04 agosto 2008

Vivimos la ECONOMIA CANALLA

En enero, el precio del oro aumentó por encima de los 900 dólares la onza, y las joyerías dejaron de comprar ese metal precioso.

Esta subida sensacional NO se debe a un repentino aumento de la demanda global ni a que el oro sea una inversión segura en épocas de incertidumbre económica, sino que se produjo a causa de un aumento desbocado de la especulación en el mercado de valores, en el que los agentes compran y revenden metales preciosos y no preciosos, materias primas y productos de primera necesidad.


Los bancos centrales, nos advierten de que, con los precios actuales, la demanda real de oro está desapareciendo y ello deja el mercado global del metal precioso en manos de los especuladores.

Y nadie tiene la fuerza monetaria necesaria para contrarrestar esta tendencia, porque los gobiernos y los bancos centrales no pueden igualar la gran cantidad de dinero que está en manos de los especuladores, los reyes indiscutibles de los mercados globales.

Desgraciadamente, el impacto que está teniendo en nosotros, consumidores, «la fiebre del oro» de los especuladores va mucho más allá del aumento de los precios de la joyería; sin embargo nadie parece haberse dado cuenta porque las complejas relaciones que se establecen entre las finanzas mundiales y la aldea global aún no se conocen.

Durante meses, Naciones Unidas ha estado avisando de que la subida del precio del oro es un potente estímulo para el contrabando del oro congoleño.

En paises como Sierra Leona, señores de la guerra sin escrúpulos utilizan a niños y adolescentes esclavizados como mineros.

El mercado del oro no tiene esas restricciones porque es un «mercado libre» y el oro manchado con la sangre de los esclavos congoleños se vende fácilmente en el mercado mundial.

La economía mundial se ha vuelto canalla, y ha caído en manos de nuevas fuerzas económicas, como los modernos especuladores del oro o los señores de la guerra africanos, personas que pueden evadir toda forma de control de las organizaciones internacionales.

El contrabando de oro de Congo se produce gracias a la cooperación canalla entre las empresas que se dedican al comercio internacional, los bancos y los comerciantes de oro sin escrúpulos.

La mayoría del oro manchado de sangre de Congo termina siendo exportado por la vecina Uganda como oro ugandés.

«La entrada del país en el club de los grandes exportadores de oro mundiales coincidió con la liberalización del comercio en 1994», declara un informe de Naciones Unidas.

El gobierno levantó todas las cargas a la exportación y, desde ese momento, el contrabando de oro de Congo dejó de hacerse a través de Kenia para hacerlo por Kampala, Uganda.

Los importadores internacionales compran el oro congoleño a las empresas comerciantes de Uganda y lo embarcan hacia sus refinerías para procesarlo.

«Un pequeño grupo de empresas es el propietario de este negocio que genera miles de millones de dólares al año. Las refinerías están situadas en muchos países, por ejemplo Canadá , Dubai o India.

Todos compiten entre ellos, por supuesto, y ninguno presta demasiada atención al origen del oro. Lo que realmente importa es el precio», dice Rico Carish, un inspector para Congo de Naciones Unidas. Y durante los últimos doce meses, los precios del oro de Congo han sido extremadamente competitivos.

Quizá su anillo de boda esté teñido con la sangre de niños soldado secuestrados y esclavizados por los señores de la guerra del Congo oriental ¡qué pensamiento más molesto!

Cuanto más alto es el precio del oro, más grande es la posibilidad de que sea así porque el oro de contrabando es «barato».

Paradójicamente, lo que nos convierte a todos nosotros en cómplices inconscientes del mercado de esclavos del Congo y de los señores de la guerra es la naturaleza libre del mercado internacional del oro y de las joyerías donde compramos, correas de transmisión de este sorprendente negocio.

Pero el oro de sangre del Congo es solamente uno entre los productos africanos de esta inquietante asociación comercial. ....

El cacao que bebemos mientras leemos el periódico o miramos las noticias de la mañana en la televisión quizá provenga de Costa de Marfil, que provee la mitad del cacao del mercado mundial.

Niños y adolescentes de los países vecinos, incluso más pobres, como Mali, caminan hasta las plantaciones de cacao para ganar un salario de subsistencia. A menudo son esclavizados por los granjeros de zonas remotas. «Drissa, un joven de 19 años, fue uno de estos niños. Cuando fue liberado en 2000, había sufrido un periodo de «entrenamiento» con el que su dueño pretendía que se acostumbrara a ser esclavo.

Tenía la espalda cruzada por las cicatrices y las heridas producidas por los latigazos», escribe Kevin Bates, autor de Ending Slavery: How We Will Free Today’s Slaves (Acabar con la esclavitud: Cómo liberar a los esclavos de hoy)

Drissa era uno de los 27 millones de personas que se estima que vivían como esclavos a finales de la década de 1990 en varios países, incluidos algunos de Europa occidental.

Cuando hablamos de esclavos nos referimos a personas privadas de libertad, obligadas a trabajar para sobrevivir, personas tratadas y comercializadas como mercancías.

Entre ellos se hallan las esclavas del sexo de la antigua Unión Soviética que entraron en el mercado de Europa occidental a principios de la década de 1990. Son mujeres baratas, guapas y, lo más importante, están desesperadas.

«En ese momento, el negocio no sólo era bueno, sino excelente», recuerda Michael, un proxeneta alemán de treinta años que posee varios bares sexuales en Berlín. «Los hombres no se cansaban de esas mujeres. Las veían exóticas. Se podía hacer una fortuna con la industria del sexo. Yo ganaba unos 3.000 euros al día y al cabo de poco tiempo me había hecho rico».

El nuevo comercio sexual era solamente la punta del iceberg.

Bates defiende la idea de que la emergencia de la esclavitud global está ligada a la expansión de la globalizacion.

La globalización permite la explotación del trabajo esclavista a nivel industrial, alcanzando una intensidad que nunca antes se había visto, ni siquiera en las épocas del comercio transatlántico de esclavos.

La explosión demográfica en muchos países subdesarrollados junto a la emigración masiva se añaden a esta mezcla diabólica.

...Desde las plantaciones de cacao de África occidental hasta las huertas californianas, desde la emergente industria pesquera ilegal hasta las fábricas de productos de imitación, los esclavos se han convertido en una parte integrante del capitalismo global.

Sorprendentemente, en nuestra época, "la democracia" y la esclavitud coexisten en lo que los economistas ven como una correlación directa. Dicho de otro modo, ambos fenómenos siguen una tendencia idéntica y una afecta a la otra.

Hoy, el precio medio de un esclavo es menos de una décima parte de su valor durante el Imperio romano, la época de la historia en que la democracia alcanzó quizá su nivel más bajo.

Para los romanos, los esclavos representaban una mercancía cara y escasa y pagaban altos precios por ellos; hoy en día son un producto abundante y fácil de conseguir, son simplemente un «coste añadido al precio de hacer negocios internacionales».

Perdidos en el supermercado
Casi todos los productos que consumimos ocultan una historia oscura de trabajo esclavo o de piratería, imitación o fraude, robo o blanqueo de dinero.

Sabemos muy poco sobre esos oscuros secretos económicos porque los consumidores modernos vivimos en un mercado matrix.

Como en la película de culto Matrix, los consumidores vivimos en un mundo de ilusión.

Creemos que la vida nunca ha sido mejor. ¿Por qué no? Podemos comprar todo lo que nuestros abuelos o nuestros padres nunca pudieron ni siquiera soñar.

Gracias a la calidad de vida, la esperanza de vida ha aumentado, la pobreza es un fenómeno marginal y el consumo es el pasatiempo global.

Comprar es "terapéutico" cuando nos sentimos deprimidos o aburridos. Estos son los mensajes que recibimos cada día.

Pero si tratamos de mirar más allá de la superficie de nuestra vida cotidiana e intentamos verificar estas creencias, siguiendo la pista de los productos que consumimos habitualmente, la fotografía que emerge se parece mucho al mundo real de Matrix:

un planeta atrapado en una profunda crisis comercial.

Un complicado laberinto de humo y espejos esconde la naturaleza explotadora del comercio.

Las estanterías de los supermercados occidentales están llenos de productos producidos por personas de los países subdesarrollados que ganan una minúscula fracción del valor de esos productos. Los consumidores se sorprenderían si supieran quién se embolsa la mayor parte de los beneficios de nuestra compra diaria de alimentos.

Los plátanos son el producto más rentable que se vende en los supermercados británicos y los beneficios se reparten de la siguiente forma:

casi la mitad va al supermercado (45 %), los importadores se embolsan el 18 %, la empresa propietaria de la plantación se queda con el 15,5 % y los trabajadores reciben el 2,5 %.

Desde 2002, los supermercados del Reino Unido están enzarzados en una batalla de precios de los plátanos y bajan los precios para hacerse con un mayor segmento de mercado. Tesco y Asda, cadenas de alimentación que pertenecen al gigante americano Wal-Mart, se hallan en la vanguardia de esta batalla.

La rebaja, sin embargo, no ha disminuido la parte de beneficios que se han embolsado los supermercados porque se ha contrarrestado con recortes en los salarios de los trabajadores de las plantaciones.

... el impacto de la guerra del precio de los plátanos que se libra en el Reino Unido ha supuesto la reducción a la mitad de los salarios por horas de los trabajadores de las plantaciones en Costa Rica, que provee uno de cada cuatro plátanos consumidos en el Reino Unido e Irlanda.

Los trabajadores ganan ahora 60 céntimos de dólar a la hora y soportan una presión tal para la producción que no pueden permitirse dejar de trabajar, ni siquiera cuando los aviones están lanzando los pesticidas en las plantaciones.

...Los estantes del supermercado están también llenos de productos que pertenecen a la industria tabaquera que, durante las dos últimas décadas, ha invertido sus enormes beneficios en la industria alimentaria.

Un agente de relaciones públicas de Londres que trabaja para esta industria, resume así su extraordinario crecimiento desde la caída del muro de Berlín:

«Las campañas antitabaco occidentales han fracasado en la reducción del consumo global de tabaco. La idea de que hoy la gente fuma menos que hace veinte años es una ilusión.

Al contrario, desde el principio de la década de 1990, las multinacionales tabaqueras occidentales se han enriquecido más que las empresas petroleras, porque los cigarrillos son el “mejor” producto de consumo; mientras que el consumo de gasolina es funcional, el consumo de cigarrillos está determinado por la necesidad y el deseo.

¡No se puede vencer! A través de las comparaciones históricas entre el crecimiento del consumo global de gasolina y cigarrillos hemos descubierto que este último crece más aprisa que el primero.

El crecimiento extraordinario en occidente de las ventas de productos de tabaco se deriva de la penetración de las multinacionales tabaqueras en los mercados de Europa del este y de Asia.

Winston, por ejemplo, es la marca de cigarrillos más vendida en Rusia. Estos mercados eran inalcanzables durante el régimen soviético, pero en los últimos años su crecimiento ha sido excepcional, gracias, mayoritariamente, a la generación más joven y al mercado chino.

Desde 2003 hasta 2005, por ejemplo, las ventas totales de Philip Morris aumentaron desde cuarenta a setenta mil millones de cigarrillos, gracias al mercado de Europa del este y asiático.
En 2005, Philip Morris, cuya marca más vendida es Marlboro, tuvo 4.600 millones de dólares de beneficio en Estados Unidos y 7.800 millones a nivel internacional, mucho más que el PIB de los países pequeños».

Principios económicos cuantitativos muy básicos ayudan a explicar este fenómeno.

La población asiática es mucho mayor que la población occidental y el 30 % de esta población que deja de fumar puede ser contrarrestado con un incremento de solamente un 2 % en el mercado asiático. Los que entendieron este concepto han ganado millones.
Japanese Tobacco Internacional, por ejemplo, que posee los derechos de venta de varias marcas occidentales de cigarrillos fuera de occidente, es una de las empresas que crece más rápidamente del mundo.

La industria del tabaco ha escondido con gran inteligencia los beneficios extraordinarios generados por la aparición de la demanda global de cigarrillos de los consumidores occidentales.

Por ejemplo, en 2005 Altria Group, un holding empresarial con sede en Nueva York, se convirtió en la décima empresa más rentable de América. «Se la continuaba llamando Philip Morris. La empresa también es propietaria de la marca de alimentación Kraft Foods.», explica el relaciones públicas londinense.

Mientras que los fabricantes de tabaco se aprovechan de nuestras excursiones a la tienda de alimentación, el laberinto de humo y espejos del mercado matrix esconde secretos incluso más oscuros: comida que mata.

En Estados Unidos un nuevo asesino anda suelto:

la obesidad, que ha superado al tabaco como primera causa de muerte prevenible.

Unas cuatrocientas mil muertes anuales, el 16 % de las muertes totales en Estados Unidos, se deben a la obesidad. Y más de dos tercios de estadounidenses tienen sobrepeso.

La epidemia de obesidad empezó a finales de la década de 1970, cuando los estadounidenses empezaron a preocuparse por ¡¡¡¡el control del peso¡¡¡¡.

Dos cambios importantes se produjeron en este periodo: el uso de jarabe de fructosa de trigo como primer edulcorante calórico y la «batalla contra el peso».

Los edulcorantes del trigo son más baratos que la sacarosa. En Estados Unidos, se produce mucho trigo y recibe muchas subvenciones. El uso de edulcorantes provenientes del trigo por parte de la industria rebajó los costes de producción, resultado que, a su vez, redujo el precio de los alimentos y ello animó a comer más.

A finales de la década de 1970, la batalla contra la grasa supuso la llegada de las dietas hipocalóricas.

La grasa se retiró sistemáticamente de los productos alimentarios y se reemplazó con carbohidratos de baja calidad, que son altos en calorías y también producen grasa.

«El mejor ejemplo es el del fenómeno Snackwell,» explica Marion Nestle, jefa del Departamento de Nutrición, Estudios sobre Alimentación y Salud Pública de la universidad de Nueva York, en un programa de la PBS.
«Las galletas Snackwell se anunciaban como exentas de grasa pero tenían casi el mismo número de calorías. Y de hecho, si hoy vas a la tienda y buscas las galletas Oreo, tienen una versión Oreo baja en grasa que tiene, creo, seis calorías menos que las Oreo normales.

En las décadas de 1980 y 1990, los estadounidenses engordaron porque comían más y su ingesta de carbohidratos había aumentado.

Las consecuencias de la ilusión de los productos bajos en grasa son graves.

«En los años 1970, había cinco millones de estadounidenses con diabetes. Hoy hay más de veinte millones. Aunque la población casi se ha doblado el número de personas con diabetes casi se ha cuadriplicado » .

Incluso más sorprendente resulta el hecho de que la diabetes de tipo 2, que se conoce como la diabetes de los adultos, ha aumentado su incidencia en niños con sobrepeso. Los médicos están convencidos de que esta enfermedad está ligada al aumento de la obesidad infantil.

La obesidad es la causa de lo que muchos hepatólogos definen como la nueva epidemia hepática entre los niños, el aumento extraordinario de enfermedades hepáticas en hígados grasos no alcohólicos (EHHNA).

«Hay una fuerte relación entre EHHNA y el aumento de la masa corporal en gente muy joven. La incidencia documentada de EHHNA entre los niños es del 2,6 %, pero entre niños obesos es del 53 %.
Durante las cuatro últimas décadas, la obesidad de los bebés ha aumentado muchísimo.

La gente vive también con la ilusión de que ciertos alimentos considerados bajos, o exentos, de grasa, son buenos para su salud. Las sopas enlatadas son un buen ejemplo. «Si estás intentando perder peso, las sopas no tienen muchas calorías, ni grasa ni azúcar. Pero contienen mucha sal. De hecho, la mayoría de sopas en lata tienen tanta sal como el agua del mar,» admite un médico de Estados Unidos, especialista en nutrición, que pidió conservar el anonimato.

«Si quieres que te aumente la presión arterial, come sopas. Son básicamente agua salada con algo de pasta refinada o arroz blanco y un toque de algún sazonador con gusto de carne y cuatro trozos de verduras. El porcentaje de alimento saludable que hay es despreciable. No hay forma de justificar que se tomen esas sopas.»

El regreso de la economía canalla
Las ilusiones crecen en el moderno mundo consumista en el que vivimos. El mercado matrix ha penetrado en nuestra vida cotidiana tan profundamente que las fantasías pueden esclavizarnos, gobernarnos e incluso poner el punto final a nuestras vidas. Desde la mañana hasta la noche nos movemos en un mundo donde casi nada es real y nada es lo que pensamos que es, un mundo gobernado por la economía canalla. Pero esto ya había sucedido antes.

En medio de profundos cambios, la política pierde el control sobre la economía, porque ésta se convierte en una fuerza salvaje en manos de emprendedores nuevos y despiadados.

La historia ya nos lo habia enseñado:

Nos referimos al oeste americano como al «salvaje oeste» debido a la anarquía y la violencia que caracterizaron esa conquista, pero algunas de las más poderosas fortunas económicas se forjaron ahí.

La fiebre del oro californiana condujo al caos, a la violencia y al robo a gran escala, enriqueciendo a menudo a los propietarios de los casinos y a los jugadores que construyeron las espléndidas ciudades de la costa oeste americana.
La economía canalla es la característica de las mayores transiciones históricas; su expansión contaminó la economía antigua, destruyó viejos imperios y construyó otros nuevos.

A pesar de que la naturaleza cíclica de la historia nos permite mantener la esperanza de que la política podrá recuperar el control sobre la economía, estas duras décadas de economía canalla serán de nuevo el alto precio que pagaremos por nuestras conquistas.

www.lorettanapoleoni.org/economia_canalla/?p=58

Silvio Berlusconi - ejemplo de emprendedor canalla:

"Ha hecho cosas ilegales pero nunca se han podido demostrar. Es el modelo politico que crea la condiciones ideales para un Estado - Mercado y facilita el enriquecimiento rapido de unos pocos.

Es tambien un ilusionista porque se presenta con ideas que nunca se materializan. Lo increible es que ha ganado las elecciones por amplio margen."