14 diciembre 2015

La aspirina y la pandemia de 1918

Sobre el uso de la aspirina en la pandemia de 1918


Nicholas Bakalar

La epidemia de la influenza de 1918 fue probablemente la plaga más mortal en la historia de la humanidad. Murieron más de 50 millones de personas en el mundo. Ahora parece ser que un número pequeño de muertes puede haber sido causado no por el virus sino por el medicamento que se usó para tratar la influenza: la aspirina.

Dr. Karen M. Starko, autora de uno de los primeros escritos que relacionó el uso de la aspirina con el síndrome de Reye’s, ha publicado un artículo en el que sugiere que la sobredosis del relativamente nuevo medicamento considerado “milagroso” en aquella época podría haber sido mortal.

La Dra. Starko empezó a sospechar por la elevada dosis de aspirina que se prescribía normalmente en aquella época, una cantidad que hoy se consideraría peligrosa.


La Dra. Starko pensó que era difícil distinguir los síntomas de sobredosis de aspirina de los de la influenza, especialmente entre los que morían enseguida de enfermar.

Ya en aquellos días hubo algunas dudas.

Por lo menos uno de los patólogos contemporáneos que trabajaba para el servicio de salud pública pensó que en las autopsias de las muertes que tenía lugar más rápidamente, el daño que se observaba en los pulmones era demasiado pequeño para que se pudiera atribuir al virus de la neumonía, y que la gran cantidad de líquido sangriento y aguado que se encontraban en los pulmones habría que atribuirse a otra causa.

"el acido acetil salicilico puede influir en la hiperventilacion 
y el edema pulmonar, unos males que se detectaron en un amplio porcentaje de los fallecidos"

La Dra. Starko admite que no pudo consultar reportes de autopsias u otros documentos que pudieran probar que el problema era la aspirina.
“Había un gran caos en aquellos sitios”, dijo, “y de cualquier forma tampoco estoy segura que los certificados fueran buenos.”

Pero de los muchos factores que hubieran podido haber sido responsable del resultado en cada caso particular, escribió la Dra. Starko, la sobredosis de aspirina sobresale por varias razones, incluso una concurrencia de hechos históricos.

En febrero de 1917, Bayer perdió la patente de la aspirina en los EE.UU. abriendo la puerta a un negocio lucrativo para muchas empresas farmacéuticas. Bayer se defendió con una campaña publicitaria fuerte, aclamando la pureza de su producto, justo cuando la epidemia alcanzaba su pico.

Las cajas de aspirinas no llevaban ningún aviso de toxicidad y tenía pocas instrucciones para su uso.

En el otoño de 1918, los jefes de los servicios de salud de la nación (the surgeon general) y de la marina de los EE.UU. declararon que se enfrentaban con una enfermedad mortal ya muy extendida y recomendaron aspirina como tratamiento sintomático, y el ejército compró grandes cantidades.

JAMA, la revista oficial de la Asociación de Médicos de Estados Unidos sugirió una dosis de 1.000mg cada tres horas, el equivalente a casi 25 píldoras de aspirina de 325mg cada 24 horas. 

Es decir el doble de la dosis diaria que hoy se consideraría inocua.


La farmacología de la aspirina es compleja y no se llegó a entender del todo hasta la década de 1960, pero la dosis es crucial.
Si se dobla la dosis que se da a intervalos de seis horas se puede producir un incremento de un 400 por ciento de la cantidad de medicamento que permanece en el cuerpo.
Incluso dosis bastante bajas, de seis a nueve píldoras durante varios días pueden provocar niveles de sangre peligrosamente altos del medicamento en algunas personas.

Peter A. Chyca, un profesor de farmacia de la Universidad de Tennessee dijo que la teoría que había desarrollado la Dra. Starko llamaba la atención.  

Dijo que en aquellos días se sabía muy poco sobre lo que constituía una dosis inocua, y los médicos solían aumentar la dosis hasta que aparecían signos de toxicidad.


La Dra. Starko no estaba segura como se podía calcular el número de muertes por sobredosis de aspirina, pero sugirió que en los archivos militares se podría encontrar más información. “Espero que otros continúen esta línea de investigación,” dijo “accediendo a los registros de tratamientos que se puedan conseguir.”

http://www.nytimes.com/2009/10/13/health/13aspirin.html?ref=health&pagewanted=print