18 octubre 2011

Washington mata a miles sin problema - audio

No importa que vivan en EEUU o en cualquier pais de la tierra:

-         DRONES :
COMANDO DE OPERACIONES ESPECIALES ....tremendo 

PREDATOR avion teledirigido

Oigamos en el siguiente audio  lo que hacen miles de asesinos (de 10.000 a 25.000 personas organizadas para matar) asesinando miles de personas sin ningun control en cualquier parte del mundo:






Dentro de EE.UU::
En el libro  The Tyranny of Good Intentions [La tiranía de las buenas intenciones]

Paul Craig Roberts y Lawrence Stratton muestran que mucho antes del 11-S el derecho en EE.UU. había dejado de ser un escudo del pueblo y se convirtió en un arma en manos del gobierno. 

El evento conocido como 11-S fue utilizado para colocar al poder ejecutivo por sobre la ley. 
A condición de que el presidente apruebe un acto ilegal, los empleados del poder ejecutivo ya no tienen que rendir cuentas ante la ley que lo prohíbe. Por autoridad del presidente, el poder ejecutivo puede violar, sin sufrir las consecuencias, leyes de EE.UU. contra el espionaje de estadounidenses sin mandato judicial, detención indefinida y tortura.
Muchos esperaban que el presidente Obama restableciera la responsabilidad del gobierno ante la ley. 
En su lugar, fue más lejos que Bush/Cheney e impuso el poder inconstitucional no sólo para mantener a ciudadanos estadounidenses en prisión sin presentar cargos, sino también para matarlos sin que sean condenados por un tribunal. Obama afirma que a pesar de la Constitución de EE.UU., tiene autoridad para asesinar ciudadanos estadounidenses de quienes piensa que constituyen una “amenaza”, sin el proceso debido.

En otras palabras, cualquier ciudadano estadounidense que es catalogado como amenaza carece de derechos y puede ser ejecutado sin juicio o evidencia.
El 30 de septiembre Obama utilizó ese nuevo poder hecho valer por el presidente e hizo asesinar a dos ciudadanos estadounidenses, Anwar Awlaki y Samir Khan. Khan era un personaje excéntrico asociado a Inspire Magazine y no venía fácilmente a la mente como una amenaza seria.
Awlaki era un clérigo musulmán estadounidense moderado quien sirvió de asesor al gobierno de EE.UU. después del 11-S sobre maneras de contrarrestar el extremismo musulmán. 
Awlaki fue gradualmente radicalizado por el uso de mentiras por Washington para justificar ataques militares contra países musulmanes. Se convirtió en crítico del gobierno de EE.UU. y dijo a los musulmanes que no tenían que aceptar pasivamente la agresión estadounidense y que tenían derecho a resistir y defenderse. Como resultado Awlaki fue satanizado y se convirtió en una amenaza.
Sólo sabemos que Awlaki pronunció sermones críticos de los ataques indiscriminados de Washington contra pueblos musulmanes. El argumento de Washington es que sus sermones pueden haber influenciado a algunos que son acusados de intentar actos terroristas, responsabilizando por lo tanto a Awlaki por los intentos.
La aseveración de Obama de que Awlaki era algún tipo de agente de "al Qaida" de alto nivel es sólo una simple aseveración. 
Jason Ditz concluyó que el motivo para asesinar Awlaki en lugar de procesarlo es que el gobierno de EE.UU. no poseía evidencia real de que Awlaki fuera agente de al Qaida.




Actualmente existen algo más de 7.000 drones, que desde 2001, pero muy especialmente en los últimos dos años, han actuado en Irak, Afganistán, Pakistán y, más recientemente, en Yemen y Libia. La mayoría son de unos nueve metros de largo, pero ya funcionan algunos de menos de un metro, y el diario de The New York Times informaba recientemente de que se está experimentando modelos hasta del tamaño de una mosca.
En los modelos del tamaño de una avispa se intenta reproducir las alas y los movimientos de ese animal.
Estos artefactos, que en sus versiones más avanzadas pueden estar en activo en menos de una década, cambiarán por completo el concepto de la guerra y el espionaje. Darán a Estados Unidos capacidad de penetrar en los lugares más inexpugnables de forma prácticamente incontenible y obligarán a un total replanteamiento de los sistemas de ataque y defensa en todos los países.
No es difícil pronosticar, por tanto, una guerra futura dirigida desde miles de ordenadores y en la que la labor de los soldados sea armar y lanzar minúsculos juguetes a cientos de kilómetros de distancia del enemigo. Entre los experimentos en marcha está incluso el de conseguir que los propios ordenadores programen la hora y los movimientos de los drones, sin apenas intervención humana.

Toda esta tecnología tiene el riesgo -como afirma Peter Singer, un experto en robótica militar y autor el libro Wired for War- de deshumanizar y reducir el coste humano de las guerras, lo que puede hacerlas más frecuentes. “Esto creará una situación en la que los norteamericanos solo arriesgarán sus máquinas, lo que reduce aún más un nivel de exigencias para la guerra que ya es hoy muy bajo”, afirma Singer en una entrevista a Mother Jones.
Los drones pueden convertir las guerras en lo que Singer llama “porno-guerras”, una mera grabación que, si se le añade la música adecuada, se parecerá más a un videojuego que a la trágica realidad de la muerte.
Visto desde otro punto de vista, la tecnología no es responsable de la crueldad humana. Todo el salvajismo visualizado en la I Guerra Mundial no impidió el estallido de otra 30 años después. Por lo demás, el desarrollo acelerado de drones puede también, como otros avances tecnológicos militares, tener aplicaciones civiles.
Un plan de caza de terroristas muestra que EE.UU. seguirá agregando nombres a sus listas de asesinatos


Durante los últimos dos años, el gobierno de Obama ha estado desarrollando en secreto un nuevo plan para perseguir terroristas, una lista de objetivos para la próxima generación llamada “matriz de disposición”.

La matriz contiene los nombres de presuntos terroristas ordenados según un recuento de los recursos a utilizar para rastrearlos, incluidas sentencias selladas y operaciones clandestinas. Funcionarios estadounidenses dicen que la base de datos tiene el propósito de ir más allá de las actuales listas de asesinatos, delineando planes para la “disposición” de sospechosos más allá del alcance de los drones estadounidenses. 
 http://www.rebelion.org/noticia.php?id=158388


Un informe de la Comisión Europea predice cientos de usos civiles de aeronaves teledirigidas en la próxima década
Advierten de que una nueva generación de drones podría tener graves consecuencias para las libertades civiles



Los drones [aeronaves sin tripulación] serán de lo más común en los cielos del Reino Unido dentro de una década, según un documento de la Comisión Europea que sugiere que cientos de firmas desarrollarán nuevas utilizaciones para ellos.
Pero las afirmaciones han provocado preocupaciones en grupos por las libertades civiles, que temen que las aeronaves sin tripulación llevarán a más formas de vigilancia. 

Cerca de un 95% de los drones que operan son utilizados por los militares, pero el documento señala que ahora también tienen “gran potencial para aplicaciones civiles”. 

El documento de trabajo de la Comisión: “Hacia una estrategia europea para el desarrollo de aplicaciones civiles de sistemas de aeronaves teledirigidas”, afirma que se están desarrollando unas 400 aplicaciones civiles de drones en la UE. Se espera que esa cantidad aumente en la próxima década.

Se calcula que 35.000 drones se producirán a escala mundial en los próximos 10 años. EE.UU. e Israel producen actualmente dos tercios de los drones, mientras que Europa produce menos de un 10%. 

Hasta ahora, el uso de drones no militares es raro. La policía de Merseyside compró un drone por 13.000 libras esterlinas que se estrelló en el río Mersey el año pasado. También se informa de que la policía de Kent trabaja en un proyecto por importe de tres millones de libras, a fin de utilizar aeronaves sin tripulación para patrullar la costa. 

Los posibles usos de drones civiles citados en el documento de la Comisión incluyen que se utilicen para “vuelos arriesgados dentro de nubes de cenizas o en la proximidad de plantas nucleares o químicas después de graves incidentes”. También se sugiere que los drones podrían utilizarse en el manejo de crisis, el mantenimiento del orden, control de las fronteras y extinción de incendios.
Se han identificado cientos de usos en el comercio “en agricultura y pesquería de precisión, monitoreo de líneas eléctricas o de gas, inspección de infraestructura, comunicaciones y radiodifusión, repetidores de comunicación inalámbrica y sistemas de aumento satelital, monitoreo de recursos naturales, medios/entretenimiento, cartografía digital, administración de tierras y flora y fauna, manejo de la calidad del aire”. El documento dice que el conocimiento de las capacidades de los drones “se extenderá rápidamente entre los potenciales usuarios, creando nuevos mercados de servicios aéreos de la misma manera que el iPad creó un mercado totalmente nuevo e inesperado para servicios móviles de datos”.
Pero activistas advirtieron de que la nueva generación de drones podría tener graves consecuencias para las libertades civiles. “Con el aumento del uso de drones en el espacio aéreo europeo, necesitamos urgentemente más claridad y transparencia sobre dónde y cómo se utyilizan esos instrumentos”, dijo Eric King de Privacy International. 


“No hace mucho, era un tema de ciencia ficción, pero el vuelo de artefactos robóticos equipados con tecnología de reconocimiento fácil y equipos de interceptación de teléfonos móviles es cada vez más común.

“Sin embargo, el modo secreto en que se han puesto en operación los drones de vigilancia, y el hecho de que la policía no haya reconocido y encarado los problemas de derechos humanos involucrados, ha creado un inmenso potencial de abuso”. 

La prisa por desarrollar la tecnología también ha causado preocupaciones por la seguridad. Un informe de la Oficina de Auditoría General de EE.UU. (GAO) advierte de que los Sistemas Aéreos sin Tripulación (UAS) carecen de los estándares tecnológicos y operacionales “requeridos para guiar un rendimiento seguro y consistente de los UAS”. 

La Oficina de Auditoría General de EE.UU. también reconoció que existen preocupaciones por la privacidad, que incluyen “el potencial para más vigilancia gubernamental utilizando tecnología colocada en los UAS, la recolección y uso de tales datos, y potenciales violaciones de las protecciones constitucionales de la Cuarta Enmienda contra búsquedas y embargos desatinados”. El documento de la CE insta a los Estados miembros a que desarrollen un plan común y exhaustivo similar a la estrategia regulatoria que se está introduciendo en EE.UU., para asegurar que los drones se conviertan en una parte común del tráfico aéreo hasta 2016. 

“El Reino Unido no tiene un plan de acción adecuado [para la introducción de drones]; su plan de acción se escribió en 2005 y es demasiado anticuado”, dijo Mahendran Arjunraja, analista sénior de investigación en Frost & Sullivan, una consultoría de mercado global. 
“Los temas de seguridad son supremos. Pronto tendremos aeronaves sin tripulación compartiendo el espacio aéreo con los aviones”, dijo Arjunraja. “Existe la necesidad de desarrollar tecnología para detectar y evitar que los UAS se estrellen contra aeroplanos. 

Hay que lograr que esta tecnología se introduzca dentro de los próximos 10 años.” 

Fuente: http://www.guardian.co.uk/world/2012/oct/07/drones-uk-civil-liberty-fears 

 

Un operador de drones cuenta su historia


Un soldado se propone graduarse como primero de su clase. Lo consigue y se convierte en operador de aviones no tripulados (los denominados “drones”) con destino en una unidad especial de las Fuerzas Aéreas de USA en Nuevo México. Desde su puesto de trabajo mata a docenas de personas, hasta que un día se da cuenta de que no puede seguir haciéndolo.
  Durante más de cinco años, Brandon Bryant trabajó en un compartimiento rectangular sin ventanas, del tamaño de un remolque, en el que el aire acondicionado mantenía una temperatura constante a 17º grados y, por razones de seguridad, la puerta no podía abrirse. Bryant y sus compañeros de trabajo se sentaban frente a catorce monitores de ordenador y cuatro teclados. Cuando Bryant pulsaba un botón en Nuevo México, alguien moría al otro lado del mundo.
El compartimiento de pilotaje resuena con el zumbido de los ordenadores. Es el cerebro de un avión no tripulado, la cabina en la jerga de la Fuerzas Aéreas. Pero los pilotos no están volando por el aire, sólo están sentados ante los controles.

Bryant fue uno de ellos y recuerda con nitidez un incidente que ocurrió cuando un avión no tripulado Predator planeaba haciendo ochos en el cielo sobre Afganistán a más de 10.000 kilómetros de distancia. Abajo, en el punto de mira, había una casa de techo plano de barro con un cobertizo para guardar cabras. Cuando Bryant recibió la orden de disparar, presionó un botón con la mano izquierda y señaló el techo con un láser. El piloto que estaba sentado junto a él apretó el gatillo de una palanca de mandos y el Predator lanzó un misil Hellfire. Quedaban dieciséis segundos hasta el impacto.

–Esos momentos avanzan como a cámara lenta –dice hoy.

Las imágenes que transmitía una cámara de infrarrojos conectada al avión no tripulado aparecieron en su monitor, emitidas por satélite con un retraso temporal de entre dos y cinco segundos.

Faltaban siete segundos y no había nadie a la vista en tierra. Bryant todavía hubiese podido desviar el misil en aquel momento. El tiempo se redujo a tres segundos y Bryant se sentía obligado a contar cada píxel en el monitor. De repente, dice, vio a un niño que doblaba la esquina.

El segundo cero fue el instante en el que el mundo digital de Bryant chocó con la realidad en un pueblo entre Baghlan y Mazari Sharif.

Bryant vio un destello en la pantalla: era la explosión. Parte del edificio se derrumbó. El niño había desaparecido. Sintió un malestar en el estómago.
–¿Acabamos de matar a un niño? –le preguntó al hombre que estaba a su lado.
–Sí, supongo que era un niño –le respondió éste.
–¿Era un niño? –escribieron en el chat del monitor.

Entonces, una persona que no conocían respondió. Era alguien que estaba sentado en un centro de mando militar en algún lugar del mundo y que había observado su ataque.

–No, era un perro –escribió.
Revisaron la escena en el vídeo. ¿Un perro con dos piernas?
Operadores de aviones no tripulados en la Base Creech de Nuevo MéxicoOperadores de aviones no tripulados en la Base Creech de Nuevo México
 
Primera parte: La guerra invisible Aquel día, cuando Bryant salió del compartimiento de pilotaje puso el pie directamente en su país: praderas resecas a perder de vista en el horizonte, campos cultivados y olor a estiércol fresco. En la torre del radar de la Base Canon una luz centelleaba en la penumbra cada pocos segundos. Allí no había guerra alguna.
La guerra moderna es tan invisible como un pensamiento y la distancia anula su significado. No es una guerra sin límites, pero se controla desde pequeños centros de alta tecnología en diversos lugares del mundo. Se supone que esta nueva manera de consumarla es más precisa que la anterior y eso hace que algunos la consideren “más humana”. Es la guerra de un intelectual, una guerra que Barack Obama, el presidente de Estados Unidos,ha impulsadomás que cualquiera de sus predecesores.

En un pasillo del Pentágono donde se planifica esta guerra, las paredes están recubiertas con paneles de madera oscura. Los miembros de las Fuerzas Aéreas tienen sus oficinas aquí. Un óleo de un Predator cuelga junto a los retratos de los líderes militares. Para éstos, ninguna otra invención ha tenido tanto éxito como el Predator en la “guerra contra el terror” durante los últimos años.
Los militares de USA controlan sus aviones no tripulados desde siete bases aéreas en el país y en otros lugares del extranjero, incluida una en Djibouti, la minúscula nación del este africano. Desde su sede en Langley (Virginia), la CIA controla las operaciones en Pakistán, Somalia y Yemen.

“Salvamos vidas”
El coronel William Tart, un hombre de ojos claros que tiene una imagen precisa del enemigo, considera que el avión no tripulado es una “extensión natural de la distancia”.

Hasta hace unos meses, cuando fue ascendido a jefe del Grupo de Trabajo de Aeronaves Dirigidas por Control Remoto (en inglés, RPA) de las Fuerzas Aéreas de USA en Langley, Tart era comandante de la Base Creech (Nevada), cerca de Las Vegas, donde dirigía las operaciones de aviones no tripulados. Cada vez que controlaba en persona el vuelo de alguno de ellos, podía contemplar una foto de su mujer y sus tres hijas pegada sobre la lista de verificaciones junto a los monitores.

No le gusta la palabra drone, porque según él implica que la aeronave tiene su propia voluntad, su ego (drone significa zángano, el macho de la abeja reina).Prefiere llamarlos “aviones dirigidos por control remoto” y señala que la mayoría de los vuelos sólo tienen como objetivo la búsqueda de información. Se explaya sobre el uso de aviones no tripulados en misiones humanitarias tras el terremoto de Haití y sobre los éxitos militares en la guerra de Libia: su equipo disparó contra un camión que estaba apuntando misiles contra Misrata y también persiguió al convoy en el que huían el ex dictador libio Muamar el Gadafi y su séquito. Añade que los soldados desplegados en Afganistán expresan constantemente su gratitud por la ayuda que se les presta desde el aire. “Salvamos vidas”, dice.

No es tan locuaz en lo que respecta a asesinatos selectivos. Afirma que durante sus dos años como comandante de operaciones en Creech nunca vio morir a civiles y que los aviones no tripulados sólo abren fuego contra edificios donde no hay mujeres y niños. Cuando le preguntan sobre la cadena de mando, Tart menciona un documento de 275 páginas titulado 3-09.3. Afirma que la orden de atacar con aviones no tripulados, y cualquier otro ataque, provienen de las Fuerzas Aéreas. Un oficial tiene que dar su aprobación en el país donde se realicen las operaciones.

Un avión no tripulado Predator
El uso de la expresión “guerra quirúrgica” le molesta. Le recuerda a los veteranos de Vietnam, que lo acusan de no haber transitado por el barro ni sentido el olor de la sangre y le echan en cara que no sabe de lo que habla.
Eso no es cierto, dice Tart, y añade que a menudo aprovecha la hora de viaje que dura el trayecto desde la Base Creech hasta Las Vegas para distanciarse de su trabajo. “Observamos a la gente durante meses. Se los ve jugando con sus perros o haciendo la colada. Conocemos sus costumbres tanto como las de nuestros vecinos. Podemos incluso ir a sus funerales.” No siempre ha sido fácil, dice.
Una de las paradojas de los aviones no tripulados es que, a pesar de que aumentan la distancia con respecto al objetivo, también crean proximidad. “De alguna manera la guerra se vuelve personal”, dice.

“Vi morir a hombres, mujeres y niños”
En las afueras de la pequeña ciudad de Missoula (Montana) hay una casa amarilla con un fondo de montañas, bosques y bancos de niebla. La tierra está cubierta con la primera nieve del invierno. Bryant, que ahora tiene 27 años, está sentado en el sofá del salón de su madre. Dejó el ejército y ahora vive aquí. Aún tiene la cabeza rapada y luce una barba de tres días. “Hace cuatro meses que no sueño en infrarrojos”, dice con una sonrisa, como si se tratara de una pequeña victoria para él.

Bryant completó 6.000 horas de vuelo durante sus seis años en las Fuerzas Aéreas. “Vi morir a hombres, mujeres y niños durante ese tiempo”, dice. “Nunca pensé que iba a matar a tanta gente. De hecho, lo que pensaba era que no podría matar a nadie.”

Segunda parte: Un trabajo mal visto
  Tras su graduación en la escuela secundaria, Bryant quería llegar a ser periodista de investigación. Solía ​​ir a la iglesia los domingos y tenía debilidad por las cheerleaders pelirrojas. Al final de su primer semestre en la universidad había acumulado miles de dólares en deudas.

Se alistó en el ejército por accidente. Un día, mientras acompañaba a una amiga que iba a alistarse, se enteró de que las Fuerzas Aéreas tenían su propia universidad, donde podría estudiar de forma gratuita. Sus resultados en las pruebas de admisión fueron tan buenos que lo destinaron a una unidad de recogida de información. Aprendió a controlar las cámaras y los rayos láser en un avión no tripulado y a analizar imágenes de tierra, mapas y datos meteorológicos. Se convirtió en un operador de sensores, más o menos el equivalente a un copiloto.

Tenía veinte años cuando participó en su primera misión. Era un día caluroso y soleado en Nevada, pero estaba oscuro en el interior del compartimiento de pilotaje, justo antes del amanecer en Iraq, donde un grupo de soldados usamericanos estaba regresando a su base. Bryant se ocupaba de vigilar el camino desde el cielo, como un “ángel guardián”.

Vio un ojo, una forma en el asfalto. “Había aprendido lo del ojo en el período de instrucción”, dice. Para enterrar un explosivo improvisado en el camino, los combatientes enemigos colocan un neumático en la carretera y lo queman; el calor ablanda el asfalto. Desde el cielo tiene forma de ojo.
El convoy de los soldados estaba aún a varios kilómetros de distancia del ojo. Bryant se lo comunicó a su supervisor, el cual lo notificó al centro de mando. Conforme los vehículos se acercaban al lugar, se vio obligado a buscar durante varios minutos, dice Bryant.

–¿Qué debemos hacer? –le preguntó a su compañero.
Pero éste era también novato en el trabajo.

No era posible comunicarse por radio con los soldados sobre el terreno, ya que estaban utilizando un transmisor de interferencias. Bryant vio pasar al primer vehículo sobre el ojo. No sucedió nada.

A continuación pasó por encima el segundo vehículo y vio un destello que surgía por debajo, seguido por una explosión en el interior del vehículo.
Cinco soldados murieron.

Desde entonces Bryant no pudo quitarse de la mente a sus cinco compatriotas. Empezó a aprenderse todo de memoria, incluso los manuales del Predator y de los misiles, y se familiarizó con todos los escenarios posibles. Estaba decidido a ser el mejor para que estas cosas nunca volvieran a suceder.

“Me sentí desconectado de la humanidad”

Hacía turnos de hasta doce horas. Las Fuerzas Aéreas todavía estaban escasas de personal para el control remoto en las guerras de Iraq y Afganistán. A los pilotos de aviones no tripulados se los tildaba de cobardes pulsadores de botones. Era un trabajo tan mal visto que los militares se vieron obligados a contratar personal jubilado.

Bryant se acuerda de la primera vez que disparó un misil y mató a dos hombres al instante. Mientras miraba, vio a un tercero agonizante. Su pierna había desaparecido y se estaba sosteniendo el muñón con las manos, a través de las cuales la sangre se esparcía por el suelo. La escena se prolongó durante dos minutos. De vuelta a su casa lloró, dice, y llamó su madre.

“Me sentí desconectado de la humanidad durante casi una semana”, dice sentado en su cafetería favorita de Missoula, donde flota en el aire un aroma a canela y mantequilla. Pasa mucho tiempo allí, viendo a la gente y leyendo libros de Nietzsche y Mark Twain; a veces cambia de asiento. No puede sentarse mucho tiempo en un lugar, dice. Se pone nervioso.

Su novia ha roto con él hace poco. Le había preguntado por el peso que lo abruma y él se lo contó, pero resultó ser algo que ella no fue capaz de sobrellevar ni compartir.

Cuando Bryant conduce a través de su ciudad natal luce gafas de sol de aviador y un pañuelo palestino. El interior de su Chrysler está cubierto con insignias de sus escuadrones. En su página de Facebook ha creado un álbum con las fotos de las medallas no oficiales que se le concedieron. Todo lo que tiene es este pasado. Lucha contra él, pero también es una fuente de orgullo.

Cuando lo enviaron a Iraq en 2007, publicó las palabras “listo para la acción” en su perfil. Fue asignado a una base militar situada a unos 100 km de Bagdad, donde su trabajo consistía en hacer despegar y aterrizar aviones no tripulados.
Una vez que éstos alcanzaban la altitud de vuelo, los pilotos de situados en USA lo reemplazaban. El Predator puede permanecer en el aire durante un día entero, pero también es lento, por lo que se encuentra siempre estacionado cerca de la zona de operaciones. Bryant se hizo fotos vestido con un mono de color arena y un chaleco antibalas, apoyado en uno de ellos.

Dos años más tarde, las Fuerzas Aéreas lo destinaron a una unidad especial en la Base Cannon (Nuevo México). Se instaló junto con un soldad amigo en un bungalow de un pueblo polvoriento llamado Clovis, donde abundan los remolques, las estaciones de servicio y las iglesias evangélicas. Clovis está a varias horas de distancia de la ciudad más cercana.

Bryant prefería los turnos de noche, que coinciden con el día en Afganistán. En la primavera, el paisaje, con sus picos nevados y valles verdes, le recordaba a su región natal, Montana. Veía a la gente cultivando los campos, a los niños jugando al fútbol y a los hombres que abrazaban a sus esposas e hijos.
Cuando se hacía de noche, Bryant activaba la cámara de infrarrojos. Muchos afganos dormían en la techumbre durante el verano, debido al calor. “Los observaba mientras hacían el amor con sus mujeres. Son dos puntos infrarrojos que se convierten en uno”, recuerda.

Estudiaba a las personas durante semanas, entre ellas a los combatientes talibanes mientras escondían armas y a quienes estaban en las listas de vigilancia porque los militares, los servicios de inteligencia o los informantes locales sospechaban algo de ellos.

“Llegaba a conocerlos. Hasta que alguien más arriba en la cadena de mando me daba la orden de disparar.” Sentía remordimientos a causa de los niños, a los que dejaba sin padres. “Eran buenos papás”, dice.

En su tiempo libre Bryant pasaba el tiempo con videojuegos o con “World of Warcraft” en internet, o se iba a beber con los demás. Ya no soporta la televisión, porque no lo estimula. También está teniendo problemas para conciliar el sueño.


“No había tiempo para los sentimientos”

La comandante Vanessa Meyer, cuyo verdadero nombre está cubierto con cinta adhesiva de color negro, está haciendo una presentación en la Base Holloman (Nuevo México) sobre la formación de pilotos de aviones no tripulados. Las Fuerzas Aéreas esperan tener personal suficiente para cubrir sus necesidades en 2013.

Meyer tiene 34 años y luce brillo de labios y un anillo con diamante en su dedo. Antes de convertirse en piloto de aviones no tripulados pilotaba aviones de cargo. Vestida con un mono verde de las Fuerzas Aéreas, está en pie en una cabina de entrenamiento y utiliza el simulador para demostrar de qué manera se guía un avión no tripulado a través de Afganistán. El punto de mira en el monitor sigue a un coche blanco hasta que llega a un grupo de chozas de barro. Con la mano derecha empuña el joystick para determinar la dirección del avión y con la izquierda acciona la palanca que ralentiza o acelera el vuelo. En un campo de aviación que hay detrás del compartimiento de pilotaje Meyer nos muestra el Predator, delgado y brillante, y su hermano mayor, el Reaper, que transporta cuatro misiles y una bomba. “Son aviones extraordinarios”, dice. “Únicamente no funcionan cuando hace mal tiempo”.

Meyer pilotó aviones no tripulados en Creech, la base aérea que está cerca de Las Vegas, donde jóvenes entran y salen de coches deportivos y las cadenas de montañas se extienden a través del desierto como reptiles gigantescos. El coronel Matt Martin, en su libro Predator, donde narró su experiencia como piloto de aviones no tripulados en Nevada, escribió: “A veces me sentía como Dios lanzando rayos desde lejos”. Meyer tuvo su primer hijo cuando estaba trabajando allí. En su noveno mes de embarazo aún permanecía sentada en el compartimiento de pilotaje, con el estómago haciendo presión contra el teclado.
“No había tiempo para los sentimientos” cuando se estaba preparando para un ataque, dice hoy. Por supuesto, añade, sentía que el corazón se le aceleraba y que la adrenalina le corría por el cuerpo. Pero cumplía las reglas a rajatabla y se centraba en el posicionamiento de la aeronave. “Una vez tomada la decisión, y a sabiendas de que se trataba de un enemigo, de una persona hostil, de un objetivo legal que se merecía la muerte, no me importaba disparar”.

Tercera parte: No hay lugar para los males del mundo Después del trabajo se dirigía a su casa por la autopista 85 hasta Las Vegas, escuchando música country y pasando, sin siquiera mirarlos, ante activistas por la paz. Rara vez pensaba en lo ocurrido en la cabina de pilotaje, pero a veces rememoraba los pasos individuales a la espera de mejorar su rendimiento.
O se iba de compras. A veces se sentía extraña cuando la cajera le preguntaba: “¿Cómo está?” Y ella respondía: “Muy bien. ¿Y usted? Que tenga un buen día.” Cuando se notaba inquieta se iba a correr. Dice que el hecho de ayudar a los muchachos en tierra la motivaba a la hora de levantarse cada mañana.
En la casa de Meyer no había lugar para los males del mundo. Ella y su marido, un piloto de aviones no tripulados, no hablaban de su trabajo. Ella se ponía el pijama y veía dibujos animados en la televisión o jugaba con su bebé.
Hoy Meyer tiene dos hijos pequeños. Quiere enseñarles “que mamá puede ir a trabajar y hacer un buen trabajo”. No quiere ser como las mujeres de Afganistán, sumisas y cubiertas de la cabeza a los pies.
“Las mujeres no son guerreros”, dice. Meyer añade que su trabajo actual como instructora es muy satisfactorio, pero que le gustaría regresar a las misiones de combate algún día.

No puedo dar marcha atrás y volver a la vida normal
Llegó un momento en que Brandon Bryant sólo pensaba en salir de allí para hacer algo distinto. Pasó unos cuantos meses más en el extranjero, esta vez en Afganistán. Pero después, cuando regresó a Nuevo México, de repente se dio cuenta de que odiaba el compartimiento de pilotaje, que apestaba a transpiración. Empezó por rociar ambientador de aire para eliminar el mal olor. También supo que quería hacer algo que salvase vidas en vez de quitarlas. Pensó que un trabajo como instructor de supervivencia podría venirle bien, aunque sus amigos trataron de disuadirlo.

El programa que luego empezó a preparar en su bungalow de Clovis se llama Power 90 Extreme, un régimen de ejercicios que incluye entrenamiento con mancuernas, flexiones de brazos, dominadas y abdominales. También hace levantamiento de pesas casi a diario.

En los días sin incidentes en el compartimiento de pilotaje solía escribir en su diario reflexiones como ésta: “En el campo de batalla no hay bandos, sólo derramamiento de sangre. La guerra total. Todo lo que veo es horroroso. Ojalá se me pudran los ojos.”

Si lograra ponerse bastante en forma, pensaba para sí mismo, quizá le permitirían hacer algo diferente. Pero era demasiado bueno en su trabajo.
Llegó un momento en que ya no disfrutaba de estar con sus amigos. Conoció a una chica, pero ella se quejaba de su mal humor. “No puedo cambiar y volver a ser como antes”, le dijo. Cuando volvía a casa no podía dormir, así que se ponía a hacer ejercicio. Empezó a contestar mal a sus oficiales superiores.

Un día, se derrumbó en el trabajo y escupió sangre. El médico le dijo que se quedara en casa y le ordenó que no regresara al trabajo hasta que pudiese dormir más de cuatro horas cada noche durante dos semanas seguidas.
“Seis meses más tarde, estaba de vuelta en el compartimiento de pilotaje, manipulando aviones no tripulados”, dice Bryant, que ahora está sentado en el salón de su madre en Missoula. Su perro gimotea y apoya la cabeza en su mejilla. Por el momento no tiene acceso a sus muebles, que están guardados en un almacén y no tiene dinero para pagar la factura. Lo único que le queda es su ordenador.

Bryant publicó un dibujo en Facebook la noche antes de nuestra entrevista. Representa a una pareja que está en pie y se dan la mano en un prado verde, mirando al cielo. Un niño y un perro están sentados en el suelo junto a ellos. Pero el prado es sólo una parte del dibujo. Por debajo hay un mar de soldados moribundos que se apoyan entre sí con las pocas fuerzas que les quedan, un mar de cuerpos, sangre y extremidades.

Los médicos de la Administración de Veteranos han diagnosticado que Bryan padece un trastorno de estrés postraumático. Sus esperanzas de una guerra cómoda –que podría vivirse sin heridas emocionales– no se han cumplido. De hecho, el mundo de Bryant se ha fusionado con el del niño de Afganistán, como si hubiese habido un cortacircuito en el cerebro de los drones.
¿Por qué ha dejado las Fuerzas Aéreas? Un día, dice Bryant, tuvo la certeza de que no iba a firmar el siguiente contrato. Fue el día que entró en el compartimiento de pilotaje y oyó decir a sus compañeros: “¿Oye, cuál es el hijo de puta que va a morir hoy?”.

Traducción Manuel Talens de Tlaxcala

Fuente: http://lapupilainsomne.wordpress.com/2013/01/17/un-operador-de-drones-cuenta-su-historia/

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