26 septiembre 2014

? Donde esta la fabrica de terroristas a nivel mundial ?


 Abril 2015

Noam Chomsky:

 “La peor campaña terrorista en el mundo es la que está siendo orquestada en Washington”

noam-chomsky


Es una estrella del mundo intelectual; un autor prolífico que se dice anarquista y que a los 86 años no da señales que bajar el ritmo.
Todavía lucha contra multitud de injusticias, con Occidente normalmente en su línea de fuego

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Fue en 1985 cuando el mulá Omar y su equipo Yihadista-Taliban-Al qaedista fueron invitados por Ronald Reagan a la Casa Blanca para tomar té y negociar la construcción del gaseoducto transafgano (Turkmenistán-Afganistán-Pakistán-India, “TAPI”) sobre las ruinas del espacio soviético. 

Después del 11 de septiembre, y para no herir sensibilidades, esos encuentros con la ultraderecha islamista, financiada por la CIA, se trasladaron a las bases del Pentágono en el Golfo Pérsico

de allí es de donde salen los “rebeldes” afganos, chechenos, libios, yemeníes, sirios, iraquíes, chinos, entre otros, con la misión de cortar cabezas y provocar el llamado “caos creativo” —o lo que es lo mismo, guerras—, en los países rivales y/o productores de hidrocarburo.
El actual “Gran Juego” entre las potencias grandes y medianas del mundo, que discurre en Eurasia agitando la bandera negra yihadista sigue girando en torno a los gaseoductos. 

En esta partida, la ofensiva del "intrépido" Obama contra China —su obsesión—, pasa por el control sobre el gas de Rusia y de Irán, principales reservas mundiales del “Oro Azul”, con el fin de impedir la llegada de energía a las venas de la económica del gigante asiático.

La recesión económica de los principales clientes del gas ruso, la inseguridad provocada por las guerras y la fuerte entrada de EEUU como productor de gas esquisto —y el uso de la técnica de fracturación hidráulica y perforación horizontal que han hecho posible la explotación del conocido como “tight gas” (el gas de arenas compactas), del “shale gas” (el gas de arcillas) y el petróleo de esquisto—, no solo han cambiado el lugar de los vendedores y compradores de energía, sino que han convertido en obsoletas las instalaciones de los tradicionales productores. 

Gazprom, Total y Statoil, por ejemplo, han suspendido el gran proyecto iniciado en 2007 en el yacimiento de gas del Shtokman en el Mar Barents: el cliente interesado, EEUU, ya no lo necesita; que este país dejase de comprar el 40% del gas de Qatar ha hecho que el sultanato buscara nuevos clientes, aunque por ello tuviera que contratar a los matones del Estado Islámico para arrasar Siria e Irak allanando el camino del gaseoducto árabe.

Demasiado “fracking”, demasiados excedentes del gas, han hecho bajar los precios y la quiebra de muchas pequeñas empresas, por lo que las compañías han empezado a exportarlo, sin que el Congreso levantara la prohibición que pesa sobre las exportaciones de hidrocarburo desde 1975: el primer barco zarpó hacia Corea del Sur.

La supuesta “autosuficiencia energética” de EEUU puede tener unas inesperadas consecuencias: sus antiguos proveedores dejarán de almacenar dólares, mientras Rusia pedirá rublo o yuan a cambio de sus productos, introduciendo en el sistema monetario mundial los términos “petrorublo” y “petroyuan” con todo lo que ello podría acarrear.

Rusia: “arena movediza”

Uno de los objetivos de la actual ofensiva militar y económica lanzada contra Rusia por EEUU es forzar a Gazprom Germania, la empresa estatal de gas ruso con sede en Berlín, suspender unos 25 proyectos que estaba desarrollando en Europa, y que le iba a convertir en la mayor compañía estatal de gas natural del mundo. La respuesta de Vladimir Putin fue firmar con China un mega acuerdo para suministrarle gas a partir de 2018 durante las próximas tres décadas, fortaleciendo la Organización de Shangai y también el BRICS, y de paso aumentar la entrada del capital chino en la economía rusa.

La guerra de gas también explica parte de las razones del respaldo del Kremlin a Bashar Al Asad. Mientras él esté en el poder, no permitirá la construcción del gaseoducto árabe, ni los qataries y saudíes permitirán a Irán poner en marcha el gaseoducto Irán-Irak-Siria (IIS) firmado en 2011, y que iba a ser inaugurado en 2016. EEUU, que busca el declive de político de Moscú y desmantelar la Federación Rusa, con las sanciones lo que ha hecho es empujar a la alza los precios de gas —que pueden llegar hasta el 50%—, ¡y así compensarle por la pérdida en ventas debido a las sanciones!

Rusia con sus gaseoductos South y North Stream enterró el proyecto de Nabucco —financiado por EEUU, Turquía, Reino Unido, Francia e Israel— y luego comprando el gas de Turkmenistán y Azerbaiyán para las próximas décadas, mantiene su dominio casi absoluto sobre el gas y las tuberías en Eurasia. En esta guerra de gas, solo Bulgaria y Serbia se han descolgado de la tubería South Stream.
Los dirigentes europeos que anteponen los intereses de las empresas de EEUU a los de sus pueblos, no tienen ningún sustituto al gas ruso: perdieron a Libia, hoy sumida en el caos, al tiempo que los “amigos americanos” impedían la puesta en marcha del gaseoducto Irán-Turquía-Europa (ITE), cuyo protocolo fue firmado en 2008, y si tienen que esperar el esquisto de EEUU, mejor que lo hagan sentados: no llegará a tiempo ni será suficiente. Que se conformen con que la OTAN haya ganado en Ucrania, y que paren este conflicto que puede terminar en una guerra total.

Irán, desaprovechado y aislado

Las negociaciones nucleares entre Occidente e Irán sufren altibajos debido a la incertidumbre y tensión en el escenario político de la región: a Europa le urge el regreso de Irán al mercado de energía, no así a los republicanos de EEUU, Israel, Arabia y Qatar.

Las amenazas militares, las sanciones, los yihadistas del Estado Islámico y también los peculiares rasgos de la teocracia gobernante han convertido a este gigante energético y ubicado en un lugar privilegiado en un importador neto de productos petrolíferos: recibe el gas turcomano.

EEUU, además de impedir la construcción de TAPI, ha evitado que Pakistán e India construyeran el gaseoducto IPI, para recibir el gas iraní desde el Golfo Pérsico. India se ha quedado sin el gas “transafgano” y sin el iraní: a cambio Washington le ha “banqueado” su ilegal arma nuclear y puede que reciba un escaño en el Consejo de Seguridad. Cierto, la desgracia india beneficia a China.
A pesar de que Teherán ha cedido en su programa nuclear, Barak Obama ha renovado la Ley de Emergencia Nacional sobre Irán, manteniendo las sanciones contra la industria energética iraní.

El “gaseoducto árabe”
Los 3 mil millones de dólares que Qatar ha invertido en el terrorismo yihadista en Siria e Irak no es para restaurar el Islam mahometano, sino que busca destruir los gobiernos de ambos países, impidiendo así la construcción del gaseoducto IIS, para después levantar el suyo.
Qatar, que comparte con Irán el dominio sobre Campo del gas “Pars del Sur”, uno de los más grandes del mundo descubierto en 1990 en el Golfo Pérsico, tiene dos proyectos: “Qatar- Arabia Saudi-Kuwait-Irak-Turquía” y “Qatar- Arabia-Jordania- Siria-Turquía”. Assad en 2009 había rechazado la propuesta por su alianza con Moscú y Teherán y hay dudas razonables que consiga llevarlos a cabo.

Erdogan: “Aquí, el que no corre, vuela”
Turquía, uno de los principales respaldos del terrorismo yihadista, planea levantar un gaseoducto que le conecte a la Región Autónoma de Kurdistán Iraquí. ¡Mal negocio en el medio de interminables conflictos! Ankara aún no se ha recuperado de las billonarias pérdidas por la invasión dirigida por EEUU a Irak en 2003, que destruyó el oleoducto iraquí-turco, ni del disgusto de la pérdida del proyecto Nabucco.
Quizás debería conformarse con el contrato firmado con Moscú en 2011 para el transporte de parte del gas de South Stream y con lo que Irán le manda para su consumo interno. Teherán no quiere contribuir en el fortalecimiento de un miembro de la OTAN en sus fronteras, quien además intenta derribar a su aliado en Damasco y en Bagdad.
Al Occidente tampoco le gusta que Erdogan tenga el monopolio sobre el tránsito del hidrocarburo del Caspio o del Pérsico a Europa: podría utilizar esta ventaja para presionar a la UE, que le quiere como un peón en el mapa europeo.

China, sin inmutarse

“Acupuntura en vez de los ataques quirúrgicos” de EEUU, sigue siendo la política de Pekín, contra las guerras líquidas de EEUU. Tras inaugurar en 2009 el mayor gaseoducto del mundo que transporta el gas de Turkmenistán hasta Xinjiang, China se puso a construir otras cinco tuberías que unen su vasto territorio con Asia Central.

Los intentos de Washington de estrangular su economía a través del control sobre el Estrecho de Malaca, presionar a Myanmar (como regalar un Nobel de la Paz a la opositora Aung San Suu Kyi), para que dejase de construir las tuberías de transporte de hidrocarburo a China, sancionar a Irán suspendiendo el “contrato del siglo” de la venta del gas durante 25 años, que Teherán firmó con Pekín en 2004, o desalojarle del puerto pakistaní de Gwadar, en el océano índico, han sido parte de las travesuras de la Casa Blanca contra China.

EEUU, que ha abandonado a Pakistán al caos total, está barajando “independizar” la provincia de Beluchistán —un mar de gas, además de grandes minas de piedras preciosas, con gentes viviendo en la absoluta miseria—, porque China planea colocar un gaseoducto desde esta provincia pasando por la cordillera de Karakoram hasta a Xinjiang.

El desgarrado Oriente Próximo aún puede ir a peor: los yihadistas no son más que un pretexto e instrumento para una gran guerra por gas que tiene a Irán en su punto de mira.

Virginia Peláez Ocampo (Cusco 1956 - ) 

Es una periodista y columnista peruana radicada en los Estados Unidos. Ella es conocida por sus escritos en El Diario La Prensa , un periódico de lengua española de la ciudad de Nueva York. Antes de trabajar en los Estados Unidos, Peláez fue una de las primeras reporteras femeninas en el Perú, habiendo trabajado para el desaparecido diario "La Prensa" (no confundir con el homónimo norteamericano también mencionado en este artículo) y para el noticiero 90 segundos de Frecuencia


Ningún plan militar, por bien preparado que esté, tiene garantizada su supervivencia más allá del primer encuentro con el enemigo
(mariscal de campo Helmuth von Moltke, 1800-1891)


Para que surgiera un pacto militar como la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) hace 65 años, tenía que existir alguno o varios enemigos de los países de Europa Occidental o los tenía que inventar.

Estados Unidos, el mayor beneficiado en términos financieros, políticos, económicos y geoestratégicos durante la Segunda Guerra Mundial, decidió establecer su control absoluto en esta parte de Europa.
La mano derecha de cada hegemonía es la fuerza militar, por eso Washington inventó la idea de la inseguridad de los europeos occidentales debido a la existencia de la Unión Soviética que, de acuerdo a los estrategas del departamento de Estado, representaba un permanente peligro latente para la democracia occidental debido a su ideología comunista.
Tras seis años de guerra, Europa estaba devastada sufriendo una severa crisis económica y también la espiritual, como lo describió De Gaulle en sus memorias. Sólo Estados Unidos tenía la capacidad de ayudar para recomponer la economía europea.
Washington percibió el momento adecuado para fortalecer su posición en Europa a través del Plan Marshall para la reconstrucción de los países europeos aportando 13 mil millones de dólares entre 1948 y 1951 que se gastaron en materias primas, productos semimanufacturados, comida, fertilizantes, maquinaria, vehículos y combustible.
Un año después del inicio del Plan Marshall surgió la idea de un pacto militar llamado OTAN cuyo propósito inicial, según el primer Secretario General de esta organización, Lord Ismay, era “mantener a los rusos afuera, a los norteamericanos dentro y a los alemanes abajo”.

 Al comienzo no siempre hubo acuerdo entre los miembros de esta organización y en 1966 Francia salió de la OTAN al considerar su presidente Charles De Gaulle que la “alianza estaba dominada inaceptablemente por los EEUU”.

Recién con Nicolas Sarcozy Francia retomó su membresía en la OTAN. Durante los primeros 42 años de la existencia de la Alianza hasta la disolución de la Unión Soviética en 1991 y el campo socialista en 1989 existió para el occidente un enemigo bien definido: la URSS “comunista” que, según la doctrina de la OTAN elaborada en los Estados Unidos, obligaba a la alianza estar preparada permanentemente para la guerra convencional contra aquel enemigo.

En aquellos 42 años la OTAN se convirtió en un brazo armado del Pentágono siendo su jefe principal no el Secretario General, que siempre había sido de origen europeo sino el Supremo Comandante Aliado nombrado por el departamento de Defensa norteamericano y por supuesto tenía que ser un general de las Fuerzas Armadas estadounidenses, manteniéndose esta tradición hasta ahora.

Hasta la desaparición del campo socialista, la definición del enemigo había sido una tarea simple para los miembros de la Alianza que se basaba en términos ideológicos como la lucha contra el comunismo y su principal pilar: la URSS.

Los problemas con la selección del próximo enemigo surgieron después que el presidente norteamericano George Bush padre declaró en 1990 que “un mundo antes dividido entre dos campos armados reconoce que ya sólo existe una potencia permanente: los Estados Unidos de América”.
La Guerra Fría había terminado pero Washington no podía permitirse el lujo de disolver la OTAN para no perder su hegemonía en Europa. Para esto Norteamérica había creado el Concepto Estratégico de la Alianza para 1991-1999, el primer período en el Siglo XX de la unipolaridad mundial, redefiniendo el papel de la OTAN, su estrategia y táctica.

En la reunión de los jefes de Estado y de gobierno de la Alianza en 1991 en Roma, el presidente Bush hizo dos propuestas: primero, dotar a la OTAN de capacidad de actuar fuera de la zona asignada en el período 1949 – 1990 modificando el Artículo V de la Alianza y segundo, vincular la defensa europea a la de los EE.UU. 

En la misma reunión el Secretario General de la organización, Willy Claes, afirmó que “actualmente el integrismo musulmán representa el mayor desafío para Europa desde la caída del enemigo soviético”.
Es decir, el “nuevo enemigo” fue definido. Además se discutieron otros peligros inminentes relacionados con los futuros conflictos en Cáucaso; la dispersión del armamento nuclear en Rusia, Bielorrusia, Ucrania y Kazajstán; los prontos conflictos en los Balcanes; y el posible surgimiento del nacionalismo expansionista en las ex repúblicas soviéticas. Así terminó la incertidumbre respecto a la necesidad de un “enemigo” para la existencia de la OTAN. Si no lo hay se lo inventa, una antigua táctica de todos los imperios.

En este mismo período se inició la expansión de la OTAN hacia el este incorporando en su seno ex repúblicas socialistas. Los 12 miembros con que nació la organización en 1949 crecieron a 28 y el liderazgo de Washington se convirtió en algo sagrado e indiscutible que otorgó a la Alianza el derecho de intervenir en cualquier parte del mundo.

Para esto fue elaborado el Segundo Concepto Estratégico de la OTAN para 1999 – 2010. Sus resultados eran la guerra en los Balcanes y la disolución de la República Federal de Yugoslavia, la participación de la Alianza en la guerra contra Afganistán e Irak.

Precisamente en este tiempo se decidió en 2009, aprovechando el ambiente de cierto acercamiento entre Estados Unidos y Rusia, bautizado como “Perezagrusca”, establecer cierta cooperación de la OTAN con Rusia. En realidad fue un tanteo de la posibilidad de una suave y bien camuflada expansión del dominio norteamericano hacia este país.

De allí surgió en la reunión de Lisboa de la Alianza en 2010, a la que asistió el presidente de Rusia, Dmitri Medvédev, considerado en Washington como pro atlantista, el “Consejo de la OTAN – Rusia” prometiendo la seguridad y prosperidad para el pueblo de aquel país. Sin embargo, lo que Medvédev y Obama caracterizaron como un momento “histórico” en relaciones entre la OTAN y Rusia no duró mucho.

El principio de igualdad que reclamaba el presidente Medvédev en relaciones con la Alianza nunca fue aceptado por la mayoría de sus miembros y en especial por Polonia y los países bálticos. Todo fue un juego de distracción y de desinformación. Mientras Barack Obama hablaba del acercamiento con Rusia, la OTAN puso en marcha un plan secreto para instalar bases militares en Polonia, Lituania, Estonia y Letonia y concretaba detalles de la instalación de Sistemas  Antimisiles en estos países. También estaba en su fase final la preparación de un golpe de Estado en Ucrania. Los futuros pro nazi miembros de Maidan ya estaban recibiendo la preparación militar en Polonia y Lituania.

El Nuevo Concepto Estratégico para los años 2010 – 2020 elaborado en Lisboa formalizó en realidad lo que uno de los famosos especialistas en el Sistema Económico Mundial, Samir Amin, llamó el concepto del “imperialismo colectivo” que se ve claramente en la guerra mediática, económica y financiera contra Rusia que emprendió la OTAN bajo el liderazgo de Washington aprovechando el golpe de Estado que ellos mismos promovieron en Ucrania. La desinformación hábilmente propagada reemplazó la verdad convirtiendo a Rusia que no tenía nada que ver en “agresor” y a los nazis ucranianos en “víctimas”.

A la vez Polonia y los países bálticos siguiendo las instrucciones del departamento de Estado norteamericano iniciaron una campaña histérica sobre una inminente invasión rusa. Aprovechando el momento, uno de sus curadores del norte, el Director de Asuntos Europeos en el Consejo de Seguridad Nacional, Charles Kupchan, hizo una advertencia precisamente un día antes de la visita de Obama a Estonia que  “Rusia no debe ni pensar meterse en Estonia o en cualquier otro miembro de la OTAN”. También el jefe real de la OTAN, el general norteamericano Philip Breedlove lanzó una amenaza a Rusia ordenando reforzar la capacidad bélica de la Alianza en “el aire, tierra y mar”.
Se espera que en la cumbre de esta semana de la OTAN que se celebrará en Cardiff, Reino Unido, se modificará el llamado Nuevo Concepto Estratégico de la Alianza elaborado para el período 2010 – 2020 teniendo en cuenta los acontecimientos en Ucrania, Siria e Irak, dando el visto bueno a la creación de bases militares permanentes en Polonia y los países bálticos utilizando el Acta de Prevención de la Agresión Rusa (RAPA) elaborado por el Congreso norteamericano y dirigido hacia el rearme de Europa del Este. 

También Washington, que paga el 73 por ciento del presupuesto de la OTAN, exigirá mayor aporte de los miembros al mantenimiento de la capacidad bélica de la Alianza y poner en orden las fuerzas armadas de cada país que reciben menos de un por ciento del presupuesto estatal.

Para darse cuenta de la situación de las fuerzas armadas de los miembros de la OTAN que inventaron a Rusia como el “nuevo enemigo” habría que citar lo que la más importante revista alemana Der Spiegel reveló sobre el estado de preparación de los militares alemanes para una posible confrontación. Dice la publicación que de los 109 aviones Euro Fighters solamente 8 son disponibles para el combate y de los 67 helicópteros CH-53 sólo siete pueden volar. Esta es la situación en la mayoría de los miembros de la Alianza.
La Apariencia y la Realidad están en completa contradicción en la OTAN, igual como pasó en la “Guerra de las Galaxias” difundida hábilmente por el aparato propagandístico del gobierno de Reagan en los años 1980 que hizo asustar a los dirigentes soviéticos iniciándose la incertidumbre. Ahora la OTAN está lanzando una campaña propagandística parecida olvidándose que la Rusia de ahora aprendió de las experiencias del pasado y sabe perfectamente lo que significa la frase escrita por el poeta alemán Friederich Freiher von Hardenberg: ”Cuando veas un gigante, examina antes la posición del sol; no vaya a ser la sombra de un pigmeo”.


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EE.UU. pretende creas caos en Europa 
con su escalada contra Rusia


Estados Unidos planea caotizar Europa con la escalada de cerco económico, financiero y comercial que emprende contra Rusia, y un eventual plan de guerra en el denominado Viejo Continente destinado a convertir también esa región en lo que es hoy el Medio Oriente, y naciones del norte de África como Libia
Washington utiliza de punta de lanza a Ucrania para imponerle sanciones y restarle fuerza a Moscú, y usa como fichas de su tablero beligerante a la debilitada Unión Europea (UE), siempre al servicio de la Casa Blanca, con el claro objetivo de sostener su hegemonía internacional, reducida en los últimos tiempos.

A juicio de analistas políticos, la administración del presidente Barack Obama está creando las condiciones para que en Europa se desate un diferendo bélico de grandes proporciones, cuyo fin es frenar a toda costa a Rusia, y hacer de esa área geográfica otro laberinto similar al que prima actualmente en el Medio Oriente, luego de las agresiones e invasiones militares norteamericanas, de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y de Israel, perpetradas en Irak, Afganistán, Siria, y Palestina, además de Libia.

Es una realidad que en cualquier lugar del mundo donde ponen sus garras las autoridades estadounidenses, sus militares o ahora los llamados “contratistas”, dejan una estela de sangre, destrucción, anarquía y desorden difíciles de revertir.

En buena lid, a Washington le interesan poco sus aliados de la UE, solo manejarlos y confrontarlos, en este caso contra Rusia como ya lo hicieron en Yugoslavia hace algunos años, para sacar provechos económicos en venta de armas y saqueo de recursos, y por supuesto no perder de manera alguna su dominio unipolar, con el debilitamiento de las potencias emergentes.

Reza un refrán popular que “a rio revuelto, ganancia de pescadores”, y ello es lo que hace el régimen de Estados Unidos en el mundo, enturbiar los escenarios para alcanzar sus reales intereses.
Los anuncios reiterados de nuevas sanciones a Moscú por parte de la Casa Blanca y gobiernos europeos, hasta el de la “neutral” Suiza, son el preludio de en lo que pueden derivar esas acciones adversas a la paz, la concordia, y a las leyes que rigen las relaciones internacionales.
De otro lado, la reciente determinación del Pentágono de instalar cinco nuevas bases militares de la OTAN en Europa del Este, hacen resonar aun más los tambores de guerra que se escuchan con estridencia en el Viejo Continente, y que provienen desde territorio norteamericano.

Los pueblos europeos están prácticamente obligados a movilizarse para frustrar una peligrosa conflagración que les amenaza, en medio de la crisis económica y social sin precedentes que los agobia y ahoga.
Por su parte, América Latina debe estar en “alerta naranja” ante esos belicosos tornados estadounidenses que pueden replicarse con toda intención en la Patria Grande para dividirla en momentos, que como nunca antes, predominan las brisas de unidad e integración. 

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Portada :: N. Chomsky
Aumentar tamaño del texto Disminuir tamaño del texto Partir el texto en columnas Ver como pdf10-10-2014

Declaraciones del intelectual estadounidense Noam Chomsky
"EEUU es el creador del Estado Islámico"

Noam Chomsky, reconocido escritor y filósofo de Estados Unidos, criticó la política estadounidense en Oriente Medio y relacionó el surgimiento del Estado Islámico (EI) con la intervención de ese país en Iraq.
En una entrevista concedida a Truthout sostuvo que “La aparición del EI y la difusión general del yihadismo radical es una consecuencia bastante natural del martilleo de Washington sobre la frágil sociedad de Iraq“.

“Creo que Estados Unidos es uno de los creadores fundamentales del EIIL. (…) Sus intervenciones destructivas en el Medio Oriente y la guerra en Irak fueron las causas básicas del nacimiento del EIIL”, declaró Chomsky.

En otra parte de sus declaraciones y en alusión al alto el fuego acordado el pasado mes de agosto entre el régimen de Israel y el Movimiento de Resistencia Islámica Palestina (HAMAS), denunció el incumplimiento del régimen usurpador, mientras la parte palestina, según el lingüista norteamericano, “lo cumple”.

Teniendo en cuenta el apoyo militar, económico, diplomático e ideológico de Washington al régimen de Tel Aviv, acusó a las autoridades israelíes de llevar adelante sus políticas expansionistas en los territorios ocupados palestinos “dejando a los palestinos en cantones desmembrados”.

En referencia a la reciente agresión israelí contra el pueblo palestino de la Franja de Gaza durante la cual murieron más de 2160 personas, criticó el suministro armamentístico de EE.UU. al régimen de Israel.
“En un momento dado, las armas israelíes parecían estar agotándose, y los EE.UU. suministraron amablemente a (el régimen de) Israel armas más avanzadas, lo que le permitió seguir la embestida”, deploró.
En los 51 días de agresiones israelíes, iniciadas a principios del pasado mes de julio contra la nación palestina en Gaza, no solo perdieron la vida al menos 2160 palestinos como hemos referido con anterioridad, sino que 11.100 resultaron heridos y las infraestructuras básicas resultaron seriamente dañadas.

Creador clave
Chomsky asegura estar de acuerdo con las recientes declaraciones del escritor y exagente de la CIA, Graham Fuller, que acusó a EE.UU. de ser uno de los “creadores clave” del grupo terrorista, como resultado de la guerra contra Iraq emprendida en 2003.
La situación es un desastre para EE.UU., pero es un resultado natural de su invasión“, dijo Chomsky.
“Una de las graves consecuencias de la agresión de Estados Unidos y Reino Unido fue la de inflamar los conflictos sectarios que ahora están destrozando Iraq en pedazos, y que se han extendido por toda la región con consecuencias terribles”, agrega en académico.
Chomsky advierte que el fanatismo religioso no se propaga sólo en los países de Oriente Medio, sino también en EE.UU., fenómeno del que responsabiliza en parte al Partido Republicano.
“No hay muchos países en el mundo donde la gran mayoría de la población crea que la mano de Dios guía la evolución, y donde casi la mitad de ellos piense que el mundo fue creado hace unos pocos miles de años”, dijo.
“Y a medida que el Partido Republicano se ha vuelto tan extremo sirviendo a los ricos y al poder de las corporaciones, que no puede apelar a la opinión pública para que apoye sus políticas reales, se ha visto obligado a recurrir a estos sectores como una base de votantes, dándoles una influencia sustancial sobre la política”, denunció Chomsky.

http://www.cubadebate.cu/noticias/2014/10/08/noam-chomsky-critica-politica-de-eeuu-en-oriente-medio/#.VDYxXyWfou0



firstdog isis

19 septiembre 2014

La DICTADURA De Lo POLÍTICAMENTE CORRECTO y EL ARTE de la DESINFORMACION

Uno de los grandes logros de la Democracia es haber sido capaz de garantizar la libertad de expresión y pensamiento para los ciudadanos. Pero en los ultimos aproximadamente 20 años el mundo llamemosle "desarrollado" ha sido victima, paso a paso, del robo de ésta. 

En los últimos años han comenzado a aparecer filósofos y escritores, que han puesto el dedo en la llaga, y al menos han sentado la base para comenzar a reconquistar la libertad de expresión y pensamiento que discreta y sibilinamente se nos ha ido usurpando.
 Short Story: Vladimir Volkoff's "The Ways of the Lord"
Uno de ellos ha sido Vladimir Volkoff, uno de los intelectuales franceses más relevantes de la segunda mitad del siglo XX. Nacido en París el 7 de Noviembre de 1932, hijo de emigrantes rusos, doctor en filosofía en la Universidad de Lieja, y profesor de lengua y literatura francesa y rusa en EE.UU., también fue profesor de inglés; autor de novelas y ensayos, funcionario del Ministerio de Defensa y militar durante la guerra de Argelia.

Es el primer escritor francés que ha dedicado parte de su trabajo a estudiar la manipulación informativa, y un pionero en explicar y definir el fenómeno que conocemos como “políticamente correcto”, tema de algunos de sus libros como:

La désinformation par l´image, Le montage, La désinformation; arme de guerre, Petite histoire de la désinformation, Désinformation; flagrant délit, y Le manuel du politiquement correct.
Falleció el 14 de septiembre de 2005 en Francia, y con él se ha ido uno de los mayores defensores de la libertad ideológica y de expresión del mundo democratizado.


En una entrevista realizada por Marc Vittelio, Volkoff explicaba la dificultad de definir lo políticamente correcto, por carecer de un verdadero contenido:

“Lo políticamente correcto, como tal, es de imposible definición puesto que carece de un verdadero contenido.
Su fundamento básico es aquello del ‘todo vale’.
En él encontramos restos de un cristianismo degradado, de un socialismo reivindicativo, de un economicismo marxista, y de un freudismo en permanente rebelión contra la moral del yo. Si comparamos el hundimiento del comunismo con una explosión atómica, diríamos que lo políticamente correcto constituye la nube radioactiva que sigue a la hecatombe”. Volkoff prosigue diciendo que lo políticamente correcto consiste en la observación de la sociedad y la historia en términos maniqueos. “Lo políticamente correcto representa el bien, y lo políticamente incorrecto representa el mal”.
 
No se contempla, sin embargo, que el bien o el mal deban ser el punto de partida, y que lo políticamente correcto sea lo que se deba adecuar al bien.

  “Si un pueblo es razonable, serio, muy vigilante en la defensa del bien común, es bueno promulgar una ley que permita a ese pueblo darse a sí mismo sus propios magistrados para administrar los asuntos públicos. Con todo, si ese pueblo poco a poco se degrada, si su sufragio se convierte en algo venal, si le da el gobierno a personas escandalosas y criminales, entonces resulta conveniente quitarle la facultad de conferir honores y volver al juicio de un pequeño grupo de hombres de bien”.      San AGustin

También hace referencia a que:

“Lo políticamente correcto no atiende a igualdad de oportunidades alguna en el punto de partida, sino al igualitarismo en los resultados en el punto de llegada”. Marcando la igualdad como objetivo final, eliminando el premio al mérito, al esfuerzo o a la capacidad. Haciendo prevalecer el concepto de igualdad final sobre el de justicia.

Volkoff afirma que lo políticamente correcto es consecuencia de la decadencia del espíritu crítico de la identidad colectiva, tanto social, nacional, religiosa como étnica. También señala a los intelectuales desarraigados como principales practicantes, aunque el contagio puede llegar a todo tipo de personas sin que estas sean conscientes de ello. Una vez ocurrido esto, la desintoxicación se observa complicada, puesto que los medios de comunicación son los encargados de llevarnos al contagio masivo y estos han adquirido una importancia desmesurada.



“El primer remedio consiste en tomar conciencia de que lo políticamente correcto existe y que circula sobre todo a través de nuestro vocabulario.
El segundo, sería tomar conciencia de que el ‘yo’ forma parte de un ‘nosotros’, y de que ese ‘nosotros’ debe proteger al ‘yo’ contra el ’se dice…’ políticamente correcto.
El tercer remedio consiste en poner en práctica la conciencia de renuncia a toda terminología políticamente correcta y a las ideologías sobre las que se apoya.

Por ejemplo, hay que decir ‘aborto’ en lugar de ‘interrupción del embarazo’, ’sordo’ en lugar de ‘deficiente auditivo’, ‘vejez’ en lugar de ‘tercera edad’, ’sinvergüenza’ en lugar de ‘inadaptado’. Un ‘docente’ nunca llegará a ser un ‘maestro’ “.
Volkoff incide en la terminología considerada políticamente correcta.
Estos eufemismos se fueron imponiendo con la intención de no ofender a las personas a quienes definían, sólo que su utilización envilecía aún más al término sustituido. Hoy ya no es posible decir viejo, minusválido o negro, ni siquiera ciego, sin sentir un rechazo social, y en su lugar se utilizan giros semánticos que tratan de ocultar su existencia como persona de la tercera edad, discapacitado, persona de color (no sabemos de qué color), o invidente; término, este último, que además disgusta a la mayoría de los ciegos.

 ¿realmente debemos creer, como lo he oído sostener, que el alma de la democracia radica en el despliegue de buena voluntad de la minoría que se subordina a la mayoría? 
Que Luis XVI haya sido condenado a muerte por una mayoría de cinco votos, que la Tercera República haya sido establecida por una mayoría de un voto, que el tratado de Maastricht - equivalente a abandonar la soberanía - haya sido adoptada por Francia por el 51% de los votos expresados no me inspira mucha confianza en la validez de estos actos, incluso y sobre todo desde el punto de vista democrático. 
Ante decisiones de graves consecuencias, ¿no hay ligereza en preferir la teoría abstracta que define qué cosa es una mayoría a la realidad concreta que ofrece opiniones divergentes?          Volkoff

Según Volkoff una persona políticamente correcta se considera a sí mismo tolerante, pero no practica la tolerancia. A veces ni siquiera con aquellos a los que supuestamente defiende. Sobre el origen o expansión del fenómeno, Volkoff afirma:

“Lo políticamente correcto es supranacional, como todas las enfermedades.
Si estamos en condiciones de afirmar que nació en determinadas universidades americanas, no es menos cierto que se expandió rápidamente por todo el mundo”. De origen anglosajón aterrizó en Europa, Volkoff afirmaba que los países donde más se han resistido a la infección son aquellos de religión cristiano-ortodoxa, en Europa del Este con reminiscencias comunistas.
Apunta el filósofo, como ejemplos, a Serbia y Rusia, por su posicionamiento ante determinados conflictos. En España, tardía pero ferozmente, se ha ido expandiendo entre los pseudointelectuales y la clase política, y hoy es difícil encontrar quién no esté o aparente estar contaminado con tal de evitar consecuencias negativas para su imagen. Ante la pregunta de cómo evitar la contaminación, el filósofo responde lo siguiente:

“Es verdad que lo políticamente correcto nos acecha y se presenta siempre con argumentos inocentes y de fácil asimilación. Se trata de rechazar su inocencia y repudiar esa facilidad de asimilación. Es necesario, así mismo, prevenirse contra el mimetismo de hablar como los demás. Repito, aún a riesgo de parecer pesado, el vocabulario políticamente correcto es el principal vehículo de contagio. En cualquier caso, hay que afirmar que lo políticamente correcto es una fe débil y que, como tal, no resiste a una enérgica aplicación del espíritu crítico. No hay que ser sumisos a los sentimientos y opiniones generalizados: el espíritu contradictorio más obtuso vale siempre más que la aceptación liberal del pasto mediático”.

El motivo por el cual debemos pensar o expresarnos en determinados términos se nos presenta como obvio. Es un “¿tú no lo entiendes?, los demás sí”. Pretende arrancarnos la posibilidad de reflexionar sobre lo que nos tratan de imponer, ya que determinados argumentos caerían por su propio peso al hacerlo. El nuevo modelo nos aleja de la religión argumentando conocimientos científicos, pero tras el abandono de la fe, nos obligan a creer, sin posibilidad de negarnos, en valores impuestos, introducidos con calzador en nuestras mentes, utilizando un vasto entramado publicitario y demagógico. Se sustituye al Dios de siglos anteriores y sus mandamientos, por el Oráculo de la Democracia que todo lo sabe y nos adoctrina “por nuestro bien”.

 Flers y Caillvallet no estaban equivocados al anotar maliciosamente que “la democracia es el nombre que le damos al pueblo cada vez que lo necesitamos”

Además muestra una especie de compasión cristiana, una posibilidad de mejora y redención para los hijos pródigos: delincuentes, criminales, terroristas, violadores… que obtienen un mar de teóricos derechos, mientras sus víctimas deben esperar en cristiana resignación lo que les aguarde el futuro, “rezando” porque no les vuelva a pasar; y mientras, los medios de comunicación, que tratarán con respeto singular a unos, caerán con la debida ferocidad contra aquellos que discrepen de lo políticamente correcto o exijan penas mayores, respaldándose en una ley a la que hay que rendir pleitesía aunque practique la indefensión de la sociedad. Volkoff remata sus aseveraciones hablando de las consecuencias que puede traer la imposición de lo políticamente correcto:

“Lo políticamente correcto prepara el terreno de forma ideal para las operaciones de desinformación y para la expansión de la mundialización. Cuando todo el mundo crea que las verdades pueden ser objetos de trueque, de que no existen ni verdades ni mentiras, el mundo estará preparado para recibir la misma propaganda, de participar de la misma pseudo-opinión pública fabricada para consumo universal.

Y esta pseudo-opinión pública aceptará cualquier acción, incluidas las más brutales que indefectiblemente irán en beneficio de los manipuladores”. Deberemos sentirnos agradecidos por no pasar hambre como los niños que nos presentan por la televisión, perdidos en un desierto de miseria, mientras la población crece dónde menos recursos hay.

Los occidentales, europeos, españoles; nos iremos amoldando a viviendas de 30 metros cuadrados y tendremos un hijo o medio, pero creeremos estar viviendo bien. Mientras, el mundo globalizado irá acercándonos los niños que pasaban hambre en el Sur convertidos en adultos para trabajar en los puestos que solidariamente les cederemos por considerar insuficiente su remuneración. Después, se impondrá la ley del mercado laboral, y las condiciones de trabajo se irán igualando… a la baja, así como los derechos y servicios. Europa irá armándose con mano de obra barata, hombres y mujeres necesitados de llevarse un pan a la boca; de ciudadanos acostumbrados a tener derechos no sólo sobre el papel y que un día se despertarán sin ellos; y de delincuentes de diversa ralea que en un mar de injusticia habrán estado pescando con el consentimiento de una sociedad en declive económico, pero sobre todo moral e intelectual.

Aquí, algunos de los manipuladores buscarán en el abc del liberalismo económico la forma de sacar cuantiosos beneficios monetarios. La globalización habrá creado un mercado mundial donde el ser humano vivirá bajo los designios de una democracia estéril, sin voz, acallada por lo políticamente correcto y con un voto dirigido. Los otros, los manipuladores de corte socialista, conseguirán fácilmente adhesiones, en una sociedad desesperada porque la guíen en la búsqueda de unas mejoras económicas, laborales y de derechos sociales, que habrá que volver a reconquistar mediante sangrientas revoluciones, fratricidas guerras y sufrimiento, y todo esto para volver a la situación que teníamos, que aún tenemos, y que la estulticia general nos obligó a abandonar. Evitarlo, sólo tiene un camino: recuperar el control sobre nuestra propia opinión.

 El suizo Amiel escribía: “La democracia descansa sobre esa ficción legal por la cual la mayoría no sólo dispone de la fuerza sino también de la razón, que posee al mismo tiempo sabiduría y derecho”. Una “ficción legal”: no sabríamos decirlo mejor. 

© José L. Casillas, 2008 Ldo. en Filología Hispánica -

EL ARTE DE LA DESINFORMACIONEl Montaje

Dialogo entre protagonistas de ésta novela:


"El Vademecum da diez recetas para la composición de informaciones tendenciosas. ¿Quiere conocer usted estas diez recetas?
—Me interesaría, sí.

La contra-verdad no comprobable, la mezcla verdadero-falso, la deformación de lo verdadero, la modificación del contexto, la difuminación con su variante: las verdades seleccionadas, el comentario apoyado, la ilustración, la generalización, las partes desiguales, las partes iguales.

—¿Podría darme algunos ejemplos?

—Voy a intentar recomponer la conferencia de mi monitor del cursillo. «Supongamos —decía él— el hecho histórico siguiente: Ivanov encuentra a su mujer en la cama de Petrov». (Alexandr se irguió: le disgustaban las gracias escabrosas. Los franceses no podían evitarlas. Bueno, pero con un ruso él había esperado no oírlas; sin ningún motivo, visiblemente, Pitman tenía un aire jocoso).
Voy a presentarles los diversos tratamientos que pueden aplicar a ese hecho si por tal o cual razón política desean divulgarlos de un modo tendencioso.

Primer caso. No hay testigos. El público no sabe qué hay en aquello y no posee ningún medio para informarse. Ustedes anuncian de buenas a primeras que es Petrov quien ha encontrado a su mujer en el lecho de Ivanov. Esto es lo que denominamos una contra-verdad no comprobable.

Segunda fórmula. Hay testigos. Ustedes escriben que el matrimonio Ivanov no marcha bien, y conceden que el sábado último, Ivanov ha sorprendido a su mujer con Petrov. Es verdad, añaden, que la semana anterior fue Ivanova quien sorprendió a su marido con Petrova. Se trata del procedimiento de la mezcla verdadero-falso. Las proporciones, evidentemente, pueden variar. Los muchachos de la intoxicación, cuando quieran "basar" al adversario, le dan hasta el 80% de verdadero por 20 de falso, porque es importante, a su nivel, que tal o cual punto falso preciso sea tenido por verdadero. Nosotros, los desinformadores y agentes de influencia, operamos sobre la cantidad, y hallamos, por el contrario, que un solo hecho verdadero y comprobable permite el paso de muchos que no son ni lo uno ni lo otro.
[...]

Tercer truco. Ustedes reconocen que la ciudadana Ivanova se encontraba en casa de Petrov el sábado pasado, pero ironizan en cuanto al tema del lecho. El mobiliario, comentan, no tiene nada que ver con el asunto. Más verosímilmente, Ivanova estaba sentada, simplemente, en una silla o en un sillón, quedando lo otro muy dentro de la manera de ser de Ivanov, que siempre tiene una tendencia excesiva a rodar bajo las mesas, a calumniar a su desgraciada esposa. ¿Qué quería que hiciese ella? ¿Que se dejara moler a palos por el borracho del marido? Ella habrá creído que era su deber refugiarse en casa de los Petrov, y, según todas las posibilidades, estaba acompañada por sus hijos, de escasa edad; finalmente, nada nos permite acusarla de haberlos abandonado a la merced de este bruto. Nada nos indica que la ciudadana Petrova no haya asistido a la entrevista Ivanova-Petrov, y ello hasta es probable, pues la escena se desarrollaba en la habitación que ocupan los Petrov, dentro del apartamento comunitario que comparten con los Ivanov. Es el truco de la deformación de lo verdadero.

Cuarto artificio. (Pitman contaba sobre sus dedos). Ustedes recurren a la modificación del contexto. Es cierto, dicen, Ivanov ha encontrado a su mujer en la cama de Petrov, pero ¿quién no conoce a Petrov? Es un monstruo de concupiscencia. No es imposible que haya sido condenado catorce veces por violación. Aquel día, encontró a Ivanova en el pasillo, arrojándose sobre ella, y arrastrándola hasta su casa, estando a punto de violentarla cuando, por suerte, el digno ciudadano Ivanov, al volver de la fábrica, donde una vez más se había ganado el premio de los tres mil tornillos colocados en dos horas y veinticinco minutos, hundió la puerta para salvar a su casta esposa de una suerte peor que la muerte. Y la prueba, proclamarán ustedes en voz muy alta, es que en la información inicial no se recoge ningún reproche dirigido por Ivanov a Ivanova.

Quinto procedimiento: el de la difuminación. Ustedes ahogan el hecho verdadero en una masa de otros informes: Petrov, dicen, es un estajanovista. un afamado tocador de armónica y un buen jugador de damas; nació en Nijni-Novgorod; fue artillero durante la guerra; regaló un canario a su madre al cumplir ésta los sesenta años; tiene queridas, entre ellas cierta Ivanova; le gusta el salchichón al ajo; nada bien de espalda; sabe hacer los pelment siberianos, etc.
Tenemos también una combinación, algo inverso a la difuminación: las verdades seleccionadas. Ustedes escogen en el incidente que deben recoger detalles verídicos, pero incompletos. Cuentan, por ejemplo, que Ivanov entró en casa de Petrov sin llamar, que Ivanova se sobresaltó porque es nerviosa, que Petrov pareció extrañarse de las malas maneras de Ivanov, y que después de haber intercambiado algunas observaciones sobre el extremado relajamiento de las costumbres, que constituye una de las secuelas del Antiguo Régimen, los esposos Ivanov se reintegraron a su hogar.

Sexto método: el comentario apoyado. Ustedes no modifican en nada el hecho histórico, pero sacan de él, por ejemplo, una crítica de los apartamentos comunitarios, que cada vez desaparecen con más rapidez, pero en los cuales los encuentros entre amantes y maridos tienen lugar con más frecuencia de la prevista por el plan quinquenal. Ustedes describen luego una ciudad moderna, en la que cada pareja de tórtolos tiene su estudio, donde ellos se pueden arrullar a su gusto, y pintan un cuadro idílico de la suerte envidiable que aguarda a los Ivanov.

La séptima astucia es otra forma de la sexta: es la ilustración, en la que se va de lo general a lo particular y ya no de lo particular a lo general. Ustedes pueden desarrollar el mismo tema: la felicidad de las parejas en las ciudades nuevas erigidas gracias a la eficacia bienhechora del régimen de los soviéticos, pero terminan con una declaración exclamativa como ésta: ¡Qué progreso sobre los antiguos apartamentos comunitarios, donde se desarrollaban escenas deplorables, como la de ese Ivanov encontrando a su mujer en la casa del vecino!

La octava táctica es la generalización. Por ejemplo: ustedes extraen de la conducta de Ivanova consecuencias que inducen a confusión sobre la ingratitud, la infidelidad y la lujuria femeninas, sin mencionar la complicidad de Petrov. O, por el contrario, aplastan a Petrov-Casanova, el vil seductor, y absuelven entre las aclamaciones del jurado a la infortunada representante de un sexo vergonzosamente explotado.

La novena técnica se llama: partes desiguales. Se dirigen ustedes a sus lectores y les piden que comenten el incidente. Publican una carta que condena a Ivanova, incluso en el caso de que hayan recibido cien, y diez que la justifican, aunque no hayan recibido más que esas diez.

Finalmente, la décima fórmula es la de las partes iguales. Encargan ustedes a un profesor universitario, polemista competente, querido del público, una defensa de los amantes en cincuenta líneas, y piden a un tonto de pueblo una condena de los mismos amantes, también en cincuenta líneas, lo cual establece su imparcialidad.
He aquí, Alexandr Dmitrich, lo que le facilitará una idea de lo que es la información tendenciosa y los ejercicios que le inducirán a hacer, evidentemente, sobre temas algo más serios.
[...]
—No, con toda seguridad. Le he dado diez recetas pueriles, a modo de ejemplo. Nosotros hemos elaborado centenares de procedimientos que podemos emplear conjunta o separadamente, toda una interpretación de la Historia, toda una Waltanschauung de la influencia, diría que casi una cosmogonía.

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(Entrevista con Vladimir Volkoff de Marc Vittelio - traducción de Damián Verde)

Vladimir Volkoff es doctor en filosofía, profesor de inglés, militar durante la guerra de Argelia, funcionario del Ministerio de Defensa y, más tarde, profesor de lenguas y literaturas francesa y rusa en Estados Unidos. Fue el primer escritor que Francia dedicó seriamente sus estudios a estudiar la manipulación informativa. Pariente de Tchaikovsky, es uno de los escritores mejor situados a la hora de explicar el concepto que conocemos como "políticamente correcto", tema de su último libro publicado en Editions du Rocher: "La désinformation par l’image".
Nos hemos encontrado con este autor que rezuma humor y cultura por todos sus poros y que nos ha prodigado algunos consejos para combatir ese veneno que ataca nuestra sociedad.

—¿Cuál es su definición de lo "políticamente correcto"?
—Lo políticamente correcto tal y como lo conocemos en la actualidad representa la entropía del pensamiento político. Como tal, es de imposible definición puesto que carece de un verdadero contenido. Su fundamento básico es aquello del "todo vale". En él encontramos restos de un cristianismo degradado, de un socialismo reivindicativo, de un economicismo marxista, y de un freudismo en permanente rebelión contra la moral del yo. Si comparamos el hundimiento del comunismo con una explosión atómica, diríamos que lo políticamente correcto constituye la nube radioactiva que sigue a la hecatombe.

—¿En qué consiste lo "políticamente correcto"?
—Lo políticamente correcto consiste en la observación de la sociedad y la historia en términos maniqueos. Lo políticamente correcto representa el bien y lo políticamente incorrecto representa el mal. El summun del bien consiste en buscar en las opciones y la tolerancia en los demás, a menos que las opciones del otro no sean políticamente incorrectas; el summum del mal se encuentra en los datos que precederían a la opción, ya sean éstos de carácter étnico, histórico, social, moral e incluso sexual, e incluso en los avatares humanos. Lo políticamente correcto no atiende a igualdad de oportunidades alguna en el punto de partida, sino al igualitarismo en los resultados en el punto de llegada.

—¿Quién lo inventó?
—Nadie ha inventado lo políticamente correcto: nace como consecuencia de la decadencia del espíritu crítico de la identidad colectiva, ya sea esta social, nacional, religiosa o étnica.

—¿Quién lo practica?
—Lo políticamente correcto es de uso común entre los intelectuales desarraigados, pero como es contagioso, es normal que otras personas estén contaminadas sin que por ello sean conscientes de ello.

—¿Cómo podemos desintoxicarnos?
—La desintoxicación es difícil, en la medida en que vivimos en un mundo en el que los media (y la palabra media es, en sí, un barbarismo políticamente correcto) han adquirido una importancia desmesurada y son precisamente éstos los encargados del contagio masivo. El primer remedio consiste en tomar conciencia de que lo políticamente correcto existe y que circula sobre todo a través de nuestro vocabulario. El segundo, sería tomar conciencia de que el "yo" forma parte de un "nosotros" y de que ese "nosotros" debe proteger al "yo" contra el "se dice..." políticamente correcto. El tercer remedio consiste en poner en práctica la conciencia de renuncia a toda terminología políticamente correcta y a las ideologías sobre las que se apoya. Por ejemplo, hay que decir "aborto" en lugar de "interrupción del embarazo", "sordo" en lugar de "deficiente auditivo", "vejez" en lugar de "tercera edad", "sinvergüenza" en lugar de "inadaptado". Un "docente" nunca llegará a ser un "maestro".

—¿Cuáles son los estragos producidos por lo "políticamente correcto"?
—Consisten fundamentalmente en confundir el bien y el mal, bajo el pretexto de que todo es materia opinable.

—Aparte de la nación, ¿cuáles son los blancos predilectos de lo "políticamente correcto"?
—Los blancos predilectos son la familia, las tradiciones y, sobre todo, la creencia en ello, puesto que para lo políticamente correcto solo hay una verdad y lo demás es falso.

—¿Tiene usted la impresión de que Francia es uno de los países más tocados por lo "políticamente correcto"?
—Lo políticamente correcto es supranacional como todas las enfermedades. Si estamos en condiciones de afirmar que nació en determinadas universidades americanas, no es menos cierto que se expandió rápidamente por todo el mundo. Quizá en los países de tradición cristiano-ortodoxa se resiste más y mejor a esta epidemia, probablemente debido a la propaganda comunista, quizá a la propia fe religiosa. Lo hemos visto recientemente con los casos de Serbia y Rusia.

—¿Cómo detectar a una persona "políticamente correcta"?
—Una persona políticamente correcta se considera a sí misma tolerante, pero no practica la tolerancia...

—¿Cómo evitar la contaminación?
—Es verdad que lo políticamente correcto nos acecha y se presenta siempre con argumentos inocentes y de fácil asimilación. Se trata de rechazar su inocencia y repudiar esa facilidad de asimilación. Es necesario, asimismo, prevenirse contra el mimetismo de hablar como los demás. Repito aún a riesgo de parecer pesado, el vocabulario políticamente correcto es el principal vehículo de contagio. En cualquier caso, hay que afirmar que lo políticamente correcto es una fe débil y que, como tal, no resiste a una enérgica aplicación del espíritu crítico. No hay que ser sumisos a los sentimientos y opiniones generalizados: el espíritu contradictorio más obtuso vale siempre más que la aceptación liberal del pasto mediático.

—Según vd., ¿cuáles pueden ser las consecuencias a corto y medio plazo del triunfo de lo "políticamente correcto"?
—Lo políticamente correcto prepara el terreno de forma ideal para las operaciones de desinformación y para la expansión de la mundialización. Cuando todo el mundo crea que las verdades pueden ser objetos de truque, de que no existen ni verdades ni mentiras, el mundo estará preparado para recibir la misma propaganda, de participar de la misma pseudo-opinión pública fabricada para consumo universal. Y esta pseudo-opinión pública aceptará cualquier acción, incluidas las más brutales que indefectiblemente irán en beneficio de los manipuladores.

(Obras de Vladimir Volkoff sobre la manipulación de la información: "Le montage", "La désinformation, arme de guerre", "Petite histoire de la désinformation", "Désinformation, flagrant délit", "Manuel du politiquement correct" y "La désinformation par l’image").-


Lo políticamente correcto y la metapolítica
Por Alberto Buela


En estos días nos ha llegado desde varios lados un reportaje al militar franco-ruso, ahora devenido ensayista, Vladimir Volkoff sobre lo políticamente correcto. Las respuestas que da Volkoff son acertadas pero insuficientes, pues él limita lo políticamente correcto a un problema del decir: "circula a través de nuestro vocabulario. El vocabulario políticamente correcto es el principal vehículo de contagio".
Es cierto que lo políticamente correcto, en inglés denominado political correctness, tiene que ver con una forma de decir; por ejemplo a un negro llamarlo "hombre de color", hablar de interrupción del embarazo en lugar de aborto, invidente en lugar de ciego. Pero hay que dar un paso más en busca de su fundamento, sino simplemente nos quedamos en la descripción del fenómeno.
Así lo políticamente correcto es todo eso que dice Volkoff: el "todo vale", el cristianismo degradado, el socialismo reinvindicativo, el freudismo antimoral, el economicismo marxista, el igualitarismo como punto de llegada y no de partida, la decadencia del espíritu crítico, lo practican los intelectuales desarraigados, confunde el bien y el mal. Pero todo ello no alcanza para asir su naturaleza, esencia y fundamento. Incluso Volkoff afirma que: es de imposible definición.

Además, está el hecho bruto e incontrovertible de que existen temas y problemas políticos de mucho peso en la historia del mundo que no son tratados por ser políticamente incorrecto hacerlo, por ejemplo: el poder detrás de las finanzas internacionales y los medios masivos de comunicación o el poder de las sectas e iglesias cristianas al servicio del imperialismo. Vemos con estos solos ejemplos como lo políticamente correcto no se limita al decir o al dejar de decir, como sostiene Volkoff.
Además hay temas y muchos, que no son tratados ni mediática ni privadamente por ser políticamente incorrectos: la jerarquía, el disenso, la disciplina, el arraigo, la pertenencia, las virtudes, el deber, el heroísmo, la santidad, la lealtad, la autoridad, etc.
Nosotros sin embargo creemos que lo políticamente correcto se apoya y tiene su fundamento en el denominado pensamiento único. Pensamiento que encuentra su justificación en los poderes que manejan y gobiernan este mundo terrenal y finito que vivimos hoy.
Podemos definir lo políticamente correcto como la forma de hacer y decir la política que se adecua al orden constituido y al statu quo reinante. Es por ello que el simulacro y el disimulo, la amplia calle de la acción y el discurso político contemporáneo, tiene en lo políticamente correcto su mejor instrumento. Hoy la política es entendida y practicada como "un como sí" kantiano. Se piensa y se actúa "como si " se pensara y se actuara de verdad. Es por ello que los gobiernos no resuelven los conflictos sino que, en el mejor de los casos, los administran. Nos tratan de mantener siempre en una pax apparens como agudamente ve Massimo Cacciari, el filósofo y actual intendente de Venecia.
¿Y por qué hablamos de pensamiento único? Porque hay una convergencia de intereses de los distintos poderes que manejan este mundo que necesita ser justificada y su justificación se halla en el pensamiento único, que está constituido por el pensamiento social, política y académicamente aceptado.

Esto prueba como lo han demostrado intelectuales "políticamente incorrectos" como Michel Maffesoli, Massimo Cacciari, Danilo Zolo, Alain de Benoist, Günter Maschke, y tantos otros, que existe una "policía del pensamiento" (los Habermas, Eco, Henry-Levy, Gass, Saramago -en nuestro país los Aguinis, Sebrelli, Verbisky, Feinmann, Grondona, etc.-) que determina en forma "totalitariamente democrática" quienes son los buenos y quienes los malos.

A quien se debe promocionar y a quien denostar o silenciar. Es le totalitarisme doux propre des démocraties occidentales del que nos habla Mafffesoli.
Esta policía del pensamiento es una, como es uno el pensamiento único y como lo es también uno el sistema de intereses de los poderes mundiales, más allá de sus aparentes diferencias ideológicas.

Perón a esto lo llamaba sinarquía, que el pensamiento políticamente correcto se encargó de negar y burlarse.
No se puede hablar en profundidad de lo political correctness sin estudiar aquello que constituye la pensée unique tan bien descripta por Alain de Benoist, Ignacio Ramonet o Vitorio Messori. Y no se puede hablar del pensamiento único sin hacer referencia a la unitaria madeja de intereses que sostiene el funcionamiento de los poderes indirectos, en muchos casos más poderosos incluso que los mismos Estado-nación. Todo ello a su vez tiene una fuerza coercitiva que es "la policía del pensamiento" que funciona en forma aceitada hasta en el último pueblito de la tierra.

Esta tenaza poderosa de dinero, poder político y prestigio intelectual es la que presiona sobre la vida de los pueblos para el logro de la homogenización del mundo y las culturas en una sola.

Esta tenaza es la expresión acabada de un mecanismo perverso de alienación existencial de las naciones que pueblan la tierra. Y es en vista a la denuncia de este mecanismo perverso, donde se juntan lo políticamente correcto, el pensamiento único, los poderes indirectos y la policía del pensamiento, que buscamos hacer una observación crítica a lo sostenido por Volkoff.

La tarea de desmontaje de lo políticamente correcto es una tarea correspondiente stricto sensu a la metapolítica pues esta disciplina con el estudio de las grandes categorías que condicionan la acción política de los gobiernos de turno es la que nos brinda las mejores condiciones epistemológicas para el conocimiento de aquello que nos hace padecer lo políticamente correcto como vocero del pensamiento único impuesto a su vez por la policía del pensamiento.

Lo políticamente correcto al transformar sus propuestas y temas en "el lugar común", puede ser desarmado con el uso de la metapolítica que para Giacomo Marramao " convierte a la divergencia en un concepto de comprensión política ". Con lo cual llegamos finalmente a constatar que para comprender acabadamente la política y lo político estamos obligados a desmantelar el andamiaje de este círculo vicioso conformado por lo políticamente correcto, el pensamiento único, los poderes indirectos y la policía del pensamiento que se retroalimentan entre sí en una totalidad de sentido, que en nuestra opinión produce ese gran sin sentido que caracteriza a la política mundial de nuestro tiempo.

12 septiembre 2014

Millones de diagnosticos psiquiatricos son falsos





Allen Frances (Donna Manning) 
El Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM, por sus siglas en inglés) contiene la clasificación de las enfermedades mentales según la Asociación Estadounidense de Psiquiatría, y se usa en todo el mundo para decidir quién padece una enfermedad mental y quién no. 

El doctor Allen Frances (1942), catedrático emérito de la Univesidad de Durham, dirigió la penúltima edición de la conocida como “Biblia de la psiquiatría”, el DSM IV.

Entonces, trató de elevar los criterios bajo los cuales se puede calificar a alguien como enfermo mental. Pero no lo consiguió. El DSM IV se empezó a utilizar, a juicio de Frances, de forma incorrecta para hacer explotar la burbuja de la inflación diagnóstica y la medicación.

Hoy, sobre todo en EEUU, las cifras son preocupantes: el 20% de las personas toman un medicamento psiquiátrico a diario y una cuarta parte de la población tiene un diagnóstico de enfermedad mental.

La inflación diagnóstica no es exclusiva de la psiquiatría, es común a toda la práctica médica y es algo que debería preocuparnosAunque a Frances no le hacía ninguna gracia el nuevo DSM, no tenía intención de criticarlo públicamente (la polémica sería enorme entre los psiquiatras, tratándose del director de la anterior edición), pero tras una fiesta de la asociación cambió de opinión.
“Me horrorizaba el ingenuo entusiasmo de las personas que trabajaban en el DSM 5.
Donde ellos veían magnificas oportunidades yo veía graves riesgos”, reconoce Frances en su nuevo libro, ¿Somos todos enfermos mentales? (Ariel), que acaba de publicarse en España. El nuevo DSM iba a ser un desastre, y su antiguo director se decidió a tomar partido.

Ayer Frances visitó Madrid y fue muy claro: si el DSM 5 tiene éxito (algo que aún está por ver) el 81% de la población de entre 11 a 21 podría ser diagnosticada con una enfermedad mental.
La inflación diagnóstica puede llegar al absurdo. Y el psiquiatra cuenta con numerosos ejemplos.

“Con el nuevo DSM –explica Frances–, tan sólo dos semanas después de que alguien pierda a un ser querido, un médico puede diagnosticar depresión clínica.

 

Psychiatric Drugs Send 90,000 to Emergency Rooms Each Year


With the release of a recent JAMA (Journal of the American Medical Association) psychiatry study showing that psychiatric drugs send nearly 90,000 Americans to emergency rooms annually, CCHR, the leading mental health watchdog, says there is a need for consumers to search its Psychiatric Drug Side Effects Database to learn the documented risks of these drugs.

The JAMA study reinforces the need for full disclosure and, with 79 million Americans taking at least one psychiatric drug, the study's limited data at least provides an honest appraisal of the growing problem of adverse events associated with psychiatric drugs.

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Si alguien tiene síntomas propios del duelo no va a acudir a un psiquiatra, va a ir al médico de cabecera, que en Estados Unidos pasa de media 7 minutos con cada paciente, cifras que no serán muy distintas a las de España. Quizás ni siquiera conozca al paciente bien”. No importa, asegura el psiquiatra, en un momento podrá (con el manual en la mano) decir que tiene depresión y recetarle antidepresivos. Y la situación se repite con numerosos trastornos que, desde la publicación del nuevo DSM (en mayo de 2013), son mucho más sencillos de diagnosticar.

Y no hay que ser un genio para darse cuenta de que el verdadero beneficiado de esta nueva situación es la industria farmacéutica. “Las farmacéuticas están alertando ya a los médicos que la depresión debe ser diagnosticada en personas que están pasando un duelo”, asegura Frances. “Es parte de su campaña de promoción”.

Una deriva muy peligrosa
En su opinión, aunque el nuevo DSM 5 genere enormes beneficios para las farmacéuticas, estas no están detrás de sus errores. Es más bien el ego y la falta de perspectiva de los psiquiatras lo que ha provocado todo esto.
“Conozco muy bien a la gente que ha trabajado en el DSM 5 y no creo que tengan un interés sea ayudar a las farmacéuticas”, asegura Frances. “Es gente de buen corazón que ha tomado decisiones muy estúpidas, pero no por la presión de las farmacéuticas, sino porque han sobrestimado la importancia de su campo de estudio, sin darse cuenta del daño que puede hacerse cuando las cosas que pueden funcionar para ellos en la universidad se lleven a la práctica clínica”.

Si las farmacéuticas hubieran pagado a los profesionales por redactar el DSM estaríamos ante un escándalo mayúsculo. Pero lo que han logrado es casi peor, ya que está más arraigado: han conseguido que todos (médicos y pacientes) creamos que las drogas son la única solución a nuestros problemas.

“Esta colosal industria está lavando el cerebro a todo el mundo para que tomen pastillas, aunque no las necesiten”, explica Frances.

El psiquiatra insiste en que las farmacéuticas no han tenido ninguna influencia directa en el DSM –“no es así como van las cosas”–, pero una vez publicado van a exprimir sus posibilidades hasta la última gota:  

“Miran hasta los márgenes, buscando cómo pueden usar los diagnósticos en su provecho. Las farmacéuticas tienen millones de dólares, y la más brillante mercadotecnia, a la espera de encontrar cualquier nuevo trastorno para convertirlo en moda.

Así ocurrió con el TDAH, con la depresión, con el desorden bipolar… Tomaron la definición, que funciona bien si se usa con cautela, y la hicieron confusa en la práctica general”.

Un problema que afecta a toda la medicina
Para Frances, la inflación diagnóstica no es exclusiva de la psiquiatría, es común a toda la práctica médica y es algo que debería preocuparnos. Mucho. “Si tienes 60 años y eres mujer, es casi imposible no tener osteoporosis, porque la definición de unos huesos ‘normales’ está basada en los huesos de las mujeres de 20 años”, asegura el psiquiatra.  

“Se ha patologizado todo”.
A las farmacéuticas no les interesa desarrollar antibióticos que la gente sólo va a tomar dos o tres días, pero van a hacer todo lo posible para vender medicamentos a los niños, porque serán consumidores para toda la vidaPero si esto ocurre con todos los campos de la medicina, cuando hablamos de enfermedad mental la cosa se complica. “En psiquiatría no hay análisis de sangre para saber si una persona es normal o no”, explica Frances. “Si la línea que separa a las personas a las que se les puede diagnosticar un trastorno y las que no se desplaza aunque sea un poco, y puedes presionar para que eso ocurra, la diferencia es de millones de pacientes”.
El ejemplo más claro de esta vergonzosa inflación diagnóstica es el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH). 

“La forma más fácil de predecir que un niño va a padecer TDAH es su cumpleaños”, explica Frances. “Si eres el niño más pequeño de tu clase, tienes el doble de posibilidades de padecerlo que si eres el más mayor. Estamos transformando la inmadurez en enfermedad, y en vez de tratarla en clase, estamos gastando millones de dólares en medicamentos”.
“Desde la perspectiva de la industria farmacéutica –continua Frances– esto es genial. No hay mejor cliente que un niño. A las farmacéuticas no les interesa desarrollar antibióticos que la gente sólo va a tomar dos o tres días, pero van a hacer todo lo posible para vender medicamentos a los niños, porque serán consumidores para toda la vida”. Medicamentos que, en numerosas ocasiones, causan más problemas de los que resuelven. “Los antipsicóticos hacen a los niños muy gordos”, explica el psiquiatra. “Ya tenemos una epidemia de obesidad infantil que provoca diabetes y muerte prematura”.

Hay espacio para el optimismo
Para Frances la solución a este problema es bien sencilla:
hay que limitar el poder de las farmacéuticas y promover una vuelta a la práctica clínica racional, humanizada.

 “Cualquier problema múltiple se resuelve de forma más efectiva a través de la psicoterapia que a través de la medicación”, asegura el psiquiatra.

“Sí, es más barato dar drogas a un paciente en los primeros meses, pero si tiene que estar medicado toda la vida es muy caro. Si pensamos en la vida de los pacientes es mejor gastar dinero en diagnósticos más precisos y cuidadosos y en psicoterapia, y menos dinero en aumentar los diagnósticos y la medicación”.

Los doctores están prescribiendo narcóticos como locos, y la industria está empezando a ser más peligrosa que los cárteles de la drogaEl psiquiatra pide sentido común en la práctica médica, y mano dura con las farmacéuticas. “A veces, cuando la situación se vuelve indignante, acaba ganando el sentido común”, asegura Frances, que cree que se puede luchar contra ciertos comportamientos de la industria farmacéutica al igual que se acabó con el tabaquismo: presionando a los Gobiernos para que establezcan unas regulaciones más duras.

“Las farmacéuticas venden una píldora para tratar la hepatitis C por miles de dólares a Europa y luego venden la misma píldora a Egipto por 10 dólares”, afirma Frances visiblemente enfadado.  

“La gente tiene que empezar a darse cuenta de que esta gente no son nuestros amigos. No es gente que se preocupa por nosotros: se preocupan por sus beneficios, y debemos ser escépticos y controlarlos. Los doctores están prescribiendo narcóticos como locos, y la industria está empezando a ser más peligrosa que los cárteles de la droga, y ya está causando más muertes. Esto es tan indignante que el cambio tiene que ser inminente”.

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 Terrorifica (y autentica) Historia  

de la psiquiatría: 

Del gran encierro de Foucault a un Gulag químico.

Aristóteles decía que para obtener un conocimiento verdaderamente profundo sobre algo es necesario conocer su historia. Para entender lo que le sucedió al huérfano John Bell (el testimonio de Bell aparece en otro capítulo de este e-book) es necesario saber cómo fue que surgió la profesión que lo revictimó. 
Las siguientes ideas sobre cómo surgió la profesión siquiátrica provienen de Historia de la locura de Michel Foucault, a quien seguiré de cerca en muchas de sus frases.En Inglaterra, trescientos años antes de que naciera John Bell apareció el folleto Grievous groan of the poor (Atroces gemidos de los pobres), en el que se proponía que a los indigentes “se les destierre y traslade a las tierras recientemente descubiertas de las Indias orientales”. Desde el siglo XIII existía el famoso Bedlam para lunáticos en Londres, pero en el siglo XVI sólo albergaba a veinte recluidos. En el siglo XVII, cuando apareció el folleto para desterrar a los pobres, ya había más de cien prisioneros en el Bedlam. En 1630 el rey Charles I convocó a una comisión para enfrentar el problema de la pobreza y la comisión decretó la persecución policíaca de vagabundos, mendigos “y de todos aquellos que vivan en la ociosidad y que no deseen trabajar por salarios razonables”.[1] En el siglo XVIII muchos pobres e indigentes fueron llevados a correccionales y a casas de confinamiento en las ciudades donde la industrialización había marginado a parte de la población. También se fundaron cárceles para los pobres en la Europa continental. El espíritu del siglo XVII era poner orden en el mundo y, al erradicarse la lepra, las leproserías medievales que habían quedado vacías fueron llenadas con los nuevos leprosos: los indigentes. Foucault le llama a este período “El Gran Encierro” y hace hincapié en el hecho de que el concepto de enfermedad mental aún no existía.
El aislar al leproso, un verdadero enfermo, había tenido un objetivo higiénico en el medievo. Pero aislar a los indigentes no tenía tal objetivo: era un fenómeno nuevo. 1656 fue un año axial en esta política de limpieza de la basura humana en las calles. El 27 de abril Luis XIV mandó a construir el Hospital General, un lugar que de hospital sólo tenía el nombre: ningún médico lo presidía. El artículo 11 del edicto del rey especificaba a quiénes se encarcelaría: “De todos los sexos, lugares y edades, de cualquier ciudad y nacimiento y en cualquier estado en que se encuentren, válidos o inválidos, enfermos o convalecientes, curables o incurables”.[2] Se nombraron a directores vitalicios para dirigir el Hospital General. Su poder absolutista era una calca en miniatura del poder del rey sol, como se lee en los artículos 12 y 13 del edicto:
Tienen todo poder de autoridad, de dirección, de administración, de comercio, de policía, de jurisdicción, de corrección y de sanción sobre todos los pobres de París, tanto dentro como fuera del Hôpital Général. Para ese efecto los directores tendrían estacas y argollas de suplicio, prisiones y mazmorras, en el dicho hospital y lugares que de él dependan, como ellos lo juzguen conveniente, sin que se puedan apelar las ordenanzas que serán redactadas por los directores para el interior de dicho hospital.[3]
El objetivo de estas medidas draconianas era suprimir a la mendicidad por decreto. A pocos años de su fundación el Hospital General albergaba al uno por ciento de la población de París. Había miles de mujeres y niños en la Salpêtrière, en la Bicêtre y en los demás edificios de un “Hospital” que no era hospital sino una entidad administrativa que, paralelamente a los poderes reales y de la policía, reprimía y custodiaba a los marginados.
El 16 de junio de 1676 otro edicto real establece la fundación de hospitales generales en cada ciudad del reino. Por toda Francia se abren este tipo de prisiones y, cien años después, en las vísperas de la Revolución, existían en treinta y dos ciudades provincianas. El archipiélago de cárceles para los pobres cubrió a Europa. En los Hôpitaux Généraux de Francia, las Workhouses de Inglaterra y las Zuchthaüsern de Alemania se encarcelaba a muchachos jóvenes que tenían conflictos con sus padres; a vagabundos, borrachos, impúdicos y a los “insensatos”. Estas cárceles no se distinguían de las cárceles comunes. En el siglo XVIII un inglés se extrañaba de una de las prisiones comunes “en que se encierra a los idiotas y los insensatos porque no se sabe dónde confinarlos aparte”.[4] Los llamados alienados se confundían con los indigentes y a veces era imposible distinguir uno del otro.
En la Edad Media el pecado capital fue la soberbia. Al florecer la banca durante el Renacimiento se decía que la avaricia era el mayor pecado. Pero en el siglo XVII, cuando se impone la ética del trabajo no sólo en los países protestantes sino en los católicos, la pereza —en realidad: el desempleo— fue el más notorio de los pecados. Una ciudad donde se proyectaba que cada individuo fuera un engranaje de la máquina social era el gran sueño burgués. Dentro de este sueño los grupos que no se integraran a la maquinaria estaban destinados a cargar un estigma. Los hombres del siglo XVII habían sustituido a la lepra medieval por la indigencia como el nuevo grupo de exclusión. Es en este marco ideológico de la indigencia considerada vicio donde va a aparecer el gran concepto de locura en los siglos XVIII y XIX. Por vez primera en la historia la locura sería juzgada con la vara de la ética del trabajo. Un mundo donde rige esta ética rechaza todas las formas de inutilidad. Quien no puede ganarse el pan transgrede los límites del orden burgués. Aquél o aquélla que no puede integrarse al grupo debe ser un enajenado o una enajenada.
El edicto de creación del Hospital General es muy claro a este respecto: considera a “la mendicidad y la ociosidad como fuentes de todos los desórdenes”.[5] Es muy significativo que “desorden” siga siendo la palabra que usan los siquiatras. El mismo manual DSM se lee en inglés Diagnostic and statistical manual of mental disorders y hay siquiatras que traducen esta última palabra como “desorden” en lugar de “trastorno”. Como el siglo XVII marca la línea en que se decidió encerrar a un grupo de seres humanos, sería erróneo creer que la locura esperó pacientemente por siglos hasta que algunos científicos la descubrieron y se encargaron de ella. Asimismo, sería erróneo creer que hubo una mutación espontánea en la que los pobres, inexplicable y súbitamente, enloquecieron.
Encarcelar a las víctimas de la ciudad fue un fenómeno de dimensiones europeas. Una vez consumado el Gran Encierro del que habla Foucault, los censos de la época sobre los prisioneros que no habían roto la ley dieron cuenta del tipo de gente que eran: ancianos que no podían cuidarse por sí mismos, epilépticos repudiados por sus familias, gente deforme, gente con enfermedades venéreas e incluso prisioneros por cartas del rey. Este fue el procedimiento de encierro más difundido desde los 1690, y los peticionarios de la lettre de cachet eran los familiares o los parientes más próximos de quien se encarcelaba. El caso más sonado de encarcelamiento en la Bastilla por lettre de cachet fue el de Voltaire. Hubo casos de insensatas o “muchachas incorregibles” que fueron internadas. “Insensato” era una etiqueta que correspondería más o menos a lo que en el siglo XIX se llamaría “insanía moral” y que actualmente equivale al oposicionismo adolescente o “negativismo desafiante” del DSM. Quisiera ejemplificarlo con un solo caso del siglo XVIII:
Una mujer de dieciséis años cuyo marido se llama Beaudoin publica abiertamente que jamás amará a su marido, que no hay ley que se lo ordene, que cada quien es libre de disponer de su corazón y de su cuerpo como le plazca, y que es una especie de crimen dar el uno sin el otro.[6]
Aunque la mujer de Beaudoin era considerada insensata o loca, las etiquetas de entonces para encarcelar no tenían connotación médica alguna. Las conductas se percibían bajo otro cielo, y el encierro era un asunto arreglado entre las familias y la autoridad jurídica sin injerencia médica. Se encerraba al “mendaz”, “ocioso”, “depravado”, “hechicero”, “imbécil”, “pródigo”, “impedido”, “alquimista”, “desequilibrado”, “venéreo”, “libertino”, “disipador”, “blasfemo”, “hijo ingrato”, “padre disipado”, “prostituída” y al “insensato”. En los registros puede leerse que las fórmulas de internamiento también decían cosas como “hombre muy malvado y tramposo” o “alegador empedernido”. Francia tuvo que esperar hasta 1785 para que una orden médica interviniera en el encierro de toda esta gente: práctica que posteriormente cobró forma con Pinel. Como dije, del apartarse de la norma social surgiría el gran tema de la locura en el siglo XIX, como veremos al hablar de Tocqueville y John Stuart Mill al final de este libro. Es a partir de aquí de donde debemos entender la ulterior clasificación de Kraepelin, Bleuler y del DSM de los siglos XX y XXI.

En nuestro siglo hay siquiatras que dicen abiertamente que “el suicidio es un desorden cerebral”: un pronunciamiento descaradamente seudocientífico. En el siglo XVII el “homicida de sí mismo” era un criminal “lesa majestad divina” y en los registros de internamiento de suicidas que fallaron en cumplir sus objetivos se lee: “ha querido deshacerse”. Es a ellos a quienes se les aplicaron por vez primera los instrumentos de tortura que luego usarían los siquiatras del siglo XIX: jaulas con tapa abierta para la cabeza y armarios que encerraban al sujeto hasta el cuello. La transformación de un juicio abiertamente religioso (“crimen lesa majestad divina”) al reino de la medicina (“desorden cerebral”) fue paulatina. Lo que ahora se considera enfermedad biomédica en los siglos XVII y XVIII se entendía como conducta extravagante, impía o que ponía en peligro el prestigio de una familia.

En el siglo XVII por primera vez en la historia se obliga a vivir bajo un mismo techo a personas muy distintas entre sí. Ninguna de las culturas anteriores había hecho algo parecido ni habían visto similitudes entre ese tipo de gente (venéreos, insensatos, blasfemos, hijos ingratos, hechiceros, prostituídas, etcétera). Que detrás del encierro había un juicio moralista se descubre en el hecho que se encerraba a quienes padecían enfermedades venéreas, el gran mal de la época, sólo si contrajeron la enfermedad fuera del matrimonio. Las mujeres a quienes las infectaba el marido no corrían riesgo de ser llevadas al Hospital General de París. Asimismo, los homosexuales, llamados peyorativamente sodomitas, fueron encerrados en los hospitales o casas de detención. De hecho, cualquier individuo que causara un escándalo público era reo de detención y encierro. La familia, y más específicamente la familia burguesa con sus exigencias de guardar las apariencias, se convirtió en la regla que definió el encierro de algunos de sus miembros. Este fue el momento en que se pactarían las oscuras alianzas entre padres y siquiatras que darían luz a la profesión del doctor Amara. La siquiatría tendría un fácil parto con la gestación del par de siglos que transcurren desde el Gran Encierro del XVII. Los orígenes de la siquiatría pueden rastrearse a ese siglo de intolerancia.

El encierro de la gente que no rompía la ley continuó a lo largo del siglo XVIII, y a finales del siglo las casas de internamiento estaban llenas de “blasfemos”. La Inquisición medieval había tenido fuerza en el sur de Francia, pero una vez abolida la sociedad encontró una manera legal de controlar a los individuos que se salían de línea. Es conocido el caso de un hombre en Saint-Lazare que fue encerrado por no querer arrodillarse en los momentos más solemnes de la misa. Esta estrategia también fue practicada un siglo antes. En el siglo XVII los incrédulos fueron considerados “libertinos”. Bonaventure Forcroy escribió una biografía de Apolonio de Tiana, un contemporáneo de Jesús a quien se le adjudicaron milagros, y mostró con este paradigma que las historias evangélicas también podían haber sido ficticias. Forcroy fue acusado de “libertinaje” y encerrado en Saint-Lazare.

El encarcelamiento de los parias e indeseables fue un acontecimiento cultural que puede rastrearse a un momento específico en la larga historia de intolerancia de la Europa posrenacentista y posreformista. Los valores del hombre occidental fueron moldeados en los siglos XVII y XVIII, los cuales continúan determinando la manera como vemos el mundo.
Hasta aquí he citado y parafraseado a Foucault.

A FINALES del siglo XVIII no existía la siquiatría como especialidad médica. La palabra “siquiatría” la acuñó Johann Reil en 1808. La nueva profesión dio por cierto un postulado que tenía raíces en la medicina de la Grecia antigua. Un postulado es una proposición que se admite sin pruebas. El postulado plataforma de la nueva profesión es suponer el origen orgánico de las perturbaciones psíquicas. Este postulado elevado a axioma e incluso a dogma evitó que se introdujera la subjetividad en el estudio de las perturbaciones mentales.

Como vimos al hablar de John Modrow, la realidad es lo diametralmente opuesto. Sólo introduciendo la subjetividad de un alma en pena, y rechazando la hipótesis orgánica, es posible entender qué diablos sucede en los adentros de quienes se trastornan. La objetividad en cuestiones del mundo interno de un sujeto es tan imposible como el caso opuesto: abordar al mundo empírico a la manera de filósofos como Platón, quien desde su Olimpo idealista despreciaba el estudio práctico de la naturaleza. Este colosal error le costó a la cultura griega su ascendencia, así como el error antípoda de reducir las humanidades a la ciencia está extraviando a nuestra civilización. Es simplemente un “error categorial” querer entender al trauma psicológico en base a la neurociencia, como es un error posmodernista querer entender al mundo empírico, digamos la astronomía, en base al discurso social. Los filósofos posmodernistas y los siquiatras representan dos intentos simétricos, aunque diametralmente opuestos, de ideologías extremas. Unos quieren reducir la ciencia a las humanidades; otros, las humanidades a la ciencia: y ninguno respeta al otro como un campo separado e intrínsecamente legítimo. En otro lugar profundizaré sobre estos dos errores antitéticos.

El nacimiento de la siquiatría moderna ocurre cuando el marginado sale de jurisdicción de las casas de confinamiento de Francia y del resto de Europa para quedar a cargo de la institución médica. En la profesión del siglo XXI, con todo su armamento de genética, neurología y taxonomía nosológica, es imposible ver qué es la siquiatría en su raíz. Pero en el libro de Johann Christian Heinroth Lehrbuch der Störungen des Seelenlebens

(Libro de texto sobre las perturbaciones de la vida mental), publicado en 1818, pueden verse los fundamentos de la siquiatría sin cortina de humo seudocientífica que los oculte. Siguiendo la tradición de los siglos XVII y XVIII Heinroth usó la expresión “enfermedad mental” y la definió como “egoísmo” o “pecado”: términos que usó indistintamente. Heinroth no sólo equiparó el concepto cristiano de pecado con el de enfermedad mental. Aunque consideraba a la enfermedad mental un defecto ético, la gran innovación de Heinroth fue que la trató con procedimientos médicos.

¿Cómo dio Heinroth este salto conceptual? O preguntado de otro modo: ¿por qué los encargados de reencauzar al rebaño a las ovejas descarriadas habrían de ser los médicos? Este giro no estaba contemplado en los planos de los arquitectos del Gran Encierro del siglo XVII. Una vez que la Inquisición fue oficialmente abolida Heinroth mismo se pregunta quién sería el nuevo controlador social: “¿Debe ser tarea del doctor, o quizá de un clérigo, o de un filósofo, o de un educador?”[7]

La tarea recayó, finalmente, en el médico. Presumiblemente esto se debió a que, como el médico trata directamente con el físico de los seres humanos, era más fácil encubrir la violencia física en la profesión médica que en las otras. En tiempos en que los ideales de la Revolución francesa estaban aún en el aire la sociedad civil habría sospechado del clérigo o del filósofo que tuviera jurisdicción sobre cuerpos ajenos. Pero no del médico.
Para que la gente aceptara al nuevo inquisidor había, además, que literalizar la metáfora central de la profesión. Originalmente “enfermedad mental” era entendida como una mera metáfora de aquello que en siglos anteriores se había llamado “sinrazón”, como el caso de los “insensatos”. Al asumir el médico la responsabilidad de ocupar el papel que ocupaban los funcionarios de las casas de confinamiento, Heinroth dio por sentado que el egoísmo y el pecado que trataba eran entidades médicas: algo como decir que los “virus” que infectan nuestras PCs no son metáfora de programas subversivos, sino microorganismos.

La literalización de la metáfora “enfermedad mental” en una auténtica enfermedad no habría sido posible si Heinroth y muchos otros siquiatras no hubieran contado con la sanción social. El siglo XIX fue el más burgués de los últimos siglos, y las fuerzas sociales que impulsaron a los pudientes a encerrar a los indeseables aún estaban en auge, mayor incluso, que en la época en que Heinroth nació. La única manera de entender a Heinroth y a su filosofía del martillo es dejarlo hablar. He tomado los siguientes párrafos de un estudio de Szasz. El primer párrafo está sacado de Medicina Psychica Politica (Medicina psico-política): título que ilustra perfectamente cómo en sus orígenes los siquiatras no hablaban en nuevahabla, sino en lengua franca. Heinroth escribió: “Compete al Estado cuidar de las personas que están perturbadas mentalmente cuando son una carga para la comunidad o representan un peligro público; el alojamiento, la cura y el cuidado de tales individuos es un deber político”. ¿Y quiénes están “perturbados mentalmente”?
Quienes menos merecen la libertad, es decir los manici [maníacos], son los que aman más la libertad; y mientras más se les deje libres para realizar sus actividades perversas, incluso dentro de una cámara de Autenreith, no puede pensarse en su recuperación.[8]
La cámara de Autenreith y la máscara del mismo nombre eran aparatos de tortura sobre los que él mismo nos explica su funcionamiento.
La experiencia nos ha mostrado que dentro del saco el paciente corre el peligro de asfixiarse y ser víctima de convulsiones […]. [En la silla de confinamiento] el paciente puede permanecer continuamente atado en la silla durante semanas, sin incurrir en el menor daño corporal. [La pera es un] pedazo de madera dura, con la forma y dimensiones de una pera de tamaño mediano; tiene una barra atravesada con tiras que pueden atarse a la nuca del paciente. Como la cavidad bucal del paciente queda más o menos llena por este instrumento, el paciente no puede articular sonido; pero sí puede gritar sordamente.[9]
Heinroth articuló algunos mandamientos que deben guiar al siquiatra: “Primero, ser dueño de la situación. Segundo, ser dueño del paciente”.[10] Szasz comenta que en estas frases la siquiatría aparece al desnudo como lo que fue y continúa siendo hoy día: subyugación, esclavización y control de un ser humano por otro; y comenta además que los siquiatras contemporáneos, aunque hacen cosas similares, no hablan con franqueza como solía hablarse en tiempos de Heinroth. No obstante, Heinroth entendió desde el principio que en su profesión había que disimular las cámaras de tortura y el control social como una acción hospitalaria, por lo que recomendó: “Debe asegurarse una seguridad perfecta, debe evitarse toda apariencia de prisión”, situación que persiste en la actualidad.

En España, por ejemplo, algunos siquiátricos modernos han cambiado las rejas en las ventanas por unas persianas externas: unas láminas cosméticas, aunque rígidas, que cumplen la función de barrotes carcelarios. Análogamente, en México el Instituto Nacional de Neurología es un hospital aparentemente decoroso. Jamás pude entrevistar a las autoridades del Instituto Nacional de Neurología, llamado abreviadamente Neurología en la Ciudad de México.

Pero Carlos Díaz Jasso, de sesenta años de edad, estuvo internado en el pabellón nuevo del instituto del 16 de marzo al 22 de abril de 2004, y me proporcionó alguna información. Con síntomas de su muy visible temblorín de manos (disquinesia tardía) debido a la droga Zyprexa que le administraron en Neurología, Díaz Jasso me contó que le impresionó que dos internos adolescentes se rebelaran. Fueron reprimidos por cuatro camilleros treintones de complexión robusta y luego por otros tres más. Díaz Jasso sólo oyó los sonidos de una golpiza pero, por precaución, no se asomó al aula. Posteriormente vio la entrada del aula cubierta de manchas de sangre, y cuenta que los adolescentes insurrectos fueron amarrados con correas por las cuatro extremidades. Como otros hospitales, lo que sucede en los pabellones contrasta fuertemente con la imagen que se le vende al público; por ejemplo, con el jardín tan esmeradamente cuidado que Neurología ostenta a las visitas.
La fachada de jardines siquiátricos de nuestro siglo sigue las regulaciones decimonónicas. Sobre lo que sucede detrás de la fachada, según Heinroth, el hospital—:
Debe tener una sección especial de baños, con toda clase de baños, duchas y tinas de inmersión. También debe tener una habitación especial correctiva y de castigo con todo el equipo necesario, incluyendo un resorte Cox (o aún mejor, una máquina de rotación), una rueda voladora de Reils, poleas, silla de castigo, celda de Langermann, etc. […]. Pero el maestro y amo principal es el médico. Sus instrumentos alcanzan a todos.[11]
He aquí otras palabras de este médico que vivió un siglo antes de Orwell:
El médico de la psique se le aparece al paciente como su ayudante y salvador, como padre y benefactor, como amigo compasivo, como maestro amigable pero también como juez que sopesa evidencias, juzga y ejecuta la sentencia: al mismo tiempo parece ser el Dios visible para el paciente.[12]
Heinroth parece un híbrido entre el O’Brien orwelliano y un hombre de la historia real del que fue contemporáneo: Sade. El que algunos siquiatras vean en Heinroth a uno de los fundadores de la siquiatría moderna y precursor de Bleuler, habla por sí solo y no necesita comentarios.

GRACIAS A Heinroth y a otros apologistas de la violencia médica, a mediados del siglo XIX la metáfora “enfermedad mental” fue reconocida como una enfermedad auténtica. En Inglaterra el parlamento le dio a la fraternidad médica el derecho exclusivo para tratar a la nueva enfermedad descubierta. Las primeras revistas especializadas en siquiatría comenzaron a aparecer. La American Journal of Psychiatry, que originalmente se llamaba American Journal of Insanity y cuyo primer número apareció en 1844, desde sus inicios publicó datos que ahora se sabe que son fraudulentos.[13] A lo largo del siglo XIX incontables mujeres “insensatas” como Hersilie Rouy y Julie La Roche fueron encarceladas por sus padres y esposos; y los siquiatras resistieron los intentos de inspección de sus “asilos”, como se les llamaba entonces, porque interfería con la autonomía médica. Muchos médicos trataron de obtener importantes puestos en los asilos.

La profesión siquiátrica, en su versión moderna, había nacido.

En el siglo XX la profesión siquiátrica consolidó su poder y prestigio en la sociedad. La terminología se refinó y para el ciudadano común se hizo imposible ver a la siquiatría al desnudo. Algunos sádicos como Heinroth se convirtieron en “psiquiatras”; sus torturas en “tratamientos”; los marginados sociales en “pacientes”; los asilos en “hospitales”, y la demencia precoz en “esquizofrenia”. Antes de la creación de la nuevahabla a los asilos se les llamaba adecuadamente Poorhouses (Casas para los pobres). Antes de que se diseñaran drogas para inducir estados tortuosos, Kraepelin y Bleuler usaban otros métodos de subyugación. En 1911 este último experimentó con un medicamento particularmente repugnante que provocaba vómito sangrante, pero al menos Bleuler confesó con una franqueza que ya no se ve en la siquiatría de hoy día: “Su conducta mejora. Desde el punto de vista ético, no puedo recomendar este método”.[14] De manera similar, en 1913 Kraepelin solía inyectar nucleinato de sodio para causar fiebre en sus pacientes, quienes “se vuelven más dóciles y obedecen las órdenes de los médicos”.[15]

La gran revolución en siquiatría moderna ocurrió en la década de los 1930. Anteriormente, con sus instrumentos Heinroth y sus colegas habían asaltado el cuerpo de los ciudadanos a controlar. Pero en los treinta el asalto al cuerpo fue abandonado por un método más eficaz: asaltar directamente al cerebro. Se introdujo el shock de Metrazol, el shock de insulina y el electroshock a sabiendas de que mataba células cerebrales.
El pentilenetetrazol (de nombre comercial Metrazol en Norteamérica y Cardiazol en Europa) causa una gran reacción en las víctimas. Éstas sufrían convulsiones tan violentas que frecuentemente se rompían los dientes, los huesos y la columna vertebral. El shock de Metrazol era tan devastador para el cerebro que, una vez pasado su efecto, algunos sufrían estados regresivos y actuaban como bebés; jugaban con sus heces, se masturbaban y querían que las enfermeras los mimaran. Cuando recuperaban sus cabales rogaban “en nombre de la humanidad” que no les volvieran a inyectar Metrazol, droga que subyugaba incluso a los militares duros. Pero para 1939 era común usar Metrazol en la mayoría de los hospitales de Estados Unidos, lo que significó que en esos tiempos un internado solía recibir varias inyecciones.

El New York Times, Harper’s, Time y hasta el Reader’s Digest se unieron al coro de alabanzas sobre un tratamiento siquiátrico similar: el shock de insulina, que también producía convulsiones espantosas. Un articulista de Time escribió que mientras el paciente desciende en el coma “grita, brama, le da rienda suelta a sus temores y obsesiones ocultos y le abre de par en par su mente a los siquiatras”. Increíblemente, los sicoanalistas interpretaron las quejas de las víctimas a favor de sus colegas. En un encuentro de la Asociación Psiquiátrica Americana Roy Grinker interpretó que “el paciente experimenta el tratamiento como un ataque y castigo sádico que satisface su sensación inconsciente de culpa”.[16] Robert Whitaker, autor de un estudio sobre la siquiatría estadounidense, le llama a los primeros cincuenta años del siglo XX “la época más oscura” en la historia de la siquiatría. 1935 marcó el nacimiento de la lobotomía. Egas Moniz, un siquiatra portugués, había iniciado sus experimentos usando alcohol para destruir el tejido cerebral de los lóbulos frontales, pero cambió de método al cercenarlos directamente con un escalpelo. Su primera conejillo de indias fue una prostituta, y tres meses más tarde ya había lobotomizado a veinte personas; cada vez atreviéndose a cercenar más tejido cerebral de sus víctimas. Según Moniz “para curar a estos pacientes debemos destruir la disposición más o menos establecida de las conexiones celulares que existen en el cerebro”.[17] El trabajo de Moniz condujo a una explosión de lobotomías en occidente, especialmente en Estados Unidos, pero también en el Reino Unido, Italia, Rumania, Brasil, Cuba y eventualmente en México.

En 1941 Walter Freeman, el neurocirujano a quien cité al hablar de Victor Frankl [una vez más: me refiero al contenido de Hojas susurrantes], le llamaba a esta práctica brain-damaging therapeutics, esto es, terapéutica lesionadora del cerebro.[18] Al menos debemos darle crédito a Freeman que no se expresó en nuevahabla, sino en la lengua franca de Heinroth: reconoció que la lobotomía daña al cerebro. Pero en esa década la academia sueca le otorgó a Moniz el Premio Nobel en medicina y los medios se mostraron entusiastas con la novedosa terapia, incluyendo New York Times, Time y Newsweek. Una editorial del New York Timescelebró que los lobotomizados que habían querido suicidarse antes de la operación “ahora encontrarían la vida aceptable”.[19] Con tal respaldo social se practicaron decenas de miles de lobotomías en los años cuarenta y cincuenta. Se creía que los jóvenes universitarios que tenían problemas emocionales, e incluso los niños problema, eran candidatos ideales para la lobotomía de Freeman.

En Mad in America Whitaker menciona cuáles eran los efectos de esta operación radical. A una mujer lobotomizada se le describió como “gorda, tonta y sonriente”. Aunque había sido de alcurnia, otra mujer que sufrió la operación defecaba en un basurero. Los pacientes lobotomizados agarraban la comida del plato del vecino, o vomitaban en la sopa y seguían comiendo. Unos no se levantaban de la cama a menos que un familiar se los ordenara, y era común que se orinaran allí. Otros se quedaban viendo a la calle por la ventana. Quienes habían tenido empleos con anterioridad a la operación, vivían como zánganos. Era posible insultarlos y obtener como respuesta una sonrisa. Algunos se refirieron a la lobotomía como “una infancia quirúrgicamente inducida”, y ya podrá imaginarse la carga que representó para las familias mantenerlos. Pero Freeman y su ayudante Watts tenían una visión más positiva de las cosas. Escribieron que el paciente lobotomizado podría considerarse “una mascota doméstica”.[20] Los reportes de las revistas científicas también pintaron las cosas de manera favorable para la profesión médica. El lenguaje de la ciencia pretende ser neutral, apolítico y aemocional. No esgrime juicios de valor: lo diametralmente opuesto a lo que hago en este libro. En la literatura donde abundan las gráficas y las cifras es fácil escribir artículos donde la tragedia que dejó este sendero de humanos semivegetales no fuera percibida como un crimen.

La “terapéutica lesionadora del cerebro” de Moniz y Freeman perdió auge en los 1960 y 70. En la actualidad es difícil saber cuántas lobotomías se hacen en el mundo cada año. Según un artículo en defensa de la psicocirugía que apareció en Psychology today en marzo/abril de 1992, a principios de los noventa se hacían “cuando menos de 200 a 300 psicocirugías abiertamente declaradas cada año”. De hecho, en el nuevo siglo “unos cuantos médicos aún promueven la psicocirugía para problemas emocionales severos y en algunos estados de Estados Unidos se han formado consejos especiales para revisar todas las propuestas de estas operaciones”.[21] No obstante, aunque la lobotomía cayó en relativo desuso, el electroshock sigue siendo una práctica siquiátrica estándar en la profesión del siglo XXI.

El electroshock fue desarrollado en 1938, inspirado en un rastro de Roma donde los cerdos eran electrochocados para que fuera más fácil rebanarles el pescuezo. Un siquiatra, Ugo Cerletti, había estado experimentando con choques eléctricos en perros, poniéndole a un perro electrodos en el hocico y en el ano. La mitad de los animales morían por paro cardiaco. Después de ver a los puercos electrochocados Cerletti decidió usarlo en seres humanos. El primer conejillo de indias de Cerletti fue un indigente que vagaba en la estación de trenes en Roma. Poco después, en 1940, el electroshock era admitido al otro lado del Atlántico. Manfred Sakel, quien introdujo el shock insulínico en la praxis médica, comparó su técnica con el electroshock y comentó sobre este último: “mientras más fuerte sea la amnesia, más severo debió haber sido el daño a las células cerebrales”.[22] Esta era otra forma de la “terapéutica lesionadora del cerebro” de Moniz y Freeman. Aunque los siquiatras reconocieron todo esto en sus revistas especializadas, en sus pronunciamientos públicos fueron más cautos. Pintaron al electroshock como una terapéutica inocua y dijeron que la pérdida de memorias era pasajera. Los medios de información tomaron la propaganda como ciencia honesta y para 1946 la mitad de las camas de los hospitales estadounidenses eran ocupadas por pacientes siquiátricos, algunos de estos electrochocados. Ese mismo año apareció el libro de Albert Deutsch Shame of the States (La vergüenza de los Estados Unidos) y un artículo de la revista Life con impresionantes fotografíassobre una realidad que el pueblo norteamericano desconocía: los que sucedía en los campos de concentración llamados hospitales siquiátricos. Aunque las imágenes contribuyeron a la reforma de los siquiátricos públicos en Estados Unidos, el siglo XX fue testigo de otras dos revoluciones en siquiatría. Una fue el consorcio entre siquiatras y las multinacionales farmacéuticas; otra, la invención de lobotomías químicas en los 1950. La lobotomía quirúrgica cayó en relativo desuso en favor del uso de neurolépticos: una forma más sutil de control.

Mayo de 1954 es una fecha memorable para los siquiatras. Por vez primera se comercializó un neuroléptico, la clorpromacina (de nombre comercial Thorazine en Estados Unidos y Largactil en México y algunos países de Europa), que revolucionó el tratamiento en la profesión. La primera generación de fenotiazinas de las que surgió la clorpromacina había sido empleada con fines pesticidas en agricultura. Además, por experimentos se sabía que inducía catalepsia en los animales. El neuroléptico era un químico diseñado intencionalmente como neurotoxina, pero millones de recetas de Thorazine fueron prescritas en Estados Unidos. Bajo los efectos de la clorpromacina los pacientes ahora “podían ser movidos como títeres”, y el primer siquiatra que experimentó en Estados Unidos con este neuroléptico dijo que “podría ser un sustituto farmacológico de la lobotomía”.[23] La campaña para venderle Thorazine a la sociedad americana fue tan feroz que los mismos profesionales llamaron “tropas de asalto Thorazine” a los propagandistas de productos de la compañía que los manufacturó.[24]
Esta fue la primera incursión masiva en el mundo de las relaciones públicas realizada por una empresa farmacéutica en un mercado que anteriormente era muy reducido: la psiquiatría institucional. En su primer año de mercado, Smith, Klein and French obtuvo 75 millones de dólares con ese fármaco. El resto, como se dice, es historia.[25]
En 1955 la revista Time le llamó “críticos de torre de marfil” a los profesionales que se oponían a la clorpromacina. Gregory Zilboorg, el mismo siquiatra que tenía en alta estima a los autores del Malleus Maleficarum, dijo que el público estaba siendo engañado y que la droga sólo servía para controlar al paciente internado. Otro médico alzó su voz y dijo que la clorpromacina era más peligrosa que la heroína y la cocaína. Pero la publicidad terminó ahogando la disidencia interna. A mediados de los 1960 más de diez mil artículos médicos se habían escrito sobre la clorpromacina. Hubo campañas en televisión donde se omitía toda mención de los efectos parkinsonianos de la droga, y a las revistas se les pagó sustanciosas sumas si publicaban sus artículos principales sobre el milagroso químico. Time, Fortune y el New York Times fueron algunas de estas prostitutas de las corporaciones farmacéuticas.

El uso de neurolépticos tomó la frontera de tratamientos siquiátricos ante los comas de insulina, el electroshock y la lobotomía. En los sesenta la revolución de esta alquimia publicitaria, de pesticidas a antipsicóticos, estaba consumada y la mentalidad del público había sido implantada con el mensaje que eran medicinas “antiesquizofrénicas”: una idea que persiste en la actualidad.

Para 1970 ya se habían prescrito 19 millones de recetas de neurolépticos, y no sólo a la gente perturbada. Algunos delincuentes menores de edad y adolescentes rebeldes a quienes se les administró el neuroléptico lo llamaron “jugo zombi”, pero los profesionales contraatacaron introduciendo el eufemismo “tranquilizantes mayores”. A finales de marzo del 2001 en Francia, Alemania, Italia, España, Reino Unido y Estados Unidos la cifra de prescripción de neurolépticos fue de 43 millones. En el caso de niños y adolescentes, un estudio mostró que entre 1987 y 1996 se había duplicado el número de chicos a quienes se les daban. Entre 1996 y 2000 la cifra se multiplicó hasta alcanzar la cifra de uno de cada cincuenta, aunque la franja más importante se produjo en la edad entre los niños de 5 y 9 años.[26]

La propaganda con la que las multinacionales infectan a la sociedad civil sobre la “necesidad” de estas neurotoxinas se hace a través de campañas de “educación” a visitadores médicos y consejeros de las escuelas y de padres.

Joe Sharkey, un periodista de temas financieros y autor de Bedlam: greed, profiteering and fraud in a mental health system gone crazy (Bedlam: codicia, acaparamiento y fraude en un sistema de salud mental que se volvió loco), ha denunciado que al final de los 1980 el 25 por ciento de las ganancias pagadas por los seguros médicos fueron a parar a los bolsillos de quienes trabajan en el área de salud mental, en buena medida por el tratamiento siquiátrico de estos adolescentes rebeldes.[27] Lo que es más, desde los 1970, la década en la que Amara y mi madre me asaltaron con el químico, estos profesionales entraron en franca asociación con las compañías de drogas. El consorcio entre los siquiatras y la Big Pharma (las multinacionales farmacéuticas) es tan descarado que todas las conferencias de siquiatría son financiadas por esas corporaciones, y en algunos centros médicos toda la investigación de laboratorio también es financiada por las multinacionales. Estas compañías también financian a las revistas de siquiatría. Además, un estudio de ochocientos artículos de algunas de las más prestigiosas revistas científicas que no se especializan en siquiatría (Science, Nature, Lancet, The New England Journal of Medicine y el Proceedings of the National Academy of Medicine) descubrió que el 34 por ciento de los autores tenían intereses financieros con la Big Pharma. La industria farmacéutica es el mayor patrocinador de la investigación siquiátrica en Estados Unidos, incluyendo la investigación en universidades y facultades de medicina. Se calcula que sólo en 1994 gastó mil y medio millones de dólares en investigación académica.[28] Hay quienes han usado la expresión “Is academic medicine for sale?” (¿Está a la venta la medicina académica?) para describir esta situación.

Esto es fundamental para entender por qué digo que los siquiatras, a pesar de sus impecables credenciales médicas, promulgan una ciencia tendenciosa. Es evidente que el patrocinio de estas compañías le da un sesgo biologicista y pro drogas a la investigación. Los editores de las revistas especializadas son muy cautos a la hora de publicar artículos de aquellos profesionales que critican a la siquiatría biologicista, especialmente si ponen en duda la efectividad de los psicofármacos o si mencionan los terribles efectos de las drogas (como la disquinesia y la distonía tardía que producen los neurolépticos, a las que los médicos eufemísticamente llaman “síntomas extrapiramidales”). Las compañías de drogas gastan enormes sumas en los anuncios que aparecen en las revistas especializadas, y los editores no están dispuestos a ofender a sus patrocinadores con ese tipo de artículos por la amenaza de que retiren la publicidad. La dependencia económica de las revistas con estas compañías da cabida no sólo a la discrecionalidad, sino a que muchos contribuyentes se autocensuren: la peor de las censuras posibles. Como dicen unos profesionales de salud mental:
La industria farmacéutica es la propietaria de los datos obtenidos en los ensayos clínicos que subvenciona, decide qué estudios deben publicarse, elige a los autores, escribe los artículos y los revisa para ofrecer la mejor interpretación posible de los datos.[29]



Por otra parte, es natural que los nuevos profesionales en investigación médica escojan el área del futuro más prometedor, la que financian generosamente las compañías de drogas: ahí es donde se encuentran los fondos para sus carreras. Hay todo un libro sobre el tema, How the pharmaceutical industry bankrolled the unholy marriage between science and business de Linda Marsa (Cómo la industria farmacéutica financió el impío matrimonio entre la ciencia y el negocio), y esta tendencia es mucho más acusada en siquiatría. En una revista siquiátrica hay menor garantía de cientificidad que en otras revistas especializadas. En la profesión ya no se oye hablar, como solía hacerse en los 1950 y 60, de padres abusivos que enloquecen a sus hijos. Los intereses para ocultar esta realidad son enormes.

Por ejemplo, a mediados de los 1990 un analista del mercado farmacéutico afirmó que el mercado norteamericano de neurolépticos, que era de mil millones de dólares, podía crecer a 4.5 mil millones al año. En mayo de 2001 un reporte del Wall Street Journal evaluó al mercado de neurolépticos en 5 mil millones de dólares al año, un crecimiento del quinientos por ciento en un lustro. El total de ventas de neurolépticos en Estados Unidos en 2000 fue de 2.5 mil millones de dólares, y las ventas internacionales llegaron a 6 mil millones ese mismo año. Sólo el neuroléptico Zyprexa le dio utilidades de mil millones de dólares a Eli Lilly en 1998. En 1999/2000 Estados Unidos encabezó el consumo occidental de neurolépticos con el 65 por ciento, Europa le siguió con el 22 por ciento y Latinoamérica con el 2.5 por ciento (no cuento a Rusia, Asia ni a África). Dado que hay mucha gente que quiere controlar a otros en cárceles, asilos, manicomios, correccionales para menores y aun en el hogar, el mercado de estas terribles drogas tiene previsto ventas que podrían aumentar.[30]
Estas cifras son clave para entender a la siquiatría de nuestros días: un Gulag químico.

Enfrentados a un negocio multimillonario que sutilmente ha comprado a los médicos, a las universidades y a los medios, es virtualmente imposible que la sociedad civil vea lo que está sucediendo. Así como en tiempos de Heinroth las acciones políticas se encubrieron con ropaje médico cuando los ideales de la Revolución estaban en el aire, después de la rebelión de los 1960 la siquiatría reaccionó cubriéndose cada vez más con el ropaje de la ciencia dura, el paradigma de nuestros días. En 1999 el profesor Leonard Duhl de la Universidad de California definió a la enfermedad mental y a la pobreza en el más perfecto sentido de los ideólogos del Gran Encierro del siglo XVII: “la incapacidad de tener dominio en los sucesos que afectan la propia vida”.[31]

La consolidación y el agrandamiento del poder siquiátrico continúa en el siglo XXI. El incremento en diez veces del uso de neurolépticos en menores de edad desde mediados de los noventa al primer lustro del nuevo siglo, cosa que se hace con el ardid publicitario de que están “en situación de riesgo”, muestra el cinismo con el que se ha realizado este diseño.
Heinroth fue un gran visionario. Previó que las drogas podrían ser las prisiones del futuro. Aunque no se habían inventado los neurolépticos Heinroth ya hablaba de “medios farmacéuticos de restricción” y de “medios quirúrgicos restrictivos”, adelantándose a la lobotomía que Moniz desarrollaría un siglo más tarde. Desde que en el siglo XIX se dictaran las regulaciones que definirían las políticas que rigen a los siquiátricos del mundo, la expansión del Gulag químico hizo que la hospitalización involuntaria a largo plazo cambiara a la drogadicción involuntaria a largo plazo, que es lo que actualmente está de moda.

Los siquiatras, naturalmente, dirían las cosas de otra manera. Dirían que en el tratamiento de las enfermedades mentales el acontecimiento más sobresaliente del siglo XX fue la síntesis de estos medicamentos en los laboratorios. Pero este es uno de los alegatos de avance científico que, analizado de cerca, se descubre falaz. En psicofarmacología no existen las biografías de Juan, de Pedro o de María ni cuando se recetan neurolépticos, ni cuando se recetan antidepresivos, ni cuando se recetan estimulantes, ni cuando se recetan tranquilizantes. No hay personas en psiquiatría biológica —o siquiatría biologicista como prefiero llamarla—, sólo radicales bioquímicos que hay que normalizar mediante otras sustancias químicas. En una época que busca soluciones fáciles para los problemas del mundo no es necesario hurgar en el pasado. Basta con calcular la dosis de las píldoras de la felicidad, sea Prozac o cualquier otra. Esto sucede también con el abuso de drogas ilegales y la única diferencia es que los psicofármacos son legales. Aproximadamente treinta millones de personas han tomado Prozac (fluoxetina), droga a la que revistas como Newsweek le ha hecho propaganda con artículos de portada. La situación apunta cada vez más a los escenarios de El mundo feliz de Aldous Huxley donde, a instancias del Estado, todo ciudadano tomaba la droga llamada soma.

En la profesión médica los factores ambientales que aguijonean nuestras almas han desaparecido del mapa. Si la filosofía de los siquiatras biologicistas estuviera en lo cierto, todas nuestras pasiones, traumas y conflictos, amores y temores son resultado no de nuestros deseos en pugna con el mundo externo, sino de los vaivenes de pequeños polipéptidos en nuestros cuerpos que se transforman en desesperación.
En el prefacio de algunas ediciones del DSM se dice que el futuro borrará completamente la “desafortunada” distinción entre el concepto popular de perturbación mental y la enfermedad física.

El 1 de enero de 1990 California se convirtió en el primer estado norteamericano en aceptar el principal dogma en siquiatría: que las perturbaciones mentales son, en realidad, enfermedades originadas en disfunciones cerebrales. Por ejemplo, se afirma que un alta de dopamina causa la locura, y una baja de serotonina, la depresión. (Esto me recuerda que para Benjamin Rush, el padre de la siquiatría norteamericana, la locura era causada por una baja de circulación sanguínea en la cabeza.) Dato curioso: a los animales en estado silvestre no les falla la serotonina ni se deprimen. Pero por razones que los siquiatras biologicistas no se explican, a millones de seres humanos nos falla constantemente. La siquiatría biorreduccionista es cualquier cosa en que se hable de supuestas anormalidades biológicas en el cuerpo más bien que en la familia o medio social: como estudiar el trauma no como reacción ante un acto que nos ultraja —digamos, la violación incestuosa a Dora—, sino al lóbulo temporal de la ultrajada, hacia donde se dirige el tratamiento. Las drogas, o el martillazo eléctrico del electroshock, son resultado del axioma médico: “El que sólo sabe usar el martillo trata todas las cosas como si fueran clavos”.

No caricaturizo a la profesión. En noviembre de 2002 sostuve una larga discusión con el doctor Miguel Pérez de la Mora, un médico experimental de fisiología celular del Departamento de Biofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y director de la Academia Mexicana de Ciencias. En la discusión con Pérez de la Mora me llamó enormemente la atención que, cuando mencioné el estado mental de los internos en los campos de concentración de la Segunda Guerra Mundial, mi disputador saltara inmediatamente al tema de la amígdala y el ansia que él estudia en su laboratorio: un ansia entendida de manera estrictamente biológica.

En nuestra discusión tardé un buen tiempo en hacerle ver lo obvio al doctor: que la causa de las perturbaciones mentales de los internos eran las brutalidades en los campos. Pero aún concedido este punto Pérez de la Mora añadió —sin pruebas de laboratorio— que sólo aquellos internos en los campos que tenían una predisposición genética podrían haber sido quienes se trastornaron. ¡Para este neurólogo y sus colegas los campos de concentración fueron un mero “mecanismo disparador” del trastorno de un prisionero cuya biología, presuntamente, ya estaba defectuosa!

Debo aclarar que el concepto de “mecanismo disparador”, “detonador” o “desencadenante” de un supuesto trastorno mental latente es uno de los principales mantras del siquiatra, y ejemplifica lo que he llamado biorreduccionismo. Para el biorreduccionista los derechos humanos y el trauma psicológico pasan a segundo plano, y lo único que al hombre de ciencia le interesa es el proyecto genoma y la búsqueda del “gen” responsable del trastorno (u otra línea estrictamente biológica). Por ejemplo, la especialidad de Pérez de la Mora es estudiar los trastornos de ansiedad en los laboratorios de la UNAM, y durante nuestra discusión me confesó que la firma que manufactura la droga siquiátrica Valium ha financiado su investigación. Le llamé la atención a Pérez de la Mora que una investigación financiada por las mismas compañías de drogas produce resultados con un claro sesgo biologicista. El eminente científico mexicano me respondió que muy pocas veces los investigadores se venden a las compañías.

La realidad es que la manera como las multinacionales farmacéuticas compran a los científicos es infinitamente más sutil que el soborno directo. Roche, que manufactura Valium, simplemente financia a los profesionales que postulan hipótesis biológicas, y a ningún otro. Jamás Roche o la competencia nos daría un centavo a quienes investigamos el trauma psicológico. Nuestra línea de investigación es una propuesta libertaria que requiere de ingeniería social y cambios en la familia nuclear para evitar el maltrato hacia los niños. Pero en un mundo conservador nadie quiere financiar al investigador que pone en el banquillo de los acusados a los padres. Por ejemplo, ninguna institución financió la investigación para escribir este libro. En cambio, el modelo médico droga al niño maltratado sin promover cambio social alguno: sólo así goza del beneplácito de la sociedad. Si la ansiedad que estudia Pérez de la Mora; o el pánico, la depresión, las adicciones, las fobias, la manía, las obsesiones y las compulsiones son resultado de una biología anormal, el contenido humano y existencial de estas experiencias se vuelve irrelevante.

El pensamiento de nuestra época está siendo confinado a un mundo unidimensional por lo que a salud mental respecta. El biorreduccionismo, la ideología de los médicos con anteojeras que no quieren ver a los lados sociales, es una doctrina cuyo marco conceptual es bastante simple: determinismo y reduccionismo (“Tu biología es tu destino”). Pero como los siquiatras y neurólogos nos presentan esa doctrina con toda su sofisticación científica, el asunto aparentemente es complicado. La siguiente analogía szasziana ilustra lo simple que, en el fondo, la biosiquiatría es.

El médico-brujo primitivo, que intentaba comprender a la Naturaleza en términos humanos, trataba a los objetos como agentes: postura que se conoce como animismo. El médico-brujo moderno, que intenta comprender a la subjetividad del hombre en términos de Naturaleza, trata a los agentes como objetos: postura que se conoce como biorreduccionismo. El hombre primitivo ha sido desmitificado en nuestra era científica. ¿Quien desmitificará a los médicos siquiatras? Hay un reducido grupo de pensadores que puede hacerlo: los que saben distinguir entre ciencia verdadera y falsa.

Referencias

[1] Citado en Foucault: Historia de la locura en la época clásica (volumen I), p. 106.
[2] Edicto de Luis XIV, citado en ibídem, p. 81.
[3] Ibídem, p. 81s.
[4] Ibídem, p. 182.
[5] Ibídem, p. 115.
[6] Citado en ibídem, p. 213. Es interesante comparar la enciclopédica historia de la locura de Foucault, con infinidad de pasajes opacos y prosa impenetrable, con la breve y concisa historia de Thomas Szasz en Cruel Compassion: the psychiatric control of the society’s unwanted (Syracuse University Press, 1998).
[7] Johann Christian Heinroth, citado en Szasz: El mito de la sicoterapia, p. 80.
[8] Ibídem, pp. 84 & 81.
[9] Ibídem, pp. 82s.
[10] Ibídem, p. 83.
[11] El mito de la sicoterapia, p. 85.
[12] Ibídem, p. 84.
[13] Véase, por ejemplo, Whitaker: Mad in America, p. 75ss.
[14] Eugen Bleuler, citado en John Read, Loren Mosher y Richard Bentall: Modelos de locura (Herder, 2006), p. 39.
[15] Emil Kraepelin, citado en ibídem.
[16] He tomado todas estas citas y revelaciones sobre el Metrazol del libro de Whitaker.
[17] Egas Moniz, citado en ibídem, p. 113.
[18] Freeman, citado en ibídem, p. 96.
[19] Citado en ibídem, p. 138.
[20] Freeman, citado en ibídem, p. 124.
[21] Lobotomy, Microsoft® Encarta® Encyclopedia 2000. Sobre el resurgimiento de la lobotomía, véase Breggin: Toxic psychiatry, pp. 261ss, y un artículo de Lawrence Stevens que puede leerse en internet: “The brain-butchery called psychosurgery”.
[22] Manfred Sakel, citado en Whitaker: Mad in America, p. 98.
[23] Heinz Lehmann, citado en ibídem, p. 144.
[24] Estas palabras de la compañía farmacéutica Smith, Kline & French aparecen en Loren Mosher: “Soteria and other alternatives to acute psychiatric hospitalization” en The journal of nervous and mental disease (1999, 187), artículo que leí en internet.
[25] Loren Mosher, Richard Gosden y Sharon Beder, “Las empresas farmacéuticas y la esquizofrenia” en Modelos de locura, pp. 141s.
[26] Saqué estas cifras de Modelos de locura, páginas 124s.
[27] Sharkey: Bedlam, p. 4. El libro de Sharkey toma como tema eje a los injustificados internamientos fraguados por siquiatras, especialmente de niños y adolescentes, para sacarle todo el dinero posible a las compañías aseguradoras de sus padres.
[28] Tomé esta información de Valenstein: Blaming the brain, pp. 199 - 187.
[29] Modelos de locura, p. 144.
[30] Véase Whitaker: Mad in America; y Valenstein: Blaming the brain, capítulo 6; y Richard Gosden and Sharon Beder: “Pharmaceutical industry agenda setting in mental health policies” in EHSS (Autumn/Winter 2000).
[31] Leonard Duhl, citado en Szasz: Pharmacracy, p. 95.
 12/06/2012 – 15:05

Fuente:
Cómo asesinar el alma de tu hijo | biopsiquiatria.wordpress

1ª : http://www.elpsicoasesor.com/2010/11/mini-entrevista-dsm-iv.html
2ª:  http://www.clinicabellavista.com/
3ª: http://psiquiatrianet.wordpress.com/tag/lobotomias/
4ª: http://www.mindfreedom.org/kb/mental-health-abuse/electroshock/simone-d/200705
5ª: http://www.taringa.net/posts/ciencia-educacion/11155972/Los-Mas-Grandes-Avances-de-la-Medicina.html