidad y la solidaridad –además de la libertad- y ha pasado a significar fuerzas políticas que se alternan en el poder con los partidos de derechas sin que difieran sus políticas apenas en aspectos socioeconómicos fundamentales. O con el término “progreso”, que se ha quedado limitado a los aspectos más relacionados con la técnica o el crecimiento económico y ha perdido su sentido de mejora o superación de la condición humana en todos sus sentidos y extensión; hasta el punto de que, mientras la mayoría de los occidentales consideran que durante los últimos 40 años se ha producido un gran progreso, la realidad es que ha tenido lugar es una enorme regresión de derechos, de reparto de riqueza, de solidaridad…, de justicia social en definitiva.

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johnpilger.com:

La otra noche vi 1984, de George Orwell, representada en los escenarios de Londres. Pese a que pide a gritos una interpretación contemporánea, las advertencias de Orwell sobre el futuro se presentaron como una obra perteneciente a un periodo remoto e inofensivo.

Cuando las sociedades avanzadas se despolitizan, los cambios se producen de forma tan sutil como espectacular. En el discurso del día a día, el lenguaje político está invertido, tal y como Orwell profetizó en 1984. «La democracia» es ahora un artefacto retórico. La paz es una «guerra perpetua». «Global» significa imperial. El concepto de «reforma», que una vez resultó esperanzador, hoy equivale a regresión e incluso destrucción. «Austeridad» es la imposición del capitalismo extremo a los pobres y la concesión del socialismo a los ricos: un sistema bajo el cual la mayoría está al servicio de las deudas de unos pocos.

En las artes, la hostilidad a la verdad política se ha convertido en un artículo de fe burguesa. Un titular del diario Observer prefigura «El periodo rojo de Picasso y por qué los políticos no hacen buen arte». Cabe mencionar que este titular se publicó en un periódico que saludaba el baño de sangre en Iraq a modo de cruzada liberal. La incesante oposición de Picasso al fascismo se contempla como una nota a pie de página, de igual forma que el radicalismo de Orwell ha desaparecido del premio que se apropió de su nombre.

Hace unos pocos años, Terry Eagleton, entonces profesor de literatura inglesa en la Universidad de Manchester, consideró que «por primera vez desde hace dos siglos no hay poeta, dramaturgo o novelista británico que esté preparado para cuestionar los fundamentos del estilo de vida occidental».
Ya no se escriben discursos como los de Shelley a los pobres, sueños utópicos como los de Blake, condenas como las de Byron a la corrupción de la clase gobernante, ni hay un Tomas Carlyle o un John Ruskin que descubran los desastres morales del capitalismo. Ni William Morris, Oscar Wilde, HG Wells o George Bernard Shaw conocen equivalentes hoy. Harold Pinter fue el último en alzar su voz....

El 2 de mayo, en Odessa, 41 personas de etnia rusa fueron quemadas vivas en la sede de un sindicato ante la mirada impasible de la policía.

 Existe un video terrible que lo prueba. El líder de Pravy Sektor Dmytro Yarosh saludó la masacre como «otro día brillante de nuestra historia nacional». En los medios de comunicación británicos y estadounidenses se transmitió la noticia como una «tragedia turbia» resultante de los «enfrentamientos» entre «nacionalistas» (neo-nazis) y «separatistas» (el pueblo que recogía firmas para convocar un referendum por una Ucrania federal). El New York Times la entrerró, desechando como propaganda rusa sus advertencias sobre las políticas fascistas y antisemitas de los nuevos clientes de Washington.

El Wall Street Journal condenó a las víctimas – «Fuego Mortal Ucraniano Probablemente Detonado por los Rebeldes, Según el Gobierno»
Obama felicitó a la junta por su «refrenamiento».

El 28 de junio, el Guardian dedicó casi una página entera a las declaraciones del «presidente» del régimen de Kiev, el oligarca Petro Poroshenko. De nuevo se aplicó la ley de inversión de Orwell. No hubo golpe de estado; no hubo guerra contra la minoría de Ucrania; los rusos tenían la culpa de todo. «Quiero modernizar mi país», dijo Poroshenko. «Queremos introducir la paz, la democracia y los valores Europeos. Hay personas a quienes no les gusta. Hay personas a quienes no gustamos».

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"Nos han secuestrado hasta el lenguaje. 
Mercenarios asesinos son llamados "rebeldes"; desestabilizadores pagados desde fuera son llamados  "activistas",  las revueltas hostigadas por la CIA son "primaveras" y el imperio protege al mundo de los crímenes mayores, en lugar de cometerlos. 

Las élites poderosas  tratan de cooptar fuerzas vitales dentro de sus propias sociedades, colonizando lenguaje progresista y trivializando el papel de otros pueblos. Por ejemplo, después de la invasión de Afganistán en 2001, la idea de que las fuerzas de la OTAN estaban protegiendo a las mujeres afganas se promovió y ganó popularidad.  Recordamos la campaña del burka, en la que fueron utilizados hasta colectivos feministas, o el montaje de la niña Malala, activista y bloguera de la BBC, cuyo autobús fue tiroteado   (pero no porque fuera al colegio), daba la casualidad de que esta niña era una bloguera que, pese a su edad, llevaba tiempo trabajando para las campañas que le inspiraban sus mentores de la BBC.  


Qué decir del "secuestro" de las niñas nigerianas por Boko-Haram, una "criatura" de los EE.UU., como el ISIS....Grandes "medios de comunicación" (es un decir) reciben cada día el guión de lo que hay que opinar sobre los temas candentes, y ello sin entrar en los acuerdos que tienen suscritos con Israel y los EE.UU. para no publicar determinadas informaciones que resultaran desfavorables a sus intereses.  (A todo esto le llaman libertad de prensa y democracia)"

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El Etiquetado:

Como todos los propagandistas, la gente de los principales medios de comunicación trata de prefigurar nuestra percepción de un tema por medio de una etiqueta positiva o negativa, antes incluso de que algo sustancial se haya dicho del tema en cuestión.

La función del etiquetado es la de adelantarse a la información con contenido y al análisis.

Pongamos algunas etiquetas:
“...estabilidad”,
“firme liderazgo del presidente...”,
“dura defensa...”, y
“....economía saneada”.
...


Por supuesto, muchos ciudadanos no querrían inestabilidad, un flojo liderazgo presidencial, una defensa débil, o una economía enferma.
La etiqueta define el tema sin tener que tratar con realidades particulares que podrían llevarnos a una conclusión diferente.

Algunas etiquetas negativas comunes son:
“guerrillas izquierdistas”,
“terroristas islámicos”,
“teoría de la conspiración”,
“bandas urbanas” ,
"antisemita"
“anti-americano”
(esta última aplicada a gente tanto de dentro como de fuera de los EE.UU. que critica la política de la Casa Blanca.... aunque sea un verdadero patriota).

Estas etiquetas raramente son tratadas dentro de un contexto más amplio de relaciones y asuntos sociales, que den una vision mas profunda del tema.

Usar por ejemplo terminos como "Alqaeda" , una entidad vaporosa , sutil que nadie sabe donde esta , ni que es exactamente ....permite utilizarlo como cuando le queremos meter miedo a un niño y le decimos que viene el "coco", el "hombre del saco".

Lo "POLITICAMENTE CORRECTO"  
extraordinaria y sutil forma de manipular disidencia:
 
Es una práctica profundamente arraigada que los gobiernos opuestos a la dominación norteamericana sean rutinariamente caracterizados como “regímenes” por los grandes medios de comunicación del imperio, los intelectuales colonizados de la periferia y aquellos que el gran dramaturgo español Alfonso Sastre ha magistralmente calificado como “intelectuales bienpensantes.

La palabra “régimen” adquirió en la ciencia política una connotación profundamente negativa, misma que no estaba presente en su formulación
original.

Otra forma de retorcer los datos 
a  traves del lenguaje:


Otras que no emplearán son:
“poder de clases”,
“lucha de clases”,
“imperialismo de los EE.UU.”

"Economia Capitalista"

Una de las más utilizadas por los políticos y repetida fervorosamente por periodistas y comentaristas de los medios es “reformas”, de la cual su significado es el contrario, siendo aplicada a cualquier política destinada a “deshacer” reformas populares que han sido conseguidas tras años de lucha.

Así, la eliminación de la ayuda familiar es etiquetada de “reforma de la prestación social”.

Reformas en la Europa del este – en Yugoslavia por ejemplo, significó el desmantelamiento de la economía pública, su privatización a precios tirados, con un aumento dramático del desempleo y del sufrimiento.

“Reformas del FMI” es un eufemismo para el mismo tipo de recortes dañinos en todo el Tercer Mundo. Como alguien señaló una vez, las reformas no son la solución, sino el problema.

Libre mercado” y “libre comercio son en gran medida otras etiquetas que han quedado sin examinar por aquellos que las promocionan.

Los críticos se han quejado de que el libre mercado y sus políticas, y el libre comercio minan a los productores locales, basándose éstas ampliamente en subvenciones estatales a multinacionales que destruyen los servicios del sector público, que crean unas diferencias más grandes entre las clases ricas y pobres.




Otra de las etiquetas negativas favorita es: “línea dura”:
Cualquiera que se resiste a las reformas del libre mercado sea en Bielorrusia, Italia, Perú o Yugoslavia, es etiquetado de “seguidor de la línea dura”.

Un artículo del New York Times usó “línea dura” y ”seguidor de la línea dura” once veces para describir a líderes serbios de Bosnia, que se oponían a los intentos de la OTAN apoyados por los EE.UU. de cerrar la estación de radio de los serbios de Bosnia... de la “línea dura”.

La estación era el único medio de expresión de toda Bosnia que ofrecía una perspectiva crítica a la intervención militar occidental y a los miserable bombardeos de la OTAN.

El silenciamiento de esta voz crítica restante fue descrita por el Times como “un paso adelante para dar lugar a un cubrimiento responsable de noticias”.??

Hacia el final del suceso se hizo mención a la aparente ironía de... utilizar soldados extranjeros para silenciar retransmisiones con el objeto de fomentar la libertad de expresión...¡¡¡.
Las tropas de la OTAN que llevaron a cabo esta tarea fueron calificadas de “pacificadoras”.

O que tuvieron EFECTOS COLATERALES en lugar de asesinato de civiles inocentes.

Otro ejemplo: Si yo titulo "Israel está en guerra con Hamás", sin aclarar que Israel es la potencia agresora y Hamás el agredido, lavo las operaciones de exterminio del Estado judío de toda connotación genocida.

No es ningún accidente que etiquetas como “línea dura” estén rara vez vinculadas a información precisa.

La eficiencia de la etiqueta es que propaga una imagen indefinida pero evocadora que carece de un contenido específico y que puede obstruir la comprobación de las pruebas....
Texto del libro "Contrary Notions"

 

Mas ejemplos:

Comercio justo ¿ NO ....comercio simplemente ......el otro es el que es COMERCIO INJUSTO o este otro

Un empresario ? no, es un EMPRENDEDOR nada que ver con explotacion de obreros, ni ambicion por ganancia por encima de todo.

"Defensor del pais y creador de empleo" a pesar de que paguen menos impuestos los patronos que los empleados. ..


 - Otra forma es muy utilizada como truco por los poderosos. Dice Jeremy Bentham:

"Entre los instrumentos de ilusion empleados para hacer que las gentes se resignen al dominio de uno o de unos pocos, esta el ardid de emplear para designar a personas o colectivos, nombres de entidades abstractas ficticias, ideadas para ese proposito, en lugar de las denominaciones ordinarias y apropiadas.

Veanse los siguientes ejemplos:

"En lugar de los reyes o el rey, la Corona o el Trono.

En lugar de un eclesiastico determinado, la Iglesia.

En lugar de los abogados, la Ley.

En lugar de los jueces, el Tribunal.

En lugar de los ricos o de la riqueza.

En lugar de los directivos , La Empresa , La institucion.

El objetivo y el efecto de este engaño, es que cualquier idea desagradable que en la mente del oyente o del lector pueda estar asociada con la persona o el colectivo, sea separada de ellos: y en el lugar del individuo o individuos mas o menos detestables aparece un ser de fantasia que como en poesia, cosquillea a la imaginacion , un fantasma que por medio del poder del que esta investido el individuo o clase, se constituye un objeto de respeto y veneracion.


DEVOLVIENDO EL SENTIDO A LAS PALABRAS:
La Primera guerra mundial de las palabras.
Palestine Think Tank y Tlaxcala declaran la guerra contra la desinformación Mary Rizzo Tlaxcala

Hay vocablos que se utilizan para desencadenar emociones y ofuscar la mente.

Han sido diseñados para embrutecer de forma transitoria las facultades críticas del intelecto, pues aunque permanecen fonéticamente vívidos y capaces de despertar una respuesta emocional en quienes los escuchan, sus connotaciones semánticas han sido parcial o totalmente modificadas por quien las propaga como emisor del mensaje.


Su objetivo último es la creación de consenso, el requisito indispensable de la “democracia”.
El uso de herramientas lingüísticas de persuasión es uno de los aspectos más sofisticados de la denominada “guerra psicológica”, a saber, las operaciones de orden psíquico puestas en marcha por los gobiernos [1].

Pero la guerra psicológica también forma parte de la comunicación periodística básica y del “discurso público”.

ejemplo:
Hay individuos cuya única tarea consiste en convertir las palabras en armas e instrumentos funcionales de propaganda. Sabemos por experiencia que la Hasbará israelí(es el término utilizado por el Estado de Israel y por grupos independientes, para describir sus esfuerzos por explicar las políticas del gobierno israelí y fomentar la imagen de Israel en el mundo.La hasbará es percibida positivamente, y alentada por sionistas y organizaciones e instituciones israelíes.)
Este lenguaje, artificialmente modificado, está imbuido de forma tan meticulosa en el pensamiento occidental contemporáneo que el orwelliano Ministerio de la Verdad se ha convertido en la predicción novelística de lo que en Israel hacen a diario el Ministerio de la Hasbará y todas sus ramificaciones más o menos oficiales distribuidas por el mundo.

Cuando uno mira las noticias por la noche, ya prácticamente ni se extraña al enterarse de los actos cometidos contra poblaciones civiles que viven bajo ocupación militar: crímenes de guerra bajo cualquier circunstancia se comunican como si fuesen actos legítimos e indispensables o incluso realizados con fines humanitarios.

Esas mismas atrocidades circulan camufladas como pasos imprescindibles para la "paz y la coexistencia", mientras que el sufrimiento humano que provocan permanece oculto o desmentido.

Sin embargo, cuando la víctima del sufrimiento es un occidental o pertenece “al mismo campo democrático”, se pone en marcha el mecanismo opuesto, que desencadena nuestra indignación moral.

Somos la clientela sumisa de los medios occidentales, cuyas informaciones ya totalmente digeridas nos parecerían repugnantes si se cambiasen las tornas y, en vez de ser los verdugos, fuésemos las víctimas.
Cuando muere un soldado occidental se lo glorifica como héroe, sin que importe dónde estaba o lo que hacía en el momento de morir, y lo mismo sucede con los israelíes que ocupan territorios sometidos a la “limpieza étnica” de la población que no es judía. ....

¿Nos toman por ciegos, sordos y estúpidos quienes las escriben y difunden o es que somos todo eso y mucho más?
¿Acaso el hecho de vivir como seres "privilegiados" en este planeta, “fuera del eje del mal”(otro buen invento linguistico), nos impide vernos tal como otros nos ven ?

- Ahora por ejemplo en Ucrania, estado por el que pelean los rusos y los grupos "occidentales", Julia Timoshenko (tildada de “populista”, como no podía ser de otra forma), que se atrevió a cuestionar la verdad oficial sobre la gripe A, está luchando denodadamente por que no le roben las elecciones hoy feb2010 , es decir , e adjetivo Populista es aplicado en general a toda aquella persona que lucha por la Verdad y la Justicia y no a favor del Imperio Britanico-Americano  destructor.


¿Nos hemos convertido en los monstruos insensibles que seguramente parecemos o sólo hemos sido adoctrinados y nos lavaron el cerebro hasta bloquear nuestras facultades críticas?
Los regímenes totalitarios han dependido siempre de la ignorancia o el miedo para establecer, consolidar y mantener su dominio sobre quienes, de otra manera, se sublevarían contra ellos.

Lo mismo parece ser verdad en las “democracias” actuales.

La lucha contra la retórica vacía, la deconstrucción de las mentiras y la reconquista de nuestro sentido crítico han dejado de ser un lujo para convertirse en una absoluta necesidad.

Con el objetivo de contribuir a esta toma de conciencia, Palestine Think Tank y Tlaxcala lan zado una campaña internacional de ensayos centrados en la deconstrucción analítica de muchos de esos términos y locuciones, como paso inicial para construir un lexicón alternativo con una lectura más cabal de las palabras que, en estos momentos, ejercen su asedio contra nosotros como instrumentos emocionales de propaganda.

Pedimos a nuestros autores asociados, miembros y afiliados que reflexionen y escriban sobre estos asuntos e invitamos también a nuestros lectores a que colaboren con ensayos originales para su publicación, su traducción y su difusión.
mas ejemplos:

Tras el fin de la Guerra Fría, la idea "Derechos Humanos" ha sido utilizada como justificación por parte de los poderes militares y económicos "singularmente por parte de Estados Unidos" para tomar el control de otros países, mediante una "intervención humanitaria" (buen ejemplo cuando ocurrio el Tsunami y con esta disculpa se ocupo la zona y se crearon bases militares americanas perennes)

A la miseria no se la deberia llamar hambre, porque el hambre es sólo cuestión de comer.
El hambre no es un asesinato político ni un genocidio, aunque deje sin vida a más de 100.000 personas a diario.

A los países que han sido esquilmados y empobrecidos por el latrocinio de las grandes empresas y los intereses de las grandes potencias y que tratan de salir de la miseria acatando las recetas de los que les han robado, se les llama “en vías de desarrollo”.

A los inmigrantes que huyen del hambre se les llama “ilegales”.
A las personas que buscan trabajo se les llama “mercado de trabajo” o “capital humano”.

A las personas que ofrecen sus recursos mentales y físicos en las empresas, se las llama “recursos humanos” no personas.

A las ayudas humillantes que dicen prestar los que primero han robado, les llaman “cooperación”. .

Nombrar el mundo es la base de toda humanización.
Repetir las etiquetas que pone el poder
degrada al ser humano.

La miseria más profunda que puede sufrir el hombre es la de su ignorancia promovida y consentida
Michael Parenti

Los dueños del mundo han querido ocultar la lucha de intereses de clase o lucha de clases con un falso enfrentamiento NORTE - SUR que facilitaba el manejo de las poblaciones en el "primer mundo"http://www.vnavarro.org/?p=3609#more-3609

Propongo un primer cambio de nombre al petroleo para empezar a recuperar el lenguaje:

(tomado del nombre coloquial que le dan al petroleo algunos grupos de Africa) y su traduccion seria :

En lugar de ORO NEGRO llamarle LA MIERDA DEL DIABLO (creo que es mas preciso este ultimo termino coloquial)

LA MENTIRA SE APOYA EN EL OLVIDO:





Notas
La Primera guerra mundial de las palabras es una iniciativa de Palestine Think Tank y Tlaxcala. Los autores que deseen participar pueden enviar sus textos a contact@palestinethinktank.com y a tlaxcala@tlaxcala.es. Para leer otras entradas de esta Primera guerra mundial de las palabras, pinche aquí

Sobre Mary Rizzo
Manuel Talens es miembro de Rebelión y Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a la autora, al traductor y la fuente.
La imagen Big Brother, de Abbé Nozal, está inspirada en una ilustración anónima del artículo Brainwashing and 911, de Terry Morrone.

Fuente en Palestine Think Tank : http://palestinethinktank.com/2009/10/02/the-first-word-war-palestine-think-tank-and-tlaxcala-declare-war-against-disinformation/

Fuente en Tlaxcala: http://www.tlaxcala.es/pp.asp?reference=8844&lg=es

Cuando las empresas y los bancos capitalistas diseñan y ejecutan  "planes de negocios", son "pragmáticos".
Cuando explican públicamente estos planes, son "morales". 


La rentabilidad privada (pragmática) que rige los "planes de negocios" capitalistas, por imperio de la conversión "moral", se vuelve de esta manera "causa social". No estamos haciendo negocios privados, sino desarrollando una causa empresarial al servicio de todos.

Leer aqui:
http://pdfcast.org/pdf/diccionario-neoc-n-castellano

LO POLITICAMENTE CORRECTO : MANIPULACION Y CONTROL 

Entrevista con Vladimir Volkoff:
Marc Vittelio


Vladimir Volkoff es doctor en filosofía, profesor de inglés, militar durante la guerra de Argelia, funcionario del Ministerio de Defensa y, más tarde, profesor de lenguas y literaturas francesa y rusa en Estados Unidos. Fue el primer escritor que Francia dedicó seriamente sus estudios a estudiar la manipulación informativa. 

Pariente de Tchaikovsky, es uno de los escritores mejor situados a la hora de explicar el concepto que conocemos como "políticamente correcto", tema de su último libro publicado en Editions du Rocher: 
La désinformation par l’image.

Nos hemos encontrado con este autor que rezuma humor y cultura por todos sus poros y que nos ha prodigado algunos consejos para combatir ese veneno que ataca nuestra sociedad.

—¿Cuál es su definición de lo "políticamente correcto"?
—Lo políticamente correcto tal y como lo conocemos en la actualidad representa la entropía del pensamiento político. Como tal, es de imposible definición puesto que carece de un verdadero contenido. Su fundamento básico es aquello del "todo vale". En él encontramos restos de un cristianismo degradado, de un socialismo reivindicativo, de un economicismo marxista, y de un freudismo en permanente rebelión contra la moral del yo. Si comparamos el hundimiento del comunismo con una explosión atómica, diríamos que lo políticamente correcto constituye la nube radioactiva que sigue a la hecatombe.


—¿En qué consiste lo "políticamente correcto"?
—Lo políticamente correcto consiste en la observación de la sociedad y la historia en términos maniqueos. Lo políticamente correcto representa el bien y lo políticamente incorrecto representa el mal. El summun del bien consiste en buscar en las opciones y la tolerancia en los demás, a menos que las opciones del otro no sean políticamente incorrectas; el summum del mal se encuentra en los datos que precederían a la opción, ya sean éstos de carácter étnico, histórico, social, moral e incluso sexual, e incluso en los avatares humanos. Lo políticamente correcto no atiende a igualdad de oportunidades alguna en el punto de partida, sino al igualitarismo en los resultados en el punto de llegada.


—¿Quién lo inventó?
—Nadie ha inventado lo políticamente correcto: nace como consecuencia de la decadencia del espíritu crítico de la identidad colectiva, ya sea esta social, nacional, religiosa o étnica.


—¿Quién lo practica?
—Lo políticamente correcto es de uso común entre los intelectuales desarraigados, pero como es contagioso, es normal que otras personas estén contaminadas sin que por ello sean conscientes de ello.


—¿Cómo podemos desintoxicarnos?
—La desintoxicación es difícil, en la medida en que vivimos en un mundo en el que los media (y la palabra media es, en sí, un barbarismo políticamente correcto) han adquirido una importancia desmesurada y son precisamente éstos los encargados del contagio masivo. El primer remedio consiste en tomar conciencia de que lo políticamente correcto existe y que circula sobre todo a través de nuestro vocabulario. El segundo, sería tomar conciencia de que el "yo" forma parte de un "nosotros" y de que ese "nosotros" debe proteger al "yo" contra el "se dice..." políticamente correcto. El tercer remedio consiste en poner en práctica la conciencia de renuncia a toda terminología políticamente correcta y a las ideologías sobre las que se apoya. Por ejemplo, hay que decir "aborto" en lugar de "interrupción del embarazo", "sordo" en lugar de "deficiente auditivo", "vejez" en lugar de "tercera edad", "sinvergüenza" en lugar de "inadaptado". Un "docente" nunca llegará a ser un "maestro".


—¿Cuáles son los estragos producidos por lo "políticamente correcto"?
—Consisten fundamentalmente en confundir el bien y el mal, bajo el pretexto de que todo es materia opinable.


—Aparte de la nación, ¿cuáles son los blancos predilectos de lo "políticamente correcto"?
—Los blancos predilectos son la familia, las tradiciones y, sobre todo, la creencia en ello, puesto que para lo políticamente correcto solo hay una verdad y lo demás es falso.


—¿Tiene usted la impresión de que Francia es uno de los países más tocados por lo "políticamente correcto"?
—Lo políticamente correcto es supranacional como todas las enfermedades. Si estamos en condiciones de afirmar que nació en determinadas universidades americanas, no es menos cierto que se expandió rápidamente por todo el mundo. Quizá en los países de tradición cristiano-ortodoxa se resiste más y mejor a esta epidemia, probablemente debido a la propaganda comunista, quizá a la propia fe religiosa. Lo hemos visto recientemente con los casos de Serbia y Rusia.


—¿Cómo detectar a una persona "políticamente correcta"?
—Una persona políticamente correcta se considera a sí misma tolerante, pero no practica la tolerancia...


—¿Cómo evitar la contaminación?
—Es verdad que lo políticamente correcto nos acecha y se presenta siempre con argumentos inocentes y de fácil asimilación. Se trata de rechazar su inocencia y repudiar esa facilidad de asimilación. Es necesario, asimismo, prevenirse contra el mimetismo de hablar como los demás. Repito aún a riesgo de parecer pesado, el vocabulario políticamente correcto es el principal vehículo de contagio. En cualquier caso, hay que afirmar que lo políticamente correcto es una fe débil y que, como tal, no resiste una enérgica aplicación del espíritu crítico. No hay que ser sumisos a los sentimientos y opiniones generalizados: el espíritu contradictorio más obtuso vale siempre más que la aceptación liberal del pasto mediático.


—Según vd., ¿cuáles pueden ser las consecuencias a corto y medio plazo del triunfo de lo "políticamente correcto"?
—Lo políticamente correcto prepara el terreno de forma ideal para las operaciones de desinformación y para la expansión de la mundialización. Cuando todo el mundo crea que las verdades pueden ser objetos de trueque, de que no existen ni verdades ni mentiras, el mundo estará preparado para recibir la misma propaganda, de participar de la misma pseudo-opinión pública fabricada para consumo universal. Y esta pseudo-opinión pública aceptará cualquier acción, incluidas las más brutales que indefectiblemente irán en beneficio de los manipuladores.



(Obras de Vladimir Volkoff sobre la manipulación de la información: Le montage, La désinformation, arme de guerre, Petite histoire de la désinformation, Désinformation, flagrant délit, Manuel du politiquement correct y La désinformation par l’image)
 

Discurso, neolengua y crisis

Muchos autores han tratado el tema del papel capital del lenguaje para con la disposición de los entornos de control social. La literatura científica sobre el tema es profusa y compleja. Pero vamos a centrarnos esta vez simplemente en un par de ideas de Michel Foucault y de George Orwell respectivamente, y a tratar de conjugarlas al objeto de fundamentar mínimamente una óptica alternativa al discurso “oficial” sobre la crisis, sus causas y sus alternativas.

Decía Foucault que no se puede pensar en la producción del saber como algo independiente a las relaciones de poder. Dichas relaciones de poder funcionan a través del discurso. Un discurso que opera de manera continua, incesante y diariamente desde los medios de comunicación masivos, desde las instituciones establecidas y desde sus representantes. El conocimiento subjetivo generado en la ciudadanía mediante el discurso es primordial en las relaciones de fuerza. El lenguaje de ese discurso, por tanto, termina por ser un instrumento fundamental en la construcción de subjetividades.
Orwell por su parte, en su libro 1984, introdujo el concepto de neolengua, en referencia al proceso de manipulación, simplificación, reducción y alteración consciente del lenguaje, que había puesto en marcha el feroz régimen totalitario de la novela, para tratar de controlar y definir el pensamiento de la ciudadanía en función de sus intereses políticos. Este concepto de ficción, ha sido posteriormente recurrente en el análisis del lenguaje político, la propaganda y la manipulación de la comunicación.
La idea de que un buen hablante de neolengua es aquel que necesita menos palabras para expresar una idea, podría ser extendida para considerar que un buen discurso será aquel que se baste de un reducido número de neopalabras para influenciar el pensamiento subjetivo de su público.
Aquí de momento no ha hecho falta inventar palabras nuevas, pero sí que se da un proceso parecido cuando observamos que de un tiempo a esta parte aparecen constantemente en los medios expresiones, que hasta ahora habían sido poco frecuentes en estos ámbitos y cuyo significado ha sido parcialmente instrumentalizado en favor de la construcción de un determinado discurso.
Partiendo de estas premisas y combinando las ideas aquí expuestas les propongo el siguiente ejercicio. Ensayemos un esbozo de discurso “oficial” tomando algunas de esas palabras o expresiones tan en boga:
El Mercado” un ente etéreo y difuso dedicado a actividades de compra, venta y especulación financiera con plena capacidad autorregulatoria, se erige ahora como referente único para el análisis y la toma de decisiones. La novedad asociada al concepto es que la autoridad política se declara insolvente ante sus designios, se autoanula y delega toda responsabilidad en él. La trampa radica precisamente en hacer creer que toda posibilidad de acción política queda diluida en la nueva definición del término.
Una de las conclusiones a las que ha llegado el tal Mercado, y que por descontado el discurso político y mediático hace suya, es que todos nosotros “Hemos Vivido por Encima de Nuestras Posibilidades”. Cosa un tanto engañosa ya que dicha sentencia es imposible en sí misma. No se puede vivir por encima de las posibilidades de uno. Por poner un ejemplo, si alguien compró un coche muy caro con un sueldo modesto fue porque dicha posibilidad existía, alguien o algo se la planteó, se la ofreció, la puso a su disposición y el sujeto en cuestión optó por ella. Cuando menos podríamos hablar de una responsabilidad compartida entre quien plantea una posibilidad con mal futuro y quien se decide por ella, pero no parece desprenderse eso de la frase que comentamos.
A resultas de asumir que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades hace su aparición otra palabra mágica, “Austeridad” que se presenta como la receta natural ante tal despropósito. La R.A.E la define como la cualidad de austero. El término aplicado en este contexto invoca a la sobriedad, a la sencillez y a la ausencia de alardes. La particularidad es que en el caso al que nos referimos parece apuntar única y exclusivamente a los servicios públicos. Vamos lo que viene siendo conocido en las últimas fechas como “Hacer los Deberes”. Por si fuera poco con el eufemismo y con su aplicación parcial, redoble de tambor.
Pero no se preocupe si con usted no va eso de la austeridad siempre puede convertirse en “Emprendedor”. Otrora conocido como empresario. Se ve que han querido rebautizar el concepto dándole una connotación más, digamos, vital. El mensaje implícito es que como la austeridad sólo se aplica a los servicios públicos y a sus empleados, usted podrá sortearla emprendiendo.
El análisis de este discurso arroja evidentes conclusiones a cerca del modelo ideológico que lo sustenta. ¿Por qué se ve entonces en la necesidad de presentarse envuelto en esta especie de papel de celofán que suponen esos malabarismos con el lenguaje? Probablemente porque de no ser así el discurso no conseguiría hacer conformar la inherente construcción de subjetividades con los intereses subyacentes a ese modelo.





En Wall Street, el mismo escenario donde hace tres años se derrumbaba el coloso financiero Lehman Brothers y estallaba la crisis del robo con la "burbuja financiera", Barack Obama,  el presidente de turno USA, hizo un llamamiento moral y exigió a las corporaciones de Wall Street que dejen atrás un periodo de "abusos, excesos, imprudencia y crisis" y anunció nuevas medidas regulatorias para evitar que se repitan este tipo de colapsos.

También señaló que "se necesitan reglas fuertes para prevenir que de nuevo se produzcan estos riesgos sistemáticos", por lo que pidió "a la industria financiera que se sume a este esfuerzo constructivo para actualizar el marco regulador".

Entiéndase bien: El macro-robo financiero con los bonos sin respaldo nuncan se llaman de esa manera, según Obama,  sino "abusos, excesos, imprudencia y crisis".

En el mundo real de "Alí Babá y los 40 ladrones", pedirle a los banqueros sionistas de Wall Street que se sumen a un "esfuerzo constructivo" para regularse y controlarse a si mismos, es como pedirles que renuncien a su identidad y a su naturaleza histórica: 
La búsqueda de rentabilidad y la concentración de riqueza en pocas manos.

El Estado imperial no es una organización filantrópica al servicio de "causas morales", sino una  herramienta normativa y reguladora del sistema capitalista que lo utiliza y controla para generar rentabilidad tanto en los tiempos de "burbujas" como de "crisis".

aLMUNDENA GRANDES - EL PAIS

Ya nos hemos aprendido reforma, y otros términos derivados que forman su familia semántica: ajuste, austeridad, ahorro, moderación, control, flexibilidad, credibilidad. Todas estas palabras están vinculadas estrechamente entre sí por criterios ajenos a los que cimentan la tradición lingüística. No tienen el mismo origen, no provienen de un tronco común, no son sinónimas, homófonas, ni homónimas. Sin embargo, en los últimos tiempos, todas comparten una función que desborda la definición clásica del eufemismo. Hasta ahora, su naturaleza consistía en expresar con claridad y precisión un concepto. Ahora sirven para todo lo contrario, es decir, para enmascarar la verdadera condición del concepto al que aluden.

El lenguaje es la herramienta más poderosa con la que cuentan los seres humanos. Dúctiles, elásticas, maleables, tan universales como a la vez sujetas a un perpetuo proceso de creación y recreación, las palabras, que en teoría designan una idea, tienen el poder de modificar la idea de la que provienen. Así, no solo sirven para expresar la verdad. También pueden emplearse para convertir verdades en mentiras encubiertas.

Lo que hoy se llama reformas, antes se llamaba neoliberalismo. Lo que hoy se llama flexibilidad del mercado laboral, hace muy poco se llamaba despido libre.
Así, ajustes ha sustituido a privatizaciones, austeridad ha reemplazado a abandono de los servicios públicos, y credibilidad a docilidad ante las exigencias de los mercados financieros. La lista es cada día un poco más larga, el panorama, un poco más negro. Pero aunque la sociedad esté inerme como nunca frente a una hidra inmortal, de incontables cabezas, deberíamos reivindicar, antes que nada, la dignidad del lenguaje, la verdadera función de las palabras. Llamemos a las cosas por su nombre. Al margen de ese empeño, ninguna rebeldía será posible.


LA PERVERSION DEL LENGUAJE

Las épocas de crisis suelen ir acompañadas de con­fusiones y de un cierto trastocamiento de los lengua­jes políticos. En tales períodos los falseamientos analí­ticos y las propagandas oscurecedoras de las fuerzas totalitarias se intentan imponer sobre los análisis ra­cionales y los datos objetivos de la realidad. En su no­vela 1984, George Orwell describía un mundo en el que el organismo encargado de la manipulación, la propaganda y la 'falsificación histórica era llamado "Ministerio de la Verdad", mientras que el encargado de la guerra se denominaba "Ministerio de la Paz" y el que perpetraba castigos y torturas "Ministerio del Amor", y así sucesivamente.

En el debate político actual, de una mane­ra más sutil pero no menos peligrosa, se están dando falsificaciones conceptuales y manipu­laciones del lenguaje que sitúan los debates políticos en coordenadas ideológicas bastante precisas. Lo cual condiciona las posibilidades de analizar con objetividad algunos proble­mas y tendencias. Por ejemplo, cuando se menciona la necesidad de "liberalizar" algunos sectores de la economía, lo que se está postu­lando realmente, bajo capa de una pretendida mayor libertad, es una privatización y apro­piación de bienes públicos. Igualmente, cuan­do se habla de las exigencias de "los merca­dos" (en plural) se intenta presentar, de mane­ra pretendidamente objetiva, lo que no son sino inte­reses de grupos muy específicos de poder económico.

Igual ocurre cuando se habla de las ventajas de una dinámica de globalización, que sólo lo es para aquellos a los que más les conviene y no para llevar a la práctica soluciones globales para los problemas realmente glo­bales que ahora tenemos.

En el otro lado de esta globalización desregulada e hiperliberal se sitúa la ofensiva desatada contra la mis­ma idea de "Estado", al que se quiere ver cada vez más limitado en sus funciones protectoras y equilibradoras, y más impotente en el plano de la economía interna­cional.

La obsesión por cuestionar el papel del Estado, como si fuera la encarnación conceptual de todas las negatividades, ha corrido paralela a un ensalzamiento desmedido de eso que se califica como la "sociedad ci­vil", no entendida como "sociedad" o "capital social", sino como los grandes intereses subyacentes. Es decir, en última instancia como referencia de los grupos eco­nómicos y comunicacionales de presión y de poder. Lo cual es una manera peculiar de endulzar las estrate­gias de poder de aquellos que no se sitúan en la lógica de acción democrática, propia de los partidos políti­cos, los sindicatos y las asociaciones ciudadanas.

Mención aparte merece la manera en la que se in­tentan encuadrar —y sesgar— los análisis sobre los pro­blemas del paro y la precarización laboral que están afectando a tantas personas, sobre todo entre las nue­vas generaciones. El mismo concepto de "flexi-seguri­dad" es un ejemplo de peculiaridad orwelliana, con el que se intentan poner en cuestión las conquistas labo­rales y sociales alcanzadas con el Estado de Bienestar. Más peculiar, si cabe, es la noción de "empleabilidad" con la que se pretende trasladar a los parados (espe­cialmente a los jóvenes) la responsabilidad de no en­contrar empleo. Por ello se les dice que tienen que ha-


La falsificación y tergiversación del lenguaje político,
económico y social que se está dando en nuestros días
tiene como finalidad confundir a los ciudadanos e
impedir un análisis crítico y veraz de los problemas
que tienen las sociedades actuales.


cer un esfuerzo de "empleabilidad" personal, asumien­do condiciones y predisposiciones que les permitan ser contratados por quienes —bajo pretexto de más fle­xibilidad- quieren tener todas las ventajas en la lógica del mercado laboral.

Lllamativas son también las pretensiones de aque­llos que intentan transferir a otro plano los fallos de empleo del modelo económico actual, haciendo un llamamiento a los emprendedores. Es decir, cuando no se tiene empleo, la solución —se nos dice— es que los parados se hagan. más "empleables" o se hagan "em­prendedores". ¿Todos los parados?

Esta pirámide de confusiones y tergiversaciones conceptuales tiene sus derivadas en el plano político,donde se pontifica sobre el "fin de la política" (de la política de izquierdas, se entiende), con un imaginario prefabricado en el que se solapan imágenes de corrup­ción, falta de competencia y de seriedad, y conserva­durismos de nuevo cuño (se arguye que las izquierdas ahora sólo quieren "conservar" lo que se tenía antes), etc. Así, frente a las conquistas sociales y laborales al­canzadas, se alza un culto a lo "nuevo" y lo "novísimo", por mucho que gran parte de las mercancías políticas que se intenten presentar como originales no sean sino el más rancio paleoconservadurismo del pasado.


Dos de las piezas nucleares de la operación de deva­luación conceptual de la política democrática genuina son, por un lado, la noción de "gobernanza", como un propósito aguado y disminuido de acción de gobierno, como una "cosilla" que se relaciona con tenues propósi­tos armonizadores y de "buen consejo" (d)or qué no se habla de "gobierno", sin más?); y, por otro lado, la idea de "clase política". Cuando se habla de "la clase políti­ca", o de "los políticos", como algo diferenciado, y en­claustrado en sí mismo y, por lo tanto, más denigra­ble—, se está intentando ir más allá de la noción tradi­cional de "elite política", que al fin y al cabo era un con­cepto sociológico específico. Cuando ahora algunos se refieren a "los políticos" como una entidad separada de los demás (como si los demás no fuéramos también "políticos", incluso en el sentido etimológico de la pala­bra), se está propiciando una operación conceptuál in­criminatoria, intentando devaluar la lógica democrática de la política, con un esquema divisorio entre "ellos" y "nosotros" que alimenta un caldo de cultivo alentador de populismos demagógicos y de falaces pretensiones no-políticas propias de los despotismos.

Con esta peripecia evolutiva, al final se califica de "reformadores" a los reaccionarios, de antiguos y tradi­cionalistas a los progresistas, se llama "ingeniería finan­ciera" a lo que a veces no son sino simples estafas y en­gaños, se suaviza la imagen de los bombardeos, que al final siempre sufren poblaciones civiles, adjetivándolos como "intervenciones humanitarias", mientras las víctimas inocentes son consi­deradas como "daños colaterales". El col­mo de los despropósitos —que ni Orwell fue capaz de imaginar— es calificar como "programa de interrogatorios especiales o técnicamente mejorados" lo que no son sino prácticas deleznables de tortura.
El problema de muchas de estas ten­dencias de perversión del lenguaje es que están contando con la colaboración activa y pasiva de no pocos analistas y responsables políticos y sociales de todo signo que, para intentar estar a la moda, se de­jan arrullar por los cantos de los grandes intereses que están detrás de las dinámicas de falsificación e instru­mentalización del lenguaje.

Frente a esta situación, los sectores progresistas de la sociedad y todas las personas honestas e inteligentes tienen que reaccionar con rotundidad, combatiendo en la teoría y en la práctica la falsificación del lenguaje político, económico y social.

Si se quiere evitar que el futuro quede hipotecado y atrapado en un doble lenguaje que dificulte identifi­car y entender algunos de los problemas que nos ame­nazan, y que impida reaccionar debidamente ante ellos, hay que empezar por recuperar unos conceptos veraces que no desvirtúen nuestra propia percepción de la realidad. De ahí que, desde Ternas, reclamemos la importancia de la lucha de las ideas y la libertad críti­ca de' análisis y de pensamiento, ya que sólo desde la libertad y la honestidad conceptual será posible evitar el sesgo mediático y el falseamiento analítico que in­tentan imponernos los nuevos amos del mundo por medio de su dominio de los grandes poderes econó­micos e informativos. 

Mas ejemplos:

"Ayuda"= chantaje de los mercados financieros a la democracia representativa
"Rescate"= condena a largo plazo para los ciudadanos y sus servicios sociales
"Líderes políticos"= portavoces del mercado
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7rfiersión d
Susan GeorgePresidenta de Honorde Attac-Francia
La manipulación del lenguaje para manipular la política es una constante a lo largo de la historia. Los sistemas políticos totalitarios y fascistas se apoyaron en la degradación deliberada del lenguaje para dificultar el razonamiento critico. En la actualidad, hay un nuevo ataque al lenguaje por parte de los poderes económicos y políticos necliberales, que ha sido minuciosamente preparado y puesto en práctica a través de los medios de comunicación controlados por ellos. El objetivo es subvertir el significado real de las palabras para poder modificar la realidad a su antojo y ganar la complacencia de los ciudadanos, que perciben como positivas políticas muy perjudiciales para la igualdad y el bien común.

LOS editores de TEMAS aciertan al destacar en este número especial la importancia que para la política tiene el lenguaje. George Orwell mostró de forma magistral cómo manipular el razonamiento políti­co mediante una herra­mienta que denominó "Newspeak". Umberto Eco, en su estudio clá­sico sobre el fascismo, observa que todos los sistemas políticos fas­cistas se apoyan en la degradación delibera­da del lenguaje, y afir­ma que "todos los li­bros escolares de los nazis y los fascistas se valieron de un vocabulario empobrecido y una sin­taxis elemental para dificultar el razo­namiento crítico y complejo."'
Ahora, en el siglo XXI, somos tes­tigos de un nuevo ataque al lenguaje minuciosamente preparado y puesto en práctica por los estrategas y retóri­cos del neoliberalismo. Posiblemente ninguna palabra ilustre mejor esta tendencia que el término "globalización". Algunos atribuyen su origen a un pro­fesor de la Harvard Business School que en 1983 publicó un artículo titulado "La globalización de los mercados", otros sostienen que ya existía ante­riormente. Pero al margen de quien lo inventara, el término "globalización" se ha convertido en una de esas pala­bras a las que se recurre cuando en lu­gar de querer mostrar la realidad, lo que se pretende es enmascararla.
La globalización existe desde hace siglos, quizá milenios. Hay quien afirma, que antes de la Primera Guerra Mundial, en el momento álgi­do del Imperio británico, las econo­mías estaban más integradas que hoy en día. Pero la acepción moderna, ideologizada, del término, busca transmitir una sensación de acogida y calidez para hacernos creer que todos los habitantes del planeta, sin importar el color ni el país de origen, marchamos cogidos de la mano hacia una tierra prometida de oportunidades, prosperidad y progreso para todos.

"Globalización" es una de esas palabras que pueden sig­nificar casi cualquier cosa. Como "desarrollo", que durante los últimos sesenta años ha cambiado tantas ve­ces de significado, que ha sido nece­sario agregarle diversos adjetivos, el más reciente, "sostenible". Sin em­bargo, la acepción de "globaliza­ción" ha permanecido casi invaria­ble, y por norma general, sigue asóciada a la idea de un cambio históri­co de signo positivo, lo que impide a la gente comprender su verdadero significado.
Desde estas líneas llamo a todos los progresistas a jurar solemnemente no volver a utilizar jamás la palabra globalización sin añadir un adjetivo. Que cada cual elija el que considere más adecuado: neoliberal, financiera, corporativa o capitalista, todos son válidos, y quizá haya otros igual de convenientes. Debemos utilizar estos calificativos siempre. Al hacerlo ob­tendremos un punto de partida para explicar lo que esta palabra realmente significa: lejos de crear una comuni­dad de todos los habitantes del pla­neta, la globalización es una enorme y eficiente maquinaria de exclusión. Significa integración de los merca­dos, intensificación del comercio y li­bre circulación de capitales, es cierto. Pero obvia que obliga a los trabaja­dores del mundo entero a competir unos con otros, y que implica en esta guerra al conjunto de los sistemas socia­les. Sobre todo en los países europeos más avanzados, la protección social, las prestaciones sociales, los servicios públicos, la educación y la sanidad, han de justificarse en términos de "competitividad" y "eficiencia", en­tendidos ambos en sentido neolibe­ral, es decir, en función de su contri­bución al beneficio económico. Si no pueden hacerlo, el mundo globaliza­do les niega el derecho a existir.
Es lógico que todos, o casi todos, estemos a favor de compartir ideas y culturas, y deseemos que puedan cir­cular libremente. Pero esto no forma parte de los objetivos de la globaliza­ción capitalista. El capitalismo forzo­samente ha de ser excluyente, por­que para obtener beneficios hay que estar entre los vencedores de esta -"partida" que se juega a escala mun­dial. Los mejores triunfan y los demás fracasan. Los vencedores, una peque­ña parte de la población de cada so­ciedad, obtienen ingentes beneficios, mientras los demás son despojados de casi todo. Desde que comenzó el siglo XX las desigualdades nunca fue­ron tan manifiestas como hoy. Ade­más, los que hoy son los privilegia­dos pueden ser expulsados del siste­ma con una rapidez inusitada.
Hace aproximadamente veinte años, un empresario industrial euro­peo definió con claridad los objetivos económicos de la globalización capi­talista: `Para mí, globalización signifi­ca que mi empresa tenga libertad para invertir y producir lo que quiera y donde quiera, que pueda vender sus productos en cualquier lugar en ausencia de barreras comerciales, y que pueda hacerlo con las menores limitaciones posibles derivadas de le­yes de ámbito laboral o social."2 Hoy en día este empresario hubiera añadi­do `y sin restricciones medioambien­tales". Además, si hubiera sido real­mente totalmente honesto, hubiera añadido también "pagando los sala­rios más bajos posibles compatibles con una alta productividad y solo los impuestos absolutamente inevita­bles". En los países desarrollados, la cuota de los impuestos que pagan las empresas multinacionales a los go­biernos ha disminuido de forma con­tinuada durante los últimos treinta años, lo que supone otro ejemplo de cómo se sustraen a los ciudadanos corrientes los supuestos beneficios de la globalización.
Últimamente los bancos transna­cionales han ampliado el contenido del término globalización al vender valores tóxicos basados en activos con un alto potencial de riesgo, como las hipotecas sub prime. Sus clientes fueron incautos inversores de todo el mundo embelesados por las calificaciones AAA emitidas por las agencias de calificación, agencias que no son más que corporaciones globa­les creadas para obtener beneficios. Hoy en día es imposible confinar una crisis financiera a su lugar de origen, su onda expansiva se extenderá inevi­tablemente por el mundo entero. .
Palabras que dificultan la reflexión
Aparte del término "globaliza­ción", se han ido introduciendo en nuestro lenguaje otras palabras que dificultan la reflexión sobre los prin­cipales fenómenos y desafíos a los que actualmente nos enfrentamos.
Generalmente se trata de términos acuñados en inglés, dado que es el idioma más extendido en los ámbitos institucional y comercial. Algunos quizá sean difíciles de traducir, pero otros, como "modernización" o "re­forma", tienen su equivalente en to­dos los idiomas. Siempre que el capi­talismo explora nuevas vías para ob­tener beneficios, crea un término de connotaciones positivas que sirve para enmascarar la amarga realidad.
Veamos otros ejemplos: La Com­modity Futures Modernisation Act (Ley de modernización del mercado de futu­ros de productos básicos), aprobada por el Congreso de los EEUU en el año 2000, abrió el camino para que las corporaciones financieras invirtie­ran grandes sumas en contratos de futuro de trigo, maíz, soja, arroz y otros productos agrícolas. En este caso "modernización" significaba "desregulación total", y nuevos inver­sores sin intención real de comerciar con productos alimentarios irrumpie­ron en el mercado de forma masiva.

La Ley les eximía de revelar su identi­dad o el volumen de sus operaciones, y compraron grano igual que hubie­ran comprado oro o cemento. En 2008 el mercado de cereales había multiplicado su volumen por veinte en comparación con 2003. En un solo día, el 27 de marzo de 2008, el precio del trigo se incrementó un ¡31%!

Dado que las exportaciones es­tadounidenses de productos alimentarios inciden fuertemente sobre los precios de compra en el mercado mundial, el incremento meteórico de los precios provocó el estallido de disturbios en más de treinta países, y el número de personas crónicamente infra-alimentadas aumentó en 100 millones. Los especuladores tenían la conciencia tranquila, actuaban den­tro de la legalidad.
La "reforma" del sistema de pen­siones en Francia significa que la gen­te tendrá que trabajar más años para obtener pensiones menos seguras, y la "reforma" de la educación, que se contratarán menos profesores para reemplazar a los que se jubilan. En Gran Bretaña, la "reforma" ha triplica­ do el importe de las tasas universita­rias. Es obvio que utilizamos estos términos por nuestra cuenta y riesgo.

El término "privatización" no es más que otro eufemismo. La doctrina neoliberal no se cansa de decirnos que lo privado es siempre preferible a lo público, y que la privatización de los servicios públicos es invariable­mente la mejor opción. En realidad se trata de una entrega:
el fruto del trabajo de cientos de miles de traba­jadores durante décadas se transfiere al capital privado. A los nuevos pro­pietarios solo les interesa maximizar sus beneficios y acometer cuanto an­tes una "reestructuración", otra pala­bra que parece neutral, pero que en realidad significa despidos masivos, peor servicio, suspensión del servicio en los barrios más desfavorecidos, precios más altos, etc.

También la Unión Europea sabe como influir en nuestras mentes mo­dificando sutilmente el vocabulario. Los gurús británicos de la "tercera vía" popularizaron el término stakehol­der, que en inglés hace alusión a la propiedad o a una apuesta u opera­ción arriesgada en dinero. En el siglo XIX, cuando los Estados Unidos esta­ban en plena expansión, los campesi­nos podían reivindicar su propiedad sobre un terreno clavando en él unas estacas (en inglés stakes). Si apuestas a que un caballo ganará una carrera, se dice que tienes una "estaca" en dicha carrera de caballos.

Por analogía, en una importante operación financiera puede haber miles de dólares "estaca­ dos". Pero ahora, gracias a la UE —y a los documentos que redactan el Ban­co Mundial y Naciones Unidas— los stakeholders (propietarios o titulares de una "estaca") son aquellos a los que afecta alguna decisión o acción polí­tica. Este término ha suplantado completamente la noción de ciuda­danía e incluso de población. Tal como ocurría en el siglo XIX, cuando solo podían votar los hombres que tuvieran propiedades, no somos ciu­dadanos de pleno derecho si no tene­mos alguna "estaca" clavada.

La palabra "gobemanza" también proviene del mundo de los negocios. En los años 70 se utilizaba para referir­se al proceso mediante el que es diri­gida y controlada una empresa, la "go­bemanza corporativa",pero el térmi­no fue más tarde "reconvertido" por el Banco Mundial y el FMI. La "buena gobernanza" es una de las condicio­nes que ambas instituciones imponen a los gobiernos sujetos a programas de "ajuste estructural", término que en realidad quiere decir "austeridad" y "sacrificio". Como nadie sabe cómo se verifica una "buena gobernanza", el Banco Mundial y el FMI pueden man­tener esta condición en vigor el tiem­po que estimen oportuno.

Hoy en día la Comisión Europea consulta a los stakeholders, a los que en ocasiones denomina "sociedad civil", en lugar de permitir que los ciudada­nos voten. Cuando votan, pero no lo hacen como deben, como ocurrió en los referendos sobre el Tratado Cons­titucional de la Unión Europea, re­chazado por franceses y holandeses, y sobre el Tratado de Lisboa, rechaza­do en Irlanda, se les dice que su voto no cuenta. La soberanía popular, esa gran conquista de la Ilustración en el siglo XVIII, duerme el sueño de los justos porque prácticamente ha desaparecido de nuestro lenguaje.

La "soberanía popular" va d pareciendo de nuestro lenguaje a favor de la "sociedad civil", ese conglomerado de organizaciones no gubernamentales a las que consultan los gobiernos para evitar que ios ciudadanos voten y se manifiesten directamente en ternas de vital importancia para ellos.
Se han ido introduciendo en nuestro lenguaje palabras
que dificultan la reflexión sobre los principales fenómenos
y desafíos a los que actualmente nos enfrentamos.

1 Umberto Eco, Ur-fascism, The New York Review of Books, 22 de junio de 1995, Vol.42, n' 11.
2 Declaraciones atribuidas a Percy Barnevik, entonces Director General de la empresa multinacional ABB, realizadas a la revista Fortune durante una entrevista a principios de 1990.


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La palabra como arma de destrucción masiva



eufemismo.
(Del lat. euphemismus). 1. m. Manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante.
Diccionario de la Real Academia Española.
Suele decirse que el lenguaje es caprichoso, que las palabras, incluso allá donde individualmente se las dota de su ascepción deseada, y de ninguna otra, conjuran para materializarse en significados adversos.

¿Cómo quieres que vaya a verte si el perro de tu padre sale a morderme?, que dice la canción popular a modo de equívoco. También se observa, sin embargo, el efecto contrario: políticos, medios de comunicación, y en general todos los secuaces del gran capital, recurren de forma ilegítima y concienciada a vocablos sin los cuales la justificación de sus actitudes se tornaría esquiva.

El eufemismo, entendido de acuerdo a la cita al principio de este texto, no es sino una más de las tantas formas de mentira. Suave y decorosa, sí, pero de igual origen que la manipulación más violentamente armada. El sistema de producción. Lo que sigue es un sumario de las soflamas linguísticas que el capital destina al blindado de su absurda existencia.
Ejemplos de eufemismo son de todos conocidos. Recuérdese la edulcorada retórica que el gobierno de Zapatero empleó al comienzo de una crisis (que, a todas luces, se antojaba de afanosa salida) a la que se le hizo llamar Desaceleración económica[1,2] y periodo de crecimiento negativo. O la insultante Reordenación del gasto público, que utilizó, entre otros, el Secretario General de Convergencia i Unió, el señor Josep Antoni Duran i Lleida para referirse, entre otras muchas cosas, a una reiterada política de recortes en la Sanidad catalana[3,4].

Estos términos han sido también empleados durante estos días por el señor Rajoy y el señor Montoro. En el periódico ABC leíamos que No hacemos recortes, sino reformas en los servicios públicos[6].

Asimismo, Alberto Garzón, diputado de IU por Málaga, afirmaba en su blog[5] que El gobierno del PP ha aprobado un plan de amnistía fiscal que el ministro de Hacienda ha llamado “plan de regularización de activos ocultos”, y se refirió a este uso adulterado del lenguaje como propio de los economistas y políticos que quieren esconder el verdadero alcance de sus medidas.
Otro hito de la oratoria se exhibe como Mantener el sueldo de los funcionarios, que enunció hace casi un mes el Ministro de Hacienda, señor Montoro, en la lectura de los Presupuestos Generales del Estado.
Lo que este hombre omitió decir, sin embargo, es que los sueldos se congelan, informando con ello de la pérdida adquisitiva que, en realidad, sufrirán los funcionarios. Habida cuenta de ello, el señor Montoro y todo el rebaño político del Partido Popular no dudaron en afirmar, sin embargo, que las pensiones se suben, cuando de acuerdo a los mismos criterios de honradez, hubieron de decir, esta vez sí, que se mantienen.
Otros usos semánticos que paulatinamente se han ido inculcando en nuestra sociedad son los de trabajadores sobrecualificados y ayuda al desempleo. Estos dos hacen caer sobre la figura del trabajador todas sus miserias. Si en lugar del adjetivo sobrecualificado se emplease el más adecuado concepto de subempleo, se harían ver las deficiencias de un sistema económico que expolia al trabajador hasta el último rincón de dignidad.

La ayuda al desempleo juega este mismo papel. Si se da a entender que el sistema nos echa una mano, soslayando que primero nos quebró las piernas, la mentira es manifiesta. Nótese que las implicaciones de esta retórica no se limitan al discurso, sino que tienen consecuencias prácticas en la vida de las personas. A este efecto, cabe mencionar un artículo de Adrián Carmona en Rebelión[8] en el que comentaba, El sujeto liberal no sólo es víctima de la opresión a la que le somete el capital sino que además lo asume conscientemente, anulando la posible capacidad de respuesta de la clase trabajadora. [...]. Así, al comienzo de la crisis leíamos que “el Gobierno del Reino Unido destinará 13 millones de libras (14,5 millones de euros) para pagar los servicios terapéuticos a los ciudadanos que sufran problemas psicológicos, como depresión o ansiedad, como consecuencia de la crisis económica”, es decir, aquellos que no asuman con filosofía la pérdida de su empleo tienen un problema y deben ser tratados médicamente.

Esto es parte de un entramado de actitudes de la clase de arriba hacia la clase de abajo, en la que no solo la opresión sino también los enfrentamientos juegan un destacado papel. Así, como describen en el libro La crisis que viene del Observatorio Metropolitano[7], [...] se explotan las diferencias, se enfrentan los pequeños privilegios, se justifican las posiciones, se tensiona el cuerpo social en todas sus posibles líneas de fractura. [...] Azuzadas, promovidas, lanzadas sobre determinados puntos del cuerpo social de manera directa o sutil, estas divisiones permiten construir chivos expiatorios, reforzar las fracturas, romper los precarios lazos sociales, construir sustitutos horizontales de la lucha de clases. Aquello de arrimar el hombro, apretarse el cinturón, etc., que sostiene tras su ego y nepotismo la enjundia que nos gobierna, da buena cuenta de ello.
Por supuesto, la defensa del sistema capitalista no se limita a enmascarar sutilmente sus contradicciones. Al más puro estilo la mejor defensa es un buen ataque, el trueque de las palabras se torna en sujeto beligerante de una guerra mediática contra el socialismo. De esta manera, se bombardea constantemente al espectador con términos como disidentes políticos (cubanos, claro), que con más rigor podrían denominarse mercenarios, notando así su sumisión a una potencia extranjera y su incurrimiento en un delito tipificado en todos los países del mundo. Se cambia de huir a emigrar, de emigrantes a exiliados.
Se escribe sobre España, sobre Francia, sobre Europa… y contra Cuba. Con la misma filosofía, se hace llamar dictador al presidente de Venezuela, obviando por tanto que Chávez ha sido avalado por sus electores más veces que cualquier presidente de este país, habiendo sido alabado, como citaba Salim Lamrani[9] sobre las conclusiones de El Grupo de Río, por su transparencia, su expresión de civismo y ejercicio democrático.

Aquello que los mass media hicieron llamar referéndum de Chávez para ejercer como presidente vitalicio es otro de esos ejercicios de cinismo que degradaron el carácter de una reforma constitucional de 69 artículos, una de cuyas partes anulaba la limitación de mandatos del presidente, los alcaldes, los diputados y los gobernadores[10].

Limitación que no existe en países como España o Francia, pero esto se “extravió” por el camino. El ataque mediático, por supuesto, se extiende más allá de los países que gozan de un solialismo más puro. Como apuntaba Pascual Serrano[11], [...]

TVE1 explica que Barack Obama pretende presionar a Corea del Norte “para que no lance un satélite montado sobre un misil”. Obsérvese el uso premeditado del vocablo misil, Corea pretende lanzar un satélite de observación como han hecho ya medio centenar de países y, como todos los satélites, necesitan un sistema de propulsión para ser lanzado al espacio exterior que, por tratarse de Corea del Norte, el noticiero denomina directamente misil y no cohete por ejemplo.
Así imprime sus pericias el emporio informativo, la aparente variedad de medios de comunicación instalados en un puñado de manos, esbirros de no más que un sistema económico. De un solo sistema de producción. Y he aquí que se engendra la mentira, arrojada indignamente para erigirse en verdad. En su verdad. Olvidando que esta última solo crece sobre la tumba de la primera. Laissez faire, sí, que ya florece la siembra de su propia destrucción, y de su propio sepulturero. Y esto, querido lector, no es un eufemismo.

Referencias

1 El País, Zapatero anuncia medidas para afrontar la desaceleración económica, 4 de agosto de 2008. 
2 Público, Zapatero reconoce que estamos en una ”desaceleración” económica, 6 de febrero de 2008. 
3 Salvados, LaSexta, Salvados. De profesión, político., 25 de septiembre de 2011. 
4 Berta del Río, Público, Un nuevo recorte de salarios subleva a los médicos catalanes, 25 de septiembre de 2011. 
5 Alberto Garzón Espinosa, Pijus Economicus, La barbaridad económica y política de la amnistía fiscal, 11 de abril de 2012. 
6 ABC, Rajoy: ”No hacemos recortes, sino reformas en los servicios públicos”, 12 de abril de 2012. 
7 Observatorio Metropolitano, Traficantes de Sueños, La crisis que viene: algunas notas para afrontar esta década, pp. 95-101. 
8 Adrián Carmona, Rebelión, It’s a free world, 23 de agosto de 2011. 
9 Salim Lamrani, Rebelión, La lección de democracia del presidente Hugo Chávez, 26 de febrero de 2009. 
10 Artículos 160, 162, 174, 192 et 230 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. 
11 Pascual Serrano, PascualSerrano.net, Perlas informativas del mes de marzo 2012, 2 de abril de 2012.
 
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"Sólo unos pocos acertarán a sospechar e incluso comprender lo que realmente sucede. 
Pero a esa gente la situaremos en una posición de indefensión, ridiculizándolos, encontrando la manera de calumniarlos, desacreditarlos y señalarlos como desechos de la sociedad. 
Haremos parecer chabacanos los fundamentos de la moralidad, destruyéndolos. Nuestra principal apuesta será la juventud. 
La corromperemos, desmoralizaremos, pervertiremos […]».

Allen Wels Dulles
Extracto del libro The Craft of Intelligence [El arte de la Inteligencia, 1963].
Dulles fue director de la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos [CIA] entre 1953 y  1961.



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Artículo publicado por Vicenç Navarro en la columna “Pensamiento Crítico” en el diario PÚBLICO, 31 de marzo de 2015.
Este artículo muestra el sesgo del lenguaje que se utiliza en los medios, tanto académicos como de información, el cual reproduce un sistema de valores dominante en nuestras sociedades.

El lenguaje que se utiliza en la comunicación oral o escrita reproduce en cualquier país los valores dominantes en su cultura. El movimiento feminista ha mostrado, por ejemplo, los términos utilizados en el lenguaje que reproducen el dominio del hombre sobre la mujer en nuestras sociedades. Y lo mismo han hecho los movimientos de derechos civiles en EEUU, en defensa de las minorías afroamericanas, mostrando el racismo que, consciente o inconscientemente, se reproduce en el lenguaje utilizado por la mayoría blanca de aquel país.
Se ha dado, sin embargo, muy poca atención a la discriminación que aparece en el lenguaje cotidiano en la utilización de palabras o términos que son peyorativos y ofensivos hacia los grupos de la población que tienen menos recursos, sectores que, por regla general, pertenecen a los grupos sociales de menos ingresos dentro de la clase trabajadora.

Es común, por ejemplo, referirse a estos sectores como “clase baja”, contrastándola con la “clase alta” y la “clase media”. Así, es común en los medios de mayor difusión, utilizar encuestas en las que se pide a la población que se defina por su clase social, presentando como alternativas las categorías “clase alta”, “clase media” o “clase baja”.

Predeciblemente, la gran mayoría de la población se define como clase media, de donde los medios concluyen que la mayoría de la población en España o en EEUU es y se autodefine como “clase media”. Esta tipología lleva implícita una valoración jerárquica, semejante a un sistema de castas, donde la casta más baja es la clase baja. Es el grupo poblacional al que se definía antes como las clases “humildes”.
Ahora bien, es interesante resaltar que cuando a la población se le pregunta si se considera de “clase alta”, “clase media” o “clase trabajadora”, la gran mayoría de la población se define como clase trabajadora, tanto en España (incluyendo Catalunya) como en EEUU, término que, por cierto, apenas se utiliza en los mayores medios de información.

Es más, cuando se utilizan términos más científicos, como “burguesía”, “pequeña burguesía”, “clase media profesional” o “clase trabajadora”, el porcentaje de la población que se define como clase trabajadora es incluso mayor.

La misma situación ocurre en EEUU, donde los términos son distintos. En aquel país, los términos utilizados son “clase corporativa” (Corporate Class, término equivalente a clase capitalista), “clase media profesional”, “clase media” y “clase trabajadora”. Cuando esta tipología es la que se utiliza, la mayoría de la población se define como “clase trabajadora(ver el excelente trabajo de Marina Subirats, Barcelona: de la necesidad a la libertad. Las Clases Sociales en los albores del siglo XXI).
El lenguaje como reproductor de las relaciones de poder
El hecho de que raramente se utilice el término “clase trabajadora” se debe a que el establishment político-mediático, muy instrumentalizado por los grandes grupos financieros y económicos, quiere que se elimine el lenguaje de clases, sustituyéndolo por el de niveles de renta (clase alta, media y baja), sin analizar el origen de tal renta, agrupando como clase media a la gran mayoría de la población que no es ni rica ni pobre, categoría muy poco científica, que deja de tener valor analítico por su gran diversidad.

En realidad, clase media es una categoría que en su definición científica representa a una minoría que, junto con la clase trabajadora, constituyen las clases populares, que representan un 75% de la población. Las clases altas (burguesía o clase corporativa) y las clases medias de renta media o alta (pequeña burguesía y clase media profesional) representan alrededor del 25% de la población, el cual tiene una enorme influencia mediática y política en el país.
El clasismo en el lenguaje económico: ¿qué es capital humano?
El clasismo aparece ampliamente en la terminología de la economía ortodoxa de corte liberal en el uso del término “capital humano”. En un principio dicha expresión parece razonable, pues se refiere al hecho de que la experiencia o el conocimiento o la educación que un trabajador tiene, añade valor añadido al trabajo que realiza, presentándose esta experiencia, conocimiento o educación como capital que le sirve al trabajador para aumentar su renta.
De ahí la expresión ampliamente utilizada de “invertir en capital humano”, es decir, en las personas, para que, teniendo este capital, valgan más. De esta manera, todos somos capitalistas. Unos tienen acciones bancarias en su haber, y otros tienen estudios. Tanto el uno como el otro tienen capital. Todo puede parecer razonable y lógico, excepto que se basa en una enorme falsedad.

Supongamos que tenemos dos personas y que las dos ingresan 50.000 euros al año. Pero uno los ingresa como parte de su trabajo, consecuencia de su capital humano, según la terminología dominante, es decir, resultado de su conocimiento, educación o experiencia. El otro, por el contrario, los ingresa como parte de las acciones que tiene en el banco. Para el primero, conseguir estos 50.000 euros significa tener que trabajar 240 días al año y ocho horas al día.

En el caso del segundo, el individuo no tiene que hacer nada, repito, nada. El dinero procede de la propiedad del capital, mientras que para el primero procede de su esfuerzo. La terminología de invertir en capital humano implica repartir capital y producir más capitalistas, lo cual transforma al trabajador en un apéndice del capital.
Pero la situación es incluso peor, pues lo que se define como capital humano varía enormemente de un trabajador a otro, pues el valor añadido que el trabajador incorpora mediante su experiencia, conocimiento o educación depende, no solo del trabajador, sino del lugar y sector de la estructura económica en el que desempeña sus tareas. Un trabajador con igual nivel de educación que otro puede añadir más valor al producto en el que trabaja según el lugar donde trabaje, el tipo de puesto de trabajo, el sector económico, el equipamiento existente y un largo etcétera, circunstancias que escapan a su propio control.

Esta observación viene a cuento cuando constantemente se hacen comparaciones de la productividad laboral entre países, concluyendo que los salarios más altos de los países nórdicos se justifican por su mayor productividad, cuando la que se compara no es la del trabajador, sino la del sector económico, es decir, la estructura económica es más productiva en los primeros que en los segundos, estructura que tiene poco que ver con el trabajador en sí. Y ahí está la raíz del problema.

El problema no es, como constantemente se subraya, la menor productividad del trabajador español, sino la estructura económica del país que expresa las relaciones de poder (incluyendo de poder de clase) existentes en España, estructura responsable de su menor desarrollo y su pobreza.
Estos son ejemplos de que el lenguaje que se utiliza, tanto en la vida académica como en los medios de comunicación, es un lenguaje que reproduce en sí las relaciones de poder existentes en nuestra sociedad, tema del cual raramente se habla ni en los foros académicos ni en los medios de comunicación y persuasión del país.


Otra Táctica es una serie de dialécticas para persuadir.

Para entederlo mejor, propongo algunos ejemplos:

- Dilema: Se establece un dilema por la absolutización de uno de los elementos de la discusión. Así por ejemplo se le dice a un adolescente: “Tú eres independiente, ¿cómo puedes obedecer a tus padres?”. Como sabemos, uno puede ser independiente y obedecer al mismo tiempo a sus padres. Sin embargo, se presenta como término excluyente.

- Manipulación del lenguaje: Se manipula a través de la operación “tortuga”, que consiste en dejar la misma palabra, pero cambiando su contenido. El concepto familia o matrimonio han sufrido esta manipulación. 
Hoy se habla mucho en la sociedad occidental de los diversos modelos de familia pretendiendo que no se puede restringir
su significado, cuando en realidad sólo hay un concepto de familia. También semanipula a través de la operación “rechazo”, que consiste en rechazar un término existente por la fuerza del concepto que está detrás y que no permite manipularlo tan fácilmente.

Así, dado que el término “sexo” no puede ser utilizado para fomentar la
agenda homosexual, promovieron el uso de la palabra “género”, ya que con género podían hacer caber el concepto de hombre con atracción a hombres, etc.

- Divinizar conceptos: hay conceptos como “libertad”, “democracia”, “tolerancia”,“derechos”, etc. que por su valor y por la fuerza que llevan dentro son intocables. Así,los usan para unirlos a las ideas que se están promoviendo: Cúantas veces no escuchamos esta frase: “Usted tiene que aceptar los derechos de los homosexuales, entre ellos el derecho al matrimonio, pues de otra manera no sería usted tolerante”.
- Otra forma de manipular es confundir consentimiento y consenso:Cuando un grupo vota a favor de algo, ha escogido que se realice eso, ha dado un consenso, pero no necesariamente se ha dado un consentimiento. La votación de la mayoría no crea la bondad de la cosa votada. 
Sin embargo, la democracia es usada para decidir si algo es bueno o malo y hacer que otras personas acepten estas decisiones. Es como si pudiéramos decidir democráticamente el color de una camiseta. Decía Juan Pablo II
que “cuando la democracia no está basada en los principios y en lo que hace a una persona un ser humano (en las leyes naturales) puede ser la peor tiranía”.
- Se manipula atacando al oponente en su persona, no en sus ideas. Así se ha denigrado mucho la imagen del sacerdote católico y de esa forma es más fácil quitar valor a todo lo que los sacerdotes digan.

- Se manipula también pretendiendo obtener un acuerdo intermedio entre dos puntos de vista diversos, pero con la idea de esperar un poco más para volver a pedir otro punto intermedio. Es el caso típico de la discusión sobre la eutanasia. Al inicio se hablaba de permitir a los enfermos que ellos mismos soliciten su muerte. Ahora, se habla de permitir que los tutores soliciten la muerte del enfermo... y estamos empezando a ver presión para solicitar la eutanasia no en ancianos o enfermos terminales, sino en niños con malformaciones pero que pueden llevar una vida digna.

- Otro modo de manipular es representar al contrincante como un extremista. Los que manipulan siempre se presentan como los razonables, y los que estamos de este lado como los fundamentalistas. Ellos son el centro, nosotros somos el extremo.