El periodista francés ha trazado en el libro En los dominios de Amazon (Trama Editorial) la cara oculta –terrible- que desmantela la imagen de empresa vanguardista que han construido.
Ellos se definen como “exploradores”, Malet como “explotadores”.
De Bill Gates a Mark Zuckerberg pasando por Jeff Bezos, los líderes de estas firmas son retratados como personas especiales que fueron capaces de llevar una compañía de la nada al cielo empresarial gracias al poder de la innovación disruptiva. Pero ¿es así?
Un operario coloca cajas en un almacén de Amazon de Alemania. (EFE)
¿Los grandes campeones lo son por utilizar métodos del siglo XXI o por haber reactualizado los del XIX?
Porque muchas de estas compañías han logrado establecer excepciones que las hacen funcionar con las mismas ventajas que gozaban las grandes firmas de hace un siglo.
Así, la excusa de desenvolverse en un contexto novedoso en el que las amenazas son múltiples (“cualquier chico puede inventar algo que acabará con nuestra empresa”), ha terminado por justificar la enorme concentración del sector y los regímenes de monopolio, o de oligopolio en el mejor de los casos, son habituales en el mundo de las nuevas empresas. La normativa sobre competencia, que se ha aplicado con rigidez en ocasiones recientes, por ejemplo a la hora de abrir los mercados en el caso de empresas estatales que iban a dejar de serlo, se han infrautilizado en estos casos.
Es también habitual encontrar a las empresas tecnológicas entre las que deciden no pagar impuestos en los lugares en los que operan.
Así, Google, una firma cuyo volumen de negocio es de los más importantes dentro del sector, sólo ha pagado en España 33.000 euros gracias a un agujero legal que permite trasladar sus beneficios a Irlanda, donde el tipo efectivo del Impuesto de Sociedades es mucho más reducido, y transferirlo de nuevo hacia el paraíso fiscal de Bermudas. Y lo mismo ha ocurrido en otros países europeos, como el Reino Unido, donde se han puesto en marcha campañas para que firmas como Amazon o Google paguen las cantidades que les corresponden.
Y, por último, no es extraño encontrar a firmas tecnológicas entre las que vulneran la ley y ganan dinero con ello. Según The Guardian, la NSA pagó millones de dólares a Yahoo, Google, Microsoft y Facebook por gastos vinculados al espionaje de sus propios usuarios.
¿Innovación o regresión?
Estas empresas sin competencia, que pueden evadir impuestos y que cobran dinero de los estados por realizar prácticas dudosas, se parecen mucho más a las grandes firmas de finales del XIX que a las del XXI.
Las empresas de la innovación lo son también de la excepción, y aprovechan argumentos, discursos y agujeros legales que les permiten funcionar con condiciones distintas a las del resto.
Cuando la ley no funciona igual para todos, siempre hay jugadores que salen beneficiados.
Eso es lo que sostiene Jean-Baptiste Malet, un periodista francés que se infiltró durante varios meses en Amazon y contó la experiencia en un polémico libro que ve hoy la luz en nuestro país. En los dominios de Amazon (Trama Editorial) generó gran debate en su edición francesa, ya que no sólo planteaba las ventajas competitivas con que la empresa americana contaba respecto de las librerías francesas, sino que hablaba de un sistema de gestión de personal ligado con procesos que parecían haberse perdido en la noche de los tiempos.
Las prácticas típicas del taylorismo se han visto incrementadas con la utilización de nuevos medios que permiten seguir la productividad de los empleados al segundo y, por lo tanto, controlar sus ritmos, pausas e intensidades.
Amazon exige que la productividad de sus trabajadores vaya en constante aumento, algo que no es legal, pero tampoco posible
El mundo en el almacén logístico de Amazon, cuya extensión es semejante a la de cinco campos de fútbol, se divide en pickers y packers, los que cogen los productos de las estanterías y los que hacen los paquetes.
Los primeros tienen jornadas laborales en las que recorren cada noche (el turno en el que fue contratado Malet) más de 20 kilómetros diarios.
Los segundos empaquetan, por lo que pasan muchas horas de pie, realizando tareas repetitivas con ritmos de trabajo completamente pautados. El asunto central de ese panóptico llevado al extremo no es sólo una cuestión de medición y vigilancia continua, sino la utilización de esos mecanismos para forzar al trabajador.
Jeffrey Preston Bezos, dueño de Amazon, / Wikipedia
No se trata de optimizar los resultados y de conseguir que la tarea sea más eficiente, sino de llevar al empleado a sus límites.
Así, se les obliga a realizar un número de tareas determinado que deberá siempre ir a más. “Exigen que la productividad vaya en constante aumento”, asegura Malet, lo cual no es legal, pero tampoco posible.
Sin embargo, eso no es ningún problema para la firma, ya que “los pickers son mujeres y hombres que cuestan menos y son más eficaces que los robots.
Con ellos no hace falta ningún cuidado técnico porque en su mayoría son temporeros.
La dirección de Amazon puede reemplazarlos fácilmente cuando están agotados o no cumplen su tarea, yendo simplemente a buscar otros en el inmenso ejército de reserva que constituyen los desempleados”.
Un trabajador de amazon clasifica envíos en la sede de graben, suiza (reuters)
No habrá paz para los pickers
Hay un montón de detalles que señalan hasta qué punto el ahorro de tiempo lleva a situaciones extenuantes: para aumentar la productividad,
no permiten que los trabajadores hablen entre ellos durante el tiempo de trabajo, las tareas han de realizarse lo más rápido posible y cada vez que hay un descanso, han de regresar a su puesto exactamente 20 minutos después del momento en que se paró. Cada noche los trabajadores tienen derecho a dos descansos.
Uno de ellos es remunerado por Amazon. El otro corre a cargo del trabajador.
Las parejas que se han conocido fuera de Amazon no sobreviven cuando uno de los dos comienza a trabajar en la empresa
Además, la máquina de fichar no está colocada a la entrada del almacén, sino en el puesto de trabajo.
De modo que el tiempo que se tarda en llegar desde los tornos de entrada y salida hasta el puesto efectivo corre también de cuenta del trabajador.
Es un recorrido que se efectúa seis veces al día, ya que cada vez que quieren descansar tienen que pasar por los tornos. En distancias tan grandes como las del almacén, un recorrido mínimo de un par de minutos conlleva doce minutos al día de ahorro para la empresa.
Esta obsesión por reducir costes es llevada al límite en detalles tan peculiares como el uso de la calefacción. La primera huelga en el almacén Amazon francés, impulsada por la CGT, fue causada por la falta de calefacción en unas instalaciones que tenían una temperatura permanente de 15 grados.
El circuito calefactor funcionaba a la perfección pero los directivos no lo ponían en marcha para no gastar.
Ese contexto lleva a una sociabilidad peculiar. Como le contaban los compañeros “amazonenses” al periodista francés, las parejas que se han conocido fuera de Amazon no sobreviven cuando uno de los dos comienza a trabajar en la empresa.
Horarios incompatibles y un cansancio permanente provocan que la vida en común se empobrezca y que la social desaparezca. A cambio se pasa más tiempo alrededor de la compañía, que proporciona ocasionales actividades gratuitas para el ocio, y donde la gente puede socializar con personas de su mismo medio social y forjar nuevos lazos afectivos que suelen consolidarse gracias al chismorreo.
Como explica Malet, cuando tu vida está confinada por jornadas de trabajo que te dejan agotado, y que apenas te dejan tiempo para nada más, tu existencia se torna altamente insatisfactoria y surgen comportamientos regresivos de toda clase (también en lo alimenticio, con el consumo de muchos más productos industriales con exceso de azúcar).
Por eso la dirección pone en marcha actividades que provoquen dosis de alegría artificiales que influyan en el humor y la emotividad. Son técnicas científicamente estudiadas por los psicólogos y a través de las cuales Amazon trata de desactivar ese descontento que sabe que existe.
Son prácticas que no se limitan a Francia. El periodista Spencer Soper denunció una situación similar en el almacén Amazon de Lehigh Valley, entre Pennsylvania y Nueva Jersey y un documental de la cadena alemana ARD descubrió “las condiciones de trabajo de los temporeros extranjeros, especialmente españoles, empleados por Amazon.
Largas esperas bajo la nieve antes de ser transportados en autobuses llenos de gente, promiscuidad en las condiciones de alojamiento en los bungalós de una ciudad de vacaciones que permanece vacía durante la temporada baja, despidos brutales y sin motivo alguno de los temporeros, salarios más bajos que los prometidos durante la oferta de empleo, vigilancia a cargo de violentos agentes de seguridad de una empresa subcontratada, registros arbitrarios y con violencia de habitaciones, registros sistemáticos del personal…”.
Los gobiernos no hacen más que regar con dinero público procesos económicos que destruyen mucho más empleos de los que crean
Pero todas estas denuncias no han servido para que los poderes públicos hayan investigado qué ocurre dentro de los muros Amazon.
Más al contrario, el trato institucional que reciben es mucho más que correcto. Las autoridades suelen alegrarse de la apertura de nuevas instalaciones Amazon en su territorio, en tanto contribuyen a generar puestos de trabajo y les conceden generosas subvenciones para que lo hagan.
Pero con estas acciones, no hacen más que regar con dinero público procesos económicos que destruyen muchos más empleos de los que crean.
El desarrollo de Amazon implica el cierre de muchas librerías, cuyos trabajadores superan con mucho el número de contratados de la compañía estadounidense.
Y además, con la concesión de estas subvenciones otorgadas a una multinacional en plena forma financiera, los políticos no hacen más que falsear la libre competencia.
Sin embargo, todo este cúmulo de ventajas, irregularidades y acciones que bordean lo legal tienen difícil denuncia. En gran parte, por la ley del silencio que reina en la compañía gracias a peculiares disposiciones reglamentarias. El periodista francés contactó con varios sindicalistas que trabajaban en la firma para que le contasen su realidad cotidiana.
Después de varias tentativas, le contestaron citándole para diversas entrevistas en lugares peculiares, como el parking de un centro comercial. Nunca aparecieron.
Después, Mallet descubrió que el anexo 7 del Reglamento interno amenazaba con serios perjuicios legales a los empleados que contasen información interna, vital o no, gracias a disposiciones como la siguiente, que reproduce en el libro:
“Amazon es una sociedad cotizada en bolsa, en el US Stock Exchange, y tiene la obligación legal de prevenir cualquier delito de información privilegiada de proteger los bienes de la sociedad.
La divulgación de informaciones puede afectar negativamente y de manera perjudicial las actividades y el valor de Amazon y puede conllevar responsabilidad criminal”.
¿Por qué es tan barato un libro en Amazon?
La situación en Europa se divide básicamente entre dos tipos de países. Los países donde hay una ley fija, un precio único del libro en los que el editor lo marca y ningún vendedor, grande o pequeño, puede bajarlo. Y, por otro lado, están los países donde el libro no está sujeto al precio único.
Eso significa, por ejemplo, que un libro de éxito puede ser vendido con pérdidas, como un “producto reclamo”, para un comerciante o un supermercado, con la finalidad de atraer clientes. Estas políticas agresivas perjudican a la economía del libro, ya que aun siendo una mercancía comercialmente hablando, no lo es humanamente hablando.
No parece que a Amazon esta Ley le moleste mucho para actuar.
En todos los países donde Amazon se ha implantado, poco importa que se trate de países con precio único del libro o no, Amazon lleva una política muy agresiva con la finalidad de “canibalizar” la economía.
En Francia, por ejemplo, Amazon prefiere perder dinero enviando gratuitamente libros de 3, 4 o 5 euros, ya que sabe que es una parte del mercado ganado, que las librerías de proximidad no volverán a tener.
Amazon pierde dinero voluntariamente para destruir el tejido de las librerías físicas. Es una apuesta y Amazon toma cada día más ventaja en todo el mundo: destruir las librerías físicas, grandes y pequeñas, para ser el único vendedor de libros. Yo insisto sobre “vendedor de libros” pues Amazon no es una librería.
En cuanto a los periódicos en papel, considera que se convertirá en un mero producto de lujo. Su estrategia opera en varios tiempos.
Primero, acabar
con las librerías y los editores que editan en papel.
A continuación
vender de forma masiva lectores electrónicos para ocupar un puesto de
monopolio en la economía.
Asegurándose de esta manera beneficios
colosales.
No parece que esa lectura sea la que cala entre sus clientes.
Es importante que los ciudadanos europeos estén al tanto de estas cuestiones, a riesgo de ver la herencia cultural europea, el origen de las ideas de las Luces, llegar a ser un simple espacio comercial donde el libro se verá reducido a la más nociva de las tendencias: su mercantilización. No se debe confundir comercialización del libro y mercantilización. El problema es amplio y así lo abordo en mi obra.
Se acusa a los libreros no haberse adaptado a los nuevos tiempos, ¿cree que se puede resumir de esta manera la situación de la competencia?
Este es el argumento de Amazon y de los defensores de la venta en línea. Amazon no propone nada más que un servicio de venta rápida de lo que el consumidor le demanda.
En realidad, si se mira más de cerca, es Amazon quien es anticuado, zafio, y no se adapta al necesario progreso humano: una librería no es un simple comercio, es un lugar de convivencia y de humanidad que permite el encuentro, expresarse y descubrir. Es una avanzadilla en el espacio del saber y del trabajo intelectual. La librería es un lugar valioso, diferente, en nuestra sociedad. Ningún intelectual, ningún artista digno de este nombre, podría imaginar un mundo sin librerías.
Lo que muestro en mi libro, es que comprar en Amazon no es solamente una elección de consumo. Es una elección de sociedad.
¿Tienen los libreros alguna oportunidad de ganar esta batalla?
La oportunidad de las librerías de ganar la batalla pasa, en primer lugar, por la unión, además de hacer comprensible a la ciudadanía, que el problema no es sólo de las librerías, sino que es una amenaza para las sociedades democráticas, que se trata de un peligro más grande que el simple cierre de pequeños establecimientos.
Esto pasa por el respeto a la ley.
Por la toma de conciencia política, que supera las discrepancias derecha-izquierda, de todos los ciudadanos. De lo contrario, Amazon será una multinacional que cambiará la sociedad sin que los ciudadanos se enteren realmente. Es por ello por lo que he escrito el libro. Para que podamos reaccionar antes de que sea demasiado tarde.
Imponer
al mundo del libro una rentabilidad que satisfaga sólo el aspecto
financiero es desconocer absolutamente la realidad y los complejos
procesos que permiten a una economía muy específica vivir de buenos
libros
La evidencia es que son precisamente aquellos que se escapan de la lógica financiera, promoviendo la calidad editorial, los que mejor resisten frente a Amazon.
¿Tiene la receta de la supervivencia para las librerías?
Es necesario aceptar que el ratio de rentabilidad de una librería o de una editorial será pequeño, entre el 1% y 2% anual. Querer imponer al mundo del libro un ratio de rentabilidad que satisfaga sólo el aspecto financiero, es desconocer absolutamente la realidad y los complejos procesos que permiten a una economía muy específica vivir de buenos libros.
No aquellos que nos animan, nos divierten y nos hacen disfrutar, escritos por egos ofendidos y seres insípidos que buscan simplemente atraer la atención hacia ellos. Hablo de esos buenos libros, de literatura o de ciencias humanas, que nos sacan de nuestra cotidianidad, que amplían el campo de visión de nuestras vidas, que nos ofrecen perspectivas inteligentes y de comprensión del mundo.
En su libro incide en la explotación de los trabajadores, ¿qué ha hecho Amazon por la protección de los derechos laborales?
En cualquier parte del mundo donde Amazon se ha implantado, en cualquier lugar donde Amazon gestione sus actividades logísticas convirtiéndole en el número uno de la venta en línea, Amazon adopta la misma estrategia, la misma ideología, las mismas reglas, los mismos procesos con muy raras excepciones culturales.
Mi experiencia como trabajador infiltrado en Amazon y los numerosos testimonios que he podido recoger tanto de los trabajadores como de los ‘cuadros’ de la empresa apuntan en la misma dirección: Amazon no respeta la legislación concerniente al derecho laboral.
¿A qué tipo de infracciones se refiere?
Las infracciones son numerosas y ese ha sido el motivo del libro. Más allá de las presiones psicológicas, los trabajadores no tienen, por ejemplo, una cadencia establecida: no se les exige que mantengan una tasa de productividad exacta.
Es aún peor: se les pide ir cada día más rápido que el anterior.
Los trabajadores son puestos en una continua situación de competencia unos con otros. Son animados a denunciarse mutuamente si, por ejemplo, algunos hablan en el lugar de trabajo.
Es un trabajo sin descanso, pero no es simplemente una situación laboral angustiosa, es una nueva situación laboral que no existía en el siglo XX, donde la ideología y el paternalismo jugaban un gran papel.
Pero con el apoyo de las nuevas tecnologías.
La informatización y las máquinas, como el escáner, marcan el camino de los trabajadores. Porque Amazon considera que todo trabajador es un ladrón potencial, los trabajadores son cacheados cada vez que entran o salen del almacén, pudiendo llegar a suponer una pérdida de hasta 40 minutos por semana, que no son remunerados.
En los EEUU los trabajadores acaban de presentar quejas sobre este tema.
Recuerdo los autobuses partiendo de varias plazas españolas, camino de naves de Amazon en el extranjero, cargados de trabajadores. ¿Por qué le gusta a Amazon tanto la mano de obra española?
Para responder a su pregunta sobre los trabajadores españoles en Amazon, debo decirle que he encontrado algunos en Alemania. Ellos no están allí por gusto, sino por necesidad económica.
Mujeres y hombres españoles, a veces con amplia titulación, golpeados por la crisis económica, se ven obligados a realizar trabajos penosos a cientos de kilómetros de su familia. Están alojados en condiciones indignas, que me recuerdan al siglo xix. Es la otra cara, la cara oculta de la “revolución digital” y del lado “cool” de Amazon.
Considera
que las leyes y la soberanía popular son un obstáculo a sus beneficios.
Es por ello que Amazon practica masivamente la evasión fiscal
Eso no lo ven sus clientes.Amazon es una empresa que para conseguir beneficios colosales, trata a su mano de obra como si se tratara de vulgares robots sumisos hasta el infinito.
Y cuando el robot se rompe, se le sustituye por otro parado. Ningún trabajador de Amazon puede tener una larga trayectoria en la empresa ya que el trabajo es tan rápido y pesado que la media de edad nunca va más allá de los 25-35 años.
Hay algo que pasa por natural: ¿Cómo es posible que se le permita no pagar impuestos en el país en el que interviene?
Amazon utiliza una ingeniería fiscal muy compleja para evadir impuestos en los países europeos.
Considera que las leyes y la soberanía popular son un obstáculo a sus beneficios. Es por ello que Amazon practica masivamente la evasión fiscal. En Francia, debe 200 millones de euros al fisco. Cuando se compra desde Europa un libro en Amazon, el dinero va directamente a Luxemburgo. Un complejo sistema de filiales entra en ese momento en juego. Sólo una pequeña filial con una cifra de negocio ridícula manipula y envía los libros desde los diferentes países.
Los estados sólo pueden imponer impuestos a esa pequeña filial ridícula. Y las multinacionales como Amazon pueden así, en complicidad con las políticas liberales europeas, robar a los ciudadanos europeos y exigirles el pago de la deuda pública que permite financiar, por ejemplo, las infraestructuras y el sistema educativo formante de la mano de obra que Amazon explota.
Dibuja un panorama dramático. ¿Por qué temen las librerías a Amazon?
Porque es un adversario económico que no respeta las leyes fiscales, que no debe pagar altos alquileres en el centro de las ciudades, que explota a una mano de obra poco formada en las temibles “fábricas en venta”. Para el mismo volumen de libros vendidos, estudios muy serios muestran que para vender el mismo volumen, Amazon contrata 18 veces menos de mano de obra que una librería tradicional de proximidad.
Esto quiere decir que cuando contrata un trabajador, fabrica diecisiete parados.
¿La empresa actúa igual en Europa y en EEUU?
La lógica es válida tanto en Europa como en América del Norte. Las librerías americanas han cifrado recientemente la destrucción de empleos libreros a causa de Amazon solamente en el año 2012 en 42.000. Esto es inimaginable. Podríamos, de aquí a unos diez años, asistir a la desaparición de numerosas librerías, e, indirectamente, de importantes editoriales que no pueden existir sin una tupida red de librerías.
Trabajar
con Amazon significa, tarde o temprano, ser comido por esta
multinacional que se mofa totalmente de la cultura y del saber. Sólo le
interesa exclusivamente el dinero.
Porque los políticos piensan únicamente a corto plazo. Siendo las tasas de paro muy elevadas, se sienten felices anunciando ‘la creación de empleo’, que como ya he dicho destruyen más empleos de los que crean.
El dinero público sirve para construir una sociedad y debe estar al servicio del pueblo. Ahora bien, el comportamiento de Amazon muestra que busca fundamentalmente evadir su dinero de los impuestos. Es por lo tanto irónico pensar que los políticos franceses puedan dar varios millones de euros a Amazon cuando el fisco le reclama 200 millones de euros. A eso no se le llama hacer política y defender los intereses del país, sino gestionar la propia carrera personal
¿Cómo ve que una importantísima institución dedicada al fomento a la lectura (La Casa del Lector) dedique una biblioteca al Kindle, bajo la excusa de “acercar la lectura digital a todos los públicos”?
Pienso que es un error creer todas las mentiras de la industria digital y los discursos proféticos contrarios al libro digital. Yo no soy un oponente o adversario del libro digital, ni incluso de la venta en línea por Internet. Para mí, todo eso son herramientas que deben estar al servicio de las personas y de la sociedad. Pero trabajar con Amazon significa, tarde o temprano, ser comido por esta multinacional que se mofa totalmente de la cultura y del saber. A Amazon le interesa exclusivamente el dinero.
¿Su trabajo periodístico podría haberlo publicado sin censura en un periódico o sólo el libro es libre para hablar de este tema?
En Francia, la mayor censura viene a menudo de los propios periodistas. Existen periódicos libres en los que habría sido posible firmar mi investigación. Pero no en todos. Algunos están demasiado ocupados en idolatrar a Steve Jobs o Jeff Bezos, pensando que estos campeones de la economía digital representan ‘el progreso’.
Para mí, la mejor herramienta de reflexión y de inteligencia, el mejor soporte para una investigación, el que ofrece más posibilidades y complejidad, es, sin duda, el libro.
Y un libro combativo.
Mientras que yo sea físicamente capaz de escribir, escribiré libros con la finalidad de construir contrapoder, con el fin de detener al poder en lo referente a las investigaciones.
Pero, en un contexto más amplio, con el fin de crear obras que movilicen mucha energía y que movilicen preocupaciones éticas, morales y estéticas. Elementos inestimables acerca de los cuales debemos ser intransigentes a riesgo de todas las cosas nos sean confiscadas.
--
Por Pascual Serrano / Periodista y escritor.
La compañía de venta de libros por Internet Amazon no deja de protagonizar la actualidad informativa. Duras críticas de algunos Gobiernos como el francés, acusaciones de competencia desleal y evasión fiscal por parte de libreros y otras empresas del sector, denuncias de explotación laboral, anuncio de que su principal accionista y fundador compra The Washington Post…
El pasado mes de junio todos los medios recogían el conflicto del Gobierno francés con la multinacional tras las declaraciones de la ministra francesa Aurélie Filipetti, que acusaba a la empresa de prácticas comerciales restrictivas sobre la libre competencia:
“Hoy todo el mundo está harto de Amazon, una compañía que, por su práctica de dumping, tira abajo los precios con el fin de penetrar en los mercados para después, una vez en una posición de cuasimonopolio, hacer que los precios vuelvan a subir”.
En realidad los descuentos de Amazon apenas son del 5% y la gratuidad de los gastos de envío, pero el carácter controvertido de la multinacional es mucho más que esto. Por ejemplo tener su sede en Luxemburgo ha levantado las iras de los libreros europeos y muchos Gobiernos que observan cómo, sin violar la legalidad, la empresa logra evitar gran cantidad de impuestos. De ahí que la ministra francesa extendiera sus críticas un mes más tarde en declaraciones al diario Républicain Lorrain exigiendo que pagara sus impuestos a Francia. Según explicó, la facturación que realiza al territorio francés no coincide con los impuestos que debe pagar.
El truco fiscal
Es en el Reino Unido donde más evidente ha resultado su burla fiscal. Allí los clientes británicos compran libros en la web británica de Amazon, reciben el producto que ha sido guardado en una almacén situado en el Reino Unido, junto a una factura emitida en el Reino Unido, y al final la compañía paga el impuesto de sociedades sobre esas ventas en Luxemburgo.
Según su memoria oficial publicada el pasado 15 de mayo, Amazon recaudó en 2012 en el Reino Unido 5.000 millones de euros y pagó en impuestos 2,8 millones. Además, recibió 4 millones de euros en subvenciones del Gobierno británico. Ya en noviembre de 2012 una comisión parlamentaria británica difundió que la empresa disfrutó de ventas en 2011 por valor de 3.350 millones de libras (unos 4.100 millones de euros). En los últimos tres años, la cifra de facturación superó los 7.000 millones, pero los impuestos de sociedades abonados fueron solo de 2,3 millones de libras. Se suponía que las cifras conocidas eran confidenciales, o al menos esa era la intención de Amazon al entregarlas a la comisión parlamentaria tras recibir esa petición de información, pero los políticos británicos -los mismos que aprueban las legislaciones que permiten que esa actuación sea legal- terminaron tan indignados que las difundieron.
Aunque Amazon.com.uk ingresa miles de millones en diferentes países, todo se factura a través de su filial establecida en Luxemburgo, Amazon EU Sarl, de modo que, a efectos de impuestos, las sedes europeas se consideran proveedores de servicios de la sede de Luxemburgo. Lo paradójico es que en Luxemburgo trabajan cerca de 500 personas y solo en el Reino Unido 4.191.
En España sucede algo similar. Pese al éxito de su lanzamiento comercial, la filial de Amazon declaró en 2012 pérdidas contables de 54.329,8 euros, según las cuentas depositadas en el Registro Mercantil. Amazon Spain Fulfillment se constituyó con el nombre de Amazon.com Spain en 1998, pero permaneció casi sin actividad hasta finales de 2011, cuando el gigante del comercio electrónico lanzó su sitio para el mercado español. Ese año facturó 314.417 euros y abrió el primer centro logístico en mayo de 2012, si bien sus ventas en España serían mucho mayores puesto que muchas se realizan a filiales en otros países. Las cuentas de 2012 recién depositadas son las primeras de un ejercicio completo de actividad normal: la cifra de negocios declarada por la empresa ha pasado a ser de 10,59 millones de euros.
En España se repite el comportamiento de Amazon en otros países europeos, se utiliza a la filial española como simple intermediaria encargada de llevar a cabo la distribución, por lo que, pese a obtener importantes ingresos aquí, no tiene que pagar al fisco porque prácticamente toda la facturación se realiza desde Luxemburgo. Según la memoria de las cuentas anuales depositadas en el Registro Mercantil, la actividad de Amazon en nuestro país consiste en “prestar servicios de soporte corporativo, fundamentalmente a empresas del grupo”. De esta forma la empresa se considera “entidad de reducida dimensión”, tributa al 25% sobre los primeros 300.000 euros y al tipo general sobre el resto. Además, al tratarse de una empresa pequeña, no está obligada a auditar sus cuentas ni a elaborar informe de gestión.
El portal financiero Eleconomista.es ya denunciaba en noviembre del pasado año que en los tres años anteriores Amazon no había pagado impuestos, es más, tuvo incluso una pequeña devolución por parte de Hacienda. Según fuentes próximas a la Agencia Tributaria citadas por Eleconomista.es, el fisco investigaba el pasado año cuáles son sus ingresos reales en nuestro país y por qué puede vender productos culturales, como los e-books, o libros electrónicos, a un tipo de IVA del 3%, cuando en España es del 21%. La clave está en que al facturar desde Luxemburgo, donde el IVA de los libros electrónicos es del 3%, consigue ahorrarse un 18%. De esta forma, se queda sin rival en el mercado español. Varios gremios y empresas anunciaron una demanda contra Amazon por violar leyes como la que regula el precio fijo de los libros.
En principio, según las fuentes consultadas por Eleconomista.es, Amazon España sí que estaría pagando el IVA que le corresponde en otros productos, como los libros de papel, los DVD o los CD de música.
La opacidad de la multinacional es total. Sus responsables en España nunca se han pronunciado sobre las cifras de negocio. La agencia de comunicación que trabaja para Amazon rebotó, probablemente sin querer, un mensaje electrónico interno en respuesta a la petición de información de la revista La Marea. Decía literalmente: “Hola equipo, hemos recibido esta request: Dado lo sensible del tema y la relevancia del medio, de momento no contestéis nada. Cuando nos vuelva a insistir, ganamos tiempo. Mantenedme al tanto por favor y monitorizar el medio. Gracias”.
Cualquiera que entre en el portal de Amazon descubrirá también otra cosa curiosa: la venta de libros procedentes de otras librerías. El sistema consiste en que, al llegar a un país, Amazon elige a las mejores librerías existentes en cada lugar y les ofrece un contrato de colaboración, en el que se fijan las exigencias de calidad, rapidez de la entrega y condiciones económicas. El acuerdo reparte los papeles: la multinacional capta los pedidos en la red, los cobra por medio de tarjeta de pago electrónica y las librerías ponen a su disposición todos los libros de papel existentes en sus almacenes, se encargan de hacer los paquetes y los envíos correspondientes.
Al cabo de varias semanas reciben una liquidación de Amazon por la que devuelven el importe facturado menos el 15% del total (juega unas semanas con la rentabilidad del dinero ajeno). Las librerías, además, han de pagar una cuota al mes y reciben una liquidación por los gastos que les acarrean los envíos a los libreros. Se trata de un gran negocio para Amazon: no invierte nada, no mantiene estocaje alguno, no tiene que manejar la entrada y salida de los libros, no se mancha las manos. Con una simple estructura informática centralizada que maneja la gestión, y con la promoción de la marca Amazon, tiene a su disposición toda la infraestructura librera.
Centro logístico de Amazon en Werne, Alemania. Foto / Dirk Vordestrasse.
Explotación laboral
La otra polémica en torno a Amazon son las condiciones laborales. El detonante fue un documental sobre la central de empaquetamiento de envíos en la ciudad de Bad Hersfeld, en Alemania, emitido el pasado 13 de febrero por la cadena pública de ese país ARD. Una de las protagonistas es una española y profesora de arte en paro que dejó en España a sus tres hijos y a su marido para trabajar durante tres meses para la campaña navideña de Amazon. Como ella, otros 10.000 trabajadores europeos fueron reclutados por la red de empleo EURES. Los empleados son alojados en unos bungalows aislados de la ciudad desde donde les llevaban y devolvían en autobuses a la fábrica. Deben limpiar ellos mismos los bungalows, donde cinco personas comparten habitación para dormir, y les desplazan a la fábrica antes de que comience su turno por lo que deben esperar para trabajar; la española afirma dormir solo cuatro horas al día y quedarse dormida mientras espera su turno. Tanto la comida fría que les sirven como el autobús les son descontados del sueldo. Hasta 15 kilómetros anda cada trabajador en cada turno por los pasillos del almacén preparando paquetes.
Una de las informaciones más impactantes del reportaje es que una empresa de seguridad se encargaba de vigilar a los trabajadores, incluso dentro de las habitaciones, en las que entraban sin permiso y llevaban a cabo registros para documentar “destrozos o robos en el mobiliario del hostal”, según declaró la empresa al periódico Junge Welt. Al parecer, según se muestra en el documental y ha publicado también The New York Times, dicha empresa tendría vínculos con grupos neonazis. El nombre de la compañía es H.E.S.S. en presumible relación con Rudolf Hess, lugarteniente de Hitler. Al parecer no es casualidad ya que muchos de los guardias tenían la cabeza rapada y vestían uniformes de una marca popular entre la extrema derecha. Llegaron incluso a amenazar a los reporteros de ARD. Amazon pidió disculpas y rompió el contrato con la subcontrata.
De visita en varios almacenes de Amazon en Alemania, los periodistas comprueban el modelo laboral: en uno de ellos trabajan 3.300 trabajadores, de los cuales tan solo 200 están fijos. En Ausburgo son 5.000 y solamente un millar está contratado por la empresa, el resto son trabajadores temporales, tanto alemanes como extranjeros. El prestigioso periodista y escritor alemán Günter Wallraff, conocido por sus investigaciones e infiltraciones en empresas explotadoras, entrevistó a numeroso empleados y llegó calificar de “condiciones brutales” su situación laboral.
Tras la emisión del documental el sindicato alemán Verdi convocó una huelga en Amazon Alemania, para reclamar un convenio colectivo que recogiera mejoras en el sueldo base y aumento de suplementos por nocturnidad. En votación entre los trabajadores, el 97% de los miembros del sindicato manifestó su apoyo a la huelga.
El documental alemán no es la única investigación periodística que se ha realizado sobre las condiciones laborales de Amazon. El periodista Jean-Baptiste Malet logró ser contratado e infiltrarse en uno de los depósitos de la multinacional en Montelimar, sudeste de Francia. Con toda la información publicó el libro En Amazonie, infiltré dans le meilleur des mondes (“En Amazonía, infiltrado en el mejor de los mundos”), editado por Fayard y, curiosamente, disponible en Amazon.
Malet comenzó solicitando una entrevista con los responsables de Amazon France, pero frente al rechazo pronto se dio cuenta de que “para poder descubrir qué hay del otro lado del monitor” debía “infiltrarse”. “Descubrí que los empleados no tenían derecho a expresarse sobre las condiciones de su trabajo, ni en los medios ni con la familia, a pesar de las reglas vigentes en el código de trabajo.
La compañía limita toda forma de comunicación”, explicó. Malet fue contratado en el depósito de Montelimar, un hangar de 36.000 metros cuadrados, como “picker”, es decir el obrero que recorre a pie entre 20 y 25 kilómetros cada día para ir a buscar los productos (libros, discos y cualquier otro objeto vendido en Amazon), cargarlos en los carritos y llevarlos a los “packers” o embaladores. Hacía turnos nocturnos, de las 21.30 horas a las 4.50, y cada uno de sus gestos estaba extremadamente codificado: desde el modo de manipular los carritos (la marcha atrás está prohibida) hasta cómo apilar los artículos (por dimensiones, con el código de barras hacia abajo y otros requerimientos).
Como todos los empleados, usaba un “policía electrónico”, un escáner con sistema de GPS que controla en tiempo real los traslados, la velocidad de los gestos y eventuales tiempos de pausa. Un informe final de productividad le era entregado al final de cada turno. Los “picker modelo” -explicó- deben tener un ritmo de 130 artículos por hora, realmente muy alto, considerando que al principio no se consigue cargar más de 50 objetos. La consecuencia son dolores de espalda, cuello, muñecas y piernas. Pero si no se logran los objetivos hay sanciones, y solo los empleados más productivos pueden aspirar a un contrato por tiempo indefinido.
Otro abuso es la temporalidad. Stever Barker es uno de los trabajadores de Amazon que terminó en el paro al finalizar el tiempo establecido en su contrato. En una carta abierta al propietario de Amazon, Jeff Bezos detalla su experiencia en la empresa. Barker es uno de los empleados que firmaba un contrato temporal de once meses, con el que la empresa se ahorraba diversos gastos como seguros médicos y evitaba tener que contratarles de forma definitiva. Lo que indignó a Barker es que ese es el tipo de contrato más habitual, de modo que deben estar constantemente formando empleados que saben que se irán a los once meses y no pueden entusiasmarse ni comprometerse con el trabajo.
Jeff Bezos, fundador de Amazon.
Jeff Bezos funda Amazon en 1994 y ésta comienza su actividad como librería online en julio de 1995. El 15 de mayo de 1997 Amazon.com sale a Bolsa (Nasdaq) como Amazon.com, Inc., una compañía estadounidense de comercio electrónico y servicios de cloud computing a todos los niveles con sede en Seattle, Estado de Washington.
En 2002 logra un beneficio de 3.900 millones de dólares, 5.300 millones en 2003, 6.900 millones en 2004, 8.500 millones en 2005 y 10.700 millones en 2006. La revista Time Magazine calificó a Bezos como la persona del año en 1999.
Amazon ha absorbido numerosas empresas: Audible (una empresa de audiolibros), BookSurge (dedicada a los libros de baja demanda), Mobipocket (la cual crea e-books y dispositivos para libros electrónicos) o Fabric.com (una empresa de costura). Además, ha lanzado sus propios productos como el Amazon Kindle, el cual sirve para leer libros electrónicos.
Ha establecido sitios web específicos para Canadá, el Reino Unido, Alemania, Austria, Francia, China, Japón, Italia y España para poder ofrecer los productos de esos países. En la empresa trabajan 88.400 personas en todo el mundo, cuando hace cinco años apenas superaba los 17.000 trabajadores.
La fortuna del fundador y consejero delegado de Amazon, estimada en 25.200 millones de dólares, se encuentra entre las 20 primeras en el ránking de multimillonarios de Forbes. De cuarenta y nueve años de edad, Jeff Bezos es original de Albuquerque (Nuevo México) y una rama familiar es del pueblo vallisoletano de Villafrechós, que visitó de incógnito en 2006.
El pasado ejercicio, la sociedad cerró con ventas por valor de 61.000 millones de dólares. La compañía tiene una capitalización de 136.050 millones de dólares. Vale un 30% más que hace un año y la apreciación fue del 500% desde la crisis.
El pasado mes de agosto saltó a las primeras páginas de la prensa la noticia de que Jeff Bezos compraba el periódico The Washington Post por 300 millones de dólares.
PUBLICADO EN ATLÁNTICA XXII Nº 28, SEPTIEMBRE DE2013.
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'En los dominios de Amazon'
Jean-Baptiste Malet
TEXTO:
Para
cubrir el incremento de actividad cuando se acercan las fiestas
navideñas, Amazon contrata a miles de trabajadores temporeros. Por
primera vez en Francia, un periodista decide infiltrarse en un almacén
logístico de la multinacional, integrándose en uno de sus equipos de
noche: «Los internautas que hacen clic en la página web de Amazon para
comprar libros, pero también recambios para el coche o ropa interior,
deben saber que detrás de las pantallas de sus ordenadores hay miles de
trabajadores sometidos a ritmos de trabajo insostenibles en un ambiente
casi carcelario» (Jean-Baptiste Malet)
«Una
investigación rebosante de detalles inéditos sobre la condición de
estos nuevos proletarios, cuyos empleos creamos todos a golpe de clic»
Le Nouvel Observateur
«Amazon: lo contrario a diversión» Le Monde
«Este libro describe un universo increíble de acentos totalitarios... que parecen remitirnos al siglo XIX» Libération
«¿Qué hay al otro lado de la atractiva página de bienvenida...?» Le Monde diplomatique
«La cara oculta del bonito cuento de hadas de la sociedad desmaterializada» Les Echos
I
En medio de un inmenso campo de hormigón lleno de señales deterioradas y de carteles publicitarios, cuatro neumáticos mojados se deslizan sobre la carretera de una zona industrial. El reflejo de una más de tantas glorietas aparece en el espejo retrovisor antes de irse reduciendo hasta desaparecer.Hacia adelante, entre el barrido de los limpiaparabrisas, se hace visible una forma grisácea. Bajo el diluvio, la dirección se anuncia en un cartel de hierro que chorrea:
amazon fr.
logística
logística
El
automóvil se sigue deslizando lentamente a lo largo de la valla que
rodea un inmenso edificio de chapa, en el que se abren docenas de
muelles de descarga para transportes pesados. En el estacionamiento, al
otro lado del recinto, los numerosos vehículos de los trabajadores están
perfectamente alineados y aparcados con el motor hacia atrás. No quiero
quebrantar las reglas; apago el motor y salgo corriendo bajo una tromba
de agua en dirección al lugar en el que los servicios de prensa de la
multinacional estadounidense prohíben la visita de los periodistas. Subo
por una corta escalera metálica y empujo una de las dos puertas de
entrada....