Patricia Linn
 
ACOSO SEXUAL
Su posición respecto a las difundidas denuncias de acoso y violación en Estados Unidos es la de una feminista que luchó durante los años universitarios por la libertad sexual, pero que no por ello desconoce las diferencias entre los sexos. Por eso se disgusta frente a las feministas de hoy, desilusionadas por los veredictos de los jueces en los casos mencionados, ya que no culparon al hombre. ìLa chica del caso Kennedyî, dice en su libro Sexo, Arte y Cultura Americana, ìes una tonta. Vuelve a la casa de Kennedy, tarde en la noche, solos ella y él, y se sorprende de lo que ocurre. A ella es a quien se debería acusar, ¡de ignorante!î
Se le reprocha que ella culpa a la víctima, en vez de defender sus derechos, pero Camille insiste en que cuando hay una violación, se la debe denunciar, pero que en primer lugar no se debe jugar con fuego. ìEn mi época de estudianteî (1963), declara, ìlas estudiantes universitarias debían estar en sus dormitorios antes de las 11.00 P.M. Luchamos para combatir ese reglamento, queríamos que se nos deje decidir lo que haríamos con nuestras vidas, lo que incluía nuestra vida sexual. Luchamos para que las autoridades universitarias no se metieran en nuestras vidas, en nuestras relaciones personales. Queríamos correr con el riesgo de la decisión.î
Hoy dicen ocurre lo contrario. Con la bandera del feminismo reclaman que sus derechos no son respetados, que sufren acoso sexual, y solicitan la intervención de las autoridades cuando no saben cómo manejar sus relaciones. Y no se están refiriendo al acoso sexual de profesores, caso para el cual, de ser real, las autoridades universitarias deberían tomar medidas, sino de acoso en las citas entre los jóvenes, lo que demuestra bien las dificultades de las jóvenes universitarias para manejar su propia sexualidadî.
Agrega que ìestas jóvenes creen que pueden participar en una reunión de fraternidad, típicas de las universidades norteamericanas y antiguamente solo para hombres, emborracharse, ¿por qué no?, si lo hacen los hombres, y aceptar ser conducida por uno o más de uno de sus compañeros a las piezas de arriba, para luego denunciar que fue violada.
ìLas señoras de clase media baja, gente que conoce la calle, están conmigo. El problema lo tienen en general mujeres blancas de clase media alta, acomodada, que tienen una imagen muy desvirtuada de la masculinidad. Cuando se topan con el mundo real, se quejan porque las cosas no son como esperaban.î
Historia de la corrupta politica Española y su relacion con la elite internacional, las ong, la deuda, el feminismo, el control de la poblacion ......demoledor:
FEMINISMO INGENUO
En su libro Sexual personae se refiere también a las feministas, diciendo que simplifican groseramente el problema del sexo al reducirlo a un problema de convención social. Dice que la creencia de que reformando la sociedad, eliminado las diferencias entre los sexos, purificando los roles sexuales, reinará la armonía y la felicidad, es muy ingenua.
La ingenuidad es la misma que la de Rousseau, quien idealizaba la naturaleza, como si la sociedad no fuera una construcción artificial de los seres humanos para defenderse del poder de la naturaleza. Poder expresado por fuerzas externas, tales como animales salvajes, virus mortales, accidentes geológicos, inclemencias del tiempo, o por fuerzas internas, como las descritas por Sade.
En la naturaleza la fuerza bruta es la ley, la sobrevivencia es la del más apto. En la sociedad, en cambio, hay protección para los débiles. La sociedad es una barrera, frágil pero barrera al fin, para detener la naturaleza.
Pero el hombre civilizado, demasiado acostumbrado a la protección, dice Camille Paglia, niega su dependencia de la naturaleza, al igual que las feministas que excedieron su objetivo, el de lograr una igualdad política de hombres y mujeres, para pasar a rechazar la contingencia, es decir, las limitaciones humanas por naturaleza o destino, suponiendo que no hay diferencias entre los sexos.
EL AMOR
Así como la sociedad es una barrera contra la naturaleza, la cultura occidental desarrolló el concepto del amor como medio para enfrentar las fuerzas sexuales, un mecanismo de defensa que racionaliza las fuerzas irracionales e ingobernables. ìEl amorî dice, ìes como las religiones primitivas, un instrumento que permite controlar el miedo primario, tanto para el hombre como para la mujer.î Pero no por ello lo desmerece. ìFelices son las épocas en las que el matrimonio y la religión son fuertes. Sistemas y orden nos protegen del sexo y la naturalezaî dice Camille, ìpero desgraciadamente vivimos una época en que las fuerzas del sexo se han desatado.î
Aún diciendo que gran parte de la cultura occidental es una distorsión de la realidad, Camille opina que la realidad debe distorsionarse, es decir, debe ser mejorada imaginativamente. La actitud budista de consentimiento frente a la naturaleza, ni es justa con el potencial del ser humano. La cultura machista occidental ha sido más beneficiosa para la mujer que la equivalencia entre los sexos en la simbología de la cultura oriental. La medicina y la industria occidentales han liberado a las mujeres. Las máquinas hacen el trabajo doméstico, el parto ya no es riesgo de vida, la píldora disipó el miedo al embarazo. Como consecuencia permitió el desarrollo de la mujer agresiva moderna, capaz de pensar como los hombres, enfrentarlos en su terreno y liberarse. ìMujer agresivaî dice Camille con humor, ìcapaz de escribir libros odiososî, aludiendo a los suyos.
El riesgo para las mujeres de apoderarse del espacio social creado por los hombres (según su opinión la filosofía, la ciencia, el arte, la política, el atletismo, etc., fueron creados por los hombres), es la limitación del erotismo, de la vida imaginada en el terreno sexual, el que puede superponerse con el terreno social pero que no son uno mismo.
Lograr un equilibrio es el reto para las verdaderas feministas.
Cuando                                             Camille Paglia (Nueva York, 1947) logró publicar                                             «Sexual Personae»
 en 1990, después de que la obra fuera rechazada por siete editoriales y
 cinco agencias literarias, se granjeó un buen puñado de enemistades 
entre la intelectualidad y el feminismo de la época. A la cultura 
imperante no le gustó un pelo la guerra de guerrillas iniciada por 
Paglia, dispuesta a desterrar del imaginario colectivo toda una sarta de
 lugares comunes relacionados con el sexo, el arte y hasta Madonna. Tres
 décadas después, y tras haber superado un motín estudiantil en la      
                                       Universidad de las Artes de Filadelfia por su postura sobre el #MeToo,
 mantiene todo lo escrito entonces (sólo cambiaría sus «comentarios un 
tanto groseros e insultantes» sobre «El rey Lear») y está preparada para
 levantar nuevas ampollas opinando de la realidad actual.
¿Quiénes fueron sus primeros modelos feministas?
Cuando
 estaba en el instituto me obsesioné con Amelia Earhart. Encarnaba un 
tipo de mujer individualista y centrada en sí misma, capaz de lograr 
cosas. Con 16 años, una colega de mi padre me regaló «El segundo sexo», 
de Simone de Beauvoir. Tuve una visión. Me inspiró muchísimo. Ahí están 
las raíces de «Sexual Personae». Es cierto que mi personalidad iba por 
libre, estaba desconectada de lo que se esperaba de una mujer.
Cuando yo era niña, leía mucho, pero odiaba los cuentos de hadas, porque no quería que me salvara un caballero.
Yo
 me identificaba con Napoleón y en Halloween me disfracé de él, hay 
fotos. El año anterior me vestí de torero, inspirándome en la ópera 
Carmen. Y un año antes, tendría unos seis años, me vestí de soldado 
romano. En aquella época, las chicas no se disfrazaban de hombres. Parte
 de la grandeza del arte occidental nace de conflictos en torno al 
género, donde el artista suele tener una mirada andrógina. Vivimos un 
período horrible de conflicto, en el que hay personas conservadoras, 
religiosas, que aceptan la Biblia y creen que sólo hay dos sexos creados
 por Dios. Y luego está el extremo opuesto, con gente como Judith 
Butler, en Berkeley, que ha pasado por alto el estudio de la biología y 
proclama que no hay diferencia entre los sexos. No se puede negar la 
biología, es una locura, eso aumenta el poder de los conservadores, que 
miran a los liberales -me considero liberal- como si viviésemos en un 
mundo ilusorio, de fantasía.
Yo soy feminista, pero no entiendo cómo se pueden negar las diferencias biológicas entre hombres y mujeres.
Es
 demencial. Cada célula del cuerpo muestra el género con el que has 
nacido. Ahora bien, hay una proporción pequeña de personas genuinamente 
intersexuales, que nacen con ambigüedades en los genitales. ¿Pero qué 
dicen? No es la norma, es un defecto de nacimiento y negarlo... Aquí es 
donde los liberales están cavando un hoyo terrible. Lo que están 
haciendo, al tratar de legislar para las escuelas, es inspirar un 
desplazamiento a la derecha en la cultura occidental.
¿En qué sentido?
Cuando
 la gente cree que se están vulnerando sus derechos, por esta clase de 
ideología en las escuelas y la sociedad, busca figuras inspiradoras en 
la extrema derecha. Así Hitler subió al poder. Se ganó el apoyo del 
pueblo alemán prometiéndole que haría limpieza de la decadencia de 
Weimar. Admiro el arte decadente y, sin embargo, lo que he visto en mis 
estudios es que, cuando la decadencia se apodera de la cultura, se 
produce un movimiento favorable a las figuras fascistas con la promesa 
de limpiar la sociedad para llevarla de vuelta a las normas 
tradicionales. Continuamente veo en los medios el auge de la extrema 
derecha en Hungría, en Brasil, en Alemania...
¿Por qué sucede eso?
Pues
 ocurre que los liberales empiezan a desconectarse de la realidad, 
pierden la capacidad de usar el sentido común. Podemos exigir seguridad 
para los individuos disidentes sin tener por ello que otorgar derechos 
especiales a ningún grupo. Soy feminista equitativa, abogo por la 
igualdad de trato ante la ley. No debe haber grupos a quienes la ley 
otorgue privilegios especiales. Me opongo al control de las conciencias.
 Milito por la libertad de expresión y de conciencia. Los liberales han 
cometido un error muy grave: consentir que el Estado pregunte por qué 
alguien ha cometido este o aquel crimen. El crimen no se convierte en 
algo peor porque la víctima pertenezca a un grupo con protección 
especial. Eso es muy peligroso. Lo que está ocurriendo, por el hecho de 
que el Estado tome partido por estos grupos, es que se está propiciando 
un desplazamiento hacia la derecha. Mi visión también es aplicable al 
feminismo. Me opongo a toda protección especial para las mujeres, adopte
 la forma que adopte.
¿Y qué piensa de la cuotas?
Me
 opongo. Las cuotas, sean del tipo que sean, parecen útiles al 
principio, pero después se convierten en una noria que da vueltas e 
impide la igualdad.
¿Qué opinión le merece la nueva ola de feminismo?
Las
 organizaciones feministas han sufrido un colapso y no entiendo a qué se
 debe. Las redes sociales se han erigido en los vehículos de la histeria
 que circula ahí fuera. Hay una ausencia total de líderes en el 
movimiento de las mujeres. Es trágico. Ahora tenemos a un puñado de 
actrices a las que les encanta estar en el candelero: Ashley Judd, Rose 
McGowan...
¿Y el caso Weinstein?
Harvey 
Weinstein es un hombre horrible que aprovechó su posición para acosar a 
mujeres. Es algo que llevaba décadas ocurriendo en Hollywood y nadie se 
dio cuenta. Este Harvey Weinstein era amigo de figuras importantes de la
 industria, por ejemplo Tina Brown. Meryl Streep recogió su Oscar en una
 ocasión y soltó aquello de «Harvey Weinstein es Dios». No me creo que 
estas denominadas feministas no supieran nada. Hay un estado de locura 
en las redes sociales. Un hombre es acusado y se produce un clamor. Ahí 
tiene el caso de Plácido Domingo, al que la Orquesta de Filadelfia o la 
Metropolitan Opera de Nueva York someten a un trato atroz porque 
sucumben a la histeria de las redes sociales. No se trata de criminales a
 quienes procesar. Cuando se trata de un grandísimo artista como Plácido
 Domingo se produce un derrumbe de nuestra cultura. La gente ya no es 
capaz de diferenciar entre un hombre horrible como Harvey Weinstein y un
 gran artista como Plácido Domingo. No hay voces sensatas en el 
feminismo. Si hay pruebas concretas, lo acepto. Ahora bien, alegar que 
algo ocurrió sin aportar pruebas… No es así como deben funcionar las 
democracias modernas. No se pueden dejar de lado la equidad y la 
justicia porque estemos en medio de una cruzada política. Eso está 
pasando, el caos es absoluto.
¿Y qué piensa del #MeToo?
Es
 bueno si empodera a las mujeres para que puedan decir no y protegerse 
cuando les ocurra algo. Lo que no me hace ninguna gracia es esa 
proyección histérica según la cual la sexualidad ha quedado reducida a 
depredadores masculinos y víctimas femeninas. Rechazo todo lo que tenga 
que ver con presentar a las mujeres como víctimas. Estamos 
retrocediendo. El feminismo no es eso. Se están destruyendo carreras 
porque sale una mujer de la nada y lanza una acusación referida a hace 
decenas de años. Y ahora, en la era de las redes sociales, las empresas 
tienen tanto miedo a la publicidad negativa… Y tienes a toda esta gente 
comportándose como cobardes. Alguien tiene que levantarse y decir alto y
 claro que esto no son tribunales de justicia. Las mujeres se están 
haciendo daño a sí mismas. Si a las mujeres se las mira con 
desconfianza, esa no es la manera en que deben progresar y adquirir 
poder. Es lo contrario, un movimiento reaccionario.
¿Cree que el feminismo, como movimiento político, se está volviendo irrelevante?
No.
 Creo que para muchas jóvenes el feminismo se está convirtiendo en una 
religión, en una visión del mundo, con un fuerte componente sentimental,
 casi apocalíptico, una cosmología. Ven un universo repleto de mujeres 
victimizadas enfrentadas a unos malvados hombres depredadores. Tienen 
una visión de la historia según la cual todos los males han venido de 
los hombres. En mi obra hablo de cómo las mujeres están en deuda con los
 hombres por todo. Ese resentimiento contra los hombres, eso que enseña 
el feminismo moderno, es puro veneno. ¿No puede haber un feminismo 
racional que reconozca a los hombres el mérito de haber creado la 
estructura fabulosa que nos rodea? Los problemas entre los sexos no se 
van a resolver hasta que la educación exponga a los jóvenes a las 
realidades terribles de la historia más remota.
¿Considera que ese fracaso de la educación es el problema fundamental al que se enfrenta la cultura occidental?
Yo
 soy atea, pero me tomo la religión muy en serio. El estudio de las 
religiones debería ocupar una parte central en la educación; no se puede
 entender una cultura sin conocer algo de su religión. Hoy los jóvenes 
viven en un mundo muy laico, en el que las religiones tradicionales han 
retrocedido, y todo lo que conocen gira en torno a la ideología 
política, sin ninguna base histórica. Los jóvenes no saben nada anterior
 a la Ilustración. No se puede entender la vida humana si todo lo que 
conoces es a partir de la Revolución Francesa. Es una visión muy 
estrecha, muy pueblerina. Las civilizaciones siguen un desarrollo 
natural orgánico: tienen su auge y luego su decadencia. Eso veo en 
Occidente, una pérdida de fe en sus propios valores. Tengo una visión 
historicista. Veo algo en el presente y me remonto a miles de años 
atrás. La gente hoy mira alrededor, ve que las cosas van mal y se 
apresura a caracterizar todo lo de Occidente en su peor encarnación 
posible. Los fracasos de Occidente, como el imperialismo o el racismo, 
son hechos, están ahí, pero reducirlo todo a decir que eso es lo que 
Occidente ha aportado al mundo.... Occidente ha creado la cultura 
tecnológica en la que vivimos.
Ha dicho que el 
feminismo es como una religión para muchas jóvenes. ¿Qué piensa usted 
del cambio climático? Porque hay gente que lo vive como si fuera una 
especie de dogma.
Sin duda es así. Greta Thunberg se ha erigido en
 una especie de líder de una secta. No siento ninguna admiración por 
ella. Es una chica a la que han turbado, le han inyectado una ideología 
unos adultos, y se ha puesto en marcha con una sensación de certeza. 
¿Qué sabe esta chica? Debería estar en el colegio. Me parece perverso 
que ideólogos políticos utilicen a niños de esta forma. Y también que 
estén asustando a millones de jóvenes, que creen que se aproxima el fin 
del mundo. Claro que hay cambio climático, forma parte de la naturaleza 
de la historia de la tierra. La gente que lo acepta como una religión, 
porque se ha convertido en una religión, está recibiendo un impulso por 
parte de personas con dinero que ven la posibilidad de ganar todavía más
 dinero. Hay un impulso comercial, una manipulación tremenda, y están 
utilizando a niños.
Déjeme agradecerle su 
franqueza, porque a veces pienso que estamos sufriendo un nuevo tipo de 
dictadura, la de lo políticamente correcto.
Estoy de acuerdo. Es 
una dictadura absoluta. Para mí es increíble, porque pertenezco a la 
generación que se rebeló contra la corrección política, la represión y 
la censura. No me puedo creer que esté pasando.
¿Y cómo hemos llegado ahí?
Es
 la presión absoluta que procede de los liberales para adaptarse a una 
doctrina rígida. No hay nada que no sea sentirse bien, no queremos herir
 los sentimientos de la gente. Los profesores han perdido el control de 
las universidades estadounidenses. Los dirigen administradores que 
tienen todo el poder y son el nuevo Torquemada. Cualquiera que viole el 
nuevo dogma que protege a las víctimas... Existe una estructura 
punitiva. Es una tiranía de lo políticamente correcto. Y no va a cambiar
 hasta que los jóvenes protesten contra eso igual que hizo mi generación
 contra la ortodoxia opresiva. Esta gente que afirma que es liberal, que
 afirma que es de izquierdas, es estalinista. Se está anulando el 
individualismo revolucionario de los 60. Ahora las instituciones 
aplastan a las personas. Estamos abandonando los derechos individuales y
 la capacidad de pensar y hablar con libertad. Occidente ya no existe. 
Es una sombra de sí mismo.
Déjeme que le pregunte por Harold Bloom, porque fue su asesor doctoral en Yale. ¿Qué es lo que más recuerda de él?
-No
 estudié con Bloom. Él se enteró de que tenía previsto hacer mi tesis, 
que era la única sobre sexo en Yale cuando estaba allí. Me llamó a su 
despacho y me dijo: «Querida, soy el único que puede dirigir tu tesis». 
Dudo que hubieran aceptado el tema sin su respaldo. Su apoyo fue enorme.
 Le debo muchísimo. Era un gran estudioso, pero ojalá hubiese actuado 
para detener la invasión del post-estructuralismo. Es trágico. La 
destrucción en las universidades ha sido enorme. El post-estructuralismo
 niega que el conocimiento sea posible. Todo el aparato de investigación
 del conocimiento se está desechando. Occidente se está matando, 
suicidando. Si Bloom se lo hubiese tomado en serio... Pero no creía en 
el poder de esa ideología que está por todas partes.
Por último, me pregunto qué valores han inspirado su vida.
Siempre
 me he sentido inspirada por los ideales del conocimiento: la 
observación, la búsqueda de la verdad a través del estudio del mundo, de
 la sociedad, de la naturaleza. Para mí es una ética.
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